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38. En una tierra de unicornios y dragones ...

... ¡es mejor que también creas en ti mismo!

El jardín ya no olía a frutas y flores. En cambio, apestaba a hermanastra malvada quemada, que, para ser honesto, no era muy diferente de la hermanastra malvada no quemada: metal fundido y azufre con matices de canela.

La hierba debajo del huevo se había ennegrecido, fragmentos de caparazón dorado brillando entre los restos. Derek ignoró a los humanos y se sentó con el dragón en su regazo, murmurando la charla infantil más absurda, mientras su cola puntiaguda se enroscaba alrededor del torso bien formado del príncipe.

¡No es que Ashley notara su torso!

El de Gerald era el único torso que importaba.

¿Verdad?

Se frotó las manos, estrujándose el cerebro buscando formas en las que pudiera reunirse con dicho torso. Preferiblemente, el reencuentro se llevaría a cabo en un lugar privado, justo después de un baño de cuatro horas, un cepillado de dientes industrial y muy cerca de una cama. En realidad, la cama no era cien por ciento necesaria.

Pero no tenía sentido dejar que esos pensamientos invadieran su mente. No habría torsos, labios, cuellos ni ninguna otra parte del cuerpo de Gerald explorada hasta que hubieran completado su mision.

Las probabilidades de que pudieran encontrar a los niños y escapar ilesos eran tan minúsculas que Ashley se rió de tal locura. No es una risa agradable, más del tipo maníaco que escucharías en un manicomio.

Pero maldita sea, ella tenía amigos. Amigos poderosos, inteligentes, decididos y talentosos.

¡Como Kai, a quien le podía crecer una cola y estaba destinada a gobernar los océanos!

Sadira, que tenía un corazón lleno de amor y empatía a pesar de haber estado durmiendo durante un siglo.

Tressa, criada en una torre aislada por una bruja malvada, encontró su voz y no tuvo miedo de usarla.

Layyin, quien, a través de la fuerza de voluntad, había superado toda una vida de vulnerabilidad para convertirse en una entusiasta del miedo.

Y Derek, con su plétora de conocimientos, ingenio mordaz e impecable sentido de la moda, poseía un profundo pozo de lealtad, aunque nunca lo admitiría.

Ashley sonrió a cada uno de ellos. Si alguna banda improvisada de héroes podía derribar una operación mágica oscura, eran ellos.

Kai se puso de pie: largas extremidades, desplegándose como un nenúfar al amanecer, frotándose las piernas y mirando la fuente con anhelo. La pobre no había estado en el agua en tanto tiempo. —Esa hermanastra tuya tenía una fuente de agua perfectamente buena aquí, y en lugar de zambullirse, ¿la idiota se escapa?

—Buen punto —dijo Ashley—. Ella nunca fue la más brillante. Ven, Sadira, déjame ayudarte. —Le ofreció una mano a Sadira, que se levantó con elegancia de princesa y luego se estiró.

Derek permaneció sentado mientras el bebé lamía y chupaba los dedos del príncipe, dejando vetas rojas de la saliva caliente del dragón. —Boojeee, boojeee, boojeee —canturreó Derek y ofreció su sombrero de pavo real como sustituto de succión de la carne humana.

—Derek, dijiste que amabas ese sombrero; estás loquito por ese dragón —atacó Tressa.

—No estoy loquito. Es simplemente una buena crianza. —Se aclaró la garganta—. Los primeros minutos de vinculación son fundamentales para la sensación de seguridad y autoestima a largo plazo del dragón. Si no se nutre de inmediato, se convertirá en una máquina de matar que escupe fuego.

—A diferencia de... —Tressa ladeó la cabeza—, oh, ya sé... ¿convertirte en una máquina de matar que escupe fuego?

—Mi ternura se basa puramente en la investigación científica —dijo Derek, frunciendo los labios y exhalando por la nariz—. ¿Qué? ¿Pensaron que estaba actuando maternal porque este adorable y dulce bebé, Google Giggle Gaga Boody, me miró con sus grandes ojos dorados y me enamoré?

—Sí —intervinieron Tressa y Kai.

—Bueno, está bien, eso también.

—Derek está enamorado —cantó Tressa.

—Oh, cállate. ¿Cómo es que ya necesitas otro corte de pelo, mujer?

—Uh —Tressa agarró un mechón de cabello y tiró de sus mechones, todo el camino hasta la cintura—. El crecimiento excesivo de vello es mi maldición. ¿Recuerdas?

De acuerdo, sus amigos eran geniales pero no perfectos. Pero lo importante era que tenía amigos. Lamentablemente, tendían a perder el enfoque en el momento en que nadie disparaba flechas o bolas de fuego en su dirección, amenazando con hervirlos en un caldero, comérselos o tirarlos desde la cima de una montaña.

—Queridos amigos —comenzó Ashley—, ¿podemos renunciar al corte de pelo hasta que termine la parte del rescate? —Ashley sugirió—. Tenemos una lista de tareas bastante larga, que incluye entrar en la habitación donde tienen a los niños secuestrados, escapar de la habitación con dichos niños secuestrados, regresar al jardín, invocar la palabra pastivora que nos llevará a la cima de la montaña, encontrar a nuestros amigos y convencer a los dragones para que nos lleven a un lugar seguro. Es un horario completo. No hay tiempo para acicalarse.

—Siempre hay tiempo para acicalarse —se burló Derek, echando la cabeza hacia atrás, mechones de cabello verde trepando por sus lugares apropiados, como actores justo antes del telón. Su cofia no conocía el significado de pelo desarreglado—. No somos salvajes.

—Tal vez no tengamos que preocuparnos por el regreso de Druscilla, Ash —dijo Tressa—. Tal vez se queme hasta quedar crujiente antes de encontrar ayuda. —Tressa juntó las manos debajo de la barbilla y miró hacia el cielo bañado por el sol.

—Imagina cómo debe sentirse estar en llamas —dijo Layyin, lanzando una mirada codiciosa al humo que Dru había dejado atrás.

—¿Un dolor horrendo y abrasador? —dijo Derek.

—Te sentirías tan vivo —respiró Layyin.

—Hasta que no lo estés —dijo Tressa.

—En caso de que salgamos de aquí con vida, le daremos a Layyin un importante asesoramiento psicológico —dijo Derek, sacudiendo la cabeza. El bebé dragón tosió, bañando el brazo de Derek con chispas doradas—. Awn.

—Yo lo sostendré —ofreció Layyin.

—De ninguna manera. Le enseñarás algo terrible, como ahogarse en una fuente o abrir un agujero en el protoplasma y transportarse a un reino peligroso e inhóspito.

Layyin frunció los labios. —No seas ridículo. El agujero en el protoplasma ya no está.

Ashley chasqueó los dedos. —Eso es. La respuesta.

—¿Cual era la pregunta? —dijo Derek.

—Necesitamos crear un nuevo desgarro en el protoplasma. Para llegar a los niños.

—Buena idea —gruñó Derek—. ¿Tu habilidad mágica finalmente se ha arraigado? ¿Puedes volar una escoba y doblar cucharas con tu mente?

—No, por supuesto que no. Pero, ¿por qué querría doblar una cuchara con mi mente?

Derek negó con la cabeza. —Ese no es el punto. El punto es, ¿cómo propones que volvamos a rasgar el universo sin magia?

—Um —dijo Ashley, mirando a su alrededor en busca de objetos afilados. Sus ojos se detuvieron en el abrigo de terciopelo morado de Derek—. ¿Tus tijeras están en tu... eh... nuevo atuendo?

Sosteniendo al bebé dragón en el hueco de un brazo musculoso, Derek revisó su bolsillo y sacó sus tijeras de confianza. —Están aquí, pero la última vez que lo comprobé, podían cortar cabello, papel, tallos de flores, tal vez carne, pero no la estructura del universo.

—¿Has probado alguna vez?

—No. Porque no estoy loco.

—Eso todavía está en debate —se burló Tressa.

Ashley le tendió la mano. —Tijeras.

—Dale con furia. Y cuando hayas terminado, dale a Layyin en la cabeza. Por su propia seguridad.

—Oye —se quejó Layyin.

Ignorando su discusión, Ashley atravesó el jardín, tratando de sacar de su memoria el lugar exacto por el que Dru había llegado desde el laboratorio. ¿Dónde habían caído las sombras sobre la fuente, la luz del sol salpicaba las hojas? ¿Cuál era el ángulo del topiario a través de su visión periférica? Caminó y dio vueltas, pero nada se sentía bien hasta que pasó por un lugar que envió escalofríos a lo largo de su cuello y columna, como caminar a través de los restos espectrales de un fantasma del castillo.

Sus huesos lo sabían.

Este tenía que ser el lugar.

Levantó las tijeras y, sintiéndose como una idiota, cortó el aire.

No pasó nada sobrenatural.

El aire se comportó como lo haría normalmente cuando es atacado por unas tijeras, lo que significa que no hizo nada y continuó sin hacer nada sin importar cuán vigorosamente ella cortara.

Ashley dejó caer su brazo y respiró hondo. ¿Cómo podía ser tan estúpida para pensar que esto funcionaría? Uno necesitaba magia para obtener resultados sobrenaturales y, a pesar de las afirmaciones de las brujas enclaustradas, su magia permanecía inactiva, si es que existía. Aún así, se lo debía a los niños para intentarlo. Se sumergió en su núcleo, buscando, buscando, buscando, pero solo sintió esa pequeña chispa en su abdomen. No lo suficiente como para encender una ramita, cuando lo que necesitaba era un resplandor mágico completo.

—Debes creer —gorjeó una voz incorpórea en el borde de su conciencia.*

Ashley escudriñó el jardín para ver quién podría haber hablado, pero todo lo que vio fue un cuervo mirándola con ojos negros. —¿Creer qué? —Ashley susurró.

—¿Con quién estás hablando? —dijo Derek, levantando una ceja verde.

—Había una voz.

—Creo que este jardín las está volviendo locas a todas —dijo Derek.

—¿Solo a las damas? —Tressa se quejó.

—¿Cachicamo llamando a morrocoy conchudo, Derek? —dijo Layyin.

Ashley se presionó las sienes con los dedos para aliviar un dolor de cabeza creciente. —No importa. Traté de acceder a mi magia, pero es apenas un parpadeo, no un infierno.

—¿Perdóneme? —dijo Kai.

—¿Sí? —Ashley dijo.

—Tenemos una fuente de magia de fuego.

—¿Dónde?

Kai asintió al bebé dragón.

Ashley aplaudió. —Oh, Dios mío, Kai. Eres brillante.

Derek abrazó a su "bebé" contra su pecho. —No usaras a Derek Junior para magia experimental.

—¿Derek Júnior?

—Sí. De esa manera, él tiene tanto mi nombre como el nombre que Ruth y Matador le dieron. En su honor, que descansen en paz.

Ashley apretó los puños contra las caderas. —Derek, no están muertos. Sabes que vas a tener que devolverles a su hijo, ¿verdad? —Ashley dijo.

—No, estoy bastante seguro de que están muertos. Pobre pequeño dragón huérfano. Pero me ocuparé de él.

Ashley puso los ojos en blanco y se aferró a la esperanza de que los dragones, los guardias y Gerald estuvieran todos vivos en un universo muy cercano y de fácil acceso. —¿Cómo sabes que es un él?

—Confía en mí. Es mi hijo, es obvio que es un machito —dijo Derek, con una sonrisa orgullosa de padre.

—Como si fueras responsable de alguna manera de su 'dotación' —dijo Tressa.

Derek frunció el ceño.

—No lastimaremos una escama en la cabeza de Derek Junior. Solo haz que sople un poco de fuego en las tijeras hasta que estén al rojo vivo —dijo Ashley.

—¿Mis preciosas tijeras? —Una lágrima se escapó de uno de los ojos verdes de Derek.

—Derek —Ashley pisó fuerte.

—Lo que sea. Está bien. Solo porque de lo contrario, sé que nunca te rendirás. —Ashley dejó las tijeras en el césped junto al dragón—. Derek Junior, sé un buen dragón y enciende las tijeras de papá.

Ashley estaba a punto de traducir para Derek, pero Junior pareció entender. Arrojó un chorro de fuego dorado hasta que las hojas brillaron en rojo.

—¿No te van a quemar? —dijo Kai.

—Las manijas se ven bien —dijo Ashley, extendiendo la mano en un toque tentativo. Cuando su piel no se quemó, los agarró con manos temblorosas, el corazón latiendo a un ritmo entrecortado, sus nervios crispados por el miedo y el cansancio porque Dru podría regresar en cualquier momento. El destino de los niños pesaba sobre sus estrechos hombros como el ancla de un barco. El calor de las hojas ondulaba el aire y le calentaba la cara.

Una vez más, cortó el aire. —No pasa nada —gimió Ashley.

—Cree —dijo la voz.

—¿Qué debo creer? Es fácil para ti decirlo. Estás sin cuerpo y, por lo tanto, no tienes cuerpo que perder.

—Solo hazlo —dijo la voz, sonando un poco frustrada con la respuesta poco cooperativa de Ashley.

—¿Quién no tiene un cuerpo que perder? —dijo Derek.

—¡Shhhh! —Ashley dijo en voz alta. Luego, para evitar el comentario de Derek sobre cómo escuchar voces incorpóreas no era un signo de estabilidad mental, repitió "Creo" solo en su mente. Yo creo. Al principio, eran meras palabras. Pero a medida que las decía una y otra vez en su cerebro, se volvieron reales y sustanciales. Creo, creo, creo, creo.

¿Qué creía ella?

¿Que ella estaba en el lugar correcto?

¿Que la magia del dragón funcionaría?

¿Que las tijeras de un príncipe podrían cortar el tejido del mundo?

Todo eso y nada de eso.

En lo que tenía que creer era en sí misma. Que ella era el ingrediente final para invocar la magia.

Porque ¿qué era la magia sino la fe en ella misma?

Ella imbuyó su alma en la luz de luna. La magia dentro de ella permaneció tan fría como brasas olvidadas, pero la esencia de su alma corrió a lo largo de su piel, bajó por su brazo y llegó a las tijeras. Ahora, cuando cortaba, las cuchillas cortaron algo sustancial y suave, como tratar de cortar una costura recta en una sábana de terciopelo ondeando en un tendedero.

Una línea negra irregular se materializó en el aire. Ashley jadeó. ¿Lo había hecho ella? Metió un dedo y un pulgar a través del agujero y lo abrió más. Salió un aire frío, mohoso, acre y punzante. Empujando un poco más la abertura, pudo distinguir más de la habitación: la oscuridad, el hedor, los niños en el suelo. Reemplazó sus dedos con las tijeras y cortó, conteniendo la respiración como si cualquier movimiento adicional pudiera romper el hechizo. Algo se movió dentro, volando hacia su rostro.

—¡Aaaagh! —gritó, esquivando el camino de un enjambre de murciélagos. Al recordar lo rápido que se había curado la costura cuando Dru llegó al jardín, Ashley agarró y estiró la abertura para mantenerla abierta. Los murciélagos volaron hacia el jardín, junto con los cuervos que surcaban el cielo. Dos heraldos negros de la fatalidad se abalanzaron y se elevaron en una rapsodia escalofriante.

—Por supuesto que hay murciélagos —se quejó Derek. Dejó a Derek Junior en la hierba y se puso de pie, sacudiendo la hierba de sus medias de terciopelo púrpura.

El pequeño dragón saltó, batiendo sus alas, tratando de lanzarse por los aires. Quizás quería jugar con los cuervos y los murciélagos. O bien, quería un bocadillo. Ashley no sabía nada sobre dragones, por lo que no podía decirlo con seguridad. Derek se cernió sobre él, como una mamá gallina preocupada.

Apartando los bordes de la costura tan ampliamente como sus brazos se lo permitían, Ashley alentó a sus amigos. —Vamos, todos. Vamos a buscar a esos niños.

Tressa arrugó la nariz. —¿Cómo sabemos que no hay algo peor que murciélagos ahí dentro?

—No sabemos —dijo Layyin—. Esa es la parte divertida. Yo iré primero.

Layyin pasó. —Huele como el interior de una cebolla podrida, pero no hay monstruos.

Los demás la siguieron, dejando solo a Ashley y Derek. Recogió a Derek Junior (que estaba muy concentrado con todo el alboroto del cuervo/murciélago en el cielo). —Puedes jugar con tus amigos alados más tarde, hijo. Como cuando tengas cuarenta años. —Antes de que Derek cruzara el umbral, miró las tijeras ennegrecidas que ardían sin llama sobre la hierba—. Me debes un par nuevo.

—Yo también te amo —dijo Ashley.

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*En la ficción paranormal, parece haber una sobreabundancia de voces incorpóreas, que generalmente existen en el marco de la historia para repartir consejos inútiles, típicamente arcanos. En la vida real, casi nunca escuchas una. Muchos clichés ficticios son poco comunes en la vida real. Si los extraterrestres nos conocieran viendo transmisiones de televisión interestelar, asumirían que la mayoría de los humanos sufren de amnesia, trabajan en hospitales, se asesinan entre sí por deporte y, por supuesto, escuchan voces.

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¡Mucho más fácil que conseguir un hada madrina! ¿Tengo razón?

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