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03

Los días pasaban, y Jimin, aunque seguía sin pronunciar una sola palabra, comenzaba a bajar un poco las defensas que lo separaban de So Hee. Había algo en su calma, en su manera de cuidarlo sin forzarlo a hablar, que lo hacía sentir menos asustado. Sin embargo, aún no podía acercarse demasiado a ella directamente, así que encontró otra forma de satisfacer su creciente curiosidad: seguirla en silencio.

Todo comenzó un día por la mañana, cuando So Hee salió de la cabaña para recolectar hierbas en el bosque cercano. Jimin, que estaba sentado junto a la ventana, vio cómo ella tomaba una cesta de mimbre y desaparecía entre los árboles. Una chispa de curiosidad se encendió en él, y sin pensarlo demasiado, salió tras ella.

Al principio, mantuvo mucha distancia, escondiéndose detrás de los troncos y arbustos, asegurándose de que ella no pudiera verlo. Observaba cómo So Hee se agachaba para inspeccionar las plantas, tocándolas con delicadeza antes de cortarlas y guardarlas en su cesta. A veces murmuraba algo en voz baja, como si estuviera hablando con las mismas hierbas, y Jimin, aunque no entendía lo que decía, se sentía fascinado.

Cada vez que So Hee giraba la cabeza, él se apresuraba a esconderse, conteniendo la respiración, seguro de que ella no lo había notado. A pesar de todo lo que había pasado, Jimin no pudo evitar sentirse emocionado, incluso divertido. Desde su escondite detrás de un árbol, sonrió para sí mismo, pensando que ella era un poco tonta por no darse cuenta de que la estaba siguiendo.

Lo que Jimin no sabía era que So Hee lo había notado desde el primer momento. Podía escuchar sus pequeños pasos crujir sobre las hojas secas o el leve movimiento de las ramas cuando él se ocultaba. Pero en lugar de confrontarlo, decidió seguirle el juego.

De vez en cuando, So Hee fingía que no se daba cuenta y giraba lentamente la cabeza, como si estuviera buscando algo entre los árboles. Jimin, al verla, se agachaba rápidamente o se deslizaba detrás de un arbusto, tapándose la boca para no reír en voz alta. Desde su escondite, miraba cómo ella seguía con su labor, convencido de que su pequeña hazaña estaba funcionando.

"Es más ágil de lo que pensé," murmuró So Hee para sí misma, reprimiendo una sonrisa mientras cortaba unas ramas de romero.

Jimin continuó siguiéndola durante todo el día, desde la cabaña hasta el arroyo donde So Hee lavaba raíces, y de regreso al bosque. Cada vez que ella hacía una pausa, él se escondía, sus grandes ojos azules asomándose apenas desde su refugio. Cuando ella se giraba casualmente, Jimin se apresuraba a cambiar de escondite, a veces con tanta torpeza que casi terminaba tropezando.

So Hee, mientras tanto, disfrutaba del juego. Sabía que era su manera de acercarse a ella sin sentirse vulnerable. A menudo, al oír su risa contenida, su corazón se llenaba de calidez. Le dejaba creer que estaba siendo astuto, aunque en el fondo no podía evitar reírse de lo transparente que era.

Hubo un momento en el que Jimin estuvo tan concentrado en esconderse detrás de un árbol que no se dio cuenta de que So Hee había dejado la cesta en el suelo y se había acercado sigilosamente. Justo cuando él asomaba la cabeza para asegurarse de que no lo había visto, se encontró cara a cara con ella.

—¿Disfrutando el paseo, Dandelion? —preguntó con una sonrisa traviesa, inclinándose ligeramente hacia él.

Jimin dio un pequeño salto, retrocediendo rápidamente, sus ojos abiertos de par en par como si lo hubieran atrapado haciendo algo prohibido. Por un momento, pareció congelarse, pero luego bajó la cabeza, escondiendo su rostro detrás de sus manos, incapaz de contener una risa nerviosa.

So Hee rió suavemente y se agachó para estar a su altura. —No te preocupes, no estoy enojada. De hecho, me alegra que me sigas. Es lindo saber que no me dejas sola.

Jimin levantó la mirada tímidamente, sus mejillas sonrojadas, pero con una pequeña sonrisa dibujándose en sus labios. Aunque no podía hablar, su risa y su expresión decían más de lo que cualquier palabra podría expresar.

Desde ese día, el juego se convirtió en una rutina. Cada vez que So Hee salía a buscar hierbas o a atender a algún campesino, Jimin la seguía, tratando de no ser descubierto y riéndose para sí mismo cada vez que pensaba que había logrado engañarla.

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