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Cap. 4 "Súplica"

Mantengo la postura, mirando el suelo sobre el que estoy, el cual es rocoso. Más adelante, hay grandes montañas frente a mí, alumbradas por el fuego y la lava encendidos debajo de ellas, un lago de anaranjado fuego, lava y azufre.

Siento un viento seco que mueve mi ropa y levanto la vista hacia lo que fuera que lo provocó. Entonces, a lo lejos, veo lo que parecen ser un par de cuervos remontando vuelo, pero rápidamente, cuando uno de ellos se detiene en la cima del rocoso lugar en el que estoy, sé muy bien que no lo son. Aquella figura no es animal, sino humana, algo parecido a un ángel, uno oscuro, con alas negras y piel extremadamente pálida. Su pecho está desnudo y solo su parte baja está cubierta por una negra túnica, color que contrasta a la perfección con su oscuro cabello. Pero apenas me detengo a mirarlo, ya que mi vista pasa con rapidez a sus ojos.

Entonces, siendo consciente de que soy admirada por sus brillantes ojos, me siento inquieta, porque ellos son como llamas de fuego y me recuerdan exactamente en dónde es que estoy.

— ¡Oh, Hades! — grité con voz ronca y furiosa, ignorando al oscuro ángel, pero nadie me responde — Más bien, si lo hacen, son miles de risas llenas de cinismo que provienen del mismo abismo de lava — ¿Dónde estás, cobarde? — grité una vez más, poniéndome más firme que antes — Had...

— ¿QUIÉN DIABLOS SE ATREVE A LLAMAR A HADES POR SU NOMBRE? — escucho gritar —

Mi mirada recorre todo el lugar en un segundo, pero nadie está allí. Solo oscuridad, penumbras, lava y rocosas montañas.

— ¿Quién dijo eso? — nadie contesta — ¡Muéstrate ahora! — ordené a quien fuera que acabara de hablar —

Una bola oscura cae del cielo como un rayo, alejándome de ella, al igual que las pequeñas rocas en el suelo que chocan contra mí, salpicadas por el impacto. Entonces, me protejo colocando mis brazos frente a mi rostro.

— Fui yo — confiesa una voz frente a mí — Entonces, abro mis ojos, cerrados por el impacto, y sacudiendo el polvo con una mano, logro divisar, entre la humareda, a un fornido joven de alas oscuras.

— ¿Dónde está? — pregunto, ignorando la sorpresa que él me acaba de causar.

— ¿Dónde está quién? — devuelve la pregunta, mirándome con interrogación.

— Ese traidor, mentiroso... — gruñí, subiendo el volumen, enojada — Pero él solo me mira con el ceño fruncido, que apenas le prestó atención — No hagas que pierda mi tiempo — amenacé — ¡Tráeme a Hades, ahora!.

Aquellos ojos que me miraban se abren llenos de sorpresa, y noto que brillan casi tan iguales a los de Hades.

— ¿Cómo osas llamarlo por su nombre, simple mortal? — me insulta — No me importa qué tan osada seas; ahora mismo tendrás un castigo a tu nivel — amenaza él, muy insolente — Y, acercándose a mí, me sujeta de mi ropa, empujándome hacia el vacío detrás de mí — Al principio, me quedo perpleja ante su acto, pero no tarda en poner resistencia mientras fijo mi vista en sus oscuros ojos y luego en sus oscuras alas, las cuales están completamente extendidas.

— ¿Qué cosa eres? — intenté preguntar, pero él no me oye, sino que continúa empujándome hacia una grieta de la cual se desprende y derrumba el suelo bajo mis pies — Finalmente, empiezo a asustarme y regreso mi mirada a la suya, la cual ahora él me sostiene, acompañada de una sonrisa victoriosa.

— ¿Qué te pasa? ¿No sabes con quién ni qué estás tratando? — inquiero, luchando para no caer, pero mis pies resbalan contra el rocoso suelo y escucho cómo las piedras que empujé con mis tobillos caen resonantes por la gran grieta.

— ¿Y tú? — pregunta, y casi estoy feliz de que me haya escuchado — ¿Sabes acaso quién soy?.

Achiné mis ojos, fingiendo interés, y luego pasé mi mirada por él de arriba a abajo.

— No — le contesté al fin — Suéltame — demandé.

— ¿Y qué si no? — pregunta, estirando su brazo, lo cual me hace quedar aún más cerca de la gran grieta y de caer — Estoy perdiendo el equilibrio.

— Maldito hijo de...

— Hades — interrumpe.

— ¿Qué? — pregunto — Creo que escuché mal.

— Escuchaste bien — me afirma, leyendo mi pensamiento.

— ¿Acaso hay algo peor? — inquiero, maliciosa, y le lanzo una risa estridente.

— No lo sé, pero tú vas a averiguarlo — dice, y una vez más afloja su mano, amenazando con soltarme al vacío de la grieta.

— ¡Suéltame! — le ordené.

— ¿Qué crees que pienso hacer? — susurra junto a mí, mientras una sonrisa aún más grande se dibuja en su rostro.

— Vas a arrepentirlo — gruñí.

— Súplica — me pide el muy descarado, enarcando una ceja en espera.

— ¿Qué? — pregunto incrédula.

— Su-pli-ca — remarca.

— Jamás — contesté, con los dientes apretados.

— ¿Estás segura? — amenaza una vez más, cediendo de mi ropa — Sú-pli-ca...

Mi respiración se vuelve agitada — Aprieto sus manos, que amenazan con soltarme, pero mi orgullo es mayor.

— Una diosa jamás suplica — expliqué, altanera y confiada, sabiendo que no se atrevería a dañarme —

— Entonces, adiós — se despide, para mi sorpresa, finalmente dejándome caer.

Desesperada, veo cómo un tenebroso y oscuro camino se abre frente a mí, mientras caigo trágicamente a un vacío sin retorno.

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