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CAPÍTULO 6: «¡TE NECESITA, MAMÁ!»

El enorme y pesado cuerpo de mi primo me estaba aplastando el esternón. Su pierna había acabado misteriosamente sobre el brazo de mi escayola y ya podía sentir las punzadas de dolor recorrerme las terminaciones nerviosas.

—Kyle, muévete —le dije cuando después de unos intentos, no conseguí liberar mi brazo—. Kyle. —Le sacudí, pero no se movió—. ¡Kyle! —le grité al oído y del susto, se cayó de la cama. Sonreí satisfecha.

Desde el suelo, murmuró:

—Tienes que dejar de hac... —Esperé a que terminara la frase, pero no ocurrió. Extrañada, me asomé por el borde de la cama. Me lo encontré con los ojos cerrados y la boca ligeramente abierta. Se había vuelto a quedar dormido.

Sacudí la cabeza y reí en bajito.

Me levanté de la cama e intentando no hacer mucho ruido, salí de mi cuarto. Fui a la cocina y me serví un vaso de agua. Busqué la caja de ibuprofenos en los cajones, aunque la acabé encontrando encima de la encimera, al lado de una nota de mi hermano que me recordaba que me los tenía que tomar cada ocho horas.

Kyle, Chad y yo nos habíamos quedado hasta tarde viendo películas, y aunque le había ofrecido a Chad quedarse a dormir en mi casa como en los viejos tiempos, él había decidido marcharse. Estar en la misma casa que su ex, en habitaciones contiguas, no debía de ser muy agradable. Además, me había dicho que tenía que pasar por casa a coger las cosas del instituto y...

Miré la hora y abrí los ojos alarmada.

—Oh, mierda... —maldije. Quedaban menos de quince minutos para que empezasen las clases, y mi primo seguía roncando en el suelo de mi habitación.

Corrí escaleras arriba, esta vez sin temor a despertar a nadie.

—¡Kyle, despierta! —Le sacudí una vez llegué a mi habitación. Él se removió, pero no abrió los ojos—. Tienes menos de un cuarto de hora para llegar al instituto si no quieres llegar tarde —dije precipitadamente. Mi primo cerró el puño dejando el pulgar hacia arriba como respuesta. Suspiré—. Chad estará aquí en unos minutos. ¡Mueve el culo! —exclamé, y esta vez, Kyle sí abrió los ojos. Se levantó de sopetón sin darse cuenta de que mi cabeza se encontraba a centímetros de la suya—. ¡Ay, joder! —Me sobé la frente intentando disminuir el dolor. Kyle miró a su alrededor, y sin decir nada, salió corriendo de la habitación.

Me quedé sobándome la cabeza mientras observaba mi cuarto. Miré mi figura a través del espejo y suspiré. Estaba hecha un desastre. Todavía llevaba la misma ropa que me había puesto el sábado por la noche, y esparcidas por mi cuarto todavía estaban todas las prendas que había lanzado al suelo días atrás...

Suspiré de nuevo. Era hora de dejar de pensar una y otra vez en lo mismo. Tenía que mirar hacia delante. Ya no había nada que pudiese hacer para cambiar el pasado.

Comencé a ordenar mi cuarto. Rebusqué en mi cómoda los cascos, y después de ponerme una canción igual de triste que mi vida, me puse manos a la obra. Kyle vino a darme un beso y me repitió tres veces que le llamara si necesitaba algo antes de marcharse.

Mientras recogía la ropa sucia del suelo, encontré el collar que Chris. Estaba en el mismo lugar en el que había caído cuando lo había lanzado noches atrás. Lo cogí con cuidado y lo sostuve en el aire. ¿Qué se suponía que debía hacer con él? Parte de mí quería ir al baño y tirarlo por el retrete, pero la otra parte, la más grande, se negaba a deshacerse de esa pieza de oro. Porque hacerlo significaría que ya no habría vuelta atrás, y no sabía si estaba preparada para ello.

Cogí mi joyero de una de las baldas de mi cuarto, lo abrí y guardé el collar con mucho cuidado.

Hora y media después de que Kyle se marchara, yo ya había acabado. No había tardado demasiado teniendo en cuenta que tenía una mano inválida.

Miré satisfecha mi habitación, pero un hedor hizo que arrugara las fosas nasales. Necesitaba una ducha. Y cambiarme de ropa. Con urgencia.

Después de pasarme un tiempo indefinido bajo el agua hirviente, decidí que era hora de salir. Me vestí, me cepillé el pelo y dejé que se secara él solo. Maldije cuando me acordé que tenía que desinfectarme la herida de la frente.

Unos minutos después, por fin volví a bajar las escaleras de camino a la cocina. Me moría de hambre.

—Hola —saludé a Mack cuando la vi espatarrada en el sofá del salón.

Al oírme, levantó la vista del teléfono y se giró a mirarme.

—¡Buenos días! —me saludó con una voz cantarina. Se levantó de un salto y me dio un abrazo—. Suenas más animada. ¿Cómo has dormido? —Me enseñó todos los dientes. No eran ni las nueve de la mañana, pero mi mejor amiga estaba radiante

—Aplastada. —Bufé, y Mack se rio.

—Había pensado que podíamos salir a desayunar juntas —dijo, emocionada—. Mi padre me ha llamado y me ha dicho que ha adelantado el vuelo. Me marcho hoy. Mañana llamará al director del instituto de aquí para informarle de que al final no me marcho.

—¡Genial! —exclamé, genuinamente feliz.

—Ya, pero ahora tengo que hacer el papeleo en el otro instituto... —dijo con cansancio y resopló—. ¿Por qué siento que llevo perdiendo el tiempo durante semanas? —Levantó los ojos al cielo y volvió a resoplar.

—Mira el lado bueno. —Mack me miró con desconfianza—. Te quedas. —Sonreí y puso los ojos en blanco.

—Todo esto no estaría pasando si no me hubiesen obligado a marcharme —murmuró con hastío—. ¿Espero aquí a que te vistas? —preguntó, cambiando de tema. Antes de poder decirle que el chándal roñoso que llevaba puesto era mi atuendo de calle, la voz de Mason me interrumpió. Escuché con atención. procedía de la cocina. Me asomé y le vi apoyado en la encimera. Parecía agobiado.

—¿Sabes lo que le pasa? —Miré a Mack, pero ella parecía igual de confundida que yo.

—No... —dijo con el ceño fruncido. Me quedé observándola—. Lo juro. —Levantó las palmas de las manos—. Me ha dicho que iba a bajar a hacer el desayuno hace un rato, nada más —se defendió y yo volví a mirar a mi hermano. Sabía que escuchar a escondidas estaba mal, pero no pude contenerme.

Me acerqué de puntillas a la pared de la cocina y presté atención.

—¡Abbie! —exclamó Mack cuando vio lo que quería hacer.

—¡Sssshh! —La miré mal y volví a mirar a mi hermano. Menos mal, no la había oído—. Calla y ven aquí. A lo mejor tú oyes mejor. —Le hice un gesto para que se acercase. Me fulminó con la mirada de la misma manera que lo había hecho yo, supuse que se lamentó de ser mi amiga, resopló e hizo lo que le había pedido. Se colocó de cuclillas delante de mí y escuchó la conversación de mi hermano.

—Tienes que volver. Hace más de una semana que no pasas por casa. No podemos seguir así. —Se quedó en silencio—. ¿Y eso te parece normal? ¿Prefieres dormir ahí antes que en casa? —Bufó—. Sí, está bien. No ha sido nada demasiado grave, pero estaría bien que en vez de preocuparte por Abbie a través de mí, hablases con ella directamente —dijo molesto—. No, mamá. Esto no va así. No puedes desaparecer cuando las cosas se ponen difíciles. —Silencio—. ¡Te necesita, mamá! —exclamó, enfadado y se quedó en silencio, escuchando—. Mira, haz lo que quieras. Pero luego no te extrañes de que Abbie no quiera saber nada de ti cuando tú eres la primera que no muestra interés por ella —dijo y colgó la llamada. Suspiró y se pasó las manos por la cara.

Con cuidado de no hacer ruido, me alejé de la puerta de la cocina y me apoyé en la pared del pasillo. Pocas veces había pillado a Mason hablando con mi madre, y las veces que lo había hecho, hablaban de cosas como pagar el alquiler, cuándo iba a venir a dormir a casa y si teníamos dinero para hacer la compra. Nunca había escuchado a mi hermano hablarle así a mi madre. Yo siempre había creído que Mason defendía el comportamiento de mi madre. Resultaba que estaba totalmente equivocada.

Empecé a contar los días, y me di cuenta de que, ciertamente, llevaba algo más de una semana sin ver a mi madre. Además, Mason me había dicho hacía unos días que ni siquiera contestaba a sus llamadas. Recordé aquella conversación. Mason me había confesado que mi madre se arrepentía de repente de todo lo que había pasado desde que mi padre había muerto, pero también me había dejado claro que mi falta de interés por ella sólo añadía más leña al fuego. ¿Era por eso que mi madre no volvía a casa? ¿Se sentía tan culpable que creía que no podía ni volver a su casa? Qué poco sentido tenía eso. Mi madre vivía ahí.

Mack se colocó a mi lado y me abrazó. Durante unos largos segundos, ninguna de las dos dijo nada. Seguía meditando.

—¿Qué hacéis?

Mack se separó de mí y yo me quité una lágrima traicionera que caía por mi mejilla. Ambas miramos a mi hermano y Mack respondió con una sonrisa:

—Acaba de llamar mi padre. Me ha dicho que el vuelo se ha adelantado y Abbie, que es una llorona, se ha emocionado —mintió mi mejor amiga. Asentí con la cabeza y sonreí.

Mason me miró con el ceño fruncido un segundo, poco convencido.

—Mmmmm... —murmuró—. Respecto a eso. —Se volvió a mirar a mi mejor amiga—. Había pensado que... —murmuró con nerviosismo—. Había pensado que podía ir contigo. Tu padre me ha dicho que puedo quedarme con vosotros, y así os ayudo con los trámites del instituto y todo el papeleo. Ya tengo experiencia con Kyle. —Sonrió tímidamente.

—¿Harías eso por mí? —preguntó Mack con una sonrisa. Mason asintió con la cabeza—. ¡Claro que puedes venir conmigo! —exclamó emocionada, y corrió a abrazarle. Mason se rio por su efusividad y la dio vueltas en el sitio. No sabía quién de los dos estaba más contento—. ¿Y tu billete? —preguntó con preocupación cuando la posó en el suelo.

—Ya está cogido. Tu padre y yo hablamos ayer. Sabíamos que te parecería buena idea. —Sonrió y Mack volvió a gritar de felicidad.

—¿No te van a decir nada por no ir a clases? —pregunté.

—Ventajas de estar en la universidad. —Sonrió enseñando todos sus dientes. Me miró y frunció el ceño—. ¿No te importa quedarte sola con Kyle, no? No creo que estemos fuera más de dos días —dijo algo preocupado.

Sacudí la cabeza.

—Saludad a Mike de mi parte. —Sonreí, contenta por ellos. Mason me miró agradecido.

(...)

Mack y Mason se marchaban en unos minutos. Iba a bajar para despedirlos, pero al pasar delante del cuarto de Kyle me detuve. Desde que había vuelto del instituto no había salido de su cuarto.

Golpeé la puerta con los nudillos.

—¿Kyle? Mack y Mason se marchan. Era por si querías despedirte de ellos. —hablé alto para que pudiese oírme.

Miré la puerta esperando poder ver a través de ella. ¿Por qué no me abría?

Estuve a punto de marcharme cuando por fin Kyle asomó la cabeza. Le analicé rápidamente. No parecía haber estado llorando, lo cual me tranquilizaba.

—¿Mason también se va?

—Sí, va a acompañar a Mack. Volverán en un par de días. —Kyle asintió con la cabeza—. ¿Estás bien?

Kyle suspiró y se pasó la mano por la cara.

—Sí... Bueno, no. —Volvió a suspirar—. Tengo una cita.

—¿Una cita? —Levanté las cejas—. ¿Cuándo? —pregunté sorprendida.

—Este viernes —dijo con un ligero remordimiento.

—¡Eso es genial! —celebré. Me alegraba mucho por él. Igual que yo, Kyle debía pasar página—. ¿Por qué no te alegras? —Fruncí el ceño al ver que Kyle había agachado la mirada.

—No lo sé. Creo que todavía sigo algo colado de... —calló.

—Créeme, te entiendo —dije y le cogí la mano—. Pero no voy a permitir que te sigas lamentando un día más. Tú y yo vamos a hacer un pacto aquí y ahora. No volveremos a derramar una sola lágrima más por un hombre que no nos merece. ¿Queda claro? —Busqué su mirada. Kyle asintió con la cabeza—. Céntrate en esta cita, saca tu lado seductor que tantos corazones ha conquistado y pon tu mejor sonrisa. —le animé y sonreí—. Cuando sonríes es cuando más guapo estás —le dije con cariño, y Kyle me sonrió triste.

—Gracias. Tú siempre sabes qué decir —me agradeció y me dio un abrazo.

—¿¡Bajáis a decirnos adiós, o qué!? —gritó Mack desde la planta baja. Reí y me separé de mi primo.

Mi amiga era tan dulce...

Bajamos las escaleras y nos encontramos a Mack y a Mason cada uno con una maletita pequeña.

—No puedes vivir ni un segundo sin ella, eh... —le picó Kyle a mi hermano. Mack se sonrojó y Mason puso los ojos en blanco.

Me acerqué a Mack y le di un abrazo.

—Te das cuenta de que básicamente Mason se está presentando a tu padre, ¿no? —le susurré al oído, y sentí cómo Mack se tensó al instante. Reí, muerta de la risa. Cuando me separé, Mack me miró con unos ojos que parecían haberse salido de las órbitas.

—¿Qué le has dicho? —me preguntó Mason con tono cansado al ver la expresión de Mack.

Yo sonreí, inocente.

—Nada, cosas de chicas. —Reí en bajito y abracé a mi hermano—. Las primeras impresiones lo son todo, así que ni se te ocurra mencionar nuestras raíces irlandesas delante de Mike. Odia a los irlandeses —le susurré también al oído.

Mason tragó saliva y se separó de mí. Mack miró a Mason, y Mason la miró a ella, y ambos forzaron una sonrisa. Reí otra vez. Eran tal para cual.

—¡Bueno, va, va! ¡Que no llegáis! —exclamé, básicamente echándoles de casa.

—¡Pasadlo bien, pero no demasiado! —gritó Kyle mientras les despedía con la mano. Mack se giró, le lanzó una mirada furiosa y le sacó el dedo. Kyle y yo reímos.

Cerré la puerta de la entrada y miré a Kyle.

—¿Pedimos unas pizzas? —preguntamos los dos a la vez, y ambos reírnos—. Voy a por el teléfono.

—¡Nada de pepperoni! —gritó mientras subía las escaleras.

Busqué el teléfono fijo en la cocina, pero sólo encontré el móvil de Mason. Se le había debido olvidar. Lo cogí y me dirigí corriendo a la puerta de entrada. Tal vez todavía no se habían marchado.

Antes de poder abrir la puerta, la pantalla se encendió y apareció una nueva notificación. Era de mi madre. «Me lo voy a pensar, pero no prometo nada». Leí el mensaje una y otra vez. ¿De qué estaba hablando mi madre?

Entonces la puerta de la entrada se abrió de sopetón. Rápidamente borré la notificación y apagué la pantalla.

—Justo esto estaba buscando —dijo aliviado, y me quitó el móvil de las manos—. ¡Nos vemos! —se despidió antes de volver a cerrar la puerta de la entrada.

(...)

Esa noche di más vueltas en la cama que un hámster en una rueda de correr. Nunca me había preocupado mi madre, apenas me molestaba en saber si estaba en casa o no, pero ese mensaje me había dejado inquieta.

Bajé a desayunar de madrugada. La casa estaba en silencio, lo cual no era nuevo. Caminé hacia la cocina arrastrando los pies. Arrastrando la noche que me había pasado en vela. Lo que sí era nuevo y provocó que detuviera el paso fue el ruido de los cajones abriéndose. Sabía que Kyle estaba durmiendo porque le había oído roncar al pasar por su habitación y Mason se había marchado con Mack. ¿Quién podía ser? Me quedé estática al pensar que Brandon se había vuelto a colar en mi casa.

Agarré un jarrón y con sumo cuidado, me acerqué a la cocina y encendí la luz. Alcé el jarrón en el aire, preparada para golpear al intruso, pero me paralicé al ver quién era.

—¿Mamá? —Bajé el jarrón.

Mi madre se giró de un salto. A primera vista, estaba igual que siempre, pero si me detenía a observarla, podía ver que bajo sus arrugados ojos, unas ojeras de color morado oscurecían su mirada. La ropa le quedaba holgada, y su pelo caía sobre sus hombros, menos brillantes y con menos vida.

—Hija —dijo mi madre, impactada. Sostenía en su mano una taza de café, la misma que utilizaba desde que yo era pequeña. La misma que llevaba en el armario semanas sin ser utilizada.

—Has vuelto —dije y coloqué el jarrón en su sitio. Me quedé en la puerta de la cocina, vacilante.

—Tenía que coger unas cosas. —Se limitó a decir. Apartó la mirada y agarró su bolsa del trabajo de la mesa de la cocina—. Me marchaba ahora —dijo con urgencia. Pasó por mi lado teniendo cuidado de no rozarme. La observé subir las escaleras, todavía abrumada.

¿A eso se refería mi madre con que se lo pensaría? ¿De verdad necesitaba que alguien la convenciese de volver a casa? Miré las escaleras y pensé. Un sentimiento de culpa me invadió. Si yo no me hubiese esforzado tanto en demostrar el poco interés que sentía por la vida de mi madre, quizá ella no se sintiese tan rechazada y podría volver a casa con su familia. Conmigo.

La oí revolver su habitación. Al cabo de unos escasos minutos, la vi bajar las escaleras con prisas.

—Me tengo que marchar. Tengo turno...

—Doble —la interrumpí. Mi madre me miró avergonzada, pero no dijo nada más. Abrió la puerta de la entrada, y antes de poder pensar dos veces, lo que iba a hacer, hablé—: ¿Te vuelves a ir?

Mi madre detuvo su ansioso paso y se giró a mirarme.

—Me necesitan en el hospital —murmuró.

—Siempre te necesitan en el hospital —espeté sin darme cuenta. Mi madre apartó la mirada. Recapacité y, por primera vez, lo intenté de nuevo—: Quizá aquí te necesitemos más —dije y me mordí el carrillo. Estaba nerviosa. Hacía tiempo que no hablaba con mi madre. Para mí, aquello era un esfuerzo titánico.

—Mason me ha dicho que todo va bien —dijo con un hilillo de voz. Miré mi escayola y bufé.

—¿Desde cuándo Mason es el adulto aquí, mamá? —pregunté, enfadada. No podía evitarlo. La actitud de mi madre me ponía nerviosa. Se estaba victimizando por algo que ella había provocado.

—Yo no he dicho eso...

—¡Actúas como si así fuera! —exclamé, irritada y solté todo el ácido que corroía mi sistema desde hacía tiempo—. ¿Hace cuánto abandonaste a esta familia? Demasiados años como para poder contarlos. Y cada año es peor, ¿sabes? —dije, dolida—. Te distancias más, hablas menos. Bueno, hablas menos conmigo —me corregí y sonreí con amargura—. Te crees que tus funciones de madre se basan en mandar cuatro mensajes de mierda a Mason, pero, créeme, estás lejos de tener el derecho de que te llame «mamá» —dije, furiosa.

Mi madre me miró dolida. estática.

—Sabía que era una mala idea venir... —susurró y se dio media vuelta.

—¡Vuelve a huir, mamá! En serio, hazlo. Es lo mejor que se te da —espeté con odio.

Mi madre se giró con rapidez.

—No es justo que digas eso, Abbigail.

—Es la verdad —dije a la defensiva y me crucé de brazos.

—Sabes perfectamente que no podía estar en esta casa.

—Yo no sé nada. Te recuerdo que nunca has querido hablar conmigo desde que murió papá —dije con rencor.

Entonces, tomándome por sorpresa, mi madre explotó:

—¡No podía mirarte a los ojos y fingir que todo lo que estaba haciendo estaba bien! —gritó fuera de sí misma. Me quedé en shock; hacía tiempo que no veía ningún tipo de reacción ni sentimiento por parte de mi madre—. ¡Sabía que no tenía que irme, que debía quedarme aquí con vosotros! ¡Tendríamos que haber llorado la muerte de tu padre en familia, pero no fui capaz! Y me lamentaré por ello hasta que me muera. —Apartó la mirada, afligida.

—¿Y por qué no volviste? Podríamos haber hablado, mamá. Si me lo hubieses explicado...

—No lo habrías entendido. Eras muy pequeña. Mason era algo más mayor...

—Habría hecho lo imposible para comprenderte. Habría preferido cualquier otra cosa antes que perder de un día para otro a mis dos padres —farfullé y me abracé a mí misma. De repente, me sentía desprotegida. Nunca me había abierto de esa manera a mi madre.

Mi madre me observó todavía con la mano sobre el pomo de la puerta. Parecía devastada. Yo también lo estaba.

—Yo... Lo siento —susurró—. Nunca lo había visto de esa manera —dijo apartando la mirada.

—Nunca te molestaste en saber lo que pensaba yo.

Una lágrima solitaria descendió por mi mejilla.

—No sé qué decir. Supongo que no tengo excusa.

—No, no la tienes —dije y me limpié las lágrimas que habían comenzado a caer a más velocidad. Entre mi madre y yo había apenas unos pasos que parecían kilómetros. Por un momento, deseé que se acercara a mí, me rodeara con sus brazos y me dijera que me quería.

—Lo siento —repitió, y antes de poder detenerla, se marchó. Las luces de su coche alumbraron la entrada y pocos segundos después, la oscuridad volvió a envolverme.

Me senté en el suelo y lloré desconsoladamente. Por un momento había pensado que había una pequeña posibilidad de recuperar a mi madre. Me había aferrado a ella y me había hecho ilusiones. Pero como siempre ocurría, ella se había vuelto a marchar.

Su rechazo no dolió menos que el primero.


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¡LO SIENTOOOOOOO! Perdón por actualizar tarde esta semana, ¡SOY LO PEOR! Pero tengo una buena razón!!! Estoy hasta arriba de trabajo y no he tenido ni un momento para respirar. Se me ha olvidado por completo qué día de la semana era y para cuando me he dado cuenta YA ERA TARRRRDEEEE.

¡Pero bueno! Ya estamos de vuelta con un capítulo algo cortito (únicamente si lo comparamos con los otros capítulos jejejej). Acabamos de tener un encontronazo en primera regla con mamá Williams. La pobre mujer no sabe qué hacer. ¿Nos da pena o tiene que espabilar ya? ¿Y qué opinamos de Mason? ¿No es mono? ¡¡Cómo cuida de Mack esss queeee!! Pero... le está ocultando información a Abbie. ¿Creéis que hace bien, que lo hace para protegerla? Quiero leeeerrr todos vuestros pensamientos!!!

Como siempre, os animo a votar, a comentar, y a compartir la novela con los amigos y la familia, porque ya sabéis lo que dicen: "compartir es vivir". Y de paso, echadle un vistazo a mi cuenta en Tiktok, quizá encontréis algo interesante por allí. ¡¡¡¡Mi usuario es el mismo que aquí!!!!

Muchos besazos,

Elsa <3


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