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CAPÍTULO 16: «SÍ, ES QUE LAS MENTIRAS EN UNA RELACIÓN DAN ASCO»

Mason y yo apenas habíamos hablado los últimos días. La charla sobre mi madre me había afectado más de lo que podía admitir. Probablemente mi hermano se esperaba que fuese a ponerle el perdón a mi madre en bandeja. Él era compasivo, pero yo había sufrido mucho por su culpa. No sabía si había sido demasiado orgullosa para su gusto, quizá ese fuera el problema.

—¿Vienes conmigo a clase u hoy tampoco? —le pregunté a mi primo mientras desayunábamos.

—Sí, hoy sí —me dijo con la boca llena de cereales y leche.

Puse una mueca de asco.

—Menos mal, estaba empezando a creer que no venías conmigo porque olía mal o algo —bromeé y Kyle entornó los ojos—. ¡Oye! —exclamé divertida y ofendida al mismo tiempo.

—Yo no he dicho nada... —Levantó las manos, inocente. Chasqueé la lengua y reí.

Entonces recordé algo que le quería preguntar a mi primo desde hacía tiempo.

—Oye, tú que pasas mucho tiempo con Chad... —Los ojos de Kyle volaron a los míos, aunque no pude descifrar su mirada—. ¿Sabes si tiene otra novia?

—¿Novia!? —preguntó con la voz muy aguda—. Tonterías. —Se levantó de la mesa y colocó el bol en el fregadero. Cogió una esponja y comenzó a lavarlo.

—¿Seguro? Es que el otro día, hablando de Mack, actuaba como si no le importase. —Fruncí el ceño—. Y me preguntaba si era porque le gustaba una chica nueva. —Kyle me daba la espalda, por lo que no pude descifrar sus expresiones faciales.

—No, no, no... Créeme, Chad no tiene ninguna novia nueva. Está más soltero que yo —dijo con diversión.

Me levanté y coloqué mi taza en el fregadero también.

—¡Es verdad! —exclamé—. ¿Lo del chico que vino a casa no ha salido bien? —Me asomé para mirarle a los ojos.

—Abbie, hace más de dos semanas que no hablo con él —dijo mi primo, divertido.

—Ah... Cierto. —Me apoyé en la encimera y me crucé de brazos—. ¿Entonces por qué estás raro? Desapareces y apareces como el gato de Cheshire.

Kyle se secó las manos y me miró sonriente.

—Creo que me gusta un chico, pero ese chico creo que no sabe que le gusto.

—¿Cómo? —Me había perdido—. ¿Qué chico?

—No es nadie. O sea, sí. Pero no es importante. —Se encogió de hombros.

¡Claro que era importante! Después de Max, Kyle había salido con algún que otro chico, pero ninguno le había gustado de verdad.

—Pero no te entiendo. ¿Cómo que no sabe que le gustas? Si no lo sabe él, ¿cómo lo vas a saber tú? —Tenía demasiadas preguntas y Kyle no me estaba dando ninguna respuesta.

—En realidad no lo sé, sólo lo supongo... Probablemente me estoy precipitando y leyendo demasiado entre líneas... —murmuró mi primo para sí mismo—. Da igual, olvida lo que he dicho —dijo y se marchó de la cocina.

Bufé e indignada, terminé de recoger la mesa. Kyle tenía derecho a no decirme quién le gustaba, pero yo era demasiado cotilla como para estar de acuerdo.

De camino a clase, Kyle lamentó la ruptura entre Marilyn y Mark, dos alumnos de último curso que llevaban juntos desde primaria. Apenas le presté atención. Tenía bastante con mis desastrosas relaciones amorosas, como para además comentar las del resto.

Ya en el instituto, hice un barrido general por el parking en busca de un flamante coche gris, pero no lo vi. Quizá el profesor Harris se había confundido de semana y no volvía hasta la siguiente.

Corrí a clase sin pasar por mi taquilla. Saludé a Mack, que ahora tenía la taquilla al lado del baño de los chicos. Al entrar en el aula, volví a inspeccionar todos los asientos. Anne me vio y me saludó con la mano.

—Hola —la saludé cuando me senté a su lado—. ¿Qué tal el examen, por cierto? No te pude preguntar ayer. —Saqué el cuaderno y el libro.

—¿Sabes si poner tu nombre y los apellidos correctamente suma puntos? —preguntó en respuesta. Reí por sus ocurrencias, pero mi risa se apagó en cuanto vi quién había entrado por la puerta.

Era Chris. Sí que había vuelto. Joder, mi corazón iba a mil por hora de repente. Parecía que habían pasado décadas desde que habíamos coincidido.

Iba vestido todo de negro, como siempre. Se había dejado crecer ligeramente la barba, y tenía el pelo más largo. Mechones ondulados caían sobre sus ojos, los cuales saltaron de persona en persona, como si buscara algo. Por más que me hubiese gustado negarlo, estaba extremadamente sexy.

Sus ojos se posaron en mí como dos dagas. Aparté la mirada, nerviosa, e hice como si no le había visto.

—Yo... —Indagué en mi mente con rapidez, intentando encontrar algo de lo que hablar—. Mi primo me ha dicho que Marilyn y Mark lo han dejado. ¿Tú sabes algo? —Apoyé un brazo sobre la mesa y la cabeza sobre mi mano, centrando mi vista en mi nueva amiga y compañera de mesa.

—Sí, tía. Me han dicho que Mark le puso los cuernos a Marilyn con una chica de la universidad —dijo escandalizada.

Por el rabillo del ojo, vi cómo Chris se movía lentamente hacia nuestra mesa. Pasó por mi lado y mis manos comenzaron a sudar.

—Sí, es que las mentiras en una relación dan asco —espeté con odio esperando que Chris me oyera. No sabía por qué lo había hecho, pero no me arrepentía.

Seguí hablando con Anne hasta que el profesor Harris llegó. Pude sentir en todo momento sus ojos clavados en mi nuca. Intenté ignorarlo, pero resultaba realmente incómodo.

En cuanto sonó el timbre, me despedí de Anne y salí casi corriendo. Sentía que había estado conteniendo la respiración toda la clase. El profesor Harris me había hecho una pregunta, pero estaba tan concentrada en intentar concentrarme en la lección, que no le había escuchado. No dejaba de pensar en Chris. Me lo imaginaba tirado en su asiento con los brazos cruzados fingiendo que escuchaba al profesor Harris.

Saqué el móvil y vi un mensaje de Hunter. Me había hablado por la noche para decirme que se lo había pasado muy bien la tarde anterior, y que tenía ganas de que llegase el viernes.

Ahora que Chris había vuelto, ahora que le había vuelto a ver, toda la rabia y el dolor que creía que habían desaparecido habían vuelto. Me enfadaba, y todas las dudas que había estado teniendo sobre la cita de Hunter se resolvieron.

—¡Abbie! —Su voz resaltó entre las otras muchas de aquel pasillo—. ¡Abbie, por favor! —gritó de nuevo al ver que no me detenía.

Apreté el paso, esperando perderle, pero sentí cómo me agarraban del brazo. Me di la vuelta y lo fulminé con la mirada.

—No me toques —siseé y solté mi brazo de un movimiento.

—Por favor, necesitamos hablar. —Miré a mi alrededor. Algunas personas nos miraban y cuchicheaban. Probablemente estuvieran ideando más teorías de lo que había pasado entre nosotros—. Hay que arreglar esto... —Nos señaló a los dos.

—No hay nada que arreglar —dije entre dientes. Chris estaba demasiado cerca para mi gusto, así que di un paso atrás—. Y no te vuelvas a acercar a mí —le dije cortante.

Me di la vuelta antes de que pudiera decirme nada más y caminé hacia mi taquilla. Cambié los libros velozmente y casi corrí a la clase de Literatura.

Tampoco me pude centrar en esa clase, lo cual me fastidió porque era mi asignatura favorita. Salí enfadada y frustrada y me dirigí a la taquilla de Chad. De camino, sentí cientos de ojos observarme fijamente.

—Si quieres podemos quedar en tu casa para hacer el trabajo de Química... —Una chica muy mona miraba a Chad con ojos provocativos mientras se mordía el labio. Nunca la había visto.

—Sí, claro. Mejor en mi casa, así podremos hablar tranquilos y hacer el ruido que queramos —le contestó Chad con una sonrisa.

—¡Genial! —exclamó felizmente la chica—. ¿Quieres mi número y así concretamos hora? —propuso. Chad aceptó y le escribió su número en el móvil—. Perfecto. ¡Luego nos vemos! —se despidió y se marchó.

Me acerqué a Chad sin creer lo que veían mis ojos.

—¿Qué ha sido eso? —le pregunté incrédula.

—¡Ah! Hola, Abbie. ¿Qué tal? —Me sonrió.

—¿Qué ha sido eso? —repetí—. A esa chica le faltaba lanzarse sobre ti y comerte la boca.

—¿Pero qué dices? —Rio—. Es mi compañera de clase de Química. Tenemos que hacer un trabajo juntos y le he dicho que podía venir a mi casa a hacerlo.

—Sí, lo he oído. Porque así podéis hablar tranquilos y hacer todo el ruido que queráis —repetí, haciendo énfasis en la última parte. Chad me miró y se encogió de hombros—. ¿Pero no te das cuenta de lo que has dicho? —pregunté al percatarme de que parecía no procesar la información.

—En la biblioteca hay que susurrar y es un coñazo. —Abrí la boca, sin creerme que mi amigo a veces fuera tan inocente—. Me tengo que marchar, tengo clase. Luego hablamos, ¿vale? —Me dio un beso en la mejilla y se marchó. Le vi alejarse a paso rápido y me crucé de brazos. Me estaba empezando a molestar que Chad y Kyle estuvieran tan... escurridizos.

No me acerqué a mi taquilla en todo el día, y por ello tampoco me crucé con Chris. Esperaba que hubiese captado el mensaje y me dejara en paz. Quizá pediría cambio de taquilla y me daría una alegría para variar.

Corrí a mi taquilla para dejar los libros que había ido acumulando durante el día. Si me daba prisa, no tendría que cruzarme ni con Chris ni con Brandon.

—¡Amiga! —exclamó Mack a mis espaldas—. ¿Qué tal? No te he visto en todo el día. —Me dio un abrazo rápido.

—Eh... —Miré a mi alrededor y comprobé que no había moros en la costa—. Bien. Prefiero contarte después. Fuera —dije, alerta. El libro de Historia estuvo a punto de caerse al suelo, pero lo atrapé a tiempo.

—¿Hacemos algo esta tarde y hablamos? —me preguntó, pero no le presté atención porque me llegó un mensaje. No pude evitar sonreír al ver quién era—. ¿Hola? —Levanté la vista del móvil, encontrándome con la mirada inquisitiva de mi mejor amiga—. ¿Con quién hablas? ¿¡Es el chico de ayer!? —exclamó, emocionada.

—¿Por qué no gritas más? El que está en el baño del segundo piso parece no haberte oído. —La fulminé con la mirada, pero le dio igual.

—¿Os estáis mandando mensajes? ¡Eso no me lo habías dicho! —No me dejó tiempo para responder—. ¿Vas a quedar con él? ¿Cuándo? ¡Estoy muy desinformada! —exclamó con indignación. Casi parecía más emocionada que yo.

—Hemos quedado el viernes. Me ha dicho que me va a invitar a cenar. Es una...

—¡CITA! —chilló Mack y medio instituto se dio la vuelta para mirarnos. Me di con la frente contra la puerta de la taquilla y resoplé. ¿Por qué tenía una amiga tan escandalosa? Dios, a veces pensaba en lo bonito que sería tener un amigo mudito—. Perdón, perdón. Me he emocionado. Es que después de lo de... —Se calló—. Bueno, ya sabes. Pensaba que ibas a irte a vivir a un convento para no volver a acercarte a la especie masculina —bromeó.

—¿Debería cancelarla? —Guardé en la mochila los cuadernos de Literatura y Matemáticas—. La cita, digo... No sé si estoy preparada. No quiero salir con nadie ahora mismo, y él lo sabe, pero...

—Abbie. —Oí que me llamó mi mejor amiga con un tono de advertencia.

—Sí, ya lo sé. No puedo estar metida en mi habitación hasta el fin de los tiempos.

—Abbie —repitió. La ignoré.

—Y probablemente me lo pase bien en la cena, no tiene porqué ser una cita formal. Somos dos personas que han quedado para alimentarse en un restaurante seguramente demasiado pijo para mi gusto...

—¿Una cita? —Me tensé en el instante en que oí su voz. Cerré los ojos y maldije en mis adentros—. ¿Tienes una cita? —me preguntó acusatoriamente, enfadado.

Me di la vuelta y miré a Chris.

—¿Y qué pasa si es así? —le pregunté, poniéndole a prueba.

—¿Cómo puedes tener una cita con otro tío? —Su ceño fruncido y la fuerza con la que agarraba el asa de su mochila me indicaban que estaba enfadado.

Bien.

—¿Cómo puedes tener tanta cara después de lo que has hecho? —espeté, enfadada. Chris apretó los labios.

—¿No me vas a perdonar jamás? —preguntó dolido.

—Yo no lo haría —dijo una tercera voz que no era la de Mack. Detrás de Chris, Brandon nos observaba sonriente. Hacía semanas que no le veía. No tenía ni un rasguño. Estaba igual que antes del accidente, igual de prepotente y arrogante. ¿Cómo era posible?

—Pírate —escupió Chris.

Brandon sonrió un poco más.

—Estás delante de mi taquilla, ¿recuerdas? —Señaló con el dedo su taquilla, divertido.

—Vas a conseguir que te parta la cara —le amenazó Chris.

—¿Otra vez, entonces, no? —se burló Brandon.

—Quizá la primera vez no lo hice bien si todavía estás aquí —dijo y dio un paso en su dirección. Harta de sus tonterías, cerré la puerta de mi taquilla de un portazo. Estaba cansada de escucharles discutir sobre quién la tenía más grande.

(...)

La semana pasó como un suspiro. Hice lo posible por no acercarme a mi taquilla cuando uno de los dos dolores de cabeza personales estaban ahí. En clase de Matemáticas, yo me seguí sentando al lado de Anne, quien resultaba que era una maravillosa persona. Tenía los mismos problemas que yo en la asignatura, por lo que compartíamos penas.

El viernes por la tarde, Mack insistió en ayudarme a prepararme para la cita con Hunter. Kyle había querido participar también, pero me negué. Ya tenía suficiente con una loca vistiéndome y maquillándome como a una muñeca; no necesitaba a otra.

Cuando me estaba colocando los pendientes, alguien llamó al timbre. Bajé las escaleras con cuidado de no caerme con los tacones y después de alisarme el vestido, abrí la puerta.

Hunter me recibió con una sonrisa.

—Hola, Abbie —me saludó y acto seguido, se fijó en lo que llevaba puesto. Su sonrisa se convirtió en una de cara de asombro—. Wow... —susurró.

—Está guapa, ¿verdad? —Oí que Mack preguntaba con orgullo a mis espaldas.

—¿Te gusta? —Me sentía como una niña pequeña presumiendo de su juguete nuevo.

—¿Que si me gusta? Estás... Wow. —Volvió a repetir. Sacudió la cabeza y me miró a los ojos de nuevo—. Perdón, no quiero incomodarte. —Me sonrió, avergonzado.

—No te preocupes. Cualquier mujer acepta de buen grado un piropo o dos —bromeé, haciéndole reír.

—Estás despampanante —me halagó y yo me sonrojé—. ¿Vamos? —Me ofreció el brazo. Asentí con la cabeza y corrí al interior de la casa para coger la chaqueta y despedirme de Mack. Vi a mi hermano salir de su habitación cuando estaba cerrando la puerta. No le dije nada.

—¿Cómo de larga es la limusina, entonces? —le pinché al salir de casa.

—Es muy sencilla, sólo diez metros de largo —dijo con fingida modestia y yo reí—. ¿Por qué te ríes? —Me miró serio y automáticamente dejé de reír.

—Ah, pero que vas en serio.

No podía ser verdad. Busqué en la oscuridad y efectivamente, ahí estaba la «sencilla» limusina aparcada enfrente de mi casa.

—Su carruaje, madame. —Me hizo un gesto con la mano, invitándome a acercarme.

—Todas las veces que te he tomado el pelo con lo de la limusina era broma, no me esperaba que realmente fueras a tener una —dije asombrada.

—En realidad no es mía, es de mis padres. Me la han dejado porque les he dicho que necesitaba impresionar a una chica preciosa —me dijo al oído y me recorrió un escalofrío por todo el cuerpo—. ¿Entramos? —Me abrió la puerta de la limusina y me ayudó a entrar.

De camino al restaurante, Hunter me mostró todas las cosas que se podían hacer en una limusina. En una de sus bromas sugerentes, había insinuado que era un sitio amplio para hacer «ejercicio». Me reí, aunque por dentro me estaba muriendo de vergüenza.

Cenamos en uno de los mejores restaurantes de la ciudad, "El Rincón de los Placeres". Tenía tres estrellas Michelín, aunque no conseguía entender por qué. Los platos eran enanos, había demasiada decoración que no era comestible y muchas de las veces ni siquiera sabían bien.

—¿Entonces tus padres tienen una empresa de muebles para la casa? —le pregunté mientras desmenuzaba el pan. No recordaba el nombre del plato que nos acababan de traer, pero sabía a jabón.

—Sí, mis abuelos le dejaron a mi madre una herencia que le permitió montar ese negocio. Al principio era pequeño, pero ahora decoramos casas a nivel internacional. —Hizo un gesto grandioso con las manos que me hizo reír.

Hunter me hizo probar un tartar de ostras y tuve que disimular mis caras de asco para que las otras personas estiradas y demasiado pijas para mí no me miraran mal. Hunter se rio de mí en repetidas ocasiones. Él estaba acostumbrado a comer esas... delicias, pero yo no. Había intentando impresionarme con aquellos platos caros, pero yo le dejé muy claro que un buen plato de macarrones con tomate y unos filetes de pollo habrían valido.

—No he conseguido impresionarte, entonces. —Chasqueó la lengua. Habíamos ido a dar un paseo por la noche, pero como los pies me estaban matando, ya estábamos de camino a mi casa.

—Creéme, ese risotto de tripas de cordero me ha dejado con la boca abierta. —Arrugué la nariz.

Me ayudó a salir de la limusina y me acompañó a la puerta de casa.

—¡Pero si no lo has probado! —exclamó.

—¡Ni falta que hacía! —repuse, haciéndole reír.

Me detuve frente a la puerta y me giré para mirarle.

—Quiero que sepas que esta no es mi vida normal. —Se rascó la nuca—. Nunca voy en limusina, no tengo un chófer que me lleve a los sitios y me gustan los macarrones como a cualquier otro. Sólo quería hacer algo especial para ti. —Me sonrió, avergonzado, y me pareció adorable.

—La próxima vez vamos a un sitio de mi elección —le dije, encandilada por su actitud vergonzosa.

—¿La próxima vez? —preguntó con esperanza.

Entreabrir la boca sin saber qué decir.

—Eh... Bueno, no. O sea sí, si quieres —balbuceé, nerviosa—. Yo me lo he pasado muy bien. —Y era verdad. Apenas había pensado en Chris. Algunos de los gestos y las bromas de Hunter me recordaban a él, pero intentaba no pensar mucho en ello.

—Abbie, ha sido una cita sobresaliente. —Me cogió de las manos y se acercó a mí. Tuve que levantar la cabeza ligeramente para mirarle, aunque no tanto como con...—. Estaré encantado de poder tener otra contigo —dijo muy cerca de mis labios.

De repente, le tenía a centímetros de mí. Mis ojos volaron de sus ojos a sus labios y de vuelta a sus ojos. Hunter me agarró de la cintura y me acercó ligeramente a él, reduciendo la distancia que nos separaba a cero. Antes de poder asimilar lo que iba a ocurrir, Hunter posó sus labios sobre los míos.

Fue un beso dulce, respetuoso y delicado. No fue violento, apasionado, cargado de fogosidad. Me habría podido gustar decir que sentí mariposas en el estómago, elefantes danzar en la tripa, un escalofrío recorrerme el cuerpo, incluso una sensación de mareo, pero no fue así. Me gustó el beso, al igual que me gustó la cita, me encontré de nuevo comparando aquel beso a los muchos que Chris me había dado. No podía parar de encontrar similitudes y sobre todo, diferencias. No era una competición, pero si lo fuera, Chris iría ganando por goleada. Y lo odiaba.

Cuando nos separamos, Hunter sonreía de lado a lado.

—Buenas noches, Hunter —le dije sin la misma emoción que antes del beso.

—Buenas noches, Abbie. —Él no pareció notarlo.

Me miró un segundo más antes de darse la vuelta y montarse en su limusina.

Una vez ya no pude verle, respiré hondo y me senté en uno de los escalones. Sin racionalizar nada de lo que estaba haciendo, agarré el móvil y me metí en la galería de fotos. Bajé un poco hasta que encontré fotos de la última cita que había tenido con Chris. Habíamos ido al parque a hacer un picnic. No había sido la idea más maravillosa que habíamos tenido porque hacía un frío inaguantable, así que nos habíamos ido a ver el atardecer desde lo alto de la montaña mientras terminábamos de cenar dentro del coche. Follamos en los asientos traseros y luego dormí en su casa.

Resoplé y sostuve mi cabeza con fuerza. De repente, parecía pesar toneladas.

Aquel duelo era agotador. Era una lucha constante entre el deber y el querer que me dejaba sin energía. Un segundo pensaba que no podía volver con Chris, pero al siguiente sólo quería volver a derretirme en sus brazos.

En realidad no era tan complicado. Le quería, le echaba de menos y no quería estar sin él, pero lo que me había hecho me impedía volver con él. Me había mentido de la manera más brutal y desalmada posible.

Pero no lo había hecho a propósito...

Quizá si lo hablásemos...

—Hace un rato que he oído un coche, pero al ver que no entrabas, he venido —dijo de repente Mack a mis espaldas—. ¿Qué haces aquí fuera sentada? ¿No ha ido bien? —preguntó entristecida.

Me levanté del suelo, me sacudí el vestido y entré en casa.

—Sí, ha sido un verdadero caballeroso. —Caminé hacia la cocina para beber un vaso de agua.

Mack me siguió y me observó atentamente.

—¿No te lo has pasado bien? —Frunció el ceño.

Negué con la cabeza.

—No es eso. Me lo he pasado genial —dije con la mirada perdida, rememorando la cita en mi memoria.

—Vale, algo anda mal. Vamos a tu cuarto y me cuentas. —Mack tiró de mí para que fuese con ella. Subimos las escaleras con rapidez y una vez en la habitación, cerró la puerta suavemente—. Cuéntame qué ha pasado —me ordenó.

—No ha pasado nada, Mack —la tranquilicé—. Pero ese es, en cierto modo, el problema. No ha pasado nada que me haya hecho sentir algo. Sí, Hunter es agradable, interesante, es detallista y educado... Pero no es...

—No lo digas.

—Chris. —Me dejé caer en la cama.

Mack chasqueó la lengua y se sentó a mi lado.

—Quizá todavía es pronto y todavía tienes lo de Chris demasiado reciente. Realmente si lo piensas apenas ha pasado un mes. Cuando dejaste a Brandon, estuviste encerrada en casa sin querer salir todo el verano. Chad y yo estábamos desesperados —dijo divertida y reí, recordando mi verano anterior. El verano antes de conocer a Chris.

Lo estaba haciendo otra vez.

—Es que no podía parar de compararlo con él, era como si mi cerebro hubiese querido sustituir todo el rato la cara de Hunter por la de Chris en la cena —me quejé—. Las bromas no eran tan divertidas como las de Chris, tampoco lo era su forma de coquetear... ¡Incluso sus cumplidos me chirriaban! Les faltaba... gracia. —Me quité los tacones que llevaban matándome desde hacía un par de horas y los lancé al otro lado de la habitación.

—Las comparaciones son muy malas —me recordó.

Asentí con la cabeza. Tenía toda la razón. Hunter me había tratado como una princesa. Además, yo no le había prometido nada y él sabía que yo no estaba lista para nada serio. Tenía que dejar de forzarme a sentir algo y dejarlo fluir.

Mack me ayudó a desmaquillarme mientras nos quejábamos de los profesores del instituto. Nos tumbamos en mi cama y cotilleamos sobre nuestros compañeros de clase hasta que nos entró el sueño. Ella se fue a la habitación de mi hermano, con quien casi no había hablado esa semana, y yo me tumbé bajo las sábanas. Cogí el móvil y miré mi galería otra vez.

La imagen de Chris besándome fue lo último que vi antes de quedarme dormida.


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¡Estamos de vuelta con un capítulo que no me gusta! ¡PORQUE ABBIE SE HA IDO A UNA CITA CON EL HUNTER! JAJAJAJJ, ¡ES QUE NO! Lo siento, pero aquí sólo hay un interés amoroso, y ese es Chris, ¿okey?

Abbie está muy confusa de todas formas. La chica está sintiendo cosas que no sabe cómo gestionar y eso sumándole que en el colegio el profesor Harris la pincha como un erizo, que su madre está desaparecida, no se habla con su hermano y que Chad y Kyle están comportándose de forma muy rara. ¡MI POBRE NO PUEDE CON TODO!

¿Qué os ha parecido el capítulo? ¿Créeis que Abbie y Hunter son buena pareja o mantenemos el #teamChris?

Como siempre, os animo a votar, a comentar, y a compartir la novela con los amigos y la familia, porque ya sabéis lo que dicen: "compartir es vivir". Y de paso, echadle un vistazo a mi cuenta en Tiktok, quizá encontréis algo interesante por allí. ¡¡¡¡Mi usuario es el mismo que aquí!!!!

Muchos besazos,

Elsa <3



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