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CAPÍTULO 13: «ME ENCANTAN LAS CURIOSAS»

—¡Tía, voy a por una copa! —le grité a Mack al oído.

Llevábamos bailando un par de horas en el medio de la pista de baile, y ya me dolían los pies. Quería sentarme en uno de los taburetes que había divisado las veces que había ido a pedir y descansar mientras seguía emborrachándome. Ambas habíamos bebido ya cuatro cubatas, y a pesar de que me costaba mantener el equilibrio, no quería parar. Me lo estaba pasando demasiado bien.

—¡Te acompaño! —gritó Mack y me agarró de la mano para no perderse. O caerse. Estaba demasiado borracha. Yo también, pero al menos podía andar y mantener el equilibrio.

Comenzamos a deslizarnos entre las personas sudorosas hasta que llegamos a la barra. Las dos nos apoyamos exhaustas y suspiramos por el esfuerzo.

—Casi cansa más salir de la pista de baile que estar dentro bailando —se quejó mi mejor amiga. Asentí con la cabeza y saqué el móvil. Me sorprendí al ver la hora. El tiempo pasaba volando cuando te lo pasabas bien—. ¡Perdona! —Mack le hizo un gesto a un camarero que estaba secando la barra y rápidamente vino a atendernos.

—Hola, guapas —nos saludó mirando sólo a mi mejor amiga. Me reí disimuladamente. Llevaba toda la noche intentando ganarse a Mack, pero ella pasaba completamente de él—. ¿Lo mismo que antes? —Mack y yo asentimos con la cabeza y el camarero se puso manos a la obra. Como las otras veces, antes de poder sacar la cartera, el camarero nos detuvo—. Ya sabéis que invita la casa —nos ofreció las bebidas y se marchó a atender a otra persona, no sin antes guiñarle un ojo a mi mejor amiga.

—¿No te parece raro que no nos hayan cobrado ninguna bebida en toda la noche? —me preguntó Mack extrañada. A mí también me había parecido raro. Si no cobraban las bebidas, les iba a empezar a ir muy mal pronto—. ¡Voy al baño! ¿¡Me esperas aquí!? —me gritó al oído.

—Voy contigo. —No me dejó levantarme del taburete en el que me había sentado—. ¡Mack, estás cocida! —La miré preocupada. No quería que mi mejor amiga se fuese al baño sola.

En ese instante, mi teléfono comenzó a vibrar en mi costado y el nombre de mi hermano apareció en la pantalla. Lo cogí extrañada hasta que recordé que no le había avisado dónde iba.

—¡No te preocupes, ahora vuelvo! —Oí que gritaba Mack mientras se marchaba. Cuando levanté la cabeza de mi teléfono, ya había desaparecido. Mierda. Odiaba que Mack hiciera esas cosas cuando estaba borracha.

Descolgué el teléfono y me lo llevé a la oreja. Intenté hablar con mi hermano, pero la música estaba muy alta. Colgué y le mandé un mensaje para decirle dónde estábamos y que estábamos bien.

Guardé el aparato antes de esperar una respuesta y miré a mi alrededor. Quería ir al baño con Mack, pero no sabía si ya había salido o no, y si no me encontraba en el mismo sitio que antes, iba a ser jodido volver a encontrarla.

Estiré el cuello para ver si la veía, pero algo me llamó la atención. Mejor dicho, alguien. Un chico de pelo moreno, medio rizado y espalda ancha estaba sentado en la barra. Yo conocía a ese chico. Lo conocía demasiado bien.

No podía ser.

Era imposible que fuera él.

Empecé a ponerme nerviosa. Se me hizo un nudo en la garganta y comencé a sentir mucho calor y a marearme. Mis manos empezaron a sudar. Cuanto más lo miraba, peor me ponía. Esos musculosos hombros, el pendiente en la oreja... Era imposible confundirlo. Llevaba meses familiarizándome con él, con su cuerpo. Estaba mirando el móvil, sin prestar atención a nada de lo que ocurría a su alrededor. Tampoco a mí.

Cuando creí que nada podría ir a peor, de repente una chica se acercó a él y le quitó el móvil. ¿Quién era ella? ¿Quién se creía para quitarle el móvil de esa manera? Antes de poder dejar que una oleada de celos me inundara el cuerpo, me fijé ligeramente más en la chica. Me sonaba de haberla visto en otro sitio, pero no conseguía adivinar dónde... Ese pelo platino me era familiar. ¿Pero de dónde?

Ahogué un grito cuando vi que la chica se acercaba peligrosamente a él. Y él... no se apartaba. La chica comenzó a dejarle besos por el cuello de manera muy asquerosa, y él no movió ni un dedo. Ni se inmutó. Se quedó quieto, probablemente disfrutando de lo que le estaba haciendo.

Aparté la mirada. Me estaba poniendo mala. Tenía unas ganas de vomitar casi incontrolables. Me arrepentía de no haber ido al baño con Mack. No me podía creer lo rápido que había pasado página. No había transcurrido ni una semana desde que... Sacudí la cabeza, intentando quitarme las imágenes de la cabeza, pero no podía. Estaba dolida, pero ante todo, asqueada.

Volví a mirarles. La chica estaba justo guardándose su móvil dentro de su apretado vestido. Le ofreció la mano y él la aceptó. Los vi desaparecer entre una marea de borrachos justo antes de doblarme en dos y vomitar en el suelo. Me limpié rápidamente y me apoyé en la barra. Observé el desastre que acababa de crear y me entraron ganas de vomitar otra vez, pero esta vez las contuve. Cogí la bebida y antes de poder pensar dos veces lo que estaba haciendo, comencé a deslizarme entre la gente. Iba más borracha de lo que me habría gustado, demasiado podría decir incluso, pero me daba igual. Necesitaba verlo de cerca.

Después de lo que me pareció una eternidad, por fin divisé a unos metros el mismo vestido muy apretado naranja chillón que había visto que llevaba la chica que estaba con él. Mi cuerpo se movía sin control. En mi mente, yo sabía que era una mala idea, que tenía que marcharme de ahí ahora mismo. Pero mi cuerpo me pedía otra cosa. Mi corazón me pedía ver lo que estaba ocurriendo.

Aparté a la gente y me paralicé. La chica estaba restregándose contra él de una manera repugnante, y él la tenía agarrada de las caderas y bailaba con ella. Él estaba de espaldas, pero no era necesario verle la cara para saber que estaba disfrutando.

A pesar de que miraba en mi dirección, no me vio. Una parte enorme de mí deseaba que se fijara en mí, pero otra aborrecía la idea de que supiera que estaba observando su espectáculo. Probablemente se regocijara en gozo, sabiendo que me estaba haciendo daño.

Sentí cómo mi corazón se volvía a romper en dos cuando la chica se acercaba a su cara, y como si de una escena a cámara lenta se tratara, le besó. Ahogué un grito y trastabillé. No podía respirar, la sala me daba vueltas.

Miles de lágrimas comenzaron a caer. Tenía que marcharme de allí, encontrar a Mack y arrastrarla fuera de allí lo antes posible. Sin embargo, antes de poder mover un solo dedo, sus ojos se encontraron con los míos, y aunque no los había cerrado en ningún momento durante el beso, los abrió más y se separó de un salto de la chica. Me miró como si no creyera que podía estar allí. Yo deseaba no estarlo.

Vi cómo pronunciaba mi nombre, confuso. Sacudí la cabeza y me limpié las lágrimas de los ojos. Me miró a mí y luego a la chica, alarmado.

—¡Abbie! —Oí que gritaba por encima de la música. A través de las lágrimas vi cómo apartaba a la chica e intentaba acercarse a mí. Reaccioné y me di la vuelta rápidamente. Tenía que moverme rápido. Giré a la izquierda y agaché la cabeza para que no me viera. Sabía que los baños estaban en esa dirección, y con suerte, Mack seguiría allí.

Cuando llegué a la puerta de los baños de chicas, me asomé y busqué a Mack. Grité su nombre, pero no apareció. Estresada, me puse a dar vueltas en el sitio, y observé cómo una cabeza morena se deslizaba entre la gente en mi dirección. La barra estaba en la otra punta de la discoteca, pero las escaleras que daban al piso de arriba estaban a un par de metros.

Sin pensarlo dos veces, corrí hacia ellas todavía encogida para que no me viera. Subí las escaleras a trompicones y me pegué a la pared. Cerré los ojos y respiré hondo.

—Hola de nuevo, Abbie. —Oí que me decía una voz que ya había oído antes. Abrí un ojo. Evan. Abrí el otro ojo y suspiré aliviada. No sabía por qué, pero me sentía segura con él—. ¿Va todo bien? —Me miró con el ceño fruncido.

—Sí. —Asentí con la cabeza frenéticamente. Tenía la respiración agitada, estaba completamente sudada, y seguro que se había fijado en que había subido las escaleras corriendo— Es sólo que... —Me asomé a la barandilla ligeramente y miré la pista de baile. No le vi—. Me estaba agobiando. —Me giré a mirarlo y sonreí, intentando disimular.

Evan estaba con los brazos cruzados, analizándome.

—¿Seguro? —me preguntó, poco convencido. Asentí con la cabeza y volví a mirar de reojo la pista de baile. Él se dio cuenta—. ¿Dónde está tu amiga?

—Buena pregunta —murmuré frustrada y ahora mucho más sobria. Mack siempre tendía a desaparecer cuando estaba borracha, y llevaba un buen rato sin verla. Suspiré y le miré desesperada—. ¿Podrías ayudarme a encontrarla? Llevo peleándome con la gente de ahí abajo un rato, y no sé cómo no he acabado aplastada. Necesitamos irnos ya —le supliqué.

No sé si fue el puchero que puse o porque había notado que urgía prisa, pero Evan accedió.

—Quédate aquí arriba. Voy a decirles a mis chicos que la busquen —dijo y se comunicó con «sus chicos» a través del pinganillo que no me había fijado que tenía. Me volvió a mirar—. No te muevas de aquí. —me ordenó, severo. Asentí con la cabeza y le observé bajar corriendo las escaleras.

Me apoyé en la pared e inspiré hondo. No quería pensar en lo que había ocurrido hacía unos minutos, pero fue casi inevitable. Repasé la escena una y otra vez en mi cabeza y sentí que las lágrimas volvían a aparecer. Me incorporé enfadada. Yo no debía estar así por un chico que no me trataba como me merecía.

Me negaba a derramar una sola lágrima más por él.

Pasaron los minutos, pero Evan no apareció con Mack. Miré a mi alrededor y me fijé en que no había ningún empleado vestido de negro rondando por delante de las puertas. ¿Se habrían ido a buscar a Mack? Wow, Evan de verdad había mandado a todos sus soldados.

Sabía que no tenía que acercarme a esas puertas. Evan nos lo había advertido. Parecía muy serio. No nos lo habría dicho si no fuese por algo...

Mis pies se movieron solos. No me detuve en la primera puerta. Caminé hasta la quinta y agarré el pomo. No debía entrar, no debía entrar, no debía entrar...

Giré el pomo y abrí la puerta lentamente. Una habitación muy bien iluminada me cegó los ojos. Sobre una cama enorme yacía una mujer medio desnuda. No se movía, y tenía la ropa descolocada. Por el rabillo de mi ojo, vi a un hombre de espaldas vestido de traje. Su chaqueta estaba tirada de mala manera en un sofá que había justo a su lado. Se estaba sirviendo una copa de lo que parecía champán.

Volví a mirar a la chica y me empecé a alarmar.

No estaba consciente.

Me quedé unos milisegundos pensando. Algo no andaba bien. Esa chica necesitaba ayuda. No sabía qué le había pasado, pero aquello no era normal. Empecé a imaginarme lo peor. ¿Estaría drogada? ¿Ese tipo la habría tocado? Me empecé a poner más nerviosa. ¿Podía llamar a alguien? Quizá Evan estuviera cerca.

Saqué la cabeza de la habitación y miré a mi alrededor. Nadie. Mierda. Cuando volví a gritar la cabeza para mirar dentro del cuarto, no esperé encontrar un cuerpo de hombre justo delante de mis narices. Ahogué un grito y le miré a los ojos. Estaba furioso.

—Cotilleando, eh... —ronroneó.— Me encantan las curiosas —dijo con una sonrisa aterradora, y sin darme tiempo a dar un mísero paso, me cogió del pelo y me tiró al suelo de la habitación. Caí con las manos y un latigazo me recorrió la muñeca escayolada.

Mi cuerpo se había puesto en alerta. Estaba tensa y terriblemente asustada. ¿Quién me había mandado meterme donde no me llamaban? Ahora sí que la había cagado. Acababa de meter la pata hasta el fondo.

El hombre se paseó por la habitación y cogió su copa de champán. No me miró. Parecía muy tranquilo.

Odiaba mi complejo de heroína. Con lo bonita que estaba yo esperando en el pasillo de la discoteca sin meterme donde no me llamaban. Me odié profundamente. Miré a la chica y me deslicé a su lado. Le di unos golpes en la cara, pero no abrió los ojos. Al menos sí que respiraba.

Me volví a mirar al hombre, que parecía estar muy tranquilo bebiendo su champán.

—¿Qué le has hecho? —le pregunté acusatoriamente. La voz me temblaba, al igual que mi pulso y todo mi cuerpo en general, pero intenté mostrarme segura de mí misma.

—Nada que deseas que te haga a ti —me respondió y se giró para mirarme.

Era joven, debía tener treinta años. Me sonrió enseñando todos sus dientes y un escalofrío me recorrió la espina dorsal.

Apreté por instinto la muñeca de la chica.

—Deja que nos vayamos —le ordené, aparentando seguridad. Se rio de mí y se sentó en el sofá con un tobillo sobre su otra rodilla. Me miró como si fuera su presa. Tragué saliva. No sabía hasta qué punto había llegado con la chica tumbada en la cama, pero me lo podía imaginar.

—Si me lo pides así... —se burló de mí. Miré a mi alrededor en busca de una salida—. No hay escapatoria, muñeca. Así que te recomiendo que ni lo intentes —me amenazó. Dejó la copa sobre la mesilla que se encontraba enfrente de él y se levantó para acercarse a nosotras lentamente—. Porque eso me pondría muy furioso... —susurró como si le hablara a un niño.

Mi corazón comenzó a acelerarse. Aquello no era una broma. Tenía que salir inmediatamente de allí. Me levanté de la cama cuando se sentó a mi lado. Me pegué a la pared opuesta y sin pensármelo dos veces, corrí hacia la puerta. No me sorprendí cuando ésta no se abrió. Oí la risotada del hombre detrás de mí, y cuando me di la vuelta, le vi acariciando la pierna de la chica mientras me miraba divertido.

—Ha sido un buen intento. De verdad que sí —dijo sonriente, pero no tardó en perder la sonrisa—. Pero creo que te he dicho que no intentaras marcharte, ¿no? —Se levantó de la cama de nuevo y caminó hacia mí con decisión.

Aterrada, corrí hacia el otro lado de la habitación. Serpenteé entre los muebles, pero el hombre agarró mi brazo y me tiró hacia atrás. Me cogió por los antebrazos y me arrastró a la cama.

Empecé a chillar desde el fondo de mi garganta. Ese hombre era demasiado fuerte y no se me ocurrió otra cosa. Quizá alguien me pudiera oír. Quizá los de seguridad habían vuelto, o Evan, o...

Me tumbó al lado de la otra chica y se colocó encima de mí. Todavía tenía sus dos manos sujetando mis antebrazos, así que me empecé a revolver, intentando golpear sus piernas o sus partes para que me liberara.

—¡AYUDA! ¡AYUDA! —chillé con desesperación desde el fondo de mi garganta—. ¡POR FAVOR! ¡AYUDA! ¡AYU...! —El calor de una bofetada inundó mi mejilla. Fue tal el golpe que me quitó la respiración por un segundo.

—Cállate, zorra —espetó, rabioso. Me tapó la boca e instintivamente, le mordí la palma con todas mis fuerzas. Soltó un alarido, pero no se movió. Temí por mi vida en ese momento. ¿De verdad iba a pasar lo que creía que iba a pasar?—. Pedazo de puta... —siseó con rabia y me agarró el cuello—. Vas a estarte quieta hasta que acabe. —Aumentó la presión.

No podía respirar. Necesitaba aire. Todavía intentaba patalear, golpearle con las piernas, pero no había caso. Sabía que si me dejaba inconsciente, estaba perdida. Me iba a ocurrir lo mismo que a la otra chica. Tenía que soltarme.

Empecé a ver puntitos negros. Lo único que veía con claridad era la sonrisa del hombre que me miraba desde arriba disfrutando de lo que hacía.

Justo en el momento en que creía que iba a perder la conciencia, sentí que podía respirar otra vez. Tomé una bocanada profunda de aire y me incorporé. Comencé a toser, intentando acostumbrarme a la nueva entrada de aire por mis pulmones. Todavía mi visión era borrosa, pero vi cómo una figura alta golpeaba repetidamente al hombre de la habitación.

Me levanté de la cama todavía mareada y centré la vista lo máximo que pude.

—¡VAS A MORIR, HIJO DE LA GRAN PUTA! —Oí que gritó una voz familiar. Me froté los ojos y conseguí distinguir la figura de Chris golpeando sin piedad al hombre—. ¡TE VAS A ARREPENTIR, CABRÓN MALNACIDO! —chilló, fuera de sus cabales.

—No. —Carraspeé. Mi voz sonaba ahogada, y todavía estaba mareada. Me agarré a la cama y me desplomé en el suelo.

En ese instante, Evan entró en la habitación seguido por Mack.

—¡Abbie! —chilló asustada y se acercó corriendo a mí. Me agarró e intentó incorporarme, pero no fue posible. Era peso muerto. A duras penas, observé cómo Evan se acercaba a Chris, que luchaba por volver a lanzarse encima del tipo, y lo separaba de él. Dos seguratas entraron segundos más tarde para para ayudarlo,

—¡Lleváoslo fuera! —gritó Evan.

Rápidamente agarraron a Chris y lo arrastraron fuera de la habitación. Lo último que vi fueron sus ojos preocupados, que no se despegaron ni un segundo de los míos.

Otros dos hombres entraron en el cuarto y se llevaron al psicópata treintañero, pero de una manera mucho más cuidadosa. Fruncí el ceño. ¿Por qué le trataban con tanto respeto?

Una vez estuvimos solos en la habitación, Evan se dio la vuelta y se acercó a mí, preocupado.

—¿Estás...? —No pudo terminar la pregunta.

—Está bien —dijo protectoramente Mack.

Me incorporé, no sin ayuda de mi mejor amiga y tosí. La cara de preocupación de Evan cambió drásticamente.

—¿No te había dicho que estaba prohibido entrar en estas habitaciones? —preguntó enfadado.

Le miré de reojo y me masajeé el cuello.

—Ni se te ocurra recriminarle nada ahora mismo. —Mack echaba humo—. ¿Para qué se supone que tenéis estas habitaciones? —le chilló—. Deberías ir a pedirle explicaciones a ese tipo. —Señaló la puerta de la habitación, ahora cerrada.

Evan negó con la cabeza.

—Os había avisado de que no podíais entrar aquí —contestó tajante.

Mack y yo nos miramos.

—¿Acaso tú sabías lo que pasaba en estos cuartos? —pregunté, helada.

Al ver que Evan se quedaba callado, di un paso atrás.

Iba a vomitar. Era asqueroso, enfermizo, denunciable.

—¿Pero qué clase de sitio es este? —preguntó alarmada Mack.

Evan miró a los lados, impaciente.

—No deberíais haber entrado aquí. —Volvió a repetir—. Os habéis metido en un buen lío —dijo con un tono de advertencia y preocupación.

—¡Deja de decir eso! —le gritó Mack. Me cogió de la mano buena y tiró de mí—. Nos vamos. —Comenzó a arrastrarme por la habitación. Evan no hizo nada por detenernos.

La fiesta todavía continuaba en la discoteca. Era como si nada hubiese pasado ahí dentro. Las personas bebían y bailaban mientras Mack y yo tratábamos de escapar de aquel lugar.

Intentamos abrir la puerta que daba al exterior, pero por alguna extraña razón, ésta no se abría. Mack y yo nos miramos alarmadas. Mis ojos volaron hacia los lados, donde los hombres vestidos de negro nos miraban fijamente.

—Mack, tenemos que irnos ya —le dije sin apartar los ojos de ellos. Mack se fijó en lo mismo que yo.

—Por aquí. —Me arrastró por las escaleras hacia el piso de abajo. Podía sentir las miradas de los de seguridad sobre nosotras.

Mack comenzó a apartar a las personas con urgencia. Algunos se quejaban y nos empujaban de vuelta, mientras que otros iban tan borrachos que apenas se enteraban de nada.

No comprendí hacia dónde se dirigía Mack hasta que divisé las puertas del baño.

—¡Mack, mira! —la llamé por encima de la música y señalé a los cuatro hombres que vigilaban los baños. No había habido seguridad en esa parte de la discoteca en toda la noche y tenía la sospecha de que nos buscaban a nosotras.

—¿Qué hacemos? —Me volvió a mirar. Sabíamos que los hombres de seguridad no se habían molestado en perseguirnos porque estábamos atrapadas en una jaula sin salida—. ¿Qué quieren?

Entrecerré los ojos y miré a mi alrededor. Debía haber una puerta de emergencia.

—Sabemos lo que ocurre aquí dentro. Probablemente se quieran asegurar de que no hablemos —respondí, todavía mirando mis alrededores. Las cabezas saltarinas no me permitían ver con claridad.

—Mierda... —maldijo Mack.

Miré de nuevo al piso de arriba en busca de Evan, pero no lo encontré. Entonces, sentí cómo alguien me agarraba del brazo. Por impulso, le solté la mano a Mack y me di la vuelta, preparada para darle un puñetazo a la persona que estaba detrás de mí. Pero me detuve en cuanto me encontré con una cara conocida.

—Abbie. —Soltó en un suspiro. Parecía aliviado de habernos encontrado. Aunque debería haberme mantenido alerta, no pude evitar relajarme.

—No te acerques. —Mack me apartó de él y se colocó frente a mí. Noté que a Chris le había impactado, incluso dolido, el gesto de mi mejor amiga.

—Necesito que vengáis conmigo. Sé cómo salir de aquí —nos explicó con urgencia. Miró a su alrededor con nerviosismo.

—No vamos a ir contigo a ningún lado —espetó Mack.

—No tenemos mucho tiempo, por favor. —Chris dio un paso en nuestra dirección. Tendió su mano y nos miró suplicantes. Miré a los hombres de seguridad del piso superior, y me fijé en que habían comenzado a bajar las escaleras. Los que se encontraban en la entrada de los baños nos miraban fijamente. Se habían dado cuenta de que Chris estaba allí y parecían furiosos.

Sin pensarlo demasiado, le di mi mano buena a Chris. La corriente eléctrica que me recorrió todo el cuerpo desde la mano hasta la punta de los pies fue excitante, pero sobre todo dolorosa. Él me miró asombrado de que hubiese aceptado irme con él. Yo tampoco.

—Vamos —le dije a Mack y le ofrecí mi antebrazo ya que no me podía agarrar la mano. Mi mejor amiga estaba molesta, era obvio, pero no rechistó.

Chris tiró de nosotras y se deslizó entre el gentío. Nos habíamos agachado para que los seguratas no nos encontraran. Quería ignorar las cosquillas que sentía en la mano, la emoción profunda e intensa de sentir su piel contra la mía de nuevo. Pero no podía. Era en lo único en lo que podía pensar. Mi corazón iba a mil por hora, y no era porque nos estuvieran persiguiendo. Se me había olvidado por completo que minutos atrás le había visto besándose con otra chica. Me obligué a no pensar en ello.

No tardamos mucho en salir de la pista de baile. Todavía agachados, pasamos al lado de la mesa del DJ, que estaba demasiado centrado en mezclar canciones como para fijarse en nosotros. Me fijé en que nos dirigíamos hacia una puerta oscura que se camuflaba con la pared.

Antes de poder salir, sentí cómo alguien tiraba de mí hacia atrás. Me di la vuelta y vi a mi mejor amiga forcejeando con uno de seguridad que nos había alcanzado.

—¡Están aquí! —le gritó a su pinganillo.

Chris y yo nos abalanzamos sobre él para liberar a Mack, que luchaba por escaparse de sus brazos. De nuevo, estábamos comenzando a llamar la atención de la gente. Sin pensarlo dos veces, concentré toda mi fuerza y le di una patada en sus partes nobles. El de seguridad se dobló en dos y Chris atrapó a Mack.

—¡Corre! —me gritó Chris. Me abalancé sobre la puerta, la cual dio a otro pasillo más oscuro, igual que el de la entrada. Él y Mack se lanzaron dentro del pasillo y de repente nos inundó la oscuridad. Chris había cerrado la puerta. Le oí forcejear con la puerta y después de algunos ruidos metálicos, se hizo el silencio—. ¿Abbie? —me llamó Chris demasiado cerca de mí. Me quedé estática. Su mano se posó suavemente en mi hombro. Recorrió mi brazo y me agarró de la mano. El placentero cosquilleo era infernal, pero yo disfrutaba de él cual masoquista.

Me alejé de él. No podía soportarlo. Había besado a otra tía. No podía permitir que me tocara de esa manera, como si yo lo anhelase, como si lo echara de menos.

Caminé insegura por el oscuro pasillo. Mis cuatro sentidos se activaron cuando el de la vista no sirvió para nada. No me fiaba de nada ni de nadie en esos momentos.

Di un paso y me tropecé con algo del suelo. Sin embargo, no caí, porque un firme brazo rodeó mi cintura.

—Cuidado por dónde pisáis —dijo él detrás de mí. Estaba demasiado cerca de nuevo.

Su mano volvió a deslizarse por mi brazo y me agarró la mano con fuerza de nuevo. Joder, era un gesto tan simple, pero significaba tanto... Al menos para mí.

Mi cerebro me gritaba que le soltara la mano. Sabía que en un par de horas me iba a arrepentir de haberme dejado llevar, pero en ese momento, mi corazón había ganado el debate.

Chris y yo caminamos de la mano el resto del recorrido. Agradecía que Mack no pudiera verme porque se habría enfadado conmigo y en ese momento no estaba para aguantar juicios de valor.

Cuando llegamos al final del pasillo, Chris golpeó la puerta. Ésta no tardó en abrirse, dejando entrar débilmente la luz de la calle. Un chico moreno que me resultaba conocido se asomó.

—¡Daros prisa! —nos apremió, impaciente y su voz se hizo eco. Me giré para mirar el suelo y pude por fin ver con qué habíamos tropezado. El cuerpo de un fornido hombre trajeado como los seguratas de dentro estaba tirado en el suelo.¿Respiraba?

—Sólo le he noqueado. Se despertará en un rato —me aseguró Chris. Me dio un empujoncito en la espalda y por fin salimos a la calle.

Tomé una bocanada profunda de aire y escaneé mi alrededor. Estábamos en un callejón sin salida, apenas iluminado por la luz de la luna. A nuestra derecha, unos contenedores de basura daban cobijo a una familia de ratas.

Mack se acercó a mí y me miró preocupada.

—¿Estás bien? ¿Ha pasado algo? ¿Te ha hecho algo? —Me analizó con detenimiento. Negué con la cabeza y de reojo, miré a Chris. No nos quitaba el ojo de encima.

—Joder tío, ¿cómo te las montas siempre para siempre acabar las noches así? —le recriminó el chico moreno a Chris. Este le lanzó una mirada asesina, mandándole callar en silencio—. ¿Esa es...? —le susurró, intentando sin éxito que no le oyéramos.

Mack se dio la vuelta y los encaró.

—Que sepáis que no os pienso dar las gracias por todo esto —dijo furiosa y miró a Chris—. No cambia nada, que lo sepas —le espetó y él agachó la cabeza. Apretó los puños e inspiró hondo—. Nos marchamos. —Mack me agarró de la mano y tiró de mí.

—¡Esperad! —Nos detuvo Chris y dio un paso hacia nosotras—. Por favor, sólo quiero... —Me miró—. Sólo quiero hablar contigo un segundo. —Sus ojos me transmitían todo el dolor, la preocupación que había sentido esa noche. No quería apiadarme de él—. Por favor —me suplicó con la voz rota.

—No —contestó mi mejor amiga por mí.

Aquello enfureció a Chris.

—¿Puedes dejarla hablar a ella? —Chris le lanzó cuchillos con los ojos a mi mejor amiga.

—Hermano... —le advirtió el chico moreno.

—Ella no quiere hablar contigo. —Volvió a decir Mack.

Chris la ignoró y se acercó a mí. Podría haberme apartado, pero no me moví. Parecía haber entrado en un estado de shock. Desde que habíamos salido de la discoteca, mi cerebro lo procesaba todo con mayor lentitud.

Me fijé un poco más en él. Parecía desesperado. Tenía un look desarreglado. Llevaba una camisa ahora arrugada y su pelo estaba revuelto, como si hubiese estado tirando de él. Me percaté de que debajo de la camisa, unas vendas le rodeaban el torso.

Subí la mirada hasta sus ojos, en los cuales encontré preocupación, arrepentimiento, desesperación, angustia, dolor. Mi corazón se ablandó. No soportaba verlo así, sufriendo por mí.

Yo sufriendo por él...

No me lo merecía...

Él me había provocado eso...

Miré su boca, en donde únicamente pude ver sus labios encima de los de la otra chica.

—Adiós, Chris —susurré destrozada y me alejé de ellos.

Noté que Mack me seguía de cerca. Me rodeó la cintura con su brazo y caminamos juntas hasta la parada de un taxi. Intenté no derrumbarme. Quizá mantenerme de una sola pieza fue una de las cosas más difíciles que había hecho esa noche.

No tardamos en montarnos en un taxi. Saqué el móvil y lo encendí. Tenía diecisiete llamadas perdidas de mi hermano y sesenta y cuatro mensajes suyos. Mack sacó su móvil y encendió la pantalla. Efectivamente, también le había petado su móvil.

Guardé el aparato y me apoyé en el hombro de mi mejor amiga. Suspiré profundamente y cerré los ojos. No sabía si había entrado de verdad en un estado de shock, pero no conseguía procesar nada de lo que había ocurrido dentro de la discoteca. No sabía si tenía que llamar a la policía o si tenía que esconderme en un cobertizo de por vida para que no me encontrasen; si tenía que mandarle un mensaje a Chris para darle las gracias o recriminarle el beso con la otra chica. No podía dejar de repetir en mi mente la escena del beso entre Chris y la chica de pelo rubio platino. Dolía. Me quemaba por dentro.

Y es que ahí estaba otra vez, llorando por Chris. Cuando creía que no podía hacer nada más para partirme el corazón, se superaba. Parecía que le salía solo.

La primera lágrima cayó en el hombro de mi mejor amiga. Me agarró de la mano y apoyó su cabeza contra la mía.

Cerré los ojos, esperando poner la mente en blanco.

Su cara inundó cada rincón de mi mente.

Lo odiaba. Lo detestaba. Lo aborrecía.

Pero, a pesar de todo, también lo quería.


***********************************************

¡HOLA! ¡¡¡¡HEEEE VUEEEELTTTOOOOOOOOO!!!!

¿Qué tal estamos todos? Yo ando un poquito estresadilla, creo que estoy intentando hacer más de lo que me puedo permitir y me está sobrepasando. Por eso, la nota de autora será breve. 

¿Qué os ha parecido el capítulo? HAN PASADO MUCHAS COSAS. ¿Qué os ha parecido el comportamiento de Chris? ¿Y alguien quiere hablar de eso que ha ocurrido dentro de la discoteca? ¿¡QUÉ CLASE DE SITIO ES ESE!?

Como siempre, os animo a votar, a comentar, y a compartir la novela con los amigos y la familia, porque ya sabéis lo que dicen: "compartir es vivir". Y de paso, echadle un vistazo a mi cuenta en Tiktok, quizá encontréis algo interesante por allí. ¡¡¡¡Mi usuario es el mismo que aquí!!!!

Muchos besazos,

Elsa <3

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