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CAPÍTULO 11: «¡PERO QUÉ FUERTE, QUÉ FUERTE, QUÉ FUERTE!»

—¿Crees que debería ir?— Le oí preguntar por decimosexta vez esa tarde.

Estaba ayudando a Kyle a prepararse para su cita. Seguía igual de poco convencido que cuando me lo contó y entendía por qué: todavía no había conseguido recuperarse de la traición de Max. Sin embargo, yo me había encargado de animar a Kyle a ponerse sus mejores prendas y salir a divertirse con un chico. Mi primo tenía que volver a su vida de diversión, citas y ligoteo.

Saqué la cabeza de su armario y le miré.

—No te lo pienses tanto, Kyle. Ya verás como te lo pasas genial. —Le sonreí y Kyle puso una mueca.

—En realidad estoy agotado. No he dormido apenas.

—Normal, ayer llegaste muy tarde. Ni siquiera te oí entrar. ¿Dónde estabas? —le pregunté con el ceño fruncido.

—Había quedado con Chad.

—Últimamente pasáis mucho tiempo juntos. ¿Va todo bien? —pregunté con preocupación. Chad y yo apenas habíamos hablado, y cuando le preguntaba a Kyle siempre me respondía lo mismo: «está mejor».

—Sí, fuimos a estudiar a su casa para el examen de Historia —respondió con simpleza—. ¿Te ha llamado? —preguntó con interés.

—No, ¿debería?

—No, es que... Es igual. —Miré a Kyle extrañada, pero no dijo nada más—. Como Flynn no me invite a cenar me va a oír —refunfuñó y se dejó caer en la cama—. ¿Has escogido ya algo o voy a tener que ir desnudo? —me increpó.

Le señalé con el dedo índice y entrecerré los ojos.

—Como sigas así de gruñón, esta noche no te va a besar ni la puta de la esquina.

—Vale, mamá —bufó.

Me tensé ante la forma en que me había llamado. Hacía ya un par de semanas que mi madre estaba fuera de combate y no sabía si debía alegrarme o no.

Miré los pantalones caquis que había apartado y suspiré. Todavía seguía sin entender por qué Kyle me había pedido consejo para encontrar algo que ponerse esa noche. Él tenía mucho mejor gusto que yo.

—¿A qué hora habéis quedado Mack y tú?

Mack había vuelto el día anterior. Su padre y Mason habían hecho migas y se habían encargado juntos de todo el papeleo del traslado. Aparentemente, su padre le había invitado a volver a su casa cuando quisiese. Mack me lo había contado con un brillo resplandeciente en los ojos. Su madre ya había arreglado todo lo que habían dejado a medias en nuestro instituto, así que podía incorporarse inmediatamente. Me emocionaba saber que al final, mi mejor amiga y yo nos graduaríamos juntas.

—Va a venir a las siete, creo —respondí cuando encontré una sudadera negra con capucha. Bien, ahora sólo me quedaba encontrar una camiseta con un dibujo chulo—. ¿Cuál prefieres? —Le mostré dos camisetas que había encontrado en su armario. Kyle señaló la amarilla. Asentí con la cabeza y guardé de nuevo la blanca.

—¿Dónde vais a ir?

—Mack me ha dicho que hay un bar a las afueras que no pide carné. —Le tendí la ropa que había escogido—. Toma, la camiseta por encima de la sudadera —le ordené. Kyle me miró con el ceño fruncido. Puse los ojos en blanco—. Confía en mí —le dije y le arrastré al baño—. ¿Y vosotros qué vais a hacer? —grité para que Kyle me pudiera oír.

Me senté en la cama y esperé a que saliera.

—No lo sé. Me ha dicho que quería que fuese una sorpresa —gritó al otro lado de la puerta—. Te juro que como me lleve al Burguer King, le pateo el culo. —Se me escapó una carcajada—. Tú ríete, pero el año pasado un chico me dijo que había preparado la mejor cita de mi vida. Me llevó al McDonalds, pidió un Happy Meal para los dos, y como se le olvidó la cartera, tuve que pagar yo. —Le oí bufar en el baño, y me reí más fuerte.

—Esperemos que esta vez al menos no tengas que compartir la hamburguesa.

Kyle salió del baño mientras se terminaba de colocar la camiseta.'Me miró y colocó la mano en su cadera de manera juguetona.

—¿Cómo estoy? —Me sonrió y dio una vuelta en el sitio para que pudiera verle mejor.

—Guapísimo. —Hice un lazo con los cordones de la sudadera y le coloqué bien la capucha.

—Hay que admitir que me has sorprendido gratamente con este conjunto. ¿Cómo se te ha ocurrido? —me preguntó. Le di la espalda para que no pudiera verme la cara y me puse a buscar en su armario de zapatos. Ese era el conjunto que solía ponerse Chris y que más me gustaba. Le daba un toque rebelde e informal, pero le quedaba tan bien... No sabía por qué lo había escogido. Desde el momento en que Kyle me había pedido ayuda con la ropa, no había podido imaginarme otra cosa.

—Pinterest. —respondí con simpleza. Al final del armario encontré unas deportivas blancas de caño alto con el símbolo de Nike en negro y gris—. Póntelas. —Mientras Kyle se terminaba de calzar, me acerqué a su santuario de perfumes y colonias—. ¿Cómo puedes decidir entre to...?—El sonido del timbre me interrumpió—. Voy yo. No tardes mucho. —Le guiñé un ojo y salí de la habitación. Bajé las escaleras y después de por poco morder el polvo por tropezarme con el último escalón, abrí la puerta de la entrada. Pero quien estaba detrás de ella no era quien yo esperaba.

—¿Qué haces aquí? —pregunté con hostilidad. ¿Cómo tenía las narices de presentarse en mi casa?

—Hola, yo.. He venido a ver a Kyle.

Sonreí incrédula.

—¿Acaso no has tenido suficiente todavía y quieres torturarle un poco más? —espeté con desprecio.

—No, yo...

—No tienes vergüenza —le corté—. Será mejor que te vayas antes de que Kyle...

—¡Siento la tardanza! Estaba terminando de a... —Podía sentir a Kyle detrás de mí. Me giré para verle y maldije en mis adentros por haberle abierto la puerta a aquella indeseable persona—. ¿Qué haces aquí? —repitió la misma pregunta que había hecho yo, aunque con un tono más triste.

—Tengo que hablar contigo —dijo con convicción, dando un paso hacia delante. Automáticamente me interpuse entre los dos, evitando que Max pudiese avanzar un solo paso más.

—Te he dicho que no tiene nada que hablar contigo. Pírate —le ordené, seria.

—¿Has quedado con alguien? —le preguntó Max a Kyle mientras miraba su atuendo, ignorándome por completo—. Te has puesto colonia —señaló con recelo.

—Siempre llevo colonia.

—Esa no —repuso. Kyle se cruzó de brazos.

—No tengo porqué darte explicaciones de lo que hago o dejo de hacer. Márchate ya, no quiero hablar contigo Max, no quiero hablar contigo. —Levantó la cabeza con orgullo, inspiró hondo y cuadró los hombros, sacando pecho—. Vete. —Sin previo aviso, Max empujó la puerta y entró en casa. Me estaba empezando a molestar bastante que actuara como si yo no estuviera.

—Al menos vas a escucharme una última vez —dijo acercándose de Kyle, quien le miraba sorprendido—. No conozco de nada a Brandon, no sé quién es y nunca me ha contado la razón por la que me pidió que me acercara a vosotros. Sí, me ofreció dinero a cambio de que le consiguiera información, y sí, lo único que se me ocurrió fue fingir que me gustabas... —Sus palabras eran precipitadas y hablaba con nerviosismo—. Al principio me daba igual. Yo no te conocía de nada y no me importabas en absoluto, pero luego... Te fui conociendo y empecé a pensar más y más en ti... —Sacudió la cabeza—. No me di cuenta de lo mucho que disfrutaba estando contigo hasta que fue demasiado tarde —dijo con la voz ahogada.

Miré a Kyle, quien no había movido un músculo. No podía creer todo ese montón de mentiras, ¿no? Él era más listo que eso.

Le miré, esperando que sacase toda su furia y le echase de casa de una buena patada en el culo que le dejase sin poder sentarse una semana. Sin embargo, no fue la furia lo que vi emerger, sino la duda.

—No lo dices en serio. Estás mintiendo —lo acusó aparentando convicción.

—Nunca he sido tan sincero en toda mi vida —repuso con firmeza—. Quiero estar contigo, Kyle. Me arrepiento de haberme acercado a ti de la manera en que lo hice. Si pudiese retroceder en el tiempo y hacer las cosas bien, lo haría. Necesito que me creas, por favor —le suplicó.

—Yo...

Nunca sabría cuál sería la respuesta de Kyle porque una cuarta voz irrumpió en la sala.

—¡Hola! —saludó una voz cantarina. Todos nos giramos y miramos al chico que se encontraba en la puerta de la entrada, observándonos sin comprender lo que ocurría—. ¿Interrumpo algo? —Frunció el ceño, mirando las manos cogidas de Kyle y de Max.

Con rapidez, Kyle soltó las manos de Max y se alejó de él.

—¡No! ¡No, qué va! —exclamó mi primo con nerviosismo—. Nos podemos ir cuando quieras. —Comenzó a moverse por la sala, inquieto—. Cojo la chaqueta... ¿Dónde he dejado mi chaqueta? —se preguntó a sí mismo mientras Max, la cita de Kyle, Flynn, y yo lo observábamos moverse en círculos en el recibidor—. ¡Ahí está! —exclamó y cogió del respaldo del sofá su chaqueta negra. Se acercó a su cita y le sonrió—. ¿Nos vamos? —Le cogió de la mano y tiró de él.

—Encantado de conoceros. Ya me diréis vuestros nombres la próxima vez —dijo la cita de Kyle con diversión antes de que Kyle lo arrastrase fuera de la casa.

Max parecía devastado, y eso me alegraba.

Carraspeé y me miró.

—Ya me marcho. Perdón por venir. Creía que... —Se quedó callado—. No importa. Adiós —se despidió y se marchó.

Cerré la puerta de un portazo. Imbécil.

Caminé hacia la cocina y cogí una bolsa de patatas del armario de la comida basura y la engullí como si no hubiese un mañana mientras esperaba a Mack. Mason se había tenido que marchar. No me había dicho por qué, aunque podía intuir dónde había ido.

Cuando Mack llegó, yo ya había vuelto a desordenar todo mi cuarto. Ella había traído una mochila para poder arreglarnos juntas, y como dormiría esa noche en mi casa, me obligó a recoger la habitación antes de comenzar a vestirnos.

Una hora y media más tarde, terminé de ponerme el pintalabios y me miré en el espejo.

Realmente acababa de superarme.

—Estás rompedora, amiga —me dijo Mack desde detrás mientras se colocaba los aros gigantes. Ella se había puesto una falda de tubo negra peligrosamente corta y un top azul eléctrico que realzaba sus pechos. Llevaba unas botas de cuero que le llegaban por la rodilla que yo le había dejado. Yo, en cambio, había decidido que ese día me apetecía ir en tacones. Dichos tacones, negros y de aguja, los había combinado con un vestido rojo apretado y corto que Mack había insinuado que podía utilizar de top, no sin después felicitarme y ayudarme a ponérmelo mientras reíamos.

—Sí, supongo —dije distraída mientras pasaba las manos por mi vestido. No podía dejar de pensar en Chris, en la forma en la que sabía que habría reaccionado si me hubiese visto con ese conjunto.

—Abbie... —Se acercó a mí. La miré a través del espejo e intenté sonreír. No me salió muy bien—. Ven aquí. —Me tendió sus brazos y casi me lancé a ellos.

—No es justo... —farfullé frustrada. Detestaba que Chris tuviera ese efecto en mí. Apenas dos semanas atrás, cuando pensaba en él, sentía un cosquilleo y un subidón de adrenalina.

—Lo sé. —Me besó la cabeza y me apretujó un poco más fuerte. Me entraron ganas de llorar, pero me obligué a recordar que estaba maquillada.

Me separé de Mack y me pasé las manos por el pelo.

—Lo quiero tanto que me duele. Me arde el pecho, Mack. No dejo de pensar en él. Es como si tuviera tatuado su nombre en mi cerebro —dije apenada y suspiré.

—Es normal, cariño. Todavía le quieres.

—Qué pena que él a mí no me quiera igual. —Sonreí, triste.

—No lo estoy defendiendo, pero creo que te equivocas —repuso Mack y la miré con el ceño fruncido.

—No habría hecho eso si realmente me quisiera. —Negué con la cabeza. Mack hizo lo mismo.

—El amor no es tan simple, Abbie.

No respondí. Ella y yo sabíamos que el amor podía llegar a ser muy cruel.

—¿Sabes ya dónde vamos? —pregunté sin mirarla. Cogí mi bolso, las llaves, la cartera y el pintalabios.

—Han abierto un nuevo local-discoteca al lado de Kyplon —me dijo mientras agarrábamos las dos las chaquetas y salíamos de la habitación.

—¿Y no hay un mínimo de edad?

—Claro.

—¿Y cómo vamos a entrar? —pregunté con preocupación. Me lanzó una mirada cómplice.

—Tengo la clave aquí mismo. —Se recolocó el top de manera que sus pechos parecían mucho más prominentes.

La miré divertida y sonreí.

Una llave maestra sin duda.

(...)

El uber nos dejó a unos metros de la discoteca. Miré la entrada y me abrumar al ver tantas personas juntas. En la cola había muchas llaves maestras, y no sabíamos si la nuestra iba a funcionar mejor que las otras.

—¿Cuál es el plan? —preguntó Mack ligeramente alarmada. Me quedé pensando un segundo, maquinando en mi cabeza. Había visto miles de películas en las que las protagonistas conseguían entrar en una discoteca ligando con el portero. Aunque claro, siempre las demás chicas de la fila eran intencionadamente feas.

—Bájate eso. —Le agarré el escote y tiré de él hacia abajo. Mack entendió lo que quería hacer y me ayudó a colocarse el top. No llevaba sujetador, por lo que sus pechos parecían mucho más llamativos. Se hizo un dobladillo en la falda y se sacudió el pelo. Me miró con una sonrisa y la imité—. ¿Lista?— me preguntó y asentí con la cabeza.

Sabíamos lo que teníamos que hacer.

—Vamos. —Nos agarramos de la mano y caminamos con confianza hacia la puerta de la discoteca. Algunos nos fulminaban con la mirada y otros cuchicheaban cuando pasábamos por su lado, pero nos daba igual. Teníamos que mantener la actitud y centrarnos en nuestro objetivo.

En cuanto llegamos, un hombretón de unos dos metros, vestido de negro y con pinta de tener dos neuronas funcionando nos miró fijamente. Fingimos no verle y subimos las tres escaleras que daban a la discoteca para entrar, pero se colocó enfrente de la puerta, cortándonos el paso.

—A la cola —dijo con voz grave. Me entraron ganas de llamar al uber que nos había traído e irme a mi casa, pero eliminé rápidamente esa idea de mi mente. Había venido a colarme en una discoteca, beber hasta olvidarme de mi nombre y bailar hasta que me cayera al suelo.

No. Iba. A. Fracasar.

Mack y yo nos miramos y sonreímos. Que comenzara el show.

Mack se acercó a él provocativamente con una enorme sonrisa en la cara.

—Hola, guapo. Sabemos que hay cola, pero mi amiga y yo nos preguntábamos si... —Empezó a subir los escalones mientras contoneaba las caderas. Sonreí en mis adentros, orgullosa de mi mejor amiga—... por algún casual... —Su tono de voz adquirió un toque más sensual—... sería posible... —Subió el último escalón y se colocó delante de él—... dejarnos pasar sin hacer cola. —Se colocó el pelo detrás de los hombros, dejando al descubierto aquello que habíamos estado arreglando unos minutos atrás: nuestras llaves maestras.

Tal y como esperamos, el hombre miró sus pechos durante unos largos segundos, aturullado.

—No os puedo dejar pasar. —Apartó la mirada de Mack.

Ella me miró. Era mi turno.

—Pero bombón... —dije con el mismo tono sensual que había puesto mi amiga mientras subía los pocos escalones, deseando no arruinarlo todo comiéndome el hormigón con los dientes. Los ojos del segurata se posaron en mí en cuanto me planté delante de él—. Te lo estamos pidiendo por favor —ronroneé sensualmente al mismo tiempo que le miraba con ojitos del gato con botas.

El hombre vaciló, y cuando creía que se iba a apartar de la puerta, repitió con el mismo tono que antes:

—A la cola. —Se cruzó de brazos y miró al frente. Era un tipo duro.

Miré a Mack y ella me miró de vuelta. El plan A no había funcionado, así que ahora debíamos pasar al plan B.

—¿Perdona? —le pregunté con tono de ofensa.

—A la cola —repitió por tercera vez. Parecía un puto robot y me estaba enfadando.

Mack ahogó un grito y se apoyó en la pared fingiendo un mareo.

—¡Oh, dios santo! —chilló con la voz muy aguda y empezó a abanicarse la cara con las manos.

—¡No puede ser, amiga! —grité al mismo tiempo—. ¡Pero qué fuerte, qué fuerte, qué fuerte! —Sacudí las manos y empecé a agitarme. Miré al segurata de reojo y vi que nos miraba impasible.

—¿Cómo que no podemos entrar? ¿¡Cómo que no podemos entrar!? —Mack parecía medio loca. No dejaba de dar vueltas en el sitio mientras movía los brazos frenéticamente. Las personas de la fila ahora estiraban sus cuellos para ver qué ocurría.

—¡Tía, es que no me lo puedo creer! —Me uní a Mack y me puse a dar vueltas en el sitio mientras ambas sacudíamos las manos.

—¡Nunca nos han tratado tan mal! —gritó Mack y miré al de seguridad, que miraba a los lados con algo de incomodidad.

—¿Acaso no sabes quiénes somos? —Nos señalé a Mack y a mí con el dedo con aires de diva. El de seguridad se encogió de hombros—. ¡Es que no puede ser posible! ¡Esto es una locura! ¡UNA LOCURA! —El hombre nos seguía mirando como si estuviésemos locas. Quizá lo estábamos—. ¡Estamos gravemente ofendidas! —Mack seguía murmurando sandeces, pero el de seguridad no había ni pestañeado. Maldita sea, ¿de verdad era un puto robot?

—¡Ya verás cuando se lo contemos! —chilló Mack.

—¡Se te va a caer el pelo! —Me uní a ella.

Enarcó una ceja.

—¿Conocéis a alguien?

Me detuve. Miré a Mack, entrando en pánico. No conocíamos a nadie. ¿Qué se suponía que teníamos que decir ahora?

—¡Claro que conocemos a gente! ¡Y ellos nos conocen a nosotras también! —chilló Mack a mi lado—. Es más, vamos a llamar ahora mismo al jef... encargado de la discoteca. —Sacó el móvil y empezó a marcar números al azar.

La miré con los ojos muy abiertos. ¿Pero qué narices hacía?

En ese momento un chico joven vestido de negro abrió la puerta de la discoteca y se asomó al exterior. Le susurró algo al de seguridad e hizo el amago de volver a entrar, pero sus ojos se posaron en nosotras. Miró primero a Mack, que se había colocado el teléfono en la oreja y fingía esperar a que la cogieran. Luego me miró a mí. Me recorrió con los ojos de arriba abajo y sonrió.

—¿Ocurre algo? —le preguntó al de seguridad, aunque sus ojos no se apartaban de nosotras. Bueno, de mí. El chico tenía una voz varonil, pero no tan grave como la del segurata. Me fijé que tenía un tatuaje detrás de la oreja. Era un símbolo extraño que no había visto antes.

—Estas chicas dicen que conocen a alguien de aquí. —Nos señaló con la barbilla. Mack había comenzado a hablar a su teléfono, y le estaba contando a su aplicación de la calculadora lo mal que la estaban tratando y lo que nos había pasado. Me entraron ganas de reír.

El chico de la discoteca nos miró a las dos y tras unos segundos, abrió la puerta por completo.

—Por supuesto que las conocemos. Son clientas VIP, ¿verdad? —nos preguntó con una sonrisa radiante.

Le miré atónita. Había funcionado. ¿Ni siquiera nos iba a pedir nuestro DNI?

—Claro, eso intentábamos decir. —Asentí con la cabeza frenéticamente, siguiéndole el rollo al chico. Cogí a Mack del brazo, que seguía contándole una retahíla de tonterías a la calculadora y la sacudí para que prestara atención. Me miró confusa y luego miró al de seguridad y al chico sonriente. Guardó el móvil rápidamente y se sacudió el pelo.

—Por fin alguien que nos escucha. —espetó presumidamente mi mejor amiga. Tuve que esforzarme por no reírme. El chico sacudió la cabeza mientras seguía sonriendo.

—No os preocupéis, chicas. Os trataremos muy bien dentro. —Nos guiñó un ojo y nos invitó a entrar. Miré a Mack de reojo y ella me sonrió. Nos colocamos los escotes en su sitio, echamos los hombros hacia atrás y pasamos delante del de seguridad con la barbilla bien alta.

Antes de entrar, Mack se detuvo.

—Que sea la última vez. Asegúrate de haberte quedado con nuestras caras —le advirtió al de seguridad. La agarré de la mano y tiré de ella. ¿Pero qué hacía? El show había acabado. Ya estábamos dentro.

Una vez atravesamos la puerta, nos encontramos en un pasillo no muy alargado iluminado con una siniestra luz roja que culminaba en unas puertas de cristal semitransparentes que dejaban ver un haz de luces de colores que aparecían y desaparecían de manera intermitente. Desde fuera de la discoteca casi no se oía la música, pero ahora el ruido era mucho mayor.

Por el rabillo del ojo vi que el chico seguía riéndose. Seguramente sabía lo que habíamos intentado hacer para colarnos. Me daba igual. Habíamos conseguido entrar, y además gracias a él. Le susurró algo al de seguridad y cerró la puerta tras nosotras. Ambas nos giramos y miramos su sombra.

—Creo que no nos conocemos. —Nos sonrió y se acercó a nosotras—. Soy Evan, el encargado. —se presentó.

—A ti te estaba llamando yo antes. —Le señaló Mack con el dedo y le di un codazo en las costillas. Mack aulló de dolor y me miró con el ceño fruncido. Todavía no habíamos ni bebido, ¿por qué actuaba como si ya estuviera borracha?

Evan se rio a carcajada limpia.

—Soy Abbie —me presenté—. Y esta es Mack. —Señalé a mi mejor amiga.

—Bonitos nombres para chicas bonitas —nos halagó. Sonreí levemente. Lo observé con detenimiento. Su camiseta de manga corta me dejaba ver su brazo lleno de tatuajes. Su atuendo era negro de la cabeza a los pies, lo que le daba un toque oscuro que no concordaba para nada con su personalidad. Parecía un chico muy simpático.

Se quedó observándome con una sonrisa, y pude sentir el codo de Mack clavándose en mis costillas.

—¿Vamos? —nos invitó a pasar. Mack y yo nos agarramos de la mano y anduvimos hacia la segunda entrada a la discoteca. Al abrirla, una ola de calor y olor a alcohol nos golpeó. La música hacía vibrar el suelo bajo nuestros pies. Miré a mi alrededor, sorprendida. El sitio era enorme. Unas escaleras nos permitían bajar a la pista de baile, donde una marea de personas bebían y se restregaban entre ellas. En la sala de baile, al fondo, un DJ ponía música desde un cuadrado flotante. Colgadas del techo por una barra de pool, unas chicas bailaban sobre unas plataformas. Unas luces LED de colores iluminaban la estancia. A la derecha, una barra alargada separaba a los clientes de los camareros, que se movían frenéticamente de un lado a otro, preparando bebidas que dentro de unos minutos comenzarían a emborracharnos a Mack y a mí.

Evan nos seguía mirando, analizando nuestras reacciones. De reojo, me fijé en que sus ojos no se apartaban de mí.

—Muchas gracias por dejarnos entrar. —Me giré para mirarlo.

—No os preocupéis. Espero os lo paséis bien —nos dijo todavía sonriendo.Evan me caía bien. Le sonreímos y comenzamos a bajar por las escaleras—. Una cosa. —Señaló el piso-plataforma que rodeaba la sala sobre la que estábamos. Una barandilla lo separaba del piso de abajo—. A estas habitaciones no se entra, ¿está claro? —nos dijo con un tono más serio. Observé las puertas de color negro dispuestas las unas al lado de las otras. Mack y yo asentimos repetidamente, y Evan, satisfecho, recuperó la sonrisa—. Perfecto. Pues tomaros una copa a mi salud, chicas.

Sonreí. Podía estar seguro de ello.


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¡HOLAAAA!

¡He vuelto! Las semanas pasan volando, pero yo sé que a vosotros se os hacen eternas porque no podéis esperar a leer otro capítulo de esta historia, lo sé... JJAJAJAJJA es broma. 

¿Qué tal todo?  Yo llevo bastante ocupada unos días y hoy me he podido sentar a escribir tranquila y me he sentido GENIAL, aunque no tan genial como Mack y Abbie, que van a pillarse el pedo de sus vidas. ¡Se han conseguido colar en la discoteca! Aunque colar, colar... Deberíamos darle las gracias a Evan, ¿no? :)))

Max ha tenido la santa jeta de presentarse en la casa de Abbie y suplicarle a Kyle que le perdone. Os puedo asegurar que yo lo habría mandado a pasear MUY rápido.

¿Qué pensáis que va a pasar en esa discoteca? ¿Tiene buena pinta? ¿Abbie y Mack van a pasarlo bien o creéis que algo se va a torcer? Si me conocéis, sabréis la respuesta...

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Muchos besazos,

Elsa <3

Pdta: Este capítulo te lo dedico a ti @Albaa230. ¡ME ALEGRA TANTO QUE HAYAS EMPEZADO A LEER MI NOVELA Y TE ESTÉ GUSTANDO! T&T4L ^^

Lov u <3


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