CAPÍTULO 1: «NO ME ACUERDO DE NADA»
Me desperté gritando a pleno pulmón. Mis cuerdas vocales ardían, como si alguien se hubiese dedicado a pasar un rallador por ellas. Mi corazón iba a mil por hora, y mi respiración era completamente irregular. Me llevé las manos a la garganta; sentía que no podía respirar. Era una sensación asfixiante.
—Para —me dijo una voz que no reconocí. No me molesté en adivinar quién era. Todavía seguía demasiado concentrada en intentar que el aire entrase por mis pulmones—. Te vas a hacer daño, Abbie. Para. —Esta vez sí distinguí la voz grave de mi hermano. Estaba a mi lado, echado sobre mi cama. Tenía el pelo revuelto, y parecía cansado. Su mano apartó la mía de mi cuello y me obligó a volver a posarla sobre la cama. Fue en ese momento en que me fijé que estaba escayolada, desde mis nudillos hasta abajo del codo.
Miré a mi alrededor y me fijé en que las paredes de la habitación en la que me encontraba eran demasiado blancas, demasiado brillantes.
—¿Dónde estoy? —pregunté confusa. Mi voz salió tan rasposa que me sorprendí a mí misma.
—En el hospital —me contestó Mason con tristeza y me obligó a echarme de nuevo en la camilla. Lo miré con el ceño fruncido.
—¿En el hospital? ¿Qué hago aquí? —No recordaba nada de lo que había ocurrido las últimas horas, sin embargo, podía sentir que algo no andaba bien. Pasé la mirada por la habitación otra vez, intentando encontrar algo que me indicase por qué narices estaba allí. Nada. Volví a mirar a mi hermano sin comprender—. ¿Cómo me he hecho esto? —Levanté la mano que estaba escayolada. Mi hermano suspiró y dejó caer la cabeza para volver a mirarme.
—Cuando dejaste de responderme, Abbie... Te juro que nunca he pasado tanto miedo en toda mi puta vida —me dijo a la vez que me agarraba la mano buena y me besaba en el dorso de la misma—. Y luego me llamaron los de la ambulancia... —Sacudió la cabeza.
—¿Qué...? —Empecé a preguntar, pero me callé cuando flashes de imágenes comenzaron a aparecer en mi mente. Brandon, su casa, Chris, el puente... Palidecí y contuve el aliento. Todo eso... ¿Había pasado de verdad? No podía ser posible.
Mi respiración comenzó a acelerarse de nuevo y la ansiedad me abrazó como a un viejo amigo.
—Abbie, tranquila. —Mason se levantó de la silla y me agarró de los hombros para evitar que me incorporase de nuevo—. Tienes que relajarte —me ordenó, pero yo no le escuchaba. Estaba demasiado ocupada repitiendo en mi mente diferentes escenas de la noche. Chris pegando a Brandon sobre el capó de su coche, Brandon disfrutando de verle perder los papeles, y yo tirada en el suelo, agarrándome la muñeca rota por culpa del empujón de Chris.
Chris...
—¿Cómo...? —No podía hablar siquiera. Nada tenía sentido. La molestia que antes sentía comenzó a incrementar hasta que se convirtió en un punzante dolor en mi pecho. No podía ser. No podía ser posible. Me negaba a creer que lo que había ocurrido no formaba parte de una horrible pesadilla, o de una muy elaborada broma pesada.
—Me han dicho que podía quedarme contigo si no te alteraba —me dijo ansioso—. Como no te calmes, van a echarme y después van a sedarte —me advirtió mientras miraba de reojo la puerta de la habitación. Me obligué a inspirar y espirar profundamente. No quería que Mason se marchase.
Me dejé caer sobre la almohada y le miré fijamente.
—¿Qué ha pasado? —pregunté con la voz débil. Tenía miedo de lo que podía contarme, pudiendo ser peor que lo que yo ya sabía. Mason inspiró hondo y volvió a agarrarme la mano buena para acariciarme la palma con su pulgar.
—Yo he llegado justo cuando te estaban colocando en la camilla para subirte a la ambulancia. Al parecer querían traerte al hospital para revisar tu muñeca, pero te negaste y saliste corriendo para buscar a... —Se quedó en silencio, me dio un apretón en la mano y me miró a los ojos—. Te desmayaste en mitad de tu huida a pocos metros de la ambulancia, y te has abierto la cabeza por la caída. —Inconscientemente me llevé la mano con la escayola a mi frente. Nada más rocé mi dedo índice con mi piel, sentí un dolor ardiente que hizo que me encogiese y cerrase los ojos—. No te han tenido que dar puntos, pero has sangrado mucho. —Apartó la mano de mi frente y la volvió a colocar a mi lado.
O sea que por eso estaba en el hospital.
—¿Cuánto tiempo llevo aquí? —La herida ardía como si me la acabase de hacer, y juzgando por lo cansada que estaba, no debía haber estado mucho tiempo inconsciente.
—Un par de horas. —Se levantó, acomodó mi cojín y volvió a sentarse—. Kyle ha ido a casa a buscarte ropa limpia, y Mackenzie y Chad están en la sala de espera. —Me dijo y le miré sorprendida.
—¿Mack? ¿Sigue aquí? —pregunté esperanzada. Me había dejado una nota diciendo que se había marchado. ¿Cómo era posible que siguiese aquí?
—En cuanto vi que no aparecías, comencé a preocuparme, y la llamé antes de que cogiese el avión —me explicó con la mirada perdida—. Obviamente, volvió para ayudarme a encontrarte. —Su pulgar seguía acariciando el dorso de mi mano y yo asentí, comprendiendo. Todo lo que había pasado las últimas horas había sido una completa pesadilla, y agradecía que Mack no se hubiese marchado.
—¿Chad también está? —pregunté al darme cuenta de que Mack y él estarían esperándome fuera, solos.
—Sí, Abbie. Ahora mismo lo más importante es que estés bien —me dijo con obviedad y yo me encogí. Tampoco es como que fuese yo la que se hubiera caído al río...
Eché la cabeza sobre la almohada y miré el techo. Quería llorar, pero sentía que no me quedaban lágrimas para hacerlo. Quería gritar y soltar toda la rabia que sentía por dentro, pero a la vez quería hacerme una bola e ignorar todo lo que ocurría a mi alrededor. Y probablemente fuese por el golpe y estuviera delirando, pero en cierta parte, agradecía haberme abierto la cabeza, porque el dolor físico me distraía del otro dolor, mucho más insoportable y arrollador.
Sabía que en esos momentos, lo último que debía preocuparme era si Chris estaba bien, pero no podía evitar pensar en él. Porque le quería, desgraciadamente le quería. Y la imagen de su cuerpo tirado en el suelo no dejaba de reproducirse en mi mente, y aunque Mason me había dicho que me había desmayado antes de poder alejarme de la ambulancia, la imagen parecía demasiado real.
—Mason... —susurré acobardada—. ¿Él...? ¿Él está...? —No fui capaz de acabar de formular mi pregunta, pero Mason supo instantáneamente de quién hablaba, porque su mirada se oscureció, y apretó la mandíbula.
—Sí —dijo cortante. Inspiré hondo y asentí con la cabeza—. No sé qué coño ha pasado esta noche, Abbie. No sé qué cojones hacías con el capullo de tu ex... ¡Ni siquiera sabía que había vuelto! —exclamó, y se quedó unos segundos en silencio, respirando hondo—. Pero respóndeme a una pregunta. Sólo una. —Me miró fijamente, y casi me dio miedo. Mason estaba realmente enfadado. Esperé pacientemente a que siguiera hablando—. ¿Lo que ha ocurrido hace unas horas es, remotamente, culpa de Chris? —preguntó, tenso. Me limité a mirarle. No quería hablar de ello. De repente, lo único que me apetecía era que Mason se marchase, que me dejase sola. Porque hablar de él me había hecho darme cuenta de que sí que tenía ganas de llorar, y no sabía cuánto tiempo más iba a poder aguantar sin derramar una sola lágrima—. Abbie —me llamó, haciéndome volver a la realidad, pero, ¿qué se suponía que debía responder? ¿Sí? ¿No? Ninguna de las dos respuestas era totalmente ciertas.
—Estoy cansada —le dije con la mirada perdida—. No quiero hablar de esto ahora mismo —Le miré y comprobé que Mason estaba haciendo enormes esfuerzos por no ordenarme que le contase todo lo que había pasado con pelos y señales.
—Está bien —se rindió—. Pero no creas que esta conversación se ha acabado. Cuando me entere de lo que esos dos desgraciados han hecho...
—Mason —le corté. De verdad que no quería hablar ni de mi ex, ni de... —Las palabras se quedaron atascadas en mi garganta—. Por favor —le pedí. De nuevo, Mason inspiró hondo.
—Sí, perdón —se disculpó, y volvió a besarme la mano—. ¿Necesitas algo? ¿Quieres que vaya a buscar al enfermero? —me ofreció, y yo negué con la cabeza.
—¿Cuándo puedo irme? —Le miré de reojo.
—Creo que ya —Me incorporé y me quité la sábana de encima para comprobar que todavía llevaba puesta mi ropa—. Te han puesto una pequeña dosis de morfina para poder hacerte unas pruebas, desinfectante la herida y escayolarte la mano, y estaban esperando a que... —Un enfermero entró en la sala, interrumpiéndole.
—Me alegra ver que ya has despertado. —Me sonrió amablemente y se acercó a la cama—. ¿Cómo te encuentras?—preguntó alegremente. Su estado de ánimo desentonaba con la situación.
—Bien —mentí. Estaba de todo menos bien, pero no quería seguir tumbada en esa dichosa camilla del dichoso hospital.
—Supongo que tu hermano ya te habrá puesto al día. —Miró a mi hermano de reojo, que asintió con la cabeza—. No te hemos tenido que coser la cabeza, la herida no era muy profunda, afortunadamente, pero te has roto la muñeca. Te has fracturado el radio distal y el escafoides —me explicó—. Es una fractura habitual, y ningún otro hueso ha sido dañado. No es demasiado grave, por lo que si todo va bien, sólo vas a tener que llevar la escayola durante unas cuatro o cinco semanas. —Bufé y aparté la mirada. Las cosas iban de mal en peor—. El golpe en la cabeza puedes desinfectarlo con... —Le interrumpí.
—Sí, ya sé, ya sé —dije con apremio—. ¿Puedo irme ya? —Mi repentina urgencia pareció sorprender al médico. No quería seguir más tiempo encerrada en esas cuatro paredes. Oír todo lo que me había roto o dañado sólo me estaba agobiando más. Quería irme a llorar a mi cuarto, donde nadie me molestaría.
El hombre ojeó unos papeles que se encontraban a los pies de mi cama y me miró.
—Todo parece correcto. —Me sonrió, pero pareció acordarse de una cosa, y se le borró la sonrisa. Se giró a mirar a Mason.— ¿Sabe que...? —Mason negó con la cabeza, y yo intercalé mi mirada entre los dos.
—¿Qué es lo que no sé? —pregunté tensa. ¿Más malas noticias?
Mason me miró, pero fue el enfermero quien habló.
—Hay cuatro agentes de policía fuera —me dijo y yo suspiré cansada. ¿Por qué las veces que los policías decidían que iban a hacer su trabajo eran las más inconvenientes?—. Les he pedido que se marchasen, que no estabas en condiciones de dar testimonio, pero se han negado. Han dicho que ya va la segunda vez que les dicen eso —me dijo en tono de disculpa, y volví a suspirar.
—No tienes por qué hablar con ellos, Abbie —me dijo Mason. Pero ambos sabíamos que no era verdad.
—Tendré que hablar con ellos tarde o temprano, mejor que sea temprano y me dejen en paz —dije, cansada. Cuando los policías se empeñaban en algo, no había forma de que no se saliesen con la suya.
Dejé colgando mis piernas de la cama y suspiré.
—Mientras tu hermana habla con los agentes, voy a necesitar que me firmes unos papeles —le dijo el enfermero a Mason. Se levantó de la silla y me miró.
—Si necesitas algo, estoy ahí mismo. —Señaló el pasillo y yo asentí.
Mientras veía alejarse a Mason y al enfermero, me di cuenta de que no tenía ni idea de lo que iba a decirles a los agentes. A pesar de que los dos se habían «caído» del puente, debían haber visto el estado en el que estaba Brandon, así que no era una idea muy loca pensar que Chris le había tirado a propósito. Y yo, desgraciadamente, había sido el testigo de todo ello.
Me tumbé en la cama, me tapé con la sábana hasta la barbilla y puse mi mejor cara de enferma terminal. Aunque con las pintas que imaginaba que tenía, no era necesario que fingiera demasiado. Unos segundos después, cuatro agentes entraron en la habitación. Uno de ellos era el mismo que había exigido hablar conmigo cuando estaba en la ambulancia. No parecía muy contento, lo cual me ponía a mí ligeramente contenta.
Dos agentes cerraron la puerta de la habitación y se quedaron haciendo de perrito guardián, mientras que el que estaba empezando a pensar que era el jefe y otra mujer se acercaban a mí amenazadoramente.
—Abbigail Williams, ¿verdad? —me preguntó el jefe, y yo asentí con fingida dificultad—. ¿Cómo te encuentras? —me preguntó con fingida cortesía, a la vez que sacaba una libreta y un papel de sus apretados pantalones azules. ¡Oh vamos! No le importaba un comino si me moría o no.
Tosí y cerré los ojos, fingiendo malestar.
—Estoy muy mareada, y me duele mucho la cabeza —dije con la voz muy débil. Los dos agentes se miraron de reojo y volvieron a centrar su atención en mí.
—Necesitamos que respondas a unas preguntas —exigió el hombre de los pantalones apretados. No iba a ayudarles, pero si quería que pareciese creíble, debía mostrarme cooperativa.
—Claro, lo que ustedes quieran. —Sonreí falsamente y me incorporé lentamente, fingiendo que me costaba moverme. Hasta dejé escapar algún quejido para hacerlo más realista—. ¿Han hablado ya con los otros dos chicos? —pregunté como quien no quería la cosa.
—Con el chico del pelo castaño únicamente. —«Brandon», me dije—. El otro chico sigue inconsciente, pero ten por seguro que también hablaremos con él —me dijo muy serio, y yo tragué. Chris seguía inconsciente. Eso quería decir que sólo tenían el punto de vista de Brandon, y que conociéndole, no se habría cortado un pelo dando detalles de cómo Chris le había atacado y le había arrojado al agua.
—Me parece perfecto. —Sonreí, a pesar de que por dentro me estaba muriendo.
—Muy bien. —Anotó algo en la libreta y me miró. Su calva brillaba más que mi futuro—. El chico...
—Brandon Lee —le ayudó la otra mujer, que no había apartado sus ojos de mí.
—Él. Nos ha dicho que eres la novia de...
—Christian Adams. —Volvió a intervenir la mujer. El policía le lanzó una mirada penetrante, y la mujer se encogió en el sitio. Al parecer no le gustaba que le interrumpieran. Tuve que esforzarme en no poner los ojos en blanco.
—El mismo. ¿Es verdad? —Me miró con el boli preparado para apuntar. Intenté ignorar el dolor punzante que suponía pensar en Chris. Debía ser lista y astuta en esos momentos. Ya tendría tiempo para lamentarme después.
—¿El qué es verdad? —Fingí confusión.
—Que si eres la novia del chico, Christian —me dijo impaciente.
—¡Oh...! Lo siento, me he golpeado la cabeza y... es que estoy muy mareada. —Me agarré la sien y les sonreí a modo de disculpa. Nos quedamos en silencio unos segundos.
—¿Entonces?— Me insistió el hombre, perdiendo la paciencia.
—Entonces me gustaría que me diesen una pastilla para el dolor, si es posible — les pedí, y tanto el hombre como la mujer suspiraron, ansiosos.
—¿Eres la novia de Christian o no? —preguntó ahora la mujer, cansada.
—¿Pero es relevante? —les pregunté confusa.
—Sólo responde a la pregunta —me ordenó impaciente. Vale, cambiar de tema no estaba funcionando. Sólo me dejaban con una opción.
Dejé de esforzarme por aguantar las lágrimas, y dejé que toda la ansiedad y agobio que llevaba conteniendo desde que me había despertado me invadiese el cuerpo. Así, comencé a llorar descontroladamente. Parte de mí estaba fingiendo, pero la otra parte sólo estaba aprovechando para soltar algo de dolor.
—Miren. —Me sorbí los mocos. Los policías se miraron sorprendidos por mi repentina reacción y me miraron algo asustados—. Me he golpeado la cabeza. Me he roto la muñeca, me he desmayado y acabo de despertarme después de inyectarme morfina. —Me agarré la cabeza, jadeé de dolor y seguí llorando aún más fuerte—. No me acuerdo de nada, lo siento. Ni siquiera recuerdo llamar a la ambulancia, y todo lo que ha pasado antes de eso es como un borrón. Pasó tan rápido... —dije, todavía llorando. Debía parecer una adolescente desquiciada y demente, con graves problemas hormonales, pero me daba igual. No iba a responder a ninguna de sus preguntas.
—Jefe, no queremos que vuelva a pasar como con la chica de hace un año... —le susurró la mujer al «jefe» con ansiedad—. Si le vuelven a denunciar por provocar un ataque nervioso a una menor, podrían despedirle —le advirtió. Fingí que no les escuchaba y berreé con más fuerza. Extrañamente, no me sorprendió que eso ya le hubiese pasado antes.
—Está bien, está bien. —Me intentó calmar el hombre. Me volví sorber los mocos y les miré a través de las lágrimas. ¿Acaso había funcionado?—. Relájate, por favor —me pidió a la vez que guardaba la libreta en sus ahora más apretados pantalones.
—Tendremos que esperar a que el otro chico despierte para corroborar la versión del chico castaño —le susurró al hombre. Empecé a agobiarme. ¿Qué podía haberles dicho a los agentes? No podía ser bueno.
—¿Qué es lo que les ha contado? —pregunté con el corazón en un puño.
—No creo que sea necesario que lo sepas —Me miró el hombre con el ceño fruncido.
—A lo mejor si me dice lo que Brandon les ha contado, me acuerdo de algo y puedo ayudarles. —Les sonreí inocentemente mientras me limpiaba las lágrimas. Mis manos temblaban, y mi corazón iba a mil por hora. El hombre se quedó mirándome fijamente unos segundos.
—Según lo que nos ha contado el chico, él conducía a su casa cuando un grupo de chicos le pararon en medio de la carretera y empezaron a golpearle. Tú y el otro chico os lo encontrastéis cuando le estaban pegando, y en un intento de ayudarle, tú has acabado con la muñeca rota y los dos chicos en el agua —me explicó con los ojos entrecerrados, prestando especial atención a mi reacción. Pero yo mantuve mi cara de póker, a pesar de que nada de lo que Brandon había dicho era verdad. ¿Cómo que un grupo de chicos le habían asaltado? ¿Por qué había mentido a los policías? Me esperaba de todo, menos eso. Creía que les diría la verdad, incluso que la exageraría. Creía que les diría que Chris le había golpeado hasta casi perder la conciencia y después los había conducido a las profundidades del helado río.
—Lo siento. No me acuerdo de nada —me disculpé, intentando actuar lo más natural posible. El hombre gruñó y me miró poco convencido.
—Si recuerdas algo, soy el agente Richard Brown —me ofreció una tarjeta blanca en la que ponía su nombre y su número de teléfono—. Llámame.
—Lo haré. —Le regalé una falsa sonrisa y me eché sobre la cama, esperando que salieran de la habitación.
Una vez los cuatro policías desaparecieron de mi vista, me quité la sábana de encima y me puse de pie. Fui a salir, pero antes de poder alcanzar la puerta, Kyle entró de sopetón.
—¡Abbie! —gritó en cuanto me vio, y corrió a abrazarme. Su cuerpo impactó con fuerza con el mío, y me rodeó con sus brazos con fuerza, como si tuviera miedo de que me fuese a desintegrar ahí mismo—. Joder, nunca vuelvas a hacer eso —me susurró al oído. ¿Por qué actuaba como si casi me hubiera muerto? Me había golpeado la cabeza y me había roto la muñeca, no era para tanto.
En ese mismo instante, Chad y Mack entraron en la habitación.
—¡Abbie! —gritó Chad, e igual que Kyle, corrió a abrazarme. Kyle se apartó justo antes de que el cuerpo de Chad chocase contra el mío. Me levantó del suelo y me dio una vuelta. Casi sonreí de alegría. Casi—. ¡Joder! Menos mal que estás bien. ¿Te duele algo? —me preguntó preocupado—. ¿Necesitas drogas para el dolor? Puedo conseguirlas inmediatamente. —Nada más oír lo que dijo, la sensación de pesadez volvió a asentarse en todo mi cuerpo, y las ganas momentáneas que había tenido de sonreír segundos atrás desaparecieron tan rápido como habían aparecido.— ¿Pasa algo? ¿He dicho algo que no debía? —me preguntó con ansiedad. Sonreí triste, y negué con la cabeza. No quería hablar de ello ahora. Ni nunca. Ojalá no tuviese que hablar de ello nunca jamás.
—No, sólo estoy cansada. Quiero irme a casa —le expliqué y Chad asintió. Mack no se había movido de la puerta, y nos observaba a los tres en silencio.
—Tu hermano está terminando de firmar los papeles. —Señaló el pasillo—. Te he traído algo de ropa por si acaso. —me ofreció una bolsa. La cogí y miré lo que había dentro. Un chándal negro y mis converse.
—Podemos irnos para que te cambies —dijo Chad, pero negué con la cabeza.
—No, es igual. De todas formas, nos vamos ya. —Intenté sonreír, pero sólo conseguí poner una mueca. No sabía cuánto tiempo más iba a poder aguantar fingiendo que seguía de una sola pieza.
—Ya está todo listo. Podemos irnos. —La cabeza de Mason se asomó por la habitación—. Voy a buscar el coche. ¿La acompañáis vosotros? —les preguntó a Kyle y a Chad, quienes asintieron con la cabeza—. Estaré en la entrada —les avisó y miró a Mack. Ella pareció debatirse entre quedarse con nosotros o marcharse con él, y finalmente decidió que era mejor irse con mi hermano. Tenía que hablar con ella cuanto antes.
Chad suspiró y apartó la mirada.
—Siento que hayas tenido que estar con ella a solas —me disculpé. Aquella era una situación muy extraña. Mack había sido su amiga y luego su novia, pero ahora no eran ni colegas. Ya no podían ni estar solos en la misma sala.
—No importa. —Me sonrió triste. Le di un apretón en la mano en señal de agradecimiento.
—¿Vamos? —preguntó Kyle. Asentí. Quería irme ya de ese sitio.
Con Chad a mi izquierda y Kyle a mi derecha, ambos sujetándome firmemente, caminamos hacia la puerta del hospital. El mero hecho de andar se sentía irreal, como si en vez de mover los pies, me estuviera arrastrando por el suelo del hospital.
El frío envolvió mi cuerpo en cuanto puse un pie en la calle. No tenía ni idea de dónde había ido a parar mi cazadora. No recordaba llevarla puesta antes del... accidente, así que probablemente la había perdido.
—Toma. —Kyle se quitó su chaqueta y me envolvió con ella. Le miré agradecida y unos segundos más tarde, el coche de mi hermano se paró enfrente de nosotros.
—He venido en mi coche, pero os sigo hasta tu casa —me informó Chad, y yo negué con la cabeza.
—No hace falta, Chad. Ve a casa, descansa. Es tarde —le dije, pero al ver que no conseguía convencerle, seguí hablando—. Además, creo que voy a dormir lo que queda de día —le dije, y Chad pareció rendirse.
—Está bien. Si necesitas algo, llámame —me dijo y procedió a abrazarme—. Sé que no estás así por tu herida en la cabeza, ni tampoco por haberte roto la muñeca. No sé qué hacías con Brandon, pero cuando quieras hablar de ello, ya sabes dónde estoy —me susurró al oído. Se separó de mí, me regaló una última sonrisa y se marchó.
Nadie dijo nada en el camino de vuelta a mi casa. Me prohibí pensar en cualquier otra cosa que no fuese el dolor que sentía en el brazo o en la frente. Había conseguido aguantar hasta ese momento, y no iba a ser en el coche donde me iba a derrumbar. Me negaba.
En algún momento del trayecto, mi cabeza había acabado apoyada en el hombro de Kyle, quien me agarraba la mano buena con fuerza.
Una vez llegamos, Mason se bajó casi corriendo del coche, y entró a toda velocidad en casa. Miré su figura desaparecer por la puerta de la entrada y miré a Kyle extrañada.
—¿Qué le ocurre? —le pregunté intrigada. ¿Por qué había entrado en casa Mason de esa manera?
—Nada, tranquila —me respondió Kyle y me frotó el brazo en un intento de calmarme, pero el efecto fue completamente opuesto.
Kyle, Mack y yo nos bajamos del coche y entramos en casa. Miré a mi alrededor intentando encontrar algo fuera de lugar, pero nada me llamó la atención. Mason apareció bajando las escaleras.
—¿Qué hacías ahí arriba? —le pregunté extrañada.
—Nada. —Sonrió nervioso. Claramente había algo que no me estaba contando. Sin embargo, decidí dejarlo correr porque quería irme a mi habitación para estar sola y pensar en todo lo que había pasado esas últimas horas.
—Creo que me voy a ir a mi cuarto —les avisé a los tres, y le devolví la cazadora a Kyle.
—¿Vas a estar bien? —me preguntó preocupado mi primo.
—Claro, sólo voy a dormir. —Le intenté tranquilizar, pero, por su mirada supe que, igual que Chad, sabía que algo había pasado. Sin embargo, era demasiado bueno como para preguntarme por ello. Se limitó a sonreírme.
—Descansa —me dijo, y yo le sonreí de vuelta. Subí las escaleras, no sin antes despedirme de mi hermano con un abrazo de oso de esos que me encantaban, y que habría disfrutado mucho más si las circunstancias fuesen otras.
Me encerré en mi habitación e inspiré hondo. Lo había conseguido. No me había derrumbado. Había conseguido fingir que todo estaba bien.
Me senté en mi cama y me quedé mirando mis zapatos en silencio un buen rato. Todos los sentimientos que había estado reprimiendo hasta ese momento me envolvieron con rapidez. El dolor en el pecho volvió a hacerse presente justo donde estaba mi corazón. Pensar en Chris era tan abrumador que dolía. Dolía más que un brazo roto y que unos puntos. Dolía más que un cuchillo atravesándote el pecho; era como si me hubiesen arrancado el corazón de un tirón.
Pegué mis piernas a mi pecho y me crucé de brazos, como si eso fuese a protegerme de todo el dolor que estaba sintiendo. Y comencé a llorar. Lloré tanto que mis sollozos podían haberse oído desde el otro lado de la casa. Quizá así era.
Apoyé la cabeza en mis rodillas y dejé que las lágrimas cayeran por mis mejillas con total libertad. Pensé que, tal vez, podía llorar todo el dolor que sentía. Pero eso no ocurrió. Sólo incrementó más y más, probablemente porque en vez de centrarme en expulsar la pena de mi organismo, sólo la estaba alimentando recordando diferentes momentos que había compartido con Chris. La primera vez que nos conocimos, el día que nos quedamos encerrados en la biblioteca, la primera vez que dormimos juntos, el día que le dije que me gustaba, nuestro primer beso, la fiesta de Año Nuevo, nuestra primera vez... Todos esos recuerdos, que antes eran felices, ahora estaban teñidos de un triste color gris. Y me enfadaba, porque no tenía ningún derecho a hacer eso. Eran mis recuerdos, y él los había transformado en algo oscuro, doloroso. Se los había cargado. Él se lo había cargado todo.
Y la culpa era mía. Porque yo me había fiado de él. Era culpa mía, porque sabía que era demasiado bueno para ser verdad. Yo le había permitido acercarse a mí, yo le había abierto las puertas de mi corazón, y él las había arrancado, y había destrozado todo lo que había dentro, dejándole sangrando, apenas palpitando.
Deseaba que hubiese alguna forma de poder eliminar los recuerdos de la mente como si nunca hubiesen existido, o de volver al pasado. Y es que algunas personas decían que de todas las experiencias algo se aprendía, que si pudiesen, no cambiarían nada de su pasado, no harían nada de otra forma. Pero yo no era una de esas. Yo sí que cambiaría muchas cosas. Porque el ardor que sentía en esos momentos no valía cualquier estúpida lección de vida.
Deseaba poder odiarle. Le odiaría con todo mi corazón, o lo que quedaba de él. Sin embargo, no era posible, porque muy a mi pesar, le quería. Le quería demasiado como para poder detestarle incluso en esos momentos. Y me odié por ello, porque no se merecía que le quisiese. No se merecía nada de lo que en algún momento le ofrecí, nada de lo que los dos compartimos.
Estaba tan perdida en mis pensamientos que no oí la puerta abrirse.
—Sé que no quieres verme, pero he pensado que quizá necesitases ayuda con... —La voz de Mack se hizo presente en mi habitación. Levanté la cabeza y la miré. O al menos creía que la estaba mirando a ella; las lágrimas no me permitían ver bien—. Abbie... —susurró en cuanto se dio cuenta de que estaba llorando.
Hipé y, sin pensarlo dos veces, me levanté corriendo y abracé a mi mejor amiga.
Fue lo primero que se sintió bien desde que me desperté en la camilla del hospital.
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¡HOLA HOLAAAAAA!
Sois todos oficialmente bienvenidos a la segunda y muy esperada y trabajada parte de Jugando a contar mentiras: El precio de la verdad!!!!!
Primero de todo quiero, como algunos ya podréis adivinar, PEDIR PERDÓN. Prometí que empezaría a subirla a principios de año, pero el final de la carrera se complicó más de lo que creía. Lo bueno se hace esperar, dicen ^^
¡ABBIE Y CHRIS HAN VUELTO! Pero de qué manera, eh... Y creer que JACM se quedó con ese final!!!! Abbie está destrozada, como habréis podido comprobar. Y... ¡OS ENGAÑÉ! Chris no ha muerto, tranquilos JAJAJJAJA no podría haceros eso, ni a vosotros ni a mí. Creo que antes prefiero morir yo.
¡A los nuevos lectores que habéis venido por la promo que hice en TikTok! Bienvenidos y muchas gracias por darle una oportunidad a esta historia!!! A los viejos lectores, gracias por vuestra paciencia, sois los mejores <3
Así, espero que os haya gustado el primer capítulo y espero que consigáis aguantar hasta el domingo que viene, día programado para subir capítulo TODAS las semanas. Decidme, ¿qué os ha parecido el capítulo? ¿Cómo creéis que va a evolucionar la historia?
Como siempre, os animo a votar, a comentar, y a compartir la novela con los amigos y la familia, porque ya sabéis lo que dicen: "compartir es vivir". Y de paso, echadle un vistazo a mi cuenta en Tiktok, quizá encontréis algo interesante por allí. Mi usuario es el mismo que aquí!!!!
Muchos besazos,
Elsa <3
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