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|| Capítulo 27 ||

(Se recomienda leer el capítulo con No Hay Nadie Más de Sebastián Yatra)

Ya era el día de la marcha, ayer por la noche cuando fui a trabajar al Hotel Street, pregunté si podía tener el día libre de hoy, ya que iría a la marcha. A mi jefe no le gustó la idea, pero le dije que podría trabajar horas extra y de esa forma aceptó. De esta manera, fuimos a la mañana temprano con les demás a comprar las banderas correspondientes a cada une.

Al llegar a la tienda, había muchas cosas de la comunidad y la bandera que nos generalizaba, había tazas, peluches, joyas, remeras, pantalones, buzos, gorras, lentes de sol y zapatillas.

Jason compró la bandera bisexual y una remera que decía "STOP HOMOFOBIA" con dos manos rompiendo unas esposas, Yaik se compró la bandera pansexual y un gorro con el símbolo de la paz pintado con los colores de la comunidad.

Mayik no estaba muy animade con ir a la marcha, porque temía que algo nos sucediera, pero le dije que teníamos un protocolo y que todo estaría bien. Por petición de Klex, se compró la bandera no binaria y un brazalete de la bandera agénero, con las cuales se sentía más representade. En cambio Klex estaba tan emocionado, que se compró una gorra con la bandera arromántica, la bandera con todos los colores, un barasalate con la bandera gay, una remera de color negra con manchas de pintura con los colores de la bandera general y un collar de perlas que vio en la tienda.

Sheila miraba todo con curiosidad, como siempre y estaba algo indecisa.

—¿Crees qué debería llevar la bandera general? —preguntó dudosa.

—¿Por qué no la llevarías? ¿No te sientes cómoda?

—No es eso, es solo que todos tienen algo que los defina y yo no, se siente extraño, ¿sabes?

Me acerqué a ella y rodeé su cintura con mis brazos.

—Entiendo y sabes que estaré para apoyarte, eres mi novia, te amo y eso no cambiará solo porque no te identifiques con algún color o símbolo, ¿si? —sonrió de lado.

—Lo sé y agradezco tu apoyo, es solo que a veces me siento muy diferente al no tener algo que me represente.

—No necesitas tener un símbolo que te defina, solo necesitas ser tú misma y eso será suficiente para que te represente —la alenté, para que no se sintiera fuera de lugar.

Realmente ninguna persona necesita de algo que la represente, solo es una costumbre social. Nos apegamos a cualquier objeto como si nos fuera a salvar la vida en un momento de riesgo, pero no es así.

Los objetos no tienen poder alguno, sí significados, pero no poderes como tales.

—Tal vez tengas razón, solo necesito ser yo misma —sonrió de lado.

A pesar de la emoción y todo lo demás, Sheila prefirió no comprarse nada e ir a la marcha como ella misma.

Cuando llegamos a casa compramos toda la comida necesaria que podríamos necesitar en la marcha, ya que duraría hasta la noche. Sheila se puso una musculosa y una camisa cuadriculada de color rojo, junto a unos jeans y zapatillas Converse.

Realmente había una sonrisa que no se borraba de su rostro, sería nuestra primera marcha para luchar por nuestros derechos y sería nuestra primera marcha como pareja.

Era un evento importante por tantas razones, pero solo quería compartir esta victoria con ella y con nadie más. Sheila era aquella estrella que incluso en la noche más oscura podía brillar sin importar el ambiente y creo que eso es lo que más amaba de ella.

—¿Qué sucede? ¿Tengo algo en la cara?

—No —sonreí y me acerqué a ella, corrí un mechón de su rubio cabello y lo coloqué detrás de su oreja—. Solo estaba admirando a mi estrella feliz.

Sonrió con timidez, como si no nos conociéramos íntima y emocionalmente.

—¿No deberías concentrarte en la marcha en vez de mí?

Deslicé mi dedo pulgar por su mejilla, hasta que llegó al mentón. Me acerqué a darle un tierno beso y ambas sonreímos.

—Prefiero concentrarme en ti, porque admirarte es tan natural como respirar.

Soltó una pequeña risita tierna y de su bolso de maquillaje tomó un delineador de color negro, le quitó la tapa y la dejó sobre el escritorio.

Se sentó encima mío, con una pierna a cada lado, cerré los ojos y comencé a acariciar sus muslos.

Sentía su aliento chocar contra mi rostro, sentía su corazón latir rápidamente y como su mano temblaba ligeramente.

—Si me acaricias así no voy a poder maquillarte para la marcha.

—Podríamos quedarnos en nuestro pequeño mundo —abrí los ojos y ella sonrió de lado.

—Es importante ir y lo sabes.

—Lo sé, pero quiero hacerte feliz y cumplir todos tus deseos y si quieres que nos quedemos...

—Quiero que vayamos a la marcha y le demostremos al mundo que no le tememos a nada ni a nadie, solo a Dios —besó mi frente y miró mis manos que la acariciaban—. Creo que puedo sobrevivir a tus caricias mientras te maquillo —bromeó.

—Veremos si sales victoria de esta ardua batalla —le guiñé el ojo y con su mano delicada tomó mi mentón para que no me moviera.

Cerré los ojos nuevamente y en poco segundos sentí como el pincel estaba sobre mis párpados. Lo dezlizó lentamente y luego de que termino de usarlo, sentí como tomaba un poco de sombra de color violeta, morado y un poco e magenta suave, para hacer un degradé de esos colores.

Claramente se notaba quien tenía habilidad en el maquillaje y quién no. Si tuviéramos una hija, ella estaría en buenas manos si se quisiera maquillar, porque lo más probable es que si fuera por mí, quedaría como un payaso.

La verdad el arte no es lo mío.

Sheila le dedicaba todo su tiempo a todo aquello que le gustara, aunque no le apasionara, lo hacía porque era feliz y para ella eso era suficiente. En cambio para mí, si no te apasiona algo, no deberías hacerlo solo porque a los demás les gusta o les es más fácil.

Sé que es demasiado pronto, pero me gustaría sorprenderla el fin de semana con una cena esencial para celebrar que todo pudo florecer, pese a que la tormenta quería seguir en nuestras vidas, la luz ganó.

Quería que ella tuviera una sorpresa que no pudiera imaginar, así qué quería hablar con mi jefe para saber si podría recomendarme un lugar que sea al aire libre, con música y una buena comida.

Sheila se merecía desde un grano de arena, hasta el universo entero y quería darle todo eso y más.

|| ꧁෴ ਬੇ - ਓ ෴꧂ ||

Al llegar a la marcha, les chiques y nosotras nos reunimos con Alex y Mick, elles nos presentaron a los representantes de cada organización y equipo que nos brindó su ayuda en esta marcha.

Había centenares de personas, la mayoría con carteles en contra de la homofobia, a favor de la igualdad de derechos, de la igualdad de género y había muchos puestos de personas que vendían objetos y ropa con todas las banderas de la comunidad.

Los organizadores que nos presentaron dieron su pésame por la muerte de mi hermana y por la de mi madre, porque al parecer últimamente el caso de un hombre que pertenecía a una escuela, una sección de educación y libertad, había asesinado a su esposa y a su hija, mientras que su hija mejor, a parte de lesbiana, había sobrevivido.

Ese caso llegó a todos los países, a todos los canales de televisión y era comentado desde los que estaban a mi favor, hasta los que estaban en contra.

Nos dijeron que nadie podía entender cómo había sobrevivido a tantos maltratos, a tanta humillación y dolor. No supe qué responder y simplemente dije que no tenía otra opción.

De pequeña creía que si me suicidaba podía arreglarlo todo, ¿pero realmente sería así? Me gustaba vivir, me gustaba comer, hacer tonterías y reírme con mi hermana, pero luego de su muerte no podía hacer nada de eso y varias veces pensé en suicidarme, pero nunca tuve el valor de pasar un cuchillo sobre mis venas.

Creía que era una salida cobarde y que eso no resolvería nada. Lo único que hice fue soportar aquella realidad con la que lidié día a día.

Sheila me tomó de la mano y empezó a acariciarla cuando notó que estaba un poco tensa debido a lo que estábamos hablando.

—Aún no comprendo cómo es que tuviste fuerza, es decir, yo hubiera muerto a la primera bofetada —comentó Alex.

—Creo que fue Dios, él me protegió porque tenía un propósito y porqué... —no pude terminar la frase, debido a qué entre las millones de personas que había en la plaza, recomnocí aquellos ojos y cabello negro—. Con permiso, iré a respirar un poco —mentí.

Sheila pareció verlo y se quedó con ambes, mientras yo pasaba entre las personas, tratando de confiar si él había venido a la marcha de hoy o solo era una alucinación mía.

Cuando estuvimos frente a frente, Meison se tensó, hizo de sus manos unos puños. En sus ojos había tristeza, pero a la vez, un brillo que nunca antes había visto. Lentamente se acercó a mí y suspiró.

—Sé que debes pensar que soy un hipócrita y un mal nacido, no te culpo, pero vine para saber si podía marchar a tu lado y al de tus amigos —hizo una pausa—. Sé que no me creerás, pero que me dieras esa golpiza no fue tan malo como creíste.

—¿Por qué no lo fue? Yo te quería muerto por haberme ocultado semejante verdad durante tantos años.

—Justamente por eso, tú pudiste morir a manos de tu padre, a manos de la homofobia que sufriste todos los días de tu vida, sin haber sabido la verdad. Cuando me golpeaste, me di cuenta del error que cometí, no fue solo un error de un adolescente asustado, sino de un adulto que temía ser como tú y aunque todavía sigo aterrado por aceptarme, creo que venir a la marcha es un buen comienzo.

—¿Vienes por eso o por qué fuiste parte de lo que sucedió con mi hermana? —me crucé de brazos.

—Por ambas cosas, sé que no confías en mí, que me odias y estás en tu derecho, solo te pido que me dejes acompañarte en la lucha de hoy y quiero que sepas que cuentas conmigo para lo que necesites.

—¿Por qué te creería? Siempre te saliste con la tuya, siempre huiste, te guardaste la verdad, como en la secundaria, como en el asesinato y ¿ahora me pides que confíe en ti?

—Así suena peor.

—Es que es así, Meison. No puedes llegar un día y decidir que quieres apoyarme y mucho menos puedes esperar a que yo te perdone después de todo.

—Lo sé, por eso la oficial que estaba contigo vino para asegurar que yo no haría nada contra ti.

—¿Emma? —pregunté sorprendida.

—Dijo que buscaría a tu novia, pero me pidió que no hiciera nada malo o me arrestaría.

Si Emma había venido, entonces podría dejar que Meison estuviera con nosotres, aunque su presencia me desagradara.

A veces quería tener la valentía de Sheila para poder perdonar a malas personas que no deberían ser perdonadas, pero ella podía hacerlo, yo no, porque si una vez alguien te hace daño, ¿qué te asegura que no lo hará de nuevo? Hay excepciones, pero Meison no es una de ellas.

De mala manera acepté y lo llevé con les demás, que le estaban explicando a Emma como sería la jornada de hoy.

—Me alegra que hayas venido, Emma, te gustará la marcha —la alentó la rubia.

—¿Por qué viniste? Esto no suele ser lo tuyo y dudo que hayas venido por Meison —cuestioné dudosamente.

—Solo vine para que ningune de ustedes tuviera un problema, ¿Quién mejor qué yo para ayudarlos?

—Uy, llegó la arrogante —bromeó Jason.

—No me provoques, niño, te aseguro que puedo arrestarte.

—¿Bajo qué delito? ¿Hacer una simple broma?

Ambos comenzaron a discutir de manera sana, como si fueran amigos de toda la vida, como si Emma y yo nunca hubiéramos tenido un amor y lo más sorprendente de todo, es que Sheila aceptaba que Emma formara parte de nuestro grupo.

Meison comenzó a platicar con un chico que chocó con él y mojó toda su remera. Él estaba demasiado nervioso y no dejaba de tocarse el cabello, pero al verlo tan feliz, creí que sería mejor dejarlo solo.

—¿Cómo lo haces? —le pregunté a mi novia y ella me miró extrañada.

—¿Hacer qué?

—Perdonarlos, yo no lo consigo.

—Perdonar es difícil, pero piensa que tener toda esa amargura solo te perjudica a ti y si realmente la persona se arrepiente, ¿por qué no perdonarla?

—Porque podría volver a fallarme.

—Somos humanos, amor, llenos de fallas y lo único que podemos hacer es aprender de nuestros errores y corregirnos, por desgracia no todos piensan así.

—Tal vez tengas razón.

Unos minutos después de nuestra plática, comenzaron a hablar con los megáfonos, para que todes aquí pudieran escucharnos. Mick me pidió que dijera unas palabras y dudosa, me animé a tomar el megáfono y decir algunas palabras.

—¡Sé que todes o la mayoría que estamos aquí presentes ha sufrido la homofobia, ya sea por sus familiares, amigues o compañeres! ¡Por eso mismo luchamos, para que las futuras generaciones puedan decir que son libres sin miedo algunos! ¡Para que ninguna otra familia tenga que ser invadida por la homofobia! —hice una pausa—. ¡Hoy estamos aquí para que lo qué sucedió con mi hermana, mi madre, a mi novia y a mis amigues no le suceda a nadie más! ¡SI NADIE LUCHA POR LA LIBERTAD, NOSOTRES TENEMOS QUE HACERLO, SIN CAMBIO ALGUNO, NO HAY LIBERTAD Y EVOLUCIÓN! —al finalizar, todes comenzaron a aplaudir y entre la multitud, noté aquella cabellera rubia, aquellos ojos verdes y aquella sonrisa que podría reconocer incluso en las tinieblas.

No sé si era porque lo que dije le gustó o si fue para darme confianza o porque era mi novia, pero hizo un corazón con sus manos, mientras nuestres amigues aplaudían y levantaban algunos carteles y sus respectivas banderas.

Regresé con mi novia, nuestres amigues, Emma y Meison, mientras los organizadores comenzaban a decir que tuviéramos cuidado y el protocolo de seguridad.

Comenzamos a marchar hacia el centro de la ciudad, mientras todes gritaban, ponían en alto sus carteles o sus banderas. Yo solo podía sonreír, porque sabía que de alguna manera, Emily estaba conmigo en un momento como este, podía sentirlo en mi corazón.

Estaba feliz, tenía una novia maravillosa, unos amigues increíbles y ahora Emma quería hacer las paces con nuestro pasado y estábamos felices por eso.

Sheila y yo al fin éramos libres, al fin podíamos asumir nuestra relación públicamente, sin miedo a lo que hicieran los demás, sin temor a las amenazas o a las miradas. Por primera vez, nos sentíamos libres.

Mientras platicábamos con Emma sobre lo que dije, sentí un nudo en el estómago. Eso hizo que me detuviera, porque me había parecido extraño sentirme mal, si no estaba nerviosa ni nada por el estilo, cuando de repente observé una figura se asomó entre tantos colores que había a mi alrededor.

Entrecerré los ojos para tratar de saber quien era, pero fue demasiado tarde.

En un parpadeo, el cuerpo de Sheila cayó sobre el mío, la tomé en mis brazos, mientras todos los sonidos a mi alrededor se hacían nulos. Todo estaba borroso, mis manos estaban llenas de rojo, pero en sus ojos verdes, aún había serenidad, aún había paz.

Mi corazón comenzó a latir rápidamente, mi vista se nubló, mis manos temblaban y cuando traté de detener la sangre, ella apartó mi mano de su herida.

—¡Estás sangrando! ¡Déjame ayudarte! —supliqué con los ojos cristalizados.

—No...

—¡NO PUEDO DEJAR QUE MUERAS! ¡DÉJAME AYUDARTE! —grité entre lágrimas, mientras sentía que el corazón se me iba a salir.

—Sigue confiando... en Dios... —cerró los ojos debido al dolor que le ocacionaba la bala en su pecho—. Te amo y siempre... siempre... amaré a esa niña... —dijo con dificultad—, que me consoló... incluso cuando su vida era un caos...

—¡No! ¡No quiero que te vayas! —tomé sus manos heladas y ella sonrió de lado.

—Sé feliz... sé alegre... sé la chica que conocí... porque yo jamás... te abandonaré...

Entonces sus párpados se cerraron lentamente, mientras el brillo de sus ojos se desvanecía, mientras su corazón dejaba de latir, mientras mi luz se iba con ella. El mundo volvió a oscurecerse, volvió a teñirse de color negro y gris, volvió a haber miedo, volvió a haber pánico, volvió el caos.

Aquella estrella fugaz que alumbraba mis tinieblas, se había ido y con ella, se había llevado mi brillo.

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