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|| Capítulo 24 ||

(Se recomienda leer el capítulo con Visiting Hours de Ed Sheran)

Siempre creí que moriría y nunca se haría justicia por mi hermana, pero ahora que todo cambió, es difícil pensar que podría pasar en el futuro.

Mi objetivo fue siempre demostrar que Andrés era un asesino y por primera vez, alguien dentro del departamento de policía me creía, aunque fuera mi ex.

Aunque lo que había sucedido no era justicia como tal, me hacía dormir más tranquila, sabiendo que ya nadie atormentaría mi vida de manera persistente y maliciosa.

Estaba leyendo un PowerPoint que nuestro profesor de literatura nos había dejado, pero en los últimos minutos, no estaba leyendo, sino que tenía la mirada perdida en algún lugar del suicidio de Andrés.

Me preguntaba si realmente él nos había querido, si siempre fue esa clase de persona y salió a la luz cuando yo le dije que me gustaban las chicas. Tal vez eso salió a la luz por mi culpa o tal vez él ya era así, solo que era muy pequeña para notarlo.

De repente alguien golpeó la puerta tres veces y mi novia apareció detrás de ella con un vaso de jugo y un plato con galletas.

—Hace unas horas no comes nada, creí que te vendría bien la compañía en un momento así —entró a mi habitación, se acercó a la mesita de noche y dejó el vaso el plato sobre ella.

Se sentó enfrente de mí y me sonrió cálidamente, como siempre.

—¿Cómo estás sobrellevando esto?

Suspiré.

—Es complicado... tengo esa sensación de haber querido justicia desde hace años y ahora que él murió... —bajé la mirada.

—¿Te sientes libre?

Emily siempre me preguntaba eso cuando le comentaba sobre alguna chica linda o sobre algo de la comunidad, ella se ponía tan feliz como yo.

Esa pregunta era tan amplia, porque claro que me sentía libre comprado hace años, ¿pero a qué precio? 'Perdí a mi madre, perdí a mi hermana, mi progenitor se suicidó ahora estaba libre de cualquier carga.

Al parecer ahora tenía todo para ser libre o bueno, para estar libre de cargas, pero era tan reciente, que aún no lo creía. Pasé tantos años con amargura y dolor en mi corazón, que ahora que estaba libre de eso, olvidé cómo era ser feliz sin temer al futuro.

—Sí, ¿pero a qué costo?

Sheila se posicionó a mi lado me tomó de la mano, mientras que con su pulgar la acariciaba.

—¿Conoces la historia de José? ¿El hombre que cayó al agujero salvó a Egipto del hambre?

Negué con la cabeza.

—José tenía doce hermanos todos lo envidiaban, un día lo tiraron a un pozo profundo se lo vendieron a un mercader de esclavos, con los años José perfeccionó su escritura todos comenzaron a notar que era excelente para calcular números organizar todo, pero, tenía un don que lo llevaría a la cima; él podía interpretar sueños y un día el faraón tuvo un sueño, en donde vio siete vacas bellas siete vacas feas desnutridas, José fue llamado antes el faraón le reveló que el sueño quería decirle que habría siete años de prosperidad abundancia, pero también siete años de sequía pobreza, entonces fue elegido el gobernador de Egipto, estando por debajo solo del faraón —explicó con emoción—. Organizó toda la comida que se podía y salvó a Egipto del hambre, ¿pero a qué precio? José sufrió gran parte de la vida por el desprecio de sus hermanos, sufrió el maltrato en Egipto como un esclavo, pero él confiaba en Dios.

—Pero yo confío.

—Claro, pero no estás viendo que esto es más grande que tú y que yo.

—Pero no quiero que sea más grande que tú y yo, solo quiero que seamos nosotras dos los hijos que tendremos en el futuro, junto a dos gatos y un perro.

—A veces nuestros planes no son los planes de Dios, piensa en todo lo que has atravesado a lo largo de tu vida, piensa si es común o natural, piensa que todo lo que te sucedió y sucederá, tiene un propósito mayor que solo tu vida.

Como siempre, tenía razón, tal vez sí nada de esto hubiera pasado, nunca hubiera conocido a Sheila, tal vez sí nada de esto hubiera pasado, no habría sido tan fuerte como lo era ahora tal vez, no sería la chica indicada para Sheila.

Sin mencionar que a mi manera, estaba aportando mi granito de arena para la revolución que se avecinaba. Mi actitud frente a las adversidades de la vida siendo una chica lesbiana habían alborotado a muchas personas, así como Sheila lo hizo en la competencia.

Ojalá pudieras verme ahora, hermana, te darías cuenta de qué esa niña pequeña creció aprendió a seguir tus consejos.

—¿Sabes una cosa? —negó con la cabeza—, cada vez noto más el porqué Dios te puso en mi vida —sonrió de lado.

Estiró su brazo y me abrazó por los hombros, mientras tarareaba esa melodía tan tranquilizadora, pero a la vez, familiar.

Era increíble como solo unos simples abrazos podían cambiar mi estado emocional, como era capaz de tranquilizarme sin que yo pudiera oponer resistencia alguna, si quisiera, pero la verdad era que no, quería que ella hiciera lo que quisiera conmigo, porque sabía que siempre querría mi bien.

Quería preguntarle sobre aquella melodía, porque no tenía sentido que la conociera sin recordar de donde.

—¿Sheila, de dónde...?

Fuimos interrumpidas por el sonido de llamada del celular.

Maldecí por dentro.

Estiré mi mano y tomé mi celular. Atendí la llamada y llevé el celular a mi oreja.

—¿Qué sucede, Emma? —pregunté la rubia se sorprendió al oír su nombre.

—¿Puedes venir? Me gustaría tu ayuda en algo.

—Claro, voy para allá.

—Gracias, Thalía.

—Te dije que sin rencores, Emma, todo está bien —finalicé la llamada al ver la cara de mi novia, no pude evitar soltar una pequeña risita.

—¿Qué es tan gracioso?

—¿Por qué tienes esa cara?

—¿Desde cuándo Emma tu arreglaron las cosas?

—Es verdad, me olvidé de mencionarlo, hace unos días acordamos que todo estaba bien, yo la perdoné porque entendía que necesitaba ser fuerte, pero que eso no cambiaba nuestra situación actual de que sea solo profesional.

—¿Segura de que ella respetará eso?

Negué con la cabeza.

—Ella se me declaró y me dijo que siempre sería el amor de su vida...

Alzó las cejas sorprendida.

—¿Y tú qué le dijiste?

—Que yo podría ser el amor de su vida, pero que el amor de la mía, eres tú —sonreí de lado y ella me observó con ternura.

Acercó su rostro al mío y sus labios se fundieron con los míos en un profundo y tierno beso lleno de pasión. Posicionó su mano en mi mejilla y comenzó a acariciarla, al separarnos noté que sus mejillas estaban algo rojas.

—Ahora debo irme, amor.

—Nos vemos más tarde —sonrió de lado.

Me levanté de la cama y me dirigí hacia las escaleras, para luego bajarlas e irme por la puerta. Me subí a mi motocicleta, me puse el casco y encendí el motor, para ir rumbo a donde Emma.

Me moría de la curiosidad de qué era aquello tan urgente que noté que no me dijo por teléfono. Era evidente que algo bueno no era, pero aún así, ¿qué podía ser peor a todo lo que viví?

Al llegar a la estación de policía, dejé mi motocicleta a un lado y al bajarme fui corriendo a su oficina. Golpeé tres veces la puerta y al abrirla, se hizo a un lado, invitándome a pasar. Dejé el casco sobre la silla y observé que había miles de papeles en su escritorio.

Oí que cerró la puerta con cerrojo y eso me erizó la piel.

—Es necesario que nadie nos interrumpa porque esto me huele muy mal —comentó.

Seguí observando los papeles y carpetas, hasta que me detuve en una que llevaba el nombre de mi hermana. Fruncí el ceño, tomé la carpeta en mis manos, mientras estas temblaban al saber que lo que sea que hubiera dentro, sería revivir ese horrible día nuevamente.

Temerosa, luchando contra mis pensamientos que me rogaban que no lo hiciera, abrí la carpeta y allí estaba la ficha de datos de Emily, junto a una fotografía suya.

Su cabello castaño rubio, sus ojos color avellana brillaban de una manera tan especial, que hasta había olvidado que un día brillaron. Sonreí de lado al recordar su rostro, porque la última vez que lo había visto, sus labios estaban congelados, estaban azules, su cuerpo parecía de piedra, mientras que su cabello estaba mojado y con nieve.

En la ficha de datos estaba todo lo necesario que debían saber de ella, pasé de página y la siguiente fotografía me dejó sin palabras.

—No lo veas, no estás acostumbrada a ese tipo de sensibilidad —dijo tratando de evitarlo, pero hice oídos sordos a su petición.

En la fotografía se mostraba su cuerpo luego de la autopsia, estaba desnudo, con marcas de agresión en los brazos, moretones por todos lados, marcas de golpes con la mano, lo noté porque el tamaño coincidía con la mano de Andrés

Mis piernas comenzaron a temblar, todo a mi alrededor se sentía frío, oscuro y a la vez sentía que la oficina se movía, se achicaba y se agrandaba. Recordé los fríos ojos de mi hermana, el brillo que ella un día había tenido se desvaneció con aquella expresión de pánico, aquel brillo que me hacía tener esperanza, se había ido al tocar esa agua gélida.

Sentí como un escalofrío recorrió mi cuerpo.

Mis manos soltaron la carpeta y sentí como unos brazos me sostuvieron por detrás. Parpadeé varias veces, notando así que Emma me sostenía. Me sentó en la silla y me ofreció un vaso de agua.

—No digas te lo dije...

—Iba a decir que esto es muy fuerte para ti, no solo estás viendo un cadáver, sino que es tu hermana y es normal este tipo de reacción.

—¿Cómo lo haces?

—¿Cómo hago qué? —preguntó confundida.

—No dejarte llevar por tu corazón —aclaré.

—Porque yo perdí mi corazón cuando te perdí, desde entonces ya nada más importa —respondió con un nudo en la garganta.

Pasé mi mano por mi cabello, ignorando su comentario y traté de digerir aquella imagen horrible.

¿Cómo era posible que no supiera que Andrés había herido a Emily? Recuerdo que el día anterior todo había ido con normalidad, sorpresivamente, mamá estaba cocinando, papá viendo la televisión y nosotras hablábamos sobre cómo sería nuestra vida cuando fuéramos grandes.

Emily soñaba con ser bailarina, aunque nunca hizo ballet, por las marcas que Andres le dejaba, pero amaba la delicadeza, la paciencia, el equilibrio y todo lo que tuviera que ver con bailar algo tan suavemente.

Mientras que yo soñaba con irme lejos de aquí, en mi motocicleta y encontrar una bella mujer, casarnos y tener hijos, así podía enseñarles que la vida podía ser muy bella, porque estaría paa ellos siempre.

Ambos sueños se congelaron en aquel lago y aunque aún podía cumplir ese sueño, ya no tenía tanto sentido sin mi hermana.

Escapar de aquí ya no era una opción, pero la sensación que había tenido por años de querer suicidarme para poder estar con ella, no se había ido, a pesar de todo. Quería estar con ella, quería morir junto con ella y vagar en la eternidad, pero no podía hacerlo, ahora tenía a una nueva familia y aunque duela, ellos son mi sostén para no cometer cualquier locura.

—¿Para qué me llamaste? —pregunté sin ganas de saber la respuesta.

—Tengo motivos de sobra para pensar que siempre tuviste razón y el asesinato de tu hermana estaba planeado por Andrés, por eso se suicidó.

—¿Qué pruebas tienes?

—Cuando sucedió el asesinato alguien llamó anónimamente y declaró que le había comprado drogas a tu padre, quiero que investiguemos si son las mismas drogas que usó en tu madre.

—¿Qué dices? Mi madre se quedó descansando, no quería venir con nosotros.

—No creo que se haya quedado descansando, tu padre debió haberle dado algo que la hizo dormir, asumo que son drogas.

—¿Entonces ahora trabajaremos juntas?

—Sí, te necesito a mi lado en esto.

|| ꧁෴ ਬੇ - ਓ ෴꧂ ||

Saber algo relacionado con aquel día era terrible, pero bueno a la vez. Al parecer a pesar de los años que habían transcurrido, ese dolor no cambió, claro que disminuyó, pero jamás se fue, ni se irá.

A veces sentía esa nostalgia de que hubiera pasado si ella hubiera sobrevivido, me gustaría saber si hubiéramos tenido las típicas peleas de adolescentes, tal vez nos hubiéramos ido a vivir juntas, lejos de ese infierno que se llamaba hogar.

Recordar sus ojos llenos de pánico, terror, mientras mi corazón se aceleraba cada vez más fuerte, era algo con lo que tendría que aprender a vivir durante toda mi vida y no estaba lista para tal dolor.

De vez en cuando me preguntaba ¿por qué yo había sobrevivido? ¿Por qué no fue mi corazón el que se congeló por completo? ¿Qué tenía yo de especial que mi hermana no tenía? Nada, ella era mucho mejor persona que yo, ella merecía haber vivido su vida normal.

A Emily le gustaba ver las estrellas cuando Andrés no estaba despierto, lo cual sucedía de vez en cuando, pero cuando las veíamos, ella me decía que siempre debía confiar en que Dios tenía un plan para nosotros, aunque no lo sepamos.

¿Pero cuál era ese plan? ¿Solo conocer a Sheila? No es poco, para mi es demasiado que alguien como ella me ame, ¿pero Dios no habría hecho todo esto por una sola persona? ¿O sí? Es decir, siento algo dentro de mí que me dice que hay algo mucho mayor, ¿pero qué más podría querer? Tengo una familia que siempre está a mi lado, ¿qué más necesitaba en mi vida?

Estábamos en el auto de Emma, ella observaba por la ventana, mientras con la mirada buscaba a nuestro sospechoso, el que hizo aquella llamada anónima hace años. De vez en cuando, la peli marrón se giraba a verme, porque era obvio que mi rostro me delataba, como siempre.

El día nublado hacía que se sintiera todo aún peor, solo faltaba alguna canción que describa lo que siento.

Creo que nunca dejaré de preguntarme por qué tuvo que ser así, aunque tenga lógica, sigo sin comprenderlo del todo. Me gustaría al menos saber que piensa Emily de todo esto, porque a veces me siento tan perdida, que ya ni siquiera sabía si estaba haciendo lo correcto.

—¿Sabes a quién buscamos? —preguntó sacándome de mis pensamientos.

—No, no me has dicho.

—Claro que sí, no me has escuchado.

—Lo siento, no estoy bien —confesé.

—¿Quieres hablar?

Suspiré, porque sabía que abrirle mi corazón a ella era riesgoso, pero realmente necesitaba a alguien con quien desahogarme.

—Si encontramos a ese hombre y nos dice la verdad, ¿qué sucederá? Me refiero a que... ¿Qué pasará? ¿Qué cambiará si descubrimos algo más? Andrés murió y no hay nadie a quien condenar y esto es demasiado para mí.

—¿Demasiado para la chica que vivió por años con el maltrato de su padre, demasiado para la chica que sobrevivió emocionalmente a la muerte de su hermana? ¿Demasiado para la mujer que logró ser feliz pese a todo? —sonrió de lado—. No lo creo, solo tienes miedo y estás asustada, dejas que eso te controle por el pánico a un nuevo temor, pero para hoy en la noche ya tendrás más paz que en todos estos años —apoyó su mano en mi hombro y lo acarició lentamente, dándome ánimo.

Tal vez las cosas entre nosotras no terminaron de la mejor manera, pero cuando estábamos juntas, era yo quien la consolaba cuando tenía dudas sobre quién era, al parecer ahora era al revés.

—Gracias, fue bueno oírlo —agradecí con una sonrisa forzada.

—Recuerdo que en la secundaria tú me consolabas mucho cuando tenía miedo sobre algo, hasta era gracioso porque me preocupaban cosas aún no resuelvo.

—Un día lo harás, cuando encuentres a alguien.

—Sí, no estoy segura de eso, pero tú siempre fuiste buena para consolar o al menos lo hacías de corazón.

—Recuerdo una vez cuando tenía siete años, consolé a una niña que lloraba incansablemente en los baños, creo que fue allí que me di cuenta que realmente me gustaban las chicas —sonreí de lado.

Había salido de clase para ir al baño, porque Emily me había llenado de pintura toda la cara y le había parecido gracioso, pero lo más gracioso fue cuando le tiré jugo de manzana en el cabello. Ambas reímos, pero claro que la profesora se había molestado mucho.

Al llegar al baño oí un leve quejido de dolor, al observar mejor el entorno, noté que todas las puertas de los cubículos estaban abiertas, menos una. La que estaba en el medio estaba cerrada y al parecer ese sonido de lágrimas provenía de allí.

Me acerqué lentamente, esperando que aquella chica se diera cuenta de mi presencia. Al no notarla, golpeé tres veces la puerta y ella dejó de llorar.

—No sé quien eres, pero te escuché llorar y me preocupé, ¿qué tienes? —pregunté al otro lado de la puerta.

—Nada, solo déjame.

—Mi hermana dice que es mejor que alguien te acompañe en tus desgracias que estar solo, así me quedaré aquí hasta que salgas —me senté en el suelo y apoyé mi espalda contra la pared.

Estuvimos en silencio durante unos minutos que parecieron eternos y cuando salió del cubículo me comentó que lloraba porque había peleado con su hermano, porque él quería irse de vacaciones a Miami, pero ella quería ir a París. Al parecer ambos se dijeron cosas feas y hace un día no se hablaban.

Le dije que todo estaría bien, porque los hermanos están para eso, pelear por cosas absurdas y jugar, ella sonrió de lado y podría jurar que tenía la sonrisa más brillante del mundo.

Lastimosamente nunca más volví a ver a esa chica y aunque traté de saber quien era, nunca me fue posible averiguar su nombre o donde vivía.

—¿A tan temprana edad?

—No hay edad para saber quien eres en verdad.

Abrió la boca para decir algo, pero algo de la calle de enfrente desvió su atención e inmediatamente tomó su placa y abrió la puerta del auto. Hice lo mismo y al notar que se acercaba a un chico de cabello negro, noté que era Meison, mi compañero de la secundaria, aquel que me dejó un fuerte trauma que aún trataba,

|| ꧁෴ ਬੇ - ਓ ෴꧂ ||

Gentilmente el pelinegro nos invitó a su casa de lujo, donde tenía sirvientes y amas de casa que limpiaban todo por él, ya que siempre estaba ocupado entrenando. Le pidió a sus sirvientes y a las amas de casa que se fueran y que volvieran en dos horas.

Emma miraba con toda la atención del mundo. Los cuadros que había en las paredes y en los muebles, me hizo pensar que él tuvo todo lo que siempre quise y aún así decidió ser una mala persona y causar el mal.

Nunca entendería por qué existen personas que lo tienen todo y son tan crueles, que hasta parece mentira.

Meison nos invitó a sentarnos en el sofá y él se sentó enfrente de nosotras.

—Siempre supe que este día llegaría —comentó.

—¿Cómo sabes a qué venimos? —pregunté frunciendo el ceño.

—Porque siempre supe que descubrirías la verdad sobre tu hermana y por desgracia soy parte de eso.

Me levanté abruptamente del sofá y me acerqué a él, porque sabía que perdería el control, porque tuvo la verdad durante tanto tiempo y lo ocultó.

—La llamada anónima que alertó a la policía del accidente de tu hermana fue la voz de un niño, diría que un adolescente —comentó Emma—. Mi padre rastreó la llamada en ese entonces y me dijo que provenía del mismo parque en donde estaban tú y Emily, curiosamente al revisar las cámaras de seguridad de aquel año, encontré que ese niño se parecía demasiado al famoso Meison Klif —finalizó su explicación.

La ira corría por mis venas, porque el saber que pude saber la verdad mucho antes de esto, era algo que me volvía loca, porque habría tenido paz y sobre todo, Andrés había sido condenado y no se habría escapado con la suya.

Estaría en paz desde hace mucho tiempo y todo por la cobardía de un maldito gusano que no sabía qué más hacerme para destrozarme.

No medí mi fuerza, tomé a Meison del cuello de su camisa y lo empujé hacia la pared con brusquedad. Él no intentó defenderse y cuando Emma se acercó a detenerme, el pelinegro levantó su mano, en señal de que estaba bien.

—Yo... yo lo merezco... —dijo desde el suelo.

Se levantó lentamente, sin acomodar su camisa o su cabello, ahora desordenado y simplemente me miró a los ojos con tristeza.

—Luego de haberte hecho eso, me sentí tan culpable, que fui hasta tu casa, pero encontré a tu padre en el parque y pensé si acercarme o no, cuando quise hacerlo, oí una conversación de tu padre con alguien, ambos hablaban por celular y él decía que había drogado a tu madre y que el plan iba en marcha, luego Emily cayó el lago y preferí esconderme entre los arbustos, me asusté tanto que llamé a una ambulancia, porque sentía que me estaba por dar un ataque al corazón, pero no fue así... —confesó.

—¡¿Ósea que la policía solo llegó por un maldito niño que se creía mejor que todos y no por mi hermana?! ¡Ojalá te hubieran dejado morir, mal nacido!

—Luego de esa llamada, llamé a la policía para que rescataran a tu hermana, no sabía qué hacer y entonces hui, la policía nunca me encontró, creyeron que era un simple niño y tuve ventaja.

Entonces yo tuve razón desde siempre, Andrés drogó a mi madre y planeó el asesinato de Emily, porqué así tendría poder total sobre mí y hacerme aún más daño. Tuve razón... Andrés nunca pagó por lo que hizo y ahora ya no podía hacer nada.

Mi corazón se rompió en pedazos cuando entendí que él nunca nos había amado realmente, solo nos había destruido la vida. Por su culpa perdí el derecho a lo único que quería, tener una familia, porque ahora había formado una, pero al parecer el costo de eso fue muy alto.

Las lágrimas comenzaron a salir de mis ojos, mis piernas comenzaron a temblar con tanta fuerza, que sentí como caí de rodillas al suelo sin poder creer lo que había oído.

Emma me abrazó por detrás y aunque no quería que lo hiciera, no tenía fuerzas para decirle que se apartara.

—Lo lamento, Thal, lo lamento... —susurró en mi oído—. Eras solo una niña y no lo merecías...

¿Y eso qué importaba? La vida no te pregunta si lo quieres o no, simplemente las cosas suceden, por más que las merezcas o no.

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