|| Capítulo 22 ||
(Se recomienda leer el capítulo con What Was I Made For de Billie Eilish)
Los días pasaron y les tres entrenamos día y noche para poder ganar en la competencia. Entrenamos luego de cada día después clases, mientras Ryan nos observaba todo el tiempo, como si fuéramos un reality show.
Llegaba a ser demasiado molesto, pero sabíamos que Emma no haría nada y la universidad mucho menos, siempre lo protegerían y nosotras no podíamos hacer nada. Era inútil.
En cuanto a el contacto que Sheila tenía con les que querían hablar conmigo, acordamos que luego de la competencia les daríamos una fecha estimada, cuando ya estuviéramos libre de tareas y de presiones.
Cuando llegó el día de la competencia, nosotras estábamos muy nerviosas, sabíamos que éramos nuevas, pero oímos rumores sobre que nuestros rivales también eran muy buenos, incluso nunca habían perdido una competencia.
Con una imagen tan impecable como esa, creímos que lo más probable era perder, por eso estábamos muriéndonos de los nervios.
Llegamos al club, bajamos del auto y los padres de Sheila dijeron que irían a buscar un lugar en primera fila y le guardarían un lugar a la madre de Mayik, mientras que Jason iría a comprar una bebida, para tomar algo antes de entrar.
Nos dimos la vuelta y notamos que nuestros rivales hablaban entre ellos, como si estuvieran planeando algo malo, pero preferí no decir nada, no quería preocupar a mi novia en vano. Probablemente sería solo impresión mía y no quería arruinar este día tan importante para Sheila.
Ella había esperado mucho por esto y me encantaba ver el esfuerzo y su dedicación en ello.
De repente Mayik y Klex se nos acercaron con una sonrisa en sus labios.
—¿Nerviosas?
—Ni lo digas, Klex, siento que mi corazón va a salir de mi pecho en cualquier momento —respondió la rubia.
—Son buenos, ¿y qué? Nosotres somos mejores.
Sheila elevó una ceja con una sonrisa de lado.
—¿Acaso estás celosa porque ya no eres la mejor?
—¿Yo? ¿Estás loca? Nadie es mejor que yo en crol y pecho, no me dejaré intimidar por unos don nadie.
—Unos don nadie que nunca perdieron ninguna competencia —me recordó.
—Nunca perdí, siempre gané —aclaré.
—Ya entendimos, amor, eres buena y fingiremos que no te importa que sean tan buenos —dejó un beso cálido en mi cabeza.
Sí, definitivamente ese pequeño beso podía calmarme un poco.
El cariño que ella me daba era demasiado sincero, sin esperar nada a cambio y eso es lo que más amaba de mi novia, siempre que tenía la oportunidad, me demostraba su cariño frente a los demás. De a poco su miedo a causa de la sociedad estaba disminuyendo, pero claro que aún quedaba un largo camino por delante.
Un grupo de tres chicos se detuvieron cerca de nosotres y uno de ellos se me quedó mirando fijamente, mientras acariciaba la mano de mi novia. Fruncí el ceño, esperando a que se acercara y nos dijera algo, pero mientras más lo miraba, más me daba cuenta que ese rostro se me hacía familiar.
Cabello negro desordenado, perfil recto, ojos verdes y labios rosados... Por un breve instante me dio un escalofrío por todo el cuerpo y la piel se me erizó al pensar que podría ser él.
Traté de olvidarme de eso, porque era probable que solo fuera impresión mía.
—¿Conocen a Meison Klif? —preguntó el pelinegro.
—No, ¿Quién es? —
Al oír su nombre, el escalofrío volvió a invadirme y sentí como si todo se oscureciera, el lugar cada vez se hacía más pequeño, las personas caminando a nuestro alrededor me estaban poniendo muy nerviosa, mientros esos ojos verdes que hacía años no veía, no dejaban de observarme como si fuera la vieja presa que fui un día.
Sentí aquellas manos tocándome la cintura, sentí como su voz se repetía en mi cabeza una y otra vez. Sentí un nudo en la garganta y un dolor en mi cabeza, como si hubiera sido provocado con tan solo verlo.
Solté la mano de Sheila y me alejé de elles mientras seguían conversando. Pasé por al lado de Meison y cerré los ojos fuertemente, mientras mi corazón latía fuertemente al recordar aquella horrible experiencia.
Traté de ignorar las voces de los demás, traté de convencerme de que fue solo una mala experiencia, pero no podía engañar a mi mente con mis propios recuerdos y traumas.
Emily se había sacrificado por culpa de monstruos como esos, ella había sido castigada por apoyarme y cuanto más trataba de seguir su consejo, Dios siempre me recordaba que el pasado nunca se iría de mi vida.
Corrí hacia los baños, mientras solo era capaz de oír como mi corazón latía con fuerza y las fuertes pisadas de mis zapatillas. Mientras que todo lo demás, el murmullo, las voces, los ruidos externos, se volvieron nulos ante mi cerebro.
Empujé la puerta del baño y al entrar noté que no había nadie, ya que era demasiado temprano.
Apoyé las palmas de mis manos sobre el borde del lavabo de mármol y me miré al espejo, convenciendome mentalmente que podía con esto. Había podido con el suicidio de mi madre, la muerte de mi hermana y con Andrés, tenía que poder con esto.
Había sido tan valiente en tantas cosas, pero cuando realmente necesitaba serlo, huía.
Siempre deteste huir, pero ¿Cómo enfrentar a una persona que me había causado un trauma tan grande? Sinceramente, ni siquiera Andrés me había hecho sufrir tanto, porque sabía que él no haría nada, pero Meison aún podía hacerme daño.
O tal vez de los nervios y el pánico ya estaba pensando en cualquier cosa.
Las lágrimas comenzaron a salir, mis mejillas se pusieron coloradas y lentamente mis piernas comenzaron a temblar. Sentía que la competencia estaba arruinada, al igual que mi presente, porque estaba segura que se volvería a acercar para hacerme daño nuevamente.
No podía demostrar debilidad, eso le daría la ventaja de saber que lo que hizo me afectó y seguro que lo disfrutaría, pero tampoco sabía cómo actuar ante esta situación.
De repente, sentí el rechinido de la puerta que me sacó de mis pensamientos y cuando levanté la vista, mis piernas quedaron petrificadas, como si fueran incapaces de moverse por sí solas.
—No estaba seguro de sí eras tú...
Me di la vuelta rápidamente y mi mano se dirigió hacia su mejilla, golpeándolo con toda la ira que corría por mis venas. Él se sorprendió y llevó su mano hacia su mejilla, tocándola.
—Perdón.
—¿Perdón? ¿Tienes idea de lo que me hiciste? ¡¿Tienes idea del trauma que me causaste?! —espeté con ira.
—¡Era solo una broma! —exclamó molesto.
—¿Una puta broma? ¡¿Una maldita broma?! —pregunté irónicamente—. ¡ME CAUSASTE TRAUMAS! ¡CADA NOCHE LUEGO DE SU ESTÚPIDA BROMA ME HICIERON SENTIR SUCIA! ¡EL RECUERDO DE SUS COSQUILLAS TURBIAS NUNCA SE FUE DE MI CABEZA Y HASTA EL DÍA DE HOY SIGUE SIENDO UN TORMENTO! ¡¿Y TÚ QUIERES QUE PIENSE QUE FUE UNA PUTA BROMA?! —grité furiosa..
—¡Está bien, ¿okey?! Fuimos unos idiotas contigo, no debimos hacerlo —bajo la mirada al suelo—. Yo no quería, pero me dijeron que si no lo hacía, se confirmaría que soy... como tú...
—¿Qué eres cómo yo? —alzó la mirada con los ojos cristalizados—. ¿Te refieres a un fenómeno? ¿Te refieres que eres un perdido igual que yo? ¿Te refieres a que eres una abominación? ¿Un error de tus padres? —me acerqué a él—. ¿Te refieres a que eres un puto? ¿Te refieres a que eres un puto que se viste como niña, pero que finge ser alguien que no es? —susurré.
Sus ojos no dejaban de cristalizarse cada vez que me miraban.
Entendía su postura, pero no su cobardía.
—Lo... lo lamento.
—Vete a la mierda, porque a ti nunca te importó como yo podría sentirme.
—Tenía mucho miedo, por favor perdóname.
—El perdón es algo que puedes pedir, pero nadie está obligado a darte.
En ese momento la puerta se abrió de repente y observé como mi novia y nuestres amigues habían escuchado toda la conversación. Los ojos de Sheila estaban cegados por la ira, sus manos estaban hechas puños, pero no hizo nada.
Hasta que me miró y sus ojos me prometieron que todo iba a estar bien, como si ella fuera mi escudo. De repente el puño de Mayik impactó en su mentón, sacándole algo de sangre de este. Meison llevó su mano a su mentón, pero no dijo ni hizo nada.
—Lo lamento, Thalía, no lo merecías...
Bajó la mirada cuando observó a Klex y a Mayik, para luego tomar la manija de la puerta e irse, no sin antes darme una mirada de lástima.
Cuando sentí que mis piernas no aguantarían mucho más, Sheila me abrazó y simplemente cerré los ojos cuando su mano suave y delicada comenzó a acariciar mi cabeza, como si fuera una flor tan delicada.
En sus brazos me sentía segura y protegida, como si fuera una especie de campo de fuerza invisible.
Las lágrimas ya no salían de mis ojos, mi corazón comenzó a latir en su ritmo natural y mis piernas de a poco dejaron de temblar, porque sabía que no estaba sola, aunque en mi cabeza estaba acostumbrada a que así iba a ser siempre.
—Las dejaremos a solas, estaremos esperando a Yaik con Jason —comentó el pelinegro.
Oímos el ruido de la puerta y ella me abrazó aún más fuerte.
—Estoy orgullosa de ti, mi amor —susurró.
—¿Por qué? Solo resolví las cosas con violencia.
—Ese chico te arruinó gran parte de tu vida, pero estoy orgullosa porque trataste de actuar lo mejor que pudiste en base a tus emociones y no necesitaste depender de mí para controlarte —nos separamos lentamente, mientras sus brazos permanecían en mi cintura.
—¿En serio crees que fui valiente?
—Mucho y lo mejor de todo, es que estás dejando que Dios toque tu corazón, aunque sea lentamente.
Bajé la mirada y le sonreí de lado.
—Hace un tiempo hablé con él y le pedí que mi vida fuera mejor, supongo que a su manera lo hace, ¿no?
—Sí, desde siempre, amor, solo que tú no podías verlo, pero ahora estás cambiando, estás dejando todo en sus manos y Dios necesita ponerte pruebas, para hacerte más fuerte y esta fue una de ellas —acarició mi mejilla con su dedo pulgar.
—¿Crees qué todo esté bien?
—Sí, estaré a tu lado incluso cuando estemos muertas y seamos fantasmas, te protegeré con mi corazón, pero sobre todo, con la ayuda de Dios —sonrió de lado.
—En serio eres increíble, Sheila.
—Tú haces que quiera ser mejor.
Nos volvimos a abrazar y nos quedamos así por al menos diez minutos, pero en cuanto la competencia estaba por comenzar, tuvimos que hacer como si nada hubiera pasado. Sheila me preguntó si estaba en condiciones para participar, porque si no era así, nos iríamos, pero sabía que esta competencia era importante para ambas y no iba a arruinarla por culpa de un mal del pasado.
Mi novia tenía razón, Dios me estaba poniendo a prueba y aunque a veces solía ser impulsiva, traté de ser lo más prudente dentro de lo posible. Tenía que confíar en él, aunque me resultara muy difícil, porque ni siquiera confiaba en mi sombra.
Mientras nos estábamos cambiando, recordé una vez más la promesa de mi hermana. Desde que leí esa carta, ha estado más presente que nunca, como si su espíritu estuviera justo a mi lado, cuidándome, protegiéndome, aunque no pudiera verlo.
Sé que Emily se hubiera llevado de maravilla con Sheila, no tenía dudas de que serían grandes amigas, pero por desgracia no pudo ser así.
Ahora debía descargar la ira de la mejor manera que sabía hacerlo; nadar, eliminar a los oponentes y ganar. Era lo único bueno que podía hacer sin herir a nadie.
Terminamos de ponernos la maya, el gorro, las antiparras, tomamos las patas de rana y luego nos pusimos las sandalias para salir del vestuario. Al subir las escaleras, del otro lado de la piscina, el otro equipo estaba camino a posicionarse, mientras la mayoría del público los alentaba, como si fuera un mundial de fútbol.
A nuestro equipo casi nadie lo apoyaba, no teníamos una buena reputación y hasta donde sabía, no todos estaban dispuestos a ir a una competencia donde una chica lesbiana participaría, mucho menos sabiendo que la familia de esa chica era un caos. Por eso sabía que mi entrenadora me había pedido que resolviera todo lo relacionado con mi familia antes de este día, porque tendríamos poco público y eso sería una mala imagen a la universidad.
En la primera fila, ambas notamos que nuestros amigos y mis suegros, estaban alimentándonos, Jason y Klex sostenían un cartel de cartón que decía "SOPORTEN PERDER, PERROS".
Sonreí por eso.
Era increíble cómo es que tenían fe en nosotres tres, eso me alegraba mucho y más con lo que había sucedido recientemente. Realmente deseaba poder olvidar ese día, pero al parecer no era la voluntad de Dios que olvide mi pasado, tal vez porque sin él, no sería nada de lo que soy hoy.
La entrenadora nos indicó en que andariveles estaríamos, los primeros estilos en participar serían crol y mariposa, en lo que destacaba Ryan y las antiguas amigas de Sheila, luego mariposa y espalda, donde estaría Mayik, para después seguir con mil metros de crol a la ida y pecho a la vuelta, la diferencia es que esa parte de la competencia, era grupal y algo difícil de coordinar, porque nunca faltaba el que iba lento y perjudicaba a los demás.
Para finalizar, crol y pecho definirían qué universidad era la ganadora, a medida que fuéramos perdiendo contra el equipo. Necesitaba ganar esta competencia, no solo porque sería un cambio para las personas de la comunidad en todo lo relacionado con el deporte, sino porque quería demostrarle a Meison y sobre todo a mi misma, que el pasado podía doler, pero más dolía no poder aprovechar el presente.
Sheila, como siempre, tenía razón; teníamos que dejar todo en las manos de Dios y entregarle nuestros miedos.
El presentador nos anunció ante el público, los que participarían en la primera ronda se posicionaron en sus respectivos andariveles, una de sus manos se dirigió al borde de la piscina, pusieron las plantas de sus pies sobre la pared, para tomar el impulso al salir y el coordinador sopló su silbato, dando la señal de que la competencia había comenzado.
Los del equipo contrario, se hacían llamar los invencibles o al menos el grupo de chicos al cual pertenecía Meison. Eran realmente rápidos, hábiles y ágiles, claro que tenían todo para vencer a nuestro equipo, pero no perdería una competencia por unos malditos homofóbicos.
—¿Nerviosa? —preguntó.
—Algo... ¿tú? —
—No, tengo fe en que Dios nos dará la victoria.
—Sé que debemos confiar, pero realmente parece que será la peor derrota de nuestras vidas y no sé si podremos ganarles a todos.
—Entonces es momento de qué ejercites tu fe.
No iba a mentir, adoraba que Sheila me diera consejos sobre Dios, era otra forma de demostrarme cuánto le importaba, pero como siempre, tenía razón.
Mientras los minutos pasaban, cada vez se acercaba más la hora en la que competiría contra Meison, no me importaba cual fuera su excusa para lo que hizo, no tenía derecho y no le importó. Por lo tanto, podría ganarle y humillarlo frente a todos aquí, porque dudaba mucho que él quisiera que una homosexual le ganara en una carrera de velocidad.
Natación era un deporte que amaba, pero para participar en competencias, a parte de técnica, se necesitaba mucha velocidad y de eso yo tenía de sobra.
Cada persona de nuestro equipo que salía del agua luego de perder, comentaba que era imposible ganarles, porque ellos tenían mucho más entrenamiento, pero claro que eso no nos importo a Sheila, Mayik y a mí.
Sabíamos que éramos buenos y que daríamos lo mejor de todos, en cuanto a los demás no sé si podía decir lo mismo. Los conocía lo suficiente para saber que harían todo para humillarnos a nosotres tes, aunque ellos salieran perdiendo también.
El odio que tienen hacia nosotres era mayor que cualquier cosa.
Realmente no sabía si estaban perdiendo a propósito o no, pero poco me importaba.
Mientras esperaba mi turno, noté como Meison no dejaba de observarme con una mirada que comunicaba pena y arrepentimiento, como si realmente no quisiera haber hecho eso.
Cuando llegó mi turno ambos subimos al trampolín, nos pusimos las antiparras, flexionamos nuestras rodillas y colocamos nuestras manos al borde del trampolín. Me eché un poco hacia atrás y cerré los ojos, recordando que mis amigues, mis suegros y mi novia confiaban en mí para poder ganar,
Ahora era el momento de la verdad, una lesbiana y un gay que fingía ser alguien que no era, competirían en un lugar lleno de personas que discriminaban a los demás, sin importar el motivo, pero también lleno de personas con dignidad y corazón.
El sonido del silbato se hizo presente, resonando en todo el lugar, indicando que debíamos saltar. Al hacerlo, me sumergí en el agua, di tres patadas del estilo de mariposa e hice dos brazadas antes de poder respirar.
Cada vez que giraba la cabeza para respirar, notaba como mis compañeros y mis oponentes nadaban junto a mí, pero el andarivel que estaba a mi lado, no había nadie. Cuando hice una brazada con mi brazo izquierdo, a lo lejos noté que Meison aún estaba en el trampolín, inmovíl.
Mientras el sonido de mis brazadas chocaban con el agua, podía ir como el público lo abucheaba de mala manera. Eso de alguna manera me impulsó a seguir nadando aún más rápido, porque le ganaría y sería una mancha en su expediente de chico bueno.
Al llegar a lo profundo, alcé la cabeza para la superficie y al meterla bajo el agua, impulsé mi cuerpo hacia la pared del fondo, para luego dar una vuelta debajo del agua y mis pies se impulsaron de ella para poder hacer tres patadas del estilo mariposa y luego una brazada de pecho.
La idea era cambiar de estilo cada veinticinco metros, para que pudiera manejar la misma velocidad en estilos diferentes, pero en los que era muy buena, hablando modestamente.
Debíamos hacer doscientos metros, en los cuales Meison no había participado ninguno, pero noté que se dirigía al borde del andarivel número cinco y él le gritaba cosas a su compañero, este se enojó tanto, que terminó saliendo del agua y fue descalificado por eso.
Seguí nadando algo confundida, porque no tenía sentido que él hiciera algo como eso y comprometer a su universidad o eso creía, hasta que se dirigió al andarivel número uno, colocó sus manos alrededor de su boca como si fuera un altavoz y comenzó a gritarle cosas al participante.
El chico se detuvo cuando le faltaban cincuenta metros para acabar y cuando se dio cuenta que yo estaba ganando, mientras que los demás iban demasiado lento, se percató del plan de Meison, al igual que yo.
Tal vez si se arrepentía de lo que había hecho y esta era su manera de remediarlo. Aunque, nada podría borrar esos horribles recuerdos de mi cabeza.
Llegué al inicio de la carrera y cuando mi cabeza salió a la superficie, noté que los demás participantes estaban llegando al inicio. Cuando el chico del andarivel número uno llegó, se quitó las antiparras con frustración por haber perdido.
Subí mis antiparras y observé a Sheila, quien me sonreía desde la orilla de la escalera. Aparentemente había ganado la carrera, un poco confundida, pasé por debajo de los andariveles y subí por la escalera de metal.
Al salir de la piscina, nos dirigimos con la entrenadora y con el equipo nos reunimos en círculo. Ella nombró a quienes estarían en la carrera final, entre ellos Mayik, Sheila, Ryan y yo, nosotres y dos alumnos más competiríamos contra el equipo contrario.
El siguiente de nosotros en participar, eran Ryan y Mayik. Ambos se posicionaron sobre los trampolines, flexionaron sus rodillas y se inclinaron un poco para atrás. Cuando el sonido del silbato hizo eco en todo el lugar, saltaron junto a los demás y comenzaron a nadar el estilo de espalda.
Ambas estábamos viendo como Mayik nadaba con velocidad, hasta que una voz masculina me distrajo. Giré para saber de donde provenía la voz y noté que el entrenador de Meison lo estaba regañando por haberme dejado ganar, pero él parecía feliz con su decisión, no había arrepentimiento en sus ojos.
Al notar que lo estaba mirando, él me sonrió de lado.
Traté de ignorar eso y durante el resto de la competencia traté de concentrarme.
Algunos minutos después a Sheila le tocó competir con un chico de nuestro equipo y otros tres del equipo contrario. Ella no se dio cuenta, pero algunos chicos estaban comentando lo sexy que se veía en maya y la verdad tenían razón, pero oír esos comentarios me daba cierta impotencia, porque quería que el mundo entero supiera que esa bella chica, era mi novia y la futura madre de mis hijos, pero sabía que aún no estaba lista. Sin mencionar que hacer semejantes comentarios sobre el cuerpo de alguna persona, no era bueno, era algo despectivo y de bajo nivel.
El silbato sonó y ella se tiró de cabeza al agua, al salir a la superficie, comenzó a nadar al estilo mariposa, compitiendo contra un pelirrojo que era igual de rápido que ella, pero tenía fe en que mi novia era mejor que cualquiera que conociera.
Por dentro comencé a pedirle a Dios que Sheila pudiera ganar esta carrera y si era posible, que saliera en primer lugar, porque con todo lo que había atravesado en su vida, se lo merecía.
Recuerdo que cuando Emily seguía con vida, yo siempre quería ser la mejor y quitar a cualquiera del camino con tal de ganar, pero ahora que era más grande, solo quería que ella pudiera ganar y ver su hermosa sonrisa.
De repente Sheila comenzó a patalear más rápido y luego de doscientos metros, llegó al inicio un poco agitada, mientras que el pelirrojo llegó en segundo lugar. Giró su cabeza para mirarme y cuando nuestras miradas se cruzaron, sonreímos al unísono.
El coordinador dio la competencia finalizada y pidió que todos hiciéramos silencio para anunciar a los ganadores, los cuales serían los mejores tres.
—El primer lugar es para... —el coordinador nos miró a todos y sonrió de lado—. ¡Para Sheila Dankworth, por su gran destreza y velocidad, incluso cuando sus oponentes eran los mejores de sus respectivos equipos! —el público comenzó a aplaudir.
Abrió los ojos como platos y una sonrisa se mostró en su rostro. Giró para verme e inmediatamente ella me abrazó, sus brazos húmedos me rodearon y sentí como su corazón palpitaba fuertemente de la alegría.
Ambas nos separamos y ella se acercó a un hombre que sostenía una medalla de oro con un lazo azul en sus manos. Bajó su cabeza lentamente y el hombre pasó el listón por la cabeza de Sheila y le colocó la medalla.
—En segundo lugar, tenemos a... ¡Kevin Jhonson, por su gran habilidad de velocidad en el estilo de crol y pecho!
El público aplaudió y el chico se acercó al hombre que tenía la medalla de plata, al ponerséla, el chico sonrió con orgullo.
—Y finalmente, el tercer lugar es para... —cuando el hombre iba a anunciar al tercer ganador, uno de sus compañeros se acercó a él y le susurró algo al oído— ¡Tenemos un cambio de planes! Teníamos una tercera ganadora, pero me acaban de avisar que hubo un cambio de planes. ¡Nuestro ganador oficial es Ryan Jensen, por su destreza en ser el mejor!
Al igual que con los otros ganadores, el público aplaudió, pero el rostro de Sheila se entristeció de repente. Se acercó al coordinador que anunció a los ganadores y lo miró de arriba a abajo.
—¿Quién era la ganadora antes qué Ryan? —preguntó y todo el mundo dejó de hablar y celebrar.
—No puedo darle esa información, señorita.
—¿Ganó ella? —me señaló y las miradas de todo el mundo se pusieron sobre mí—, ¿verdad? —el coordinador no respondió y ella negó con la cabeza—. Entonces no quiero ganar, sabiendo que quien realmente lo merece, no puede tener esa felicidad por una elección que no perjudica a nadie —sonrió de lado y se quitó la medalla, para luego ofrecérsela al coordinador.
Todos comenzaron a murmurar cosas, sin poder creer el atrevimiento que Sheila estaba causando. Sin poder creer lo que veían mis ojos, me acerqué a mi novia y coloqué mi mano sobre su hombro.
—¿Qué haces? Siempre quisiste ganar la competencia.
—¿Y de qué sirve ganar si no es correcto lo qué hacen contigo? Yo gané en la competencia y gané en la vida —sonrió—. No necesito nada más, que a mi familia y a mis amigues.
—¿Estás consciente de qué serás descalificada si haces eso?
—Sí —respondió firmemente—. ¿Por qué de qué sirve ganar en una competencia donde todos son hipócritas y maltratadores?
—Es absurdo lo qué está diciendo, señorita –intervino el coordinador de la competencia.
—Absurdo es que no le den la medalla a quien lo merece, discriminando a esa persona solo por su orientación sexual, algo que no perjudica a nadie y si el precio de mostrar resperto hacia cualquier persona que no se considere heterosexual, hombre o mujer, es negar esta medalla, lo haré, porque considero que el respeto vale más que un simple objeto que un día dejará de valer algo, porque el respeto es para siempre.
Fue entonces que todos se quedaron boquiabiertos, incluyéndome, no porque Sheila no fuera capaz, sino porque toda la competencia estaba siendo grabada y transmitida por la televisión.
Ella ya no tenía miedo al qué podría decir sobre defender a la comunidad, no temía a nadie y ahora lo entendía, es porque confiaba en que Dios haría justicia. Sin embargo, él también hace justicia a través de los demás y estaba orgullosa de que hubiera usado a Sheila para eso.
Realmente era la chica con la que quería estar hasta el fin de mis días.
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