|| Capítulo 20 ||
(Se recomienda leer el capítulo escuchando Creo En Ti de Reik)
Habíamos vuelto a la ciudad hace unos días. Sheila aún no quería hablar sobre nuestra relación a los demás, porque me estuvieron preguntando cuál era su sexualidad, como se identificaba y ella se sentía muy presionada.
Apenas habló con sus padres, quienes me pidieron que nunca deje de hacerla feliz, sin importar qué. Ellos no nos comprendían mucho, pero nos apoyaban. No sabían qué hacer para que Sheila no estuviera con tanta tristeza en sus ojos.
La verdad era que no siempre hay algo qué hacer, porque a veces salir del closet es como hacer un duelo, porque tu vida de antes muere, tu supuesta "heterosexualidad" muere, muere tu yo del pasado y no todes están listes para eso.
Era un proceso que podría durar meses o años, todo dependía de la persona y el tiempo que durara estaba bien.
Nosotros tardamos siglos en saber que los extraterrestres existen y ni siquiera los conocemos.
Mañana haríamos la segunda venta de garaje y en base a eso, sacaría una buena ganancia para ahorrar y comprar un departamento por aquí cerca.
Estaba en mi habitación haciendo una tarea de filosofía, algo que se me daba horrible. Realmente me interesaban muchas cosas del universo, pero a veces creía que todo lo que hablábamos en Filosofía y Letras, la universidad en donde estudiábamos, no tenía sentido, porque no iba a cambiar mucho las cosas.
Sin embargo, eso no impedía que el profesor nos enviara tarea como si no hubiera un mañana.
Mientras movía el bolígrafo sobre la hoja, sentí unos leves golpes en la puerta, miré por sobre mi hombro y noté que era la señora Grace.
—¿La puedo ayudar en algo, señora Grace?
—Eso me gustaría, cariño y por eso vine contigo —entró a la habitación y me levanté del escritorio para acercarme.
—Claro, solo dígame qué necesita y veré como ayudarla.
—¿Sabes? Estoy segura que Sheila te contó que no somos sus padres biológicos y en serio nos cuesta entenderlos mucho, Jason es muy reservado, solo sé que sale con un chico y él lo hace feliz, pero nunca tuvo problemas de identidad y siento que Sheila sí, pero tampoco sabemos como ayudarla, ¿Entiendes?
—Claro, es ese sentimiento de querer hacer algo, pero no tener las herramientas.
—Creo que es justamente eso y me gustaría saber si me puedes explicar un poco su situación.
Con mi mano le señalé la cama para que se sentara y me senté a su lado. La señora Grace daba la impresión de ser una buena mujer, trabajadora, amable y cariñosa. En estos meses que conviví con ella, diría que es una mujer de oro y que Sheila y Jason tuvieron mucha suerte.
Dios les había dado dos padres y madres maravillosos.
—Espero que entienda, señora Grace, pero la información que puedo darle es muy poca, porque solo a Sheila le corresponde decirle todo, pero dígame qué quiere saber.
—¿Cómo puedo ayudarle a saber quien es?
—Es algo muy complejo y tampoco soy una experta, pero por lo que veo y sé, es un proceso que Sheila debe atravesar y hay distintas etapas, como en todo, solo necesita tiempo y sentir el apoyo de todos y más el de usted y el de su esposo.
—¿Crees que si le pregunto respecto a esto se abra conmigo?
—No se lo puedo asegurar, porque es decisión de ella, pero puedo asegurarle que ella apreciará mucho que usted se interese en sus sentimientos y en su identidad.
Ella juntó sus manos y me sonrió de lado.
—Ser madre de hijos adoptivos no es fácil, cargan con mucho dolor y angustia, pero siempre fueron unos hijos ejemplares, pese a todo nunca perdieron la fe en Dios —hizo una pausa—. ¿Tú crees en él?
Suspiré.
—Confieso que hace años no creía en él, pero últimamente creo que él me escucha, pero aún no tengo la fe de Sheila, pero creo que estoy volviendo a creer.
—¿Por qué lo crees? Deberías estar segura.
—Es que desde que tuve una breve charla con él, siento que la vida es más liviana, más alegre y los problemas no se ven tan oscuros como antes.
—Entonces vas por el camino correcto.
—¿Usted lo cree?
Asintió lentamente.
Pasó su brazo por mis hombros y me abrazó. Me sentí... bien, creo, su toque era como el de Sheila, cálido y dulce, sin maldad. Aunque acepté su abrazo, no pude abrazarla y no por maldad, sino porque aún tenía mucho recelo sobre el contacto físico.
Era algo que cuando fuera a terapia, quería hablar.
La señora Grace se fue a platicar con Sheila y me sentí feliz de haberla ayudado. Sé que este era un proceso muy complicado para ella, pero realmente Dios estaba a su lado, le había dado una excelente familia, un buen hermano y buenos amigues, sin mencionar a la lesbiana sufrida, osea yo.
Una chica que trataría de guiarla, que la protegería y que siempre estaría para ella.
Emily se reiría de eso, estoy segura que si su alma está a mi lado, se estaría riendo de como al principio odiaba a Sheila, porque creía que era cruel, homofóbica y que se había acercado a mí por alguna razón mala.
Pero no.
Creo que por primera vez me había equivocado y me alegraba haberlo hecho.
Me senté en el escritorio, para seguir haciendo la tarea, pero entonces la notificación de un mensaje llegó. Desbloqueé el celular y noté que tenía un mensaje de Mayik.
Mayik: Hola, ¿puedo pedirte un favor?
Thalía: Dime.
Mayik: Debo ir buscar algunas cosas a la casa de mis padres y me preguntaba si podrías acompañarme.
Thalía: Claro, ¿Klex sabe de esto?
Mayik: No y no se lo digas por favor.
Thalía: ¿Por qué?
Mayik: Porque le da ansiedad situaciones así y no quiero exponerlo.
Thalía: Entiendo, no le diré nada si tú no quieres.
Mayik: Gracias, te veo en tu casa a las siete de la tarde.
Thalía: Claro.
Oí que alguien golpeaba la puerta. Dejé el celular de lado y sonreí cuando vi a la rubia apoyada en el umbral blanco.
—¿Qué le dijiste a mi madre para que viniera a hablar conmigo?
—Solo le dije que te escuchara y que seguramente necesitas su apoyo.
Me acerqué a ella y apoyé mis manos en su cintura. Sonrió, dirigió su mano a mi mejilla y la acarició.
—Eres increíble.
—Solo quiero asegurarme de darte todas las herramientas que necesitas para salir adelante en un momento así.
—¿Aún crees que fue por arte de magia que Dios te puso en mi camino?
—No, creo que realmente él sabía que ibas a necesitar a alguien que te ayudara en un momento así, porque solo yo podría entenderte.
—Realmente eres mi estrella, Thalía, porque cuando pensé que debía olvidar quien era, apareciste y me di cuenta que no debería avergonzarme de eso.
—Yo creo en ti y sé que podrás superar esto
Sonrió de lado.
Sus brazos me rodearon como si fuera un oso de peluche, sentí como su corazón latía con miedo, como si hubiera visto lo peor del mundo. La verdad era que no lo había visto, pero más tarde o temprano vería lo que se sufre siendo parte de la comunidad, pero también vería lo maravilloso que es.
Como todo, ser libre tiene lo bueno y lo malo.
—Te quiero.
—Yo te quiero aún más.
Nos separamos y sonrió.
—Sé que me amas, me lo has dicho.
—¿Yo? Mentira —me crucé de brazos.
Claro que se lo había dicho, pero como ella no respondió nada, creí que había sido demasiado pronto y fingí demencia.
—Lo dijiste en la cabaña y sé que no respondí a eso, porque estaba con mi ataque de nervios, pero quiero que sepas que yo siempre te amé, incluso antes de que te dieras cuenta.
—¿En serio? —asintió.
—Desde siempre.
En sus ojos noté que decía la verdad y ahora que recordaba, ella siempre me había dado señales de que yo le gustaba, solo que no tenía cabeza para eso.
—Tuve mucha suerte de encontrarte —le sonreí de lado.
—No fue suerte, fue Dios, nunca dudes de eso.
—Claro que no, Shei.
Me tomó de la mano y comenzó a acariciar mis nudillos suavemente.
—¿Quieres ver una serie conmigo? Encontré una que se llama Heartstopper, por lo que entendí, se trata sobre un chico gay que se enamora de un chico hetero y él se da cuenta que es bisexual.
—En serio, amaría verla contigo...
—¿Pero?
—Mayik me pidió ayuda con un pequeño problema.
—Está bien, si necesitas ayudar a nuestro amigue, te lo perdono —bromeó con una sonrisa de lado, como siempre.
—Gracias por entender, prometo recompensarlo cuando vuelva.
—¿Necesitas que te lleve?
—No, gracias, iré en mi motocicleta, necesito despejar la mente.
Me acerqué y junté nuestros labios, ella me tomó de la cintura y profundizó el beso. Sus labios sabían a frutilla y a cereza, una hermosa combinación que solo Sheila Dankworth podría tener.
Nos alejamos y salí de la habitación, bajé por las escaleras y tomé las llaves.
|| ꧁෴ ਬੇ - ਓ ෴꧂ ||
Al llegar a mi antigua casa, Mayik me estaba esperando en la puerta, junto a su auto de color negro. Nos subimos en él y noté que los dedos sobre el volante estaban algo inquietos.
—¿Cómo es tu familia? Nunca la mencionas.
—No me gusta hablar de ellos.
—Está bien si no quieres decirme nada, es tu decisión, solo quiero que sepas que te apoyaré de todos modos.
Su mirada estaba centrada en el camino que estábamos tomando. Presionó sus dedos contra el volante y entendí que quería decirme algo, pero era tan reservado, que se acostumbró a callar.
—¿Por qué te cuesta tanto decirlo? Sabes de mi vida, me has apoyado y siempre estuviste para mí.
—Es más fácil callar, que explicar algo que las personas no entenderán.
—No sé si lo has notado, pero no soy como los demás y aunque no te entienda, siempre te apoyaré.
Por unos segundos, se quedó pensando, como si fuera la mayor decisión de su vida y tal vez para él, lo era. Yo más que nadie sabía qué contar tus problemas familiares era como una debilidad, pero en manos de la persona correcta, se vería como un desahogo.
—Creo que fue hace... siete años, fue el último año de secundaria —hizo una pausa—. Conocí a Klex cuando él no tenía un bolígrafo para escribir y desde entonces nos conectamos, yo sabía que él había salido del closet, pero yo aún no estaba listo, así qué lo oculté de mis padres. Nuestros compañeros lo sabían y preferían fingir que nada sucedía, pero un día mi padre encontró una foto de nosotros dos pegada en la pared y eso lo desquició por completo... —tragó grueso—. Recuerdo que me llevaron a la iglesia para que los supuestos demonios que había en mí se fueran, pero claro que no sucedió nada, porque no tenía nada de malo y desde entonces les hice creer que había terminado todo con Klex, pero mi madre siempre supo que no era así...
—¿Ella te apoya?
—Sí y no. A veces cuando se enoja dice que sería mejor que yo fuera normal, a veces apoya a mi padre y desde que me echaron no he hablado con ella, porque no me defendió y asumí que estaba de su lado.
Ahora entendía muchas cosas. Por eso Mayik siempre estuvo abierto a hablarme, a su fría manera, porque de alguna forma, teníamos vidas parecidas, nuestros padres no nos apoyaban del todo, nuestros compañeros nos detestaban y teníamos una gran carga.
Ahora entendía porque en la cabaña me dijo que consentir a Sheila en un momento así, le haría bien. Porque él sabía cuán sola podía sentirse.
—Ser gay no es nada fácil.
—Tampoco la vida y no por eso la haces a un lado
El resto del camino fue en silencio. Mayik se veía pensativo y yo no quería molestarlo, porque a veces venir de una familia religiosa u homofóbica, afectaba mucho a sus hijos en las decisiones de su vida. Porque si eres homosexual, eres un enfermo, si tienes relaciones antes de casarte, desonras a la familia y si tienes un bebé antes de casarte, te echan de casa.
La sociedad cada día estaba peor, tenía mal muchos conceptos y no por la religión, sino por lo que consideran correcto, que es aquello a lo que siempre estuvieron acostumbrados y abrir la mente a nuevas cosas, casi nunca era una opción válida.
Luego de unos quince minutos en silencio, llegamos a una zona de personas con alto nivel económico, nada similar a donde estábamos con Sheila o con los demás. Nuestra zona era humilde, mientras que aquí, parecía que vivían los mismísimos reyes de cualquier reino.
Mansiones por todos lados, con un número excesivo de luces, fuentes y guardias de seguridad.
Llegamos a una mansión de color blanco, con rejas doradas y en la entrada, un camino con miles de flores de todos los colores existentes y por existir.
Entonces entendí que Mayik podría venir de una familia adinerada, pero eso no le importaba, quería ser aceptado y ser feliz. Lastimosamente, su familia no podía darle eso,
Las rejas doradas de la mansión se abrieron, dejándonos pasar por el corto camino hasta las escaleras que nos conducían hasta la entrada. Al bajar del auto, un hombre de unos treinta años vestido de traje, se acercó a nosotros y observó a Mayik de pies a cabeza, como si fuera inferior.
—Tu padre prohibió tu entrada.
—¿Acaso te pregunté? —ironizó de mala manera.
—Tengo órdenes de...
—No olvides lo que sucedió la última vez que estuve aquí —el hombre se encogió de hombros y dio unos pasos hacia atrás—. Además mi padre no está aquí, conozco su horario en el gimnasio.
El hombre se hizo a un lado y ambes comenzamos a subir las escaleras. Abrió las enormes puertas de color blanco con pequeños diseños y de repente nos cruzamos con una joven de cabello pelirrojo y piel pálida.
Estaba vestida con un vestido rojo liso y un delantal que hacía juego. En sus brazos cargaba un canasto de color beige, en donde estaba la ropa sucia.
—¿Natalie, sabes si mi madre está aquí?
—Claro, ya no se junta con sus amigas cada jueves por la tarde.
—¿Conoces el motivo?
—Tú.
—¿Yo? —alzó las cejas sorprendido.
—Sí, sus amigas se burlaban de ella porque tienes novio, entonces tu madre te defendió diciendo que tú eres su hijo y que te amaba de cualquier forma, sin importar quien te gustara
—¿Eso hizo? —la pelirroja asintió.
—Ahora si me disculpas, tengo que trabajar.
—¿Necesitas ayuda con eso?
—Eres un amor, pero no es necesario.
Ella nos sonrió amablemente y se encaminó hacia el lado izquierdo.
—Es una amiga de la familia.
—Me pareció algo interesada en ti —comenté.
—Imposible, ella es asexual y detesta las relaciones románticas.
—Oh, ¿y tus padres lo saben?
—Claro que no, mi padre la maltrataría como lo hizo conmigo y no quiero eso.
Natalie tenía razón, Mayik era un amor.
—¿Te quedas aquí? Iré a mi habitación a preparar las cosas que me faltan.
—Claro.
Mayik se dirigió escaleras arriba, mientras yo admiraba la gran estructura, cuando de repente una mujer de cabello negro y piel pálida se acercó a mí. Vestía un vestido de color negro, que se le pegaba al cuerpo, resaltando su figura y llevaba puestos unos tacones del mismo color que hacían juego con el vestido.
Seguro que era la madre de Mayik, porque eran idénticos.
—Hola —saludó amablemente.
—Hola, señora.
—Por favor, dime Blake.
—Claro.
—Imagino que no eres la novia de mi hijo.
—No, soy su amiga.
Ella bajó la mirada.
—¿Vino a buscar sus cosas? ¿No?
—Sí, señora Blake.
—¿Sabes? Extraño cuando mi hijo era un bebé y lo tenía en mis brazos, porque podía protegerlo de todo mal. Ahora ya no puedo protegerlo como me gustaría.
—¿Por qué me está diciendo eso?
—Porque si mi hijo te trajo aquí, es porque confía en ti y a la vez, puede sentirse seguro a tu lado.
En ese momento, Mayik bajó por las escaleras con dos bolsos totalmente llenos de ropa u objetos personales.
—Mamá —se acercó a ella con un poco de recelo.
—Hijo —la señora Blake lo envolvió en sus brazos y lo abrazó con ternura.
—Natalie me dijo lo que sucedió con tus amigas, lo lamento —se separaron y ella colocó sus manos sobre sus mejillas.
—Ellas no eran mis amigas y tú serás mi hijo para siempre, aunque me cueste aceptar tus decisiones, yo siempre te querré.
En ese momento lo entendí.
Nuestras familias no eran iguales, la suya era complicada, pero al menos tenía a su madre de su lado, tenía amor y por eso, el sufrimiento valía la pena. Por eso sabía que se vendría una ardua batalla con la salida del closet de mi novia, pero estaría para ella, porque el amor siempre podrá contra cualquier obstáculo, siempre y cuando sea mutuo.
De repente oímos como las puertas se abrieron y una sombra masculina apareció en el suelo.
—¡¿Qué hace este enfermo en mi casa?! —exclamó una voz ronca.
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