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|| Capítulo 19 ||

(Se recomienda leer el con Got It In You de BANNERS)

Ayer por la noche pensé que con la brisa de frío que recorrió de noche me iba a enfermar y dicho y hecho. Bueno, no estaba enferma realmente, pero no dejaba de estornudar y toser.

En las películas y libros, la primera vez que los protagonistas duermen juntos se despiertan de una manera romántica, pero nosotras no. Sheila había estado cuidando de mí durante las primeras horas de la mañana, luego me hice la dormida, porque ella estaba escribiendo en su libreta y no quería desconcentrarla.

Además, me gustaba verla mientras escribía, porque sus ojos emitían un brillo distinto y eso me daba la total libertad de detallar cada facción de su bello rostro.

Siempre quise saber qué escribía, porque sé que es como un diario personal, pero me gustaría saber cuántas veces aparecía en esas páginas en blanco. Quería saber que tantas veces escribió aquello qué sentía, quería saber si había escrito sobre el miedo de salir del closet, sobre lo que pensaba de mí o sobre toda nuestra aventura.

Mientras la observaba, sentí un poco de picazón en la garganta.

Entre el medio del silencio y la paz que nos cubría, alguien abrió la puerta abruptamente y Sheila de los nervios se sobresaltó y se cayó en el suelo.

Comencé a reírme, porque ya era hora que le tocara a ella y luego comencé a toser.

—¡No te rías!

—¡Es mi venganza por todas las veces que estaba contigo y terminaba en el suelo!

—¡¿YA DURMIERON JUNTAS Y NO ME LO DIJERON?! —gritó una voz masculina.

Al levantar la mirada, notamos que Jason estaba con una bata abierta de color blanco, dejando ver su abdomen trabajado.

Sheila se levantó del suelo y rápidamente se dirigió hacia su hermano. Lo tomó de la manga de su bata y lo metió adentro de la habitación. Cerró la puerta, como si estuviéramos en una película de terror y nos estuviéramos escondiendo del asesino.

—Qué dramática —comentó el rubio.

—No le digas a nadie, Jason.

—No te preocupes, nos dimos cuenta porque Mayik fue a hablar con Thalía anoche y no estaba en su habitación y asumimos que ustedes estaban durmiendo juntas.

—¿Ósea qué ahora todos lo saben?

—Sí, hasta le conté a mamá y a papá.

—¡¿Por qué hiciste eso?! —exclamó con un tono de voz molesto.

—Porque sabía que iban a estar felices y...

—¡No tenías derecho a decirles! —llevó su mano izquierda a su cabello y lo corrió de su rostro.

Estaba nerviosa, su labio temblaba un poco y había preocupación en sus ojos. Supecho subía y bajaba rápidamente, estaba por tener un ataque de nervios.

—¿Podrías dejarnos a solas? —pregunté y él asintió.

Se levantó, se dirigió hacia la puerta y miró con pena a su hermana.

—Perdona, no tuve mala intención.

Abrió la puerta y al irse la cerró.

—No tenía derecho a decirle a nuestros padres, ahora deberé darles explicaciones a ellos, a nuestros amigues y a todo aquel que pregunte, ¿y cómo reaccionarán los de la universidad cuando lo sepan? No quiero que sepan de nosotras, pero tampoco quiero ocultarte a los demás —se sentó en el borde de la cama, para luego llevar sus manos a su cabello, frustrada—. No creí que estar enamorada de alguien podría ser tan complicado.

Me destapé, para acercarme a ella y abrazarla.

—¿De qué tienes miedo? ¿De lo que dirán de ti?

—No, pero no me siento lista para salir públicamente del clóset, quisiera que sólo pudiéramos quedarnos aquí y listo. No quiero volver —dejó caer su cabeza en mi hombro y comencé a acariciar su brazo.

—A veces lo correcto no es fácil, Sheila, pero debemos afrontar las cosas.

—No creo estar lista para esto, es demasiado para mí.

—¿Demasiado para la chica que fingió ser mi novia ante Emma? ¿Demasiado para la chica que amenazó a un hombre peligroso con un arma? ¿Demasiado para la chica que es una luz en mi vida? ¿Demasiado para aquella chica que me salvó cuando estaba en el agua?

Levantó su rostro y noté que sus ojos estaban cristalizados.

La cubrí con la manta y la abracé, como si fuera un oso peludo. Comenzó a derramar lágrimas en silencio y podía sentir como su corazón latía fuertemente por el miedo que sus inseguridades le causaban.

Sabía que salir del closet públicamente sería difícil para ella, porque no estaba acostumbrada a las malas miradas y no sabía si iba a estar lista, solo sabía que más tarde o temprano sucedería.

Era algo inevitable, pero yo estaría para ella, para calmarla, para aconsejarla y luchar contra el mundo juntas.

Sé que le causaba pánico que toda la universidad lo supiera, porque era una gran carga, pero a la vez, Sheila quería decirle al mundo que estábamos juntas, algo que casi todos no podrán comprender.

Salir del closet era un desafío para cualquiera.

—Tengo miedo... —susurró.

—Siempre estaré contigo y enfrentaremos esto juntas, porque nos queremos y jamás te dejaré sola, ni cuando seamos viejas y tengamos miles de arrugas.

—Te querré aunque seas vieja, con arrugas, con sobrepeso y sin dientes, porque mi corazón no dejará de latir por ti nunca.

Acaricié su mentón y le di una sonrisa cálida.

—Yo te amo, tardé en darme cuenta y ahora afrontaremos lo que sea necesario, son las pruebas que Dios nos pone y debemos creer que es su voluntad y confiar... —sonrió de lado.

—Tienes razón, esto es solo otra prueba y con fe podremos afrontarlo.

—Tú tienes el poder de sonreír frente a los problemas, Sheila, no dejes que ese fuego que hay en ti se apague solo porque los demás no entiendan nuestro amor.

Nos quedamos abrazadas en la cama durante unos minutos, en silencio, mientras nuestras acciones decían todo aquello que callábamos. Luego nos recostamos, mientras le acariciaba el brazo y trataba de hacer que su corazón se calmara, porque ponerse nerviosa no iba a ayudarla a atravesar esta situación.

—¿Quieres bajar a desayunar?

—¿Crees qué tengamos que decirles?

—Elles lo saben, solo deberíamos confirmarlo, pero si no te sientes lista para explicar todo, no lo haremos —acaricié su mejilla con mi pulgar.

—Gracias por entender... —se acurrucó en mis brazos.

—Siempre.

—Perdón por arruinar la mañana que debería ser perfecta —susurró.

Fruncí el ceño y me alejé de ella.

—¿Por qué debería ser una mañana perfecta?

—Porque así es en los libros y en las películas, a la mañana siguiente de ser pareja, los protagonistas se despiertan de una forma romántica.

—¿Y qué? Nuestro amor podrá no ser el más común de todos, pero es sincero y puro y eso, no todos lo tienen —hice una pausa—. No quiero nada perfecto, solo quiero que vivamos nuestro amor, sin importar cómo. Los libros y las películas son solo una fantasía de lo que podría o no pasar en la realidad y aunque a veces pase, no significa que todo tiene que ser así, solo tiene que ser perfecto para nosotras.

—¿Crees que sea perfecto tener un ataque de nervios?

—Sí, porque eso nos une más —hice una pausa y le sonreí de lado—. Además desperté resfriada por estar en el lago ayer por la noche y dudo que eso sea perfecto.

—Para mí lo es, porque puedo cuidarte y pasar más tiempo contigo, pero nunca quise que te resfriaras.

—Lo sé —dejé un beso delicado en su frente.

Me parecía tierno de su parte que quisiera cuidarme, me demostraba que sin importar qué, me quería igual.

|| ꧁෴ ਬੇ - ਓ ෴꧂ ||

Bajé a la cocina para hacerle el desayuno, ya que, no se sentía lista para enfrentar a les demás. Pensé en preparar unas tostadas con mermelada y mantequilla, junto a un jugo. Solo esperaba no incendiar la cabaña en el proceso.

Noté que Mayik estaba en la cocina, bebiendo un poco de café caliente. El humo salía de la taza, mientras su mano se calentaba a través de la cerámica.

—¿Está mejor?

—¿Jason les contó? —asintió.

—Es comprensible, asumir que te gusta una chica y luego decirle a todo el mundo, es mucho para asimilar, incluso cuando la sociedad la presiona para tener una etiqueta, porque sino sería una chica que no sabe lo que quiere —hizo comillas al decir la última frase.

—Lo sé, es complicado, pero ella es fuerte.

—De cualquier forma, me alegra que estén juntas, se merecen toda la felicidad que el amor puede provocar —me dio una sonrisa cálida.

—Gracias, en serio.

Tomé dos rodajas de pan, un plato que apoyé sobre la mesada y un vaso de vidrio. Coloqué las rodajas de pan en la tostadora y bajé el pulsador para que tostara los panes. Luego tomé la licuadora que estaba sobre la mesada, tomé tres naranjas, para luego pelarlas, meterlas en la licuadora y coloqué la tapa.

Presioné el botón de encendido y la fruta dentro del envase comenzó a girar.

—Espero que le guste —comenté.

—Le encantará, créeme, no hay nada mejor que te cuiden cuando te sientes mal.

—Solo quiero que se sienta bien, no quiero que nada la abrume.

—Qué irónico, ¿no?

—¿Qué cosa?

—Antes detestabas a Sheila, la querías lejos de ti y ahora solo te falta conseguirle un unicornio para hacerla feliz.

—Solo no lo consigo porque no existen, pero tienes razón.

No me había dado cuenta de cómo ella había roto toda aquella muralla que una vez había construido. Con su alegría, con su belleza, con su persistencia, con su amabilidad, con sus defectos, con sus inseguridades y miedos, Sheila había logrado sacar a mi verdadero yo o lo que quedaba de ella.

Y sí, sé que la odiaba al principio, porque la juzgué, como la sociedad siempre lo hizo conmigo. Me convertí en aquello que más odiaba, pero traté de corregir mi error.

Lo curioso era qué aún nos faltaba aprender muchas cosas, pero teníamos la certeza de qué podríamos con todo, por más difícil que fuese.

Terminé de hacerle el desayuno, me despedí de Mayik y me dirigí a subir las escaleras.

Llegué a la habitación y al abrir la puerta, noté que Sheila estaba muy concentrada con su celular. Su ceño estaba levemente fruncido, movía sus pies por debajo del acolchado en señal de nerviosismo, mientras se comía la uña de su dedo pulgar.

Dejé la bandeja sobre la mesita de noche y cerré la puerta. Se sobresaltó y suspiró.

—No me di cuenta que habías vuelto.

—¿Qué miras en el celular?

—Busqué qué hacer para afrontar tu sexualidad públicamente, pero no hay muchos consejos que sirvan.

Me senté a su lado y me mostró su celular. Había entrado a una página que supuestamente te daba tips para afrontar el proceso de salir del closet.

Me hacía feliz que se propusiera a superarlo, porque demostraba que quería avanzar y ser mejor, pero lo estaba haciendo de la forma incorrecta o al menos, no de la forma que para ella era correcta.

—Sheila, las páginas no te dirán qué hacer.

—Tiene que haber un tutorial, como cuando las personas heterosexuales buscan que hacer para gustar a alguien de su sexo opuesto.

—Para nosotres no funciona así, Shei —me miró confundida.

—¿Y cómo lo hiciste? ¿Simplemente dijiste que te gustaban las chicas y ya?

—Sí, era simple porque era verdad, lo difícil fueron las consecuencias,

—Siempre las habrá, ¿verdad? —bajó la mirada.

—Sí, porque les aterra aquello que rompe con su esquema de vida perfecta, le temen a lo diferente, pero solo lo desconocido hace la diferencia y nosotras somos desconocidas ante el mundo.

—¿Y crees que podamos hacer una diferencia?

—Ya la hicimos.

—¿Cómo?

—Cada paso que damos juntas, es uno más para que los demás vean que estamos seguras de quienes somos, de que no es una etapa y de que el amor lo puede todo.

Sonrió de lado.

—¿No estás decepcionada de mí?

—¿Por qué lo estaría?

—Estoy actuando como una cobarde, porque tengo miedo.

Mis manos se dirigieron a sus mejillas y junté nuestras frentes.

—Tener miedo no significa ser cobarde, significa estar vivo y no habrá nadie más orgullosa que yo de tus logros y de todo lo que has logrado hasta ahora —le di una sonrisa cálida.

Soltó una pequeña risita.

—Tal vez no sea tan malo, ¿Qué podría salir mal?

—Debemos tener fe, ¿no?

—Sí y confiar en qué es la voluntad de Dios.

Acerqué mis labios a su frente y dejé un beso en ella. Estiré mi brazo y tomé el vaso de jugo, porque sabía que dentro de ella su corazón latía a mil por hora y el jugo podría calmarla un poco.

Sin embargo, solo cuando estemos en la universidad, podrá superarlo. Por más que me doliera verla sufrir, es necesario que lo afronte de esa manera para que no tenga tanto miedo, pero eso me da un enorme recelo, porque la conozco y ella es una flor frágil, en un mundo lleno de humanos que arrancar a la flor más bella.

Nos iríamos en tres horas, así que estuvimos guardando la ropa en la maleta y nos acostamos nuevamente. Sheila guardó todo, menos su libreta, en donde escribía cada día, cada noche y si fuera por ella, a cada segundo.

—¿Algún día sabré qué escribes?

—No.

—¿Por qué?

—Es muy privado, como cuando tienes un secreto tan profundo como el universo y tan divertido como mirar las estrellas y formar parte de ellas —contestó, como una auténtica escritora.

—Mi novia la escritora, que lindo suena —se acercó sus labios con los mío y en cuanto íbamos a besarnos, su celular emitió un sonido de notificación.

Lo tomó y al desbloquearlo, sonrió de lado.

—¿Sucedió algo bueno?

—¿Recuerdas que se había encabezado una marcha cuando sucedió el suicidio de tu madre?

—¿Podría olvidarlo? —pregunté retóricamente.

—Bueno, las personas que organizaron la marcha, pertenecen a la comunidad y quieren hablar contigo, para encabezar la siguiente marcha por los derechos de las personas homosexuales y de aquelles que se identifiquen con otros pronombres que no sea él o ella.

Fruncí el ceño, un poco confundida.

—¿Qué sucede? Creí que te podría alegar marchar por nuestros derechos.

—Claro que sí, siempre quise ir a la marcha de orgullo, pero Emily me pidió que me alejara de Andrés y del pasado, para que fuera feliz con la chica que amo e ir a la marcha significaría que no solo lucho por nuestros derechos, sino porque estaría relacionado con mi pasado y si trato de superarlo...

—¿Tienes miedo de volver a ese pozo oscuro?

Asentí.

Pasó su brazo por mis hombros y juntó nuestras cabezas.

—Entonces caeremos juntas y juntas nos levantaremos, hasta que hayamos superado todo.

—Eres increíble, Sheila Dankworth.

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