|| Capítulo 18 ||
(Se recomienda leer el capítulo con I Wanna Be Your Girlfriend de Girl In Red)
Estaba sentada en el pequeño muelle del lago, del patio trasero de la cabaña, mis pies colgaban y se balanceaban solos o lo hacía yo sin darme cuenta, de cualquier forma, me daba igual.
El cielo se tiñó de azul, con pequeñas manchas blancas y una bastante grande que iluminaba la noche. La luna hacía reflejo en el agua tranquila y eso me hacía reflexionar, sobre si alguna vez mi vida será como el agua, por momentos tranquila, pero luego de la turbulencia, vuelve a su estado natural.
No quería hablar con nadie, Mayik se había acercado a hablar conmigo, pero le dije que se fuera, necesitaba estar sola. Eso fue cuando volvimos, desde entonces estaba aquí, con los pies colgando del borde del muelle, mientras mi mirada estaba perdida.
De pronto sentí que unos pasos se acercaban.
—Creí que estarías escribiendo a esta hora...
Se acercó a mí y se sentó a mi lado.
—Ya escribí bastante por hoy, aunque nunca es suficiente —sonreí forzosamente—. ¿Cómo te sientes?
—Creía que ya lo tenía superado, pero no, fue solo un toque y el mundo volvió a ser oscuro.
—Y lograste controlarlo sin mi ayuda, me siento orgullosa de ti —la miré a los ojos y pude notar felicidad en ellos.
—Solo recordé cuando tú estabas a mi lado —dije, dándole a entender que solo por eso me había calmado.
—Aún así, el proceso de sanar un trauma es aceptarlo y tú lo haces, a tu manera, como todos.
—Pero no sé si sea la manera correcta.
—¿Te gustaría hablar sobre eso?
Asentí dudosa.
—¿Sabes por qué siempre dije que mi madre nunca hacía para protegerme? —negó con la cabeza—, por qué Andrés nos maltrataba a las tres, en especial a mi hermana, por siempre protegerme. Ella decía que el amor era amor, no le importaba si me gustaban las chicas, los chicos o cualquier persona, solo me decía que me asegurara de qué esa persona me amara de verdad...
—Es el mismo consejo que me has dicho.
—Porque quiero tu bien, Sheila y no pude salvar a Emily de los maltratos de mi padre, ni siquiera me pude salvar yo, ¿Cómo iba a salvarla?
—Eran sólo niñas, no puedes culparte, Thalía.
—Siempre creí que podría haber hecho más y todo hubiera sido diferente.
—¿Crees que sirva pensar en eso?
Fruncí mi ceño.
—No me malinterpretes, quiero ayudarte, pero pensar en lo que pudo o no haber sucedido, no te ayudará con tu situación actual, porque eso no cambiará nada —hizo una pausa.
Su mano estaba al lado de la mía, lentamente se acercó al dorso de mi mano y lo acarició lentamente. Mi corazón comenzó a latir tranquilamente, porque sabía que estábamos en buenas manos.
Sabía que su intención era ayudar y lo apreciaba, pues nunca nadie se preocupó así por mí, excepto Emily.
—Si me dejas ayudarte, puedo pedirle a papá que consiga un terapeuta que no sea homofóbico, que te de un tratamiento, así podrás mejorar.
—No tengo fe en que eso sirva...
—¿Y desde cuándo tienes fe? Nunca has creído en Dios.
Negué con la cabeza.
—Cuando Emily vivía, yo creía en él, le daba todo de mí, pero a cambio recibí una apuñalada y dejé de creer que era bueno, porque si Dios es bueno, no puede ser todopoderoso.
—Es una ideología que muchos tienen, ¿no crees?
—¿Por qué lo dices?
—Todos usan esa excusa para estar en su contra, pero debemos entender que el sufrimiento es necesario, como en una serie, los personajes sufren para poder progresar y ser quienes están destinados a ser —hizo una pausa—. Nosotros somos los personajes de Dios, cada uno con su características, sus debilidades y fortalezas, pero todo tiene un propósito.
Le diré.
—Te confieso que hablé con él, como hacía mucho tiempo no lo hacía —al terminar de decir eso, una enorme sonrisa se formó en sus labios.
—¿Puedo saber de qué hablaron?
—Le pedí que me dejara libre del pasado, pero parece que hace todo lo contrario, como siempre —soltó una pequeña risita.
—Sheila esto no tiene gracia, fue horrible vivir eso.
—No me reía de tu sufrimiento, me reía porque tú dices que no crees en Dios, pero si no fuera así, no te tomarías todo el trabajo de dejar de creer en él, porque sabes que eso le duele, pero ahora que volviste a Dios, crees que todo será flores y mariposas, como cuando eras niña y no será así.
—Le pedí ayuda y me envió una situación horrible, ¿en serio crees que me escucha?
—Sí, porque él te envió a esa tonta mesera, para que pudieras enfrentar tu trauma, porque solo así, podrás seguir adelante. Dios te envió una prueba, que estoy segura que la pasaste con éxito —explicó con emoción, como si eso fuera lo más genial del mundo.
Tenía sentido, aún había dolor y rencor en mi corazón y si quería mejorar, sabía que debía cambiar mi mirada, pero era muy difícil hacerlo de un momento a otro. Necesitaba tiempo, ordenar mis problemas y uno de esos problemas, era lo que sentía por Sheila y lo que ella sentía por mí.
Necesitaba saberlo, porque no podía más con la intriga de saber si le gustaba o no, porque fue muy claro para todes cuando sintió celos por la mesera.
—Puede ser, pero ahora quiero preguntarte algo más personal y espero que seas sincera.
—Nunca te he mentido, Thalía.
—Yo... todes, bueno, notamos que me tratas muy diferente a las demás personas y me preguntaba si...
En un segundo inesperado, la rubia se alejó de mí y saltó al agua como si huyera de algo.
—¡Sheila! —exclamé.
El agua estaba inquieta, pero cuando de repente se estabilizó y noté que ella no salía del agua, comencé a asustarme. Miré para todos lados, en busca de cualquier movimiento extraño, pero nada.
Inmediatamente me tiré al agua, sin importar que estuviera con la ropa, solo importaba ella.
—¡Sheila! —la llamé—. ¡SHEILA! ¡¿DÓNDE ESTÁS?! —grité asustada.
Mi corazón comenzó a latir rápidamente y de repente sentí como algo me sujetaba las piernas. Metí mi cabeza debajo del agua y abrí mis ojos, cuando noté que era Sheila, subí a la superficie, esperándola.
Cuando ella salió, solo podía notar una sonrisa de travesura en su rostro.
—¿Te parece gracioso casi provocarme un infarto?
Al notar mi tono de voz ronco y asustado, la sonrisa de su rostro se esfumó.
—Disculpa, solo quería hacerte una broma, pero fue tonta, perdona.
Entonces me di cuenta de porqué lo había hecho.
Miedo.
—Tienes miedo de lo qué sientes, ¿verdad? —bajó la mirada.
Llevé mi dedo índice a su mentón y lo levanté lentamente.
—Te dije que nunca bajes la mirada, porque eso hacen los débiles y tú eres muchas cosas, pero no eso.
—Yo...
—¿Me quieres como algo más que tu amiga?
Nuestros ojos se cruzaron, sus verdosos ojos me decían todo aquello que no salía de sus labios, todo aquello que su corazón anhelaba y entonces entendí que quererme era poco, ella realmente me amaba.
Se acercó lentamente a mi rostro, hasta que la distancia de nuestros labios era la punta de nuestras narices. Nuestras respiraciones comenzaron a tornarse densas, como si en nuestros corazones cargaran todo el peso del mundo y tal vez no era así, pero cargaban el peso de nuestros sentimientos.
Mi corazón latía más fuerte que nunca, pero esta vez era en serio, sentía que si latía más fuerte, explotaría de lo que sentía en el pecho. Era como si mis sentimientos explotaran en una galaxia.
Dios, que complicados eran los sentimientos.
Rocé sus labios con los míos y sentí como la piel se me erizó debajo del agua. Una pequeña sonrisa se formó en sus labios. Sus manos me tomaron de la cintura delicadamente, como si yo fuera una pequeña ave delicada.
Dirigí mis manos hacia sus mejillas y las acaricié.
Realmente no sabía que estaba haciendo, solo sabía que me gustaba y a ella también.
Lentamente acortamos la pequeña distancia que nos separaba, hasta que nuestros labios colisionaron en un choque de sentimientos que solo la piel podía transmitir en ese momento.
Mis dedos pulgares acariciaban sus mejillas, mientras que sus manos me pegaban más a ella y me daban la paz que tanto necesitaba.
Enredé mi mano derecha en su cabello mojado, profundizando el beso, mientras corría el riesgo de que a Sheila no le gustara, pero pareció agradarle.
Nos separamos lentamente y no abrí mis ojos, porque temía que solo fuera un sueño más de la libertad que merecíamos.
—¿Tan mal beso que no quieres verme?
—No es eso, es que temo que todo sea una simple ilusión.
De repente sentí otra vez sus labios sobre los míos, demostrándome que no era un sueño, que era real, que era de verdad y que debía vivir este momento pese a las inseguridades.
Abrí mis ojos lentamente y noté que los suyos brillaban como una estrella fugaz.
—Creí que te gustaba alguien más...
—Siempre hablaba de ti, Thalía, no hay nadie más a quien quisiera tener a mi lado, como quiero tenerte.
—¿Pese a todo? —pregunté refiriéndome a mis problemas e inseguridades.
—Pese a todo —afirmó—, porque te quiero y siempre querré qué estés bien.
—No tenía idea de que algo así me pudiera suceder, es como si todo fuera...
—¿Mágico? —asentí—. Es el poder de Dios que nos protege
Una oleada de viento frío pasó cerca de nosotras y temblé un poco.
—¿Tienes frío?
—Es que tuve que saltar al agua por cierta chica rubia que besé, ¿la conoces?
—Creo que sí, sé que a ella le gustó —respondió siguiéndome el juego.
—Espero que sí, porque gracias a ella me enfermaré —bromeé.
—Mejor, así podré cuidarte —dejó un beso en mi frente.
¡HABÍA BESADO A SHEILA DANKWORTH! ¡LA HABÍA BESADO Y ME HABÍA ENCANTADO!
Dios, tenía que calmarme o me daría un infarto y no me puede suceder nada ahora. Pero por Dios, que bien se había sentido besarla, nunca creí que besar a una mujer tuviera un efecto tan fuerte en mí. Era curioso, porque con Emma nunca sentí nada de esto, eso demostraba que no importaba quien era la persona, sino como te trataba y cómo te hacía sentir.
Sheila me hacía sentir nerviosa, feliz, confundida, pero siempre estaba para mi. Nuestra vida estaba llena de problemas, por eso me enamoré de su valentía, de sus inseguridades, de sus miedos, de sus alegrías, de sus defectos y del amor que ella era capaz de dar.
Las piernas aún me temblaban, pero no era por el frío, sino por la sensación que ella producía en mí.
Cuando entramos a la cabaña, cada una se dirigió a sus habitaciones para bañarse y luego acordamos que dormiríamos juntas, porque "hacía mucho frío", cuando estábamos en otoño.
Era la mejor excusa que se le había ocurrido, pero realmente no me molestaba.
Sería nuestra primera noche durmiendo juntas luego de algo tan genial y aunque ambas estábamos aterradas por este nuevo comienzo, queríamos tomar el mismo camino. ¿Sería fácil? ¿Sería rápido o lento? ¿Qué problemas habrá en una relación? No teníamos idea, pero queríamos afrontarlo, queríamos crecer y solo con la otra al lado podríamos tener total plenitud.
Sheila a veces dependía de mí para calmar sus ataques y viceversa.
Ahora ambas debíamos mejorar para no hacerle daño a la otra, pero especialmente para no hacernos daño a nosotras mismas.
Toqué la puerta de su habitación tres veces y cuando la abrió, noté que su libreta negra estaba sobre la cama, junto a un bolígrafo.
Sheila no era Sheila si no escribía.
Entré a su habitación y ambas nos acostamos, ansiosas, porque no teníamos idea de cuál sería el próximo paso, pero sabíamos y sentíamos que era lo correcto. Entonces entendí que Emma nunca había sido un amor en mi vida, solo había sido la prueba que necesitaba para saber que era un amor tóxico, para que en el futuro pudiera vivir un amor sano con Sheila.
Nos tapamos con el acolchado y ella sonrió.
—¿Y ahora qué se hace en una relación? ¿Crees que esté bien que durmamos juntas luego de besarnos?
—Creo que si nos sentimos bien, debemos hacerlo, porque cada relación es diferente y para lo que algunos es rápido, para otros es lento y yo no quiero esperar a vivir las buenas cosas contigo. Además no es la primera vez que dormimos juntas.
—Antes no éramos novias... digo, ya sabes, no nos habíamos besado.
—¿Te gustaría ser mi novia? —sus ojos brillaron y su sonrisa pareció iluminarse más.
—Claro que sí, me encantaría —nos acercamos lentamente, hasta acortar la distancia que nos separa.
Volvimos a unir nuestros labios, los cuales encajaban a la perfección, como si fueran parte de un rompecabezas que esperaba ser armado.
Acaricié su cintura lentamente y ella me acercó a su cuerpo. Nos separamos lentamente y sonreímos al unísono.
—¿No te molesta qué toque tu cintura?
—Nada de lo que hagas me molestará.
—Es que no quiero incomodarte o hacerte sentir mal.
—Cuando te conocí te dije que te alejaras, porque no quería encariñarme contigo, ignoraste mis advertencias porque sabías que era lo correcto, ¿crees que ahora me harías daño?
—No, pero quiero estar segura.
—Tú nunca serías capaz de herirme, porque me amas —acerqué mis labios a su nariz y dejé un pequeño beso en ella.
No me gustaba besar a Sheila, me cantaba. Sentía como cuando mezclas menta con hielo, una frescura increíble, pero de esas que te daban alas para vivir, un rayo de luz en medio de tanta oscuridad.
Quería evitar encariñarme con Sheila, porque temía que algo le sucediera, pero al final del día, me di cuenta que estaba enamorada de una chica que estaba tan rota como yo, pero que sabía vivir la vida.
Sabía cómo amar, cómo entregarse, como sentir y esa era la magia de vivir.
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