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|| Capítulo 14 ||

(Se recomienda leer el capítulo mientras escuchas Yellow de Coldplay)

Luego de esa noche, nos acercamos más y más. Le enseñé a Sheila las distintas sexualidades e identidades de género, no solo para que pudiera identificarse si así ella lo quería, sino para que conociera un poco más al mundo al que pertenece. Le mostré todo lo maravilloso que era ser parte de la comunidad, todo lo bueno que traía eso, pero también todo lo malo, que todo lo que yo había vivido alguna vez, ella podría sufrirlo, pero, con la diferencia que yo estaría para ella.

Y como era de esperarse, ella también me ayudó a ser mejor. Me ayudó con mis tareas y logré entregar todo para acabar el semestre libre de tareas pendientes. No fue fácil, nos habíamos quedado día y noche estudiando, practicando para que me fuera bien y aunque fue difícil, lo logramos.

Recuerdo que una noche estábamos tan exhaustas, que nos quedamos dormidas en la cama estudiando. Cuando desperté, pude observar lo delicada que se veía descansando y no dejaba de pensar en lo que Emily me había dicho en aquella carta.

Estaba tratando de ser feliz y dejar el pasado atrás. Estaba tratando de olvidar a Andrés, pero Emma siempre me llamaba, quería hablar conmigo sobre el caso de mi madre, porque presentía que no había sido un suicido como tal.

Pero lo que ella no sabía, es que yo tenía mis ligeras sospechas de qué había sucedido, porque ya sucedió una vez y nadie hizo nada al respecto, ¿por qué yo haría algo por una mujer que nunca salvó a mi hermana? Lo sé, sigo sonando como una chica resentida, pero el rencor no era algo que se olvidaba de un día para otro y solo Sheila me hacía realmente feliz.

Solo con ella podía sentir que lo que mi hermana quería, se estaba cumpliendo y aunque a veces yo lloraba por su ausencia, tenía la seguridad de qué su espíritu, su alma o su fantasma, estaba conmigo. No creo mucho en lo que sucede luego de la muerte, pero si Emily lo dijo, yo solo debía confiar, porque ella nunca mentía y siempre estuvo conmigo.

También había comenzado a hablar más con nuestros amigos. Descubrí que Klex es gay, pero también es arromántico, ósea que siente muy poca o nada de atracción física hacia su novio, Mayik. En cambio él, era agénero, que significa no identificarse con ninguna identidad de género, pero prefería tener la etiqueta de no-binario si era necesario.

Yaik, el novio de Jason, se declaró ante nosotros como pansexual, mientras que el rubio solo se defenía como bisexual. Sheila seguía sin saber cómo definirse, porque decía que tener etiqueta no era necesario, ella sabía que le gustaban las mujeres y eso le bastaba.

Literalmente nuestro grupo de amistad era como el de Heartstopper, lleno de amigues de la comunidad, cada uno representado a un grupo diferente y aunque todos teníamos ciertas inseguridades o miedos, estábamos para apoyarnos.

Durante estos meses, no me había dado cuenta de que tenía a personas tan increíbles conmigo y me alegraba haberlo notado, solo lamentaba no haberlo visto antes.

Hoy haríamos la venta de garaje, gracias a Sheila, que me ayudó a separar las cosas que venderemos y cosas que no. La ropa de mi madre la donaríamos a iglesias, donde había muchas personas que pasan hambre y frío, los objetos de gran valor estarían un poco más caros que los comunes y los objetos normales, estarían a mitad de precio de lo que normalmente estarían en una tienda, porque eran usados.

Les demás se habían encargado de difundir que haríamos la venta, lo difundieron por las redes sociales y por el vecindario, así conseguimos más público. Ahora que todes ayudaban, les prometí que cada une tendría su pago necesario, como retribuir todo el bien que me hicieron y aunque todes dijeron que no era necesario, yo lo haría de todos modos.

Con Sheila sacamos las mesas plegables y las pusimos afuera, sobre ella pusimos los objetos comunes, como algunas lámparas que teníamos de más, vasos, algunos libros de autoayuda, maquillajes y demás.

íbamos a vender todos los maquillajes que mi madre tenía, ya que yo detestaba maquillarme, pero Klex nos compró la mitad de los artículos, porque quería lucir su habilidad para el maquillaje cuando tuviéramos nuestras salidas.

—¿Está todo lo que venderemos? —preguntó la rubia.

—Creo que sí, solo no vendo las plantas porque no me dejas —bromeé.

—Claro que no dejaría que las vendieras, prefiero cuidarlas yo.

—Al menos págame —dije irónicamente.

—¿No te bastó con haberme hecho ver esa película de terror?

—No fue para tanto.

—¡¿Qué no fue para tanto?! ¡Estaba basada en hechos reales!

—Exageras, la película solo toca temas de la realidad.

—No hay diferencia, comelona —me crucé de brazos al oír ese apodo—. ¿Acaso has visto a alguien comerse cinco hamburguesas en menos de una hora?

—Púdrete, Dankworth —le sonreí de lado.

—Está bien, ¿y si vamos al cine a ver una película animada y luego vamos al parque? —hizo énfasis en la palabra, para que no se me ocurriera decir una de terror.

—¿Y compramos algodón de azúcar?

—¡Sí! ¡Yo pido el de multicolor!

—¡No, no vale! –fruncí el ceño, aún con los brazos cruzados.

—Está bien, comelona, te compartiré.

—Así sí —me guiñó el ojo.

A lo lejos notamos como la figura de Klex se acercaba a nosotras corriendo como si su vida dependiera de eso. Al acercarse puso las palmas de sus manos en sus rodillas por el cansancio de correr menos de cien metros.

—Ya avisamos a los vecinos que faltaban... y dijeron que vendrían.

—¿Te sientes bien?

—Sí, solo que... corrí y lo detesto... —contestó con la respiración entrecortada.

—Menos mal que no eres un atleta —ironicé.

—Muy graciosa, Thalía.

Estaba un poco nerviosa, porque era mala socializando o hablando con los demás. Siempre sentía que todo lo que decían era para echarme en cara que me gustaban las chicas y tal vez con algunos si era así, pero tal vez a otros ni les importaba en lo absoluto.

Desde que leí esa carta, que básicamente fueron las últimas palabras de mi hermana, me he sentido mejor conmigo misma. El mundo ya no es tan oscuro, okey, sí sigue siendo habitado por malas personas, pero también hay buenas personas. Como Sheila y nuestres amigues.

Las horas avanzaron y la venta de garaje iba de maravilla. No gracias a mí, porque digamos que me estaba peleando con algunos clientes, porque preguntaban de todo y yo no tenía tanta paciencia. Apenas tenía paciencia para las tareas, ¿Cómo se suponía qué debía tener paciencia con los clientes?

Les chiques ayudaban, cada uno estaba en un sector, viendo objetos, libros y cosas que solo gente mayor podría usar. Podía notar como Klex no quería dejar ir a los maquillajes, pero era necesario.

En cuanto a mí, estaba a punto de perder mi poca paciencia.

—¿En serio crees que alguien te va a comprar un microondas por treinta dólares? Es demasiado —reprochó la señora.

Suspiré.

—Señora, creo que es un buen precio, no creo que..

—Pues a mí no me parece y así nadie te comprará —interrumpió.

De repente Sheila le dijo a una clienta que esperara unos minutos, se acercó a mí y rió por la escena.

—Señora, ¿usted sabe cuanto cuesta un microondas en una tienda de electrodomésticos?

—No, pero seguramente es más barato que aquí.

—Le diré algo, en una tienda, un microondas vale alrededor de ochenta dólares o incluso más y aquí le estamos vendiendo uno por treinta, ¿nota la diferencia?

—Bueno, viéndolo de esa manera si es mucho más barato.

—Y si usted no lo compra, en la siguiente venta de garaje estará más caro, piénselo y luego nos dice, ¿okey?

La señora asintió y se alejó lentamente a discutirlo con su esposo.

Miré a Sheila y le sonreí.

—¿Qué?

—Eso fue increíble, eres mejor que yo para esto.

—Me di cuenta que estabas a nada de decirle que se largue —soltó una pequeña risita.

—Créeme, no tengo paciencia.

—Conmigo sí.

—Es que me irritas.

—Claro, te irrito tanto hasta el punto de que te quedaste dormida en mi cama y te despertaste abrazada a mí.

—Mejor sigamos con la venta —dije, ignorando su comentario.

Claro que no quería responder a lo que me dijo, ¿Cómo le explicaba qué la abracé por qué quería llorar, pero en sus brazos me sentí en paz? Eso iba a sonar muy extraño y no quería que se sintiera incómoda o algo así.

|| ꧁෴ ਬੇ - ਓ ෴꧂ ||

Habíamos vendido la mitad de las cosas y eso fue muy bueno. Les chiques decidieron irse luego de entrar todos los objetos y ponerlos en cajas, para la próxima venta y que les pagaría cuando pudiera. En cambio Sheila se quedó, ya que, teníamos que ir al cine y lastimosamente no veríamos una película de terror.

Nos subimos a su auto y puso Yellow de Coldplay, no tenía idea de porqué había puesto una canción tan romántica, ósea, la letra era de alguien enamorado, pero no me importaba mucho, porque había una sonrisa en su rostro y eso era lo importante

Estuvimos todo el viaje cantando a los gritos, como si realmente estuviéramos en un concierto. Cuando el semáforo estaba en rojo y las personas de los otros autos nos miraban, se reían y se burlaban de nosotras.

Más de una vez pensé en decirles algo, pero sabía que eso arruinaría el ambiente cálido que se había formado y su sonrisa se iría, al igual que el brillo en sus ojos. Así qué preferí callar y disfrutar de este momento, traté de dejarme llevar por el ritmo de las canciones y olvidarme de todo.

Con Sheila cerca no se había vuelto una tarea difícil, ella tenía ese poder sobre mí.

Sin embargo, eso no dejaba de darme recelo, porqué ¿y si la maldición que había en mí, le afectaba a ella? Todo aquella persona que yo quiera termina muriendo o en un trágico accidente. No quería eso para ella, quería verla brillar, hasta el día en donde tenga arrugas, se queje del clima y se quede en la puerta de la casa solo para oír el chisme del vecindario.

Eventualmente todos moriríamos, pero no era natural morir en un accidente.

Finalmente llegamos al cine, compramos un tarro de palomitas, las cuales no llegaron ni a la mitad de la película, porque me las había comido todas. Eligió una película de la aventura de un gato naranja con rayas negras y por un momento, sentí que ella era como un golden retriever y yo un gato negro, pero con una chispa de corazón.

La rubia reía cuando dirigía su mano al tarro y cada vez quedaba menos. De repente se me quedó mirando por unos segundos y sonrió de lado, para luego negar con la cabeza. Se acercó a mí y dirigió su mano hacia la comisura de mis labios.

En ese momento mi corazón comenzó a latir rápidamente, como si ese pequeño y ligero toque de la yema de sus dedos, emitiera una descarga eléctrica que le avisaba a mi corazón que debía ponerse nervioso.

Fue en ese milisegundo que me pregunté si Emily tenía razón, porque yo no sabía si quería a Sheila como algo más que una amiga, pero durante este tiempo que transcurrió, me di cuenta que cada vez que ella me hablaba de la chica que le gusta, sentía una increíble incomodidad por dentro.

Sé que ella no lo hacía con mala intención, pero era más fuerte que yo. Además, ya no sabía que era amar, Emma me había generado tantas inseguridades respecto a las relaciones, que siempre termino huyendo o evitando los problemas.

Huí del caso de mi madre, del caso de mi hermana y ahora quería huir de esto. ¿Por qué y si Sheila no me quería? ¿Perdería su amistad para siempre? ¿Me odiaría? Y si ella también me quería, ¿podría correr el riesgo de que ella se aleje de mí por miedo a lo que sienta? ¿Sería capaz de sufrir discriminación por quererme?

En el hipotético caso de que ella me quisiera como algo más, claro.

Fue solo un segundo, en el cual millones de preguntas y temores pasaron por mi cabeza. Y al notar que no solo había pasado un segundo, porque sus ojos verdes no se despegaban de mis labios, mi corazón comenzó a latir aún más fuerte, pero como si tuviera paz.

Algo que me había sido arrebatado,

Deslizó su pulgar lentamente por la comisura de mis labios y noté que tenía un pequeño pedazo de palomita.

Maldición y yo pensando en algo más.

Las luces de la película iluminaban su rostro y realmente se veía tierna.

Traté de no seguir mirándola de esa manera, porque ella quería a alguien más y aunque en parte no me gustaba eso, solo quería que fuera feliz. Nada más importaba, solo eso.

Si pudiera, congelaría el tiempo, para quedarme aquí, donde no teníamos que escondernos, donde podía admirarla, donde podía ser libre sin miedos.

Cuando la película terminó, estábamos discutiendo sobre si el gato de la película era como el gato en las historietas.

—Créeme, Garfield no es una copia de Gaturro.

—Piénsalo bien, Sheila, ambos son gatos, hablan, tienen amigos animales, sus vidas son una locura y...

—¡Es solo una película!

—¿Y si es plagio?

—Que no es plagio, ambas son competencia, como Coca Cola y Pepsi, o las papas Lay 's con las Pringles.

Era divertido llevarle la contra aunque ni siquiera yo tuviera razón, solo quería hablar con ella y hacerla enojar. Molesta se ve tierna, pero no como cuando le pide a Dios por mi bien estar, cuando sabe que no creo en él.

Seguimos discutiendo, hasta que salimos del cine y caminamos hasta un parque que estaba cerca.

La noche alumbraba estos momentos de paz, las estrellas brillaban como nunca y la luna sonreía. Había demasiadas personas aquí, como si fuera de día y eso me dio un poco de recelo, porque algunos podrían pensar que éramos novias, por la forma en la que nos tratábamos, pero otros pensaban que éramos amigas.

Y la verdad es que en parte éramos ambas, frente a Emma y Andrés éramos novias, pero frente a los demás, no éramos más que simples amigas.

—¡Mira! —señaló emocionada a un hombre que vendía algodón de azúcar—. ¡La que llegue primero se compra el de multicolor! —dijo y comenzó a correr.

—¡Eso no vale!

Comencé a correr detrás de ella, pero en serio, ella parecía Flash y yo una tortuga. Corrimos atravesando todo el parque, gritándonos cosas, como si fuéramos dos niñas pequeñas. Todos nos miraban y murmuraban cosas, pero Sheila simplemente hacía oídos sordos y de vez en cuando giraba su cabeza por sobre su hombro para reírse de que era más lenta que ella y me sacaba la lengua.

Llegó al puesto y pidió algodón de azúcar extra grande, unos segundos después llegué y ella rió.

—Eres una maldita tramposa, Dankworth.

—Dices eso porque no soportas perder —se burló.

—¡No estaba preparada! ¡Eso es trampa!

—No, no lo es.

—Sí, lo es.

—No.

—Sí.

—No.

—Sí.

—Que no.

—Que sí.

El señor que nos estaba atendiendo, nos miraba como si fuéramos dos niñas y realmente no me importaba. Hasta era gracioso, hacía mucho tiempo que no la pasaba tan bien y me alegraba ser feliz con ella.

—No sé porque eres tan dramática, sabes que te compartiré.

—Cállate, Dankworth.

Río negando con la cabeza.

Como dije, llevarle la contra era muy divertido.

—¿Cuanto es, señor?

—Serían cinco dólares, señorita.

Ambas sacamos nuestra billetera y nos miramos. Rápidamente quité la billetera y le extendí los billetes al señor, para que Sheila no tuviera que pagar. Porque la conocía lo suficiente, para saber que si yo quería un unicornio, sería capaz de pagarlo sin problema alguno y no quería que siguiera gastando más en mí. Al menos no cuando ya tenía un poco de dinero.

—¡Oye!

—Eso te pasa por tramposa.

—Yo quería pagar por ti —reclamó.

—Lo sé y por eso mismo pagué.

—Pero me gusta hacer cosas por ti —hizo un puchero.

—Lo sé, pero no puedes pasar toda tu vida comprándome cosas —elevó una ceja y sonrió arrogantemente.

—¿Quién dice que no?

Esta chica no tenía remedio, le encantaba hacer cosas por mí, le gustaba ayudar sin esperar nada a cambio. Era difícil saber que personas como ella aún existían, pero encontré oro entre tanta plata sucia y no planeaba perderla.

Sé que tal vez estaba exagerando, pero ante todo lo que había sucedido en mi vida, tenía que estar preparada para lo peor.

Porque aunque amaba este día, sabía que tarde o temprano debería encargarme del caso de mi madre, hablar con Emma y con Andrés, dos personas que detestaba con mi vida.

Comenzamos a caminar, mientras comíamos algodón de azúcar.

—¿Sabes? Creo que podría ser pansexual.

—¿Por qué crees eso?

—Bueno, creo que si estuviera con una chica, no me molestaría que use pronombres neutros o masculinos, pero a la vez creo que los hombres están fuera de mi radar, es como si para mí ellos no existieran, porque nunca sentí amor verdadero por alguno y mucho menos me siento cómoda con alguien quien tiene una banana, creo que me siento más cómoda con manzanas y melones, ¿entiendes?

Reí por la comparación.

—Creo que sí, saber quien eres lleva tiempo, por no decir años. Algunas personas son bi, pero con preferencias a personas de su mismo sexo, las lesbianas preferimos a las chicas y a muchas no les importa con qué pronombres se identifique su pareja, en cambio a los pansexuales, creo que cada quien sabe lo que prefiere y está bien, no tiene que gustarte toda persona que veas.

Sheila se quedó pensativa por un momento y me miró confundida.

—¿Y los demás no dirán que estoy confundida por no tener una etiqueta?

—No y si alguien lo dice, lo mejor es hacer oídos sordos.

—¿Te das cuenta que me das un consejo que ni tú misma aplicas?

—Lo sé, pero a ti no te gusta pelear y yo sí, además me sé defender, no te preocupes —sonreí de lado.

En sus ojos noté un pequeño brillo.

De repente me tomó de la mano y nos sentamos sobre el césped verde, para luego acostarnos. Lentamente me solté y ambas miramos el cielo. La estrellas brillaban, como la luna y la música de los grillos nos daban un digno ambiente.

—¿No está linda la noche?

—Sí, siento que las estrellas brillan más —dije.

Entonces recordé la plática que hace meses tuvimos sobre las estrellas. Sheila decía que cada uno tenía estrellas en su vida, que la hacían brillar y recordé que le dije que no había estrellas en mi vida.

Y tal vez no las había, hasta ahora.

Tal vez Sheila era esa estrella fugaz, que pasa frente a tus ojos y te cumple tus deseos, pero esta estrella se había quedado en mi vida y no pretendía irse.

Creo que me gustaría significar algo más en su vida, que solo una chica reprimida, llena de problemas por resolver y en vez de eso, trata de evitarlos, porque es más fácil huir que afrontar la verdad.

A veces me era más fácil ser valiente cuando se trataba de acciones, de golpear a alguien o defenderme con palabras, ¿pero cómo podía ser valiente ante un enemigo tan poderoso? ¿Con qué maniobra podía derrotar a la realidad?

—Es increíble lo que Dios es capaz de crear, ¿no crees?

—Confieso que todavía no sé cómo es que crees en alguien que causa tanto sufrimiento...

Giró su cabeza para mirarme y sonrió de lado.

—Dios nos crea, pero nos deja tomar nuestras propias decisiones, eso quiere decir que nos da el poder de creer en él o no. Dios no es responsable de todo lo que sucede, sabe que el sufrimiento es necesario, para que así podamos transformarnos y cumplir su propósito —explicó.

Emily dijo que yo tenía un propósito en esta vida y Sheila parece creer que todos tenemos un papel en esta vida.

—¿Y cómo saber cuál es mi propósito?

—Ten fe, él terminará diciéndotelo.

—Perdona, Sheila, no quiero que pienses que me burlo de tus creencias, pero perdí la fe en alguien que solo me causa dolor y sufrimiento... —suspiré.

—Hay veces que suceden cosas malas, pero tienen un mayor significado que podemos ver o entender ahora, ¿entiendes? —negué con la cabeza—. Piensa que si no te hubieras ido de tu antigua universidad, no me habrías conocido, tuviste que irte, porque Dios sabía que habría sufrimiento en tu vida y decidió ponerme en tu camino para poder ayudarte.

—Si lo dices así tiene sentido, ¿pero qué prueba que fue él quien lo planeó? Pudo haber sido solo casualidad.

—¿Te parece casualidad que hayas encontrado a una chica que siempre te cuida y te protege sin importar tu sexualidad?

—Eso es diferente, eres de la comunidad, te sientes reflejada en mí.

—¿Crees que sea casualidad? Porque has conocido muchas personas, nadie de la comunidad y si lo eran, nunca te ayudaron como yo o nuestros amigos —hizo una pausa—. Dios te dio una nueva familia, Thalía, una que siempre estará para ti, sin esperar nada a cambio y nos dio la oportunidad de conocernos.

Al notar la firmeza y la convicción con la que hablaba, era difícil no creerle, pero ya había creído en Dios y él me lo arrebató todo, ¿por qué iba a confiar en él otra vez?

—Él me quitó a mi hermana, Sheila. Dios no es bueno.

—¿Sabes? Cuando yo tenía ocho y Jason trece años, nos íbamos de vacaciones a la playa con nuestros padres. Éramos una familia muy feliz, alegre, íbamos todos los domingos a la iglesia y yo tenía las mismas dudas que tienes respecto a Dios, pero mi madre siempre decía que todo era parte de un plan, que los planes de Dios eran perfectos y qué solo obedeciendo y confiando, teníamos la seguridad de que tendríamos una vida serena, que nunca podíamos perder la fe, sin importar las circunstancias. Yo creía en él, hasta que en ese viaje un camión chocó con nosotros y volcó el auto... —bajó la mirada—, todo se volvió negro, había muchos gritos, pero solo veía sangre... —tomó aire, para simular que su voz se estaba quebrando—. Cuando desperté, Jason estaba a mi lado, con algunas heridas, pero nuestros padres jamás lo hicieron... —una lágrima cayó por su mejilla—. Yo estaba tan rota, tan destruida, que dejé de creer en Dios, porque él me había arrebatado a mis padres, pero luego Grace y Germán nos adoptaron y nos dieron una nueva vida, una nueva familia...

Me acerqué lentamente hacia ella y la abracé.

No tenía idea de su pasado y ahora podía entender su esfuerzo en ayudarme, ella no solo se veía reflejada en mí por ser de la comunidad, sino porque también lo había perdido todo, pero seguía sonriendo ante las dificultades de la vida.

Sheila era una persona de oro, difícil de encontrar y digna de admirar.

—¿Y por qué volviste a creer en Dios?

—Una noche le dije que si realmente tenía algo bueno por lo que vivir, que me quitara el dolor que había en mi pecho y a la noche siguiente el dolor disminuyó, y cada noche que pasaba, sentía menos dolor, hasta que dejé de sentirme angustiada y comencé a ver la vida de otra manera, porque sabía que mis padres no querrían que me enojara con Dios y porque confiaba en que tenía un propósito y creo que lo encontré...

—¿Cúal? —la miré confundida.

—Ayudarte a ti y saber quien soy en verdad. Thalía, no es casualidad que tú me ayudes a saber mi identidad y que yo te ayude a ti, al menos para mí no lo es...

—Yo... ¿por qué me cuentas esto ahora? Nunca me habías mencionado que eres adoptada y para ser sincera, nunca lo imaginé.

—Para que veas que no solo sufres tú, para que veas que mi vida no es de color rosa, es de todos los colores, porque viví todas las emociones y principalmente sé que mis padres son ángeles que me cuidan, como seguro tu hermana lo es.

No me había dado cuenta de que yo no era la única que sufría, quien sabe cuantas veces Sheila se fue a dormir llorando por no tener a sus padres, por no poder darles un abrazo y yo fui una egoísta que solo pensaba en su sufrimiento, porque era lo único que veía.

—Sheila, yo no tenía idea y quiero que cuentes conmigo si un día quieres hablar de tus padres o de lo que sucedió, no quiero verte triste...

—Contigo nunca estoy triste —sonrió de lado.

—Sé que tus padres estarían orgullosos de ti y te admirarían.

—¿Y qué crees de todo esto?

—Creo que encontré a mi estrella...

Al final del día, teníamos más en común de lo que parecía. Siempre sonreía porque nada podía ser peor a lo que había vivido, porque quería vivir todo lo que pudiera, porque la vida podía cambiar en un segundo.

Realmente quisiera ser como ella, así de fuerte y aunque aún no lo era, quería cambiar eso.

Creo que la juzgué demasiado rápido cuando nos conocimos. Ella no era la típica rubia heterosexual tonta qu tenía toda la vida resuelta, no, era una chica cuya niñez fue dura, pero logró salir adelante, le sonrió a la vida y ahora trataba de saber quien era.

Ella era mi estrella.

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