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|| Capítulo 13 ||

Al llegar a casa de Sheila, luego de la universidad, dijo que quería estar a solas. Jason me preguntó qué había sucedido, pero opté por no decirle nada más que una mentira piadosa, porque creía que ella debía decirlo y no yo.

Durante el viaje de vuelta a casa, noté que el rubio estaba un poco distante con sus pensamientos, como si estuviera preocupado por algo y si debía abrirme, creo que podría empezar por él.

Más tarde le preguntaría qué le sucedía, ahora tenía algo que hacer y no podía esperar. Era algo que Emily me dijo que debía hacer cuando me sintiera lista, cuando no tuviera miedo y cuando hubiera una chica a mi lado y aunque Sheila no era mi novia, sabía que podía contar con ella para todo. Incluso si debía esconder un cadáver.

Sheila era esa clase de persona que era oro puro, era alegre, llena de vida, llena de sueños, llena de esperanzas y con su simpatía y cariño, podía transmitirle todo eso y más. Desde que la conocí, mi mundo se ha vuelto un caos, pero es como si ella fuera un pequeño ángel que de alguna manera, me cuida, me protege y me dice que todo estará bien.

Cuando la miraba, veía en ella a la luna, que brilla pese a la oscuridad que la rodea, pese a que las estrellas iluminen tan poco, comparada con ella, que sonríe pese a lo mal que esté la situación. Ella era una luna, que brillaba, pese a que haya miedos e inseguridades en su interior.

Por eso sabía que podía contar con ella, aunque no sabía nada de su pasado, presentía que había algo de oscuridad y algo de luz, como un día yo lo tuve. Nos entendíamos a la perfección, pese al poco tiempo que nos conocíamos y esa conexión, era increíble.

No sabía por qué Emily tuvo que irse de mi vida, no sabía por qué tuvo que dejarme, pero sé que si ella quería que abriera el libro cuando alguien estuviera para sostenerme, había algún motivo.

Subí a la que era mi habitación y dejé la mochila en el suelo. Me acerqué a la mesita de noche, en donde estaba el libro y lo tomé en mis manos. Me senté en el borde de la cama y me pregunté si realmente estaba lista, porque claro que tenía a un ángel en mi vida, pero yo era un demonio de la oscuridad que no sabía controlar sus emociones, que le costaba aceptar y entender porque había personas tan crueles en el mundo.

Pensé si realmente esto era lo correcto, porque una parte de mí tenía pánico de lo que podría encontrar en el libro y la otra parte tenía una curiosidad inmensa.

Suspiré y me di cuenta que el libro tenía una página doblada. Al verlo casi me dio un infarto, porque era pecado doblar las páginas de un libro, pero estaba segura que Emily lo sabía y por eso lo hizo. Abrí el libro en la página doblada y noté que había un papel doblado.

Lo saqué de la página, dejé el libro a un lado y abrí el papel. En él, había una nota bastante extensa.

Hola, hermana, espero que no te hayas enojado por la página doblada, pero no se me ocurrió otra forma de llamar tu atención. Espero que leas esto cuando tengas la novia que te mereces y espero que tengan dos hijos, como siempre has soñado. Quiero que sepas que las cosas con nuestro padre empeoran cada día más, nuestra madre nunca hizo nada para protegerte, pero yo sí, porque te amo y siempre lo haré. Por desgracia, eso tendrá un precio muy alto, mi vida, porque sabes que papá siempre me maltrató y si no te golpea más seguido, es porque yo me interpongo, para cuidarte, para que cuando llegue el día que seas libre y puedas vivir la vida que siempre soñamos, para que no haya ninguna marca en tu cuerpo, ni en tu corazón. Sé que debes tener muchas preguntas, porque aunque seas dos años menor que yo, siempre fuiste muy curiosa, a tu manera reservada. No tengo las respuestas a todas tus preguntas, solo te pido que nunca pierdas la fe en Dios, porque él nos da la vida para vivirla y sé que me está usando para protegerte, porque tiene un propósito para ti, aunque no lo veas, ahí está. Nunca dudes de mi amor por ti, porque así como me sacrifico y te protejo, siempre lo haré, no importa donde esté, o en qué año sea, yo siempre estaré contigo y nunca te abandonaré.

Ahora que te dije lo más importante, quiero pedirte otra cosa, que será difícil, porque te conozco, siempre irás tras la justicia y harás que aquellos que te molesten, queden paralizados al verte triunfar ante sus ojos, pero no quiero que pases toda tu vida o que la arruines persiguiendo a nuestro padre por las cosas que nos hizo, porque eso no servirá de nada, no cambiará nada y seguirá siendo el mismo. No sé en qué clase de presentes estás leyendo esto, pero si amas a una chica, dile lo que sientes y en caso de que ya estén juntas, te pido que solo te concentres en seguir luchando por la libertad que tanto mereces tú y los demás, que sigas brillando y que esa sonrisa que tienes nunca desaparezca.

Con amor, Emily, tu ángel guardián.

Sin tener control alguno, cerré mis ojos y las lágrimas me invadieron, caían por mis mejillas, mi cuerpo comenzó a temblar y los pensamientos negativos se apoderaron de mi mente.

¿Qué pensaría Emily si me viera ahora? ¿Estaría decepcionada de mí? Porque perdí la fe en Dios, porqué él me la arrebató, me lo quitó todo sin piedad alguna y yo lo odiaba por eso. Nunca lo perdonaría por haberme dado una vida feliz, para luego quitármela.

No podía hacer las paces con él, pero oír a Sheila hablándole como si fuera su amigo, me daba cierta nostalgia de la niña que fui un día, llena de fe, de felicidad, de amor y cariño, pero él me engañó y me quitó todo, arrancó un pedazo de mi y hasta el día de hoy sigo sangrando.

¿Y si realmente lo merecía? ¿Y si ese era mi castigo por ser libre? ¿Y si ese era el precio? ¿O será verdad que Emily solo era mi ángel y me protegió hasta que su corazón dejó de latir y cerró los ojos para siempre? Emily no merecía pagar por mis decisiones, no lo merecía.

Yo la había asesinado, ella había muerto por mis pecados y la había perdido por mi culpa, por pensar solo en mí. Desearía estar con ella, enterrada bajo cinco metros de tierra, donde nadie podría herirme, donde no había dolor o sufrimiento. Solo deseaba estar con ella y vivir todo aquello que me fue arrebatado. Lo deseaba tanto, que un día... que un día no aguanté más...

De pronto oí un golpe en la puerta. Miré por sobre mi hombro y noté que Jason me estaba mirando.

—¿Quieres hablar? —negué con la cabeza—. Sheila dice que cuando dices que no, es porque sí y cuando dices sí, es porque sí.

—¿Hablan mucho de mí?

—Puff, todo el tiempo —se detuvo cuando se dio cuenta de lo que dijo—, pero no le digas que te dije eso o me matará.

—Tranquilo —dio unos pasos hacía mí, hasta que se sentó a mi lado.

—Soy malo consolando personas, pero soy bueno escuchando, si quieres puedes contarme qué sucede.

No quería contarle a él, quería hablar con Sheila, pero no podía depender de ella, no era sano y tal vez abrirme con él sería bueno.

Suspiré

—¿Cómo haces para tener fe en Dios? ¿Cómo es que ustedes confían en él a pesar del dolor y sufrimiento? ¿Cómo creer en alguien que permite el dolor? —pregunté perdida.

—Creer en Dios no significa sólo creer en aquello que no vemos, porque cuando lo tenemos enfrente de nuestras raíces, también debemos creer que gracias a él tenemos aquello que tanto anhelamos.

—¿Y si él te lo quitara todo? ¿Seguirías creyendo qué es bueno y misericordioso?

—Sí, porque si bien Dios escribe nuestra vida, nada sucede sin ningún motivo, todo tiene un propósito, solo que no todos lo ven —respondió con naturalidad, como si fuera obvio.

Era curioso, mi hermana me había dicho algo similar, que ella se sacrificaría por qué yo tenía un propósito, pero según yo, no tenía nada, más que vivir sin rumbo alguno. Porque la felicidad de la que hablaba ella, se había esfumado como cenizas en el viento, la sonrisa de la que hablaba, se había ido, porque mi corazón se había llenado de odio y resentimiento. No era fácil para mi admitir que era débil ante mis emociones, porque nunca me gustó, ¿pero qué tenía qué perder? De niña habría negado que tenía dolor y odio, pero ahora, ya nada importaba, ya nada tenía sentido. Era como si yo fuera un barco sin timón alguno, sin rumbo y que en cualquier momento chocaría.

La cantidad de noches que me había ido a dormir llorando, gritando y sangrando por dentro, eran incontables, las noches que me fui a dormir deseando que todo fuera una broma de Dios, pero cuando abría los ojos y notaba la cama de al lado vacía, la realidad era otra.

—¿Alguna vez creíste en Dios?

—Sin ofender, pero no creería en alguien que no evita mi sufrimiento —mentí, porque cuando tenía vida, si creía en él.

—Tal vez no lo veas, pero ahora tienes una nueva familia —elevé una ceja, confundida—. Lo sé, no somos la familia perfecta, somos una familia diferente a la normal, Sheila y yo somos de la comunidad, tenemos miedos, inseguridades y muchas veces nuestros padres no nos comprenden, pero siempre están ahí, para apoyarnos, al igual que nuestros amigos.

—Es diferente, son tu familia, no la mía.

—Familia no es aquella que te dio la vida, familia son aquellos que están para ti en tus malos momentos, aquellos que darían la vida por ti, sin esperar nada a cambio, porque te aman, porque te valoran, porque quieren tu bien —explicó.

En ese momento recordé todo lo que había vivido hasta hora, Sheila siempre estuvo para mí, siempre dio su vida si era necesario, pero nuestros amigos, con los cuales yo no quería ninguna relación, también estuvieron a mi lado todo este tiempo, siempre se preocuparon, aunque yo nunca me senté a hablar con ellos.

Yo era una horrible persona, estaba tan centrada en mi dolor, en mi oscuridad, que nunca noté que los demás también podrían tenerla. El dolor y el rencor me habían cegado.

Tal vez por eso mismo nunca vi las señales sobre qué Sheila era de la comunidad, desconfiaba tanto de ella, que la creía una homofóbica más.

Yo era igual a Andrés, quien nunca se preocupaba por los demás, solo por sí mismo.

—¿Sabes? No sé si eres bueno consolando, pero si eres bueno para hacer que las personas vean que su vida no es una completa mierda.

—Lo sé, soy genial, ¿verdad? —se peinó su cabello hacia atrás, presumiendo.

—Eres igual de irritante que Sheila.

—Pero aún así la amas, así qué tan irritante no es.

¿Amarla? ¿Yo la amaba o solo retribuía todo lo que ella hizo por mí? Porque la verdad me gustaba verla feliz, como cuando nos fuimos a los juegos y sus ojos verdosos no dejaban de brillar, su sonrisa no desaparecía de su rostro y parecía que nada más existía.

No quería pensar en eso ahora, solo debía ir a disculparme con ella.

—Perdón si nunca me fijé si estabas mal, solo que no te veía, estaba...

—¿Ciega por el dolor? —asentí—. Lo sé, Sheila desde el primer día en que te vio me dijo que había oscuridad en ti, pero que eso no impedía que en el fondo hubiera luz.

—¿Ella dijo eso de mí? —pregunté emocionada.

—Sí, pero no le digas que te dije —sonrió de lado.

—Tranquilo, tu secreto está a salvo conmigo —le di una cálida sonrisa—. Por cierto, te vi pensativo hoy cuando nos fuiste a buscar, ¿Qué tienes?

—Peleé con mi novio, Yaik.

—¿Por qué?

—Cuando discutimos, simplemente huye, trata de evadir el problema y luego finge que nada sucedió.

—Bueno, no sé mucho de su relación, pero estuve en su lugar y a veces, huir es más fácil que afrontar las cosas, debe estar acostumbrado a eso, pero si tú le hablas con tranquilidad, sin reclamos, sin indirectas o algo que lo haga sentir mal, él te escuchará —hice una pausa—. No somos perfectos, pero somos reales y solo por eso debemos comprender al otro, háblale con sinceridad, pero no lo hieras, porque entonces su corazón podría cerrarse y nunca más dejarte entrar en él.

—¿Crees que sería capaz de eso?

—No lo sé, pero los sentimientos son muy bellos, pero pueden herir a quien más amas sin darte cuenta.

Por unos segundos se quedó pensativo, como si le hubiera dado la clave de la Matrix o algo así.

—Le daré su espacio y cuando esté listo, hablaremos y resolveremos todo.

—Luego dime si resultó.

—¿Te importa mi vida amorosa?

—Solo dime si mi consejo te ayudó o no...

—Sí, señora —me guiñó el ojo.

|| ꧁෴ ਬੇ - ਓ ෴꧂ ||

La noche había caído, habíamos cenado pollo con ensalada, pero los señores Dankworth tuvieron una emergencia y se fueron. Dijeron que llegarían tarde y que no debíamos esperarlos.

Eso me dio algo de ventaja, porque desde que hablé con Jason, no dejé de pensar en cómo Sheila se había sentido respecto a todo lo que implicaba aceptarse. Yo lo tomé como algo normal, pero no todos siempre tienen la misma reacción y teniendo en cuenta cuán confundida estaba, era normal que le costara entender o asimilar ciertas cosas.

Jason dijo que lavaría los platos y Sheila dijo que estaría en su habitación. La seguí, pero no sabía si era una buena idea tocar a su puerta o no. Tal vez ella querría estar a solas, tal vez quería pensar y yo solo podría estorbar o simplemente ella me diría que me largue.

Maldición, esas inseguridades que generó Emma me estaban consumiendo.

Levanté mi mano y tembló un poco, pero finalmente toqué la puerta. Esperé uno, dos, tres cuatro y... cinco segundos, hasta que vi su rostro.

—Hola... —le sonreí de lado.

—Hola...

Deslicé mis manos sobre mis brazos, por los nervios que me generaba no saber cómo iniciar una conversación.

—¿Estás mejor?

—No mucho, sigo muy confundida.

—¿Quieres hablar?

—Me vendría bien —sonrió de lado. 

Se hizo a un lado para que pudiera pasar y al hacerlo, cerró la puerta. Noté que en su escritorio estaba su libreta, cerrada, justo a su lado, estaba la computadora, encendida. En la pantalla se mostraba una página en donde te decía que tan gay eres.

Se acercó a la computadora, la tomó y nos sentamos al borde de la cama.

—He estado investigando y en algunas páginas dicen que soy bi, otras dicen que soy lesbiana, otras dicen que soy pansexual y no tengo idea de que sea eso, solo dime que no tiene que ver nada con el pan.

Al principio de nuestra relación habría pensado que sería un comentario burlón de su parte, pero ahora, no pensaba así.

—Créeme, no tiene nada que ver con el pan, la sexualidad de la que hablas se refiere a que te puede gustar alguien sin importar su identidad de género. Ósea, qué te puede gustar alguien sin importar sus genitales o como se identifique.

—Sigo sin comprender, porque en las otras páginas y videos me hicieron dudar aún más sobre qué me gusta —suspiró.

Tomé su computadora de su regazo y la dejé en su escritorio para luego sentarme a su lado.

—Los videos y test que hagas te pueden ayudar, pero nadie te dirá algo que ni tú misma sabes.

—¿Y cómo sabré? Porque no sé si me gustan los melones o las bananas —reí ante su inocencia.

Creo que se me hacía tierno ver como no se atrevía a llamar a los genitales con sus respectivos nombres.

—Te haré algunas preguntas y no debes contestar si no quieres, ¿okey? —asintió—. ¿Sientes excitación por los melones o bananas?

Por un breve momento sus ojos se quedaron quietos, no parpadeaba y supuse que estaba pensando en la respuesta. Tal vez no debía pensar en esto en una situación así, pero se veía muy linda cuando pensaba, era como si el mundo se detuviera.

—Creo... —bajó la mirada—, creo que los... melones, no estoy segura de que me gusten las bananas, siento que me dan asco, ósea, no me imagino con un hombre, pero si me imagino en algo sexual con una mujer... ¿Eso está mal?

—No, para nada, está bien. Además, no es ley que debas identificarte con una palabra, solo tienes que asegurarte de que a la persona que ames, también lo haga.

—Lo sé, pero es que a veces me gustaría saber quien soy, ¿por qué quién querría estar con una chica que no sabe ni quién es en verdad?

—Yo lo haría —hice una pausa cuando me di cuenta que dije lo que pensé—, ósea... yo... digo, me refiero a que yo estaría con alguien que no sabe su sexualidad, porque sí tengo la seguridad que esa chica me ama, lo demás todo fluye.

—¿Y si ella tuviera inseguridades?

—Haría todo para que sus inseguridades la dejaran en paz, la haría reír, aunque sea mala haciéndolo, querría ver sus ojos brillar y... —ambas nos observamos a los ojos.

Me gustaría que supiera que quiero hacer todo eso con ella.

Miré sus labios y se los relamió. Me dio una pequeña sonrisa y observé como en sus ojos había el mismo brillo, que cuando habíamos ido a los juegos. Quería ver ese brillo siempre, me hacía sentir bien, como una especie de seguridad que todo iba a estar bien. Debía tomar el consejo de Emily y ser feliz. Ser feliz con Sheila.

—¿Y...?

—Y le diría que aunque sea irritante, le daría todo aquello que se merece...

—Supongo que a la chica que quieras, debe ser muy afortunada —se alejó de mí, como si yo tuviera una peste.

Lo había olvidado, ella ya quería a alguien más... ¿Por qué rayos me importaba eso? Sheila Dankworth nunca me iba a gustar y yo nunca le iba a gustar, así de simple... Qu quiera verla feliz es otra cosa muy distinta.

—Imagino que tu chica también, tendrá al lado a un ángel —sonrió.

—¿Eso piensas que soy? ¿Un ángel?

—Bueno, eres uno irritante, pero sí.

—¿Así qué soy un ángel irritante? —preguntó de manera retórica.

De repente se lanzó encima mío y comenzó a hacerme cosquillas por todo el cuerpo. Sin poder evitarlo, comencé a reír y a rogarle que dejara de hacerlo, pero cuanto más le decía que se detuviera, más cosquillas me hacía.

—Sheila... para... —supliqué.

—Jamás.

Ella siguió haciéndome cosquillas en las axilas y en el cuello, hasta que enredé mis piernas con las suyas y rodamos hasta caernos al suelo. Ambas reímos, como si fuera algo divertido caer al suelo, pero con Sheila lo era y no podía evitarlo.

La miré a los ojos y su sonrisa no dejaba su rostro.

—Al menos te hice reír.

—Al menos te vencí.

—Suerte de principiante.

—Admite que fue divertido.

—Contigo todo momento se vuelve divertido y feliz...

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