|| Capítulo 11 ||
Ambos llamaron a la policía y llegaron en menos de cinco minutos. Varias patrullas se posicionaron alrededor de la casa y eso llamó la atención de los vecinos. Se querían acercar a preguntar qué había sucedido, pero los policías no los dejaban.
Emma había venido y Sheila le mostró el video en donde me abofeteaba. Aunque ambas se llevaran mal, llegaron a la conclusión de que lo único que quedaba por hacer era arrestarlo y así lo hicieron.
Un oficial de confianza se lo llevó en una patrulla, pero Andrés juró que en poco tiempo saldría de la cárcel y eso me dejó los pelos de punta.
Los padres de Jason y Sheila estaban hablando con Emma, para asegurarse que él nunca más salga de la cárcel. Estábamos sentadaa en las escaleras, mientras me acariciaba la cabeza como si fuera una niña pequeña que necesitara consuelo.
Me preguntaba porqué Sheila portaba un arma, pero eso poco importaba ahora.
—¿Cómo me encontraste?
—Digamos que eres mala fijándote si no te siguen —se echó una pequeña risita.
—Creo que no podía pensar bien...
—¿Y qué perturbaba tus pensamientos?
Tus labios, tus ojos, tu cabello sedoso, tú.
—No sé, creo que en todo —hice una pausa—. Debo vivir aquí y traer al pequeño colibrí y...
—Oye, tranquila, el colibrí ya está bien y es feliz visitandonos en el jardín de mi madre y en cuanto a tu casa, tengo una propuesta para ti —me miró y sonrió de lado.
—¿Cúal? —pregunté curiosa.
—Yo... —quitó lentamente su mano de mi cabello—, bueno... Lo hablé con mis padres y mi hermano y creo... creímos, digo, creemos, que sería bueno que vivieras conmigo, digo, con nosotros, para que tengas un hogar y una familia que te cuide...
No sabía qué decir ante su propuesta. Es decir, no la esperaba y sabía que ellos eran una buena familia, pero, ¿era lo correcto?
No quería traerles sufrimiento a su familia. Ellos eran todo lo bueno que debía ser y yo solo era una pobre alma en desgracia sin rumbo alguno.
Aunque debía admitir que verla así de nerviosa era algo tierno y gracioso.
—Yo... Agradezco la oferta, pero creo que debo pensarlo un poco, ¿te molesta?
Negó con la cabeza.
—Tómate el tiempo que necesites, solo quiero pedirte una cosa, sé que es muy difícil, pero que es necesario para que puedas avanzar.
La miré confundida, pensando en todas las posibilidades de lo que me iba a pedir. Tal vez me pediría matar a alguien o ocultar un cuerpo o vengarnos de alguien.
—¿Me pedirás que mate a alguien?
—Sí —contestó con firmeza.
—¿Estás loca? —fruncí el ceño.
—Quiero que mates a tu yo del pasado, para que la Thalía que ven mis ojos, pueda existir sin temor alguno. Quiero que la Thalía que sé que existe, pueda ser mi amiga, sin temor a que la lastimen, sin temor al qué dirán nuestros compañeros o quien sea de nosotras, quiero que ella pueda ser libre y me demuestre que es una persona maravillosa, que yo sé qué es, que yo sé que existe y que está dentro tuyo, esperando a que le abras las puertas para ser libre...
—¿Y si no muere mi yo del pasado?
—Seguiré a tu lado, porque para mí eres importante, sin importar qué.
Sonreí.
No estaba acostumbrada a que alguien creyera en mí y si debo darle la razón de algo a Andrés, es que me acostumbré al maltrato y no entendía porqué Sheila era diferente. Seguro que no era porqué es bisexual o por que le gustan las mujeres, estaba segura de que había algo más, pero me alegraba que estuviera para mí.
Sé que desde que mi madre murió, me he aislado de ella, de su familia y de nuestros amigos, incluso del pequeño colibrí que ella se encargó de cuidar, porque sabía cuán importante era para mí.
¿Quién diría que por una pequeña ave nos acercamos?
A veces sentía que desde que mi madre murió, me siento más libre. como si tuviera una carga menos en mi espalda, porque ella me recordaba el pasado y todo lo que me había hecho sufrir, cuando pudo haber sido evitado.
Tal vez muchos pensarían que soy una maldita perra, como lo cree Andrés, por no sentir un luto absoluto por mi madre, ¿pero como sufrir por alguien que te dio la vida, para luego arruinártela?
A mi extraña manera, quería a mi madre o más bien, quería a su versión cuando no sabía que era lesbiana.
Tal vez, solo tal vez, Sheila tenía razón y debía comenzar a ser más abierta. Sé que eso le traería una alegría y quería verla feliz, aunque ella no tenía porqué saber eso.
Tal vez si debería abrirme a ella.
Emma se acercó a nosotras y la sonrisa de la rubia desapareció por completo.
—Quería agradecerte, Dankworth, de no ser por ti, ese hombre seguiría libre —dijo con el mayor odio que podía sentir hacia la rubia.
—No me agradezcas, yo amo a mi novia y siempre querré su bien —frunció el ceño al mirarla—, jamás la dejaría sola, ni la lastimaría —dijo con doble sentido.
Vaya indirecta, Dankworth.
—Realmente la amas, ¿no?
—¿Todavía tienes dudas?
—No, solo me pregunto si realmente lo de ustedes puede funcionar.
—No te preocupes, Emma —dije y sus ojos me observaron—, Sheila es mucho mejor que tú en todos los sentidos. No hay posibilidad de que no funcionemos
—Veo que encontraste a la chica indicada.
Sheila y yo nos miramos, para luego sonreír. Ese brillo que había en sus ojos volvió y fue entonces cuando mi corazón comenzó a palpitar más fuerte.
—De hecho, ella me encontró a mí.
|| ꧁෴ ਬੇ - ਓ ෴꧂ ||
Emma dijo que algunos oficiales se quedarían rondando por el vecindario, en caso de que algo más sucediera.
Sheila me acompañó a hablar con algunos vecinos que trataban de disimular su curiosidad ante lo sucedido y nos dijeron que hace dos semanas mi padre comenzó a vender algunas cosas de mi casa, para sacar algo de provecho. Dijeron que él necesitaba la plata para algo importante, pero que no sabían qué.
Una señora de unos ochenta y cinco años, nos dijo que podría ser para pagar el funeral de mi madre, pero lo curioso de todo esto, es que el funeral ya lo habían hecho. No asistí, porque no me sentía lista, pero sé que la familia de Sheila pagó y se ocupó de todo, para que al menos mi madre tuviera un entierro digno.
Recuerdo que no sabía cómo agradecerles y fue cuando se me ocurrió ayudar a la señora Dankworth a cocinar. Spoiler, me fue terrible.
Quemé el delantal y los guantes.
Para mi sorpresa, no se molestó.
Casi ni había ido a la universidad, me atrasé con algunos trabajos y proyectos, pero Sheila me contó que habló con cada uno de los profesores y la mayoría entendió mi situación, pero que si no presentaba los trabajos a fin de mes, perdería el semestre.
La rubia se había ofrecido a ayudarme con las materias más exigentes, como lo era cálculo y cualquier cosa que tuviera números. En cuanto a los proyectos, yo me uniría a ella y comenzaría a hacerlo.
Volvimos a la que era mi casa y estábamos en la cocina.
—¿Por qué no hiciste los trabajos con tus amigos?
—Porque Mayik y Klex ya hicieron equipo.
—No, me refiero a por qué no hiciste equipo con alguien del grupo de Ryan.
—Quería hacer equipo contigo, pero no quería decírtelo —confesó.
Revolví la cuchara en el café y le di la taza. Sin querer, nuestros dedos se tocaron y eso produció una descarga eléctrica. Sonreímos y nos sentamos en el sofá.
Llevó la taza a sus labios y bebió un poco del café que le había hecho.
—Dime que al menos es bebible —sonrió.
—Está muy rico.
—Al menos sé hacer un café.
Me observó por unos segundos y dejó la taza en la mesa ratona de color marrón. Se acercó a mí y lentamente dirigió su mano a mi mejilla. Se quedó observándola y acercó sus labios, para luego dejar un pequeño beso.
Dicen que cuando te gusta lo que hace alguien, sientes mariposas y todo eso, nunca lo creí, pero juraría que sentía un revoloteo en mi pecho.
—Espero que eso ayude un poco.
—Créeme, lo hizo —le sonreí de lado.
—¿Cómo te sientes con todo esto? Pasaron muchas cosas en tan poco tiempo.
—Por un lado me siento en paz ahora que Andrés se fue de mi vida, pero por otra parte, siento un gran recelo sobre su amenaza —hice una pausa y tomé aire—. En cuanto a mi madre, creo que nuestra relación murió hace años y ya no se podía salvar.
—¿Crees que algún día lo superarás?
—No lo sé, pero me siento más libre ahora —recosté mi cabeza sobre el respaldo.
Realmente no sabía que debía sentir, porque cualquiera en mi situación, estaría horrorizado, pero yo solo podía sentir paz, una carga menos. Es como si las cadenas que me mantenían presa al pasado, se hubieran roto.
Sheila las había roto con su sonrisa, con esa alegría que emanaba de ella. Realmente era como un ángel.
—Aunque hay algo que no entiendo, si Andrés estaba vendiendo las cosas, ¿será que tiene deudas? Porque de lo contrario no tiene sentido que venda todo y se quede con el dinero.
—No lo tiene, pero deberíamos hablar con Emma, hace tiempo que quiere hablar contigo.
—Lo sé, pero no tenía ánimos de hablar, ella también es una cadena del pasado y me hizo mucho daño.
La rubia se quedó en silencio, como si quisiera preguntar qué sucedió exactamente entre nosotras, pero a la vez, era como si no se atreviera a preguntar. Realmente no quería contarle, pero sentía que se lo debía, luego de que pasamos por tantas cosas, creo que podía arriesgarme y dar un salto de esperanza.
—¿Puedo saber que te hizo?
Asentí.
—Éramos novias en la secundaria y... éramos muy amorosas, nos queríamos demasiado, pero debíamos ocultar nuestro romance, porque éramos dos chicas y socialmente eso está mal —suspiré.
Un día estábamos por salir de la escuela y Emma me había dicho de ir al baño, porque tenía algo importante qué decirme.
—¿Qué se supone qué es esto? —me mostró la pantalla de su celular, el cual mostraba una foto de nosotras dos besándonos.
—Es una foto de nosotras —respondí con naturalidad.
—Quiero terminar con esto, Thalía —la miré confundida.
—¿Por la foto?
—No solo por eso, creí que te habías dado cuenta —fruncí el ceño confundida.
—¿D-darme cuenta de qué?
—De qué solo estaba experimentando contigo, ¿o acaso creías que yo podría amar a alguien como tú? Eres una maldita rara, una desviada que se pone feliz con la mínima atención de cariño. Yo no siento nada por ti, Thalía, porque no eres nadie y nunca lo serás.
Las lágrimas comenzaron a brotar de mis ojos y sentía que mi pecho se estaba cerrando, no podía respirar. Sentía un dolor profundo en el pecho, como si me hubiera roto.
—Yo nunca te amé o algo parecido, fuiste un juguete para mí y si le dices a alguien que tú yo tuvimos algo, les diré que editaste la foto porque me dijiste de tus sentimientos y yo te rechacé, porque jamás aceptaría estar con una mierda como tú.
Luego de eso, ella se fue del baño y yo me eché a llorar, porque no aguantaba la idea de haber sido usada como un juguete, porque no aguantaba la idea de haber caído tan bajo de estar con alguien que nunca me amó, porque no aguantaba la idea de que todo haya sido falso, cuando yo sentí con el corazón.
Me torturé el resto del año con verla todos los días, mientras recibía burlas de sus amigos, mientras recibía golpe tras golpe, hasta que un día terminé en el hospital.
El médico dijo que había recibido tantos golpes que pude haber muerto, pero que estaba viva de milagro. Cuando oí eso, creí que mi vida no podía ser peor, la chica a la que amaba me mintió durante un año, mi padre me maltrataba y mi madre no hacía nada para detenerlo.
Lo único que quería, era morir, pero parecía una misión imposible.
—Luego de eso, me cambié de secundaria y me aislé de todos, hacía todo sola y quería que permaneciera así, hasta que fui a la universidad y por el bullying que sufría, me cambié a otra, en la que estamos ahora y te acercaste a mí...
—No me arrepiento de haberlo hecho —juntó su mano con la mía y la acarició suavemente, como si fuera una pequeña ave herida.
—Sé que Emma me dirá que estaba confundida y que no sabía lo que sentía, pero no soporto que me siga mintiendo y no porque me importe, sino porqué sé que se arrepiente, solo tuvo miedo de salir del closet.
—Siempre detesté a Emma y ahora que sé lo que te hizo, peor aún, pero en parte entiendo su miedo, porque siempre me pregunté cómo sería tener una novia, si podría ser feliz con ella sin importar lo que dijeran mis amigos, pero no eso no es una justificación para haberte dicho todas esas cosas horribles.
Se acercó más a mí y me abrazó por los hombros, apoyó su cabeza en la mía y juntó nuestras manos. No sabía si esto estaba bien, es decir, solo las parejas se toman de la mano, ¿no?
Había estado tanto tiempo sin tener amigos, alguien con quien contar en mis malos momentos, que no sabía si esto estaba bien, pero se sentía muy placentero. Estar así, a solas, sin que los demás molestaran, mientras podíamos mostrarnos como en verdad somos.
Hacía años que no sentía algo así.
Ella tenía un poder sobre mí y eso era tan horrible como hermoso.
Sheila no podía saberlo, pero se había vuelto un granito de arena diferente al resto.
Estuvimos en silencio por unos minutos más, que sentí como si hubieran sido los mejores de toda mi vida.
Luego le pregunté si podía ayudarme a ordenar algunas cosas, para separar aquello que venderíamos y aquello que no. Así podríamos repartir el dinero, la mitad para Sheila y su familia, que me habían ayudado mucho este último tiempo y la otra mitad sería para comprarme un departamento cerca de su casa.
Me rogó que fuera cerca, así podría ir a visitarme todos los días.
Al abrir una de las cajas, noté que habían algunas cosas de Emily. Cómo coletas, sus muñecas favoritas y un dibujo que habíamos hecho cuando teníamos ocho años, en donde estábamos nosotras dos en los columpios, con cabello blanco en vez de marrón. Simbolizaba que incluso cuando fuéramos ancianas, seguiríamos jugando.
Ojalá lo hubiera cumplido...
Mientras estaba organizando algunas cajas en la habitación de mi madre, Sheila se acercó a decirme que faltaban algunas de mis cosas. Cuando me llevó a mi habitación, observé que mi estantería de libros estaba vacía.
Desesperada, me acerqué a algunas cajas que había sobre mi cama y comencé a buscar un libro de fantasía. No recordaba el título, pero su portada era muy distintiva, tenía a dos hermanas en ella.
—No está... —murmuré.
—Sé que buscas tus libros, pero cuando vendamos todo podrás comprarlos de vuelta, será como si nunca se hubieran ido de tu estantería —intentó animarme.
Estaba a punto de perder la cabeza, revolví todo en la caja, en los cajones, debajo de la cama, en el closet, pero nada. El libro no estaba. Me estaba desesperando, porque aunque fuera un objeto, no solo era eso, era algo más.
—Necesito estar sola, Sheila, por favor —le di la espalda, para que no pudiera ver mis ojos llorosos.
De repente sentí que sus brazos rodearon mi vientre y apoyó su cabeza en mi hombro. Acarició mi vientre por encima de la tela y cerré los ojos con fuerza.
—Te esperaré abajo —susurró.
Se alejó lentamente y cuando oí que cerró la puerta, tomé la caja que estaba sobre la cama y la tiré al suelo por la ira e impotencia que sentía. Quise evitarlo, pero las lágrimas salieron de mis ojos como si llevara toda una vida aguantando las ganas de llorar.
Caí de rodillas al suelo y me eché a la cama a llorar. A gritar y a desahogarme.
Para los demás era un libro cualquiera, sin importancia, pero no para mí. Ese libro era el último recuerdo de Emily, era lo único que tenía para sentirme cerca de ella. Depender de un libro para recordarla, era lo único que no hacía que cayera en la locura y hasta eso, arruinó Andrés.
Él sabía la importancia del libro en mi vida y sabía que tarde o temprano me daría cuenta que no estaba. Necesitaba saber por qué tenía que ser un maldito desgraciado conmigo, porque ser homofóbico no era suficiente.
¿Y si iba a hablar con él? Sabía que Sheila no me dejaría ir a verlo sola, pero lo necesitaba y tal vez escaparme por la ventana era una buena idea.
Levanté la mirada, me subí a la cama y me acerqué a la ventana. La abrí y miré la extensa rama del árbol. Tal vez si saltaba, podía llegar sin que Sheila me viera y así poder alejarla de mi infierno.
Me senté en el borde de la ventana y miré hacia atrás, preguntándome si era la decisión correcta, ¿pero qué podía perder?
Salté y al caer en la rama gruesa del árbol, me resbalé y me agarré del tronco. Me impulsé con mis brazos hacia arriba, luego estiré una pierna, para poder treparme y estabilizarme.
Al estar segura en el árbol, fui bajando lentamente, mientras me sostenía de las demás ramas. Toqué el suelo y me dirigí hacia mi motocicleta, coloqué la llave en el cilindro para que el motor pudiera encender.
Me subí y comencé a manejar, para alejarme de aquel lugar que un día llamé hogar.
El viento golpeaba mi rostro, secaba mis lágrimas y me hacía sentir una sensación de frescura, como si el viento que sentía al ir a toda velocidad, borrara todos mis problemas, todos mis miedos e inseguridades.
Ahora que lo pensaba, no me gustaba admitir mis debilidades, no me gustaba admitir que era débil ante algo o alguien. Era algo horrible para mí y ahora me di cuenta que tenía la inseguridad de volver a confiar en alguien.
También tenía mucho miedo de que las personas que me rodean, como... Sheila, su familia y nuestros... amigos, salieran lastimados por culpa mía.
No tenía idea de que me tenía planeado la vida, pero lo que sea que fuera, no podía ser otra perdida, porque mi corazón no lo soportaría.
Así como apenas soporté perder a Emily, no podría soportar perderla a ella también.
Contarle mi historia con Emma no fue nada fácil, porque a veces sentía que Sheila podía dudar igual que ella, alejarse de mí y negar que un día nos conocimos. Tenía una enorme inseguridad por eso, pero ella no tenía que saberlo.
Tal vez justamente por eso y porque ahora Andrés sabe que es "mi novia", es un blanco fácil.
Al llegar a la comisaría en donde trabajaba Emma, bajé de la motocicleta y me aseguré de sacar las llaves, para luego bajarme y entrar al edificio. Las personas se movían para todos lados, algunos me miraban, mientras otros murmuraban cosas, pero nada me importaba.
Me dirigí hacia la sala de interrogatorios, donde sabía que lo tenían, esposado de muñecas y tobillos, como el criminal que es. Empujé la puerta y Andrés se sorprendió al verme. La recepcionista se acercó, diciéndome que no debía meterme aquí, pero como dije antes, ya nada importaba.
Cerré la puerta con cerrojo, pese a los gritos.
—¿Qué haces aquí?
—¿Dónde está? —pregunté acercándome a la mesa de metal, a la cual estaba esposado.
Sabía que detrás mío había una ventana, donde desde afuera de la habitación podían saber qué ocurría, pero los que estábamos adentro, no.
—¿De qué me hablas?
—¡¿Dónde está?!
La ira me estaba consumiendo lentamente y no podía evitarlo.
—¿Qué cosa?
—¡EL LIBRO QUE VENDISTE! ¡¿QUIÉN TE LO COMPRÓ?!
—Vendí todos tus libros, no creí que aún los leerías.
Cerré mi mano y golpee la mesa fuertemente. Él se estremeció y me miró confundido, pero a la vez, había un brillo en sus ojos como si gozara de mi sufrimiento.
—¿La quieres? ¿Verdad? —preguntó refiriéndose a Sheila.
—¿Dónde está el maldito libro? —pregunté evadiendo la pregunta.
—¿Para qué lo quieres? Es pura basura.
—¡NO ES UNA BASURA! ¡EMILY ME DIO ESE LIBRO Y LO QUIERO DE VUELTA!
Mi respiración era agitada, sentía que las venas me latían de lo alterada que estaba y estaba segura que no faltaba mucho para que le diera un puñetazo a este infeliz.
—Es solo un libro, ve y cómprate otro.
—¿Cómo puedes ser tan insensible? Era un regalo de tu hija para mí... ¡ERA UN REGALO DE MI HERMANA Y TÚ LO VENDISTE COMO SI FUERA POLVO! —alcé mi puño para golpearlo y él retiró su rostro antes de que pudiera hacerle algo.
Entonces lo entendí.
No había desechado el libro porque sí, lo hizo porque sabía que esta sería mi reacción, porque quería demostrarle a los demás que yo era un monstruo, como él.
Andrés se echó una pequeña risita.
—Yo odio a los homosexuales y tú a los heterosexuales, que ironía... —bajé el puño lentamente.
—¿Crees que me importa la sexualidad de los demás? Me importa una mierda —apoyé las manos en la mesa y lo miré a los ojos—. Si le haces algo, te vas a arrepentir, Andrés, será tu fin si le pones un dedo encima, es la única advertencia que te daré.
Me alejé de él y caminé hasta la puerta. Tomé la manija y la giré para el lado derecho.
—Thalía —me detuve—, no tengo intenciones de ponerle un dedo encima a tu novia —al oír su comentario, abrí la puerta y me largué de ese edificio.
El problema no era el libro, sino lo que había en él.
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