|| Capítulo 10 ||
Había sido solo un segundo, un pequeño instante que había cambiado mi vida de ahora en adelante.
Los vidrios en el suelo, la sangre, el pánico, el miedo y la angustia me estaban consumiendo. Se iban infiltrando en mí como si fuera la sangre en mis venas.
Mis ojos no podían creer lo que estaba observando.
Estaba sentada en el borde de la ambulancia, Sheila me había dado su abrigo para que no tuviera frío, pero difícilmente podía sentir algo ahora. Había policías por todos lados, muchas voces, muchos murmullos, que para mí eran nulos.
Todo estaba borroso, todo era confuso y lejano.
—Thalía, mírame —ordenó una voz.
Mi mirada estaba perdida en el recuerdo que ahora sería una pesadilla. La había perdido, mi madre se había suicidado y todo era por mi culpa.
Si no le hubiera dicho esas cosas horribles, probablemente estaría viva, recuperándose, pero el pasado nunca me dejó en paz y ahora volvió para decirme que nunca lo hará.
No podía evitar sentirme culpable, tal vez si hubiera usado otras palabras o no sé, si hubiera hecho algo diferente o si al menos hubiera dejado el pasado atrás, nada de esto habría sucedido.
Sin embargo, no podía evitar sentir que tenía una cadena atada a mi, que me mantenía prisionera del pasado.
—¿Hablaste con ella minutos antes de su muerte? —preguntó.
—Déjala en paz, Emma —ordenó una voz molesta.
Sin fuerzas, rendida ante la vida, levanté la mirada y observé que Sheila miraba a Emma con el mayor odio posible.
—Tú no me das órdenes.
—No es una orden, es una petición. ¿No ves que mi novia está shockeada por lo sucedido?
—Necesito resolver el caso y si ella no coopera...
—¿Y qué si no lo hace? —dio unos pasos acercándose a Emma—. ¿Qué le harás? Porque te aseguro que si le pones un dedo encima o le diriges la palabra para algo más que no sea el caso...
—No me amenaces, Sheila, no tienes idea de lo que soy capaz.
—Claro que lo sé, eres la mujer que arruinó la vida de mi novia, eres la mujer que la traicionó y la abandonó cuando más te necesitaba —abrí mi boca para detenerla, pero las palabras no me obedecían.
A pesar del aparente suicidio de mi madre, Sheila no me había abandonado, seguía conmigo y no lo entendía.
¿Por qué? ¿Qué tenía yo de especial?
Me estaba defendiendo de mi ex, me estaba protegiendo cuando apenas me conocía. Sin embargo, a pesar de que hace unas semanas nos conocemos, hemos vivido tantas cosas, que creería que nos unieron por una vida entera.
Mi cuerpo seguía inmóvil, lo que sea que quisiera hacer, no podía. Estaba tan asustada, aterrada y shockeada, que mi cuerpo se había bloqueado y no había manera de desbloquearlo.
Los demás, que estaban alejados hablando con los padres de Sheila, se acercaron rápidamente preocupados por la reacción de la rubia.
Jason se interpuso entre ambas y cuando observó el rostro de su hermana y el mío, entendió que algo andaba mal. Inmediatamente todos, incluyendo a sus padres, observaron de mala manera a Emma.
Sus ojos me observaron y bajé la mirada. Cada vez que veía sus ojos, recordaba aquellas duras palabras que me había dicho años atrás, pero que sin duda seguirán en mi corazón hasta el día en el que pierda la memoria.
Me daba vergüenza verla, me daba recelo estar cerca de ella y Sheila parecía entenderlo a la perfección.
No era necesario decirle algo, ella lo sabía todo.
Sheila se acercó a mí y se sentó a mi lado, pasó su brazo por mis hombros e hizo que apoyara mi cabeza en su hombro. Sin poder evitarlo, las lágrimas comenzaron a salir nuevamente.
Ella me abrazó más fuerte y por alguna extraña razón, pese a mi vista nublada, mi corazón latiendo a mil por hora y las voces que parecían lejanas, pese a que estábamos rodeadas, me sentía segura, como si Sheila fuera un escudo sobreprotector.
Pero esto no podía seguir así.
—¿Crees que pueda ir al baño? —me observó durante unos instantes.
—Claro, ¿quieres que te acompañe?
—Necesito un momento a solas —asintió.
Me levanté del borde de la ambulancia y me dirigí hacia el interior del hospital. Allí todos estaban comentando lo sucedido.
Oía las voces, pero a la vez parecían estar a años luz de distancia. El piso parecía moverse de alguna forma. Mis pies comenzaron a caminar más rápido, hasta que dejé la escena del crimen atrás.
Me apoyé en la pared y sentí como si por dentro mi cuerpo estuviera apretado, mis pulmones se hacían pequeños y se me dificultaba respirar. Los rostros de las personas comenzaron a volverse solo manchas y mis manos comenzaron a temblar.
Seguí corriendo, hasta salir por la entrada lateral del hospital, así nadie podría verme y podría irme a casa.
Al salir, corrí por la acera, sin mirar para los costados. De pronto una fuerte luz blanca brilló y era tan fuerte, que cerré los ojos y de pronto sentí que unos brazos rodearon mi cintura y caí al suelo. Al abrir los ojos vi su cabello rubio y sus ojos que demostraban miedo.
—¿Estás bien? —preguntó.
No dije nada, simplemente me acurruqué en sus brazos, sin importar donde estuviéramos, sus brazos parecían ser el único lugar que me daban seguridad.
|| ꧁෴ ਬੇ - ਓ ෴꧂ ||
Un mes después.
—¡Eres una desgracia para esta familia!
¡NO ES CIERTO!
—¡POR TU CULPA ELLAS ESTÁN MUERTAS! ¡TODO AQUEL QUE ESTÉ A TU LADO MORIRÁ!
¡NO, PARA, POR FAVOR!
—¡ASÍ COMO TÚ LAS MATASTE, ELLA TAMBIÉN MORIRÁ, JUNTO A TODA SU FAMILIA!
¡NO, ELLA NO, POR FAVOR!
—¡ENTONCES DEJA DE SER UNA CARGA!
¡NOOOOO!
Abrí mis ojos asustada. Gotas de sudor caían por mi rostro, como si fuera un tobogán, mi corazón latía rápida y fuertemente, que creía que se me iba a salir. Mi cuerpo temblaba, dándome la incapacidad de moverme.
Me senté en la cama y cerré los ojos, tratando de regular mi respiración y de convencerme que fue solo una pesadilla.
Así eran todas mis noches, desde Julio. No dejaba de pensar en lo sucedido y en lo que sucedió luego del sui... de eso...
Recuerdo que al día siguiente, hubo una manifestación por lo ocurrido. Todos decían que mi madre se había suicidado, pero no había pruebas concretas.
De pequeña había estado en muchas competencias de natación, lo que me llevó a hacerme aún más famosa de lo que era en mi familia. Cuando las personas de la comunidad se enteraron de lo sucedido, ellos y los pocos heterosexuales que nos apoyaban, iniciaron una revuelta.
Querían que el gobierno nos escuchara, querían que dejáramos de ser invisibles y se suponía que yo debía encabezar la revuelta, pero no tenía fuerzas.
Solo quería morir, quería que esa oscuridad que me rodeaba ya no existiera.
Ansiaba que llegara la noche, solo para poder seguir llorando en silencio, mientras todos dormían.
Miré a mi alrededor y me di cuenta que aún era de noche, tomé mi celular de la mesita de noche y lo encendí. Observé la hora y me di cuenta que eran las tres y media de la mañana. Suspiré e hice a un lado el acolchado.
Me levanté de la cama y tomé la bata fina de la silla. Salí de mi habitación, miré para ambos lados del pasillo y me dirigí hacia la habitación de Sheila. La puerta estaba entreabierta y al asomarme, noté que su cama estaba vacía.
Inmediatamente supe dónde podría encontrarla. Bajé por las escaleras, procurando no hacer ningún ruido para no despertar a su familia. Caminé por la cocina y la sala de estar, hasta que vi el ventanal de marco blanco, abierto totalmente.
Allí observé que estaba sentada en el césped verde. La noche tiñó de azul el cielo y de blanco la luna y las estrellas.
Me acerqué al ventanal, pero me detuve cuando oí su voz.
—Señor, sé que Thalía no cree en ti como yo, pero ambos sabemos que eso no es justificación para que tus ángeles no la cuiden —alzó sus manos—. Cuida de ella así como cuidaste de mí y Jason, deja que yo pueda ayudarla con los traumas que la atormentan todas las noches —hizo una pausa—. También te pido que me ayudes a saber qué hacer con lo que siento, ya que, tengo miedo y no sé cuanto más pueda ocultarlo... —miró al cielo y sonrió—. Amén, gracias, Dios.
Que tierna, aún después de lo mal que la traté cuando nos conocimos, ella aún seguía a mi lado. Era una persona digna de admirar y aunque no creía en Dios como ella, me gustaba saber que le pedía protección por mí.
Creo que se veía tierna rezando.
De repente se levantó, cuando dio media vuelta y me vio, llevó su mano al pecho por el susto.
—Eh... y-yo e-estaba...
—Hablando con Dios —sonrió.
—¿Me escuchaste?
—No, te estaba buscando y oí tu voz —mentí.
—¿Sucedió algo? —se acercó a mí y me dio una sonrisa cálida, para luego juntar sus manos con las mías y acariciarlas—. Déjame adivinar, ¿volviste a soñar? —asentí.
—Esa pesadilla parece no tener fin...
Con sus manos, me guío hasta el jardín lleno de flores de todos los colores. Allí nos sentamos en el césped y nos recostarnos. Miramos las estrellas y sonrió.
—¿Cómo te sientes ahora que pasaron semanas? —giró su cabeza para mirarme.
—Pérdida, no se que hacer con lo que sucedió, no sé si creer en lo que dicen sobre el caso y tampoco tengo fuerzas para nada... —suspiré—. Es como si la vida para mí ya no existiera... Solo tengo mucha ira acumulada, mucha impotencia...
—¿Qué hacías antes para desestresarse?
—Natación —respondí y me observó confundida.
—¿Cómo puede la natación desestresarte? No hay forma de descargar tu ira —dijo sin comprender.
—Al contrario, ser más veloz, más ágil, aguantar la respiración y perfeccionarse cada vez más. Eso me ayudaba, pero hace años que no toco...
—¿Por qué? Investigué en internet, eras una de las mejores en el deporte, hasta te ofrecieron una beca para la secundaria.
—Pero sucedió algo que me hizo rechazar la oferta y pudrirme aquí
—¿Quieres hablar de eso? —negué con la cabeza.
—¿Para qué? No cambiará nada...
—Yo no lo veo así —se acercó a mí y sonrió de lado—. Cuando me dijiste que no debía tener una etiqueta, fue como si me hubieras dicho que no necesitaba saber que siento exactamente, sino que necesitaba a alguien que me quisiera tal y como soy, como si me dijeras que no debía presionarme —dijo con un poco de felicidad—. Y hasta ahora, nadie me dijo que no debía presionarme, al contrario, todos me decían que ya tenía que tener decidido quién era en verdad, cuando el saber quien eres lleva tiempo y no es algo que se descubre de un momento a otro.
—Es que no necesitas saber nada, solo asegúrate de encontrar a la persona correcta, aquella que te acepte y no te haga daño. Tu sexualidad es lo de menos, si te atraen las chicas está bien, si te atraen los chicos también y si te atrae cualquier género y persona, está bien, lo único que importa es que no te lastimen y no lastimar a esa persona —hice una pausa—, no es fácil, pero nada que valga la pena lo será.
—Deberías tener en cuenta tu propio consejo —la miré confundida.
—¿Cómo?
—Dices que nada que sea fácil valdrá la pena, bueno, entonces tu vida está llena de dificultades, porque la recompensa que obtendrás a cambio, será mayor a lo que te puedas imaginar.
—¿Recompensa? Solo quiero dejar de sufrir y no puedo tener a quien quiero, porque está muerta y ahora el mundo allá afuera es un caos por mi culpa.
—No, tu culpa no —se acercó aún más, hasta que solo nos distanciaba nuestras respiraciones.
Sus ojos verdes observaron los míos y luego descendieron a mis labios. Abrió los suyos un poco y tragué grueso.
—¿Y entonces qué hago con mi vida?
—Déjame entrar en ella, déjame entrar en tu corazón, Thalía —llevó su mano a mi mejilla y comenzó a acariciarla suavemente.
Cerré los ojos, para sentir sus caricias, las cuales lograban calmarme y hacerme sentir que el mundo no era una mierda, que había un poco de esperanza entre tanta oscuridad.
Mi corazón comenzó a latir rápidamente y no sé porqué, miré sus carnosos labios por unos segundos y por un breve segundo...
No podía, no podía arrastrarla a mi vida de sufrimiento.
Me alejé lentamente de ella y bajé la mirada.
—C-creo que me iré a dormir —ella asintió.
—Ten lindos sueños, Thalía.
—Tú también, Sheila.
|| ꧁෴ ਬੇ - ਓ ෴꧂ ||
Eran las siete y media de la mañana, no había dormido nada. Mi corazón no dejaba de latir con fuerza cuando recordaba el toque cálido de Sheila, sus miradas y cuando recordaba sus labios, era como si en mi pecho explotara.
No sabía cómo describirlo.
Y mirar el techo por horas no resolvió nada, para mi desgracia.
Aunque, sirvió para pensar en lo que debo hacer de ahora en adelante. Ya no podía estar en la cama, apenas estudiar y aislarme de los demás.
Si Sheila estaba preocupada por mí y le pedía a Dios por mí, era porque de alguna manera, tenía esperanzas en mí y no quería decepcionarla. Tal vez ella era la primera persona que creía en mí después de mucho tiempo.
Y justamente por eso, debía separarme de ella, porque sabía como iba a acabar esta historia y no quería que terminara igual que Emily.
Me dispuse a vestirme, con una musculosa, una camisa cuadriculada y un jean, porque parecía que el calor se negaba a dejarnos ir. Me puse unas zapatillas Converse y tomé mi mochila.
Por suerte era fin de semana y tenía el día libre. Así qué haría algo que no me atrevía a hacer, hasta que me di cuenta que en un mundo lleno de oscuridad y maldad, había un pequeño granito de arena de luz que creía en mí, volvería a mi casa luego de todo lo que sucedió.
No estaba para nada lista, porque sabía que iba a estar sola con mis recuerdos, pero tenía que correr el riesgo.
Bajé las escaleras y me aseguré de que nadie me viera salir por la puerta trasera. Estaba segura de que los señores Dankworth estaban en el trabajo, mientras que Sheila y Jason descansaban.
Para cuando despierten, no estaría aquí.
|| ꧁෴ ਬੇ - ਓ ෴꧂ ||
Al llegar a casa, noté que la puerta estaba abierta. Lentamente subí los escalones, procurando no hacer mucho ruido. Puse un pie dentro de la casa y una colonia que conocía a la perfección, invadió mis fosas nasales.
A él le gustaba el perfume Boss, era uno de sus favoritos.
Caminé hasta la sala de estar y observé que el sofá estaba lleno de cajas abiertas y cerradas, de objetos para envolver y un canasto de color azul con cosas sin importancia, que seguro pensaba tirar.
De repente, oí unos pasos y noté que él estaba bajando por las escaleras con una caja en sus manos.
—¿Qué rayos haces aquí?
—Es mi casa, vivía aquí, Andrés.
Terminó de bajar las escaleras y dejó la caja sobre la mesada de la cocina.
—¿Qué quieres aquí? —se cruzó de brazos.
—Que te largues, no es tu casa y de las cosas me ocupo yo.
—No puedes ni ocuparte de tu vida, ¿Cómo vas a ocuparte de una casa? —rió burlonamente.
—No te interesa, al fin y al cabo no es tu casa, no son tus cosas.
Abrió la caja y se dirigió hacia el microondas, lo desenchufó y lo apoyó en la mesada.
—Lárgate de aquí o llamaré a la policía —dije en un tono firme, pero pareció no importarle.
—Hacer la denuncia fue una estúpida idea y si me denuncias...
—¿Qué me harás? —me acerqué a él para observarlo a los ojos—. ¿Me dejarás morir?
De repente sentí como la palma de su mano impactó contra mi mejilla. Un cosquilleo me invadió. Llevé mi mano a mi mejilla enrojecida, afortunadamente no salió sangre y no me quitó ningún diente.
Los años habían pasado, yo cambié, mi madre también, pero Andrés parecía haber empeorado con el paso del tiempo.
—Eres una perra maldita, que cree que puede venir después de un mes y decirme qué hacer.
—D-déjame e-en p-p-paz... —titubee.
—No harás nada contra mí, porque estás sola —levantó la mano, para darme otra bofetada.
—Ella no está sola —oímos que dijo una voz femenina.
Al darme la vuelta, observé como Sheila lo estaba apuntando con un arma, mientras que Jason sostenía su celular, grabando la escena.
Los ojos verdes de la rubia demostraron demasiada ira, como nunca antes lo había visto. Toda la amabilidad que un día demostró, ya no estaba y podía ver cuán furiosa estaba.
¿De dónde rayos había sacado un arma?
—Debería cerrar la puerta de la casa de Thalía, cualquiera podría meterse.
—Baja el arma, niña.
—No hasta que deje de maltratar a mi novia —sus ojos me observaron—. ¿Estás bien? —asentí.
—¿Lo ven? No es para tanto, ella está acostumbrada.
—Thalía no tiene porqué estar acostumbrada al dolor físico o emocional, solo debería estar acostumbrada a ser feliz y a disfrutar de sus amigos y de lo que Dios le da.
Andrés no sabía que hacer, lo podía ver en sus ojos. Estaba sorprendido, como si no esperara que alguien fuera capaz de defenderme y en parte le daba la razón.
Ni mi propia madre me había defendido ante él, ¿por qué Sheila sí?
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