|| Capítulo 07 ||
Luego de lo que sucedió, fuimos a comer hamburguesas y a conocernos un poco más.
No era algo que adoraba, socializar, pero luego de ver sus ojos tan destrozados, me di cuenta que ella también tenía sentimientos y no era como los demás. Tal vez por eso se había acercado a mí, porque vio cuán roto estaba mi corazón.
De todos modos, eso es algo que con el tiempo estaré segura.
Debía volver a la universidad para no atrasarme con las tareas y proyectos, pero un sentimiento que odiaba había vuelto en los últimos días, el miedo. Detestaba sentirlo, me hacía vulnerable, sensible e insegura de mí misma.
No era normal que tuviera miedo, pero mi corazón no dejaba de latir rápidamente cuando recordaba que debía volver. La violencia no trajo ninguna solución y la policía no haría nada para ayudar a una homosexual.
No quería tener amigos, no quería estar acompañada, pero por alguna razón que desconocía, Dankworth me hacía sentirme bien. Ella siempre era muy curiosa, pero nunca me juzgó y ahora me di cuenta que hace lo que puede para que yo sea aceptada.
Tal vez ella no era como los demás, ¿pero por qué?
Yo no tenía nada de especial, solo era un alma rota en un mundo de mierda.
Sheila estaba retrasada, algo inusual. Llevaba esperándola quince minutos, sentada en los escalones de mi casa, mientras mi cabeza daba vueltas en todo los sucesos que sucedieron a lo largo de este tiempo.
Pasaron tantas cosas en tan poco tiempo...
A veces tenía miedo de vivir tanto, porque aunque todos nos dicen que tenemos un propósito en la tierra, nadie te dice cómo encontrarlo y para alguien como yo, es aún más difícil encontrarlo.
Ni siquiera podía decir que estaba aquí para experimentar el amor, solo conocía el dolor y aparentemente, es el que nunca me abandonaría.
Hablando de no abandonar, a lo lejos observé el auto de color gris de Dankworth. Me levanté e inconscientemente sonreí de lado, aunque lo suficiente para que ella no lo notara.
El día estaba soleado, el sol brillaba intensamente, proporcionándonos un calor extremo, no había ninguna nube de por medio y la brisa que se sentía, era cálida. Las gotas de sudor caían por mi cabeza, mientras que la piel se me ponía de gallina.
Sheila estacionó lentamente en el borde de la acera y tocó la bocina dos veces. Me acerqué al auto y desde adentro, abrió la puerta.
—Hola, comelona —rodé los ojos.
—Solo fueron tres hamburguesas y no tienes derecho a llamarme así —me crucé de brazos y elevé una ceja.
—Sube —suspiré y entré al auto, para luego cerrar la puerta.
Estaba vestida con una camisa de color azul, los primeros dos botones estaban deabrochados, dejando su pecho al descubierto. Tenía un jean de color negro roto, algunos de los hilos colgaban de su pierna y por último tenía unos borcegos negros con cierre.
—¿Qué sucede? ¿Por qué me miras tanto?
—¿Mirarte? Impresión tuya, Dankworth —elevó una ceja.
—Claro...
Tomó su celular con una funda de color verde agua y miró la hora. Luego, evitó mirarme y observó por la ventana a un señor de una edad avanzada paseando a su pastor alemán.
Es muy fácil de leer, está ocultando algo.
—¿Qué sucede?
—Tengo que decirte algo...
—¿Qué sucedió ahora?
—Es que no sé como te lo tomarás... —comenzó a jugar con sus dedos nerviosamente.
—Solo dímelo, prometo mantener la calma.
Suspiró.
—Denuncié a Ryan por acoso hacia ti y hacia mí —confesó y cerró sus ojos rápidamente.
Fruncí mi ceño un tanto confundida. ¿Sheila Dankworth, la chica perfecta, había ido a denunciar a ese infeliz por ambas? ¿Por mí?
Hizo de sus manos un puño y clavó sus uñas en sus palmas. Lentamente acerqué mis manos a las suyas y separé sus dedos de las palmas de sus manos. Estas, quedaron coloradas y heridas.
Sus ojos verdes se abrieron lentamente y me observaron confundida.
—No te lastimes —alejé mis manos y ella colocó las suyas sobre sus piernas—. Dime con calma cómo fue que sucedió —tomó aire y exhaló.
—Luego de lo que sucedió en la fiesta, se lo conté a Jason y me dijo que debía denunciarlo, porque Ryan lleva tiempo acosándome, siguiéndome cuando salgo con mis amigas, pero él lo llama "encuentros casuales" —hizo comillas con sus dedos—, mi hermano me acompañó a decirle al rector, pero su lema es lo que sucede fuera de la universidad, queda ahí y lo que sucede adentro, ahí se queda.
—Qué infeliz ese idiota, no puedo creerlo —llevé mi mano hacia mi mentón— ¿Te hizo algo más? —me observó con una pequeña sonrisa.
¿Por qué Dankworth podía tener una sonrisa tan angelical en un momento como este?
—No creí que yo te importaría —rodé los ojos.
—Tú no me importas, es solo que quería saber, por algo me estás diciendo todo esto —asintió.
—Klex y Mayik fueron a denunciarlo también, ya que, lleva algunos meses acosándolos en la escuela y también denunciamos lo que te hizo a ti, pero la policía y el fiscal, que son amigos de mi padre y nos ayudarán...
—Pero necesitan a la principal víctima de todo eso, ¿verdad? —asintió.
—No tienes que ir si no quieres, sé que tienes muchos problemas por resolver y...
—Uno más no me hará daño, Dankworth.
Claro que la apoyaría en esto, hacer una denuncia ante la policía y el fiscal no era nada sencillo. Requería de valor y de no morir en el intento. Somos mayores de edad, podíamos hacer las denuncias que sean necesarias, ¿pero qué tanto podrían creerle a una homosexual?
—Lo pensaré —dije, pero no la convenció.
Solo se limitó a asentir y a encender el auto.
|| ꧁෴ ਬੇ - ਓ ෴꧂ ||
Debíamos hacer el ensayo, ¿pero cómo hacerlo luego de lo que Sheila me pidió? No la conocía, no sabía casi nada sobre ella y ahora estaba a punto de meterme en un gran problema, pero por otro lado, no podía ignorar lo que Ryan le había hecho.
Él venía todos los días a la universidad como si nada, como si lo que hubiera hecho no estuviera mal.
Hablando del diablo, Dankworth estaba hablando con Ryan. Él parecía algo molesto, por no decir demasiado y aunque ella estaba de espaldas, su dedo no dejaba de jugar con uno de sus anillos, haciendo que su nerviosismo fuera notorio.
Sus amigas estaban murmurando cosas, pero las podía notar molestas y estaba segura que era por lo que había sucedido en la fiesta de disfraces.
Parecía que él le estaba recriminando por algo, pero ella lo negaba con insistencia, mientras que sus amigas solo observaban la escena como si fuera una película.
Me acerqué lentamente hacia ellos.
—¿Tienes idea de lo que hiciste?
—No hice nada malo, Ryan.
—Todos aquí te vieron llorar fuera de la mansión, después de haberme rechazado públicamente —se cruzó de brazos.
—Ya te lo dije, no quería hacerlo contigo... —dijo tímidamente.
—¿Y con quién lo harás? ¿La homosexual? No me hagas reír, Sheila, es ridículo.
No podía creer lo que estaba oyendo, parecía una conversación de adolescentes de quince años, sobre quien tuvo relaciones sexuales primero.
Que absurdo. Sheila puede y debe tener relaciones cuando ella quiera y con quien quiera.
Ryan ni siquiera me había descubierto, solo le recriminaba que supuestamente lo había despreciado, cuando no era así. Este chico tenía ideas muy erróneas en su diminuto cerebro.
—Déjala, Ryan —espeté con molestia.
Sheila se dio media vuelta y me observó sorprendida. Sus ojos verdes demostraban miedo sobre lo que podría suceder, porque de alguna forma, Ryan le afectaba demasiado.
—¿Qué harás? ¿Golpearme de nuevo? Te recuerdo que deberías estar haciendo reposo por una semana.
—No necesito hacer nada, oí que una mujer te humilló en aquella fiesta a la que todos fueron —sus ojos marrones me observaron con odio.
Tragó grueso.
—¿Tú que sabes de eso, maldita rara?
—Seré rara, pero al menos a mi no me humillaron en una pelea y en una fiesta.
Nadie más osó decir algo. Tomé a Sheila por el puño de su camisa y la llevé a mi asiento, pero al sentir una mano en mi brazo, me detuve en seco. Era la mano de un hombre, Ryan.
Giré mi cabeza por sobre mi hombro.
Solté lentamente a la rubia y observé con ira la mano del pelirrojo sobre mí. Sus dedos y sus nudillos se ponían colorados a medida que él hacía presión. Abruptamente tomé su muñeca y la aparté con toda la ira e impotencia que era capaz de sentir.
Ryan me observó de arriba a abajo.
—¿Quién te crees que eres para tratarme así?
—Al contrario, ¿quién te crees tú para tratar a Sheila así? No eres el rey de nada y aunque lo fueras, serías un rey perdido, porque no hay nada peor, que una persona que a parte de no respetar a sus amigos, no respete a la mujer que quiere —hice una pausa—, suponiendo que realmente quieras a Sheila.
—Uhhh, te cerraron la boca —comentó el peli marrón.
Tal vez ella tenía razón, debía hacer la denuncia, porque Ryan parecía sentirse intocable, un dios tal vez. Tratar a Sheila de esa manera y querer obligarla a tener relaciones con él y acosarla, solo son muestras de que podría ser un futuro violador o un asesino incluso.
No quería ir a la comisaría, porque allí había alguien a quien nunca más querría ver en mi vida, pero estaba siendo egoísta al pensar solo en mí y no en el sufrimiento que ese infeliz le causaba a Dankworth, Mayik y Klex.
Ella afrontó su miedo a mi manera y aunque Ryan no era mi miedo, ella sí y debía superarla para poder seguir con mi vida.
Mi corazón latía rápidamente y no sabía si era por la situación estresante que habíamos pasado, si por el miedo de que Sheila pudiera salir lastimada o por el hecho de ir a la comisaría.
Eran tantas las cosas que había en mi cabeza, que sentía que en cualquier momento sería capaz de explotar.
Ambas nos sentamos juntas y ella sacó su cuaderno para anotar las ideas básicas del ensayo. Tomé mi lápiz y en la esquina superior de él escribí "lo haré", sus ojos verdes se detuvieron a leer lo que escribí y la única respuesta que recibí fue una sonrisa de lado.
|| ꧁෴ ਬੇ - ਓ ෴꧂ ||
Sheila les había dicho a Klex y a Mayik que íbamos a ir a la comisaría más cercana de mi casa y ellos nos dijeron que en caso de cualquier emergencia, estarían pendientes el celular.
Eso me dejaba tranquila, porque ir a la comisaría sería el último lugar al que querría ir. Tenía recelo sobre como ella podría recibirme o como sería hablarle luego de tantos años.
Aunque debo admitir que tal vez no esté, hace años ayudaba a su padre cómo podía, ahora que es mayor de edad, tal vez tenga un puesto aquí.
Sheila se estacionó frente al lugar antes mencionado y sacó la llave del auto.
Giró su cabeza para mirarme y colocó su mano sobre mi hombro cubierto por la camisa cuadriculada.
—¿Estás lista? —suspiré.
—Antes de entrar deberías saber que hay una chica la cual conocía, pero nos distanciamos. Te lo digo porque notarás un ambiente tenso entre nosotras y no quiero que creas que es por ti o porque tengo miedo —sonrió de lado.
—¿Eso quiere decir que ya te importo? —negué con la cabeza.
—Sigue soñando, Dankworth.
Abrí la puerta del auto y salí de él. Sheila hizo lo mismo y al rodear el auto, aseguró que este estuviera con alarma. Colocó su brazo lentamente sobre mis hombros y me dio una sonrisa cálida, pero a la vez me demostraba confianza.
Le devolví la sonrisa sin saber porqué, mientras mi mente se preparaba para el momento más incómodo del día.
Subimos los escalones de color gris y al entrar observamos como había varios oficiales caminando rápido para todos lados, algunos cargaban muchas carpetas y papeles, mientras que otros atendían llamadas telefónicas anónimas.
Mis ojos buscaron al fiscal, un hombre de cabello blanco peinado hacia atrás, ojos marrones y un rostro facial de superioridad. Al menos así lo recordaba.
Sheila me tomó de la muñeca y se acercó a una mujer de cabello marrón, que estaba detrás de un escritorio escribiendo algo sobre una ficha policial. Le preguntó si sabía dónde se encontraba el fiscal, quien al parecer fue quien los atendió cuando vinieron anteriormente a hacer la denuncia.
La mujer salió de detrás de su escritorio y nos dijo que la siguiéramos.
Subimos al ascensor y sentí que algo me hacía cosquillas en la muñeca. Al observar, me di cuenta que su dedo pulgar hacía leves caricias para tranquilizarme. La miré de reojo y sonrió.
No lograba comprenderlo, ¿cómo podía sonreír en un momento como este?
Las puertas se cerraron y comenzamos a subir al segundo piso. Por algún motivo, tenía la impresión de que el ascensor iba lento a propósito, tenía la sensación de que las caricias que ella hacía, calmaban a mi corazón y eso no tenía sentido.
Apenas la conocía, ¿Cómo podíamos estar conectadas de tal manera?
Las puertas finalmente se abrieron y comenzamos a caminar por el pasillo, en el cual había muchos oficiales de custodia. Nos acercó a una puerta de color marrón y nos dijo que el fiscal estaría allí con su hija.
Lo que faltaba.
La mujer se retiró y Sheila me soltó.
—¿Lista?
—Solo espero no verla, quisiera poder olvidar su existencia —suspiré.
—Conmigo olvidarás a cualquier persona que te haya hecho algún mal —sonrió.
¿Cómo lo haces, Sheila? ¿Cómo eres tan fuerte?
Hice de mi mano un puño y mis nudillos tocaron la puerta tres veces. Esperamos respuesta alguna, pero hasta ahora nada. Volví a tocar impacientemente, queriendo acabar con esta tensión lo más pronto posible, pero al parecer hoy no era mi día.
—Enseguida las atiendo —comentó una voz femenina.
Al observar a la chica, me di cuenta que era ella, aquella chica que había cambiado mi vida, pero que a la vez me había destrozado de la peor manera posible.
Su cabello marrón con las puntas rosas, ya no existía, ahora solo el color marrón resaltaba en su cabello. Sus ojos color avellana habían perdido su brillo y su sonrisa ya no estaba.
Sabía que la hacía sentir así, pero ya no era mi problema.
Ella leía una ficha que estaba completada, por ende, no se había dado cuenta que yo estaba cerca.
Sin dirigirnos la mirada, se dirigió hacia la puerta y giró la manija de color plateado para abrirla. Al hacerlo entramos las tres a la oficina y cerré la puerta lentamente. Dejó los papeles que cargaba en su escritorio lleno de papeles y fichas.
—Pueden sentarse —Sheila me observó y nos sentamos al mismo tiempo—. Me dijeron que una tal Sheila Dankworth vino recientemente a hacer una denuncia en contra de Ryan Jasen.
—Soy yo —comentó firmemente.
Al oír su firmeza, ella levantó la cabeza y nuestros ojos se encontraron, como hace años no lo hacían. Por un breve instante, estos brillaron de felicidad.
—Nunca creí que te volvería a ver...
—Nunca quise volver a verte, pero la vida siempre fue injusta conmigo —dije, manteniendo el doble sentido.
—Thalía, lo que pasó fue...
—Fue que no tuviste el valor de aceptar quién eras en realidad y lo entiendo, pero no eres nadie para jugar con mis sentimientos, Emma —al terminar de decir eso, la rubia me observó sorprendida.
—Entiendo que no me perdones, pero...
—Yo te perdoné —interrumpí—, porque mis sentimientos por ti murieron cuando me demostraste el monstruo que eras —tragó grueso y bajó la mirada.
Solía hacer eso cuando alguien tenía razón y no quería admitirlo.
—Pero no vine a reprochar el pasado, vine porque haré una denuncia en contra de Ryan —comenté y ella asintió.
—¿Qué fue lo que te hizo? Estaba leyendo la denuncia de tu amiga y temo que te haya hecho cosas horribles —dijo, demostrando preocupación.
Pero el sentimiento que un día tuve por ella, murió y no podía volver. Solo me lastimaría aún más y no quería eso. Las heridas que me había causado siempre quedarían en mi corazón y nadie podría borrarlas.
—¿Ahora te preocupas por ella? —preguntó retóricamente la rubia.
—¿Disculpa? —preguntó incrédula ante la audacia de Sheila.
—¿La lastimaste y ahora te preocupas por ella? Me parece muy hipócrita de tu parte.
—No te metas en donde no debes —espetó de mala manera.
—Y tú no le hables así, Emma —me observó con odio cuando la defendí.
Su mano suave y cálida acarició mi muñeca, tratando de calmarme. Emma dirigió su mirada hacia el contacto de nuestra piel y fulminó a Sheila con la mirada.
—No te gusta el contacto físico —comentó.
—Tampoco las mentiras, pero eso no te importó.
—Creo que mi novia y yo venimos a hacer una denuncia, no a hablar del pasado —soltó la rubia firmemente.
Emma la observó de arriba a abajo, mientras la analizaba. Sus ojos dejaban en claro que la odiaba, no había duda de eso.
—No me hables con ese tono.
—Ella te hablará con el tono que le parezca mejor —la defendí.
Al notarlo, frunció su ceño un tanto confundida.
—Gracias, amor mío —entrelazó nuestros dedos para darle más celos.
Esta situación no era para nada cómoda, me sentía horrible por estar disfrutando esto, sabiendo que a ella le dolía, pero por otro lado, no podía ignorar todo el sufrimiento y la humillación que me hizo pasar.
Las palabras de odio, así como los actos, siempre quedan grabados en nuestro corazón.
Ojalá fuera así con los buenos momentos.
Con molestia, Emma comenzó a hacerme algunas preguntas sobre Ryan, como lo conocí, que fue lo que me hizo, fecha, horarios y toda clase de detalles que podía darle para que la denuncia sea más detallada y por ende, creíble.
Aunque dudaba mucho que hicieran algo, en esta ciudad debes estar muerto para que las denuncias tengan un peso y como sigo viva, eso jamás sucederá.
Mientras Emma escribía en su teclado negro con sus uñas largas pintadas de rojo, me preguntaba internamente si le molestaba que tuviera una novia, si le molestaba no poder estar conmigo o si simplemente le molestaba saber que había encontrado a alguien que nunca se avergonzó de estar a mi lado y que pese a todo, me apoya en mis malos momentos.
Sheila a su vez la miraba con odio, no sabía porqué, sin embargo, podía ver ese brillo en sus ojos por ver que su plan de darle celos, estaba funcionando.
La rubia no era mala persona, pero sabía cuando alguien lo había arruinado y le daba su merecido si era necesario.
No lo negaba, una parte de mí quería reírse, pero sabía que estaba mal.
Pese a todo el dolor que Emma me hizo pasar en la secundaria, no le desearía a nadie lo que yo viví. Ni siquiera a quien me destrozó cuando dijo que me amaba.
—La denuncia está hecha, llegará dentro de tres días, pero desde ya les diré que no podremos hacer mucho —informó y la rubia frunció el ceño.
Claro que no, ¿A quién podría importarle la denuncia de una homosexual? A nadie. Si a los heterosexuales les cuesta denunciar a alguien y que se haga algo, para los homosexuales era peor.
—¿Esperan a que mi novia esté muerta o qué?
—Su caso es muy complejo —juntó sus manos y entrelazó sus dedos sobre el escritorio.
—Es porque me gustan las chicas, Sheila —me observó sin poder creerlo—, no es la primera vez que una denuncia de mi parte es ignorada —bajé la mirada, tratando de que aquellos recuerdos no volvieran a perturbarme.
Sheila no dijo nada, simplemente se levantó, sin soltar mi mano ni un solo segundo. Salimos de la oficina y simplemente me abrazó con fuerza, como si sus brazos pudieran ocultar el dolor que mi corazón cargaba.
—Lo lamento, my love —trató de animarme.
—Si vuelves a decirme así, no te hablaré nunca más —soltó una pequeña rusia en mi oído.
Nos separamos del abrazo y me dio una de sus sonrisas cálidas.
—¿Te invito una hamburguesa, my love? —juntó nuestras manos y rodé los ojos.
—Púdrete, Dankworth —soltó una risita.
Seguía sin entenderlo, seguía sin entender cómo hacía para reír en momentos serios y difíciles como este. Seguía sin entender cómo podía hacerme reír, cuando debería estar frustrada por todo esto.
Era un enigma.
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