|| Capítulo 06 ||
¿Por qué creí que la idea de ir a una fiesta de disfraces del mayor bully de la universidad sería una buena idea? ¿Dónde tenía la cabeza?
¿Cómo se suponía que dos chicas disfrazadas de Freddy Kruger y Jason engañarían a Ryan? Era el plan más loco que había oído en mi vida, pero por alguna razón, Sheila no pensaba así.
Estábamos en su casa, más específicamente, en la habitación de su hermano, Jason. Era un lugar cálido y agradable, olía a lavanda y aunque tenía las típicas cosas de chicos, como camisetas de fútbol, pelota de básquet y una repisa con un montón de medallas y trofeos por ganar en diferentes deportes, había algo peculiar en él.
No sabía que era, pero sentía que era diferente a Sheila.
—¿Tienes el machete de cuando eras niño? —el rubio asintió.
Se dirigió hacia su placard de color marrón oscuro, corrió la puerta y de un costado sacó el machete. Al verlo esperaba que fuera de mentira, porque parecía demasiado realista, sin mencionar la sangre realista que había en él.
—No puedo creer que me obligues a prestarte esto —suspiró.
—Si quieres la casa sola por unas horas, ese es el trato, hermanito.
—Eres odiosa —bufó.
Concuerdo, cuando Dankworth quiere algo, puede ser irritante.
—¿Acaso creen que una máscara, un pantalón azul oscuro holgado, una remera vieja manchada de sangre falsa, con una campera vieja y unas botas, van a engañar a toda la universidad? —ambos me observaron y sonrieron al mismo tiempo.
Jason me observó de arriba a abajo y los ojos le brillaron.
—Oye, no desprecies mi trabajo, ser modista y deportista son mis pasiones —se acercó a mí y me ofreció el machete.
En frente a mí, estaba un espejo de cuerpo completo, en el cual podía reflejarme. Era un excelente disfraz, pero el problema era quien lo usaba, una mujer. Imposible engañarlos.
El mundo estaba lleno de estereotipos y rara vez los jóvenes podían aceptarlo.
Al tomar el machete mi mirada se dirigió hacia el espejo y aunque estaba un poco feliz por ir a una fiesta, tenía cierto recelo.
Increíble que vaya a una fiesta con alguien que apenas conozco.
—Ahora que estás lista, me iré a cambiar y luego nos vamos —sonrió.
—¡Al fin! —dijo Jason.
Dankworth salió de la habitación de su hermano, la seguí mientras caminábamos por el pasillo, hasta que llegamos a su cuarto. Al entrar ella cerró la puerta y se dirigió hacia su placard. De allí sacó un buzo con rayas negras y rojas, pantalones holgados algo gastados, botas marrones viejas, un sombrero de color marrón y un guante con garras muy largas.
—¿En serio? ¿Tú serás Freddy Krueguer y yo Jason?
—¿Qué tiene de malo? ¿Quieres cambiar el disfraz?
—Ryan me envió al hospital, no estoy muy convencida de ir a la fiesta —me quité la máscara para que pudiera notar mi nerviosismo.
Sheila se acercó a mí, me dio una cálida sonrisa, dirigió su mano hacia mi brazo derecho y lo acarició con delicadeza.
—Supongo que fingir que eres una amiga de la familia muda no será suficiente, ¿no? —asentí.
—Mírame, no soy como ellos, Dankworth.
—Está bien, no te lo iba a decir porque no quería preocuparte, pero mis padres querían hablar con tu madre para denunciar a Ryan por lo que te hizo y el sinvergüenza dijo que nos invitaría a la fiesta y hablaría contigo.
¿En serio? ¿Por qué todos los niños engreídos creen que con una fiesta o una simple disculpa todo se olvida?
—¿Por qué no me lo dijiste antes? Es Ryan, un chico que me dejó en el hospital, ¿Cómo se supone que seré tu amiga sí me ocultas cosas? —alejó lentamente su mano y bajó la mirada.
—Solo quería protegerte, perdona.
Suspiré.
Mi madre claramente no me había comentado nada sobre esto, pero no me sorprendía, siempre hace todo a mis espaldas. Ahora, la pregunta era si sería una buena idea o no ir a una fiesta llena de heterosexuales que no hicieron nada para ayudarme.
Debería quedarme haciendo reposo en mi casa, pero se lo debía a Dankworth. De no ser por ella, estaría muerta y aunque hubiera sido bueno morir, tenía que aprovechar mientras estuviera viva.
No sabría cuánto más podría soportar la maldad de este mundo.
—Iremos a esa estúpida fiesta y antes de media noche nos iremos —levantó su cabeza con una enorme sonrisa y sus ojos verdes brillaron.
—Iré a cambiarme al baño, ya salgo —asentí.
Tomó su traje con emoción, como si fuera una niña pequeña en Halloween y se dirigió hacia la puerta de color blanco, la cual la conducía al baño. Cerró la puerta y mis ojos empezaron a observar su habitación.
Era un lugar bastante cálido, luces led de color violeta en las esquinas de su cuarto, un escritorio de color blanco, con dos cajones a cada lado, algunos lapiceros sobre la parte superior del escritorio, algunas hojas y un diario íntimo que estaba abierto en una página, la cual estaba escrita por la mitad.
Sentí curiosidad sobre qué podría escribir allí, pero cuando mis ojos encontraron una fotografía de ella y su hermano sobre una repisa, mi atención se desvió. Me acerqué y al observar la foto detenidamente, noté que ambos estaban abrazados, sonriendo, como si fueran los hermanos más felices del mundo.
Detrás de ellos había un parque, donde había un tobogán de color rojo y unos columpios. El día en el que tomaron la fotografía, parecía estar radiante, ya que, detrás de ellos y el parque, había un gran cielo celeste, sin una nube de por medio.
Fruncí el ceño al darme cuenta que de alguna manera ese parque se me hacía conocido, no sabía de dónde, pero presentía que había estado en él alguna vez.
Tal vez era impresión mía, no estaba segura.
De pronto Dankworth salió del baño con su disfraz perfecto. Había que admitirlo, le quedaba como anillo al dedo.
—Podemos irnos, Jason —me guiñó el ojo con una enorme sonrisa.
Suspiré y me puse la máscara.
Jason y Freddy Krueger siendo mujeres, ¿Por qué no? ¿Qué podría pasar?
Una pelea de nuevo.
Salimos de la habitación y bajamos por las escaleras, hasta llegar a la sala principal. Diría que Sheila es la típica chica rubia de la universidad que es millonaria, pero no por eso su ego es alto o es mala con las personas, al igual que su hermano.
Era curioso, no me lo esperaba.
Al parecer su padre era un médico famoso, habilidoso en todas las áreas posibles y con tres títulos universitarios, su madre, era dueña de varias fundaciones que ayudaban a los niños en situación de calle y niños huérfanos.
Y al parecer Jason era el atleta de la familia.
Dankworth tenía algo que hace años que me fue arrebatado, una familia.
Nos despedimos de su hermano, el cual estaba feliz por tener la casa sola durante algunas horas y subimos al auto. De a poco nos alejamos de la casa y el silencio se hizo presente.
Quería preguntarle sobre aquella fotografía que había visto. Me resultaba demasiado familiar, pero no recordaba haber ido allí antes.
—¿Estás nerviosa? —negué con la cabeza.
—Solo pienso en meterme en el papel de chica muda, que es amiga de tu familia.
—Cuando lo dices así, suena como el peor plan del mundo.
—Es que lo es. No engañaremos a nadie —giró su cabeza para mirarme y sonrió.
—Sabes que son idiotas, tú tranquila.
Todo el viaje fue en silencio, la idea de ir a una fiesta con los amigos de Dankworth no me convencía para nada, ¿pero qué podía ser peor a todo lo que había vivido?
Nada.
También creí que le debía esto a Sheila, había sido una buena persona conmigo y aunque sé que algunas veces pude haberla tratado mal, era por su bien.
Ella no lo entendería, pero no necesitaba más dolor y sufrimiento del cual mi corazón ya cargaba...
—¿Y tienes miedo? —preguntó mientras mirábamos el cielo estrellado.
No contesté, no sabía qué responder a tal pregunta. Saber que no eres lo que siempre creíste era algo que no le deseaba a nadie. Era confuso y un mundo nuevo se abría ante mí, pero este mundo no sería como el que siempre conocí.
—Creo... —confesé.
Sus ojos marrones me observaron con dulzura y sonrió ampliamente.
—Si te hace sentir mejor, estamos juntas en esto y nada ni nadie podrá hacernos daño. Somos el mejor dúo que existe —dijo convencida.
—Cuando el mundo sepa quien soy... me odiarán...
—No te preocupes por eso, estoy aquí contigo y tu única preocupación debe ser cuántas estrellas puedes contar —miró hacia el cielo.
Suspiré y comencé a contar las infinitas estrellas que había en el espacio.
Sin darme cuenta, Dankworth había estacionado enfrente a la mansión de su amiga.
—¿Estás bien?
No, quiero morir.
—Terminemos con esto.
Abrimos la puerta del auto al mismo tiempo y salimos de él.
La mansión era hermosa, había muchas luces que iluminaban el lugar, el camino que nos llevaba a la puerta era rocoso, mientras que a sus alrededores había muchas flores blancas. Desde dentro de la casa se podía notar que la fiesta era muy buena o al menos para los típicos estándares de la sociedad.
Las luces de todos los colores salían desde dentro, iluminando a las personas disfrazadas. Creí que solo seríamos los de la universidad, pero eran miles de personas, caras conocidas y desconocidas por todos lados.
—Hola, Sheila —saludó un chico de cabello negro.
—Hola, Jackson, ¿cómo estás?
Él estaba disfrazado de hombre lobo, si tuviera que adivinar diría que por su chaqueta de cuero negra, su remera gris, su jean negro, sus botas oscuras y las lentes de contacto de color rojo, diría que se disfrazó de Derek, el personaje de Teen Wolf.
—Bien, ¿tú?
—Contenta por hoy —el chico río.
El chico me observó de arriba a abajo y sonrió.
—¿Amiga tuya?
—Amiga de la familia, no suele hablar.
—Bienvenida —estiró su brazo y abrió la palma de su mano para estrecharla con la mía.
Ni muerta le daría la mano a alguien que probablemente me odiaría.
—Disculpa a mi amiga, Jackson, suele ser desconfiada y reservada —se disculpó.
—Tranquila, lo entiendo, linda —le guiñó un ojo—. Te veo adentro —la rubia asintió y el chico se dirigió hacia el interior de la casa.
Suspiré.
—No estuvo tan mal —la miré.
—¿Estás loca? Esta idea me parece cada vez peor.
—Entonces no hubieras venido —rebatió con una sonrisa pícara.
—Como sea, acabemos con esto de una vez por todas —comencé a caminar por el camino rocoso lleno de flores blancas.
A medida que me acercaba a la casa, los gritos que provenían de ella se hacían cada vez más fuertes. Subimos los escalones y ella tocó el timbre. La puerta se abrió rápidamente, dejándonos ver a un Ryan vampiro, mejor se hubiera disfrazado de idiota, aunque no necesitaría un disfraz.
Vestía una camisa de color negro, colmillos falsos, pantalones que se ajustaban a sus piernas y una capa de color negro, mientras que por dentro era roja, esta, llegaba hasta el suelo. Se peinó su cabello hacia atrás y sonrió.
—Freddy Krueger, buen gusto —Sheila rodó los ojos.
—Déjanos pasar —Ryan puso su mano sobre el umbral de la puerta, impidiéndonos avanzar.
Una parte de mí tenía cierto miedo de él, temía que me volviera a hacer daño, pero otra parte de mí quería golpearlo hasta que quedara inconsciente, pero la violencia no resolvería nada.
—¿Sigues enojada?
—La dejaste en un hospital, ¿tú qué crees? —preguntó retóricamente con firmeza.
—Tampoco fue para tanto, fue una broma, linda —suspiró con molestia.
—No me digas linda y no fue una broma —el rubio me observó de arriba abajo—. Déjanos pasar —dio dos pasos hacia adelante, pero él no se movía.
Sheila, quien se mantenía firmemente ante Ryan, tomó su brazo para alejarlo del umbral, pero cuando el rubio puso resistencia, tomé la muñeca de la rubia.
Giró su cabeza por sobre su hombro y me observó. Negué con la cabeza, en señal de que no quería que se metiera en una pelea. En sus ojos podía ver como había entendido mi petición, pero también veía la incomodidad que le generaba Ryan.
Lo soltó lentamente, me tomó de la muñeca y me arrastró con ella hacia el interior de la casa.
Caminamos entre la multitud de personas disfrazadas, todos saludaban a Sheila, como si fuera una especie de celebridad o algo así, pero ella los ignoraba, como si solo existiéramos nosotras dos.
Las luces de color violeta, magenta y azules iluminaban su rostro, mientras los demás bailaban, bebían o jugaban a algunos juego de perversión.
Nos detuvimos cuando encontramos a su grupo de amigos jugando a un juego de cartas en una mesa ratona, mientras todos estaban sentados en el sofá o en las piernas de sus parejas. Nos acercamos a ellos en completo silencio y cuando nos observaron, sonrieron.
—¿Amiga tuya? —preguntó su amiga rubia.
—Amiga de la familia, es tímida —respondió secamente.
Su amiga de cabello negro estaba disfrazada de gatito, con un conjunto de ropa que dejaba ver más piel que traje, haciendo que la mirada de los muchachos no se despegaran de ella. Se acercó a Sheila y sonrió tiernamente, cuando en realidad de tierna no tenía nada.
—Ya te pedimos disculpas, ¿seguirás enojada? —la amiga rubia que estaba disfrazada de stripper, dirigió sus ojos marrones hacia nuestras manos y cuando me di cuenta que Sheila seguía sosteniendo mi muñeca la aparté rápidamente y traté de disimular mi desagrado.
Al menos la máscara ayudaba.
—No estuvo bien lo que hicieron, fue realmente grave y...
—El pasado pisado, Sheila, no seas aguafiestas —rodó los ojos.
En la mesa que estaba en el centro, había algunas cartas para arriba y otras para abajo, las que estaban para arriba, tenían algo escrito en letras rosa fluor, mientras que el fondo era negro.
—¿Qué juegan? —preguntó.
—Juega y verás —sonrió pícaramente.
Me miró por unos segundos y aunque en sus ojos vi que se sentía un poco incómoda, creí que si decíamos que sí, no levantaríamos sospechas. De todos modos, era un juego de cartas, ¿qué era lo peor que podía sucedernos?
Asentí levemente.
Sus amigos nos hicieron un lugar en el sofá y nos sentamos en él.
La chica de cabello negro se sentó a mi lado y le pidió a Sheila que tomara una carta. Al hacerlo, leyó lo que decía y abrió los ojos sorprendida, sus mejillas se sonrojaron y rápidamente dejó la carta sobre la mesa.
—No haré eso.
—Solo es un juego, no quiere decir que vayas a ser la novia de alguien —comentó la pelinegra.
—¿Qué decía la carta? —susurré.
—Con la inicial de mi nombre, debía chupar alguna parte del cuerpo, en este caso, la S —explicó.
¿Acaso estas personas tenían quince años? ¿Era necesario jugar a este juego de perversión? Aunque de todos modos no entendía porqué estaba tan sonrojada, si no había alguna parte del cuerpo que se me ocurriera con S.
—Vamos, Shei, hazlo —alentó el pelinegro que nos habíamos cruzado anteriormente.
Ella observó la carta una vez más y aunque la mansión estaba llena de gritos, luces y mucho ruido, no me impedía ver lo que sus ojos me decían.
No se sentía cómoda con esto, era evidente, ¿pero qué podía hacer? Si la tomaba de la mano y nos íbamos de aquí, levantaría más sospechas de las que ya hay, pero si no lo hacía, estaría incómoda.
Estaba debatiendo qué hacer, cuando una mano se posicionó en el hombro de la rubia. Al levantar la mirada, vi un cabello que me resultaba conocido de alguna parte. El de Mayik, él estaba vestido de Jhon Wick, con un arma falsa en sus manos, pero una expresión facial con la cual podrías dudar de si esa arma era falsa o no.
Le dio una mirada de muerte a la rubia y Sheila sonrió de lado.
—Déjala en paz, no quiere hacerlo.
—¿Por qué no lo hace contigo? —preguntó la rubia—. Estás soltero y Sheila es una buena chica, sobre todo virgen —al decir eso, todos callaron y miraron a la ojiverde.
Ella bajó la cabeza y juntó sus manos sobre sus piernas, incómoda.
—¿Y eso qué? —pregunté y la rubia me observó—. Ser virgen no tiene nada de malo y técnicamente nadie es virgen, solo es un término que usa la sociedad para determinar cuándo has tenido relaciones y cuando no —comenté.
—¿Y quién rayos se supone que eres? Ni siquiera te quitas la máscara.
—La muda habla —soltó el pelinegro.
Sentía tanta impotencia de no poder darles su merecido, ¿pero de qué serviría? Necesitaba reposar y sabía que Sheila no quería problemas. Para su desgracia, los problemas eran sus amigos.
—Vámonos, Sheila —me levanté del sofá y sus ojos me observaron.
Di unos pasos, alejándome de ellos y ella me siguió. Me alivió en parte, porque entendía cuán humillada se sentía solo por ese comentario. Nadie tenía derecho de decirle a los demás si era virgen o no, solo ella podía hacerlo.
Giré mi cabeza por sobre mi hombro y observé como Ryan la detenía.
—Vamos, linda. Me ofrezco para que me hagas lo que quieras, ¿qué dices? —dijo con una sonrisa.
Sheila no dijo nada, creo que de alguna manera, se había quedado petrificada. No se movía, no hacía nada, solo estaba allí, quieta.
Me acerqué a Ryan y quité su mano del hombro de la rubia.
—Ya dijo que no, déjala en paz —sonrió arrogantemente.
—¿Y qué harás, Jason? —rápidamente llevó su mano a mi hombro y me empujó—, ¿pelear contra mí? —río.
Lo observé de arriba abajo con indiferencia, tratando de entender porque personas como él existían.
Sabía que comenzar una pelea no era nada conveniente, sobre todo, porque estaba en desventaja y porque estaba segura de que Sheila no querría problemas. Ya estaba bastante incómoda.
—No necesito hacer nada, oí que una lesbiana te venció en una pelea limpia, ¿podrías soportar que otra mujer te gane de nuevo? —me acerqué más a él.
—Es un rumor —mintió.
Debajo de la máscara sonreí, porque sabía cuán avergonzado estaba por haberlo vencido, pero conociendo su masculinidad débil, jamás lo admitiría. Algo que debo reconocer, era que estar debajo de esta máscara, sin que nadie supiera sobre mí, era una buena idea para ponerlo en su debido lugar.
—Dile eso a todos en la universidad, que tiene tu video en donde una chica lesbiana te ganó en una pelea de cuerpo a cuerpo —tragó grueso.
—¿Te comieron la lengua, Ryan? —preguntó Mayik de brazos cruzados.
Sonrió levemente.
Nadie dijo nada más, aproveché la situación para irnos de allí.
Sheila estaba un poco sorprendida por mi reacción y en parte lo entendía, hasta ahora la había tratado mal, pero tal vez ella no era como los demás. Y aunque no entendía por qué, eso era suficiente para mí.
Tal vez ella sería la primera heterosexual que apoyaba a una homosexual, ella podría cambiar el rumbo de las cosas, ¿pero qué tan seguro era eso?
No mucho, el mundo jamás cambiaría por alguien como ella, ni como yo.
Al pasar entre la multitud, ella tomó mi muñeca para que no me perdiera y sentí una especie de electricidad, igual que la otra vez. No sabía si era porque su mano estaba fría o qué, pero era extraño tener esa electricidad cada vez que ella hacía contacto físico conmigo.
Al salir de la mansión bajamos los escalones y ella suspiró.
—Significa mucho para mi lo que hiciste allí dentro —la observé sin comprender.
—¿Por qué? Solo te defendí porque vi que no estabas cómoda —sus ojos estaban llorosos, pero aún así sonrió, mostrando sus dientes.
—Creo que es tu manera de decirme que te importo, ¿no? —rodé los ojos en señal de burla.
—Supongo que de a poco estaremos a mano, Dankworth —lentamente su mano abandonó mi muñeca, haciendo que sintiera un extraño vacío.
Sheila era una persona fácil de hacer llorar o eso me parecía, pero no lloraba. Sus lágrimas estaban ahí, a punto de salir, pero... no salían. Era como si ella prefiriera creer que todo estaba bien cuando no era así.
—Si necesitas llorar...
—Gracias, Thalía, pero estoy bien.
—No es lo que dicen tus ojos —soltó una pequeña risita.
Por alguna razón, simplemente se acercó a mí y sus brazos me rodearon, me acercaron a ella y oí un leve quejido. Estaba llorando, ella confiaba en mí lo suficiente como para que la vea llorar.
No supe como reaccionar, hacía tanto tiempo que no recibía un abrazo, que hasta me sorprendió su acción.
Lentamente la abracé con recelo de que no fuera real.
Sheila no merecía pasar por ese horrible momento, pero eso me hizo descubrir que su vida no era de color rosa, sino que era de todos los colores y emociones posibles.
Tal vez ella no era la típica chica de la uñniversidad.
Tal vez no era la típica rubia tonta.
Tal vez era la típica amiga heterosexual de una homosexual.
Compañera, solo eso es.
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