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capítulo 1


En todo el colegio no se hablaba de otra cosa que no sea del “pacto”, obviamente siempre sazonado con los condimentos de un chisme. Lo cierto aunque sea algo espectacular se tiene que adornar un poco, darle color y si hay algunas exageraciones por más absurdas que parezcan servía de mucho.  El rumor que se ventilaba refería al descubrimiento que alguien hizo, pero por su propia cobardía no había seguido hasta el final. La curiosidad sólo le había llevado a comprobar el lugar del hecho y algunos detalles más.  

Wilmar, un muchacho que por cierto, siempre hablaba demasiado, había acompañado a su tío Roy, que era un aficionado a los naipes, al cerro calvario, para que éste hiciera un Pacto con el demonio.

Lo que Wilmar relató es que fueron un viernes a las diez de la noche pues tenían que estar en el cumbre del cerro a las 00:00 horas exactamente y tenía que ser una noche de Luna Llena, acudir vestidos totalmente de negro y llevar un pañuelo rojo en la cabeza, esta era la señal para que el Diablo los reconociese. Era increíble la fe que su tío le tenía a los libros de magia negra, pues todo esto lo había leído en uno de sus tantos libros de magia y hechizos; en uno de estos libros se decía que estos pactos se podían hacer en los lugares que reúnan ciertos requisitos.

Primero tenía que ser un cerro elevado, estar por encima de una ciudad donde se ejercerá el dominio o brujería, que esté aislado e incomunicado, y lo de la cruz no había problema porque era una cruz pagana.

Al momento de la llegada a la cumbre, él no quiso acercarse demasiado y cuando escuchó una voz algo diabólica según él, huyó despavorido de aquel lugar y llegó a su casa en media hora, totalmente rasmillado y golpeado.

Era increíble el tiempo que había hecho en bajar del cerro y de noche, toda la noche no pudo dormir y al día siguiente ya había inventado una legendaria historia sobre su aventura nocturna, por supuesto no había incluido ahí el miedo y su despavorida huida, sino que le había preguntado a su tío todos los detalles sobre aquel Pacto y eso fue lo que él contó, aduciendo que los rasmillones y golpes eran sacrificios de valor que les había pedido Satanás en persona.

Él, como es tan humanitario, sólo lo había hecho para ayudar a su tío con su petición. Ahora aquella historia se había propalado por todo el colegio y la garantía era que su tío antes no conocido; ahora era bastante requerido por las personas por su habilidad cartomántica y sobre todo, su fama se había extendido especialmente por la infalibilidad de sus predicciones.

Wilmar tenía cinco amigos inseparables, con los cuales siempre se reunían para hablar o para jugar fulbito, era un equipo completo. Precisamente a ellos les contó su historia el sábado, es decir que ellos tuvieron el privilegio de oír la primicia, porque para contarlo en el colegio tuvo que esperar hasta el lunes.

Aquel sábado como de costumbre ellos se reunieron en la loza deportiva del Colegio González Vigil y luego del partido se sentaron en las graderías que forman parte de la pequeña tribuna de aquel escenario. Fue allí cuando Wilmar les relató su gran aventura a César, Alex, Oscar, Félix y Tomás.

Tomás le hacía honor a su nombre pues era bastante incrédulo y siempre tenía que cerciorarse de algún acontecimiento para creerlo o no, a no ser que el hecho sea demasiado obvio.

César por su parte no mostró interés alguno y como siempre se mantuvo al margen de los acontecimientos, él no siempre estaba con el grupo, por eso a veces no lo consideraban en los planes que éstos tenían. Los cuatro restantes y Wilmar, sí que eran inseparables. César como siempre decidió retirarse cuando Wilmar recién comenzaba con su historia, aduciendo que tenía que hacer cosas más importantes que escuchar las historias de Wilmar.  

Mientras Wilmar iba relatando aquella aventura, Alex, Oscar y Félix comenzaron a soñar con todo lo que pudieran pedir si ellos estuvieran en ese lugar y sobre todo se emocionaron cuando Wilmar les aclaró que podían pedir cualquier cosa, y con un movimiento de cejas algo pícaro, esta expresión arranco una brillo especial en los ojos de todos, que se quedaron en silencio sonriendo, imaginando y soñando con esa posibilidad.  

Tomás no mostraba ninguna emoción pues según él no le creía nada a Wilmar, pero que sí había despertado su curiosidad y estaba dispuesto a averiguarlo.

El mismo sábado por la tarde fue a la casa de Wilmar para preguntarle sobre los pormenores de aquella aventura, Wilmar le explicó que no se podía ir cualquier día, sino que tendrían que esperar hasta la próxima Luna llena y más bien le indicó que consiga atuendos de color negro y un pañuelo rojo.

Tomás se encargó de comunicar a los demás chicos que si querían ir vayan consiguiendo lo necesario y ellos por su parte aceptaron gustosos.

Eran jóvenes impetuosos y ávidos hacia lo misterioso y prohibido y además estaban dispuestos a todo por aquella aventura.

Para Félix fue fácil pues él aún guardaba la ropa que se había puesto cuando sus padres habían fallecido, ahora él vivía con sus tíos y según él estaba en busca de la felicidad, pues lo había perdido cuando sus padres fallecieron en un accidente. Él aún no se había recuperado de aquel golpe que sufriera hace dos años.

Alex era un adicto al deporte, jugaba : fútbol, baloncesto, vóley, incluso natación. Él siempre soñaba con ser un jugador como Oliver, Tom o Steve de los "Supercampeones", una serie de dibujos animados, de la que no se perdía ni un solo minuto de cada programa.

Oscar en cambio era un esclavo de la música, tocaba la guitarra, el charango y un poco de quena y zampoña, lo que realmente anhelaba, era aprender a tocar el órgano o piano. Él, cada vez que escuchaba una canción, soñaba con tocar lo mismo algún día.

Con cada canción que escuchaba en su walkman se transportaba a ese mundo mágico e irreal para él y alucinaba con estarlo tocando en algún concierto o presentación. Sufría de un síndrome de artista frustrado. Se transformaba en Alejandro Sanz, Ricardo Montaner o en Gianmarco en cuestión de segundos.

Talento tenía, quizá no lo suficiente como para ser un cantante, aunque siempre  solía afirmar que solamente necesitaba de una oportunidad para demostrar su capacidad sobre todo para interpretar una canción.

Fue así que los cinco amigos esperaban ansiosos a que llegue el gran día o más bien la noche aquella, contaban cada minuto, hora y día y por supuesto lo mantenían en completa reserva, pues ellos decían que si alguien más se enteraba de esto se les adelantaría con los pedidos y ellos no podrían realizar sus tan ansiados sueños.

Así que por su propia seguridad no comentaban nada sobre esto aunque más de una vez tuvieron la tentación de hacerlo. Lo que sí, tendrían que ingeniárselas, era de cómo salir de sus casas por una noche.

Se pusieron de acuerdo para decir que estudiarían en casa de Félix, como sus tíos no se encontraban en su casa no había ningún problema, y por supuesto tuvieron que hacer méritos desde mucho antes para que ese día no les negasen el permiso.

A veces los padres, cuando perciben el interés excesivo de un hijo por un permiso, se aprovechan y lo tienen a éste, como ceniciento, pues saben que la motivación es tanta, que su rebelde hijo, no se negará a ningún mandato que se le haga.  Como esto no es muy frecuente, pues lo tienen que aprovechar.

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