Capítulo 6
Mi habitación está bien, puedo ver la playa desde aquí, fumo un cigarro mientras la miro. Me han invitado a la piscina, pero no me apetece, quiero estar tranquila. Decido bajar a la playa sola, es de noche y quiero dar un paseo. Nos estamos quedando en un hotel que parece un oasis y de hecho mi habitación tiene una piscina para mí. Salgo y camino delante de un faro y por un paseo lleno de restaurantes, allí me encuentro con Bruno, que toma algo junto a Armando.
—A dónde vas a estas horas—pregunta Bruno.
—Pues... a dar una vuelta y despejarme—le digo y se ríe.
—Si quieres puedes quedarte con nosotros.
—No gracias. Voy a despejarme y eso—contesto y me voy.
Creo que se queda algo descolocado, pero me da igual. Quiero tener tiempo para mí y disfrutar de la solead. Me quedo por un paseo que se llama Meloneras y veo a la gente ir y venir, mientras tanto llevo música y me siento en paz. Por primera vez estoy sola del todo, y no me siento mal, si no todo lo contrario. La música que me acompaña es suave y me reconforta. Voy a la playa, por la zona del faro y me aventuro a ir a la orilla para que mis dedos sientan el agua. Me siento liberada y en paz, vuelvo al hotel y me quedo dormida enseguida.
Ya es de día cuando oigo que tocan a mi puerta, es Miranda, se ha preocupado porque Armando y Bruno me dejaron sola. Han alquilado dos coches, nos vamos hacia las montañas, el interior de la isla es montañosa, del viaje en coche salen muchas fotografías. Yo no voy en el mismo coche que Bruno, si no el de las chicas, como ellas lo han definido. Paramos un momento en un pueblo que se llama Tejeda. Hay una burrita a la que llaman Margarita, Miranda insiste en hacerme fotografías. Termino por montarme en ella, es una burrita muy sumisa, veo como Bruno sonríe. Los demás se van y me dejan con la burrita, respiro el aire y me quedo viendo el hotel donde nos vamos a quedar. Quieren hacer fotos ahí, para una colección de baño o algo así. Me quedo fuera, viendo el pueblo y gritan mi nombre.
—Amanda—es Bruno. Me giro sonriendo.
—Hola—saludo. —¿Qué pasa?
—¿Vas a dar una vuelta al pueblo? —pregunta.
—Sí.
—Te acompaño—responde.
Los dos vamos caminando por el pequeño pueblo, que realmente tiene unas cuantas calles. Vamos hablando de cosas, su vida, mis gustos, sus padres, mi ciudad favorita, su trabajo, mis amigos. Va cayendo la noche y va refrescando el tiempo. Bruno me ofrece su cacheta y se lo agradezco, terminamos por ir yendo de la mano. Nos despedimos en la puerta de mi habitación con un beso, él se va a su habitación y yo a la mía. Me despierto temprano porque sé que desde la piscina hay unas vistas preciosas. Lo que no me espero es que allí esté también Bruno. Me sonríe desde la piscina, le devuelvo la sonrisa algo tímida.
—¿Qué haces por aquí princesa?
—¿Princesa? —pregunto riéndome y me siento en el bordillo de la piscina.
—Sí—responde acercándose hacia mí.
—¿Te parece que necesito que me salven? —pregunto acercando mi cara a la suya.
—No—dice y me sonríe canalla. —Sabes salvarte tú sola.
Termina por acercar su cara a la mía y me besa. Nos sonreímos y me meto en la piscina, me intenta mojar y yo hago lo mismo. Reímos de forma escandalosa y terminamos por besarnos en el agua. Las vistas son preciosas y sé que no me voy a olvidar nunca esta estampa, los dos bañándonos con las montañas y los pinos a nuestros pies. Me agarra por la cintura haciendo que me quede pegada como un koala en el agua, para no separarme de él me agarro a su cuello mirándolo de frente. Nos miramos y besamos, es muy guapo.
—¿Quieres venir conmigo a un sitio?
—Depende—le digo riendo.
—Te va a gustar, tenemos que coger el coche. A la tarde llegamos, para la sesión de hoy no nos necesitan.
—Pero, ¿tú has estado antes aquí?
—Sí—responde. —¿Te animas?
—Porqué no—contesto divertida.
Nos vamos en el coche de los chicos, yo con lo primero que me encuentro, unos vaqueros y una camisa mona. Bruno conduce a ritmo de Diego Torres y la canción Sueños.
Quiero que me mires a los ojos
Y que no preguntes nada mas
Quiero que esta noche sueltes toda esa alegría
Que ya no puedes guardar
Deja que tus sueños sean olas que se van
Libres como el viento en mitad del mar
Llegamos a un campo de girasoles y me fascinan, están al borde de un precipicio. Doy vueltas alrededor del campo y Bruno me mira con cara de: "sabía que te iba a gustar". Hay muchas parejas que están ahí sacándose fotos.
—Hola, disculpad. ¿Nos sacáis una foto? Luego os la sacamos a ustedes—dice la chica.
—Eh...—Comienzo.
—Sí, tranquilo. Princesa, dale tu móvil. —Yo arrugo el ceño molesta por lo de princesa, él sonríe divertido.
Bruno les saca unas fotos, y luego ellos nos la sacan. Una normal, los dos sonrientes y la otra besándonos. ¿Una pareja más? Lo parecemos, nos quedamos un buen rato, horas. Nos hicimos fotos tumbados, de selfie, la típica foto de la chica en la que se ve el brazo del chico. Y entonces se me ocurre, no quería desaprovechar la oportunidad.
—¿Me sacas unas fotos? —le pregunto.
—Sí, claro—responde.
Me doy la vuelta y me quito la parte de arriba y el sujetador. Me tapo los pechos y le digo que así, con los girasoles de fondo.
—¿Les enseñas las manolas al mundo? —Me pregunta.
—No les digas así—contesto riéndome. Primera foto.
—¿Se las enseñas al resto del mundo y a mí no? —Eso hace que me ría y lo mire. Segunda foto.
Me vuelvo a poner la camisa y lo miro, él me devuelve la mirada de forma pícara. Es hora de volver al hotel, los dos nos miramos cómplices y le toco por detrás la cabeza. Comienza a sonar Bonito de Jarabe de Palo, los dos sonreímos, a los dos ahora todo nos parece bonito.
Llegamos al hotel y todos están enfadados, parece ser que sí necesitaban ayuda. Bruno me guiña un ojo, me cago en él, nos volvemos al hotel del sur. Esta vez Bruno y yo vamos en el mismo coche, se queda dormido enseguida en mi hombro, y yo no tardo en quedarme dormida también.
—Amanda—Oigo que me dicen. Me despierto. Es Bruno.
—¿Sí? —pregunto atontada, despertándome.
—Ya hemos llegado—dice y me besa.
Nos bajamos del coche y volvemos al hotel. Nos quedamos en uno de los bares que tiene el hotel, hay música en vivo y todos bailamos, Bruno y yo juntos una canción que ha pedido, y no la conozco. ¿Cuál es? Le pregunto y él pone el índice en sus labios y baila, yo le sigo, la canción es preciosa. Mientras bailamos le sonríe y él me sonríe, es una sonrisa cómplice, de esas que dicen más que las palabras.
Vamos hasta su habitación entre besos y risas, está oscura y ni nos planteamos poner la tarjeta para que sirva la electricidad en la habitación. La habitación de Bruno esta ordenada.
—Estoy nervioso—dice.
—¿Por? —le pregunto ansiosa.
—Porque no solo quiero follar, eso lo hago con muchas tías. Si no hacerte el amor.
—Que frase más cliché—le digo riéndose.
—Amanda, me gustas—me dice riéndose.
—Lo sé. A mí también.
—Y mucho. —Sigue.
—A mi también me gustas mucho —respondo.
Hacemos el amor y me quedo dormida, me despierto en mitad de la noche porque hace calor en la habitación. Parece que nota que me separo y vuelve a agarrarme para que me quede en la cama. Le digo que hace calor y pone la tarjeta, el aire acondicionado vuelve a salir y me quedo a gusto. Nos despertamos dentro de las sábanas haciendo la cucharita, nos despierta Cristina desde el otro lado de la puerta. Bueno a Bruno, no sabe que estoy aquí.
Bruno me deja ducharme en su baño y me da algo de ropa para que no se note que he dormido con él, me gusta mucho. Los demás han sido... meros pasatiempos.
—La canción de ayer se llama Tus besos, es de Juan Luis Guerra—me dice desde el otro lado de la puerta.
—Nunca lo había escuchado—contesto desde la bañera. Hay un silencio y recuerdo—Princesa linda de mi corazón.
Salgo y me sonríe.
—Si tu eres la princesa linda de mi corazón.
Me tapo los ojos, que cursi. Me abraza y me dejo, es un chico tranquilo y tierno. Lo miro a los ojos, me gusta mucho, esto es un error. Yo me voy a casar... Me quiere acompañar a mi cuarto y le digo que voy yo primero y luego, que vaya él, que así se podrá duchar.
Voy hacia mi cuarto como si estuviese volando, pongo la llave y las luces se encienden. El cuarto está lleno de rosa y se me forma un nudo en el estómago que se cierra. Esto no es algo que venga de Bruno, viene de... No, no, no. Veo una nota. No, por favor.
Amanda,
Espero que te gusten las rosas y que me perdones.
He sido un torpe.
Martín.
Quiero destrozar las rosas y llorar, quedarme en un rincón de la habitación y llorar. Suena la puerta, doy un respingo.
—Amanda, ¿ya estás lista? Soy yo—es la voz de Bruno.
Tengo que decirle quien soy, y... me odiará. Me salen las lágrimas y le abro la puerta.
—Bruno, te tengo que contar una cosa, y cuando lo haga probablemente me odies.
—Me estás asustando—dice.
—Entra y siéntate
De pronto ve todas las rosas, me ve a mí sin cambiarme, no sé cómo decirle lo que estoy a punto de decir.
—Bruno... Me voy a casar—suelto.
—¿Qué? —pregunta flipando. Agarro el móvil y le enseño la portada de la última revista de sociedad.
—No porque quiera, si no... porque estoy obligada.
—¿Tú eres...?
—Miembro de la Dinastía Esmeralda —contesto. Así se solía conocer a mi dinastía.
—Joder—dice y se da la vuelta. —Pero tú eras... bueno, eres tan normal. Nada... ¿Por qué esta foto? ¿Soy uno más? —pregunta preocupado. Yo niego con la cabeza.
—Esto fue antes de saber...
—¿Saber qué? —Me pregunta ansioso. Yo me enciendo un cigarro y le doy una calada. Abro la puerta del jardín y saco el cigarro para que no detecte el humo.
—Saber que mi primer amor no estaba muerto, que no lo consiguieron asesinar. Lo creía muerto.
— ¿Qué lo intentaron asesinar?
—Sí.
—¿Y él?
—Se va a casar conmigo—digo.
—¿Y cuándo me lo pensabas contar? Cuando ya estuviera totalmente enamorado de ti.
—No lo sé—contesto. —No he jugado contigo. Me gustas... me gustas mucho.
—Pero e¡él es tu primer amor.
—¿Estás preocupado por eso?
—Sí, no. No sé de qué me tendría que preocupar. Amanda, eres una cría, ¿Cómo quieren casarte? Además, eres muy joven, te queda mucho por vivir.
—Lo sé. Pero no me queda de otra. Tranquilo porque me casaré y después...
—Después qué.
—Los destruiré—respondo.
Le explico todo lo que me contó Martín, lo que hizo mi padre y lo que podía encontrar de mí eran conductas autodestructivas. Una forma de rebelarme. Me sorprendo al ver que no se levanta y que se queda escuchándome aparentemente tranquilo.
Me quedo callada, pensando qué es lo que pensará él. Se queda mirando a la nada, como considerando los pros y los contras. Me gustaría averiguar a donde me lleva esto, tendría que llevar una doble vida. Una vida que me perteneciera a mí.
—Estoy loco—dice. Yo contengo el aliento. —Desde que te conozco no te he conseguido sacar de mi cabeza Amanda. Lo quiero intentar. —Me emociono. Y me mira serio. —Con una condición.
—¿Cuál? —pregunto asustada.
—Que cuando vivas, sea conmigo.
Y no hace falta que me diga más, entiendo lo que me dice. Le sonrío, no siento nada por Martín, salvo rechazo. Ese día lo tenemos libre y nos vamos a la playa todos, para no levantar sospechas por si hay algún fotógrafo. Nos subimos en una banana y nos caemos, hacemos padelsurf. Sacamos fotos al pueblo de Mogán, vemos la pequeña Venecia que hay allí, le explico a Miranda las ideas que tengo para hacer la sesión en esta parte, es preciosa.
Volvemos al hotel, Bruno y yo nos quedamos a solas, intentando escrutarnos con la mirada.
—¿Qué pasa? —Pregunta riéndose.
—Intento ganar el duelo de la seriedad. —Contesto volviendo a ponerme seria.
Nos reímos, me abraza fuerte, tengo la sensación que Bruno me da energía, que lo quiero de verdad, que es lluvia en este campo de batalla, que es... que es mi oasis.
—¿Qué piensas? —pregunta.
—Que eres mi oasis—contesto y se ríe.
—Yo creo que te quiero—contesta. Me quedo quieta, casi sin respiración. Ha dicho, ¿te quiero? Lo miro y me sonríe
—Yo también—respondo.
—Estoy preocupado por ti—dice y me giro. No quiero que se preocupe—me sonríe pícaro. —¿Viajarás, disfrutarás de la vida, serás libre alguna vez, me pondrás los cuernos? —termina y me rio por lo último.
—No te preocupes Bruno. Todo saldrá bien. Disfrutemos estos días como unas vacaciones de verano.
Me besa y luego nos abrazamos. Ahora toca vivir intensamente.
—Pero, ¿En serio que hiciste un estriptis en una fiesta? —pregunta guasón.
—Ja, ja—contesto. —Pues sí. Tengo un lado salvaje. —Se ríe y me besa.
—A mí nunca me lo has hecho —dice arqueando una ceja.
—No leas todo lo que dicen de mí, si no vas a salir corriendo —respondo y me voy de allí.
—¿Cómo, cómo? —dice y va detrás de mí.
Me rio y me lleva en volandas por el césped. En ese momento comienza a caer el agua de los aspersores, sí... Bruno es mi oasis.
Nos quedaban pocos días en la isla y decidimos ir a la capital a visitarla. La catedral grande y frente a ella un patio de balcones que parecían transportarnos a algún pueblo o ciudad de América Latina. Nos sacamos fotos allí, tanto para nosotros como para los spots que tendrían lugar. Me pidieron posar un par de veces, pero como a Cristina. También paseamos por una calle peatonal llena de tiendas, se llama Triana. Terminamos en la playa de la ciudad tomándonos un helado y disfrutando. Me acerco a la orilla y respiro el aroma del mar, dentro de dos días nos vamos... ¿Se acaba la libertad?
—¿Estas bien? —Pregunta Bruno a mi lado.
—Sí—respondo y lo miro.
Él me devuelve la mirada con tono preocupado. Lo miro con una sonrisa y le pongo el dedo entre sus dos cejas.
—Relájate—contesto. —Estoy bien. Me acabo de acordar que pasado mañana nos vamos.
De pronto se apodera un silencio llenado por la risa de los niños, historias de las personas que nos rodean y el ruido del mar. Pienso que cuando vuelva tendré que llevar una doble vida, me gustaría... me gustaría estar más tiempo con Bruno a solas, así. Sé que no puede ser, que es imposible y que si tuviera más tiempo, probablemente sería más difícil para los dos.
—¿Te quieres venir conmigo mañana al campo? —pregunta.
—¿Al campo? —repito.
—Sí. Te va a gustar, ya verás.
—Bueno... vale. Pero déjame disfrutar del mar.
Nos quedamos ahí, en la orilla, paseando, sin decir nada. Cuando comprobamos que ninguno nos mira nos damos la mano. Ya de noche volvemos al hotel, Bruno y yo nos prometemos que nos veremos temprano para ir al campo. Pero... ¿no habíamos estado allí? Por la noche casi no duermo, me encuentro nerviosa pensando qué haríamos. Suena el despertador y me levanto como un resorte, me ducho y me visto con la ropa que había elegido en mi mente. Salgo de mi cuarto con cuidado, Bruno me espera en la mesa del comedor, sonrío y voy hacia él.
Bruno va muy guapo, va con unos vaqueros, una camiseta surfera y unas deportivas blancas impolutas. Desayunamos entre risas y confidencias. Me ha dicho que me lleve una muda por si acaso, así que me la he guardado en la mochila. Al salir veo un Volvo, Bruno me guiña un ojo y sé que es el nuestro. Vamos en el coche escuchando música, volvemos a ir hacia el norte de la isla. Parece que Bruno sabe a donde ir, como con los girasoles.
—¿Cómo conoces estos sitios? —pregunto.
—Tenía una novia canaria—responde.
—Ah—contesto. No sé muy bien que decir.
—No te...
—Tranquilo, yo también he tenido novios, bueno, ¡Hasta un prometido! No me preocupo.
Salimos del coche, creo haber parecido convincente allí. Bruno va hacia el maletero y saca comida, mucha. ¿Qué estamos haciendo aquí? Parece una granja, se llama La finca de Osorio. Allí hay vacas y ovejas, me acerco a estas últimas a intentar que me hagan caso, pero terminan por alejarse de nosotros.
La finca es preciosa, el campo verde, los paisajes, todo. Me enamoro del lugar, Bruno sonríe divertido. Es un pequeño paraíso dentro de una isla que no aparenta tener lo que lleva dentro. Bruno y yo comemos, nos reímos y comenzamos a explorar la finca, aunque él ya se la conoce.
La finca es una gran casa, con un tono blanca desgastado y de madera, sé que allí se ha rodado alguna película pero me gusta verla por mí misma. Saco muchas fotos del sitio y fotos de Bruno, hasta nos animamos a sacarnos una foto los dos, me parece mágico. Realmente me parece mágico este viaje, y el haber encontrado una persona como él. Me ha dicho en alguna ocasión la inseguridad de estar conmigo, porque no tiene tantas posibilidades económicas como yo. Pero se equivoca, no me importa eso, únicamente me importa el ser feliz de forma sencilla.
Nos manchamos de barro pero nos reímos, al final sí que necesitamos cambiarnos, yo a un vestido blanco de lino que junto a la ropa de mañana es lo único limpio que me queda; él a una camisa y unos pantalones también de lino. Me hace gracia y me rio, él me mira confuso y empieza a hacerme cosquillas. El día termina con los dos de la mano viendo como el sol baja, mientras estamos en el campo.
Volvemos al hotel, parece que hayamos vuelto de otro país, allí hace sol, hay arena, extranjeros, alemanes, ingleses... Los demás nos incisten en ir con ellos a la piscina, el último baño. Nos metemos con la ropa a pesar de poder llevarnos alguna bronca. Nos reímos y hacemos alguna aguadilla, me hago fotos con las chicas, con Bruno, y en ella besándonos. Me viene una canción a la cabeza. Sonrío, me siento también como al escucharla.
—Debería sonar la canción Watermelon sugar—le digo a Bruno.
—No sé cual es—responde.
—¿Si pregunto si nos la ponen lo harían? —pregunto.
—Tú eres la de la dinastía—contesta.
—Ja-Ja—digo haciendo una mueca. —Voy a ver.
Consigo que nos pongan música, no sin antes coquetear con el encargado. Comienza a sonar y me pongo de buen humor, Bruno me mira arqueando una ceja y me tiro a la piscina. Al salir los demás cantan la canción, todos menos Bruno.
—Tienes que ver el videoclip—digo.
—¿Por? —pregunta.
—Míralo.
Esta canción me transmite muy buen rollo, y si él supiera como es el videoclip se reiría de mí. Terminamos besándonos en la piscina, sin importar que nos vean. Es la última noche, ¿por qué no? Esa noche dormimos juntos, no hacemos nada, solo eso, dormir juntos. Me siento tranquila, segura. No porque lo necesitase a él, si no porque necesitaba una vida así. Mía, sin que mediara mi familia.
Suena el despertador, soy la primera en despertarse y levantarse. Me ducho, me miro en el espejo y siento como brillo. Vuelvo hacia la cama y lo veo allí, remolón.
—Venga, hay que despertarse.
—Cinco minutos más—dice y me tira a la cama.
—Oye, nos esperan todos —respondo. —Además, hay que coger un avión.
—¿Esto se acaba? —pregunta.
—¿El qué? —contesto apoyando mi cabeza en su pecho.
—Nosotros.
—No, si tú quieres. Que lo entiendo perfectamente.
—¿Cómo nos veremos? —pregunta.
—En mi casa, en la tuya...
—Pero te casas—contesta.
—Lo sé.
—Eres muy joven, lo soy hasta yo —contesta con un tono serio,
—Me casaría contigo, pero soy muy joven —digo. —Y no nos conocemos tanto—respondo intentando poner distancia.
—Pues creo que te conozco más que él.
—No lo creo—digo y me levanto. Miro hacia fuera, tengo ganas de fumar de nuevo.
—Creo que sí. No sabe quien eres ahora, yo sí.
Me doy la vuelta y le sonrío. Se levanta y me da un abrazo, me siento reconfortada, respiro tranquila, no me falta el aire. Vamos a desayunar con los demás, la vuelta en el avión es triste. Yo la siento así, parece ser que él también. Nos separamos en el aeropuerto, quiero darle un beso, pero es peligroso. Y se me ocurre algo.
—Sí que nos veremos, a la vista de todos. Con Vicen y Alexia. Plan de amigos.
Él sonríe, le daría un beso ahora, pero no puedo. Voy hacia mi nueva casa con el chofer de siempre. Estoy feliz, siento que puedo ser yo misma y disfrutar de ello. Subo mis maletas y veo que alguien está dentro. Me pego un susto. ¿Martín?
—¿Qué haces aquí? —pregunto fría.
—Esperarte—contesta sonriendo.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro