Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 3


Llego a mi casa cansada, a penas he pegado ojo y me dirijo a mi cuarto para dormir plácidamente. Parece que mi padre no tiene el mismo plan que yo y aparece en el hall, el chófer le habrá dicho algo. Suelta delante de mí muchísimas revistas, más bien las tira.

—¿Qué te pasa ahora padre?

—¡Cómo que qué me pasa! ¿Con cuántos has estado? —pregunta.

Le doy mi bolsa a uno de los empleados con una sonrisa y miro a mi padre desafiante, me importa poco o nada su opinión. Cojo uno de los papeles. "Rica heredera se desmadra en Saint Tropez"; y veo una foto mía comiéndole el morro a un tío, o el tío a mí. La verdad es que no me acuerdo mucho, probablemente estuviera borracha o drogada, o... que sé yo.

—El tío está bastante bien y yo no salgo nada mal, no tengo el maquillaje corrido. ¿Es esto lo que te preocupa? No estamos en el medievo.

—No has visto lo que hay dentro. ¿Cómo crees como me sienta eso?

—No lo sé, pero no me importa.

—Serás... ¿Cómo crees que me sienta eso? —Repite acercándose a mí, con un tono no muy agradable. No me achanto, más bien, me es indiferente.

—Ni idea, pero no tengo intención de saberlo. ¿Has terminado?

—No. Mañana tenemos cena.

—¿Tenemos?

—Sí, tú, yo y tu prometido.

—Uy, uy—respondo con un tono vacilón. — ¿Y no me das su número? Para saber si es guapo, tiene tierras y eso. Lo normal entre los jóvenes—respondo irónica.

—Mañana a las ocho en casa.

—De acuerdo.

Subo a mi habitación y me ducho, ¿-me habría pasado en Saint Tropez? Probablemente, pero yo no tengo una vida como los demás. Me meto en la cama, probablemente sí, no me acuerdo de muchas cosas. Mi cama es grandísima y muy mullida, me quedo dormida al minuto, los sueños son raros, siluetas de prometidos, Alex y Martín. Martín abrazándome, Martín y yo en el cine viendo una película. Mi padre diciéndome que no puede ser, amenazándome... Me despierto al día siguiente, me siento activa, mierda me he quedado dormida, voy a llegar tarde... He quedado a las once y quiero ir bien vestida. Busco en el armario, no hay nada que me guste, ¿Qué se supone que debes de ponerte para un encuentro así?

Termino decidiéndome por ir con una falda plisada por debajo de la rodilla rosa palo, una camiseta blanca con una frase que dice Wild Flow, un bolso de mimbre redondo y unas sandalias negras. Me voy en coche hasta Chamberí y de ahí voy paseando hasta la calle Fuencarral, como siempre, llena de tiendas y gente, allí me espera él. Sonrío, vamos a una cafetería bastante mona, entre hispter y chic, entramos juntos y nos sentamos en una mesa alejada de las ventanas y bastante discreta. Él va con una camiseta verde de American Eagle, unos vaqueros y unas náuticas, está muy guapo. Nos saludamos, pedimos los desayunos, el silencio se instala entre los dos y me mira con una sonrisa

—Cuéntame, ¿cómo era mi madre? —pregunta. Yo sonrío.

—Pues... estaba llena de vida. Era muy cariñosa, solía recogernos al colegio o nos llevaba a alguna parte.

—Me gustaría acordarme—suspira sonriente, y pienso que me gustaría que se acordara. —¿y estuvimos mucho tiempo saliendo juntos?

—Eh...—Empiezo y saco las fotos que tengo con él. —Aquí estábamos juntos. Mira.—Le enseño una foto en Gran Vía, un viernes de los muchos que pasábamos juntos. —Ese día me preguntaste que si quería ser tu novia. En esta otra, fue un viaje que hicimos con el colegio en tercero de la ESO...

—¿Te compré un collar con un infinito? —pregunta. Asiento emocionada.

—Sí.

—Y tú me regalaste un... un llavero con un grupo que a mí me gustaba mucho—responde riendo. Yo también me rio. —De eso ha pasado...

—Casi seis años—termino por él.

—Me estoy acordando de cosas sueltas, pero no de todo.

—Yo... te conocí en segundo de la ESO... y a los quince, casi al empezar cuarto de la ESO pues...

—Morí.

—Sí. Bueno... sigues vivo —respondo incómoda.

—Sí, pero parece que no soy el mismo.

—Para mí lo sigues siendo —contesto sincera.

Los camareros van y vienen, entre nosotros se ha instaurado un silencio no muy cómodo. Quizás porque se acuerda de algo y sabe que mis padres tuvieron algo que ver... Quizás... Quizás me he dado cuenta de que lo sigo queriendo como dice Vicen y no lo he superado... O a lo mejor me da miedo saber que ha rehecho su vida y no siente lo mismo que yo. ¿Y eso qué significa? ¿Lo sigo queriendo?

—Y cuéntame, ¿qué es de tu vida? ¿Alguna novia?

—Ninguna—responde sonriente. —No he tenido tiempo.

—¿Tiempo? —pregunto preocupada.

—Sí. La recuperación y eso—responde tomándose un café mirando a otro lado.

—Me imagino. —Susurro, aunque no lo imagino.

Cuando ha mirado a otro lado me ha dado la impresión de recuperar al antiguo Martín, pero cuando vuelve la cabeza ya no es el mismo. Terminamos de desayunar y no sé que hacer, despedirme e irme o no... Me encantaría decirle que lo sigo queriendo, pero no es justo, ni para él ni para mí. De hecho, a lo mejor lo que me pasa es un espejismo. Además, me voy a casar con un desconocido y él... él será libre, siempre lo ha sido.

—Amanda. —Me llama cuando ya me he dado la vuelta para ir a por mi coche. Lo miro a una distancia prudencial. —Sí que me acuerdo. Me acuerdo de fragmentos contigo, no del accidente, pero sí de cosas.

—¿Sí? —Pregunto esperanzada, no quiero llorar, pero una pequeña parte de mí espera que se acuerde de mí, de todo.

—Me acuerdo cuando hablamos la primera vez —dice mientras se acerca a mí y sonríe. —Fuiste muy valiente por acercarte. Yo estaba acojonado, me parecías muy guapa. —Sentencia y me rio.

—Exageraciones tuyas, no te acordarás bien, me dijiste que era... —Comienzo a decir mientras lo miro a los ojos.

—Porque las chicas se acercaban a tu mesa, pero no era por eso.

—Martín yo... —comienzo a decir. Martín está diciendo la verdad.

—¿Qué pasa? —pregunta sin entender.

—No puedo repetir los mismos errores, no podemos estar juntos.

—¿Por qué? —pregunta, confuso.

—Porque... —Empiezo mirando hacia un lado y cojo un cigarro.

—¿Fumas? —Pregunta, igual de confuso que yo..

—Sí —contesto igual de confusa que él.

—¿Me pasas uno? —pregunta y se lo paso. Lo enciende y me mira—¿Por qué no?

—Porque una vez lo intentamos, y acabo mal —digo y me siento en un banco mirando al cielo. —Yo no tengo esa libertad que siempre has tenido, mi obligación es casarme con quién mi padre elija, aunque no quiera. Cuando éramos pequeños comenzamos a salir, fuimos muy en serio y... ya sabes lo que pasó. Éramos unos críos. No hay día que no me acuerde de lo que pasó, el coche... tu madre, tú... —No puedo más y lloro, me da igual lo que piense. Pero es que fue... la mejor etapa de mi vida. —Pero no se va a quedar así, los destruiré.

—Amanda... tú no provocaste el accidente. —Comienza y lo miro. No puedo estar más ahí, con él. Siento que no me lo merezco. ¿Cómo que no lo había hecho? Nunca debí de fijarme en él ¿Qué pretendía con eso? ¿Con ese encuentro? ¿Fustigarme?

—Toma —le digo dándole las fotos, me mira extrañado, pero tengo que decirle adiós, aunque lo amé demasiado. — Por tu seguridad mejor que no nos volvamos a ver. Adiós Martín.

Apago el cigarro y me voy sin mirar atrás. He sido muy egoísta, no puedo parar de llorar por la calle. Voy sin rumbo, pensando en todo lo que fuimos, en... en esos momentos en los que éramos unos críos que jugaban a quererse. El primer cine, el primer beso, la primera vez... La vez que fuimos a una tienda de animales y decidimos que si alguna vez teníamos un perro lo adoptaríamos, las películas de terror que a él le encantaban y yo no podía conciliar el sueño. Las sonrisas cuando le decía que no podía dormir y él me abrazaba fuerte. No sé como llego, pero estoy al lado del Prado, son las cinco de la tarde y mi padre me está llamando. Miro el móvil y lo cojo.

—Amanda, espero que estés aquí a la hora.

—Sí, ahora iba a por mi coche.

—¿Dónde estás?

—En el Paseo del Prado, en el museo. Tengo que ir a por el coche que está en Chamberí...

—Mando al chofer para allá e irán a por tu coche. No pasa nada, ya van para allá.

Sebastián llega a los diez minutos, diez minutos en los que me recompongo. Al llegar mi padre está nervioso, mi madre como siempre relajada por el alcohol que ha consumido, y yo... destrozada por decir adiós al pasado; pero ellos no deben saberlo.

—¿Amanda? —pregunta mi progenitor.

—¿Sí padre?

—Deprisa, arréglate. Laura te está esperando para peinarte y maquillarte.

—De acuerdo—respondo con tono de rendición.

Laura se encontraba arriba sonriente, había sido mi confidente desde siempre, cuando Martín y su madre tuvieron el accidente ella fue como una madre para mí. Me acunó mientras le contaba ese encuentro que había tenido lugar a las doce de esa misma mañana, repitiéndome que lo que había hecho era lo mejor para los dos. Me mandó a duchar y después me peinó y maquilló.

—Laura, no tengo ganas de ir a esa cena. ¿Puedo decir que me encuentro mal? —pregunto aunque sé cual es la respuesta.

—Amanda, no puede hacer eso. Ya sabe, su padre se pondría como loco y eso no es bueno.

—Lo sé. —Respondo rindiéndome. —Laura, me encantaría ser como usted. Tan libre.

—Señorita, no existe la libertad plena. Siempre somos esclavos de algo. Venga, que hay que vestirse.

Laura me ayuda a ponerme el vestido que mi padre ha elegido para la ocasión, pero no me disgusta. Laura me dice que realmente quién lo eligió fue Samantha, mi estilista personal. Es un mono negro, con un pequeño cinturón de brillantes alrededor, sencillo y bonito. Mi pelo se queda ondulado hacia atrás, en la cabeza llevo puesta una diadema negra con abalorios y unos pequeños aros de plata. Mientras que espero a que me llamen me pregunto qué será de mí. Laura me pinta los labios de rojo sangre y los ojos con una sombra negra difuminada. Tocan la puerta, es mi padre, como le gusta un postureo... El plan tiene que funcionar y para eso tengo que ser una persona muy sumisa, bueno... aparentarlo.

—¿Qué pasa? —pregunto.

—Están aquí —dice y pongo los ojos en blanco.

—Ahora bajo —respondo. —No quiero salir rodando por las escaleras.

Mi padre se marcha y pongo los ojos en blanco, me pongo los tacones plateados, grandes y preciosos. Bajo las grandes escaleras y ahí lo veo, ese pelo negro y esos ojos claros, ¿qué hace aquí? ¿está loco? Pero... ¿no era para conocer a mi futuro marido? O quizás mi padre pretende torturarme. Pongo la cara más fría que tengo y sonrío al hombre y a la mujer que no conozco y a Martín. ¿Qué hace él ahí?

—Encantado. —Saluda Martín. ¿Esto es broma? —Soy Martín Vega Griso.

—Encantada —respondo. ¿Qué es este juego?

—Bueno Javier, dejemos a los chicos solos.

—Sí —responde ¿su padre?

Quiero gritar que no se vayan, no sé lo que está pasando. ¿Un sueño? Puede ser... A lo mejor es mi purgatorio. No lo entiendo, Martín supuestamente está muerto, no pertenece a ninguna dinastía... ¿Quién es este Martín? Quiero llamar a Vicen o a Alex. Martín me mira y me hace una señal para que vaya a la terraza, agarro una copa de champagne y voy a por un cigarro.

—¿Qué significa esto? —pregunto sin rodeos.

—Eres buena fingiendo. —Suelta y lo miro con rabia. ¿Qué significa eso? Él se lleva a la boca otro cigarrillo, enciende el mío y luego el suyo. Suelta una calada y lo miro expectante. —No somos muy distintos, queremos lo mismo, acabar con ellos.

—No me has respondido—respondo dando una calada al mío.

—Es verdad. He visto las fotos de la revista. —Contesta y miro hacia el jardín.

—No es algo que te tenga que explicar.

—Lo sé.

—Explícame esto, si sabías quién era, porque no decir algo.

—Porque si no, no hubieses hecho tu vida. Y necesitabas hacerlo, pero no sabía que eso consistía en salir como una estrella del rock gastando sus últimos cartuchos.

—¿Cómo iba a comportarme después de pensar que mi padre te había asesinado, que estabas muerto y que aparecieras como un fantasma?

—Entiéndeme, si me acercaba a ti o daba muestra de algo no estaría aquí. No me dejarían que me casase contigo. —Lo miro arqueando una ceja. — Te lo tengo que explicar muchas cosas. —Susurra mientras mira hacia el jardín. Yo mientras tanto veo su mirada. —Mi madre tenía unos títulos nobiliarios, pertenecía a una dinastía muy poderosa, a los Griso. ¿Los conoces?

—El nombre, nunca he conocido a ninguno. No me interesa este mundo —respondo y él sonríe.

—Pues mi madre se casó con la Dinastía Vega, que también tenía títulos. Mi madre no quería tener esa vida y tampoco me la quería dar a mí. Ella se sacó su título de enfermería y nos mudamos a Madrid. Y entonces... entonces me enamoré de ti, y eso lo jodió todo.

—¿Lo jodió todo? —pregunté desconcertada.

—Eso significaba acabar con todo lo que mi madre había luchado, volver al mundo de las dinastías... A que nos encontraran.

—¿Quiénes? —pregunto y sonríe.

—Ellos. Amanda, esto es una mafia.

—Eso lo sé.

—Pero no sabes la organización que se esconde detrás. Ellos fueron... quienes mataron a mi madre, lo organizaron para que pareciera que yo también había muerto.

—Mi padre dijo que... fue él —digo y me mira con dureza. —¿Mi familia pertenece a esa organización? —pregunto y él asiente.

—Al quedarme huérfano de madre me fui a vivir con mi padre. Juré que me vengaría...

—¿Y te vas a casar conmigo como venganza? ¿Me vas a utilizar? —pregunto. Ahora mismo quiero gritar como una loca, decirle a mi padre que esto es una trampa. —Eres igual que todos ellos, un monstruo— le digo con desprecio.

—No, no—responde él. —Tú no has sabido nunca nada, y me dijiste que querías destruirlos, pensé que me ayudarías.

—¿Te estás oyendo hablar? ¿Te crees el Conde de Montecristo?

—No, pero sé que piensas como yo —contesta. Miro hacia otro lado cuando dice.—¿Me equivoco si antes de aparecer yo lo hubieras hecho?

—No te equivocas —respondo mirándolo.

—Pues ya sabes, así te abriré el camino, lo podremos hacer juntos.

—No —respondo firme. —Yo no necesito a nadie para nada.

Tiro el cigarro en su copa y me voy de la terraza, no necesito a nadie para nada. Todo el mundo juega conmigo, mis padres, Martín... y sólo una idea ronda por mi cabeza. Tengo que salir de este mundo.

Entro al salón y sonrío al padre de Martín y le pregunto por su mujer. Me gusta meter el dedo en la llaga, sé que la madre de Martín murió, y quiero que sea él mismo que lo diga. Mi padre me mira con cara de pocos amigos y yo le sonrío provocándole. Le pregunto a Martín alguna cosa que sé que es comprometida. Si ha tenido alguna novia, que sé perfectamente que sí. Me sorprendo con lo fría que estoy siendo. También sé que si no me comportase así levantaría sospechas.

—Leonardo, ¿las fotos? —pregunta el padre de Martín.

Miro a mi padre expectante, también a Martín. El silencio se apodera de la cena y decido hablar mientras bebo un sorbo de champagne.

—¿Las fotos? ¿Cuáles? Si se refiere a las últimas, también estaban conmigo dos amigos que pertenecen a Dinastías. De ellos no se habla, seguimos en un mundo machista, se acostaron con muchísimas chicas, pero no es raro que un hombre tenga una amplia vida sexual.

—¿Y qué te diferencia a ti de un tío? —pregunta Martín. Sonrío y levanto la copa.

—Pues, ¿Papá puedo ser políticamente incorrecta?

—¿Le preguntas a tu padre para decir lo que piensas? —pregunta él con una sonrisa que denota asco.

—No. Lo hago por pura cortesía. Yo hago lo que quiero, pero con cabeza—digo tocándomela. —Todo lo hago por algo. ¿Y tú? Necesitas a alguien para obtener resultados, no puedes hacerlo por ti mismo. —Sentencio y él me mira enfurecido.

—Mejor dejamos el tema de las fotos, ¿no Leonardo? —dice de pronto el padre de Martín.

—Sí, que tal... —Empieza y desconecto.

La cena sigue sin turbulencias, mis padres hablan con su padre y... ¿su nueva mujer? No miro a Martín en toda la cena, no sé como me debo de sentir. Al terminar mis padres se quedan hablando con él y su familia, yo prefiero salir al balcón. Este Martín no es el Martín que conocí, está lleno de odio y no sé lo que me haría para hacer daño a mi progenitor. Yo quiero irme de aquí y abandonar esta familia, pero a costa de qué... de ¿vidas?

—Buen remate. —Oigo detrás y me doy la vuelta.

—Soy rápida —contesto.

—Lo he visto. Has madurado mucho desde la última vez que nos vimos.

—La última vez que nos vimos teníamos quince, ahora casi veintiuno— le respondo— Yo te recordaba más maduro.

—Sí—comienza y se ríe. —Ese es el problema.

—Te ayudaré—respondo y me mira. Aparto la mirada algo azorada. —Pero tendré que hacer el cabra hasta la boda si no, no se lo creerán.

—De acuerdo, porque sé que estás enamorada de mí. —Me comunica y lo miro con cara de, ¿estás alucinando?

—Estaba enamorada de quién eras antes. Después de esto ya no —respondo y le tiro la copa que tenía en la mano a la cara.

—Papá, me voy ya no tengo nada de lo que discutir.

Subo y me meto en mi habitación, me quito el mono y voy hasta mi cama preguntándome que hacer, cómo comportarme. Si perteneciese a una familia normal no estaría preocupada por todo esto. Mi padre no sube y lo agradezco, sé que Martín, su padre y su madrastra se han ido porque les he oído. Quiero viajar e irme a alguna parte, quiero hacer muchas cosas. Pensando en todo lo que ha pasado en las últimas veinticuatro horas me quedo dormida.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro