CAPITULO 3
La suavidad bajo su piel le suplicaba seguir pegada allí, estaba tan exhausta que casi ni podía abrir los ojos. Y es que ella tenía miedo de abrirlos y encontrar de nuevo a esas manos tenebrosas intentando arrastrarla hacia la oscuridad.
Aunque algo extraño pasaba, podía respirar sin dificultad.
Levantó los parpados dudosa. Ya no se encontraba en el ático sumergida en agua hasta las orejas sino más bien en una especie de bola blanca que la envolvía. La tocó y recordó que se trataba de la manta que casi la mato bajo el agua cuando se estampo contra su cara.
—Que es todo esto—dijo levantando la mano y tocando la pared de tela.
En su cinto colgaba la vieja cadena oxidada, aunque ya no parecía tan vieja ni oxidada pues brillaba como el cristal e iluminaba como las estrellas. A pesar de que lo estaba viendo con sus propios ojos no se lo creía.
No quería creerlo en realidad, nada de esto, ni las sombras, ni el agua, nada.
«Quiero salir de aquí»
Solo basto con pensarlo y la manta se desenvolvió en un solo movimiento, volviéndose una pequeña banda se anudo a su cuello y en solo segundos Carman estuvo de nuevo al agua, acaso esta catástrofe no acabaría nunca... seguiría ella naufragando.
Esta vez una corriente la arrastraba a toda velocidad por el rio, veía pasar los árboles cada vez que salía a flote, sería difícil mantenerse en la superficie con esa corriente.
Lucho arduamente, intento sostenerse de una roca pero, de inmediato se deslizo de ella.
Mientras era lanzada de un lado a otro se preguntaba si todavía estaría en un sueño pues si lo era entonces podría salir de allí cuando ella lo deseara. Recordó entonces la cadena que colgaba de su cintura, si no lograba escapar con esto de seguro de esa noche no pasaría, como pudo la lanzo con fuerza hacia una arboleada.
— ¡Por favor sácame de aquí! —grito con todas las ganas mientras se atragantaba con el agua.
La cadena se sostuvo de una rama hábilmente a pesar de haber estado muy lejos de su objetivo, rápidamente envolvió el cuerpo de Carman sacándola y llevándola a tierra sin necesidad de hacer algún otro esfuerzo.
Apenas hubo puesto un pie en el suelo, esta volvió con su dueña.
La pobre chica cayó sobre sus rodillas, estaba harta de tantas vueltas. Por fin se encontraba lejos del agua de una vez por todas, ahora podría sumar la hidrofobia a su lista de miedos.
Niahm de seguro se molestaría al saber que había perdido varias horas secando su cabello en vano, estaba tan empapada que en cualquier momento comenzaría a tiritar. Se levantó escurriéndose la franela, necesitaba un lugar donde secarse y pasar la noche.
A este paso se volvería un verdadero pez de rio.
Por lo visto esto era más real de lo que ella pensaba y aun así no quería aceptarlo, necesitaba creer que nada de esto pasaba en realidad, lo necesitaba. Tiro la cadena al piso en un ataque de furia.
Comenzó a caminar decidida a salir de ese lugar cuando a su espalda escucho el tintinar que hace una cadena al ser arrastrada.
Se giró rápidamente encontrando aquel objeto que la ayudo a salir de su aprieto siguiéndola, se asustó y comenzó a correr sin dirección alguna. Sorteo unas rocas adentrándose aún más al bosque, no supo por cuanto tiempo estuvo corriendo tratando de alejarse del sonido tintineante hasta que se cansó y decidió detenerse.
Se recargo contra un árbol exhausta, miro hacia adelante encontrándose de nuevo con su perseguidora, soltó un largo suspiro resignada.
—Muy bien, te dejare que me sigas—le espeto Carman al ver que no podría huir de ella.
Esta, muy contenta se lanzó a sus pies como un perrito y comenzó a enrollarse en su pierna acariciándola.
—Vaya, entiendes lo que te digo—la pobre chica estaba sorprendida por lo ocurrido no sabía si impactarse o desmallarse.
Aunque se decidió por no hacer ninguna.
Ni si quiera un perro tan bien entrenado la hubiera entendido tanto. Se llevó la mano a la manta amarrada a su cuello como un pequeño pañuelo, si lo que decía Niahm de sus estúpidas historias era cierto entonces estos dos objetos eran su poder.
Hasta decirlo por pura casualidad sonaba estúpido.
Moviendo la cabeza a los lados se negaba a pensar que fuera cierto, no podía estar pensando en boberías como esas en ese momento. Lo primero sería encontrar un lugar donde pasar la noche y poder quitarse esa ropa empapada antes de agarrar un resfriado.
Miro sus pies descalzos con pena, había perdido sus pantuflas. Esperaba no hacerse daño en el camino.
—Ni si quiera sé dónde estoy—se dejó caer angustiada observando a su compañera—creo que no puedo andar por ahí diciéndote cadena, cierto.
Esta le respondió moviéndose afirmativamente.
—Bien entonces...que te parece si te llamo cristal—espero a ver cuál sería su reacción, pero al parecer el nombre no le gusto pues comenzó a retorcerse y anudarse como si de verdad estuviese ofendida—oh perdón primero me olvide preguntar si eras niña.
Comenzó a reírse al percatar cual había sido su error.
—Por lo visto eres bastante sensible—comenzó a decir tratando de encontrar un nombre adecuado para su amigo—obediente...fuerte—a cada palabra la cadena afirmaba—y valiente, que tal... ¿Balor?
Inmediatamente su largo compañero comenzó a dar vueltas haciendo sonar sus piezas, estaba feliz por su nombre. Ella llevo la mano a la suave tela de su cuello dándole unos toques delicados.
—Imagino que tú debes ser la contraparte de Balor, por lo tanto, si eres una chica te llamaras Anya—esta se desabrocho y la cubrió completa abrigándola del frio—gracias.
Y aclarado todo, o casi todo se puso en pie en busca de lo que su hermana le aseguro que encontraría en ese bosque, un protector. No sabía con seguridad de lo que se trataba, pero haría su mayor esfuerzo para saber cuál era la razón del porque estaba aquí aunque estuviera completamente indignada en seguirle el juego a su hermana.
Deambulo con cuidado de no lastimarse esperando que lo que sea que estaba buscando apareciera, la molestia de la ropa húmeda sobre su piel empezaba a ponerla de mal genio. No sabía cuánto tiempo llevaba caminando sin esperanzas de salir a algún lado cuando su pie se atoro entre unas rocas.
Refunfuñando halo con fuerza y se fue de espaldas por una corta pendiente escondida entre unos arbustos. Para su mala suerte aterrizo sobre unos troncos pequeños afuera de una especie de madriguera.
—Acaso no me puede ir peor—se quejó Carman acariciándose la espalda.
Antes de que pudiera levantarse sintió que todo su cuerpo se paralizaba, no se debía al frio por estar mojada, se trataba de una sensación muy distinta. Trato de mover los dedos, pero no respondieron.
—Algo está pasando no puedo moverme—Balor comenzó a vibrar y Anya intentaba cubrirla, pero algo impedía que lo hiciesen.
De pronto entre las hojas de unos árboles dos ojos brillantes aparecieron, luego una cabeza de zorro y por último el resto del cuerpo. A pesar de estar asustada con la presencia de aquel ser no dejo de maravillarse al ver que en vez de una cola peluda la sustituía una hermosa flama de fuego que ondeaba en el aire chispeando como brazas.
Era hermoso en todos los aspectos.
—Como te atreves a arruinar mi fortaleza, con el trabajo que me costó encontrar buena madera—a pesar de que no movía los labios la voz salía de su interior bastante fuerte y prominente.
La chica temía que las palabras no salieran de su boca, por primera vez se había sentido tan atemorizada.
—Yo no...no sabía que esta era tu fortaleza—se explicó—no fue mi intención, estaba caminando y tropecé.
—Como porque debería creerte—se acercó echando humo por la boca y haciéndose cada vez más grande—los humanos siempre ponen excusas, no les importa en lo más mínimo la vida de otros seres vivos.
El miedo recorría el cuerpo de Carman al ver como esos enormes colmillos se acercaban a su cabeza, ahora estuvo segura de algo. No moriría ahogada sino devorada.
No debo temerle—se convencía así misma—pero como no hacerlo.
Cerro los ojos sin saber qué hacer, que haría su hermana en un momento como este, ¿qué?
Entonces recordó sus palabras, solo las brujas o hechiceros pueden escoger a los protectores...es muy fácil simplemente utilizan su poder y hablan en su idioma antiguo para hacerse con cualquier criatura...
Ahora más que nunca ella necesitaba saber cuál era ese idioma. Poco a poco escuchaba como su corazón se aceleraba a un ritmo que daba miedo, estaba paralizada y no podía hacer nada.
— ¡Te ordeno que te detengas! —gritó la joven abriendo los ojos y mirando cara a cara a su atacante. Este inmediatamente la obedece sorprendido—ahora eres mi protector y te unirás a mí de por vida.
Una enorme ventisca se levantó a su alrededor envolviéndolos en una luz radiante, Carman sintió que un enorme peso se sumaba a su cuerpo extendiéndose por todo su sistema nervioso a gran velocidad.
Y cuando todo vuelve a la normalidad, recuperó el movimiento.
Poniéndose en pie se percata que el zorro la está matando con la mirada.
—Debí saber que eras una bruja—rezongó rugiendo—ya me daba mala espina haber encontrado a una mujer a esta hora de la noche deambulando por el bosque.
Mientras él continuaba con sus refunfuños, Carman comenzó a alejarse concienzudamente, ni si quiera sabía que había ocurrido.
— ¿Y a donde crees que vas? —Inquirió el cazador a la que iba a ser su cena—te he preguntado algo niña—continuo al ver que la chica se alejaba.
Se giró lentamente, esta vez no tenía miedo.
—Quiero salir de aquí, secarme—explicó con calma— ¿acaso no ibas a comerme?
Estúpida como le preguntas eso, seguro te come por preguntar.
—Pensaba hacerlo, pero, me has convertido en tu esclavo—soltó vapor por la nariz—o ya no recuerdas lo que dijiste hace un momento en Gail.
— ¿Lo que dije en Gail? —hizo memoria, pero solo recordó haberle dicho que se detuviera y que ahora sería su protector.
—Tan inexperta eres—dijo con desaprobación el zorro—tanto cuidarme de hechiceros falderos y me toma una niña que apenas comienza a vivir.
—Oye, no te permito que me insultes ni me trates como a una imbécil—se molestó la chica dando un paso hacia él—hace una hora estaba en casa de mis abuelos celebrando mi cumpleaños cuando de la nada mi casa se inunda hasta el tope y no conforme con eso unas sombras querían llevarme consigo...no entiendo nada de lo que me está sucediendo, aparecí aquí de la nada metida en una manta y cargando con una cadena que al parecer entiende todo lo que le digo—tomó una pausa tratando de saber que otras barbaridades le habían ocurrido—ando caminando sin rumbo por este bosque, empapada, muerta de frio, descalza y para colmo vengo a aterrizar en la madriguera de una zorro enorme que quiere devorarme. ¡Yo no tengo la culpa de esto entiendes!
La pobre muchacha nunca había perdido la paciencia en toda su vida, se consideraba una chica bastante pasiva y amable pero como estaban las cosas, estallo. Y no iba a permitir que alguien la ofendiera, así como así, sin ella ser culpable de nada y menos que la llamaran niña.
—Vale, perdona haber sido tan descortés—se excusó el carnívoro—no me agradan los humanos.
—Si claro, pero si te gusta saborearlos—le lanzó molesta.
Anya se acurruco en los hombros de Carman como dándole ánimos, al parecer le agradaba que pusiera en su lugar a aquel temible animal.
—Bien imagino que me lo tengo merecido—mientras decía esto se sentó sobre sus patas traseras—por lo visto has sido traído aquí con magia.
Por fin alguien comenzaba a darle alguna explicación.
— ¿Magia? —ella sabía que era una pregunta estúpida, todo lo que estaba pasando obviamente no era normal, solo que la chica quería seguir manteniendo la esperanza de despertar en cualquier momento.
—Exactamente, esas sombras que has nombrado solo aparecen cuando un nuevo hechicero da muestras de magia—la miro a los ojos como tratando de averiguar si ella era uno en realidad—son obra de Connacht, la bruja que tiene a estas tierras bajo su poder—Carman se sentó para estar más cómoda—es más vieja que el viento y tiene un poder enorme. Ha hechizado todos los portales de cada pueblo para apoderarse de las personas.
—Y que es lo que gana con eso—dijo la joven temblando de frio.
—Obediencia, adoración...—soltó tras una ráfaga de fuego que envolvió a Carman repentinamente, asustada se levantó de un tirón para sacudirse las llamas—tranquila no te quemare.
Sorprendentemente así fue, no tenía ni una marca de quemadura por algún lado. Lo que si sentía es que ahora estaba calentita y ya no temblaba, su ropa se había secado por completo.
—Gracias—sonrió agradecida de lo bien que se sentía.
—Es mi deber—contestó como si no le quedara de otra—la anciana de Connacht sabe cuándo aparece el poder en un hechicero, seguramente estas cumpliendo dieciséis años—no podía creer lo que este zorro decía, eran las mismas palabras de su hermana—a esa edad los poderes surgen, borbotean hacia el exterior—la voz del inmenso zorro ahora parecía muy sabia—exactamente de dónde vienes.
Aquella pregunta parecía no tener mucha importancia, pero de igual modo respondió.
—Soy del condado de Kildare esta entre Cork y Dublín.
—Así que vienes del reflejo del espejo—aseguró sin quitarle la mirada de encima—para venir de un lugar bastante escondido debes tener algún secreto guardado.
—No sé nada de lo que está pasando, como podría guardar un secreto de lo que no se—se explicó ella.
—Dime tu nombre ama—la forma en que se dirigió a ella fue diferente.
Tardo unos instantes para responder, pensaba si sería buena idea decirle su nombre. Igual que podía ser peor ahora.
—Carman.
El pecho del zorro se inflo de una manera asombrosa que lo hizo ver más grande e imponente, se puso en pie con los ojos puestos sobre la chica. Acaso había algún problema.
—Jamás en todos mis siglos de vida había tenido tanta suerte como ahora—soltó una gran carcajada que hizo temblar el suelo bajo sus pies—así que tú eres la famosa Carman, la gran hechicera, la única bruja guerrera y dueña de todas las bestias.
Continúo riéndose como si hubiese descubierto un gran plato de comida frente a sus ojos, que le había pasado a ese ser tenebroso y serio de hace unos momentos.
— ¿A qué se refiere con eso? —preguntó Carman sin comprender nada.
—Mi estimada ama, permítame presentarme—dobló su pata inclinándose—en el mundo me han llamado por muchos nombres, el devastador, el implacable, el siniestro...—al decirlo una maliciosa sonrisa curvo su hocico—pero ante ti diré mi verdadero nombre, soy la bestia Darach.
Al escuchar su nombre, la joven sintió que Darach le pertenecía del todo.
—Imagino que si me los has dicho es porque algo te ha convencido—dijo inteligentemente Carman—no iras a decir que confías completamente en mí que te he arrebatado tu preciada libertad.
—Palabras sabias pequeña—aceptó el zorro—esto significa que te he aceptado como mi completa ama, mi deber es brindarte protección para que libres estas tierras de la anciana de Connacht.
«Pero antes debo llevarte con alguien, allí estarás a salvo de su poder y no te encontrara tan fácil. Solo debes tener cuidado al andar, de seguro esa vieja hechicera ya se ha dado cuenta de tu presencia y hará lo imposible por tenerte»
—Darach—dijo ella preocupada—no comprendo muy bien porque has dicho todo esto, que importancia puedo tener yo para una hechicera.
—Bastante Carman—se acercó y acaricio la mejilla de la chica—te contare una historia lo bastante interesante mientras comenzamos el camino.
Dicho esto, su enorme cuerpo desapareció en unabola de fuego que se convirtió en un pequeño y tierno zorrito. Todo lo contrario,a ese enorme ser autoritario de hace un rato.
Hola!!! como prometí aquí estoy con un nuevo capitulo, que opinan de ese simpático amigo que acaba de conseguir Carman como protector....imagino que debe de agradarles mucho.
Les haré un pequeña preguntita ¿Si tuvieran la oportunidad de conseguir un protector, que animal eligirian? espero sus respuestas en los comentarios. Muchos abrazos que estén suuper bien, feliz jueves!!!!
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro