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Su fin| Capítulo ocho.

Él estaba borracho, él estaba ahí, todo sucio no podía pararse, la gente pasaba por su lado, caminaban junto a él ignorándolo, no había bar, cantina, rokola, taberna que aguantará aquel hombre que quería llenar su vacío y desamor con alcohol.

—¡Borracho de mierda! —gritaba un hombre a aquel desafortunado que solo dormía en una mesa.

—¡Carajo levántate! —dice uno pateando su cuerpo mientras que se caía por el golpe, en el suelo comienza a despertar con un humor que asesina a cualquiera.

Era un borracho contra un hombre bien vestido, que estaba acompañado de una linda muchacha, a vista se notaba que era una dama de compañía una mujer decente con un trabajo noble, aparte el hombre estaba con unos amigos, más el dueño del bar y algunos empleados, era el contra todos.

—No quiero peleas, déjenme dormir —dijo el borracho con mucho sueño o cansancio metal.

—Ni loco, hueles a trago amargo, apestas y yo no puedo compartir el bar con un inmundo vago, aparte ya reserve este lugar para mí despedida de soltero con algunas putas, pienso coger, beber y tú arruinas el lugar —decía alardeando de más, sin ofender a la muchacha parecía de las baratas que el borracho encontraba en cada esquina.

—Dijo que te vayas —grita un muchacho pateándolo.

—Debes patearlo más fuerte, cómo se lo merece este pobre diablo —dijo otra vez el alharaco mientras pateaba su rostro.

Aquel hombre ebrio solo agarra una cerveza mientras el mismo hombre intenta golpearlo pero aquel borracho solo quiebra la botella en su cabeza, luego vuelve agarrar otra cerveza comenzando a caminar hacia la salida pasando por mesa de billar.

Mientras el dueño grita: —¡MATENLO! —muchos jóvenes comenzaron a golpearlo mientras el intentaba defenderse, en un acto cobarde todos agarraron sus manos y sus piernas para que aquel hombre que sangraba del botellazo pudiera golpearlo a gusto.

Pero el borracho no sentía nada, estaba intoxicado, sacando fuerzas de dónde pudo camino hacia atrás haciendo que las personas que lo agarraban se golpearan la cabeza con la pared y otros objetos.

Pateando a todos nota que un golpe se acercaba a él, en eso pone su mano cuál agarra el puño del sujeto, luego patea su estómago lanzándolo centímetros hacia atrás, sin querer en su mano quedó un anillo de bodas.

Mientras soltaba una lágrima al leer lo que decía en el anillo susurra: —debería matarte pero ella te ama, por desgracia y fortuna te ama.

En eso él borracho se va, mientras que a lo lejos suenan las sirenas, quién diría que el mundo era pequeño y aquel hombre que había dejado sangrando era aquel que logró poseer lo que el más amaba.

Caminando durante casi 12 horas aquel borracho llega a su hogar.

—Volviste —dice la abuela de David.

—Nunca me fui, solo quise caminar varios kilómetros y tomarme todo lo que pudiera para olvidarla —respondió José Andrés, otra vez ya con el cabello sucio, la ropa igual, cómo su cabello ya un poco crecido.

—Paso un mes, todos piensan que te fuiste pero yo sabía que no, porque te olvidaste una foto de ella, una fotografía que nunca destruiste, aquella prueba de que tú y ella eran felices, la primera y última foto que salen juntos —dijo la abuela de David mientras le entregaba a José Andrés la fotografía.

—¿Ya se casaron verdad? —preguntó muy decaído.

—En realidad en dos horas es la boda oficial, porque el día que te fuiste ni bien pasaron las horas decidieron casarse por lo civil —decía mientras ella sonreí— al parecer tu presencia afectó mucho al novio —termino de decir mientras se levantaba y agarrando su hombro añadió: debo arreglarme para la boda, hoy será el último día que veré a la pareja que está misma noche se van a España.

Sin dar oído el comienza a sacar todo el dinero que puede encontrar entre sus escondites, mientras va a la tienda para comprar todo lo que pudiera de cerveza, alcohol y vino.

Durante dos horas comienza a beber, todo lo que puede mientras que su corazón comienza a sentirse frágil, desganado y en segundo de ira tira todo el alcohol a la puerta de su casa, entre la locura llena de tristeza con un encendedor prende fuego a su hogar y lo único que agarra entre sus manos es aquella foto, mientras por su cordura pasan imágenes.

José Andrés comienza a dirigirse a la iglesia para oponerse a aquella boda que se llevaba a cabo, pero al llegar de la nada aparecen los amigos del sujeto que él había partido la botella en su cabeza.

—¿A vos te conozco? ¡Claro! Él es el borracho valiente que casi impide está boda intentando asesinar al novio —dijo mientras sacaba su cinturón para colocárselo en la mano.

—Por tu culpa mi amigo no pudo disfrutar ninguna callejera de este maldito país, y tendrá que conformarse con su esposa —dijo otro hombre.

—No digas eso, hoy antes de irnos pasaremos por un burdel donde disfrutaremos —aclamo otro.

—Pero eso es infidelidad —dijo José Andrés.

—Tú crees que nos importa —respondieron todos.

—Además mi amigo no ama a esa mujer, solo está con ella porque es preciosa, tiene buen cuerpo, divina en todo sentido, la boda solo es para poder disfrutar de ella con tranquilidad y no lo este jodiendo siempre —hablaba un hombre mientras que José Andrés, intentaba pasar entre ellos.

Pero solo lo agarran tapándole la boca para poder llevárselo en un auto negro, cual al pasar los minutos llegan a un parte oscura cerca de la iglesia, uno saca un arma apuntándole en la cabeza, mientras que lo soltaban ahí en el suelo, el solo los mira, José Andrés había esperado tanto ese momento, quería morir pero algo le dice que está noche era su fin, pero no en ese momento.

José Andrés dándole un golpe bajo cuando se acercó el hombre con el arma, hizo que soltara lo que tenía en su mano, en eso el logro quitarle el arma mientras los otros sacaban sus pistolas apuntado sin ánimo a disparar porque su amigo está en medio de ellos.

—¡A ella me la respetan! —dijo José Andrés en una frase que para el tenía sentido, mientras disparaba a lo loco, cubriéndose detrás del hombre que estaba sufriendo un fuerte dolor entre sus piernas, todos no querían disparar porque ahí ataba su amigo cual eso le dio la ventaja a José Andrés de poder matar a todos. Los mató a sangre fría, siniestra, estaba borracho de alcohol y irá.

Mientras camina hacia la iglesia otra vez, estado a una cuadra de su destino logra ver que todos estaban afuera esperando que saliera la pareja recién casada, había llegado tarde por culpa de aquellos sujetos que había matado, aun así decide caminar hacia la iglesia escuchando como comenzaban a sonar las campanas, entre lágrimas lanza un suspiro, cada paso era un martirio, al sentir el arma en su mano sonríe, pero no sonríe por tocar el arma sino al ver a la única mujer que amo con todo el alma.

«Esto lo hago más por ti que por mi» decía en su cabeza José Andrés acercándose hacia la pareja, todos lo observan como él se acercaba, algunos con una sonrisa sin saber que iba a suceder, solo sonreían por los recién casados, otros con cara sorprendida al verlo.

—¡Tiene un arma! —grita como desquiciada una señora.

—¡Cubran la novia! —dijo el padre de David. José Andrés apunto al recién casado, entre las cejas acertó el disparo matándolo en el instante.

Mientras lloraba al ver el caos que había ocasionado solo mira a su amada, en pánico, algunos policías se acercaban, como guardaespaldas del difunto, todos lo apuntan, él nota que ya no le quedaba balas, en su mente solo se le ocurre la mejor forma de morir.

—¡Te amo! —dijo mirándola por última vez, luego se da la vuelta y le apunta a los oficiales con una mirada amenazante.

—¡MUERAN! —Grita mientras cerraba los ojos, que sin dudar los oficiales vacían sus armas sobre él. Ahí fue su final, su cuerpo cayó, su sangre comenzó a esparcirse por las escaleras de aquella iglesia donde el gran amor de su vida se casó, y el flamante esposo fue asesinado quedando viuda, por culpa de él.

Mientras su cuerpo se enfriaba, su casa ardía al calor de las llamas a los lejos, aquellos poemas todavía escondidos desaparecieron por completo entre el fuego del mundo como el que los escribió estando en otras tierras donde no pertenecía.

Sé enamoro y ese fue su fin cómo la de esta historia....

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