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Hablar de sus sentimientos| Capítulo dos


El muchacho se había ido dejando un sentimiento en José Andrés, ese día él se puso a recordar cómo había pasado el tiempo, largos años él estaba ahí, con la esperanza de algún día volverla a ver, recordó también que David le había dicho que estaba muy flaco, recordando aquellas épocas cual él llegó, joven vivaracho, entusiasta, con ánimo de comerse el mundo, era joven de tan solo 16 años, que quería viajar por el mundo, estaba loco, en definitiva, pero era ahí en ese momento donde la palabra flaco no era su fuerte, ya que era de esos jóvenes con mucha masa muscular, esos jóvenes que tenían una panza de albañil mientras su mente era de Neruda, quién diría que quedaría como Charles bukowski, él quería conocer el mundo, pero conoció a un universo, con sonrisa de ángel pero una mentalidad escondida tras ese rostro angelical, dulzura de niña, él un joven perdido en un nuevo país.

Así se paso recordando todo desde que llegó a Caracas, hasta donde todo cambio, cayó la noche, el paisaje nocturno era divino, las estrellas eran dignas de admirar, él las miraba para pensar que ella lo hacía, y ojalá en sus descuidos se le escape un recuerdo de él en su mente...

En otra parte para ser exactos en la casa de David, Carmen comienza a gritar:

—¡David tu tía está en la laptop! —en eso él corre, era una hermosa mujer, con una sonrisa tan linda, ella siempre estaba alegre.

—¡Precioso! ¿Cómo estás? —decía mientras movía su mano en forma saludando, —te tengo una buena noticia, en quince días estaré otra vez de vuelta, sé que tú solo me conoces por una pantalla, pero ya estoy de vuelta para vivir en Venezuela muchos años, volveré juntos con tus hermanos, al fin se conocerán —decía pero en eso David salta de felicidad, se levanta de la silla, corre donde su padre.

—¡MIS HERMANOS VENDRÁN! LOS CONOCERE, JUNTO A MI TIA —gritaba mientras abrazaba a su padre, cual también sonríe. Cuando se calma vuelve a sentarse mientras se ríe su tía tras aquella pantalla.

—Hermana volverás a casa, que te traerá de vuelta —dijo el padre de David, mientras en la pantalla aparece un hombre, besándola.

—Volveré a casarme, ya le hablé a mamá para que organice todo, nos casaremos dos días luego que llegue, tengo ya casi todo listo, hasta el vestido —dijo mientas se notaba la cara de felicidad.

—Tía puedes venir conmigo como invitada especial el día mundial de la poesía, me tocó recitar un poema escrito por mi, así qué tu también puedes acompañarme, sería muy importante para mí —dijo sonriendo.

—Si, claro justo ese día llego jueves en la tarde —decía mientras fue interrumpida por David. -será en la noche, así que puedes descansar mucho del viaje...

—¡Está bien! —respondió.

—También puedo presentarte a mi maestro de que tanto te hablo — en eso sus padres se miran.

—¿Si? Ya quiero conocer a ese sujeto, espero que sea alguien presentable no cómo lo describe tu padre —se notaba la curiosidad en el rostro de su tía mientras lo observaba desde la pantalla.

—Es un hombre presentable, en el día de la poesía le pediré que recite conmigo, es un gran poeta —dijo mientras agachaba la cabeza, era obvio que la apariencia de José Andrés no lo destacaba, en eso su madre lo mira, él sabía que a su tía no le importaba eso pero para los demás sí.

—Hijo ve a descansar, mañana tienes clases -dijo su madre mientras él obedecía. Cuando David se va su padre se sentaba.

—¿Quién es ese profesor de David? Ya quiero conocerlo —pregunto ella mientras su hermano la mira.

—Mejor no, es un hombre de la calle, tiene barba, es un vagabundo, la única manera que dejamos que le enseñé a David es que es muy listo, pero no da confianza, no quiero que lo conozcas por tu bien, luego que acabe de aprender todo David dejará de verlo —susurro muy despacio para que no escuchará David, su hijo...


Al día siguiente a las 6 de la mañana, a José Andrés no lo despertó un gallo si no los autos que pasaban cerca de donde vivía, una carretera o para él la alarma perfecta, tenía la dicha, la suerte de tener un ambiente natural con un ambiente subdesarrollado junto de su morada.

—Te traje tus arepas mijo —dijo la abuela de David, trayendo las arepas con un una jarra de rico café para empezar el día, era una hermosa señora de cierta edad, muy amable, quería mucho a José Andrés, eso demostraba que tenía un gran corazón, de esos corazones que ya no existen.

—¡Gracias señora! —dijo con una sonrisa, mientras ella entraba por la puerta de la casa de él que estaba abierta, nunca la cerraba porque antes ella le tocaba hasta que abriera.

—¡Mírate! Han pasado 10 años desde que ella se fue, tienes 30 años, casi 31, deberías arreglarte, comenzar de nuevo, para mi nieto y mi hija, eres un gran hombre, alguien admirable, vamos mijo anímate, ella no volverá o si vuelve no le gustará verte así —dijo la señora mientras se servía café para desayunar con él.

—Siempre dice eso, no se preocupe ya la estoy empezando a olvidar —dijo, pero era mentira, después de 10 años no lo había hecho, la seguía amando, estaba loco por ella todavía y si no fuera por David ese recuerdo no hubiera aumentado cómo ese sentimiento de querer verla.

—Mi nieto nos contó lo que quiere hacer, mi muchachito lo cumplirá, nos contó tus palabras, es muy lindo tu corazón, ahí nos dimos cuenta que nunca la olvidarás, por lo menos ya no bebes —dijo la señora, mientras él se sentaba a desayunar con ella.

—Beber, era el único elixir para olvidarla, y es ahí donde yo les agradezco mucho por haberme sacado de ese abismo que tanto me gustaba, pero que tan mal me hacía —dijo mientras seguían desayunando. Las horas pasaron rápido cómo esos diez años, la señora se quedó un tiempo, lo ayudó a acomodar su cuchitril, su desorden, ya cuando el reloj marco una hora después de las doce, era sabido que David llegaría para sus clases.

Pero se tardó más de lo normal, llegando dos horas después.

—¡Llegas tarde muchacho! —dijo José Andrés mientras sacaba su pizarrón con una tizas.

—Tarde porque fui por tu nueva alumna —dijo David mientras a lo lejos se acercaba una linda muchachita, con un cuaderno en mano, no sabía cómo pero David había conseguido una nueva alumna.

—Eso quiere decir que te contaré todo, ¡Verdad! —decía— entonces también quiero saber qué hiciste para convencer que alguien que estudie conmigo. Terminó de decir mientras aquella muchacha terminaba de llegar.


—Ella, ella es la niña que me gustaba, un día te lo conté, pues ahora estamos saliendo —dijo David mientras ella le besaba la mejilla.

—¡Si! Pero fueron sus clases que el uso para conquistarme, aunque ya me gustaba, pero fue un empujón más, gracias a usted él me escribe los mejores poemas que puedo leer de alguien —dijo ella mientras sonreía, en eso José Andrés sintió gran satisfacción al saber que su trabajo daba frutos, al menos servía para algo.

—Aparte vinimos, porque le dije que tú nos contarías tu historia de amor —dijo David pero José Andrés sonríe.

—¡Primero tus clases! —dijo, comenzando a leerles un libro, enseñándole un poco del arte de la poesía, luego la maravilla de la escritura, volviendo a pasar las horas, ya faltaba poco para que se haga la noche, el atardecer estaba listo para irse.

Mientras les invitaba algún té, David pregunta: —¿Cómo comenzó todo? —en eso José Andrés solo se sienta en su confiable hamaca.

—Fue en un atardecer desolado, en esas tardes donde las ganas de vivir se iban lentamente hasta que llegue a su lado, porque había encontrado algo que me hizo sentir -comenzó a decir José Andrés mientras los miraba, recordando esa época —me hizo sentir más vivo, me hizo reanimar lo que no daba más.

»Todo comenzó con unos simples gustos que compartíamos, con otros que debíamos descubrir, cuáles descubrimos en esas largas noches a la vista de una parte de la luna, comenzamos con la monotonía, con dos corazones queriendo enamorarse, cuál uno estaba lleno de cariño y otro de miedo.

»Comenzó con cada palabra, con cada pequeña letra que le escribía en pequeñas cartas, cada risa causada por nuestros espíritus, comenzó cómo todos los cuentos. Era la historia perfecta, ambos contra todo el mundo, o el mundo contra nosotros, hasta entonces nuestra única meta eran poder plasmar una historia, pero para ser sincero de uno de los dos era plasmar una vida juntos, del otro solo plasmar un sueño.

»Todo comenzó cuándo ella cautivo mi mente luego el corazón, logrando callar mi razón luego obteniendo sin pedir mi corazón -dijo dejando más dudas que aclaraciones a sus oyentes.

-¿Qué edad tenías cuando te enamoraste de ella? -dijo la muchacha, mientras él la observa, soltando una sonrisa al recordarla.

—Tenía 16, mientras ella iba por sus hermosos 14, era una niña divina mientras yo alguien perdido en este mundo, tan solo quisiera volver a aquel tiempo y detenerlo cuando fuimos felices pero inmaduros. —dijo José Andrés, se escuchaba como hablaba con sentimiento de ella, si un hombre ama a una mujer con todo el alma, este sujeto sería un ejemplo perfecto con un final fallido.

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