En su memoria | Capítulo uno.
En aquella época después de la gran crisis de Venezuela, luego de tanto caos, nadie sabe cómo, ni cuándo se arreglaron las cosas, pero se arreglaron, ya todo estaba bien, el país se recuperaba lentamente pero lo hacía, los que lograron sobrevivir ahora tienen una mentalidad sabía, las nuevas generaciones solo escucharán de aquello en las voces tristes de aquellos que se animaban a contar si es que no han guardado esos recuerdos en lo muy profundo de su corazón.
Luego de esas épocas, años después en alguna parte de Caracas, en una hamaca dormía un hombre, con la barba larga al igual que su cabello, estaba ahí, sin más que hacer, tenía el alma rota como aquella cañería que goteaba en su lavamanos.
Él no era Venezolano, él no era de ese lugar pero aún así admiraba ese sitio como si su corazón estuviera clavado en esas tierras, se enamoró tanto que nunca pudo irse de ahí, o capaz quiere irse pero no puede, sus sentimientos no lo dejan.
Mientras el hombre dormía en su hamaca, en otra parte cerca de ese lugar se encontraba David un niño de tan solo 13 años que acababa de llegar a su hogar.
—¡Má! ya estoy listo para ir a mis clases. —Expresa. Poniéndose los zapatos cafés que su tía le había mandado de España, unos zapatos de marca al igual otros regalos que le habían mandado sus dos hermanos que se encontraban con ella, cual no volvieron con sus padres cuando se arregló el país. —Espero que me vaya bien —susurró acabando de amarrarse los zapatos.
—¡Ve!, cuídate, no tardes mucho hoy porque hablaremos con tus hermanos y tía, tienen una noticia para nosotros —dijo su madre, la señora Carmen, hermosa mujer, madre de tres hijos que dos tuvieron que irse a España con su esposo por problemas, luego volvió su esposo dejándolos a sus hijos estudiando con su cuñada, hermana de su flamante esposo.
—¡Está bien! —Salió corriendo David, mientras desde su puerta su madre lo observaba, él vivía cerca de la casa de su maestro, a pocas cuadras pero aún así corría para llegar temprano. Al llegar a la casa David solo entra por aquella reja de madera, era una persona de confianza así que no necesitaba gritar para decir que había llegado o pedir permiso para entrar.
—¡Vamos! Don Andrés —gritó llegando al patio de la casa, al ver a su maestro dormido como siempre, él era el único alumno que tenía aquel hombre que dormía en esa hamaca, alguien que solo vivía de enseñarle a jóvenes poesía cual por su aspecto perdió a todos excepto a David, le enseñaba literatura como gramática, no tenía título por esa razón cobraba muy poco, lo hacía mayormente por la necesidad de tener algo para comer, no quería trabajar de otra cosa ni salir de su casa, porque eso implicaba tener una vida normal, vestirse bien y eso no le gustaba. Aquel hombre solo quería estar ahí en su casa esperando algo o a alguien.
—¡Vamos levántate! —expresaba otra vez David mientras se acercaba más.— ¡Vamos deja de dormir! Ya es tarde —dijo más fuerte hasta que llegó cerca de aquel hombre dormido que era su maestro, el vagabundo José Andrés cómo sus vecinos le decían, en eso José Andrés se levanta, observándolo mientras se le notaba su poco ánimo.
—Vamos muchacho no es necesario que me digas “Don”, mi nombre es José Andrés Guerra, no estoy tan viejo para el “Don”, pero me conformo que me digas Andrés o José Andrés cómo todos —mientras miraba al suelo detenidamente añadió. —:también sé que parezco estar acabado por fuera pero por dentro estoy joven, tampoco es para que vengas gritando desde la esquina, pero ojalá tuviera más estudiantes con tu mismo amino, positivismo de venir cada día para aprender un poco lo que esté vago ser puede enseñarte a pesar de no saber nada.
Luego de decir esas palabras se levantaba, su ropa no estaba sucia, pero se notaba la degradación de sus prendas, dejando ver algunos hoyos en aquella playera con dibujo de García Márquez.
—Mi padre dice que eres un perdedor, un extranjero que vino por alguien que ya se fue y nunca volverá, al menos no por ti, que eres alguien que ocupa un lugar en estas hermosas tierras. —dijo buscando donde sentarse, mientras José Andrés se comenzaba a reír de aquellas palabras. Pero luego el niño aumento. —Mi madre dice, que eres un buen hombre, que tienes talento, que no lo aprovechas, que podías ser un gran escritor o un poeta, como él hombre de tu playera, pero estas aquí lamentándote por alguien que no está, que solo esperas que vuelva.
José Andrés soltó otra sonrisa mirándolo algo triste, luego mira hacia al suelo aumentando su tristeza.
—Tus padres no se equivocan, pero ¿Qué dices tú?, ¿Por qué vienes acá? —susurro despacio José Andrés mientras se dirige dentro de su casa para entrar a limpiarse las lágrimas que comenzarían a salir después, entró fingiendo en su mente que entraba a su casa a buscar algunos cuadernos con una pizarra de tizas para las clase, si buscaría eso pero el objetivo principal era llorar y que David no lo viera.
—Yo digo lo mismo, pero también vengo porque algún día quiero saber el por qué viniste a este lugar, lejos de todo, que clase de persona deja su futuro, su tierra, su vida para vivir en un recuerdo de quién sé yo —respondió David, mientras se pone a pensar la razón de por qué su maestro estaba ahí. Aunque ya lo sabía en el fondo faltaba algo, un detalle que sentía que los unía.
—Te he dicho mil veces que vine a Venezuela por una mujer, pero la vida nos separó, no nos quería juntos —susurró poniendo su pizarra… saliendo con una sonrisa más falsa que la honestidad de muchos políticos.
—Si me cuentas todo, te traigo más estudiantes o le digo a mi madre que me de más dinero, así puedes tener para arreglar esa cañería que no deja de gotear, para comprarte más ropa e ir al peluquero, así hasta podrás mejorar tu casa o comprar más comida, te estás poniendo muy flaco con las arepas de mi abuela no podrás vivir siempre —dijo David, en eso José Andrés mira la gotera, luego todo a su alrededor, el muchacho tenía razón, él necesitaba más comodidad, tenía una bonita casa pero estaba mal cuidada.
—Cuando me traigas más alumnos comenzaré a responder preguntas, antes no —dijo pero sentía que era aprovecharse de él, su único alumno que apenas iba ahí el por interés propio, por gustó, era imposible que consiga más niños, muchachos o jóvenes que quieran aprender lo que él enseñaba.
—¡Está bien! Pero hoy respóndeme una pregunta, ¿Quién era esa mujer? O solo respóndeme ¿Qué era para ti? —pregunto David, en eso José Andrés que parecía un andrajoso solo lo mira diciéndole: —¡No!, No diré nada hasta que traigas más alumnos.
—Te pagaré hoy el triple por esa pregunta —dijo David, estaba decidido saber de quién se trataba, en eso mientras su maestro lo mira saca el dinero cual eran los ahorros de su mesada sonriendo.
—¡Está bien! —susurró José Andrés despacio que apenas se escuchó. Luego de un pausa donde acomodaba sus recuerdos con sus palabras, que comenzó a añadir —:ella fue cómo el verso de una poesía —lentamente hablaba pensando bien sus palabras— yo fui el poema, lo nuestro fue como una poesía sin verso —decía poniendo en la pizarra con letra mayúscula “POESIA SIN VERSO” tenía una hermosa letra eso había que resaltar.
—La poesía sin verso, no es poesía —dice David mientras lo miraba.
—Te equivocas, hay muchos tipos de poesía, solo que con el verso es mucho mejor —dijo José Andrés mientras David anotaba todo en una libreta que traía en la mano.
—Entonces ¿Quién era ella? — solo preguntó atento, su curiosidad era mucha.
—No es ¿Quién era ella? Es ¿Qué es ella?, ¿Qué fue para mi? O el simple hecho de ¿Qué fuimos juntos? —dijo José Andrés, ya era obvio que hoy no iba haber una clase en ese lugar.
—Entonces, ¿Qué fueron ustedes? ¿Qué pasó? ¿Qué fuiste o quién fuiste tú? —pregunto David haciendo muchas preguntas y pensando otras que todavía no había dicho pero estaban en su mente, colgando en su lengua.
—Fuimos poesía sin verso, fuimos el amor más puro que ha existido pero logró acabarse cómo todos, fui alguien que tenía sueños, pero los quería cumplir con ella —dijo José Andrés, mientras a David le seguía retumbando la frase “Poesía sin verso”
—¡Explícame! a qué te refieres poesía sin verso —solo dijo muy serio, mientras José Andrés aquel hombre con cabello largo maltratado comenzaba a pensar y buscaba en su corazón el ánimo de contarle de la mejor forma su historia al único alumno que tenía o pensar en palabras correctas para responder.
—Los versos y la poesía se vuelven historias cuando se juntan los pedazos de cada nota —comenzó a decir haciendo una pausa mientras se sentaba en la hamaca, mirando hacia arriba, esas hojas de los árboles que sostenían su pequeño paraíso de descanso diario. Luego estando cómodo solo siguió —:notas, notas que se habían perdido en la rotura de un cuento divino sin un final feliz para uno o ambos.
» El palabrerío se convirtió en una hermosa narración de un juego de amor con un final triste para nuestros corazones, ¿Cómo dos almas que se amaron tanto terminaron tan distantes por la misma razón que se unieron?
»Porque fue el amor que nos unía, pero fueron los celos quien nos alejó, nosotros fuimos poesía de alcoba, poesía nocturna de media noche que se escribían con besos y caricias de amor puro.
»Pero quedan los recuerdos de esas noches donde el tiempo se detenía al calor de las letras de pasión y erotismo cuando narrábamos a amarnos sin límite, noches de lujuria y diversión entre nuestras manos contra la almohada, mientras nuestros cuerpos sentían el calor de nuestras pieles.
»Pero esas noches se volverían simples recuerdos bajo la luna llena, yo me volvería el poeta que quiso hacerla poesía el resto de las noches y leerla hasta el final de los días, ella sería el verso que se enamoró de otras manos, otros escritos donde la rima era perfecta.
»Éramos esa historia donde la poesía no tenía verso, era esa típica historia donde el poeta terminaría juntando sus escritos para recordar lo hermoso que fue vivir entre un sueño de estar juntos para siempre, aceptando la realidad de ser amor entre sueños o un amor que no pudo sobrevivir.
»Ser esa ilusión que corría por nuestros cuerpos, cruzábamos por nuestras almas desnudas y hoy morían en lágrimas chocando un papel, un papel lleno de tinta negra que manchaba un hermoso poema sin verso de un muchacho que lloraba al escucharme —decía José Andrés mirando a David lagrimear . Luego solo acabo diciendo. —:yo fui el amante llamado poesía que robo su corazón, ella fue mi verso perfecto que me dejo solo antes de poder irme primero.
David solo soltó una lágrima, se emocionaba con unas palabras tan simples, que dejaban ver su alma sencilla, sus lágrimas mancharon su cuaderno con sus poemas sin rimas que no había encontrado la sincronía para ponerles, cómo José Andrés había dicho, David sólo se quedó satisfecho al escuchar tales palabras.
—Debo irme, guarde su dinero maestro, ya verá que mañana traeré más alumnos —solo dijo dejando el dinero en su mano, luego yéndose. Mientras José Andrés al verlo lejos, más allá de la esquina de su casa grita muy fuerte —¡Hasta mañana!
Aquel muchacho había abierto un recuerdo en su memoria comenzando a sentir algo en lo que el decía su corazón muerto o asesinado por ella...
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