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El gran día| Capítulo siete


Había llegado el gran día, el 21 de marzo día mundial de la poesía, todos estaban muy listos para el concurso de poesía, sería una gran velada llena de arte literario. Todos los alumnos de José Andrés habían creado sus poemas para competir en el gran concursos, muchos tenían títulos sorprendentes hasta escritos melancólicos.

Aquella tarde todo era felicidad, todos se deseaban que el mejor gane, mientras David lo único que quería era salir con su maestro y que el mundo lo conozca.

—¡Hijo! ¿Estás bien? —pregunta la abuela de David, a José Andrés, mientras él mira al cielo.

—Siento que algo se acerca, mi pecho está muy raro, siento como si algo va pasar —responde José Andrés, mientras ella agacha la cabeza.

—Se fuerte hijo, eso puedo decirte —dijo ella, pero en eso se acerca el padre de David.

—Acá está el pasaje de avión en primera clase, no tiene fecha de partida, puedes irte hoy mismo, mañana o cuando quieras, pero vete, no quiero verte por aquí —, luego solo se fue.

José Andrés se sentía un poco raro, tantas cosas que pasaban, el presentía algo, aunque se hacía el tonto, pero lo que si estaba seguro es que iba a dar todo de él en ese escenario, tenia un hermoso poema para cautivar al jurado que haya, aunque él no iba a ganar nada, igual participaba.

Todo iba bien, las horas pasaron, llegó aquella noche, todo estaba listo, las personas comenzaron a llegar, era un lugar repleto, todos los padres querían saludar al maestro de poesía, estaban orgulloso de que sus hijos hayan aprendido bastante, para el mundo él era un hombre honorable.

"Que empiece la noche" grito la directora, niño tras niño comenzó a recitar, el jurado eran personas de otros países y jueces nacionales, críticos y escritores, entre ellos había una escritora venezolana que no había llegado pero nadie se había dado cuenta ni el mismo José Andrés.

Cada niño recitaba una obra genuina y única, era difícil la decisión, la primera ronda paso, en el descanso todo felicitaban al maestro, los halagos eran bastos, pero fue ahí cuando el ambiente iba a cambiar.

—Te toca, has tu magia —dice Carmen, mientras David susurraba que era hora que el recite.

Todo se quedó silencio, un silencio donde se escuchaban solo pasos, y sillas siendo acomodadas.

—Buenas noches, mi nombre es José Andrés, antes que nada, agradecer a todos por darme el lugar de poder estar aquí —decía mientras todos escuchaban, nadie decía nada.

—Les recitare un poema inspirado en esta tierra, que espero que les guste —termino de decir mientras los jurados soltaban sus plumas con cuáles calificaban.

En eso entra una señorita, o una señora a prisa, todos se le quedan viendo, mientras a José Andrés se le comienza a caer una lágrima, aquella señora le queda viendo a José Andrés mientras él a ella.

—Perdón el retraso, mi vuelo llegó atrasado y del aeropuerto hasta acá es un tramo muy largo, soy la escritora que viene de España por su sobrino —dijo mientras todos la miraban.

En José Andrés sonríe.

—Cambiare de poema, les recitare uno que ni yo mismo he leído —dice mientras su lágrima bajaba por su rostro, todos estaban callados y el mirando a esa señora comienza a decir.

»Tontas lágrimas que caen de mis ventanas abiertas como aquel herida que dejaste cuando te marchaste.

»Arte, filosofía, recuerdos y poesía, no son suficientes para describir tu anhelada llegada.

»Te marchaste dejando una crisis en mi vida, te fuiste cuando yo no quería que lo hicieras aún así te deje ir.

»Volviste y no por mí, sino porque otros propósitos te trajeron aquí justo cuando ya tenía ánimos de olvidarte.

»Estoy condenado a vivir triste bajo tu felicidad, estoy sentenciado a sentir tu inmensa frialdad.

»No hay poema más indicado, ni frase más perfecta que la que diré.

»Volviste y aún así te sigo amando —decía José Andrés pero en eso aquella señorita se levanta y marcha, entre la confusión él igual se larga del lugar pero no detrás de ella sino a algún otro sitio, él solo quería caminar sin rumbo.

Las horas pasaron, los poemas fueron dichos, David busco a su profesor encontrándolo en un puente mirando su reflejo en las corrientes que pasaban por debajo de él.

—¿Qué pasó? —pregunta.

—Tu tía fue aquella muchacha que tanto ame y amo —dijo José Andrés. En eso David se sienta junto a él.

—Ella se va casar, vino para poder casarse aquí en Caracas, perdón nunca me di cuenta, lo siento mucho —dijo él mientras con su mano tocaba la espalda de su maestro.

—Triste vida cual me cargo, sabes si por mí fuera volvería al tiempo y intentaría hacer las cosas bien, quisiera cambiar algo y eso es nunca haber dejado a tu tía sola —decía mientras recordaba muchos errores que él había cometido.

—¡Debo irme! —dice David levantándose— Vuelve a casa mañana es un nuevo día —termina de decir y se va.

José Andrés camina lentamente a su morada, alista todas sus cosas, saca todos sus ahorros, mueve su colchón dejando descubierto miles de notas de amor, algunas hojas estaban ya amarillas de lo antiguo que eran mientras otras estaban blancas dejando notar que eran nuevas.

Las acomodo por fecha, las coloca en un cuaderno, mientras pone una última nota encima de todo, "Me voy a mis tierras" solo eso decía.

Al día siguiente David llega a la casa de su maestro con todos sus amigos, solo encuentran la casa abierta y aquella nota, no queda otra más que volver a casas tristes, no antes todos acomodaron el lugar por si su maestro volvía y aquellas notas viejas fueron colocadas en toda la pared de una habitación vacía.

Los días pasaron, todos volvieron a sus vidas, Carmen iba cada día a limpiar la casa, mientras la abuela cada día dejaba una canasta con comida en la puerta que al día siguiente aparecía vacía.

David nunca le pregunto a su familia sobre la historia que había pasado con su profesor y su tía, ya que era incómodo preguntar cuando en esos momentos todos organizaban una boda, saben los dioses donde su maestro yacía, su madre solo sonreía al ver a su cuñada, mientras su padre estaba feliz por su hermana pequeña.

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