Capítulo XI
En cuanto desperté, al anochecer siguiente, me apresuré a ir al mausoleo de los Salvatierra. Tuve un buen presentimiento al notar el cemento recién colocado alrededor de la puerta trasera, así que no dudé en romper y entrar.
El olor de Mateo impregnaba todo el lugar, aunque era un olor diferente al de siempre, un olor frío.
No me costó trabajo diferenciar el ataúd en el que lo habían acostado, no solo porque era el más nuevo, sino por la esencia que emanaba de él. Abrirlo y ver a mi Mateo allí recostado fue como apuñalar mi corazón, la presión me hizo imposible respirar y las lágrimas brotaron de mis ojos casi por sí solas.
Se veía igual de hermoso que siempre, aunque mucho más pálido, era como si solo estuviera dormido.
Había algo en esa esencia que se desprendía de él, que le decía a mis instintos que había funcionado, que él se estaba convirtiendo en uno de los míos. Y aunque no podía saber si era real o solo una fantasía que inventaba mi mente para poder resistir, decidí aferrarme a ello.
Según me había dicho Mateo había pasado más o menos una semana entre mi funeral y la noche en que aparecí en su ventana, así que debía esperar esos días a que él despertara.
Durante todo ese tiempo, apenas salía del mausoleo para alimentarme en las primeras horas de la noche, luego de ello siempre volvía y pasaba el resto de la noche acostado con él, en el mismo ataúd, hasta que el día me arrancaba la consciencia de nuevo.
Las primeras horas de la noche también me quedaba en el ataúd, y fue durante la quinta noche que ocurrió algo diferente:
Lo primero que escuché fue aquel sonido, como golpes sordos que resonaban en el espacio tan pequeño, y que creaban una vibración entre mis brazos. Apenas me estaba dando cuenta que se trataba del corazón de Mateo cuando lo sentí tomar una inhalación profunda.
Impactado, abrí el ataúd y me paré al lado del mismo, sintiendo que mi propio corazón aumentaba su intensidad a causa de la emoción.
Mateo soltó un grito mientras abría los ojos y se incorporaba sentado. De inmediato lo tomé por los hombros y lo pegué a mí.
—Hey, Math, Mateo, está bien, todo está bien, estoy aquí.
Él se aferró a mis brazos por algunos momentos antes de alejarse, aunque sin soltarse de mí.
—¿Ethan?
—Sí, aquí estoy, estás conmigo —dije, llorando de nuevo.
—¿Funcionó?
—Parece que sí. ¿Cómo te sientes?
—Duele... —se quejó, llevó su mano derecha a su pecho.
—Debe ser el hambre, ¿Recuerdas que te hablé de ella?
—Quiero que se detenga, Ethan —suplicó, como si fuera a empezar a llorar.
—Bien, intentemos esto.
Mordí mi propia muñeca y la acerqué a él. Mateo la tomó y bebió un par de sorbos, pero se alejó de inmediato.
—Puaj, perdón pero, sabe horrible... —se quedó en silencio algunos momentos, con la mano de nuevo en su pecho—. Al menos, el dolor bajó, pero no me gusta.
—Bueno, ya sabemos que entre nosotros la sangre no sabe bien. Ven, vayamos a ver si te podemos conseguir otra cosa.
Mateo parecía emocionado mientras salía del ataúd.
—¿Estamos en, el mausoleo? —preguntó mientras miraba a todos lados.
—Sí, te enterraron aquí, y yo he aprovechado para estar conguito todo este tiempo.
—Pero, no hay ventanas, aunque puedo ver bien.
—Ya te darás cuenta, hay varias cosas en lo que respecta a nuestros sentidos que cambiaron. También en lo que respecta a nuestra fuerza, y a otras habilidades físicas.
—Sí, recuerdo que me contaste todo eso, pero es extraño experimentarlo en carne propia. Se siente muy curioso.
—Lo sé, pero no te preocupes, yo te ayudaré con todo lo que necesites.
De un momento a otro ya lo tenía frente a mí y me dio un beso intenso. Luego de aquellos días de tortuosa incertidumbre, lo besé con aún más intensidad, necesitaba asegurarle a mi lastimada razón que él en verdad estaba allí, conmigo, y que entonces sería para siempre.
El impacto debió lastimar su labio, pues de un momento a otro sentí un sabor amargo en su boca, aunque no me separé y éste sólo duró algunos segundos.
—Ahora entiendo lo que decías de la sangre —le dije cuando nos separamos, un buen rato después.
Fue el mismo Mateo quien abrió la puerta del mausoleo, luego de que me asegurara que no había nadie alrededor que pudiera vernos. Mientras yo volvía a acomodar la entrada, él se giró al frente del monumento.
Al alcanzarlo lo encontré arrodillado, acariciando la placa con su nombre. Alguien había dejado flores frescas aquella tarde.
—Ethan, no quiero quedarme aquí —dijo sin levantar a vista.
—¿A qué te refieres?
—Ya nada nos ata a Santa Rosa, ¡vámonos de aquí! Quiero viajar, quiero ir a esas grandes ciudades como en las que vivías antes, quiero conocer el mundo.
—Aún no tenemos tanto dinero como para viajar por todo el mundo, pero supongo que podemos buscarlo conforme nos vayamos moviendo.
El se levantó de un salto y volvió a besarme, eufórico por mi respuesta.
—Aunque me gustaría que esperáramos un par de noches, a que te acostumbres a esta nueva naturaleza. Puede ser algo abrumador, sobre todo los primeros días, y sería muy peligroso si alguien nos descubre.
Por algunos momentos hizo un puchero, pero luego acepto.
—De acuerdo, pero solo será un par de noches, no más. ¡He pasado toda mi vida atrapado en este pueblo! Ahora quiero pasar mi muerte libre.
Reí y le revolví el cabello.
—Eso de "tu muerte" suena demasiado melodramático, ¿sabes?
Gracias al alumbrado del cementerio me pude dar cuenta mejor de sus cambios: su piel se veía tersa y parecía dorada, sus ojos se habían vuelto de un negro intenso aunque eran tan expresivos como siempre. Y las ondas de su cabello parecían mucho más marcadas.
—Eres hermoso —solté de pronto.
Mateo me miró con los ojos agrandados, y aunque no se sonrojó tal cual, podía imaginarlo haciéndolo con facilidad gracias a su expresión.
Las dos noches que siguieron le enseñé todo lo que yo había aprendido solo. Aunque nos dimos cuenta que se le dificultaba mucho hipnotizar a otros, así que era yo quien los obligaba a dejar que Mateo los mordiera, y luego a que olvidaran lo que había ocurrido.
Elegí con cuidado a quién atacábamos, lo cual fue bueno pues las primeras veces Mateo no podía contenerse y mató a sus víctimas.
Hubo un señor en específico, que gracias a la hipnosis nos confesó que había matado a una chiquilla solo porque solía vestirse y comportarse como hombre. Mateo fue especialmente cruel con él, pero tampoco pude recriminarle nada, lo entendía bien.
Por fin llegó la noche en que nos marcharíamos del pueblo. Dejamos el mausoleo tal y como lo habíamos encontrado, aunque sabía que sería un escándalo el día que abrieran el ataúd de Mateo y lo encontraran vacío, supuse que faltarían muchos años antes de que eso ocurriera.
Guardamos las pocas pertenencias que teníamos en unas mochilas y nos preparamos para partir.
Llegamos en primer lugar al bar en el que había iniciado todo, ver el callejón en el que había muerto me dio un escalofrío, a pesar del tiempo que había pasado desde aquella ocasión. Mateo me oprimió la mano con fuerza.
—Será algo rápido. Buscaremos alguien de quién beber y luego comenzaremos nuestro viaje —me dijo con voz dulce.
Asentí con una sonrisa, esperamos menos de una hora antes de que una pareja saliera del lugar. La muchachita parecía mucho más joven que el hombre que la llevaba sujeta del brazo, y algo en aquel agarre despertó mis sospechas.
Me acerqué a ellos, seguido por Mateo, y utilicé mi poder.
—Dime la verdad, ¿qué pretendes?
La mirada de ambos se oscureció.
—Claro que quiero acostarme con esta deliciosa muñequita, y voy a aprovechar que está tan bebida para que no me culpen después.
Era tal como me había imaginado, pero no esperaba que ella también hablara.
—Voy a aprovecharme de este monigote, lo mataré en cuanto se quede dormido y me llevaré todas sus cosas.
Aquello sí me dejó sorprendido y no pude evitar sonreír.
—Ninguno de los dos es inocente, así que nos ofrecerán su sangre a mi novio y a mí, y luego olvidarán aquellos planes malvados y volverán a sus hogares.
—Sí —dijeron ambos.
—Interesante, ¡qué buen uso de la hipnosis! —dijo de pronto una cuarta voz a nuestra espalda.
Me giré de manera brusca mientras jalaba a Ethan detrás de mí, todas mis alarmas instintivas se habían disparado al escucharlo.
Apareció entonces un niño que parecía tener unos quince años, su cabello rubio caía de manera alborotada alrededor de sus ojos negros. De inmediato mis instintos me dijeron que se trataba de alguien igual a Mateo y a mí, pero mucho más peligroso.
—¿Quién eres tú? ¿Y qué quieres?
El niño de pronto desapareció de mi vista, antes de que me diera cuenta sentí un dolor agudo que me hizo girar el rostro hacia un lado. Escuché a Ethan gritara mi nombre, pero lo mantuve sujeto con fuerza detrás de mí, para cuando regresé la mirada el chiquillo estaba en el mismo lugar que antes.
Su mano derecha tenía largas garras con las que me había arañado el rostro, y en ese momento lamía la sangre de uno de sus dedos.
—Interesante, en efecto tienes la sangre de Maya, y yo que pensé que había muerto sin dejar descendencia.
Me escocía la mejilla, pero ignoré ese dolor por completo, enfocando toda mi atención en el sujeto para poder detenerlo si intentaba hacer algo parecido con Mateo.
—¿Qué quieres? No sé quién es esa Maya que dices, así que déjanos en paz.
Se quedó mirándome con esos intensos ojos negros, parecía estar calculando, antes de soltar una sonora carcajada.
—Claro, ya entiendo, debe haberte transformado esa misma noche que la maté.
Sus palabras acrecentaron el terror en mi interior. Maya debía ser la chica que me había transformado en vampiro, pero si era así y él la había matado, temía que quisiera hacer lo mismo con nosotros.
—Mateo, escucha, si vuelve a acercarse, corre —pedí en el susurro más bajo que pude entonar.
—Ethan, no, no quiero dejarte solo.
—Hazme caso, si él me ataca, debes irte lejos, lo detendré tanto como pueda...
Su risa nos interrumpió.
—Pequeños neófitos, ¿por qué están tan asustados? Oh, ya entiendo, los he asustado ¿verdad?
De pronto Mateo se enderezó y se paró a mi lado, a pesar de mis intentos de detenerlo.
—Dinos ya quién eres, y qué quieres —exigió.
El niño volvió a reír.
—Lo haré, solo contéstame unas últimas preguntas. Tú, el rubito, ¿despertaste solo como vampiro?
Asentí, y le conté en pocas palabras lo que me había pasado.
—Y entonces creaste a este otro chico.
—Su nombre es Mateo y sí, yo lo creé hace una semana. Ahora es tu turno de contestarnos.
El chico asintió, gran parte de su postura agresiva se desvaneció, y mis propios instintos se tranquilizaron, aunque no sabría decir exactamente por qué.
—De acuerdo, mi nombre es Nikolas y soy un guardián, me aseguro de que nuestra existencia siga siendo un secreto para los humanos. Por eso maté a Maya, aunque no sabía que había creado a otro ser antes de morir, no me habló de ti.
—¿Y qué quieres de nosotros? —le preguntó entonces Mateo.
—Ah, eso. Escuché que hubo algunos rumores en el pueblo de Santa Rosa, así que vine a investigar, pensé que me encontraría a algún renegado o algo por el estilo, no esperaba encontrarme a dos bebés.
Mateo hizo un gesto de disgusto, pero sujeté su mano antes de que dijera nada más.
—¿Qué quieres de nosotros? —no sabía qué significaba un guardián, o si había alguna regla que hubiéramos roto.
Nikolas se acercó hasta quedar frente a mí y me hizo una seña para que me inclinara. No esperaba que, de pronto, me tomará de la nuca y me besara en la boca.
—¿¡Que mierda?! —escuché a Mateo a mi lado, y si la situación no fuera tan bizarra me hubiera reído por ser la primera ve que lo escuchaba decir una grosería fuerte.
Tomé su mano para que esperara, podía sentir el sabor amargo de la sangre vampírica de Nikolas en mi boca, además sus colmillos rasgaron mis propios labios hasta abrirlos. Luego de algunos instantes se separó de mí.
—¿Qué crees que estás haciendo? —le increpó Mateo.
En lugar de contestar, él se acercó e hizo lo mismo con él, pude percibir el olor de su sangre mezclada. Estaba demasiado impresionado como para reaccionar, sentía una corriente eléctrica recorriendo mi cuerpo a partir de mi boca.
Cuando soltó a Mateo este se apresuró a abrazarse a mi costado.
—¿Estás bien? —Él solo asintió, así que me volteé hacia Nikolas—. ¿Qué ha sido eso?
"Un vínculo de sangre." dijo su voz en mi mente, aunque él no movió los labios. "Así siempre podré encontrarlos y contactar con ustedes, y viceversa".
—¿Por qué? —preguntó Mateo, y me sorprendió que también lo hubiera escuchado.
"Las reglas indican que todo neófito debe tener un creador que responda por ellos. Ustedes no lo tienen, al menos no uno que pueda hacerlo de manera real, que conozca todas nuestras reglas. Así que yo responderé por ustedes."
—¿Por qué harías eso? Ni siquiera nos conoces —dudé.
Nikolas se encogió de hombros.
—Cuando acabé mi misión con Maya, no me aseguré de que todo estuviera en orden, así que tu nacimiento podría considerarse mi culpa. Además, los vi con aquellos dos humanos, así que confío en que lo harán bien.
Abracé con fuerza a Mateo, dejando que el miedo que había sentido se fuera desvaneciendo de mi sistema. Por primera vez me había creído incapaz de protegerlo y eso fue lo que me aterró.
—Los dejó entonces que continúen con sus planes, yo debo irme —dijo Nikolas de pronto.
—¡Espera! —pedí—. ¿Qué hay de esas reglas que mencionaste? ¿Cómo sabremos qué podemos hacer?
Nikolas pareció pensarlo un poco antes de contestar.
"Solo recuerden no dejar ningún rastro de nuestra existencia, nada que pueda hacer dudar a los humanos, ese sería el mejor resumen."
"Ah, y si se encuentran con algún otro vampiro, solo aléjense de él y de su zona de caza, y los dejarán también en paz."
"Y si tienen alguna duda, recuerden esta sensación y contáctenme así, les ayudaré en todo lo que pueda. Ahora adiós."
Y, sin decir más, desapareció de la misma manera intempestiva en la que había aparecido.
Mateo suspiró con fuerza y se arremolinó a mi alrededor, enterrando su rostro en mi cuello.
—¡Eso fue aterrador!
—Lo sé, pero ahora estamos a salvo, y al parecer contamos con más ayuda que antes. Si tenemos alguna nueva duda, podremos preguntarle.
Me soltó entonces para darme un golpe en el hombro. Contrario a lo que ocurría cuando él era humano, ese golpe sí que lo sentí.
—¡Y no vuelvas a pedirme que te abandone! ¡Jamás!
—Lo siento, solo quería protegerte.
Volvió a golpearme.
—¡No me importa! Yo también quiero protegerte a tí, así que no vuelvas a hacerlo.
—De acuerdo, lo prometo. Te protegeré siempre, no importa qué.
—Bobo —se quejó antes de besarme—. Ahora, ¿podríamos terminar de alimentarnos y comenzar con nuestro viaje?
—Estaré encantado —acepté, giramos hacia los humanos malvados que seguían esperando con la vista perdida.
Ambos nos acercamos a nuestras víctimas.
Y así comenzó nuestro viaje juntos.
FIN
28 de abril del 2024, 22:42 hrs, CDMX
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