Capítulo IV
Llegué al enorme mausoleo cubierto de mármol blanco, más parecía una casa pequeñita que una tumba. En algún momento, Mateo me había contado que allí se enterraba a todos los miembros de la familia Salvatierra, y que cuando se llenaba, simplemente se quitaban los restos más antiguos para ponerlos bajo tierra.
Había una pequeña puerta en la parte de atrás, sellada con cera o cemento, no estoy seguro, pero pude quitar la mayoría con mi uña. Me di cuenta que, si hacía fuerza con la mano, las uñas volvían a afilarse hasta convertirse en garras de nuevo, pero una vez que me distraía y relajaba las manos, éstas volvían a la normalidad.
Por algunos momentos pensé que debería anotar todos estos descubrimientos que iba haciendo, pero no tenía en qué, ni siquiera se me había ocurrido traer algún cuaderno o algo por el estilo, así que, por el momento, debía ir recordando lo que fuera que descubriera.
No podía recordar si, entre lo que leí, habían mencionado algo con respecto a la inteligencia o a la memoria de los vampiros, pero esperaba que también se vieran potenciadas con todo lo que tenía que aprender y memorizar.
Y casi me olvidé de todo cuando logré entrar al mausoleo y cerré la pequeña puerta detrás de mí. El olor a muerte era intenso y encerrado, no podía ver casi nada más que algunas siluetas a mi alrededor.
De nuevo conté hasta cien, con la voz de Mateo sonando en mi mente junto a mis propias palabras. Al terminar y abrir los ojos, me sentí de nuevo en control y pude percibir mejor las cosas a mi alrededor:
Las dos paredes laterales eran gruesas, con compartimentos donde reposaban los ataúdes. Al fondo había un reclinatorio y un banquito, sobre ellos, en lo más alto de la pared, una pequeña ventana circular con un mosaico del escudo familiar. Apenas alcancé a verlo pues la luz que entraba por ahí me quemó los ojos, obligándome a apartar la vista.
Dejé la mochila a un lado y me apresuré a los ataúdes, dejando que mi nuevo olfato me guiara al que tuviera el olor menos concentrado, que resultó ser uno de los del fondo, más cercanos a la peligrosa luz.
No tuve tanto problema para poder sacar el ataúd y abrirlo, dentro solo había un montón de huesos viejos, nada más.
―Lo, lo lamento ―susurré, en voz muy baja para que mi voz no rebotara en las pequeñas paredes, mientras sacaba los huesos y los dejaba amontonados en la esquina contraria―. Volveré a dejarte como estabas, después, pero ahora necesito este lugar.
Al terminar, ya sentía un ligero escozor por toda mi piel, apenas podía ver a mi alrededor debido a la insidiosa luz que entraba por la ventana y se reflejaba en todos lados.
No fue hasta que me tumbé en el sucio ataúd y cerré la tapa, que sentí un profundo alivio, además de mucho cansancio.
―Solo, espero despertar mañana, quiero, más oportunidades, de seguir con esto.
La sonrisa de Mateo fue lo último que volvió a mi mente antes de que la oscuridad me absorbiera por completo.
No recuerdo haber tenido sueños ni nada por el estilo. Simplemente cerré los ojos y perdí la noción de todo, así que no estoy seguro de cuánto tiempo pasó antes de volver a sentir algo.
Lo primero que percibí fue dolor, el dolor sordo en el pecho y el estómago había vuelto. Tenía sed de sangre, ahora lo sabía.
Lo más importante era descubrir si podía controlarla o no, ninguna de las otras habilidades tendría sentido si me convertía en un monstruo asesino a cada noche, no podía permitirlo.
Cuando abrí la tapa del ataúd, la luz intensa y molesta había desaparecido, pero aún podía distinguir las siluetas a mi alrededor. Así pude encontrar la mochila que había dejado a un lado y sacar varias de mis pertenencias.
Rasgué lo que quedaba de la ropa con la que me habían enterrado, lo cual no fue tan complicado dado su precario estado, y dejé los restos de tela sobre los mismos huesos que había sacado la noche anterior. Solo utilicé los restos de la camisa para quitarme la mayor cantidad de polvo y suciedad posible.
Tomé también el cepillo que había traído y cepille con insistencia mi cabello, al inicio fue difícil debido a lo enredado y mugroso que estaba, la tierra caía al piso con las primeras pasadas, pero luego de varios minutos así por fin el cepillo pasaba con normalidad, y con lo poco que podía ver me pareció que volvía a la normalidad.
Una vez listo me puse un pantalón y una amplia sudadera, ambos oscuros aunque en medio de aquella penumbra no podía asegurar si eran completamente negros o no, tampoco lo recordaba.
Me preparé para salir del mausoleo, incluso recargue la mano en la puerta, pero escuché voces al otro lado, había algunas personas en el cementerio. El olor me golpeó aún separados por aquellas gruesas paredes de mármol.
Era el mismo aroma dulce y tentador que había percibido la noche anterior e incrementó el dolor de mi pecho, pero esta vez no perdí el control, seguía siendo yo mismo aunque con una sed intensa.
Respiré profundo y cerré los ojos, incluso podía escuchar las voces que lloraban allí afuera, aunque algo me decía que estaban bastante lejos. Me concentré en la fría piedra contra mi mano, en el olor a muerte que me rodeaba, no estoy seguro de cuánto tiempo pasó antes de que las personas al otro lado se fueran.
Tuve que apretar todos los músculos cuando pasaron cerca de la entrada, temía volver a perder el control pues ni siquiera recordaba de todo el ataque de la noche anterior; pero no ocurrió nada y las personas se fueron sin ningún incidente.
Aún así esperé varios minutos, atento a cualquier indicio de que no estuviera solo, pero no escuché nada más, al final empujé la puerta y salí del mausoleo.
La luz eléctrica me cegó por algunos momentos, aunque mis ojos se acoplaron con bastante rapidez a mi alrededor.
No había más personas, con algo más de concentración me podía dar cuenta de todo lo que había a mi alrededor: la vida que me rodeaba
Se me ocurrió entonces algo, pues podía sentir grandes roedores que se movían a mi alrededor, aunque probablemente un humano normal no podría percibirlas, eran rápidas e igual de oscuras que las sombras que las rodeaban, así que no era fácil dar con ellas. Aún así no me costó trabajo reaccionar en cuanto una de ellas se acercó e intentó pasar a mi lado para entrar al mausoleo.
Por un momento solo pensé en tomarla, y al siguiente ya me había inclinado y tenía a la rata entre mis dedos. Emite unas chillidos agudos y molestos, intentaba morderme en su desesperación pero, dado que la tenía sujeta por el cuello, no podía hacerme nada.
Era muy curioso, de nuevo no sentía animadversión por el animalito, a pesar del odio que al aparecer él me tenía, más bien podía presentir la vida que palpitaba en su interior y que parecía reverberar contra mi brazo.
Antes de pensarlo mejor, llevé la rata hacia mi rostro, mis colmillos ya comenzaban a sobresalir y podía sentirlos contra mi labio inferior. No fue un pensamiento racional, solo creí que quería tener acceso a esa fuente de vida que bullía en su interior.
Mordí la parte blanda de su cuerpo, podía sentir los pelos y sus pequeñas patas intentaban arañar mi piel sin ningún resultado. La sangre caliente tocó mi paladar y calentó todo mi cuerpo, solo bastaron dos sorbos para que el dolor en mi pecho remitiera hasta convertirse en una molestia resistible. Luego de eso, solo aguanté dar dos succiones más antes de alejarla de mí con un gesto de asco.
No sabía tan mal, pero no era nada en comparación a la sangre humana que había probado la noche anterior, no podía dejar de pensar en ella, pero al menos el dolor se había detenido lo suficiente, podía controlarlo mejor.
Arrojé el cadáver de la rata a unos arbustos, pensando si es que podría alimentarme solo de sangre de animales, aunque la perspectiva no era tan alentadora, al menos sí lo era mucho más que matar a los humanos de los que me alimentara.
Al menos me sentía mejor, así que podría volver a acercarme a la zona más poblada del pueblo sin correr peligro, o al menos eso creía, así que lo hice.
Había otra idea que me daba vueltas en la cabeza desde que había leído la información de los vampiros la noche anterior, por lo que quería acercarme al centro del pueblo.
Quería entrar a la gran iglesia del lugar.
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