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Capítulo II


Desperté completamente confundido, estaba en algún lugar oscuro y no me podía mover. Quise levantarme pero algo duro me lo impidió, el terror hizo presa de mí cuando me di cuenta que estaba rodeado por aquellas superficies duras, estaba atrapado en algún lugar confinado y minúsculo.

Estaba a punto de gritar de horror, pero la voz de Mateo volvió a mi mente.

"Tranquilo, no pasa nada, solo necesitas concentrarte en respirar. Mira, cuenta conmigo"

Claro que él no estaba allí conmigo en ese momento, era un recuerdo de aquella ocasión en la que me había encontrado en medio de un ataque de pánico y me había ayudado a estabilizarme.

Conté del uno hasta el cien, susurrando para acompañar a la voz de Mateo en mi cabeza. Cuando terminé, estaba de nuevo en control de mí mismo, así que me obligué a pensar.

Recordé todo entonces, el ataque del maldito vampiro, Miguel, y la aparición de aquella joven desconocida que me había ayudado. Pero no tenía idea de qué había ocurrido después de ello, por más que intenté recordarlo, no había nada.

Sin poder hallar respuestas en el pasado, pensé que lo mejor sería enfocarme en el presente.

Palpé todo a mi alrededor, por el sonido parecían ser paredes de madera, y apenas tenía espacio para moverme y estaba acostado. Sin saber muy bien qué más hacer, golpeé la madera que tenía sobre mí, con todas mis fuerzas.

Intenté no pensar que estaba en un ataúd, para no volver a caer en el pánico, pero esa idea solo se solidificó cuando logré romper la madera, pues un montón de tierra húmeda cayó sobre mí.

Cerré los ojos y la boca para evitar que la tierra entrara en ellos, a fin de cuentas no podía ver nada y tampoco podía gritar por ayuda.

Actué más por instinto que por alguna lógica, terminé de romper la madera y escarbé hacia arriba aún cuando la tierra me rodeó por completo. Seguí moviéndome, salí del ataúd destruído y me impulsé hacia arriba. Me percaté que no era tan difícil hacerlo, aunque sentía como si la tierra estuviera apisonada y dura a mi alrededor, aún así pude seguir moviéndome hacia arriba, jalando y pateando con fuerza.

No estoy seguro de cuánto tiempo pasó, a veces me parece que solo fueron segundos y otras creo que estuve horas escarbando aquella inmunda tierra, sentía a los insectos moviéndose cerca de mí, y más arriba había ratas o alguna cosa viva que me llamaba.

Al final, la tierra se sentía mucho más blanda y de pronto, cuando moví mi mano hacia arriba, esta no encontró ninguna resistencia. Con un último impulso logre salir al aire libre.

Tomé una gran bocanada de aire, dejando que por fin mis pulmones se llenaran de oxígeno. Luego salió como una especie de lamento, quería simplemente acostarme en la tierra de nuevo y ponerme a llorar. Más aún al girarme y ver la lápida blanca junto al agujero por el que acababa de salir.

"Ethan Maxwell Alarcón"

"2002 - 2023"

Escrito en letras doradas sobre el mármol blanco, pero nada más. Ningún epitafio, ningún "amado hijo", nada. Y aunque lo entendía, luego de la última discusión que había tenido con mi madre, no por eso dejaba de doler.

No pude contenerme y golpeé la fría piedra, que se cuarteó y cayó hacia atrás. ¿Qué diablos me había pasado, como para salir de mi propia tumba escarbando? ¿Me había convertido en alguna especie de zombie?

Miré mis manos, estaban sucias de tierra y mis uñas estaban más largas y puntiagudas, eso fue lo que me ayudó a escapar.

Recordé entonces el ataque en el bar, a Miguel y a la otra chiquilla a quien ni siquiera le había podido preguntar su nombre, mucho menos el qué diablos era todo aquello.

―¿Me convertí, en un vampiro, como ellos? ―pregunté al aire, aunque mi voz gutural me hizo estremecer, además de que algo afilado punzó mis labios.

―¿Quién está ahí? ―preguntó de pronto una voz a mis espaldas.

Me quedé inmóvil, aterrado y sin saber qué hacer. Aunque en el momento en que el hombre se acercó, algo en mi interior se rompió. Desde que desperté había sentido un dolor sordo en el pecho y el estómago, y en cuanto olí el delicioso aroma de la otra persona ese dolor creció hasta nublar mi mente.

Fue como si mi cuerpo se moviera por sí solo, en cuanto la lámpara del hombre se enfocó en mi rostro, salté encima de él. Todo ocurrió demasiado rápido, y para cuando pude darme cuenta ya lo tenía contra el suelo, sus gritos resonaban contra mi oído pero no podía prestarles atención, lo único en lo que se podía centrar mi mente obnubilada era en el olor tentador de aquel sujeto.

Para cuando me di cuenta, estaba desgarrando la piel del velador, pero ni siquiera tuve oportunidad de sentir asco o miedo, pues en cuanto la sangre tibia tocó mi lengua su sabor me extasió por completo. Solo podía pensar en que quería más, así que pegué la boca a las heridas que acababa de abrir y succioné con todas mis fuerzas.

El dolor desapareció por completo, al igual que el miedo y la desesperación, cualquier emoción o sensación negativa cara de importancia, como si jamás hubieran existido, lo único que importaba era la satisfacción que me daba aquella sustancia espesa y deliciosa.

Y en medio de todo aquel éxtasis, un sonido retumbaba en mis oídos, como si alguien estuviera utilizando mi pecho como un tambor, lo cual hacía resonar todo mi cuerpo. Era el mismo ritmo con el que la sangre entraba a mi cuerpo, y entré en pánico de nuevo cuando ese ritmo comenzó a bajar.

Succioné con más ímpetu y oprimí el cuerpo con mayor fuerza, pero nada parecía funcionar, no podía evitar que el ritmo se fuera diluyendo.

Cuando se detuvo, fue como si me hubieran dado un mazazo en el estómago, el dolor me hizo soltar el cuerpo y caer de rodillas, intentando recobrar el aliento. Por algunos momentos mi visión se nubló, no podía sentir nada, fue como si hubiera muerto por segunda ocasión.

Un sonido bajo me hizo volver en mí, abrí los ojos de nuevo para encontrarme con una enorme rata negra que mordisqueaba el cadáver frente a mí.

Me levanté de golpe, un reflejo de la antigua repulsión que hubiera sentido si aún fuera humano, pero en cuanto lo hice me di cuenta que ya no sentía la misma aberración que antes, era como si la rata ya no pudiera tocarme.

Estiré la mano para tocarla, pero en cuanto toqué su áspero pelaje oscuro ella salió disparada, chillando como si la hubiera herido.

Me senté y abracé mis rodillas, no tenía idea de qué hacer, pero al menos el dolor en mi estómago se había detenido, pero ¿a qué costo?

Giré la cabeza para mirar el cadáver del hombre, tenía la garganta destrozada y una expresión de terror en el rostro. Entonces comencé a llorar de verdad, ocultando mi rostro entre mis brazos.

―Lo siento, lo siento, no quería que esto ocurriera, no quería lastimar a otros, pero tenía hambre, ¡y no sé qué está ocurriendo! ―gemí, junto a un montón de cosas sin sentido.

Lloré hasta que se me acabaron las lágrimas y mi cabeza se sentía como sumergida en agua, pero entonces llegó una extraña calma, como si hubiera sacado mi tristeza y confusión junto a las lágrimas.

Me sequé la humedad del rostro, y me di cuenta que estaba lleno de lodo. Mis manos habían vuelto a la normalidad, y al tocar mi boca me di cuenta que había pasado lo mismo con mis colmillos.

―Esto es una pesadilla ―me quejé al viento, más con una especie de cansada resignación.

Recordé entonces las palabras de mi padre, "Para poder ganar, debes de entender siempre todos los aspectos del negocio, cada una de sus partes, y no solo guiarte por lo que otros dicen. Hasta que lo hagas podrás tomar la mejor decisión."

Sonreí con ironía mientras su voz se repetía en mi mente, así que al final sí que podía utilizar uno de los consejos que insistía en darme. Pensé entonces que podría imitar su mentalidad fría para poder salir de aquello.

―Bien, de acuerdo, lo primero es cubrir todo este desastre, ¿no es así? No podemos dejar que alguien más encuentre esto y descubra la verdad. Sí ya estaba enterrado, todos deben pensar que estoy muerto...

Aquella idea me hizo un nudo en la garganta y el estómago, pero ya había perdido demasiado tiempo en miedos y lamentaciones. Además, mirando el cuerpo y la tumba abierta un poco más allá, me parecía que la primera solución a dos de los problemas se me presentaba muy fácil.

Me acerqué a la tumba y comencé a escarbar de nuevo con mis propias manos, no parecía ser demasiado difícil, las piedrecitas no me lastimaban en lo más mínimo y mis uñas se habían vuelto a convertir en garras que penetraban el terreno sin problemas.

Rasqué y escarbé hasta que dejé a la vista el ataúd oscuro del que había salido en primer lugar, seguí hasta que pude abrirlo. Arrastrar el cadáver le hombre hasta él fue una molestia, algo me repelía tal como debió haberlo hecho la rata.

Solo hasta el último momento pensé en algo y busqué entre sus bolsillos hasta encontrar su teléfono celular. No era nada nuevo, pero al menos podía conectarse a internet, eso era lo que necesitaba.

Lo guardé en mi propio bolsillo (me habían enterrado con un de traje negro que ya estaba algo destrozado para ese momento) y cerré la tapa rota del ataúd. Salí del hoyo y comencé a arrojar en él la tierra que había sacado, por algunos momentos me sentía más como un perro que como alguna especie de vampiro.

Tardé un buen rato para volver a cubrir todo el agujero, pero cuando lo logré me di cuenta que no me sentía cansado, ni mucho menos, así que solo me quedaba seguir adelante. Apisoné de nuevo la tierra e intenté acomodar lo mejor que pude la lápida rota, a pesar de que me daban escalofríos tocarla.

Una vez listo, me di la vuelta para salir del cementerio y poder dirigirme al poblado. Aún no estaba del todo seguro de qué hacer, debía averiguar todo lo que pudiera acerca de este nuevo estado en el que me encontraba, después podría buscar a Mateo, quizá.


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