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A pesar que sus ganas de quedarse a seguir provocando al hermoso Elfo habían aumentado luego de esa reacción adorable del contrario.
Mayor era su fascinación por descubrir nuevas cosas con su Ninfa bebé, pues aunque le dijera que es mayor, a sus ojos no lo parecía porque lo veía lleno de pureza. A no ser que sea la característica de las Ninfas, cosa que averiguaría sin duda.
-Pequeña Ninfa!~- decía melosamente mientras corría hacia esta levantándola en brazos como si fuera de papel a pesar de ser más alto que él
-Bájame! No soy pequeña soy más grande que tú! – pataleaba para que lo bajará haciendo un puchero adorable para el mayor
-Awww mi adorable Ninfa – le acariciaba los cabellos haciéndole reír notando su cabello cambiar a un rosa suave
- Ya~ déjame~ - respondía en medio de pequeñas risitas alejándose para regresar a lo que estaba haciendo antes llamando la atención del Kitsune
-¿Qué es lo que haces? – trataba de curiosear
- Sólo estoy hablando con tus plantas, al parecer no les gusta estar en este lugar porque dicen que tus alumnos son muy torpes con ellas y muchas veces las han pisado y lastimado – respondía acariciando a las pequeñas flores
- Puedes hablar con ellas? – preguntaba más curioso aún, cómo era eso posible? Sabía que habían seres como las hadas que eran básicamente conectadas con la naturaleza, pero nunca había escuchado que “hablaran” con éstas
-Claro que sí, por quién me tomas? Soy una Ninfa adulta ya te lo dije, este es mi trabajo – respondía nuevamente con un puchero cruzando sus brazos a la altura de su pecho, cambiando el color de su cabello uno levemente rojo.
-Lo siento, sólo que no sabía que podían hacer eso las Ninfas- respondía rascando su cabeza en señal de vergüenza.
- No te preocupes, es normal porque no me conoces, sólo bromeaba – decía juguetonamente mientras daba brinquitos alrededor de las flores.
-Pues quiero conocerte más, podrías enseñarme más cosas sobre ti? – preguntaba mientras tomaba asiento en el suave pasto moviendo ansiosamente su gran cola y orejas blancas signo claro de ansiedad.
- Quieres ser mi amigo? – preguntaba muy emocionado- Siempre quise tener uno!- gritaba dando brinquitos.
-No tienes amigos, allá donde vives? – Preguntaba causando que Tae dejara de saltar notando un leve azul en su cabello – disculpa no quería ponerte triste – se disculpaba de inmediato.
-No … está bien, yo no tengo amigos allá, es más nadie me tolera por el simple hecho que soy una Ninfa macho, descompuesto, una aberración – hablaba con tono apenas audible mientras su cabello ahora parecía brillar en el tono más azul que había visto, rápidamente el Kitsune se levantó y lo abrazó.
-Tranquilo, eso es el pasado, ahora me tienes a mí claro que seré tu amigo y tú el mío porque tampoco tengo uno te parece? – hablaba limpiando las lágrimas que habían empezado a salir de sus ojos, notando que estas eran tan brillantes como su cabello, llenándolo de más preguntas, pero las haría luego. Tenía bastante tiempo, al menos, o eso creía.
El resto del día el Kitsune lo había pasado al lado de la Ninfa, aprendiendo más sobre su ser, ya sabía que el color de su pelo cambiaba de acuerdo a su estado de ánimo, podía comunicarse con la naturaleza, le había dado consejos para mejorar su jardín así como el resto de las plantas que se encontraban en su casa.
Ya sabía que el único alimento de Tae era la energía que desprendían las plantas. Aunque también le dijo que en las noches sentía una extraña conexión con la luna y a veces sentía la energía de esta fluir por su piel. Cosa que le pareció extraño al Kitsune pues claramente la Ninfa no era un ser de la noche, aunque se decía por ahí que la luna era la madre de todas las criaturas sobrenaturales y esta les brindaba ese poder. Pero nunca llegó a creerlo realmente y eso que él era uno de los que se alimentaba con los baños lunares.
Pero aún no habían descubierto cómo fue que la Ninfa había llegado a su laguna.
-Eres un ser bastante impresionante – le decía mirando a la Ninfa con ojos brillantes y su cola moviéndose sin control.
-No es verdad – respondía Tae con un leve rubor en sus mejillas y su cabello de un tono rosado bebé.
El Kitsune descubrió uno de sus pasatiempos favoritos el cual era hacer cambiar de color los hermosos cabellos de Tae.
-Nunca he mentido, me ofendes- hacía un puchero fingiendo molestia.
-Yo tampoco miento!- respondía imitando la acción del Kitsune – si fuera tan genial como dices no me tratarían como a un adefesio – hablaba con su tono más triste dejando de hacer el puchero adorable, ahora cambiando el tono de cabello a ese azul melancólico.
- Vamos no lo dije para que te pongas triste – decía tomándolo del mentón, levantando la cabeza de la Ninfa hasta chocar ambas miradas – ellos no tienen idea de lo fascinante que eres, así que no te dejes afectar por su comportamiento, simplemente su cerebro es muy pequeño y no son aptos para entender tu grandeza – hablaba fijamente a los ojos ahora celestes de la Ninfa – No sabía que tus ojos también cambiaban de color.
-Yo tampoco lo sabía – confesaba algo avergonzado – mis ojos siempre habían sido verdes, pero el día que me pasó ese incidente en el lago, al lavar mi rostro antes de ingresar a darme el baño lunar vi que mis ojos se habían vuelto totalmente blancos, pero como estaba muy enojado y lastimado no le tomé importancia – dijo encogiéndose de hombros como si no fuera la gran cosa.
En cambio el Kitsune había entendido que esa joven Ninfa tenía más poderes que los que él mismo sabía y estaba deseoso de descubrirlo. Ahora no cabía dudas de que la Ninfa fue quien había causado ese incidente.
-Recuerdas lo que pasó antes de aparecer en mi lago? – indagaba por más pistas.
-Mmm recuerdo un par de cosas pero no estoy seguro de si recuerdo todo lo que pasó – respondía sinceramente.
-Está bien, solamente cuéntame todo lo que recuerdas, antes de lo sucedido – pedía dulcemente.
-Ese día mis hermanas como todos los días me habían lastimado y burlado de mi trabajo, pero en todo ese maltrato se excedieron, lastimaron a mi amiguita mariposa y me fui corriendo con ella en mis manos a la orilla del lago por dónde yo vivo bueno vivía, mi amiguita al parecer ya no se movía, me asusté tanto de que esté muerta que desesperadamente quise salvarla, concentré todo mi poder en salvarla y lo logré – contaba con una leve sonrisa al final borrándose esta de inmediato al recordar lo que pasó después.
-Le devolviste la vida?- preguntaba asombrado el Kitsune – pero me dijiste que las Ninfas sólo curaban, no que podían revivir.
-Y no te miento! Es verdad yo he visto cómo mis hermanas solamente pueden curar, pero también sé que cuando se hacen adultas consiguen una especialidad, es decir un poder que es sólo suyo – respondía aún con la voz triste – así que supongo ese fue el mío porque ese día cumplí mi mayoría de edad – aclaraba y su mirada se volvía a apagar mientras su pelo volvía a ser azul – pero sabía que aunque tuviera el poder que sea no encajaría en ese lugar, así que con eso en mente ingresé a nuestro lago para tomar el baño lunar, siempre fue lo único que me relajaba, a mis hermanas no les gusta la oscuridad les da miedo, pero a mí me encanta siento una paz inmensa que me ayuda a seguir, pero ese día me sentía tan triste que al ingresar deseé no estar ahí, deseé poder aparecer en algún lugar donde pudiera aprender cosas nuevas para sentirme útil por primera vez en mi vida.
-Woo Woo Woo – respondía el Kitsune entendiendo todo inmediatamente haciendo que la Ninfa lo viera extrañado – ¿no lo entiendes?- preguntaba y la Ninfa negaba con la cabeza – Tú hiciste que pasara, deseaste estar en otro lugar de una manera tan fuerte y dijiste que tus ojos habían cambiado de color, entonces de algún modo transformaste el lago en una especie de portal.
-Pero por qué aparecí acá? – preguntaba aún sin comprender.
-Porque la madre luna te dirigió al lugar que pediste, uno en el que aprenderías cosas nuevas, y al parecer ella me escogió – decía orgulloso por lo sucedido- después de todo soy el Kistune más sabio de todo nuestro alrededor, y el más amoroso también – le decía juguetonamente tocando la punta de la nariz de Tae haciéndolo reír.
-Entonces sí vas a enseñarme cosas nuevas?!!! – preguntaba claramente emocionado y los colores de su cabello iban cambiando y parecía un arcoíris.
-Claro que sí, pero también quiero que tú me enseñes a mí – pedía apretando los cachetes de Tae.
-Yo? Pero qué puedo enseñarte? Dijiste que eras muy sabio, qué podría enseñar alguien como yo? – hablaba otra vez despreciándose, cosa que al Kitsune no le estaba gustando.
-Puedes enseñarme mucho porque nunca antes había visto a una Ninfa y quiero aprender lo más que pueda sobre ti – respondía soltando los cachetes de la Ninfa – Ahora lo primero que quiero que aprendas es que tienes que amarte a ti mismo, valorarte, deja de decir cosas malas de ti, yo veo a una Ninfa hermosa y decidida, con alto poder, pero no servirá de nada si no lo ves tú también – explicaba al acariciar una de sus mejillas.
- Eso no suena sencillo, siempre me han tratado con desprecio, con burlas y eso me ha vuelto muy inseguro – confesaba bajando la mirada jugando con sus dedos.
- Te entiendo y no sabes cuánto, pero que no sea sencillo, no significa que sea imposible, lo lograrás y yo te voy a ayudar! – alentaba a Tae para que sonriera junto con él.
-Muchas gracias!!!- le respondía saltando sobre él abrazándolo
Así ese día se formaba un fuerte lazo de amistad entre el Kitsune y la Ninfa. El resto de la tarde se la pasaron jugando en el jardín.
Al llegar la noche la Ninfa se fue a descansar pues se había agotado más mentalmente que de forma física, así que necesitaba dormir. El Kitsune lo acompañó hasta su habitación para después salir hacia su laguna pues ahora sí necesitaba con urgencia un baño lunar, no sólo para alimentarse sino también para despejar su mente y ordenar sus ideas para saber cómo ayudar a la encantadora Ninfa que la madre luna al parecer había dejado en sus manos.
Por su parte Yoongi había pasado el día caminando por todo el Ryokan, claro que sólo la parte que les pertenecía, dándose cuenta que era enorme, quedándose absorto más de una vez al ver tanta belleza en la naturaleza que lo rodeaba, felíz de haber escogido ese lugar.
A lo lejos vio árboles de Sakura y Momiji que contrastaban perfectamente a la vista.
Perdido en la belleza de los Momiji se fue adentrando en ese pequeño bosque, pese a que ya había caído la noche llegando a un pequeño puente que se encontraba sobre un precioso lago, la vista era de ensueño, así que se quedó allí a observar y disfrutar de esa pasible noche.
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Holas acá les traigo un nuevo capítulo 🥰
Ya saben que sus 🌟 y sus comentarios me inspiran a seguir escribiendo 🥰💜
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