Capítulo 15
Estuvimos en silencio por todo el camino, quise hablar, pero no pude, parecía que tuviera una barrera para evitar cualquier palabra.
Así fue hasta que llegamos a mi casa, me despedí de él y me bajé del auto.
Sin embargo, antes que diera un paso adelante él me abrazó estando yo de espaldas, puso su mentón en mi hombro y susurró. —Estoy un poco triste.
—¿Por qué? —pregunté preocupada.
—Te irás en una semana —respondió —no se si pueda estar tanto tiempo sin ti, sin tus besos —continuó —sin el olor de tu perfume impregnado en mis camisas.
—No me iré por mucho tiempo —lo consolé. Me di la vuelta y lo abracé, acaricié su cabello suave y plasme un tierno beso en sus labios rojos —volvere a tí, como siempre.
Creo que eso realmente lo calmó porque su expresión cambió drásticamente a una sonrisa tierna.
—Entonces debería estar tranquilo —soltó.
—Por supuesto —dije.
Nos despedimos y se marchó de inmediato, yo entré a casa y no pude contener la nostalgia.
«De verdad esta será mi última semana aquí» en esta casa fui una niña, aquí me hice adolescente, aquí me hice adulta, las paredes verde menta que pinté junto a mi hermana, los muebles que cambiamos juntas cuando papá dejó de venir seguido; sabíamos que no lo notaría, cada recuerdo se viene a mi mente y me siento más triste.
—Romi, estás aquí —me sacó de los recuerdos la voz fuerte de mi hermana.
Me límite a mover la cabeza.
—¿Ya estás empacando? —preguntó.
—No, aún no, de todas formas no llevaré mucho —caminé hacia la cocina —sabes que volveré —contesté.
—Lo sé, pero lleva lo suficiente para que la pases bien allá —le serví un poco de jugo y le respondí enseguida —no planeo hacer mucho, ni siquiera me acuerdo de ese país, además no conozco a nadie.
Ella me lanzó una mirada flagida y en un tono triste habló de nuevo: —mamá y papá aún guardan la esperanza, ellos realmente creen que hallarás una razón para quedarte con nosotros en Marsella —hizo una pausa —y sinceramente yo también, no quiero estar tan lejos de ti Romi.
Tomó el vaso con jugo y subio a su habitación.
Para ser sincera eso sí me dejó un poco pensativa, nunca he estado tan lejos de mi familia, no obstante, es hora de dejar de ser tan dependiente, no soy una niña, debo lanzarme al verdadero mundo. Sola.
Cada vez falta menos y yo ni siquiera he hecho una maleta, ni siquiera sé que es lo que debo llevar, una vez más dejo todo hecho un desastre en mi habitación.
Al siguiente día me organicé, pero el calor del verano es infernal, así que me toca usar ropa descubierta, no me gusta porque se notan mucho mis pechos y marca mí no muy querida figura, me marché a la universidad aun sintiéndome incomoda por mi escote, pero el clima no me dejaba más opción; solo debo entregar los deberes finales y podré quedarme en casa los dos últimos días antes del viaje, ese era mi único consuelo.
Llegué a la universidad y estaba bastante sola, la mayoría de las clases ya están finalizadas, así que todos evitan venir por solo unas horas, caminé por el pasillo para dirigirme a la biblioteca y relajarme un poco, Michelle se me acercó y me saludó: —Hola Romi, ¿cómo estás?.
—Hola —respondí.
—¿Entramos? —preguntó.
Asentí.
La biblioteca estaba muy tranquila como de costumbre, el viento que lograba entrar por las grandes y blancas ventanas se sentía fresco.
—Pensé que ya no vendrías —soltó.
—¿Por qué? —cuestioné.
—Eres la mejor en cada clase, sabes perfectamente que ya no necesitas venir —me miró de una manera picara —¿cuál es la razón?.
—¿De qué razón hablas? — volví a cuestionar sentándome en la primera mesa.
—De Éric, obviamente —dijo.
—Por supuesto que no, siempre he venido hasta el final, incluso antes de conocerlo —suspiré —este semestre fue bastante inestable.
—Quisiera ser así de aplicada, pero mi pereza no me lo permite —sonrió —oh, vi a Josué entrar a la oficina de profesores, ¿pasó algo?.
Eso me hizo recordar lo que me había dicho ayer.
—No lo sé, pero lo averiguaré de inmediato —me levanté —lamento no poder acompañarte más tiempo —me despedí.
No sé porqué, pero siento que evidentemente me está ocultando algo... y no me da buena espina; me dirigí a la sala de maestros enseguida, tenía que saber lo que estaba tramando.
Antes de entrar me encontré a Éric, nos miramos unos segundo y sonreímos: —Hola —solté.
—Preferiría un beso —dijo sarcástico. Era obvio que no le daría un beso aquí, justo donde pueden vernos.
—Deja de bromear —sonreí.
—No estoy bromeando —dijo acompañado de una de sus risitas clásicas —¿qué te trae por acá? ¿viniste a verme? —preguntó.
—No molestes —contesté —estoy buscando a Josué.
—No creo que esté aquí, pero entremos —tomó mi mano.
Intenté soltarme de su agarre mientras él abría la puerta, pero lo que vimos me dejó tan atónita que incluso olvidé mi alrededor. —¡¿Qué carajos?! —fue lo único que salió de mi boca.
Y es que justo cuando entramos nos encontramos con un Josué completamente apasionado besando a Noé de una manera descomunal, y por si fuera poco su cabello castaño estaba desordenado al igual que su camisa que solo contaba con la mitad de los botones abrochados.
Estaba demasiado descolada, así que me salí apurada a tomar aire para procesar lo que había acabado de ver.
—Romina —déjame explicártelo por favor, no te enojes —decía Josué afanado mientras se organizaba.
—No...no estoy enojada, simplemente estoy confundida —lo miré —¿cuándo?¿cómo?¿desde hace cuánto? —pausé —y lo más importante, ¿por qué no me lo habías dicho?.
—Lo iba a hacer, hoy lo haría —se acercó —por eso te dije que habláramos y que tenía algo que contarte.
—Está bien, después hablamos de eso, y tendrás que contarme todo —lo abracé —entremos, alguien me va a escuchar.
Regresamos a la oficina, y al parecer yo no era la única que buscaba respuestas, la cara de Éric me decía que él tampoco sabía nada, estaba mirando fijamente a Noé y de pronto preguntó: —¿Eres gay?, no, espera, eso no importa, la verdadera pregunta aquí es: —¿por qué tienes tan malos gustos?.
—¡Dios Éric, no ayudas! —exclamé.
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