Halloween
La mañana de Halloween, Mayette se sentía como si sus sábanas fueran tierra sobre su ataúd. No se imaginaba nada que le apeteciera menos que levantarse. Pero no era día festivo, tenían que estudiar, así que se obligó a levantarse a la hora de siempre.
Había recibido hacía ya unos días la lechuza de los Malfoy respondiendo a su carta, aunque esperaba todavía cartas de Bill y Charlie. Mientras reflexionaba sobre esto, se dirigió al baño para hacer su rutina matutina.
Cuando se vio al espejo para peinarse, se dio cuenta de que su pelo nuevamente había abandonado durante la noche el color rojo al que solía tenerlo durante el día. Realmente no tenía que hacer ningún esfuerzo para que su pelo se quedase de rojo siempre y cuando estuviese despierta. Pero cuando estaba dormido era un auténtico problema, porque se descontrolaba totalmente.
Aquella mañana, su primera clase era Encantamientos, que por ser las clases más cortas aquel día por Halloween, estaban condenados a estudiar con los de Gryffindor. Decidida a no dedicarle siquiera una mirada a su hermano, se sentó delante del todo, justo frente a la mesa del profesor, en el lado de Slytherin. Para su sorpresa, justo a su lado fue a sentarse Neville, que temblaba.
—¿Te encuentras bien, Longbottom? —le preguntó Mayette, después de ver que el muchacho se ponía todavía más nervioso al anunciar el profesor que aquel día iban a intentar hacer volar objetos.
—S-sí, claro —afirmó él, y le hizo señas a Potter para trabajar juntos.
Mayette se sintió ofendida. Sobre todo por lo decepcionado que pareció el chico cuando Potter decidió trabajar con Seamus Finnigan. "Si no quería trabajar conmigo, que no se hubiese puesto a mi lado —pensó, molesta".
—Yo trabajaré contigo, si quieres —fue todo lo que dijo en voz alta.
—¿Eh? ¿De verdad? —Neville se puso un poco rojo—. Me encantaría.
—Claro —Mayette ya estaba de mal humor y era difícil arreglar eso, a no ser que lo hiciera ella misma.
—Y ahora no os olvidéis de ese bonito movimiento de muñeca que hemos estado practicando —dijo con voz aguda el profesor, subido a sus libros, como de costumbre—. Agitar y golpear, recordad, agitar y golpear. Y pronunciar las palabras mágicas correctamente es muy importante también, no os olvidéis nunca del mago Baruffio, que dijo «ese» en lugar de «efe» y se encontró tirado en el suelo con un búfalo en el pecho.
Para la mayoría de la clase, el encantamiento parecía resultar excepcionalmente difícil. No así para Mayette. Sacó su varita de su bolsa, apuntó directamente a la pluma que compartía con Neville, hizo el movimiento y dijo con suavidad "wingardium leviosa". La pluma se elevó hacia el techo de la clase bajo la dirección de su varita, pasando junto al profesor, y luego volvió al sitio donde estaba en un principio posándose delicadamente sobre la mesa.
—¡Bravo! —dijo el profesor—¡Bravo! La señorita Weasley lo ha conseguido. Diez puntos para Slytherin.
Mayette sonrió con suficiencia. Pues claro que lo iba a conseguir, por favor, era un Weasley y encima Slytherin. Pero como ya lo había conseguido, se sentó en la silla mirando hacia atrás, donde estaban colocados Rhaegar y Draco Malfoy, intentando elevar su pluma. Los miró durante un rato, pero al final suspiró, deteniendo a Rhaegar.
—Lo haces mal —le dijo—. Mueves la muñeca con demasiada fuerza. El movimiento debe ser sutil y delicado, no bárbaro. Mira —dijo, y ella misma hizo el movimiento. Él la imitó—. Mucho mejor. Prueba de nuevo.
Rhaegar volvió a probar, y después de un par de veces, consiguió elevar la pluma hacia el techo. El profesor Flitwick volvió a saltar de su asiento para felicitar a los Slytherin. Mientras tanto, Ron discutía con Hermione Granger en una mesa cercana, detrás de Potter y Finnigan, que no conseguían nada.
Mayette rió por lo bajo viendo como Granger regañaba a su hermano. Desde luego Ronald lo tenía merecido, porque gritando como gritaba no iba a conseguir elevar esa pluma. El truco para los encantamientos, a la hora de hablar, era decirlos con firmeza. Y eso no quería decir gritar, sino utilizar un tono de orden. Había que decirlo con calma, como si supieras que iban a funcionar, que te iban a obedecer.
Nunca había que perder la calma. Quizá por eso Mayette había querido ser Slytherin. Eran más tranquilos y reflexivos. Astutos, ambiciosos, rápidos a la hora de hacer lo que les convenía. Un Slytherin tomaba las decisiones en base al razonamiento, se tomaba su tiempo para pensar las cosas, pensaba en el futuro inmediato, pero también en el largo plazo. Un Gryffindor no, un Gryffindor podía perder la calma, se molestaba con mucha más facilidad y su ira era explosiva. Se podía contar con que uno de los leones estallaría y su ira sería algo inmediato. La ira de un Slytherin era algo temer a largo plazo, porque planearía su venganza y se tomaría su tiempo.
Las horas se le pasaron rápido a Mayette después de eso. Antes de lo que se dio cuenta, sus amigos y ella estaban entrando en el gran comedor para la cena. Mayette se sentó entre Pansy y Daphne, como ya resultaba costumbre, y Rhaegar se puso frente a ella. El comedor estaba impresionantemente decorado, aunque ninguno de ellos se fijó en la decoración.
Mayette llegaba después de una hora extra de estudios y de leer la respuesta de Bill, que le prometía ayudarla con lo de la cuenta de Gringotts y le aseguraba que iba a llegar lejos si seguía así, al tiempo que le decía lo orgulloso que estaba de ella. Aunque estaba de muy buen humor, tampoco era tanto como para que la chica desease fervientemente ver a los murciélagos que pasaban volando entre las mesas mientras intentaba disfrutar del tiempo que le quedaba para comer hasta las ocho.
Junto a la comida habían aparecido miles de dulces y veía a las chicas de otras mesas atiborrarse de ellos con el ceño fruncido. Mayette estaba contenta de no tener que soportar tanta charlatanería en su propia mesa, y tenía frente a sí su redacción de historia de la magia, tarea que aún le quedaba por terminar.
—¿En serio, Mayette? —le dijo Blaise—. ¿En serio vas a pasarte la cena haciendo el trabajo de historia? ¡No lo entregues! Todo es mejor que comer en la cena de halloween mientras haces un trabajo de historia.
—Solo tengo que terminar esta línea, así que te recomiendo no interrumpirme, Zabini —le respondió ella, cortante—. Después comeré tranquila —y la pelirroja se metió un trozo de pollo en la boca.
Terminó su trabajo, efectivamente, apenas unos instantes después. Lo enrolló y lo guardó en su bolsa. Luego siguió cenando, haciendo caso omiso de la mirada con la que su estúpido hermano mellizo le taladraba la nuca.
—¿Sabéis? —dijo en voz alta, intentando que él la oyera—. Mi hermano se queja de que soy Slytherin, pero yo no trato a Granger por ser Sangre Sucia tan mal como él la trata por ser inteligente.
Rhaegar la miró alzando las cejas y ella le dedicó una sonrisa maliciosa. Tal y como Mayette era, le resultaba difícil a la chica desaprovechar una oportunidad para burlarse de sus enemigos, y su hermano se había convertido en el primero en su lista negra. Ronald le había dejado muy claras sus opiniones sobre ella a la chica cuando quedó en Slytherin, y desde entonces los dos hermanos no desperdiciaban ninguna oportunidad para sacar de quicio al otro.
Ninguna era ninguna. Ronald mandaba cartas a su madre hablándole escandalizado, o supuestamente escandalizado, sobre el comportamiento y los amigos de Mayette. Y ella les escribía a sus hermanos sobre la forma en que Ronald incumplía las reglas y lo delataba ante profesores, dejándolo siempre a merced de su nuevo amigo el poltergeist.
En realidad, Ronald hacía bastante evidentes sus intentos de perjudicar a su hermana, consiguiendo a veces una regañina para sí mismo. Mayette era más sutil, y dejaba caer los comentarios como por accidente, aleteaba sus pestañas o sonreía, o hacía pucheros, o decía cualquier cosa, dependiendo de la persona a la que tratase de convencer. El caso era que, como buena Slytherin, tenía los medios para manipular a la gente, convencerla de que ella era la buena de la película.
Hablando sobre el poltergeist, acababa de acercarse a la mesa de Slytherin con una sonrisilla malévola de esas que tanto le caracterizaban. Se colocó junto a Mayette y ésta le dedicó una sonrisa, para luego decir:
—¿Tienes algo que contarme? ¿Qué haces aquí, Peeves?
El poltergeist no respondió. Le señaló hacia la mesa de Gryffindor, donde estaban su hermano y Potter empapados de pies a la cabeza, con algún cubito de hielo sobre sí mismos. Mayette sonrió complacida. Sabía que Peeves se ensañaba con sus enemigos para complacerla, y el muy desgraciado lo conseguía. Se divertía más de lo que seguramente sería conveniente cuando veía las jugarretas del poltergeist a los que no le caían bien.
Sacudió la cabeza cuando Peeves se volvió invisible, o simplemente se marchó, no lo tenía claro, del gran comedor. Se volvió hacia sus compañeros, que reían por lo bajo mirando en la misma dirección de ella. Ronald le dedicó una mirada de muerte cuando la vio mirar hacia él, y Mayette, muy amablemente, le mandó un beso a su hermano, para luego volverse nuevamente hacia su comida. Se le iba a enfriar el pollo, y quedaba poco tiempo para que dieran las ocho.
—¿De verdad te extraña tener una mala relación con tu hermano? —le preguntó Theo Nott en tono de falso regaño.
—No —respondió ella, en tono alegre—. Pero, ¿qué quieres que yo te diga? Empezó él al despreciarme a mí y a mi casa —la chica se encogió de hombros.
—Tienes la poción —le preguntó Daphne en voz baja, al oído, de improviso.
Mayette acercó su mano, que contenía un pequeño frasco, a la mano tendida de su amiga por debajo de la mesa. Daphne le había pedido que hiciese amortentia para ella y había insistido en pagar el precio completo. Después de largas discusiones, Mayette había conseguido convencerla de que aceptase al menos un descuento (no quería cobrarle a una amiga) pero Daphne era terca y no quiso obtener la poción de su amiga sin pagarle el precio debido.
Daphne le pasó por debajo de la mesa el dinero que habían acordado antes y justo entonces se abrieron de par en par las puertas del gran comedor. Mayette miró hacia ellas solo para descubrir al profesor Quirrel, que avanzaba hacia el medio del comedor rápidamente. Hizo una mueca de desagrado. Nunca le había caído bien el profesor Quirrel, su asignatura era interesante, pero lo que contaba en sus clases era una ridiculez.
El profesor, jadeante, llegó a la mesa de profesores, colocándose frente a Dumbledore y dijo entrecortadamente:
—Un trol... en las mazmorras... Pensé que debía saberlo.
Y se desplomó en el suelo.
Se produjo un tumulto en todo el salón al escuchar la noticia. Mayette frunció el ceño. Como siempre, aquel profesor no le daba buena espina, y sentía un cierto malestar, como si tuviera ganas de vomitar, cada vez que pasaba cerca de ella. Quizá fuera porque olía a ajo, aliento que siempre había relacionado con gente desagradable, pero siempre se sentía como si estuviera a punto de entrar a un ring de artes marciales mixtas cuando hablaba con el profesor Quirrel o estaba cerca de él.
Para que se hiciera el silencio, el profesor Dumbledore tuvo que hacer salir varios fuegos artificiales de su varita.
—Prefectos —exclamó—, conducid a vuestros grupos a los dormitorios, de inmediato.
—¿Cómo vamos a ir a nuestros dormitorios? —le gritó Mayette—. ¡Los dormitorios de Slytherin están en las mazmorras!
Nadie pareció escucharla salvo sus compañeros, que se removieron incómodos. La chica, muy molesta, acuchillaba con la mirada al director de Hogwarts. No le caía bien Albus Dumbledore. Lo había sospechado desde que entró a Hogwarts, pero ahora lo sabía con certeza. Aquel desgraciado no daba importancia alguna a su casa, por él se podían pudrir todos. Seguramente no actuaría igual si fueran sus queridos Gryffindor los que pudieran estar en peligro.
Sin embargo, Mayette suspiró y se dispuso a obedecer... Al menos hasta que vio a su hermano correr con Potter. "¿Qué hacen? ¿Acaso piensan que pueden derrotar al Troll ellos solos? —pensó—. Bueno, ya veremos como van las cosas". Y salió detrás de ellos para ver lo que querían hacer. Si querían la gloria para ellos, difícilmente iban a conseguirla mientras ella pudiera evitarlo.
Los siguió hasta ver cómo encerraban al troll en el baño de las chicas. Los dos salieron huyendo mientras ella, toda bondad, abría aquella maldita puerta. Al final, le importaba más a ella la sangre sucia que a sus propios compañeros de casa. Ron y Harry la encontraron cuando ya había conseguido abrir la puerta y se estaba enfrentando al troll con lo que podía. Encantamientos no era su mejor asignatura, ni tampoco DCO, pero había conseguido que el troll se doblase de la risa.
Cuando Harry y Ronald llegaron a donde estaba Mayette, que tenía la varita en la mano y miraba, pálida como la tiza, al troll que se desternillaba en el piso, Hermione ya se había puesto en pie. La morena también estaba pálida, y parecía algo molesta. Se escucharon pasos acercándose, y para cuando los Gryffindor se volvieron a mirar a donde había estado la Slytherin, la pelirroja ya había desaparecido del lugar.
Mayette había hecho su mejor esfuerzo por alejarse nada más escuchar los pasos y las voces de los profesores que se acercaban, y ya estaba un pasillo más allá cuando llegaron los profesores al baño de las chicas. Cual fuera la escenita que se desarrollase con los Gryffindor no le interesaba en absoluto. Mientras no pudieran inculparla, y era improbable, casi imposible, que pudieran convencer a los profesores de que había estado allí, no era de su incumbencia.
Así que la chica se dirigió hacia la sala común de Slytherin. Ahora que sabía que el troll no estaría acechando cerca de la entrada de su sala común, se sentía mucho más tranquila con la idea. Sus pasos veloces, casi corriendo más que andando, la llevaron rápidamente a las escaleras que conducían a la mazmorra. Pasó de largo por la clase de pociones y también por algunos armarios antes de llegar a la pared donde estaba la entrada a su sala común.
—Poder —dijo a la pared.
Ésta se abrió mostrando una puerta verde y plateada, dejando pasar a Mayette. No había nadie en la sala común, pero aunque lo hubiera, lo más probable era que nadie hubiera preguntado nada. Al fin y al cabo, a los Slytherin no les gustaba meterse en los asuntos de los demás. Se ocupaban de sus problemas, y si ayudaban a otros era para beneficiarse, y solo para eso.
Siguiendo esa norma, Mayette no debería haber seguido a su hermano y a Potter, pero tenía también una faceta de Hufflepuff, una de Gryffindor y una de Ravenclaw, tal y como le había dicho el Sombrero Seleccionador. Y cuando creía que alguien estaba en auténtico peligro, alguien contra quien realmente no tenía nada, entonces su faceta de Hufflepuff salía a la luz.
Llegó hasta las habitaciones de las chicas de primer año y abrió la puerta de la suya. Allí encontró a la pequeña Déesse, que estaba tumbada a un lado de la cama de dosel. A la hembra de búho le gustaba colocarse al calor de las sábanas de la chica, y ésta solía dejarlo pasar porque le gustaba la compañía de la usualmente inquieta ave.
Ésta le acababa de traer una respuesta de Charlie, como descubrió a continuación la chica. Le dio una golosina a la criatura y abrió el sobre que contenía un pergamino amarillento. "Apuesto a que ésta también está escrita a toda prisa —pensó, sonriendo con indulgencia al imaginar a su hermano sentado, todavía con los guantes puestos y deseando salir para seguir trabajando con los dragones".
"Hola May:
Esta vez te escribo sin prisas, tranquila. Y espero que tú también te tomes tu tiempo para leer esta carta. Me has preguntado qué tal estoy, y no puedo menos que contestarte que estoy muy bien. También me preguntaste por el trabajo y como va con el nuevo dragón. Lo cierto es que todo va muy bien, el dragón se ha tranquilizado bastante y parece que ahora confía en nosotros.
Sobre mí, estoy haciendo nuevos amigos y aprendiendo muchísimas cosas sobre estos fantásticos animales. Y también, cuento con tu discreción de siempre y con que no se lo dirás a nadie, estoy conociendo a una chica. No quiero que se lo cuentes aún a nadie. Yo mismo se lo contaré a Bill por carta cuando termine de escribirte. Pero no debe saberlo nadie más que nosotros tres. Apenas sí nos estamos conociendo un poco, ni siquiera la he invitado a salir, y no quiero que la familia se ilusione por nada, ya sabes como son, sobre todo mamá.
Ahora, quiero hablar sobre ti, señorita. Lo que le hiciste a nuestro hermano está mal, muy mal. Y como tu hermano mayor y uno de tus ejemplos, ahora debería regañarte y decirte que eso no se debe hacer y todo lo demás. Pero ya sabes que no soy bueno soltando el sermón. Así que sobre la guerra que estáis manteniendo Ronald y tú, de la cuál tengo constantes noticias, solo puedo aconsejarte que la pares pronto. No es obligatorio querer a tu familia, hay razones por las que la gente se separa de ella. Pero no me gustaría que nuestra familia se rompiera. Yo solo te pido que hagas un intento. Si te rechaza, no te pido nada más. Una relación debe ser en ambas direcciones.
Respecto a lo de la escoba, y la carta de los señores Malfoy, la noticia me dejó increíblemente impresionado. Jamás pensé que ellos pudieran ser tan amables y considerados con alguien que no comparta sus ideales. Sé que los compartes hasta cierto punto y lo entiendo, no te lo reprocho porque sé que no harías daño a los muggles por el mero hecho de ser muggles.
Lo de las clases extra de pociones y que empieces a labrarte una reputación desde tan joven me parece algo propio de ti. Eres una persona excepcionalmente inteligente y poderosa, y estoy seguro de que lograrás todo aquello que te propongas, hermanita. Solo confío en que cuando te hagas rica y famosa y lleves esa vida que llevan los de tu círculo de amigos, te acuerdes de tus hermanos.
Ahora debo irme, pero espero que mi carta haya sido lo bastante larga como para complacerte, y que me sigan llegando noticias tuyas con el mismo detalle que en las últimas dos cartas.
Un abrazo muy fuerte, hermanita, que lo vas a necesitar si intentas razonar con Ronald.
Charlie Weasley"
Mayette sonrió para sí misma. Charlie sabía bien que ella no podía resistirse a él. Que haría lo que le pedía, porque cuando su hermanito le ponía ojitos se sentía diciéndole que no como pateando a un cachorrito. Cuando se trataba de Bill y Charlie, su lado Hufflepuff salía a la luz en todo su esplendor, y ella lo sabía.
Así pues, estaba dispuesta a intentar ser amable con Ronald. Lo intentaría, por sus hermanos. Pero en otro momento. Al día siguiente. Pues esa noche ya era tarde, y también ella debía descansar.
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