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Fin de Curso

Por fin llegó la última cena del curso. El último gran banquete antes de que cada uno regresara a su casa durante todo el verano. Y Mayette estaba al mismo tiempo ansiosa y triste. Si bien era cierto que deseaba regresar a su hogar, tendría que abandonar muchas cosas: desde Peeves hasta sus amigos, a los que no podría ver hasta el inicio del curso siguiente.

Así que pasó mucho tiempo meditando qué haría durante aquel banquete, haciendo guiones para conversaciones que seguramente jamás existirían. Llorando, por el sentimiento de pena anticipado que le generaba la separación.

Y cuando al fina llegó la hora, se sentía casi preparada para afrontar la Copa de Casas y el último banquete. Estaba a punto de salir en dirección al gran comedor, cuando una risita que conocía bien la detuvo. Peeves estaba tras ella, con una maleta color amarillo chillón en la mano que dejó sobre su baúl.

—Este año me voy de vacaciones con mi amiga —afirmó.

—Pero ya tenemos un fantasma en el desván... —susurró Mayette.

—Bueno, se pueden hacer nuevos amigos —la sonrisilla de Peeves se extendió, pues seguramente se estaba imaginando todo lo que podía hacer con un compañero de travesuras.

Finalmente, después de no mucho rato, Mayette y su grupo de amigos entraban en el gran comedor, que estaba adornado con banderas verdes con la serpiente plateada de Slytherin. La chica sonrió para sí misma. Por lo menos, habían conseguido ganar la copa de casas. Al menos había algo bueno en el fin de curso.

—¡Otro año se va! —dijo alegremente Dumbledore—. Y voy a fastidiaros con la charla de un viejo, antes de que podáis empezar con los deliciosos manjares. ¡Qué año hemos tenido! Esperamos que vuestras cabezas estén un poquito más llenas que cuando llegasteis... Ahora tenéis todo el verano para dejarlas bonitas y vacías antes de que comience el próximo año... Bien, tengo entendido que hay que entregar la Copa de las Casas y los puntos ganados son: en cuarto lugar, Gryffindor, con trescientos doce puntos; en tercer lugar, Hufflepuff, con trescientos cincuenta y dos; Ravenclaw tiene cuatrocientos veintiséis, y Slytherin, cuatrocientos setenta y dos.

Una tormenta de vivas y aplausos estalló en la mesa de Slytherin. Mayette se unió a la alegría general que se había formado en la mesa, casi siempre silenciosa y hostil, de Slytherin. Aplaudió hasta que le dolieron las manos, o lo habría hecho si el director no hubiera continuado hablando:

—Sí, sí, bien hecho, Slytherin —continuó Dumbledore—. Sin embargo, los acontecimientos recientes deben ser tenidos en cuenta.

Mayette se quedó mirando fijamente al director. Esperó pacientemente a que éste decidiese continuar hablando, pues salvo la pequeña aventura de la piedra filosofal (que ahora llevaba secretamente como colgante), no había nada por lo que entregar puntos a nadie.

—Así que —dijo Dumbledore— tengo algunos puntos de última hora para agregar. Dejadme ver. Sí... Primero, para el señor Ronald Weasley...

Ron se puso tan colorado que parecía un rábano con insolación. Mayette miró con repulsión a su hermano mellizo.

—... por ser el mejor jugador de ajedrez que Hogwarts haya visto en muchos años, premio a la casa Gryffindor con cincuenta puntos.

Los hurras de Gryffindor llegaron hasta el techo encantado, y las estrellas parecieron estremecerse. Se oyó que Percy les decía a los otros prefectos: «Es mi hermano, ¿sabéis? ¡Mi hermano menor! ¡Consiguió pasar en el juego de ajedrez gigante de McGonagall!»

Por fin se hizo el silencio otra vez. Mayette tenía la cabeza entre las manos y sus ojos se habían tornado únicamente rojos, como sucedía cuando se molestaba. Sintió la mano de Rhaegar apretar la suya, aunque su mirada también se dirigía amenazadora hacia el director de Hogwarts.

—Segundo... a la señorita Hermione Granger... por el uso de la fría lógica al enfrentarse con el fuego, premio a la casa Gryffindor con cincuenta puntos.

Mayette abrió la boca y estuvo a punto de protestar, aunque no se la habría oído a través del griterío general. ¿Y qué pasaba con ella? ¿No había usado ella también la lógica para matar al Lazo del Diablo? ¿No había logrado abrir la puerta? ¿Acaso no había sabido distraer a Voldemort hasta cierto punto? ¿Acaso no había conseguido hacerse con la poción correcta para pasar la prueba de Snape sin tener que leer el acertijo?

—Tercero... al señor Harry Potter... —continuó Dumbledore. La sala estaba mortalmente silenciosa—... por todo su temple y sobresaliente valor, premio a la casa Gryffindor con sesenta puntos.

El estrépito fue total. Los que pudieron sumar, además de gritar y aplaudir, se dieron cuenta de que Gryffindor tenía los mismos puntos que Slytherin, cuatrocientos setenta y dos. Si Dumbledore le hubiera dado un punto más a Harry... Pero así no llegaban a ganar. Dumbledore levantó el brazo. La sala fue recuperando la calma.

—Hay muchos tipos de valentía —dijo sonriendo Dumbledore—. Hay que tener un gran coraje para oponerse a nuestros enemigos, pero hace falta el mismo valor para hacerlo con los amigos. Por lo tanto, premio con diez puntos al señor Neville Longbottom.

Mayette se levantó en su asiento, sus manos blancas de lo apretada que tenía la mesa entre ellas. Lanzó al director tal mirada, que los que pudieron verla, aunque solo fuera de reojo, se sintieron asustados. El propio Dumbledore se sintió nervioso, aunque devolvió con fiereza la mirada a la niña de once años que lo miraba con ojos abiertos y rojos. Rhaegar la tomó de la mano para que se sentara, aunque le costó un poco lograr que la chica accediera a tomar asiento.

—Lo que significa —gritó Dumbledore sobre la salva de aplausos, porque Ravenclaw y Hufflepuff estaban celebrando la derrota de Slytherin —, que hay que hacer un cambio en la decoración.

Dio una palmada. En un instante, los adornos verdes se volvieron escarlata; los de plata, dorados, y la gran serpiente se desvaneció para dar paso al león de Gryffindor. Snape estrechaba la mano de la profesora McGonagall, con una horrible sonrisa forzada en su cara. Pero ninguno del grupo de primer año de Slytherin pudo captar esto.

—No te preocupes —susurró Rhaegar—. Una mano limpia la otra, y te aseguro que él pagará a sangre y fuego esta humillación. Al fin y al cabo, somos Slytherin. Ya conoces el dicho.

—No esperes la venganza inmediata de una serpiente —dijo Mayette—, pues eso es cosa del león. Sí, tiene mucha razón. La venganza en Slytherin es algo que la gente se toma con calma. Espera, la planea meticulosamente para que sea todo perfecto. Es algo que realmente acaba con el objeto de ella.

Los ojos de Mayette volvieron a ser de todos los colores, pues se sentía sosegada nuevamente. Se volvió hacia la comida y se sirvió un poco de tocino. Quizá comer la ayudase a pensar en su plan de venganza.

"Deja que Voldemort lo mate —le susurró Tom en su cabeza—. Tiene más cuentas pendientes con él que tú, y así tus manos estarán limpias. Nadie podrá acusarte de nada".

Mayette asintió, gesto que pasó mayoritariamente desapercibido.

***

Así, a la mañana siguiente se levantaron con cartas que contenían los resultados de los exámenes. Increíblemente, tanto Rhaegar como Mayette habían pasado con mejores notas que la propia Hermione Granger. Los dos se sintieron mucho mejor al ver que al menos los resultados de los exámenes no estaban amañados, y salieron en dirección al tren con una sonrisa en la cara. Aunque todavía se guardaban el rencor hacia el director, para cuando fuera viable cobrar cuentas.

Y, casi de pronto, ya estaban de nuevo en el mismo compartimento donde todos se habían conocido, al inicio de curso, sentados, comiendo ranas de chocolate y grageas de todos los sabores. Solo que con un ambiente un poco más vivaz, ya que ahora eran verdaderamente amigos. Habían ganado en confianza tanto como para hacer que aquel viaje no pasase sin conversación.

Mayette era la única que iba un poco triste, pues era consciente de que su madre no permitiría que se juntara con sus amigos durante el verano. Sabía que sus progenitores no aprobaban la casa en la que estaba, ni tampoco los amigos que había hecho (Ronald se había encargado personalmente de ello), y tenía muy claro que tendría que esperar al curso siguiente para volver a convivir con ellos.

Pero una buena noticia llegó para Mayette, que no la esperaba para nada.

—Mi padre me ha pedido que te de esto, por cierto —le dijo Rhaegar, cuando solo quedaban ellos en el compartimento—. La verdad es que está vacío, no sé qué interés puede tener, pero él dice que deberías tenerlo tú.

Y así, el chico dejó a Mayette sola en el compartimento, después de un último abrazo de despedida. La chica sintió como las lágrimas corrían por sus mejillas, pero se las secó rápidamente y abrió el cuaderno.

"No servirá de nada —le advirtió Tom—. Ése es mi diario. Quiero que lo tengas tú porque así podremos vernos en persona. Te podré explicar lo que soy y cuál es mi plan. Creo que querrás ser partícipe de él. Nos espera un verano interesante, Maye".

La niña salió del tren y fue directa a por sus cosas. Allí estaba Déese, su búho, que la recibió batiendo las alas en su jaula. Mayette pasó entre la gente, que la saludaba constantemente, en dirección al mundo muggle. Un mundo en el que, a pesar de ser de familia mágica, jamás podría utilizar la magia siendo menor de edad. Un mundo en el que estaría limitada a charlar con Peeves y salir de casa lo menos posible.

Cuando llegó hasta su madre, ésta estaba hablando con Harry. Allí estaban los que, si no se equivocaba, debían de ser los tíos y el primo del chico. Aunque Mayette le había escuchado describir a su primo, jamás se había imaginado que la descripción fuese tan acertada. Estaba convencida de que Potter estaba exagerando lo desagradable que era el aspecto de su primo y lo obeso que estaba.

Para disgusto de la muchacha, que felizmente habría pasado la vida sin tocar la mano de cualquiera similar a aquel muchachote (siempre evitaba también a Crabbe y Goyle), el chico fijó los ojos en ella. Saliendo de detrás de su delgaducha progenitora, se acercó hacia donde estaba. Mayette notó que los gemelos también se acercaban más a ella, como con intención de protegerla.

—Hola. Me llamo Dudley Dursley. ¿Tú quién eres, hermosa? —preguntó.

Mayette le dedicó una sonrisa falsa, y estaba a punto de responder cuando Draco Malfoy se acercó.

—Alguien fuera de tu alcance —afirmó, pasando un brazo por los hombros de la chica—. La mejor bruja que vas a ver jamás.

El obeso niño fue a dar un paso para atrás, pero pareció pensarlo mejor y le sonrió a la pelirroja, que ocultó una mueca de asco. Tras esta situación tan desagradable, sobre todo para Mayette, por fin los Weasley pudieron partir a su hogar.

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