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Epílogo

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En el constante cambio y variar de la vida, nos movemos de un lado al otro sin saber realmente qué es lo que el destino mismo tiene preparado para nosotros. La vida en sí, es efímera, y muy pocos logran en verdad encontrar el motivo que tienen deparado para su existencia. Momentos cortos, memorias interminables. Un suspiro, una hoja al viento que sabemos un día caerá al suelo, pero no sabemos con exactitud en dónde lo hará. Venimos al mundo creyendo conocerlo todo, pero en realidad no sabemos nada. Nuestro final no está escrito. Son nuestras acciones quienes decidirán. Yo, decidí quedarme. Yo decidí, esperar. Esperar el momento indicado en el que esa conexión rebase el límite de la vida, ese enlace entre lo posible e imposible.

Largos días, largas noches. Horas interminables, minutos miserables, segundos torturadores. ¿Cómo puedo olvidarte? Simplemente... No puedo. No lo haré.

Mi subconsciente te recuerda con vehemencia. Mi mente dibuja tu silueta tal como la última vez. Allí estás... Junto a la puerta, esperando por mí. Esperando el momento en que corra a tus brazos y tus labios se fundan con los míos. Pero, al abrir los ojos, puedo darme cuenta que sólo ha sido un sueño más. Puedo ver el destello de algunos edificios aún con luz a la vista del balcón. Me levanto un poco. La cama es suave, pero el sueño se ha ido. La noche a llegado, y con ella, una nueva oportunidad de salir a buscarte.

Me levanto por completo y camino hacia las puertas cristalinas del balcón, abro y salgo. Londres es realmente hermosa, la vista nocturna, ni se diga. Admito, que quizá hace mucho tiempo renegué incontables veces el venir, pero ahora, no quiero irme. Me abrazo a mi mismo. El aire es frío a la altura en la que me encuentro y éste se divierte desordenando mis cabellos.

Cómo cada día, noche tras noche olfateo la brisa. Hubo una vez, hace muchos años, que creí haber olfateado su aroma y desde entonces tengo la esperanza de que entre más alto esté, más probabilidades tenga de encontrarle, pero... Todos mis intentos han sido fracasados.

Hoy, es un día más.

Regreso a la habitación y cierro la puerta de cristal nuevamente, antes de buscar algo de ropa limpia. Mientras coloco mis zapatos, sentado frente a la mesita de noche, mis ojos se quedan en el retrato de cierta muchacha morena en tonos sepia. Tara. Te extraño vieja amiga. Toco con mis dedos su imagen. Hace diez años, Tara dejó otro lugar vacío en mi corazón. Jamás olvidaré cuanto me ayudaste, ni tus consejos. Mi querida, Tara. Lo más cercano a una madre que pude tener durante este tiempo tan solitario. Perderla, definitivamente fue duro. Ella era una de las únicas persona que sabía aún de mi existencia. La única que estuvo conmigo. Pero se ha ido. Y con el tiempo, me he vuelto a quedar solo.

Hace tantos años que no veo a mi hermano, la última vez, supe que se había mudado a Kensington con, Namjoon y su hijo. Muchas veces pensé en encontrarme con él, decirle que estaba vivo, pero... Sería difícil argumentar una historia lógica para mi total y absolutamente irracional cesó en el tiempo por el cual mi apariencia sigue aparentando el mismo joven de dieciocho años. Pero, de vez en cuando, lo miro de lejos.

Salgo del elevador, hacia el lobby del hotel y me despido de la recepcionista como cada noche. Afuera, el aire fresco inunda el ambiente. Hace varias noches no me he encontrado con, Mingyu. Si, sobrevivió. Y había sido un buen amigo también desde entonces. Tras la muerte de, Minha descubrí que podía confiar en él. Mingyu me confió ser uno de sus socios más allegados y gracias a él se pudo arreglar que una parte de la fortuna fuera designada para arreglar los daños y perjuicios hacia mi hermano y a mi. Le debo tanto, ya que fue él, el que también provocó el incendio al darse cuenta de los planes de, Minha. Gyu amaba a, Yurah y se arrepintió de traicionarla. Él ha sido la una persona mediadora entre, Seokjin y yo. La última vez que hablé con él dijo que había estado en contacto con, Seokjin y que él lo había invitado a una cena en su casa con motivo de la graduación de su hijo. Me gustaría ir, pero hace veintidós años desaparecí para todo el mundo. Aunque, eso no impide que pueda verlo de lejos una vez más.

En la estación, tomé el metro con destino a Kensington estaba casi lleno, sin embargo me gustaba convivir con algunas personas de vez en cuando, sentir su calor, y escuchar sus historias. Algunas, susurraban al teléfono sus problemas, otros platicaban como habían pasado su día y algunos, exploraban el nacer de una cálida relación. Ver y escuchar a algunas parejas, de vez en cuando me causaba nostalgia y otras envidia. La vida parecía tan sencilla para algunos, las personas amaban y odiaban con tanta facilidad, sus dificultades se basaban en que servir el día de noche buena. Trivialidades. ¿Qué sabían ellos de la vida?

Miré por la ventanilla, las luces brillantes pasaban velozmente con el paso del metro y mi mente divagaba en que tan solitaria era la inmortalidad. ¿Era necesario quedarme? ¿Qué si él no volvería? ¿Y si me estaba esperando en algún otro plano? ¿Y si él también estaba sufriendo?

No...

Así como él esperó cincuenta años por mi, yo debía esperar por él.

El metro se detuvo en la estación destino y bajé. Como cada vez, caminé las calles que ya conocía. La casa de Seokjin y Namjoon se encontraba en uno de los suburbios cercanos. Muchas veces vine a visitarlo. En ocasiones pude ver a mi hermano leyendo o estudiando en el jardín trasero, así como también observaba a, Namjoon arreglando las plantas y flores que su pequeño hijo se encargaba de destruir. Jinnie había conseguido titularse en psicología y una familia adorable, pero... Muchas veces, lo veía salir de su casa a media noche y mirar el cielo. Alguna vez creí que él sabía que yo estaba ahí, observándolo. Y mis ganas por abrazarlo y decirle que estaba bien me devoraban al verlo llorar. Me maldije en más de una ocasión por no hacerlo.

Como, Mingyu lo dijo, las puertas de su casa estaban abiertas, pude ver como algunas personas desconocidas llegaban y entraban tras ser recibidos por, Namjoon. Sonreí al verlo. Ver al Namjoon de antes y compararlo con el de veinte años después era como aquella vez que conocí a su padre en la posada de los Kim. Y a un lado de él, un poco más maduro pero con la misma dulce sonrisa, se encontraba mi hermano, sin embargo lo que más me sorprendió fue ver al alto joven que salió a saludar. Un joven alfa podía darme cuenta, de castaños cabellos y alegre sonrisa. ¿Ese era su hijo? La última vez que lo vi tenía nueve años y era un pequeño revoltoso.

Me acerqué un poco sin que nadie pudiera verme, mi atuendo oscuro servía perfectamente como camuflaje entre la noche, pero unas personas pasaron a mi lado por el callejón, con fortuna, no lograron verme pero... Ese aroma...

Mi estómago dio un vuelco, mis manos temblaron. No. No... No ahora... Percibí su sangre, me desconcentro. Hacia más de veinticuatro horas que no bebía y ese aroma me cautivó. No sabía lo que pasaba, nunca me había sentido tan desesperado por probarla. No... Debía irme antes de cometer una equivocación. Pero, al escuchar aquella voz... Mi mundo se desplomó.

— ¡Hey Jungkook! —escuché que gritaron.

— Hyung... Pasa pasa... —escuché otra voz.

Me detuve en seco y miré a través de las plantas altas del jardín. ¿Era...? No... No, no podía ser... ¿O si?

Sólo pude ver su espalda antes de perderlos de vista al interior de la casa. Era él... ¿Lo era? Debía averiguarlo. Estaba temblando, mis piernas, mis manos estaban temblando. La duda me carcomía. Esa voz. Su voz. Era idéntica. Me abracé a mi mismo tratando de controlar mis temblores. Mi vista se empañó. No quería, no podía esperar más. Sequé mis lágrimas, sacudí mi abrigo y caminé hacía la puerta de la casa. Justo antes de poder tocar, alguien puso su mano en mi hombro y pegué un pequeño salto.

— ¿Jimin? —era, Mingyu. — ¿Qué haces aquí? —preguntó. Me quedé sin palabras, simplemente quería entrar a esta casa y saber si mis sospechas podrían ser ciertas o definitivamente me había vuelto loco.

— Yo...

No pude terminar cuando el sonido de la puerta abriéndose nos sobresaltó.

— Gyu que gusto que llegues. —era la voz de, Seokjin a mis espaldas. Los ojos se me llenaron de lágrimas y me congelé mirando a, Mingyu. El reaccionó antes que yo.

— Disculpa la tardanza estaba... Atendiendo algunos percances. —él me miró.

— Oh... Mucho gusto, soy Seokjin... —escuché que decía. Estaba seguro que se refería a mi, pero yo aún seguía de espaldas.

— Ah... Seokjin... Él... Él... —el me miró nuevamente, estaba pasándola mal. Pero pude escuchar como mentalmente me decía: ~*~ Sígueme la corriente~*~ — Él... Es el hijo de tu hermano.

Abrí mucho los ojos sorprendido.  ¡¿Que estaba diciendo?!

— ¿Cómo? —dijo, Jin, él también se notaba sorprendido. Tomé todo el valor suficiente y decidí voltear. Miré su rostro de cerca luego de mucho tiempo. Estaba pálido, su sonrisa se desvaneció al verme, sus ojos se cristalizaron, la copa que llevaba en la mano se le cayó y cubrió su boca conmocionado.

— T-tío, Seokjin... —musité.

Realmente no sabía lo que estaba haciendo pero no podía decirle que yo era su mismo hermano. Él se arrojó a mi con un fuerte abrazo, que de ser más débil me habría sacado el aire. Por más que quise corresponderle de la misma manera, debía tratar de mantener la mentira, por su bien. Era por su bien. Él se separó algunos centímetros, con sus manos aún en mis hombros, me inspeccionó de pies a cabeza, sus ojos con lágrimas y su sonrisa ahora plasmada con emoción.

— ¿Su... Su hijo? ¿Eres su hijo? —balbuceó. Dejó de mirarme un segundo y miró a, Mingyu. — ¿Dónde está él? ¿No vino a verme? ¿Dónde está ese desvergonzado de tu padre? ¿Por qué nunca me llamó siquiera? —reclamó, mirándome a mí ahora.

La situación era un poco graciosa. Yo estaba aquí, frente a él, fingiendo ser su sobrino.

— Él, a estado ocupado en América los últimos años. Me pidió que lo disculparas. —intervino, Mingyu. — ¿Nos dejarás pasar o nos quedaremos aquí toda la noche? —inquirió cambiando un poco la tensión del tema. Buen punto.

— Oh, si, si... Pasen, están en su casa. —murmuró reaccionando, se hizo a un lado y ambos pasamos.

— ¿Quién era, cariño? —escuché que dijeron. Miré a, Namjoon acercarse una vez más, y por segunda ocasión, la sorpresa reinó en el rostro de alguien más en esta casa. — ¿Jimin? —balbuceó estupefacto. Él se acercó a mí y me tocó el hombro para ver si era real.

— No... Namjoonie, ¿él es...? —Jin se me quedó mirando interrogante. No había mencionado un nombre.

— Mi... Mi nombre... Es, Jihoon, mucho gusto. —murmuré, dándole la mano a, Namjoon. Él frunció el ceño notablemente confundido.

— ¿Jihoon? Como nuestro tatarabuelo. —mencionó, Seokjin con una sonrisa. — Él es nuestro sobrino, Nam... Es el hijo de mi hermano, ¿puedes creerlo? —añadió emocionado.

— Pero si es idéntico a él... Yo... Podría jurar que es el mismo muchachito de hace más de veinte años... —él rascó su nuca, realmente no podía con la sorpresa.

— ¿Quieren tomar algo? Pasen por favor, aún no sirvo la cena. —dijo, Seokjin. Él nuevamente estaba abrazándome con uno de sus brazos cariñosamente. Podría jurar que no quería soltarme.

— Gracias. —dijo, Gyu. Él y Namjoon se adelantaron a nosotros. Parecían tener una buena amistad a pesar de todo. — ¿Has ido de pesca estos días? Me han dicho que buena temporada... —escuché que hablaban. Los observé algunos segundos hasta que entraron a otra estancia.

— ¿Jihoon? —habló, Jin, sin embargo lo escuché hasta la segunda vez. — ¿Jihoon?

— ¿Si? —balbucee.

— Decía que puedes pasar a sentarte, cariño. Llevaré la cena en un momento. —dijo tan amable como siempre. Aunque mi necesidad quemaba por ir a esa mesa, quise pasar un momento más con mi hermano.

— ¿Puedo ayudart... Ayudarle? —vacilé.

— Claro si.

Él me atrajo hacia él y caminamos hacia la cocina. A pesar de que habían pasado largos años, aún me sentía como el hermano pequeño bajo su resguardo. Me tomó unos segundos recordar, que seguía siendo así.

Seokjin se puso unos guantes de cocina y sacó algún platillo del horno con precaución. Hace tanto tiempo no probaba su comida, aunque ciertamente olía y se veía deliciosa, sabía que en mi boca ya no tendría ningún sabor. Los dones de esta maldición no gozaba de un amplio sentido gustativo.

— ¿Puedes ver que haya suficiente hielo en la nevera por favor? —preguntó de espaldas a mí, quitándose los guantes. El mismo chico alto de antes se asomó por la puerta de la cocina.

— Papá... Papá Namjoon dice que muere de hambre... —dijo sonriente.

— No hay hielo, tío... —musité al mismo tiempo.

— Kim Jungkook, ¿no se supone que tu padre y tú traerían hielo esta tarde? —le reprendió, Seokjin con una mano en la cintura y la otra tamborileando los dedos en el mesón. Él chico hizo un gesto de "ups" y se encogió de hombros a manera de disculpa.

— ¿Quieres que vaya por el? —dijo, rascando su nuca como suele hacerlo su padre. Sonreí y por primera vez el me miró con atención. — Oh... ¿Quién eres tú? —preguntó.

— Él es tu primo, Jihoon. —le respondió, Seokjin.

— ¿Primo? No sabía que tenía un primo... —mencionó el chico.

— No seas grosero y ve a traer el hielo, el vino no se enfriará por arte de magia. —lo reprendió nuevamente. — Jihoon, cariño ayúdame con esa charola por favor.

Asentí mientras que, Jungkook puchereaba tras de su padre. Tomé la charola que él me pidió y fui atrás de ellos hasta el comedor. Allí había algunas personas platicando, no más de cuatro extraños además de Namjoon y Mingyu pero... No estaba, él. Lo busqué con la mirada por toda la estancia pero no lo encontré. ¿Había desaparecido, o quizás yo lo había imaginado?

No, no pude haberlo imaginado...

— ¿Todo bien, Jihoon? —habló, Mingyu. Reaccioné.

— Si... Si, si.

— Namjoon, olvidaron el hielo de nuevo. —le dijo, Seokjin.

— No, no lo olvidé...

— Si lo olvidaste, cariño. —lo reprendió con una sonrisa fingida. Jamás hubiera creído que estos dos terminarían juntos. Me alegra que al menos alguien logró ser feliz en esta historia.

— Te digo que no... —refutó, Namjoon.

— Jonnie...

— Está en la nevera de la cochera. Seguro, Jungkookie olvidó meterlo. —dijo muy seguro de sí. Seokjin se quedó callado y algo apenado.

— Disculpa, cariño. —Seokjin acarició su hombro en disculpa. — ¿Irías por el, Jungkookie?

— Oh, yo puedo ir por el. —me adelanté.

— ¿Seguro? Puede estar un poco pesado. —dijo, Jungkook.

— Creo que puedo hacerlo. —dije confiado y con una sonrisa autosuficiente.

— Si quieres, esta por allá... —añadió, Jungkook, mostrándome el camino.

Asentí y fui por el pasillo que mencionó. La casa no era tan grande así que pude hallar la puerta rápidamente a la cochera. Encendí la luz y pronto la lámpara en el techo iluminó todo el lugar. Fui a la esquina izquierda donde se encontraba una enorme nevera, abrí y saqué una gran bolsa de hielo. Era gracioso el hecho de que sostenerlo con mi mano no me causaba ninguna reacción al frío. Cerré la tapa y volví por donde llegué. Llevaba el hielo por el pasillo cuando de repente una puerta sonó al abrirse y por poco se me cae al chocar contra alguien.

— Disculpa, no te vi... —murmuró.

— No pasa nada. —susurré.

Que puedo decir.

¿Que mi corazón volvió a latir como hace mucho no lo hacía? Que mis piernas temblaron nuevamente, mis brazos perdieron fuerza y mi boca olvidó cómo articular palabras. Era él. No podía equivocarme. Estaba aquí, había vuelto. Era verdad. Mi instinto no me engañaba. La espera había valido la pena porque él estaba aquí, mirándome cara a cara. Con el mismo rostro, la misma aura y presencia con las que lo recuerdo. Pero esta vez, él era menor que yo. Sonreí.

— Perdona, ¿nos hemos visto antes? —preguntó.

Incluso su voz era la misma. Ese sobrio tono grave que lo hacía lucir como alguien interesante. Esa voz que me volvía gelatina.

— Quizás.

— ¿Quizás? —él sonrió. Esa palabra me traía tantos recuerdos. Extrañaba esa sonrisa. — ¿Puedo ayudarte con eso? —pidió señalando la bolsa de hielo.

— Uh... Sí claro, está, algo pesada. —mentí obviamente. Él sujetó la bolsa por mi.

— ¿Eres invitado de, Jungkook? —siguió preguntando interesado. Reí.

— Soy su primo.

— ¿Primo?

— Larga historia.

— Mm... —él me miró de reojo. En algún tiempo pude ponerme algo rojo por ese tierno gesto. — Y... ¿Eres de por aquí? —inquirió.

— Algo así.

En ese momento, Jungkook apareció por el pasillo con gesto algo fastidiado pero con humor.

— ¡El hielo no se traerá solo par de tortugas! —dijo él, intentando quitarle la bolsa de hielo. — ¿Ya conociste a mi nuevo primo, YoonGi? —preguntó él.

Incluso el mismo nombre... Oírlo me erizó la piel. Cada cabo había sido reordenado. Jungkook dio una ligera palmadita en mi hombro y YoonGi frunció un poco el ceño. Por un momento creí ver al antiguo chico celoso que tanto amé. Cuánto deseaba que él me recordara.

— Ya vete roedor, seguro tu papá te jalará las orejas... —refutó, YoonGi.

— Naa...

— ¡KIM JUNGKOOK! —se escuchó el grito de mi hermano.

— Dame eso... —dijo quitándole la bolsa a, YoonGi y salió corriendo por el pasillo. Reí.

— ¿En que estábamos? —prosiguió, él. — ¿Cómo te llamas?

Me detuve a su lado y extendí mi mano hacia él.

— Soy... Jihoon. —el volvió a sonreír. Era realmente joven pero su encanto y modales seguían en él. Tomó mi mano y en lugar de estrecharla, la sujetó para darle un corto beso.

— Gusto en conocerte, mi nombre es, YoonGi.

Incluso si la vida nos devuelve a la primera vez, volveremos a empezar una y mil veces más, por que tu alma y la mía están unidas. No importa el tiempo, no importa la muerte.

Te prometeré algo querido mío...

Por que una promesa es más valiosa que el oro, e incluso más que el poder de la sangre que nos fue brindado por segunda ocasión.

Prometo amarte, contra todos, contra la paz misma. Contra cada razón contraproducente... Contra mi propia vida, más allá del amanecer.

— El gusto es mío.

~*~
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{Después de todo, todos merecemos nuestro final feliz...}

~*~

MIN∆BRIL

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