capítulo 31
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Un día más...
Otro día que acerca mi final. Algo inevitable. He estado pensando, si debería contarle a, YoonGi lo de nuestro bebé, en lo que provocó esa desgraciada. Él no está por aquí, a ido a atender la puerta. Creo que es, Tara, pero no estoy seguro. Mis sentidos están un poco desorientados desde esta mañana.
Mi estómago duele, pero no tengo hambre. No después de el desayuno tan exquisito que me han dado esta mañana. Sonrío. Estoy seguro que si tuviera algo de sangre en mis venas, ésta se iría directa hasta mis mejillas. Despertar a su lado es algo de lo que sin duda, no puedo arrepentirme. Incluso, si es lo último que haré, seré feliz. Mis pensamientos vuelan al recordar sus toques, sus caricias sobre mi piel, sus labios en los míos, su mirada. Recordar aquella noche... Nuestra primera noche. El primer encuentro, el reconocimiento de nuestros cuerpos. Aquella decisión fue la mejor...
~*~
"— Sólo puedo darte dos opciones. Dejarme beber de ti, o hacerte mío hasta que mueras."
"—... Pues... entonces... hazme tuyo..."
~*~
La puerta de la habitación se abre, ni siquiera la escuche a tiempo, cuándo, Tara me trae de vuelta al presente con su tenue y cálida voz.
— Hola, cielo. ¿Cómo estás? —me pregunta. Ella trae una pequeña maleta negra, se acerca hasta la cama donde me encuentro y me da un beso en la mejilla antes de sentarse a mi lado.
— He estado peor. —musito con una sonrisa, la cual no puede disfrazar mi situación por completo y sabe un poco triste. Ella me sonríe y me sujeta las manos con las suyas. Me mira, tal vez con empatía o maternalmente.
— Entiendo. Que puedo decirte, cariño. Sería un poco iluso de mi parte, pedirte que tengas fe. Pero, intentalo. —me pide.
— Gracias. —susurro. Y le sonrío. Ella me acaricia la mejilla y me suelta un momento para buscar algo en la maleta que trae.
— Me escapé un rato de mi descanso para traerte algo de ropa y algunas otras cosas. —dice amablemente.
Como si en verdad fuera a necesitar toda esa ropa. Pero sé que lo ha hecho con buenas intenciones. Sería injusto transmitirle mi amargura. Le sonrío.
— Gracias de nuevo. Eres muy buena, no tenías que molestarte.
— No es molestia, hijo. Haría lo que fuera por ambos. —murmura sincera, y aprieta suavemente mi mano.
Escucharla llamarme, "hijo" me remueve todo por dentro. Extraño tanto a mamá. De alguna manera, Tara es lo más cercano a un familiar en este momento. Ella es la única persona con quien he podido hablar y sabe lo que me está pasando, además de, YoonGi, claro.
— Perdona que no pueda quedarme más tiempo, pero el deber me llama. Prometo venir mañana también. —me dice, levantándose ligeramente, aún sujetándome una mano. Pero de pronto su estado de ánimo cambia, sus ojos brillan humedecidos y se inclina para abrazarme fuerte. — Oh mi cielo, no te des por vencido. Yo sé que esto pasará, ustedes van a salir adelante. Lucha. Su amor es la prueba absoluta de que ni el tiempo ni la misma muerte pudo separarlos. —solloza cerca de mi oído.
Su abrazo tiene el mismo efecto que un bálsamo. La abrazo fuerte también, intentando no lastimarla. Porque, por sobre todo, su aroma sigue tentandome. Con un esfuerzo sobrehumano logro soltarla sin hacerle daño.
— Tengo que irme, pero trataré de venir después, para que no estés tan sólo, ¿de acuerdo? —musita sonriendome y secando sus lágrimas.
— Te lo agradezco.
No logro decirle nada más. Las palabras aún están atoradas en mi garganta. Ella sale de la habitación poco después. Suspiro y miro dentro de la maleta. Hay algunos suéteres, jeans, ropa interior y hasta calcetines. Tara ha pensado en todo. Sólo que... Son aproximadamente seis cambios. No creo necesitarla toda.
Salgo de la cama y entro a bañarme rápidamente. El espejo del lavabo sigue resquebrajado, así que cuando termino, me coloco la toalla y vuelvo a la habitación. Regresando a la ropa en la cama, desdoblo algunos de los suéteres y veo uno blanco de lana con unos pequeños bigotes y orejas de gato. No puedo evitar reír. Hace muchos años que no uso algo así. Tara...
Lo tomo junto con una camiseta blanca y unos jeans deslavados. Cuando estoy a punto de ponerme la camiseta, mi reflejo en el espejo del tocador llama mi atención. Sinceramente... No me había visto con tanto detalle desde que todo esto comenzó. Me acerco, con solo el pantalón puesto. Estoy mucho más delgado y pálido. Los huesos de mis hombros se notan más que antes. Bajo mis ojos, hay manchas ligeramente oscuras, como si me hubieran golpeado con los puños o no hubiera dormido en una semana, mi piel está un poco opaca y seca. YoonGi no me comenta nada, -porque intuyo que ni él mismo quiere pensar en eso-. A decir verdad, no me siento tan diferente. No me siento más fuerte, ni más débil. Bueno, sólo luzco más andrógino de lo que de por sí era. Creo que podría cambiar mi apariencia con la fuerza que aún me queda, aunque no dejaría de ser sólo una máscara.
Moriré, lo sé. Sé que la sangre que bebo no es suficiente para mantenerme y Dios sabe que no a mataré a nadie. Además de que se me acaba el tiempo.
Me preocupa, Seokjin. Me preocupa lo mucho que sufrirá con esto. Huérfano completamente. Tengo que encontrar una forma de mantenerlo a salvo, aún cuando yo no esté. Irme con la seguridad de que tendrá un buen futuro. Algo que no sucederá si sigue aquí. Yurah ya me amenazó con tenerlo una vez, por lo tanto debe conocerlo y puede estar en un peligro real. Y la única persona con el poder para ayudarme es... La tia, Minha. Debo ir a buscarla. Decirle que tiene que sacarlo del colegio, del país, del continente. Llevarlo a un lugar seguro... Así tenga que contarle la verdad sobre lo que soy ahora y lo que me pasará en un par de días. No creí que fuera tan duro, pero lo es. Quisiera ir y abrazar a mi hermano por última vez.
Sin poder evitarlo, los ojos se me llenan de lágrimas por enésima vez y de inmediato siento a, YoonGi sujetándome fuerte entre sus brazos.
— Odio verte así... Por favor perdóname... —susurra culposo.
Siento sus lágrimas recorrer mi espalda desnuda, está aferrado a ella. Sigue culpándose de todo. Y en parte, hay algo de razón. Si él hubiera muerto hace cien años, yo no habría regresado y nada de esto estaría pasándonos. Pero realmente, ni él, ni yo tenemos la culpa de nada. Jamás creí en el destino, juro que no, pero al parecer esto estaba destinado a suceder de alguna u otra forma. ¿Por qué debo elegir entre el amor de mi vida y mi única familia? ¿Por qué no puedo tener ambos? ¿Es demasiada ambición?
Doy la vuelta y lo abrazo también, ocultando mi cara en su pecho. Mis lágrimas son secadas por su camisa, la cual huele fresco y limpio. Tenerlo cerca siempre me reconfortará. Mi respiración se acompasa.
— No es tu culpa. Sólo pensaba en mi hermano... —lo miro, él lo hace también. Me acaricia el rostro suavemente con su mano. — Necesito hacer algo antes de... —noto que se tensa y el miedo brilla en sus ojos con sólo imaginar lo que voy a decir. No lo diré. No diré la palabra. — Quiero estar seguro de que esté bien. Necesito ir a Londres cuanto antes. ¿Me acompañas? —le pregunto más serio. Él asiente.
— A dónde sea. Pero, ¿para qué? —quiso saber.
— Se supone que allá vive nuestra última familiar. Ella fue quién se encargó de nosotros y nos trajo aquí en un principio. —le cuento. Él asiente comprendiendo.
— ¿Sabes la dirección exactamente? —inquiere. Ah...
— No. Pero sé el número de su asistente. Tal vez si lo llamo y se la pido, me la dé.
Tomo el celular del buró de la cama y rápidamente marco su número. Suerte que aún recuerdo de memoria el teléfono de, Gilding. Escucho el tono de la línea pero el primer intento me manda a buzón. Marco de nuevo, esta vez suena un par de veces y al fin contesta.
— ¿Frederick Gilding? —inquiero ansioso.
— Es correcto. ¿Con quién tengo el gusto? —pregunta. Obviamente no reconoce mi voz.
— Gilding, soy Jim... Park Jimin. —recalco mi nombre completo.
— Joven Park. ¿En qué puedo ayudarle?
— Uh... Si, necesito su ayuda. ¿Podría usted darme la dirección de señora Soon? Me, me gustaría mandarle un... Presente. Un agradecimiento por lo que ha hecho por nosotros, usted sabe... —río, planeando mentiras sobre la marcha. YoonGi me mira todo el tiempo, así que camino por la habitación, terminando de vestirme de paso y dándole la espalda.
— Un gesto muy amable de su parte, joven Park. Pero, me temo que no estoy calificado para darle esa información por mi cuenta.
— Ya veo... Claro, entiendo, la privacidad es sinónimo de seguridad. —me pongo el suéter antes de continuar. — Hm... ¿Y si viene usted y se lo entrega por mí? ¿Me haría ese favor? Es muy importante para mi. —le pido con mi voz más dulce. Percibo duda en su respiración, pero segundos después acepta.
— Muy bien. Estaré allí esta misma noche, ¿le parece bien? —me dice.
— Perfecto, mejor no podría ser. Muchas gracias.
— No se merecen. Hasta la noche entonces. Que tenga buen día joven Park.
— Igualmente. —cuelgo. — ¡Sí! —celebro. Volteo y miro a, YoonGi. Él me mira sin entender mi plan.
— Si me explicas, quizás pueda celebrar contigo. —dice pesimista.
— Bueno, él vendrá y una vez que esté aquí, le pediré que nos lleve. No podrá negarse, estoy seguro. —le cuento.
— ¿Y si se niega?
— Lo convenceré de la manera que sea necesaria. Debo ver a la tia, Minha. —respondí serio. Él imita mi reacción, ya que sólo me mira serio, sin decir nada. Parece estar aún en desacuerdo con mis ideas. — ¿Me ayudarás verdad? —musito.
Evade mi mirada algunos segundos, suspira pesadamente. Sé que es difícil lo que le estoy pidiendo. Sé que prácticamente le estoy pidiendo que asista a mi suicidio, sé que le duele. A mi me duele. Pero debemos ser fuertes.
— Sabes que si. Pero... ¿Crees estar listo para hacerlo? —quiso saber. De pronto eso me recuerda el incidente con, Tara hace un par de días. He practicado ahora, eso creo. Suspiro.
— Se me acaba el tiempo, YoonGi. Tú y yo sabemos que, Yurah no me liberará y que yo no... —me interrumpe sorprendiéndome y abrazándose a mi, mientras que esconde su rostro en mi pecho.
Escucho sus sollozos nuevamente. Acaricio su cabello y lo aferro más a mi, como a un niño pequeño y temeroso del mundo. El sentimiento es más pesado que un buque de guerra. Ambos lloramos inevitablemente.
Desearía tanto no causarle más dolor...
Desearía que nuestra trágica historia pudiera contar un distinto final...
Desearía pensar, que nuestras almas algún día se vuelvan a encontrar.
Lo prometo.
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MIN∆BRIL
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