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Capítulo 29

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Deficientemente mis memorias escuchan la voz de, Tara gritando. Un sonido sumergido, tragado por el agua y disuelto. Mis ojos se encuentran nublados, como si la habitación estuviese llena de humo. Quiero detenerme, quiero parar... Pero no puedo.

Tara... Perdoname.

Perdoname.

Lo siento.

— ¡Jimin! ¡Jimin detente por favor! —grita desesperada, intentando alejarme.

— ¡JIMIN BASTA!

Escucho la voz de, YoonGi y de pronto me arranca de encima de ella.

— ¡Jimin! Jimin... Trata de tranquilizarte... —me grita él, sosteniéndome con fuerza. Uno de sus brazos sujeta los míos hacia atrás de mi espalda y el otro se encuentra bajo mi cuello para inmovilizarme.

¡No puedo!

¡NO PUEDO!

El hambre me trastorna. No creí que fuera tan difícil contenerme.

— Trata... Intentalo, puedes hacerlo. —me susurra junto al oído. — Sé que puedes. Concentrate. ¿Escuchas eso? —me alienta y me pregunta.

— ¡¿QUE?! —grito agitado, me esfuerzo por soltarme de su agarre. No puedo escuchar nada más que la cálida sangre de, Tara circulando por todo su cuerpo. Me esfuerzo violentamente, tratando de que, YoonGi me suelte.

— Escucha. Cierra los ojos y concéntrate. —susurra, poniendo su nariz entre el espacio de mi oreja y mi cuello.

Lo intento. De verdad que lo intento con todas mis energías. En forma de muy ligeros susurros alcanzó a oír algo. Es agua. Es el río. El tronar de la cascada en la lejanía. Las aves, las hojas de los árboles moviéndose al viento. Es muy relajante. Mi cuerpo tenso se aligera y, YoonGi se desliza conmigo hasta el suelo.

— Tranquilo. —él me suelta un poco, pero sigue abrazándome.

— Lo lamento... No quise... —sollozo.

— Ya pasó. No es tu culpa. Son tus instintos ahora.

— ¡No quiero esto! —lloriqueo. — No quiero lastimar a nadie...

— Shh... Lo sé, lo sé. — él acaricia y besa mi cabello. No puedo dejar de llorar, escondo mi cara en su pecho.

...

Estoy tan avergonzado. ¡Intenté matar a, Tara! No puedo creerlo. He estado un largo rato, -quizás horas- escondido en la biblioteca. No tengo el valor de mirarla a los ojos. Desde aquí he escuchado todo; como YoonGi le explica lo sucedido. Tara es tan buena. La he escuchado llorar cuando supo lo que, Yurah me hizo. Dijo que no lo merecía, que en verdad lo sentía y que no comprendía por qué lo había hecho. YoonGi también le contó lo de mi supuesta reencarnación y que yo era, Jihoon. Pude escuchar la sorpresa en su voz. Es la misma que aún siento.

— Por favor, dejame entrar a verlo. No quiero que se sienta culpable. Quiero que sepa que estoy bien y que puede confiar en mi. —oigo decir a, Tara.

— Es arriesgado, no insistas. Además está muy avergonzado.

— Con más razón, YoonGi. Ya pasé por esto contigo. ¡No me hagas recordártelo! —lo reprende.

Una leve sonrisa surca mis labios, pero sólo logra parecer una mueca. Tara regañándolo, es un poco cómico de pensar.

— Confio en él, déjame verlo. —le dice determinada.

— Dejame preguntarle primero. —le dice y segundos después lo escucho venir. Es incómodo. Subo mis pies al sofá y abrazo mis rodillas. YoonGi abre la puerta. — Supongo, que ya escuchaste todo, ¿cierto? —me pregunta. Asiento con la cabeza. El se sienta a mi lado. — ¿Quieres que pase? —dice serio.

— ¿Creés que pueda? ¿Y si otra vez intento atacarla? —murmuro temeroso.

— No puedes obligarte si no estas listo. Tara debe entenderlo. Pero estaré contigo en lo que decidas.

Suspiro con fuerza.

— Dile, que pase.

— ¿Estás seguro? —pregunta. Asiento. Acerca su mano, me acaricia suavemente la mejilla, mirándome y se levanta en dirección a la puerta nuevamente. — Pasa.

Tara entra despacio entonces, me mira y se acerca a mi, sentándose en el lugar que ha dejado vacío, YoonGi. Ella me toma de las manos, las cuáles no paran de temblar. Al parecer tengo más miedo yo, que ella de mi. Sin poder evitarlo, los ojos se me llenan de lágrimas al verla.

— Perdoname... Yo...

— No llores, cariño. Sé perfectamente lo que pasó y lo lamento tanto. Pero, también estoy muy feliz. —musita, con una sonrisa, sus ojos también se cristalizan. No entiendo a que se refiere, muevo la cabeza y ella pone una de sus manos en mi mejilla dulcemente. — Estoy feliz por conocerte al fin. De que seas tú, el joven que tanto amó mi mejor amigo. No sabes cuántas veces escuché hablar de ti y resulta que estás aquí, qué has vuelto, en un jovencito igual de maravilloso. —me dice sonriente. Sus cálidas y amorosas palabras me remueven cada fibra. No puedo evitar llorar de nuevo. — Ven aquí hijo. —me dice, abriendo sus brazos para mi.

Tengo miedo de hacerlo, tengo miedo de acercarme y lastimarla. Miro a, YoonGi, el asiente. Confía en mí. Me acerco despacio a ella, y me abraza. Por un breve segundo, vuelvo a sentir su olor, pero intento recordar lo que me dijo, YoonGi. Me concentro en otro sonido, el que sea, cualquier cosa menos en su olor. Pero es muy difícil, más difícil que un alcohólico en un bar.

— Es suficiente Tara. —le dice, YoonGi.

Ella me suelta y se levanta sin soltar mi mano, me sonríe por última vez secando mis lágrimas y sale de la habitación. Pasan varios minutos hasta que dejo por fin de oírla.

— ¿Estás bien? —me pregunta. Me encojo de hombros sin saber que contestarle. Él se sienta conmigo. — Ven. —murmura y sin pensarlo dos veces, obedezco. Me acurruco entre sus brazos. Necesito ser mimado un rato, luego de tanta histeria. Me abraza fuerte y deposita un beso en mi cabello y frente. — Te prometo que haré hasta lo imposible por que vuelvas a ser el de antes. No cargarás con esto. —susurra.

— No creí que fuera tan difícil. —le digo en tono bajo. — ¿Tenías que soportar esto, cuándo estabas junto a mi? —levanté la cabeza para mirarlo.

— Si, pero es diferente. —resguarda una sonrisa de lado. — Llevo años en la práctica. —vuelve a apretarme fuerte. Me siento tan seguro. Su aroma me tranquiliza, pero mi estómago sigue doliendo. — ¿Aún tienes hambre, cierto? —inquiere.

— Jamás había sentido tanta hambre en toda mi vida. Siento como si no hubiera comido en semanas. Es una descarga increíble, de furia. Euforia. No podía pensar en nada más que no fuera, romper su cuello. —susurro. Aún no creo lo que estuve a punto de hacer.

— ¿Quieres probar? —pregunta.

— ¿Qué?

— La sangre. —murmura. Vuelvo a levantar la mirada hacia él.

— No quiero lastimar a nadie.

— No tendrías que hacerlo. Puedes probar la de un animal. Así la transformación no se completaría, pero te mantendrías más estable. —el me suelta y se levanta.

— ¿A dónde vas? —le pregunto.

— Te conseguiré un poco.

De inmediato miro el ligero rayo de luz que entra entre las cortinas de la ventana.

— Todavía no se mete el sol.

— Lo hará en algunos minutos. No salgas de aquí, ¿de acuerdo? Vuelvo en un momento.

Él sale sin más. Estoy nervioso, muerdo mis uñas inconsciente de ello. Miro el mismo rayo de luz. ¿Será que también a mi me haga daño? Me levanto despacio y me acerco lento. Estiro mi mano e intento tocarlo. Ja. No pasa nada. ¡No pasa nada! Sigo allí unos segundos, pero extrañamente, comienzan a aparecer pequeñas ampollas en mi piel y empieza a arder un poco. Me hago a un lado y froto mi mano. No puede ser... Si me afecta, aunque no sea al instante. Eso significa que no podré ir a ver a, Jin.

¡Oh Seokjin! ¿Qué estará pasando?

Debo llamarlo. Que sepa que estoy "bien".

El sonido fuerte de unos pasos me alerta y distrae. Se escucha como si estuviera a unos centímetros de distancia. No puedo creer que mi oído sea tan delicado ahora. Los pasos se acercan fuertes y claros hacia la entrada y los sigo a través de las paredes hasta quedar frente a la puerta. La perilla gira, es YoonGi, puedo sentirlo, está de vuelta y trae con él una rara botella y una taza. Dios... ¿Es lo que creo que es?

Llegó hasta el sofá y las deja en la pequeña mesa de centro.

— Ven. —me dice, extendiendo su mano para que la tome.

Pongo mi mano sobre la suya y me atrae de nuevo al sillón. Lo acepto, estoy nervioso. Me suelta, retira la tapa de la botella y sirve un poco del contenido en la taza. Increíblemente, huele bien. Me ofrece la taza.

— ¿De quién es? —pregunto antes de tomarla.

— De ciervo. —hace una pausa. — No es tan buena como la de, Tara, pero es mejor que la de liebre. —murmura sarcástico. Lo miro de mala gana. Es el peor momento para hacer bromas al respecto. No fue mi intención atacar a, Tara. — Lo siento. —dice arrepentido.

Tomo la taza y lentamente intento darle un sorbo, pero al mirar el espeso líquido rojo, titubeo. Si alguna vez me hubieran dicho que bebería la sangre de Bambie no lo creería.

— No lo pienses tanto. Solo hazlo. —susurra.

Tomo la taza con ambas manos, me armo de valor y le doy un trago. Está tibia, ligeramente ácida al probar y dulzona al tragar, además de espesa. No está tan mal. En realidad, sabe muy bien. Bebo el resto de la taza hasta ver el fondo. Por Dios, es deliciosa. Cierro los ojos y relamo mis labios, incluso la pequeña gota en mi dedo al limpiar las comisuras de mi boca. Es fantástica. Me siento revitalizado. ¿Quién dijo que un café te da la mayor energía?

Abro los ojos y YoonGi está mirándome. Una extraña mirada que no comprendo.

— ¿Qué pasa? —susurro. Mi voz está ligeramente ronca. El luce realmente sorprendido, perplejo. Levanta su mano y acaricia mi rostro, delineando cada rasgo con asombro y admiración.

— Tus ojos...

— ¿Que tienen mis ojos?

— Tu cabello... —vuelve a decir. ¿Qué está pasando? ¿Que tengo?

Me levanto rápidamente hacia el espejo colgado sobre lo alto de la chimenea. Que rayos. Mi cabello está completamente rubio, ya no manchado por teñirlo de negro puro antes, y ahora, mis ojos son de un tono ámbar, casi como la miel. No puedo creerlo. Me veo igual que, Jihoon, digo... Yo, hace cien años. ¡No, no!

Sacudo mi cabeza, tratando de quitármelo y sorpresivamente, al abrir los ojos de nuevo, éste vuelve a oscurecerse. Otra vez es castaño oscuro, mis ojos vuelven a ser cafés. Vaya... ¿Puedo cambiarlos a placer?

YoonGi se me acerca y me mira a través del espejo. Le sonrío. ¡Es increíble! Él me sonríe también. Intento de nuevo: esta vez pienso en rojo y extraordinariamente ante mis ojos, mi cabello se vuelve tan rojo como sangre.

— ¡Dios, es genial! —celebro entusiasta. Me vuelvo y lo abrazo, pero al alejarme veo que su sonrisa no ilumina todo su rostro. — ¿Que tienes?

— Estás muy emocionado, ¿cierto?

— Por supuesto. Todo esto es fabuloso.

— Tanto, ¿como para quedarte así y no volver a ser el de antes? —me pregunta un poco serio.

Yo... Había olvidado eso. Por un momento lo había olvidado con la emoción. ¿Quedarme así? ¿O volver?

Son buenas preguntas y en este instante, no tengo muy claro cuál sería mejor. Quedarme así y vivir eternamente con el amor de mi vida o volver y estar con mi hermano, pero sabiendo que un día moriré y quizás esta vez, no pueda volver. Otra gran decisión que tomar...

¿Mortal o inmortal?

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MIN∆BRIL

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