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Capítulo 27

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Corría desesperado por el bosque, rompiendo la niebla blanca con gran velocidad. Aún no podía creer como otro de su especie estuviese rondando por aquí. Se suponía que no podían cruzar la frontera francesa y más aún que rompiera las diplomacias pactadas al haberlo atacado.

Pero no podía quedarse con los brazos cruzados. No pretendía terminar con él, pero lo había dejado mal herido cerca del río. Quizás así aprendería a no buscar problemas. Había pasado casi un día completo en el que no hallaba a, Seokjin y no tenía contacto con, Jimin, debido a que en el encuentro con aquel individuo, el celular quedó inservible. Comenzaba a creer que no había sido más que otra treta de, Yurah, ya que un sentimiento de incertidumbre lo atormentaba. Algo andaba mal. Podía sentirlo. Juraba que pudo escuchar un grito de su pequeño. Regresó a la casa ligeramente cabizbajo al no poder cumplir con su promesa, pero tampoco se detendría.

Sólo quería verlo. Un día más sin tenerlo, lo hacía sentir vacío, pues él era su única razón para vivir. YoonGi entró a la casa. Todo parecía desierto, inhabitado. Pero entonces, su gran olfato percibió algo extraño, un olor que sin duda lo hizo estremecer. Siguió el rastro de aquel olor en la oscuridad de la propiedad, hasta llegar a las escaleras, donde el olor se hacía más prominente. El alma se le rompió en mil pedazos, no podía dar crédito a lo que sus ojos veían. Corrió hacia él.

— ¡Jimin! ¡Jimin, por favor! ¡No...! —exclama desolado.

La voz de, YoonGi se quebraba y sus ojos se nublaban mientras lo sacudía y aguardaba entre sus brazos. Lo movía, le acariciaba una y otra vez su cabello, intentando hacerlo reaccionar. Pero el cuerpo inerte de, Jimin no mostraba ya un ápice de vida alguna. Sus tersos y esponjosos labios, que alguna vez derrochaban juventud, ahora estaban resecos. Su antes cálida piel, había perdido su temperatura y color también. Sus desteñidos cabellos castaño claro, habían cobrado un tono rojizo.

La pérdida de sangre aparentemente a causa de dos heridas; la primera en el torso y la segunda en la garganta, habían sido fatales. Los sentimientos de culpa rondaban su cabeza. No podía creer, que nuevamente no pudiera haber estado con él para protegerle... Y ahora era demasiado tarde. Abrazó su cuerpo con fuerza. La ira comenzaba a convertirlo en algo más. De nueva cuenta perdía al amor de su vida. Con extremo cuidado y delicadeza innecesaria, lo llevó hasta su habitación, donde lo recostó en su cama.

A simple vista, parecía estar sólo dormido, de no ser por sus ropas manchadas. No podía soportar más verlo así. Estaba devastado. Y Yurah habría de pagar las consecuencias de sus actos de una vez por todas.

Con sumo cuidado, se despidió de él con un último beso en la frente y a paso firme, se dirigió a la cocina.

Cada fin de mes Tara acostumbraba tomar una pequeña porción de sangre del banco de la clínica para disolver un poco en la que él cazaba para beber. Ella creía que la sangre de animal no era suficiente para él, así que lo hacía a escondidas. Hasta que, YoonGi se dio cuenta y comenzó a evitar tomarla, sin hacerle saber a, Tara que la había descubierto. Pero esta vez estaba dispuesto a hacer a un lado su promesa para hacer justicia. Debía estar fuerte y sólo con esto podría.

Tomó el pequeño recipiente escondido en el fondo de la nevera, le retiró la tapa y cuando estaba a punto de beber el contenido, escuchó el sonido de cristales rompiéndose estruendosamente. Dejó el recipiente en la mesa y se apresuró a la habitación donde había sido aquel y donde lo había dejado a él también.

...

Jimin

Despierto. Me siento débil, confundido. En mi cerebro persisten pequeñas palpitaciones que me hacen intolerante a la poca luz existente en la habitación. ¿Que me pasó? Me siento peor que si tuviera resaca. Froto mi cara y de pronto siento una extraña sensación de frialdad en ella, además de humedad en mi cuello.

¿Qué...?

Me limpio y miro mis manos. ¡Dios...! ¡Estoy bañado en sangre! Entro en pánico. Me quito la sabana con la que estaba cubierto y mi horror crece más. Salgo rápido de la cama, aturdido. Las piernas me fallan y voy tropezando hasta el cuarto de baño. Débilmente me sostengo del lavabo.

Dios mío... una enorme herida abierta está en mi cuello, pero no brota sangre de ella.

¿QUÉ DEMONIOS ESTÁ PASANDO?!

Toco mi rostro, está tan frío y extremadamente pálido, casi transparente. Como si estuviese enfermo. Mi ropa está manchada, rasgada y hay otra herida en mi abdomen. Me toco. Es raro, pero no me duele nada. No puedo dejar de mirarme en el espejo con expresión horrorizada, pues lo que veo es incongruente.

¡Parezco un zombie!

Un cadáver viviente. Debo estar soñando. ¡Esto no puede ser!

Ante mis propios ojos, la herida en mi abdomen empieza a cicatrizar y desaparecer en su totalidad, al igual que la de mi cuello. Mi sorpresa llega cuando al cerrar por completo la boca, me muerdo el labio inferior con mis colmillos. Están más grandes y afilados de lo normal y mis ojos tienen un tono amarillento.

¡No,no,no!

¡ESTO NO PUEDE ESTAR PASÁNDOME!

Levanto la pequeña jarra de cristal en el lavamanos, la arrojo con todas mis fuerzas al espejo y me dejo caer hasta el suelo, arrinconádome tras la puerta. Abrazo mis rodillas y me hago un ovillo. Esto no puede estar pasando.... Es un sueño... Es un sueño. Los ojos se me llenan de lágrimas y solo levanto la mirada al escuchar a alguien abrir la puerta. Es él.  Quiero levantarme y correr hacia sus brazos, pero en lugar de eso me quedo paralizado y tan sólo logro susurrar...

— Yoon... —se queda inmóvil, de espaldas hacia mi. Y muy despacio da la vuelta, camina en mi dirección y retira la puerta de enfrente. La sorpresa es clara y persistente en su rostro al verme.

— Jimin... —murmura balbuceante.

De pronto su expresión parece cambiar a molestia, al pasar su mano por su boca, barbilla y nuca. Podría jurar que a tragado amargo. Se agacha lentamente, pero no intenta tocarme, ni moverme. Hay algo en sus ojos, como sí en su mirada hubiera dolor y melancolía. ¿Por qué?

— Estás aquí. —musita dubitativo.

¿Estar...?

¡Es verdad!

Ahora recuerdo; ¡Yurah me asesinó! Ella me cortó la garganta con sus propias manos. Pero, ¿por qué sigo aquí?! ¿por qué rayos me hizo todo eso, sí pretendía dejarme con vida? ¿Qué ganaría con convertirme?

— Vengarse. Sabe que sí te lastima, me hace daño a mi. —susurra. Por supuesto. Él sigue distante y vuelvo a notar ese algo en su mirada.

— ¿Por qué me miras así? —se lo pregunto. Se queda callado, como si dudara contestarme.

— Encontré a, Yurah. La obligaré a liberarte. —masculla en tono despectivo, repentinamente molesto y evadiendo el tema.

Como no me di cuenta antes...

— Estas molesto por lo que, Yurah me hizo, ¿o más bien detestas que sea esto ahora?

— ¿Qué? No. —dice, pero sin más explicación.

— No. —repito disgustado. — Entonces, ¿sientes lastima por mi? —en mi voz crece la indignación.

Por Dios santo... ¡Por supuesto que es eso!

En cientos de ocasiones dijo que amaba mi calor y ahora... Observo mi mano y con lentitud intento tocar su cara. Pero él retrocede exaltado inesperadamente, incluso ante su propia reacción.

— ¿No soportas que te toque? —susurro, casi a punto de llorar.

— No, no digas eso, no es así. —él vuelve a acercarse, tomándome de la mano y poniéndosela donde pretendía hacerlo yo. — Sabes que te amo. —dice seriamente y me jala hacia él, abrazándome fuerte. Pero su contacto no calma el frío de mi cuerpo. No puedo evitar las lágrimas. El sentimiento es demasiado. — No llores por favor. Te prometo que haré todo lo posible para que no tengas que cargar con esto. Ven aquí. —me dice y me levanta del suelo.

Me lleva unos pasos, me sienta junto al lavabo y pone su frente sobre la mía, con los ojos cerrados. Los abre y me mira una vez más. Me sujeta el rostro con ambas manos, adorandome, me acaricia con los pulgares y me da un suave beso. Se inclina a un lado, toma una de las pequeñas toallas, abre el grifo y la pone bajo el chorro del agua. Una vez mojada, le quita el exceso y la acerca a mi cuello para limpiar la sangre seca. Repite el proceso varias veces. Cuando mi cara y cuello están limpios al fin, deja la toalla a un lado y acerca sus manos a mi cintura.

— Levanta los brazos. —me pide suavemente y lo hago.

Saca mi camisa, la cual a quedado inservible. Vuelve a tomar la toalla, humedecerla y limpiarme la cintura, el abdomen y asciende despacio hasta mi pecho con delicadeza.

Dios... ¡Jin! ¿Qué sucedió con él?

— Él está bien, estoy seguro. —me contesta.

— ¿De verdad?

— Sí, seguramente, Yurah imitó su voz para engañarnos de nuevo. Pero nunca debió tenerlo. Sólo quiso alejarme para aprovecharse.

— Quisiera verlo.

— No creo que sea conveniente que lo veas en este estado, al menos no por ahora. —me dice, limpiando mis brazos.

— ¿Por qué?

— Porque, has iniciado la fase de cambio. Podría ser contraproducente. Lo mejor será que te quedes conmigo. Existe una cura, pero primero tenemos que hallar a, Yurah.

— No quiero volver a ver a esa bruja nunca jamás. —espeto contundente. La odio, la detesto con todas mis fuerzas.

~Tenemos que encontrarla si no estás dispuesto a beber la sangre de un cadáver.~ Escucho.

¡Por Dios!

Me alejo un poco de él y no puedo evitar el mirarlo desorientado.

¡Escuché lo que dijo!

¡Lo escuché sin que él moviera la boca!

¿Yo puedo...?

Él asiente despacio. Deja la toalla nuevamente y toma mis manos entre las suyas.

— Esta, maldición otorgar ciertos, "distintivos". Poderes, dones, como les quieran llamar. —me dice. Suelta una de sus manos y me acaricia la mejilla, el cabello y me mira detenidamente. — Los sentidos se agudizan y mejoran. Podrías entrar en frenesí a pesar de estar a kilómetros de distancia. Eres inexperto no podrías controlar los impulsos, no podrías frenarte a ti mismo sí vas allá en este momento. Te quedarás conmigo hasta que puedas hacerlo y no habrá discusiones. —dijo determinado.

— Está bien. —mascullo. Pero en realidad no sé si soportaría estar alejado de mi hermano. Se pone mal cuando no me ve. No podría cargar con otra muerte en mi conciencia.

— No te preocupes por eso. Lo arreglaré. Lo prometo. —me dice.

¿En serio? ¿Cómo saberlo?

— ¿Y qué pasará si se niega? ¿Qué pasará si no me libera? —le pregunto, sin poder ocultar un poco de ansiedad. Se detiene de hacer lo que hacía y me mira silente. Como si estuviese procesando alguna otra clase de opción. Los segundos pasan y él no contesta.

— Si no te libera antes de siete días... —se interrumpe con reticencia, incapaz de terminar la oración. Finalmente su mandíbula se aprieta, conteniendo su semblante. — El proceso de cambio no es súbito. Jimin... Para que la transformación ocurra al cien por ciento debes beber la sangre de alguna persona, tomar su vida por la tuya. —me dice, mirándome fijamente.

— ¿QUE? —suelto de pronto el aire. ¡Detesto la sangre! ¡Y no podría atacar a nadie, por Dios! — ¿Y si no lo hago? —susurro. Él baja la mirada. Se tensa visiblemente.

—... Morirás. —musita, pasándose las manos por el rostro y cabello.

Una ferviente impotencia, frustración, furia y miedo, parecen estar librando una batalla interna. ¿Moriré? ¿Cómo? Es obvio que él me escucha; en cuanto lo pienso, se aleja de mí, da la vuelta con las manos en la nuca y aunque quizás trataba de ocultarlo, lo escucho maldecir en un gruñido retenido. Parece más angustiado o asustado que yo. Me bajo rápido del lavabo, me acerco a él y lo abrazo desde atrás fuertemente, pegando mi cara a su espalda. Haciéndole saber que a pesar de todo, pase lo que pase, no me arrepiento de haberlo conocido. Ni ahora, ni hace cien años.

— No es tú culpa. Jamás pensaré eso. —le susurro. Él baja los brazos, le cuesta respirar, lo siento.

Gira, su mirada dolorosa. Me atrae hacia él, abrigándome, me levanta y me abraza muy fuerte mientras enredo mis brazos y piernas en él.

No quiero pensar más en esto. No quiero darle más vueltas.

¡Quiero olvidarme de todo!

Quisiera por una maldita vez evadir la realidad.

Sólo quiero... Sólo quiero perderme en sus brazos.

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MIN∆BRIL

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