Capítulo 25
.
.
.
¡¿Cómo podía ser?!
— ¿Jimin? —dice él mirándonos a ambos sin poder dar crédito. Tan sorprendido como yo.
Es un duplicado perfecto de mi.
Pero...... Sí yo, soy yo, ¿Quién es él?
— Yurah... —murmura él, muy bajo.
Reacciona y la jala fuertemente del brazo, azotándola contra uno de los estantes de libros. La inmoviliza. Sostiene sus brazos atrás de su espalda y con su otro brazo, puesto en su nuca.
— ¡¿Con qué derecho te atreves a venir aquí y engañarme con ese truco tan bajo?! —le grita furioso en el rostro.
— ¡Con el mismo derecho con el que tú te atreviste a desobedecer las limitaciones de tu naturaleza! —le grita ella, dándose vuelta y golpeándolo tan fuerte, que, YoonGi es proyectado hasta la parte alta de la pared.
Él cae a mi lado, junto a la entrada. Ella lanza una de las lámparas de uno de los escritorios directo hacia mi cabeza, pero, YoonGi se interpone y lo evita lejos, no logra darme. Ella vuelve a tener compostura y se acerca a nosotros.
— No puedo creer que estés dispuesto a perder la vida por una infeliz basura como esta. Arriesgándote ante toda esta multitud de podredumbre. —escupe desdeñosa.
— Lo que yo haga no es asunto tuyo. —le dice él, de igual manera.
— Por supuesto que es asunto mío, cariño. —pronuncia y sacude su cabeza.
Como por arte de magia, su cabello vuelve a ser largo y su imagen ya no es la mía. Debo aceptar, que a pesar de que la detesto, que es una perra maldita, luce magnífica. Y ese truco que hace con su imagen, es increíble.
— ¿Recuerdas a quién sirves? —le pregunta mientras se sienta en una silla y cruza las piernas con descaro. Su vestido negro es abierto hasta el muslo y prácticamente se le podría ver lo zorra que es. — ¿Lo recuerdas o no, Yoon? —vuelve a decirle.
Lo miro apenas, puesto que no quiero perder de vista lo que ella hace. Se ha quedado pensativo, y por su gesto, tal parece que recuerda algo desagradable.
— No. No lo he olvidado. —farfulla serio.
¿De qué hablan? No entiendo nada. Ella sonríe socarrona.
— Me alegra. Sabes que puedo acabar contigo cuando se me dé la gana, si decido liberarte. —le dice arrogantemente. ¿Que?
— Creeme que me harías un gran favor. No tener que volver a verte nunca, suena tentador. —le contesta a la defensiva.
La cara de, Yurah se vuelve piedra, quizás atónita por escucharlo. Está que trina de furia.
— Juro por samael que no puedo entender, ¿qué encuentras tan extraordinario de esta miserable...? —se detiene de pronto de destilar su veneno y por el gesto en su rostro, parece que también ha recordado algo agrio. Frunce el ceño y de repente me mira alarmada. — Tú... —susurra simplemente, sin dejar de verme. Se nota en verdad impactada. Se levanta de golpe y avanza un par de pasos hasta ambos. — Por supuesto, cómo pude no notarlo antes.
— ¡Cállate! —le grita, YoonGi. — No te atrevas a decir una sola palabra.
— ¿Y quién me impedirá decírselo? ¿Tú? —le dice desafiante.
— ¿Decirme qué? ¿De qué están hablando, YoonGi? —le pregunto. Él no me mira, sigue parado frente a mí, dándome la espalda y protegiéndome de ella. Lo tomo del antebrazo.
— Yo puedo decírtelo, "Ji Min" o debería decir...
— Callate. —le dice de nuevo, interrumpiéndola e intenta tomarla del cuello, pero el efecto es contrario; es ella quien lo sujeta fuerte del cuello y lo sostiene pegado a la pared de un azote. Está a sólo dos pasos de mi, su mirada es bastante intimidante.
— Es momento de contar unas cuántas verdades, ¿no crees, YoonGi? —le dice viéndolo a él y luego a mi. — ¿Quieres saber por qué le gustas tanto? —me pregunta.
— Lo sé perfectamente. —susurro. Ella levanta una ceja en mi dirección. — Sé que soy descendiente de, Jihoon y no me importa. —le dejo claro.
— ¡Ay por Dios! Pero que inteligente connotación... —dice cáustica. — Creo que hay un pequeñísimo, mínimo detalle en tu teoría...
— Yuh... —masculla, YoonGi, tratando de soltarse y hacerla callar, creo.
Ella lo mira de una forma realmente aterradora. Sus ojos se han vuelto de un rojo carmesí y sólo con eso, YoonGi comienza a retorcerse, como si lo estuviera lastimando.
— ¡Basta! —le grito para que lo deje en paz. — Dime lo que tengas que decirme. —le dije desesperado.
Vuelve a mi, con los ojos ahora amarillentos y me sonríe de tal forma, que me produce escalofríos de pies a cabeza.
— ¿Alguna vez has escuchado sobre la reencarnación? —me pregunta y me mira de arriba abajo.
— Sí.
— ¿Y crees en ella... Jimin? —dice arrastrando mi nombre desagradablemente.
— No. Es una creencia sin pruebas y absurda. ¿Pero qué tiene eso que ver? —murmuro.
— Adoro la perplejidad de tú estúpido noviecito. —le dice burlona a, YoonGi. — Te lo diré de la manera más clara posible para que lo puedas entender. En este mundo hay ciertas, reglas, que ustedes, la más joven, inocente e imbéciles de las razas ignoran. Una de ellas es realmente insulsa, pero no superflua. Ninguna de ustedes, basuras puede tener el mismo aspecto físico en lapsos distantes. De no ser, por la regresión de almas. —murmura. ¿Que? No entendí ni la mitad. — Para abreviar el sagrado libro de la vida. No existen los gemelos astrales. —dice exasperada. Ella suelta a, YoonGi y se aleja un poco. Me arrodillo junto a él.
— ¿Estas bien? —susurro, tomándolo del rostro. Él asiente. Si no lo estuviera viendo con mis propios ojos, diría que estaba a punto de desvanecerse.
— Había olvidado esto. —dice ella, sentándose en el escritorio. — Habían pasado muchos días atrás desde la última vez en me había alimentado, el día en que te encontré moribundo en aquel campo... Prácticamente ya eras un cadáver, YoonGi. Estuviste a punto de ser comida para los asquerosos gusanos. Cuándo te vi creí que estabas muerto. —continúa diciéndonos. — Pero hubo una imagen que se cruzó en mi cabeza, antes de irme. Sólo un recuerdo en tu desesperanzada mente moribunda... Un joven. Estaba tan débil y deshidratada, que quizá sentí lastima por ti. Te devolví la vida a cambio de lo poco que te quedaba en las venas. Además, eras muy lindo, habría sido un desperdicio. —declara cáustica. — Tiempo después cuando llegaste a mi, pude verlo una vez más en tus sueños... ¿Puedes creerlo? Sentí celos de tus sueños. —le dice. Ella vuelve a verme. — Ese joven, era exactamente igual... A ti. El mismo rostro. —exclama asqueada.
— Sí, sé que nos parecemos también. No me importa. —susurro.
— ¿Aún no lo entiendes? Él no se enamoró de ti porque fueses el nieto de ese golfo. Es porque tú alma está ligada a la suya. Tú, eres él, reencarnado. —espeta.
¡¿QUE?!
¡Eso no puede ser cierto!
Miro a, YoonGi lleno de interrogantes, su mirada está tan perdida como mi pensamiento, pero su rostro no muestra nada.
— ¿Sabías esto? ¡¿Lo sabías?! —inquiero indignado.
— Oh, por supuesto que lo sabía, querido. Ha pasado suficientes años en esta tierra como para saber una gran cantidad de sus secretos más oscuros, ¿no es así? —se dirige hacia él. — Lamento haber sido yo quién te lo contara, pero las cosas son como son. No te ama por obra del destino y las casualidades. Te ama porque eres él y cada que te ve, cada vez que te besa, cada vez que te toca, es viéndolo a él. —escupe.
— Eso no es verdad, Yurah. —le contesta él, levantándose. — Lo único que yo lamento es haber permitido que te adueñaras de mi vida y me volvieras lo que soy. Pero por sobretodo, lamento que hayas creído que yo podría sentir algo por ti, porque jamás te he amado. —le dice seria y fríamente. — Quiero que te alejes. Quiero que le alejes de Jimin y de mi, por tú bien...
— ¿Me estas amenazando? —lo reta.
— No, no es una amenaza. Es una advertencia con caducidad. No estoy dispuesto a seguir en tu juego, si quieres matarme hazlo ya, porque sabes muy bien lo que sucederá si me decido a acabar contigo. No te conviene si quieres vivir otros mil años más. —añade frívolamente.
— No eres tan fuerte ahora, Yoon. No mientras sigas alimentándote de conejitos en el bosque. Tu bello cuerpo se debilita día tras día. —se burla ella. Él se le acerca y ella retrocede. Se miran uno al otro, sin siquiera parpadear. — Admito que no esperaba que la noche terminara así, son un par de aguafiestas, pero no es mi última jugada. Esto no se queda así, Yoon. Y a ti... —ella me mira. — Ten por seguro que te veré más pronto de lo que te imaginas... Jihoon. Buena fiesta. —me dice y pasa a mi lado. Abre la puerta y se va.
¿Y se va así tan tranquilamente?
Una vez más estoy hecho un lío. Me recargo del sofá, tratando de pensar. Pero no puedo.
— Jimin...
— ¿Por qué no me lo dijiste? —susurro débilmente. — ¿Por qué sí lo sabías, no me lo dijiste? Maldición... Creí, creí que estaba cometiendo el peor de los pecados y todo este tiempo, ¿Sabías que no lo era? —le reclamo.
Él intenta acercarse y yo retroceder, pero esta vez me alcanza, me sujeta con ambas manos la cara.
— No es lo que tú piensas. Al igual que tú, estaba devastado cuando me dijiste que Jihoon estaba esperando un hijo mio. Yo no lo sabía, realmente llegué a creer que podrías ser nuestro descendiente. Pero hasta ahora, cuando me contaste que lo había perdido... —su respiración se acelera y la mía se entrecorta entre más se acerca. Sus brillantes y oscuros ojos me miran nuevamente de la misma forma en que me miraban hace sólo menos de una hora. Como si fuera su tierra prometida. — Supe que eras tú. Eres Jihoon, pero uno nuevo y no podría amarte más de lo que te amo ahora. —confiesa y, muy despacio, me besa.
Tan tiernamente. ¿Así que era eso? Por eso la emoción desbordada y extraña de cuando le conté lo investigado? Ahora comprendo tantas cosas; el parecido entre ambos. Sin importar que fuese su nieto, era imposible la extraordinaria compatibilidad de rasgos genéticos. Eso explicaría los sueños, las alucinaciones de recuerdos jamás vividos y el amor que siento por él.
Pero...
Es tan difícil creer.
— Mírame. Sé que es difícil. —me susurra leyendo mis pensamientos. — Sé que es demasiado extraño, y por raro que parezca, es verdad. Comprendo que estés enojado y contrariado, pero a pesar de haber vuelto, de que tu alma haya regresado a la vida... Ya no te amo como, Jihoon. —me dice mirándome fijamente. Con la más pura sinceridad que nunca he oído.
¿No lo ama... Digo, me ama?
— No. —contesta. Él vuelve a acariciarme, suave y dulcemente. Cierro los ojos y la recibo con necesidad. — Te amo como mi, Jiminie. —él me sonríe. — Jimin... o como sea que te guste. Cuando me enamoré de ti, no fue por recordarte como, Jihoon. Me enamoraste así.
Sus palabras me reconfortan, me hacen sentir algo inexplicable. ¿Serán las famosas mariposas? Creo que desde lo del bebé me he vuelto más susceptible, o tal vez sea a lo que le llaman "madurar". No lo sé, pero me hace olvidar cualquier sentimiento negativo.
— Entonces... Entonces es verdad... ¿Yo soy, Jihoon? —le pregunto sin poder creerlo.
— Te lo explicaré todo, ¿de acuerdo? Confía en mí, todo va a estar bien. —me susurra, sin soltarme el rostro.
Quisiera creer que sí, pero cuando no pasa una cosa, pasa otra. Sólo quiero una vida normal, ¿es mucho pedir?
Él me abraza fuerte, pero la dicha dura muy poco, puesto que un grito realmente espantoso se escucha afuera de la estancia. Ambos salimos a ver lo que estaba pasando.
Era una chica la que gritaba asustada y lo único que pudimos ver, fue una sombra alejarse. Maldita bruja. Seguro seguía aquí. La pobre chica fue dejada caer al suelo y lloraba llena de pánico. Afortunadamente, al parecer nadie más la escuchó debido a la música, sólo nosotros. Me acerco a ella e intento levantarla.
— ¿Estas bien? ¿No te hizo nada? —le pregunté. Ella miraba estática hacia donde, Yurah escapó. Estaba en shock.
— ¿L-la viste...? ¿La viste?! —balbucea aterrada. — ¡No puede ser! ¡No! —ella me sujeta muy fuerte de los brazos, es casi doloroso. Su respiración acelerada. — ¿Dime que la viste? No estoy loca... N-no estoy...
— Tranquila, calmate. Sí, la vi, pero ya se fue, no te hará más daño. —le murmuro.
En ese momento, ella se desvanece en mis brazos. Casi se me cae, pero, YoonGi alcanza a sostener su cabeza.
— Hay que llevarla a su habitación o a la enfermería. —sugiero.
— No. Puede decir algo cuando despierte.
— ¿Entonces?
— Tengo una idea. —dice y la carga en sus brazos.
Comienza a caminar en dirección a la biblioteca de nuevo. Me pide que abra y así lo hago. Entra y la recuesta en uno de los sofás del fondo. Estoy nervioso. Si alguien entra y nos ve con esta chica desmayada...
YoonGi quita el cabello de su rostro con delicadeza y los celos me hacen voltear a otro lado. ¿Que se supone que hace?
Él la toma de las manos y muy despacio, las frota. No entiendo para qué, pero repentinamente la chica comienza a moverse, abre los ojos y al ver a, YoonGi tan cerca de ella, se asusta de nuevo, levantándose del sillón. Él la detiene, pero ella intenta soltarse.
— Tranquila. —le susurra, mirándola fijamente. Y como si fuese una cadete entrenada, obedece de inmediato. Se queda en silencio y calmada. — Eso es. —le dice. Él suspira. — No pasó nada, ¿recuerdas?
— ... Nada... —repite ella.
— Estabas por ir al jardín con tus amigas, ¿cierto?
— Al jardín... Sí. —musita en tono tranquilo. No puedo creerlo.
— Bien. Hazlo. —le ordena y la suelta. Ella se levanta alegremente, me saluda y sale sin prisas. ¿Que rayos fue todo eso?
Él se levanta también y camina hacia mi.
— Será mejor que también volvamos. —murmura, abriéndome la puerta para salir.
¿No me dirá nada acerca de lo que acaba de pasar?
Salimos de la biblioteca y tomado de su brazo, atravesamos de nuevo el corredor hacia la terraza.
No puedo más.
— ¿Como hiciste eso? —le pregunto. Él sólo guarda silencio y aparta la mirada mientras llegamos. ¡Oh lo sabía! ¡Hipnosis! — Intervienes en sus pensamientos, ¿cierto?
— Algo así. —dice secamente. Por supuesto.
— ¿Alguna vez me lo has hecho a mi? —susurro muy bajo para que nadie escuche. Él baja la mirada hacia mi.
— ... Sólo una vez. —confiesa. ¡Maldición lo a hecho! — No es lo que crees. Lo único que hice fue quitar ese pequeño seguro entre tus pensamientos y tú boca. Amo tu sinceridad, pero a veces la ocultas. —murmura. Trago grueso instintivamente. Sé que en algún momento tendré que decirle todo. — Quería que fueras completamente honesto conmigo y con tus propios sentimientos. Lo hice cuando entraste a mi baño, tal vez lo recuerdes. —continua.
Claro que lo recuerdo. En ese momento, sentí que no tenía temor alguno, que el estar desnudo frente a él, no me causaba vergüenza o incomodidad. Con sólo verlo a los ojos, fui capaz de descubrir el sortilegio que evocaba su mirada. Y en parte era por esto.
— Jamás te he obligado a hacer nada que tú no quisieras y jamás lo haré. Cada gesto tuyo, sea de niño malcriado o de hermoso joven a fluido de tú espontaneidad. De ahí aún más que me sorprende cuán valiente eres. Me has desafiado desde un principio, cada palabra a salido de ti. Tú carácter me fascina, tu actitud es incorregible, pequeña fiera. —me dice serio y sarcástico a la vez, mientras me levanta la cara y me da un ligero beso en la comisura de los labios.
¿Cómo puedo resistirme cuando habla de esa forma?
De alguna forma, tiene razón. Antes de conocerlo creía ser valiente, arriesgado, sin restricciones para decir lo que quería y sentía. Pero definitivamente no era sincero conmigo mismo ni con mis sentimientos. Prefería enterrarlos antes que expresarlos. Ahora entiendo por qué siempre me sentía tan a gusto con él. Aprecio que haya hecho eso por mi.
— ¿Y como lo haces? —pregunto curioso.
— Es un poco complejo explicar cómo se logra. Ejecutarlo es sólo profundizar la vista del individuo y ordenar lo que se espera que haga. Un poco parecido a la voz de mando, sin embargo involucra una total sumisión. Escucha... Realmente no me gusta hacerlo, aunque admito que ahora a servido de mucho. De no haber estado aquí esta noche, probablemente, Yurah se abría puesto en evidencia a sí misma y a todos. Estoy seguro estaría dispuesta a eso y más. —murmura. Me acaricia la mejilla.
Y yo que pensé que no se atrevería a asomar su perfecto y asqueroso rostro por aquí.
La música vuelve a sonar, una canción más lenta que las anteriores. YoonGi desliza su mano por mi cintura, hasta mi espalda y con la otra me toma de la mía. Tiene un extraño brillo en la mirada.
— ¿Que haces? —le pregunto con una sonrisa.
— Bailaste con el chico, Kim, ahora baila conmigo. —me susurra y comienza a hacernos mover suavemente, al compás de la música.
Jamás creí estar bailando algo así, pero obviamente tampoco conocer a un ser de su magnificencia, ni mucho menos ser un alma reencarnada.
Suena tan loco cuando lo pienso que creo estar en uno de mis sueños fantasiosos todavía. ¿Y sí quizás me golpeé tan fuerte la cabeza, luego del accidente en el río y estoy en una especie de coma?
¿Todo esto estará siendo creado por mi imaginación?
Suelto su mano y lo abrazo muy fuerte, pegándome a su pecho para comprobarlo. No, él existe. No estoy soñando, ni estoy loco. Él me sujeta también y puedo sentir como deposita un beso en mi cabello. Bailamos un largo rato en el mismo lugar hasta que la música se detiene. Todos en el jardín han vuelto su atención al escenario bajo la carpa.
El rector, Cosgrove, la vicerrectora, Harris y el demás profesorado del instituto ponen sus mejores caras y saludan a los invitados formalmente. Entre ellos está, Jin, -espero el verdadero-. Luce emocionado, ya que aparte de encargarse de todo, es la anfitrión principal. Él va a hablar.
— Es un honor para mí, como representante del gremio estudiantil del instituto Eleonor Windsor, contar con la presencia de tan respetables personalidades de la educación. Y claramente al señor, Windsor Mingyu, reconocido empresario, filántropo y bisnieto de los fundadores de esta honorable institución. —exclama entusiasta, dando algunos aplausos.
El Sr. Windsor es un alfa, rubio alto de barbilla marcada y ojos miel, posiblemente no más de veintisiete. Lleva un traje gris oscuro, nada que ver con la playera negra que usa bajo el saco y no lleva corbata. Atractivo, pero no mi tipo. Saluda a, Jin más tiempo del necesario y luego toma su lugar.
— Muchas gracias. No me esperaba tan grato recibimiento, de hacerlo, habría venido antes. —bromea, echándose al bolsillo a parte del público.
Su discurso es algo largo y es terminado por un emotivo reconocimiento a los valores familiares e intelectuales aportados a través de los años.
Durante todo ese tiempo he notado que, Gyu no le saca la vista de encima a mi hermano y él por su lado, no se esfuerza en ocultar que se da cuenta también. No tengo idea como sea ese sujeto, pero admito que me gustaría ver a, Jin feliz con alguien.
Luego de más saludos y agradecimientos, alcanzo a ver que él le ofrece una copa y brindan, sumándole una charla de breves sonrisas. Él y Jin se dirigen a paso firme hacia nosotros. Pero de manera extraña, YoonGi me aprieta despacio la cintura con su mano distraídamente.
— ¿Que pasa? —indago.
— No estoy seguro, quizá no sea nada. Despreocupate. —me dice.
— Jimin, te presento al Señor. Windsor. —dice al llegar. — Señor. Windsor, mi hermano, Jimin. —nos presenta.
Él ofrece su mano y por primera vez la acepto con amabilidad. Extrañamente, está, literal... Caliente. Más de lo normal. ¿O será acaso que estoy acostumbrado al frío? Lo suelto rápido.
— Mingyu, por favor. —corrige. — Finalmente puedo conocer a los hermanos Park en persona. —dice sonriente. ¿Que?
— ¿Lo conocemos? —se me escapa preguntar.
— No pero yo sí he escuchado mucho de ustedes. No piensen mal. —vuelve a bromear y ríe. — Conozco a su tía, la Señora Soon.
— ¿De verdad?
— Por supuesto. Somos colegas. De hecho, gracias a ella encontré mi vocación. Sus logros me han inspirado. —nos cuenta con orgullo.
Así que la conoce, ¿eh?
En ese momento, él se da cuenta de que no ha saludado a, YoonGi, de forma que también ofrece su mano.
— ¿Lo conozco de alguna parte? —le dice sin dejar de mirarlo.
— Lo dudo. Tengo buena memoria, lo recordaría. —le contesta, YoonGi, ligeramente cortante al soltarlo.
— Juraría que sí. Pero quizá tenga razón. —dice.
De pronto se a vuelto una extraña escena en la que todos nos quedamos en silencio. Son más de las diez y realmente lo último que quiero es seguir socializando. Quiero recostarme un rato y empezar a amarrar algunos pensamientos que andan revoloteando en mi cabeza.
— Uh... —le hago una señal de "podemos hablar" a, Jin y él me acompaña a un lado. — ¿Te importaría si voy con, YoonGi? —susurro en su oído. Pone mala cara, pero luego respira profundo.
— Bien. No sé que se traigan ustedes dos pero tendrás que explicármelo después, ¿ok? —me dice un poco exasperado.
— Seguro, gracias. —lo beso en la mejilla. Me giro y vuelvo a donde están ellos. — Señor. Windsor un placer conocerlo. —le dije cortésmente.
Al parecer no entiende, pero asiente.
— Una hermosa luna la de aquí, ¿no es así? Perfecta para los enamorados. —le dice Windsor a Jin, lo veo sonreír y hasta sonrojarse.
¡Oh por favor cupido iluminalo!
Sería genial.
.
.
.
MIN∆BRIL
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro