Capítulo 22
.
.
.
Escucho un susurro en el aire, llamándome al soplar entre mi cabello. No puedo creer todavía que Namjoon me haya confesado su amor por mi y más aún, que me haya besado. Estoy seguro de que aunque intentara, no podría olvidarme de YoonGi con nadie, ni olvidar todo lo que vivimos... Él no me dejaría ir. Y yo... Moriría si él lo hiciera. Mi mente juega buenas cartas en mi contra. Lo escucho, siento su mirada, su latir a cada segundo, como el primer día. A cada paso que doy, cada respiración. Y no puedo negarme más al afán de ocultar lo obvio.
Lo extraño, lo extraño tanto.
Mi corazón a quedado hundido bajo mis pies. ¿Por qué no puedo simplemente ser feliz?
Traté de distraerme al salir con Nam, pero sólo resultó que lo empeoré. Y sé que hice mal. Él no tiene la culpa de lo que el inútil cuento de mi vida escribió. Sólo quiero que no duela. Que la voz que me dice; "ve a buscarlo", Desaparezca.
También sé que sí lo hago, estaré haciendo algo malo.
¡Y por Dios, soy estúpido!
Pero no lo suficiente para olvidar lo que sé y lo que podríamos ser. Quiero olvidar tan sólo. Quiero callar las voces en mi cerebro que me instan y reprochan al mismo tiempo. Pero volver aquí sólo dificulta las cosas.
No debí regresar al lugar donde él me prometió jamás dejarme, porque yo estoy fallándole. Cierro el diario de Jihoon, lo meto a mi mochila y comienzo a bajar despacio de la torre del agua.
La vista del pueblo desde lo alto sigue siendo maravillosa, incluso en lo más alto se logra ver el Skyline Londinense. Me encanta. Pero el cielo se a cerrado desde hace varios minutoz y parece que dentro de poco caerá una tormenta. Tontamente, la mochila se me resbala de la mano mientras bajo. Y tengo que apresurarme a recoger mis cosas tiradas en el suelo.
Pero entonces, mientras lo hago, siento la presencia de alguien tras de mí, acercándose y poniéndome la piel de gallina al sentir una mano en mi hombro. Me levanté de un tirón, sobresaltado. Dios mío...
Era él. ¿¿Pero cómo podía estar aquí?! Sí aún era de día.
Él me mira de una manera en la que pareciera haber encontrado agua a mitad del desierto. Poco después parece reaccionar. Vuelve a mirarme y esta vez me lanza una pequeña y triste sonrisa.
— Es lo único bueno de los días nublados. No hay sol. —murmura con explicación.
¿Otra vez puede leer mi mente? Da un paso hacia mi y muy adentro mío lo único que quisiera, es arrojarme a sus brazos, así que retrocedo.
— ¿Qué haces aquí? —mi voz es tenue, pero firme.
— Quería verte. —susurra. — Tara me dijo que estuviste en el hospital, pero no logré sacarle información del por qué. —dijo. Oh, Tara traicionera... — ¿Cómo estás? —pregunta en tono bajo.
Y sé que al igual que a mi, le está costando mucho mantener la distancia. Sólo puedo ver sus labios, esos que estuvieron en mi cuerpo y los míos tantas veces, sus cautivadores ojos, brillantes y tan necesitados como yo. Sólo quisiera tomarlo del rostro y aliviarnos a ambos este dolor de estar irremediablemente alejados. Pero recordar que yo podría ser su sangre...
— Estoy bien. Nada mayor a un esguince de tobillo. —le miento. Y trato de hacer un grueso e impenetrable muro blanco en mis pensamientos para que él no se entere de nada.
— Fui a verte anoche, pero tu hermano me pidió que me fuera. —me dice. ¿Qué?
— ¿Lo hizo? —pienso en voz alta. Sin poder entender por qué Jin haría eso. Él vuelve a dar otro paso al frente y yo retrocedo una vez más. Sé que lo besaré sí se acerca a menos de quince centímetros.
— Jimin... —suspira.
— YoonGi, será mejor que esto pare. No puedo... —sugiero desesperadamente por desilusionarlo, levantando las manos para evitar que siga avanzando.
Él me mira y puedo sentir mi aliento abandonar mi pecho. Como si me hubiesen dado un golpe fuerte en el corazón. Tengo una necesidad implacable de consolarlo, de abrazarlo, pero me controlo. De hacerle saber que estaré para él sin importar qué. Que él es mi refugio. Que me estoy muriendo por no poder hundir mi cara en su cuello. Que lo amo tanto, pero no puedo olvidar...
— Ni siquiera sabes si eso sea posible. ¿Cómo estás tan seguro? —inquiere en tono un poco más áspero.
— ¿Qué hay si es así? —le reclamo. Me mira, esta vez más intensamente, como si hubiera recordado algo amargo. Su ceño se arruga y su mandíbula se aprieta.
— ¿Por qué no me lo dijiste? —suelta de pronto y de mal modo.
¿Que? ¿A qué se refería? ¿Decirle qué?
— ¿D-de qué hablas? —le pregunté nervioso.
— Que deseabas estar con él. —masculló molesto.
¿Quién? ¿Nam? No estoy con...
¿Y si eso fuera lo mejor para los dos?
¡No Park Jimin, Nam no es un juguete! No puedes usarlo para tu conveniencia.
— No hay nada entre él y yo. Creí haberlo dejado claro. Es solamente un amigo. —la necesidad de explicarle me gana. Por un momento, parece aliviado. Pero el tiempo pasa a pasos de tortuga y siento que sí estoy más, las rodillas comenzarán a fallarme. — Me tengo que ir... —susurro y pasó a su lado sin mirarlo, pero él me alcanza la muñeca, deteniéndome. Miro mi muñeca, su mano apretándome suavemente y esa familiar sensación de electricidad estática recorriéndome el brazo entero. Lo miro.
— ¿Te puedo pedir un favor? —pregunta débilmente.
— ... ¿Cuál? —mi voz también es entrecortada.
—..... Te dejaré libre. —murmura. Sus ojos no me miran. ¿Qué? — Pero, antes... Dejame besarte por última vez. Sólo uno... Por favor. —pronuncia débilmente y parece tan vulnerable.
Mi corazón se acelera y se eleva a mi garganta e inevitablemente mis ojos se nublan. Por más que intento, mis sentimientos pueden más que yo. Asiento, y me arrojó a él, abrazándolo del cuello, besándolo con tanta pasión tengo para ofrecerle. Sus manos me sujetan la cabeza, me mantienen firme y reflejo su acción, metiendo mis manos entre su cabello, acariciándolo, entregándole todo pese a saber que será la última vez en que podría probar de sus labios. Las lágrimas ruedan por los costados de mis mejillas y él me besa con más fuerza, apretándome entre sus brazos. Furtivamente dejo mis labios perderse, pero mis pensamientos culposos vuelven a enmarañar mi razón.
Sé que esto está mal, muy mal. Es tan injusto. Me alejó un poco y ambos yacemos sin respiración suficiente. Rozando y provocando fervientemente nuestras bocas, separadas apenas por milímetros gracias a nuestras frentes, sostenidas una con otra. Mantiene sus ojos cerrados algunos segundos y lentamente comienza a soltarme. Sube sus manos a mi cabeza y me besa en la frente. Sorbo de mi nariz y tomo sus manos para quitarlas. Su mirada triste y vacía me parte aún más el alma.
— Despídeme de Tara ¿quieres? —susurro mientras me marcho. Ni siquiera soy capaz de mirarlo al hacerlo.
— Lo haré. —dice simplemente.
Dios, dios... ¡¿por qué me haces esto?! ¿Hasta dónde más debo sufrir? ¿Cuándo más tengo que soportar?
Podría enumerar cada decepción; Mis padres muertos, mis ex basura, accidente tras accidente, llega el maldito amor a mi vida, me persiguen maniáticas suicidas, me entero que estoy embarazado, lo pierdo y para colmo resulta que podría ser de mi bisabuelo. ¡¿Alguna cosa que falte?! ¿Acaso no hay otra persona a quién castigar en la tierra más que a mi?!
Tal pareciera que blasfemar surte efecto, la lluvia se cierne sobre mí muy poco antes de llegar corriendo al instituto. Estoy completamente empapado, así que cruzo lo más rápido posible el salón principal, subo a los dormitorios y cierro la puerta antes que alguien pueda verme. Seguro están todos en el comedor ahora. Aunque, para mi suerte, encuentro a Jin en mi habitación, metiéndome un buen susto.
— Jin... ¿qué haces aquí?
— Más bien, ¿que se supone que haces así? ¡Estás hecho una sopa! —me regaña. Se apresura a mi armario y saca una toalla. Creo que va a dármela, pero entonces se acerca y comienza a secarme por su cuenta. — ¿Qué hacías todavía afuera con este clima? Aún tienes las defensas bajas... Pudiste haber pescado una pulmonía! ¡¿En qué estabas pensando?! —sigue reprendiéndome.
— Lo siento, ¿está bien? Venía para acá cuándo empezó a llover. —me excuso y agradezco estar hecho un mar, así Jin no sabrá que lloré. Él me seca el cabello en repetidas ocasiones, como cuando era un niño pequeño. Es bastante denigrante.
— Anda, cambiate esa ropa húmeda. —ordena. La verdad no estoy para discusiones, de modo que me limito a concederlo. Me da la toalla y se sienta frente al escritorio de Taehyung. Es obvio que no planea salir para que me cambie. — ¿Que esperas? —me dice al ver que sigo con la ropa mojada.
— Esperaba que te salieras, pero veo que no será así.
— No miraré. Pero quiero enseñarte algo que encontré. Así que cámbiate y trae tu trasero aquí. —me dice.
No puedo creer lo que escucho. ¿Seokjin el chico modales diciendo trasero? Debe ser importante. Él se gira hacia su portátil nuevamente y aprovecho para desvestirme y ponerme ropa limpia y seca. Una cómoda pijama.
— ¿Qué querías mostrarme? —le pregunté. Me ha dado curiosidad.
— Acércate. Mira, estuve investigando acerca de lo que me preguntaste esta mañana y encontré algo interesante.
— ¿Ah sí? ¿Qué es?
— Bueno, en realidad no hay muchos datos sobre Yeon Jihoon, ósea nuestro bisabuelo. Tal como te dije, tenía 20 años cuando se mudó con sus padres a Norteamérica, específicamente a la ciudad de Nueva York a finales de 1898. —me cuenta. Y sigo la información en la pantalla. En ella aparecen fotografías muy viejas y pequeños encabezados. — Su padre, fue un renombrado juez de la época. Consiguió un buen acuerdo diplomático para entrar al país en tan bélicas fechas. Hasta después de un tiempo no habían tenido percances, pero a principios de 1899, su único hijo acaparó la primera plana del Times, al verse inmiscuido en un lamentable accidente férreo en el que decenas de personas resultaron heridas y muertas, entre ellas el deceso de Lee Naiyeon, quien curiosamente era amiga de Jihoon y a su vez, madre de una pequeña con la que también viajaba. Al quedar Jihoon con vida, se hizo cargo de la niña, pues se lo prometió a Naiyeon antes de morir. Dios... Pobre gente. —murmura Jin, conmovido al ver la foto del accidente. Y aunque es de extrema poca calidad al tener cien años, se ve aparatosa.
¿Un momento...?¿1899?
Eso quiere decir...
— Oh gracias Dios... —susurro pensando en voz alta. Jin me escucha, frunce el ceño y se me queda viendo como si fuese un monstruo desalmado. — Digo... Que terrible. Pobres personas... Entonces... ¿no somos descendientes biológicos de Jihoon? —le pregunto con una mínima chispa de emoción.
— Mm... Sí lo somos. Esa pequeña era la mamá de Minha.
— ¿La tia Minha? —interrumpo.
— Sí. Minha es nuestra tía abuela políticamente hablando. Jihoon tuvo años después a su primera hija nacida en América al lado de un profesor de música en el conservatorio donde él estudiaba. Se mudaron a Philadelphia en 1905. Tras el registro de nuestra abuela, ya no encontré nada más que sus actas de defunción. Murió en 1938 por complicaciones cardíacas. Caray... —exclama sorprendido. — ¿Te das cuenta de que aparte de que su descendencia habían sido mujeres... ¿Han muerto antes de los sesenta?
— ¿De verdad?
— Sí, mira. Jihoon a los 59, la abuela a los 57 y...
— Mamá a los 46. —susurro. Completando su paranoica conclusión.
— Ay Jimin... ¿y si muero antes por mi asma?
— No digas estupideces. No vas a morir. Nadie a muerto de asma en estos años y menos lo harás tú. Además, desde que llegamos aquí casi no has usado tu inhalador. Te ha sentado bien el aire, estás más sano que nunca. —le dije alentándolo. Él me sonríe y recarga su cabeza en mi hombro.
— Eso espero. No quiero irme sin verte convertido en un hombre hecho y derecho. —me dice. Evito reírme. Por supuesto que no puedes irte Jin. — Mira, aquí está una foto de ellos. —menciona.
Me agacho de nuevo a ver su portátil. Es una fotografía realmente antigua en tonos sepia de él y su pareja abrazados. ¡No puede ser!
— Wow... te pareces a él, ¿ya viste? —me dice asombrado. Si supiera que eso es lo más horroroso. — Sí, sí, sólo que tú cabello sigue un poco más oscuro, pero son igualitos. —añade sonriente.
¡Como se atrevió a decir que no nos parecíamos!
.
.
.
MIN∆BRIL
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro