Capítulo 17
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[10 de junio 1898]
"Querido diario, hoy se cumplen dos meses desde que se marchó. Lo extraño tanto, no lo dejo de pensar. Sólo sobrevivo lleno de angustia, estoy perdiendo la fe. Mi vida se a convertido en un árido desierto en el que ya nada florece si no está él. Se a llevado mi corazón, mi alma entera. Mis padres me dicen que es sólo una ilusión, una simple fantasía de un joven como yo y que en realidad no sé nada del amor, pero se equivocan. No podría casarme con, Jae sin amarlo. No quiero, no quiero casarme con él sólo porque nuestros padres lo decidieron así. Preferiría morir junto a mi amado, tal como Romeo y Julieta.
Amo ese libro, nuestra historia es casi retratada por, Shakespeare. Él sí entendería que un amor como el nuestro va más allá de cualquier apellido ilustre, más allá de algún nivel y mucho más allá del final de nuestras propias vidas. Un amor como el nuestro es un milagro, puro y sincero. No me arrepiento de haberme entregado a él, no me arrepiento de haberme convertido en su omega, de unir nuestro lazo, jamás lo haré, porque eso significa que le pertenezco tanto como él a mi. Sé que me ama y que volverá...
— ¡Jihoon! —grita mi madre sobresaltandome. Seco mi rostro y escondo mi diario bajo la almohada una vez más. —¿Se puede saber cuándo planeas salir? —dijo moviéndose por la habitación, hasta abrir las cortinas y dejando así entrar la luz.
— Madre, ¿acaso no sabes tocar? —le reclame.
— ¿Y acaso no recuerdas que es un día especial para tu padre? Anda, sal de la cama y vístete con lo mejor que tengas. —dijo abriendo el armario. — ¡Muévete!
— Ya voy madre. —dije sin más.
— Debes verte bien para el hijo del concejal. Ya tienes veinte, no quiero imaginar lo que se pudiera decir de nosotros. —exclama mientras jala fuerte la correa de mi cinturón a manera de castigo.
— Madre, no tan fuerte. —susurré, apenas podía respirar.
— Deberías ayunar más seguido, parece ayudar a tú figura.
— O tal vez desaparezca. Eso sería mejor que mancillar el buen nombre que intentan mantener ¿no?
— Calla, majadero. —me reprende. — Ten un poco más respeto, tu padre es un hombre honorable. Le a costado mucho estar donde está. Avergonzarte deberías por tanta altanería que nos haces pasar. —me reprocha.
— ¿Querer casarme con un hombre al que ame son altanerías, madre? —le pregunté.
— Válgame, pero si vuelves con lo mismo. Eres demasiado joven para entender que no es amor lo que sientes por ese canalla. ¿Aún crees que regresará por ti? —me dice dócilmente. Quisiese que sí. — Mi pequeño ruiseñor, los tipos como ese pocas veces saben lo que es el amor. —susurra acariciando mi cabello.
— ¿Me dejarías a solas, madre? Necesito terminar de arreglarme. —le pedí. Con gesto indeciso accedió a marcharse. — ¿Debería contarle algo a Jae? —me pregunté a mi mismo en el espejo. — Después de todo, él sabe que no lo amo y es un buen hombre. Él entenderá. Debe saber que te estoy esperando, mi dulce ángel. Así tenga que huir, estarás a salvo. —susurro, acariciando mi vientre.]
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Despierto. Con un gran dolor en la nuca y espalda. Tengo que estirarme un par de veces extras para poder desenredarme de las sábanas. Vaya sueño tan extraño el de anoche. Creo que leer literatura privada hasta altas horas de la madrugada, no resultó buena idea del todo. Y por cierto... ¿dónde está?
Busco el diario, por debajo de la cobija y las almohadas. ¡Ahí estás! Lo observo un largo rato. ¿Qué hago con el? Por la última página escrita, supongo que es toda una historia trágica y clásicamente cursi. Pero curiosamente no puedo evitar el hormigueo en las manos por volver a abrirlo. Está cosa me provoca algo, no sé que es exactamente, pero lo hace. ¿Es como si...? No que tontería tan grande.
Lo aviento de nuevo bajo la almohada y preparo mis cosas para el comienzo de las clases de equitación. ¡Ja! Por fin algo bueno en este lugar. Desde que recuerdo, siempre me han gustado los caballos. No es por alabarme pero soy muy buen dibujante, mi cuaderno está lleno de ellos. Son unas criaturas magníficas y aprender a montar sería genial.
...
— Deben tener cuidado con las órdenes y los azotes. Están algo nerviosos y no queremos un accidente ¿estamos de acuerdo? —nos explica el profesor Richards, mientras caminamos hacia las caballerizas, ubicadas tras el colegio. Nathan lo hace pacientemente, ya que la mayoría está poniendo más atención a su persona, que a las indicaciones que está dando. Es algo raro considerando que es un beta, pero también es cierto que la falta de alfas no mejora la situación.
— No alcanzarán los caballos para tantas hormonas. ¿Tiene encantado a medio instituto no? —murmura, Taehyung. Leyendo mi mente.
— Sí vamos, es apuesto pero es... Algo mayor. —susurro bajito. Tae me sonríe socarrón y con los ojos entornados.
— ¿No te mordiste la lengua, cariño? —farfulla cáustico. Tiene razón, creo que me mordí más de 20 cm. YoonGi pasa de cien. Obviamente eso él no lo sabe. Le saco la lengua, mostrándole lo larga que es.
— Recuerden que la fusta no es para castigar al animal, sino para indicarle la velocidad a la que quieren o necesitan ir. —prosigue Richards.
Por fin...Dios que belleza!
¡Y que enormes! Me tiemblan las piernas al verlos.
— Acérquense por favor. Pueden elegirlo o mejor aún, ¿Sabían que esta especie es muy inteligente y leal? Se dice que ellos, presienten las vibraciones de las personas y de esa forma identifican a su amo. —nos dice.
Hay quince bellísimos caballos pura sangre, enormes y blancos que un par de señores sacaron de las caballerizas frente a nosotros. Uno para cada quién. ¡Ay! ¿Elegir? Son preciosos. Me acerco despacio a uno de ellos y acaricio su melena. Es tan suave, larga y sedosa. Deslizo mi mano por su lomo, su piel es casi lisa e igual de suave. Dios, es increíble, jamás había tenido uno tan cerca.
Miro hacia arriba, hacia sus grandes, bellos ojos negros de largas pestañas. Acaricio lo poco que alcanzo de su cabeza. Pero de pronto, el caballo repara, levantándose en sus patas traseras. ¡Rayos! Retrocedo exaltado. Richards se acerca e intenta sujetar las riendas para calmarlo.
— ¡Oh! Tranquilo, tranquilo. —le dice tomándolo de la mandíbula.
— ¿Qué le hiciste? —me pregunta Tae.
— Nada. —susurro.
— Si quieres toma el mío. —me dice pasándome la rienda del suyo. Pero pasa lo mismo, el caballo relincha y se hace para atrás.
Lo que faltaba, me odian los caballos. ¡¿Por qué?!
— Creo que no somos los únicos a los que no le cae. —alcanzo a oír a, Woozie, el otro amigo de Jeonghan, Jun y Joshua.
Apesar de estar a varios metros, lo escucho burlarse. ¡Arpía enana! Lo admito, no esperaba esto. Mi animal favorito me detesta y para colmo esos idiotas están en esta clase. Definitivamente este no es mi día. Un calor abrumante se apodera de mi cuerpo, un horrible sudor frío me hace tiritar y por un instante veo doble.
— Señor Park, ¿se encuentra usted bien? Está muy pálido. ¿Lo lastimó? —me pregunta, Richards un poco preocupado.
— No... No me siento muy bien. ¿Puedo retirarme? —susurro. Extrañamente no puedo decir nada más, se me a secado la boca y comienza a faltarme la respiración.
— ¡Señor Park! —grita él.
— ¡Jimin! —grita, Taehyung, corriendo hacia mi, con el rostro casi blanco.
Mi cuerpo súbitamente se vuelve tan pesado como el hierro y el suelo un fuerte imán que me atrae hacia él con violencia.
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—- Jimin... Jimin despierta por favor. ¿Segura que está bien? —le pregunta Jin a la enfermera Adams.
— Tranquilo, ya está reaccionando. —escuché decir a Richards.
Con la vista algo borrosa, lo distingo poniendo sus manos en los hombros de mi hermano para reconfortarlo.
— ¿Q-qué pasó? —le pregunto a todo mundo.
— Te desmayaste, cariño. —me dice Adams, intentando parecer tranquila. Pero aún y con todo lo mareado que me siento soy capaz de darme cuenta. — No parece nada serio, pero me gustaría hablar contigo... En privado. —dice en tono raro.
— ¿Por qué? —inquiere Jin.
— Sólo será por un momento, por favor. —pide de nuevo. Jin parece no querer hacerlo, pero le hago saber con la mirada que estaré bien. Sólo entonces él y Nathan salen de la enfermería.
— Ven, cariño. Siéntate. —me señala. Con su ayuda logro pararme de la camilla y me siento en un pequeño sillón frente a su escritorio.
— ¿Sucede algo?
— Aún no lo sé. —dice entre rodeos. Ella se sienta tras su escritorio, mirándome con empatía. — Querido, has estado algunas veces ya en mi enfermería esta semana. Males estomacales, desorden del sueño, mareos y ahora desmayos. ¿Padeces alguna enfermedad de la cual deba preocuparme? ¿Anorexia, bulimia o tal vez anemia? —me pregunta preocupada.
— Para nada. Siempre he tenido buena salud. —respondí. Ella asiente.
— Bien, si no es eso... No quisiera alarmarte pero, me he dado cuenta de algo, que quizás el profesor y tu hermano no pudieron por su condición. —ella tomó mi mano por sobre el escritorio entre las suyas. — Tu olor es fuerte y muy dulce... aún para mi. A tú edad los omegas ya son muy fértiles. Dime... ¿estás en cinta?
— ¡¿QUE?! NO... —suelto una risa, aunque más que nada es nerviosa y toda la sangre se me va del rostro. ¿Yo? ¡Embarazado!
— ¿Tú celo está en orden últimamente? —continúa preguntando. Pasan los segundos y al ver que no le respondo, ella asiente de nuevo y saca algo de su cajón. — Podemos verificarlo ahora, sí gustas. —me dice, Adams, mostrándome una cajita rosa. Oh carajo. Es una prueba instantánea de embarazo.
No puedo estar embarazado.
No es posible.
No lo es.
No...
— ¿O prefieres un examen completo? —añade. Me he quedado en blanco.
No puede ser, no e estado con nadie más. YoonGi es el único y eso es imposible. Aunque... Eso no quita que el fuese un alfa.... Pero.... Dijo que no era viable. ¡No!
— ¿Sigues aquí, cariño? —pregunta en tono dulce.
— ... Sí.
— Por lo visto no sería muy buena noticia, ¿cierto? Pero deberías salir de dudas. Puedo hacerlo yo si lo deseas o Toma, por allí está el baño. —señala una puerta blanca. Estiro la mano despacio, tomando la cajita.
Me estremezco todo con sólo tocarla. Dios... Me levanto en dirección al baño. Estoy en automático. Me siento en el retrete, con la tapa aún bajada y miro un largo rato el aparato blanco. No, insisto, es imposible. No hay de qué preocuparse, hazlo.
Las pruebas de embarazo para los omegas es muy diferente a una cualquiera. El aparato asemeja a los que se usan para medir el nivel de glucosa en la sangre, sin embargo, en lugar de pincharse el dedo con la pequeña aguja, la extracción debe hacerse de la parte baja del vientre. Que horror. Bajo un poco mi pantalón, levanto mi camiseta y retiro la tapa e intento hacerlo, pero simplemente estoy tan nervioso que me cuesta más de lo normal.
Al fin lo logro, presiono el pequeño botón, el cual hace un sonido al entrar la aguja. Mierda. Duele un poco. Lo quito, me coloco la ropa en su lugar y salgo hacia los lavamanos. Abro el grifo, me lavo las manos y mi cara mientras espero a que pasen los minutos. Aunque ciertamente los segundos me parecen horas. Miro el aparato. ¿Qué se supone que significaba el rosa o el azul?
Lo olvidé. Soy tan cobarde que envuelvo el aparato en una toalla de papel y salgo del baño sin verlo.
— ¿Y bien? —pregunta, Gigi. Se lo entrego.
— Olvidé el significado, ¿me lo diría usted? —farfullo a trompicones. Ella lo desenvuelve, lo mira y me sonríe.
— Aún está en blanco. Espera un minuto más. —dice y agita el aparato un par de veces. — Oh, ya está... —musita.
¡Maldición, hable ya!
— ¿Qué salió? Dígame por favor. —le exijo exaltado. Ella mira el aparato otra vez y luego a mi.
— ... Si estás en cinta. —informa.
¿QUE? ¡NO, NO PUEDE SER!
Caigo sentado en la silla. ¿Cómo?! Bueno... Sé cómo... Pero...
— A través de los niveles de hormonas en tu cuerpo y sangre, estas pruebas muy pocas veces se equivocan, aquí dice también el tiempo aproximado de gestación. —prosigue. — tres semanas aproximadamente. — Sé que es una noticia fuerte, pero te espera una decisión aún más difícil, ¿planeas continuar con él? —pregunta seriamente. — Si decides que no, estas a tiempo. Nadie te juzgará, cariño. Las leyes han cambiado, los omegas tenemos derechos.
Caray... ¿se refería a abortar? No lo sé, no creo poder hacerlo.
— Yo... No lo sé. No podría... —logro susurrar.
— Deberías hablarlo con tu hermano...
— No... Por favor no le diga nada.
— ¿Entonces, el padre? —pregunta. Como es costumbre en los últimos minutos, me he quedado en silencio. Ella continúa. — Espero tomes la decisión correcta. Mientras tanto, te daré este suplemento. —ella saca un frasquito del otro cajón. —Este es acido folico, te ayudará a fortalecerte tanto a ti como a él. Tómala después del desayuno ¿sí? —me indica.
¡Dios, dios! ¡Estoy embarazado! Todavía no lo creo. ¿Cómo puede ser? Asiento lentamente aceptando el frasco.
— G-Gracias... —balbuceo. Y salgo de la enfermería.
En el pasillo, Jin está que se para de pestañas. En cuánto me ve, se abalanza sobre mi.
— ¿Qué pasó? ¿Qué quería? ¿Por qué tardaste tanto? —me bombardea. No puedo contarle, no quiero decirle nada todavía.
— Nada, no pasó nada. Sólo quería saber sí no soy anoréxico o algo así. —le miento con lo primero que se le ocurrió a, Adams.
— Claro que no.... ¿o sí? —inquiere repentinamente asustado.
— No. Es sólo, todo esto. Todo lo que a pasado en estos días, ya sabes. No a sido fácil. —le dije. Él me abraza.
— Lo sé, tienes razón. Perdona que te este enchinchando tanto, sabes que me preocupo. —me dice. Sonrio por primera vez desde hace horas. Seokjin y sus palabras raras.
— Claro, si me explicas, ¿que es enchinchar? —le dije cáustico.
...
Esa misma noche, los pensamientos me devanan el cerebro. No puedo tapar el sol con un dedo. Tengo que decírselo a ambos. Dicen que la verdad tarde o temprano sale a la luz y... No quiero dar a luz para que se sepa la verdad.
Por alguna extraña razón, logro conciliar un profundo sueño.
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MIN∆BRIL
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