Capítulo 10
.
.
.
— Definitivamente, no quitan la vista de encima, Minnie. —murmura, Jennie.
Cómo cada miércoles y a pesar de los acontecimientos, las clases han continuado su curso con normalidad. Antes de empezar el entrenamiento de voleibol nos encontramos haciendo los ejercicios de calentamiento en la duela del gimnasio. Realmente no me enorgullece el que me hayan nombrado capitán del equipo, pero por más que intenté, fue imposible declinar.
Joshua y Woozie "los amigos" de Jeonghan y Jun, siguen aprovechando cada oportunidad que tienen para hacerme sentir mal y francamente están cansándome. Hoseok sostiene mis piernas mientras hago abdominales, Jennie a Sunmi y Taehyung está comiendo frituras tranquilamente, alegando que se había lastimado un ligamento de la muñeca, por lo cuál no jugaría ésta vez.
— Muy bien, chicos. Empecemos ya. —indica la entrenadora Miller, haciendo sonar su silbato.
Rápidamente tomamos nuestras posiciones. El inicio del juego es bastante tranquilo, sin percances; pases largos y saques flojos, consiguiendo nuestro primer punto. No es hasta el segundo asalto que por fin parecieran tener vida. El chico pelirrosa, Joshua, duplica la fuerza de sus saques y nos toman por sorpresa, golpeándonos a todos en cabeza, torso y piernas sin siquiera poder meter la manos para evitarlo. Esto parece más un partido internacional de quemados que voleibol convencional. Ese chico me tiene harto. Sus pases laterales han mandado a la banca a, Sunmi con el rostro inflamado. Recojo el balón del suelo y lo golpeo con fuerza, pero él salta, interceptándolo y automáticamente sale rebotando directo hacía mi cara. Caigo en el piso una vez más, sobando mi enrojecida mejilla. ¡Esto para aquí! Me levanto de inmediato e iracundo en dirección a ellos.
— ¿Qué es lo que pasa contigo?! ¿Quieres pelear florecita? —exclamo bravucónamente al empujarlo por los hombros. El chico más bajo está detrás de él así que cuándo lo vuelvo a empujar, choca con Woozie y éste cae al suelo. Fue un daño colateral. La entrenadora hace sonar su silbato.
— ¡Hey! Nadie peleará aquí. —ella se interpone entre ambos. — No sé qué es lo que se traigan ustedes dos, pero sea lo que sea, no lo quiero en mi gimnasio. ¡A las regaderas, ahora! Se terminó la práctica. —nos reprende.
De mala gana y sin despegar nuestras miradas todos nos dirigimos a las regaderas.
— Es obvio que ciertas personas no conocen los modales ni la etiqueta. —le cuchichea una chica a, Joshua, que va delante de nosotros.
Y lo admito, le hice una seña obscena con ambos dedos corazón de las manos mentalmente. ¡Malditas inglesas desabridas y sus supuestos modales refinados! ¿Quiere que le pateé su patético y británico trasero? Puedo hacerlo y sí sigue calentándome lo lograra.
Minutos más tarde al salir de bañarnos y con la cabeza más fría, he estado pensando que una pelea no sería lo más conveniente. Lo único que conseguiría es empeorar la salud de Jin y eso no sería bueno. Debo
enfrentarlos, pero de otro modo. Espero afuera del baño a que Joshua salga y, aunque quisiera negarlo, me encanta la cara de terror que ha puesto.
— ¡No me golpees o...!
— No te golpearé. —lo interrumpo. — Sólo quiero dejar las cosas en claro. Escucha, lamento mucho lo que le pasó a tus amigos, pero tienes que entender que no fue mi culpa. Aquello, fue solo un partido y nada más. No tengo ningún motivo para querer lastimar a nadie, ¿entendido? —le dije y él prácticamente salió huyendo de las regaderas cuando lo suelto y me hago a un lado.
...
Una de las cosas que hago cuando no tengo nada que hacer, es jugar con mi celular, Los días son tan largos y las noches con él tan cortas, ¿no podrían ser al revés? Lo de la otra noche fue increíble;
["—Ven conmigo. —me dice en tono tranquilo, pero imperioso.
Me abrazo a su cuello y enredo mis piernas a su cintura. Entonces se mueve, muy rápido, a una velocidad increíble. Es tan potente, que el aire choca contra mi rostro y alborota mi cabello, obligándome a cerrar los ojos. Siento, más que escucho su respiración, está un poco agitada, como si estuviera corriendo o saltando. Sus brazos se mueven con rapidez y habilidad. Después de un poco, él se detuvo.
— Dame tus manos. —me pide y aunque no quiero soltarlo, obedezco lentamente.
Toma mis manos y me gira en torno a sus caderas, sin bajarme. Oh sí, puedo sentirlo. Tan sólo con eso mi cuerpo reacciona.
— Abre los ojos. —me pide. Y lo hago despacio.
Lo miro sonriéndome ligeramente y haciéndome un breve, casi imperceptible señal con la cabeza para que gire la mirada. Así lo hago. ¡Madre mía! Me abrazo a su cuello lleno de pánico.
— Tranquilo, no te soltaré —me dice suavemente, mientras arranca mis manos y cara aterrada de su pecho.
— Creí que me llevarías a tu cama... —le reclamé al mirarlo. Él vuelve a sonreír.
— Quiero que veas esto primero. —murmura y muy despacio comienza a darme la vuelta. Obligándome a soltar su cintura también.
Estoy sentado en la barandilla de la torre de agua y mis piernas quedan colgando en lo intangible. Se coloca tras de mí, agarrándome únicamente de las manos, pero al instante, me suelta. ¡Oh por dios! El aire sale de mi cuerpo e instintivamente pesco su camisa para tratar de sostenerme y no caer al vacío. Pero entonces, siento sus brazos envolviéndose en mi cintura. La tranquilidad regresa a mi un poco después de que me sujeta.
— No lo haré, no te soltaré. Prometí jamás hacerlo y jamás he faltado a una promesa. —murmura en mi oído, al poner su cabeza recargada en mi hombro.
Su respiración me hace cosquillas en el cuello al inhalar profundo. Es una buena sensación. Me llena de paz, de dicha, me siento completo, en casa. No puedo explicarlo. Me siento protegido. Frota su nariz sobre mi piel, olfateando y deja un par de besos en mi clavícula. Si no supiera que él es un vampiro, pensaría que me está proclamando sólo suyo. Su pequeña nariz es fría, parece un tierno gatito.
— ¿Qué haces? —le pregunto un poco divertido. Inhala nuevamente mi hombro y besa el mismo sitio en que me mordió anteriormente. Juraría que mi piel punzó en ese instante.
— Tu olor...
— ¿Mi olor?
— Es diferente... Más, dulce. ¿Cambiaste de loción? —pregunta, sin dejar de hacer lo que hacía.
— No...
— Me encanta. Hueles a moras frescas y roble. Me gusta. —él me abraza fuerte. — No quiero soltarte nunca, mi dulce cachorro. —susurra, enterrando su rostro en el espacio de mi hombro y cuello. Sonrío. Jamás me habían llamado así... Es tan... Tierno.
~Jamás lo hagas. ~
Musito, rogándole silenciosamente con la mirada. Realmente no sé si podría acostumbrarme a la idea de no verlo. Alejando el hecho de estar a tantos metros de altura y despegado del suelo, la vista es espectacular. El pueblo está a menos de medio kilómetro, hundido entre las laderas de Highgate bowl, a 114 kilómetros sobre el nivel del mar según sé, que apenas se distinguen en la oscuridad que deja la tarde. Y en los alrededores, las llanuras y los árboles bajo la niebla blanca de los tres bosques antiguos lo rodean.
— Quiero disfrutar más de ti, no sólo en mi cama. —murmura aferrándose fuerte. Y por más que lo odie, me siento tan seguro, resanado. El único lugar en donde quiero estar."]
Tocan y llaman a mi puerta, sacándome de mi ensoñación.
— Pase, quien quiera que sea. —dije desde mi cama.
— Hola. —dice Jin. Él trae un paquete pequeño en las manos al entrar.
— ¿Y eso? —le pregunto curioso. Se acerca y se sienta a mi lado.
— Llegó hace rato. Lo mandó la tía Soon.
— ¿Qué es?
— Aún no lo sé, quería abrirlo contigo. Traía una nota y ... Jimin tengo que decirte algo importante. —me dice serio y un poco extraño. Hay ansiedad en su voz.
— Dime.
— ¿Recuerdas nuestra casa en philadelphia? Pues... Fue vendida.
— ¡¿QUÉ?! ¿Por qué? —pregunto alterado. Él suspira.
— Jimin, yo... La hipotequé hace casi tres años, para ayudarnos, pero no pude pagarla. Es por eso también que acepté la propuesta de la tía. Si no te lo dije antes, es porque ella me pidió esperar, quería recuperarla para nosotros pero los trámites se movilizaron demasiado rápido. Fue vendida y los nuevos dueños se negaron a revender. —confiesa apenado y cabizbajo.
— Debiste decírmelo, era nuestra casa... ¡La casa de nuestros padres! —protesto.
— Lo se, pero era necesario. Los gastos por el funeral y la escuela me sobrepasaron. —admite tristemente. Me llena de rabia, pero, no puedo culparlo.
— Entonces, ¿ni siquiera tenemos dónde volver? ¿Qué hay de nuestras cosas, las cosas de nuestros padres? Es injusto.
— Lo siento.... ¿Quieres abrir la caja? —pregunta. Qué más queda.
— Ya que. —musito de malas. Él rasga la envoltura y abre la tapa de la caja. En ella hay papeles, fotografías, joyas de la abuela, etc. Levanto una foto de los cuatro juntos. Oh... Mamá, papá. Los extraño tanto.
— A veces, aún sueño con aquel día. Es, tan real, recordar los vidrios cortandonos. —murmura y toca una de sus cicatrices en el hombro. — ¿Los recuerdas? —pregunta melancólico.
— Bastante... —susurro.
Esa noche regresábamos felizmente de una presentación teatral en la secundaria, en la que Jin y yo actuamos. Platicabamos y reíamos mientras esperábamos a que la luz del semáforo cambiara del rojo. Recuerdo la bella sonrisa de nuestra madre, sonriéndome a Jin y a mi, las bromas de mi padre y los planes que haríamos en nuestras próximas vacaciones. Cuándo papá aceleró y la luz cambió al verde... Una camioneta en el lado contrario del cruce se impactó contra la nuestra a toda velocidad, por el costado derecho.
Mi madre, que iba en el asiento delantero del copiloto, murió al instante. El choque provocó que nuestra camioneta volcara varios metros un par de veces. Los vidrios del parabrisas implosionaron proyectándose hacia todo. Gritaba, gritaba desesperado. Intenté mover a, Jin, él tenía algunos vidrios en los brazos al intentar protegerme. Sólo algunos se incrustaron en mis piernas. No podía parar de gritar y llorar. Jin despertó y trató de hacerme volver en mí, me sacudió por los hombros, él también lloraba.
— ¡Jimin! ¡Jimin tenemos que salir!
— ¡Noo! ¡Mamá, papá! —grité lleno de pánico, estaba en shock e intentaba moverlos.
— Chicos, tienen que salir de aquí... ¡Por favor salgan! —exclamó nuestro padre, pendiendo del techo, había quedado atrapado por el cinturón de seguridad. Jin se arrastró hasta la ventanilla y salió de la camioneta.
— ¡Dame la mano, Jimin! —gritó desde afuera, ofreciéndome su mano, la tomé y salí con él.
Los pedazos del cristal cortaban mis palmas y mis rodillas. Los paramédicos llegaron minutos después, pero, nuestro padre murió al día siguiente en el hospital, ya que para variar, nos enteramos de que previamente le habían detectado un aneurisma cerebral del cual no teníamos la menor idea. La vida se ensaña con quienes menos lo merecen. Durante algunos meses después del accidente, estuve hundido en depresión. No hablaba, casi no comía ni dormía y menos iba a la escuela. Fue un tiempo realmente difícil y sigue siendo difícil olvidarlo.
— Lo recuerdo bien, es algo que por más años que pasen, jamás lo olvidaremos.
— Sí. En especial tú, Jimin. Pasaste un buen tiempo recluido en la oscuridad... ¡Igual que tu cabello! —se burla.
Realmente hubo un antes y un después en mi luego del accidente; Antes era... Un chico feliz, aunque no me daba cuenta que eso significaba para muchos ser un tonto. Después del luto, el negro se volvió mi color favorito. Me volví el chico darky, malas compañías, piercings en ceja y nariz, nada extremo y real debo decir, ya que fui un cobarde. Abusaba del delineador de ojos, además de que he estado tiñéndome el cabello de negro intenso desde entonces.
Al principio lo hice como una protesta contra, Jin por no dejarme trabajar y por qué estaba tan enojado, que no me quería parecer a él. Infantil, lo sé. Pero desde que arreglamos nuestro asunto hace un par de meses, me hizo prometerle que no volvería a hacerlo y no lo he vuelto a teñir. Aunque mis raíces castañas están comenzando a descubrirse. No me agrada mucho la idea de ser castaño claro.
— ¿Qué me dices de ti? Te hice la vida imposible. —le digo sinceramente. Él se acerca y me abraza. Y me acurruco como un pequeño cachorro en su regazo.
— Lo soportaría de nuevo de ser preciso.
Tres años antes...
— ¡Park Ji min, por favor!
— ¡YA ESTOY HARTO SEOKJIN! ¡No eres nuestra madre! —grité huyendo de él por la habitación.
— ¡Ya lo sé!
— ¡Entonces déjame ayudarte! Déjame trabajar...
— Jimin... —susurró, apretando el puente de su nariz con frustración. — Ya hablamos de esto y por última vez... ¡no! Soy tu hermano mayor y mi deber ahora es cuidarte. Quiero que termines tus estudios...
— ¡¿Y qué hay de los tuyos?! —interrumpo furioso. — ¡También los dejaste y nada pasó! Además ya estoy a casi nada cumplir dieciséis, puedo encontrar un trabajo de medio tiempo. Alana me dijo que estaban buscando un ayudante en el cine y...
— Me importa un pepino lo que, Alana diga, ella no es mi hermana. —me interrumpió. — Ahora por favor termina tu cena y vete a tú habitación. Mañana tengo que levantarme temprano. ¡Ya deja de comportarte como un niño malcriado! —dijo, Jin al sentarse a la mesa, donde la cena se enfriaba.
— Según tú, eso es lo que soy ¡¿No?! —dije enfadado y me marché.]
...
— Por favor, no me lo recuerdes. Yo mismo quisiera agarrarme a nalgadas. —le dije cubriéndome el rostro.
— Y la verdad quería hacerlo. —dice cáustico. — Pero, entiendo perfectamente, fue un shock quedarnos solos tan rápido.
— Te amo ¿sabés? —le pregunto en voz baja, levantando la mirada para verlo. Él sonríe.
— Yo también te amo hermanito. —me responde. Él me peina con los dedos el cabello, cuidadosamente al recostarme de vuelta sobre sus piernas.
— Gracias por no abandonarme y soportarme también. —susurro.
En verdad no lo soportaría. Aparento ser fuerte pero es todo lo contrario. Él es el fuerte, a hecho tanto por mi a costa de pasar sobre sus propios sueños y he sido tan egoísta que no me había dado cuenta.
— ¿Podrías acompañarme al pueblo?
— Seguro, ¿para qué?
— Necesito comprar algo que me hace falta. —él se aleja un poco y me mira extrañamente. Como diciendo; "no me dirás ¿cierto?" Pero finalmente, acepta.
— Bien, vamos.
...
Cada día que pasa me acostumbro más al pueblo. Creí que sería más difícil aclimatarse a este lugar en ocasiones inhóspito y alejado de la voraz sociedad, pero increíblemente lo he logrado, rompiendo mi propio récord de máximo dos semanas. A pesar de estar alejado de la gran ciudad, de hecho al norte de Londres, Highgate tiene un cierto aire encantador, el cual, me fascina sus calles empedradas y sus callejones que llevan negocios. Realmente no le hace falta nada para ser feliz, en especial teniendo en cuenta que no habría conocido lo mejor en mi vida, el amor.
.
.
.
MIN∆BRIL
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro