Capítulo 7
—Pudiera comer estas galletas toda mi vida— suspiró Edan llevándose otra galleta más a la boca.
Me recosté imitando su acción y no pude evitar sonreír divertida. Era la víspera de Talay, y era una tradición que lo celebráramos Edan, Irene y yo. Habíamos colocado mullidos almohadones y cobijas en el suelo de mi habitación; frente a nosotros había una gran bandeja de dulces y postres, que habíamos devorado casi completamente.
Miramos el atardecer hasta que la luna se abrió paso en el cielo, para luego comenzar con nuestro festín.
Sin preocupaciones. Sin responsabilidades. Sólo tres amigos disfrutando de su compañía.
—¡Hey! Vas a acabarte todo el plato— Irene golpeó sin fuerza la mano del pelirrojo cuando se estiró para agarrar otro dulce.
—No es mi culpa que comas tan lento.
—No es mi culpa que comas como si el mundo se fuera a acabar hoy mismo.
Edan robó un postre de la bandeja sin importarle el comentario de Irene. —La buena comida merece ser disfrutada.
—Disfrutada, no aspirada sin piedad por ti.
—Hay otra bandeja de dulces siendo preparada en estos momentos— intervine. Sabía que Edan era amante de los postres y necesitaríamos una más.
El pelirrojo se inclinó hacia mí dejando un sonoro beso en mi mejilla. —¡Es por eso que te amo!
Irene se estiró para tomar las copas que estaban sobre mi escritorio y la botella de champagne que habíamos colado a mi habitación. El corcho salió disparado por los aires cuando Edan la abrió y luego sirvió el líquido en las tres copas.
—Propongo un brindis— me tendió una copa mientras Irene tomaba la suya y la levantaba junto a la de él. —¡Por Blair Fearghal, que por un milagro no jodió años de tradición!
—¡Y que planificó el mejor Talay nunca antes visto!— añadió Irene.
—¡Por nuestra futura reina!— brindaron al unísono chocando sus copas con la mía antes de beber.
—Espero que todo salga bien mañana— admití.
Edan buscó mi mano para apretarla levemente. —Todo saldrá perfecto, Blair. No te preocupes.
—Además, estaremos ahí para lo que necesites— sonrió la pelinegra.
Escuché la puerta de mi habitación abrirse y a los pocos segundos Cassian atravesó el marco de la puerta que daba hacia la recámara en la que estábamos.
—¿Acaso no te enseñaron a tocar la puerta?
—Lady Irene. Lord Edan— saludó ignorando mis palabras.
—No tienes permitido estar aquí— zanjé poniéndome de pie.
Finalmente el chico cruzó miradas conmigo. —Tengo que hablar contigo.
—No tengo tiempo para ti.
—Mientras antes hablemos, antes podrás volver a tu reunión.
Bufé entregándole mi copa a Edan y esquivando los cojines hasta llegar a mi mesa de noche. Tomé la daga y me volteé hacia él, antes de seguirlo hacia la habitación principal de mi cuarto.
—¿Realmente crees que venía para atacarte?— se burló.
—¿Qué quieres?— fui directa al grano.
Metió las manos dentro de los bolsillos de sus pantalones en un gesto desinteresado. —Mañana la celebración comenzará con el baile real. Tu padre espera que nos unamos después de que él y la reina hayan bailado hasta el compás de ¾.
¿Qué?
—No bailaré contigo.
Suspiró agotado. —Mañana iremos al baile juntos, tal como dicta la tradición, luego el rey y la reina abrirán el baile y en el compás de ¾ debo llevarte a la pista para bailar hasta que la canción termine.
—No me interesa lo que la tradición diga.
Apretó su mandíbula dando un paso hacia mí. No retrocedí. —¡Actúas como si yo quisiera esto! Puede que tu padre sea el rey y tú creas que tienes algún derecho a decidir, pero yo no. El rey me informó de estos detalles y los cumpliré así tenga que arrastrarte con una daga contra tu espalda.
—Mi padre no puede decidir con quién bailo y con quién no.
Cassian estaba perdiendo la poca paciencia que tenía.
—Por si no lo recuerdas él está en la cima de la jerarquía, lo que significa que todo lo que él desee son órdenes para mí. Si tengo que llevar a una terca princesa al baile, así será.
—Pareces olvidar que yo estoy por encima de ti en jerarquía— ataqué —, no me interesa lo que tengas que decir.
—Las órdenes vienen de parte del REY— enfatizó—, tienen más valor que la rabieta infantil de una niña mimada.
Di un paso hacia él. —Cuida tus palabras, Lord.
—Lamento interrumpir— Edan entró en la habitación—, pero será mejor que te vayas.
Cassian se volteó hacia él. —Esta discusión está muy por encima de tu rango, Lord Edan.
—La princesa ya escuchó lo que venías a decir— no se inmutó ante su comentario. —No es necesario que hagas perder más su valioso tiempo.
Antes de que Cassian pudiera contestar hablé. —Retírate Lord Cassian, es una orden.
Él sabía que al utilizar esas palabras no tenía más remedio que obedecer, sobretodo porque teníamos compañía que podían ser testigos de su desacato. Salió a paso veloz de la habitación y finalmente suspiré cuando sus pisadas se dejaron de escuchar por la lejanía.
Edan tomó mi mano y me guió de vuelta a mi sitio entre los cojines. Era claro que habían escuchado toda la conversación, pero ninguno tocó el tema, lo cual les agradecí de corazón. Bebí un largo trago de mi copa que luego fue rellenada en silencio.
—Bien— Irene rompió el silencio—, ¡Es momento de los regalos!
Edan se sentó junto a nosotras con dos bolsos de loneta negra y le pasó uno a Irene, la cual sacó dos paquetes decorados impecablemente con un envoltorio azul bebé y un lazo dorado y otro verde. Nos tendió los regalos con el lazo correspondiente a cada uno y le sonreímos en agradecimiento.
Me indicaron que lo abriera y rasgué el papel hasta encontrarme con una caja de madera. Al abrirla chillé de emoción al ver lo que contenía; sobre la almohadilla de gamuza roja estaban colocadas dos dagas con llamas grabadas en su hoja. Las mismas que había visto días atrás en el mercado.
—¡Son hermosas!— la abracé.
—Cuando las vi supe que serían el regalo perfecto.
Me giré hacia el pelirrojo. —Las vimos aquel día en el pueblo.
—Si. Irene ya las había comprado para ti y no podía permitir que tú te compraras otro par. Deberían darme un premio por mantenerte alejada de ahí.
—¡Me encantan!— les di la vuelta comprobando su peso y los detalles del mango dorado.
Irene le pidió a Edan que abriera su regalo y el pelirrojo casi la taclea con un abrazo cuando descubrió que era una nueva capa aterciopelada de color verde, como su corte.
—¡Gracias! ¡Gracias! ¡Gracias! Ahora no tendré que llevar la vieja capa de mi hermano a la fiesta de mañana.
—Sabía que te gustaría— rió. —Aunque deberías pedirle a tus sastres más ropa en vez de usar la de tu hermano.
—¿Y perder 5 horas de mi preciada vida mientras me toman las medidas? No gracias.
—Eres un dramático— me burlé.
Edan abrió su bolso y sacó dos regalos, nos los entregó y sonrió emocionado mientras nos veía abrirlos. A Irene le regaló 3 libros de fantasía sabiendo su amor por la lectura, y pude jurar que a la chica se le empañaron los ojos al verlos. Abrí la caja que reposaba en mi regazo y saqué un precioso collar con un dije de oro con forma de corazón.
Abracé a Edan con tanta fuerza que lo tumbé al suelo y entre risas me ayudó a incorporarme, dándome la mano para guiarme hacia el espejo de mi habitación.
—No es solo un collar— explicó dándole la vuelta.
Había una runa grabada en él.
No distinguí la runa. —¿De qué es?
Me respondió con una sonrisa sacando el collar de su caja y colocándose detrás de mí para ponérmelo frente al espejo. Aparté mi cabello hacia un lado y colocó el collar alrededor de mi cuello abrochando el pequeño broche. No quité la mirada de su rostro en el espejo hasta que sus ojos se abrieron en asombro.
Edan seguía reflejado en el espejo y luego bajé la vista hacia la chica de pie frente a él. Otros ojos me devolvieron la mirada.
Una chica de cabello rubio, ojos oscuros, y rostro delgado se reflejaba frente a mí. Subí mi mano hasta tomar un mechón de mi cabello y me sorprendí al no encontrar el clásico color castaño sino un rubio cenizo.
—¿Qué...?
Edan se inclinó hacia mí. —Es una runa de transformación— susurró.
—Esa soy yo...— murmuré impactada mirando el reflejo.
Asintió. —Sé que adoras ir al pueblo y cada vez es más difícil por los riesgos, así que se me ocurrió que podías ir de incógnito con una runa de transformación.
—¿Cómo...? ¿Cómo lo lograste?
Sonrió. —Tuve que hacer un pequeño viaje a la Corte Negra y sobornar a un maestro de runas para que la grabara en el collar. Créeme que no fue nada bonito visitar aquel sitio.
Me volteé hacia él y rodeé su torso con fuerza. Me devolvió el abrazo con el mismo sentimiento. —Es perfecto.
—El efecto de la runa solo dura un par de horas, luego volverás a tu forma normal, pero asumí que ese tiempo era suficiente para que pudieras ir a pasear.
—Gracias, Edan.
—Siempre a la orden, castaña.
Busqué los regalos ocultos detrás de un sofá y se los entregué. A Irene le había comprado una pluma y varios libros en blanco para que pudiera continuar escribiendo más historias. A Edan le regalé una espada con una esmeralda del color de su corte en el mango. En la hoja estaba tallado su apellido "Kline".
Las horas pasaron y cuando sonaron las campanadas de la medianoche Irene se puso de pie. —Ya es hora de que me vaya— anunció.
—¿Segura que no te puedes quedar a dormir?— pregunté.
—Debo comenzar a prepararme para la fiesta desde la mañana, ojalá pudiera.
—Agradezco ser hombre y estar listo solamente con una camisa blanca y un pantalón— Irene le lanzó un almohadón el cual atrapó ágilmente.
—Tú si te quedas, ¿no?— le pregunté al pelirrojo.
Edan se recostó sobre las almohadas colocando los brazos detrás de su cabeza. —Blair Fearghal, ¿Qué clase de propuesta indecente me estás haciendo?— casi no podía contener su risa—. ¿Qué diría la gente si supiera que me quedé a dormir en tu habitación?
—Idiota.
—Tampoco es la primera vez que un chico se queda aquí— comentó Irene siguiéndole el juego, —¿Cómo se llamaba aquel chico, el hijo del duque del reino de Chamsley?
—¿Rivo? ¿Tiko?— probó Edan.
—Nikko— murmuré volteando los ojos.
—¡Nikko!— exclamó Edan ganándose un golpe de mi parte. —¿Y cómo se llamaba el otro chico...?
Irene se llevó la mano a su barbilla mientras pensaba. —¿Matthew?
—No no, el que tenía un tatuaje en el brazo.
—¿Asher?
—¿No tenías que irte a tu casa?— me levanté empujando a mi entrometida amiga.
—¡Cole!
Le di su bolso. —¿Acaso hace falta que les recuerde a ustedes también sus encuentros privados?
—Solo nos preocupamos por ti— Edan hizo su mejor intento de sonrisa inocente.
Logré arrastrar a Irene hasta la salida antes de que siguieran nombrando chicos. Las risas del pelirrojo todavía podían ser escuchadas desde ahí.
La estreché entre mis brazos. —Nos vemos mañana.
—Seguro— sonrió. —Me dijeron que Easton vendría a la fiesta de mañana— comentó antes de huir de la habitación.
Cuando volví a mi recámara Edan sonreía de oreja a oreja. —¿Easton?
—No deberías escuchar conversaciones ajenas, ¿sabes?— comencé a recoger las bandejas y platos vacíos del suelo.
—¿Quién es Easton?— me ignoró.
Solté un suspiro cansado sabiendo que no dejaría pasar el tema. —Un duque de Chamsley.
—¿Y cuántos años tiene?
—Veintidós.
Me ayudó a apilar todas las cosas mientras continuaba con sus preguntas y comentarios pervertidos. Irene y Edan siempre eran así cuando de chicos se trataba, y estaban más interesados en mi vida sexual que en la de ellos.
—Tengo un regalo más para ti— confesé cuando todo ya se encontraba arreglado.
(...)
Al día siguiente todo era un caos.
Las doncellas corrían de un lado a otro llevando platos, cubiertos, copas, flores, manteles, jarrones, y millones de cosas más. Llevaba horas dictando órdenes y dando los toques finales a los preparativos para la fiesta. Escuché a los músicos practicar la balada clásica de Alderidge, que sería la canción que bailaríamos para dar apertura a la celebración.
Finalmente había logrado ver las cortinas que tanto problema causaron, y tenía que admitir que se veían hermosas.
Me alejé hacia el ala de las habitaciones del palacio, y seguí las risas y la música hasta llegar al cuarto de Adeena, que había convencido a sus doncellas para hacer una competencia de baile en ella.
La pequeña bailaba, o saltaba, moviendo las manos de un lado al otro y tratando de imitar a las otras tres chicas que bailaban con ella. Me recosté en el marco de la puerta admirando el espectáculo y no pude evitar sonreír. Una cuarta figura apareció, mi madre. Tomó de las manos a Adeena y dio vueltas con ella mientras saltaban al ritmo de la canción y reían sin parar.
Ninguna estaba arreglada ni vestida, y tampoco parecía importarles el hecho de que faltaban tres horas para el baile.
—¿Se puede saber qué es todo esto?— ninguna había reparado en mi presencia hasta ese momento.
—¡Blair!— chilló la pequeña corriendo hacia mí para abrazarme.
Mi madre sonrió. —Es una competencia de baile.
—¿Y por qué no me invitaron?— fingí indignación.
Adeena tomó mi mano y me arrastró hacia el centro de su cuarto, donde la música nos envolvió en una danza improvisada en la que dábamos giros y pequeños saltos tomadas de las manos. No supe en qué momento mi madre y las doncellas se unieron, creando un gran círculo que giraba y giraba entre risas y cantos.
Hice una pausa para tomar aire. —Lamento informarles que quedan menos de tres horas para el baile.
Mi madre depositó un suave beso en la cabecita de la pequeña antes de despedirse y acompañarme hacia el pasillo. Nuestras habitaciones quedaban en extremos opuestos, así que me dio un cariñoso apretón de manos antes de alejarse.
Mis doncellas ya me esperaban en mi habitación cuando llegué, habían preparado la bañera y estaban organizando los vestidos, accesorios y zapatos para elegir. Después de lo que pareció una eternidad terminaron de ajustar el vestido dorado y comenzaron con el proceso de maquillaje y peinado.
Amaba a mis doncellas, eran divertidas, amables, simpáticas, y adoraban hablar sobre los rumores y cotilleos del reino.
—Dicen que el conde de la Corte Amarilla estaba buscando una excusa para no venir a la fiesta de hoy— susurró Anne, la chica que estaba rizando mi cabello para el peinado.
Otra de las doncellas asintió rápidamente. —Después de los rumores de que su esposa tuvo una aventura no quiere aparecer ante el público.
—¿Aventura?— no pude evitar preguntar intentando no moverme mientras la tercera chica me maquillaba.
Asintió. —Según los rumores estaba teniendo una aventura con el hijo del hermano del Conde.
—¿¡Qué!?— chillaron las otras dos.
—¿Cuántos años tiene él?
—Treinta y dos. Es una locura.
Anne recogió mi cabello en un elegante moño y me indicó que me levantara para poder ver el producto final, ya con el maquillaje, peinado, accesorios y zapatos. Me acerqué al espejo y me ruboricé ante los halagos, chillidos y silbidos de las tres chicas a mis espaldas.
Les agradecí y unos segundos después unos suaves toques sonaron en la puerta. —Kye— saludé al ver a el capitán de la guardia del otro lado.
—Princesa Blair. Vengo a escoltarla al baile, sus invitados ya están llegando.
Asentí despidiéndome de las doncellas y entrelacé mi brazo con el del capitán mientras me guiaba por los pasillos hasta llegar al salón principal donde se llevaría a cabo el baile. Mis padres ya estaban ahí, junto con Adeena, mientras esperaban a que anunciaran nuestra llegada para poder entrar por las grandes puertas de madera.
—Te ves hermosa— sonrió mi padre dándome un beso en la mejilla.
—Ustedes están increíbles— me incliné hacia Adee. —Eres la princesa más hermosa que he visto.
Llevaba puesto el vestido dorado que le había mandado a hacer Edan para la fiesta. —Gracias.
Mi madre tomó mi mano en un gesto cariñoso, seguramente intentando calmar mis nervios. Cuando escuchamos la voz indicándonos que era momento de nuestra entrada mi madre entrelazó su brazo con el de mi padre y se adentraron por la puerta, seguidas de nosotras, todos con expresiones elegantes y serenas.
Respiré hondo mientras sentía todas las miradas de la multitud dirigirse a nosotros, la familia real. El trono de mi padre era el más grande de la sala, pero a diferencia de muchos reyes anteriores insistió que el de la reina se encontrara justo a su lado, y no detrás. Adeena y yo tomamos asiento en los tronos del otro lado, estos sí estaban un poco más atrás, pero continuaban a la vista de todo el mundo.
Estaba tan enfocada en la multitud que no había notado a Kain de pie a un lateral del trono de mi madre, y a Cassian de pie junto al mío. Como Conde y Lord de la Corte Dorada era su deber flaquear los tronos, casi tan poderosos como la familia real.
Mi padre se levantó y agradeció a los invitados por asistir, con un largo discurso que contaba la historia de la guerra y la creación de Talay. Notaba a Cassian a mi lado, pero en ningún momento lo miré, tal vez si ignoraba su presencia la noche sería más llevadera.
La música me sacó de mis pensamientos. Mi padre y mi madre ya se encontraban en el centro de la pista de baile dando inicio a la elegante danza; sus movimientos era perfectos, ensayados muchas veces, pero completamente naturales. Tan fáciles como respirar.
Cuando supe que estaba cerca mi momento de unirme me puse de pie, atrayendo todas las miradas nuevamente a mí. Tomé aire mientras me movía con gracia hacia donde mis padres aún bailaban. Cassian me estaba siguiendo, podía sentir su presencia a unos metros de mí esperando al cambio de compás para entrar en la danza.
Conté los segundos que faltaban para la pequeña ventana donde entraría a bailar.
Cinco...
Cuatro...
Tres...
Dos...
Tomé la mano del chico que esperaba a mi lado y con un giro nos unimos al compás. Escuché a varios miembros de la multitud jadear de asombro, pero a pesar de eso sonreí.
Sonreí hacia el pelirrojo que bailaba conmigo.
¡Hola!
Por fin pude escribir un nuevo capítulo. Estaba de viaje y decidí aprovechar el tiempo con mi familia, así que no pude escribir nadita.
¡Por fin llegó Talay! Esta fiesta dará inicio a más problemas, no lo duden. Iniciando por el hecho de que Blair ya está rompiendo el protocolo al bailar con el Lord de la Corte Verde en vez de Cassian.
¿Qué les pareció el capítulo?
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Love,
Cris Hiddle
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