Capítulo 5
El tiempo había pasado y finalmente faltaba una semana para Talay.
Estaba agotada.
Mi rutina diaria se resumía a estudiar, cumplir con algunas de mis obligaciones en la corte, y pasar todas las tardes planificando y asegurándome de que todo saliera perfecto. Admito que tuve muchos obstáculos, obstáculos llamados Cassian Abbot.
No habíamos cumplido con la promesa que hicimos de comportarnos. Muchas tardes peleábamos en mi estudio, en los pasillos, y en cualquier habitación en la que estuviéramos solos más de dos minutos. Los viajes a la enfermería también se volvieron rutinarios, para curar cortes, golpes, raspones, rasguños, y heridas surgidas de dichos combates.
Habíamos logrado ocultar bastante bien nuestras peleas; solamente Thya, la sanadora, estaba al corriente de ellas. Aunque estaba segura de que mis sastres también lo sabían por la cantidad de vestidos rotos, cortados y manchados de sangre, que recibían.
Pasé la página del libro de runas que estaba leyendo acabando con el abrumador silencio de la biblioteca. Tendría pronto un examen sobre runas, y quería estar preparada, sobretodo porque no se me daba especialmente bien recordar cada una de las formas y lo que significaban.
Las puertas de la biblioteca se abrieron. Edan se acercó con una sonrisa y me dio un rápido beso en la mejilla antes de sentarse junto a mí.
—¿Cómo estás, castaña?— tomó el primer libro de la pila junto a él.
—Bien, pelirrojo, ¿y tú?
—Bien. Pensé que tal vez necesitarías ayuda con los preparativos de la fiesta.
Aproveché la distracción que me proporcionaba Edan y me estiré en la silla. —Por suerte creo que ya todo se encuentra bajo control.
—"Historia de las runas"— leyó en voz alta el título del libro, —Yo aún no veo esa asignatura.
Casi todos los Lords, Ladys, e hijos de familias importantes de las cortes, asistían a la misma prestigiosa institución donde veían sus clases. Cassian y yo éramos de los pocos que recibían su educación en tutorías.
—Elijah nos tiene estudiando todo sobre ellas.
Cuando intentó subir los pies a la mesa le pegué un manotazo y me sacó la lengua de manera infantil. —No sé cómo puedes con todo al mismo tiempo.
—Yo tampoco— admití.
—Casi ni tuve tiempo para comprar los regalos de Talay, y eso que no tengo ni la mitad de obligaciones que tú.
—¿Ya compraste mi regalo?— sonreí curiosa.
Cerró el libro y me dio un suave golpe en la cabeza con él. —Obviamente, querida. Tú sabes que yo sólo escojo lo mejor para la mejor.
—Por eso te amo— solté una carcajada cuando se llevó la mano al pecho con fingida indignación.
—¿Sólo me amas por mis regalos?
Negué con una sonrisa. —Te amo porque eres un chico maravilloso.
Apoyó su codo en la mesa y utilizó su mano como soporte. —¿Y por qué más? — bromeó.
—Porque eres único, divertido, encantador, y todo un caballero. Además me harás reprobar Runas si me sigues distrayendo— reí.
Se levantó con una sonrisa y besó mi cabeza a modo de despedida. Antes de salir por la puerta se volteó hacia mí. —Te faltó decir increíblemente hermoso— gritó.
Tomé una hoja en blanco y cerré el libro, que estaba frente a mí, tratando de hacer memoria de los últimos trazos que había estudiado. Con la pluma dibujé tres líneas paralelas y un pequeño círculo en el centro de ellas que las conectaba.
Esa debía ser la runa para abrir cerraduras.
¿O era la runa para cerrarlas?
Bufé mirando con odio el trazo, todas eran demasiado parecidas.
—Esa es la runa para encerrar a alguien en una celda— susurró una voz a mis espaldas a centímetros de mi oído.
Me lancé a por mi daga que estaba sobre la mesa y su mano se cerró en mi brazo tirando de mí hacia atrás. Di un traspiés y caí de espaldas con todo y silla, la cual sonó lo suficientemente fuerte como para que fuera escuchada por los guardias fuera de la biblioteca.
El castaño jaló mi brazo para ponerme de pie y aprisionó mi espalda contra su pecho, rodeando mi cuerpo con los brazos. Sentí el frío de la daga contra mi cuello y dejé de moverme.
—¡No!— gruñí levantando el rostro. —No quiero arruinar este vestido.
Sentí su pecho subir y bajar acompañando a su risa ronca. —¿Lo que más te preocupa es el vestido?
—Es uno de mis favoritos— murmuré tratando de zafarme, pero presionó la daga con más fuerza contra mi piel.
—Sería una pena llenarlo de sangre— fingió darle importancia. Sentía su respiración sobre la curvatura de mi cuello, y me estaba matando no poder apartarlo de un empujón. Mi daga estaba demasiado lejos para tomarla, y mi espada yacía colgada inútilmente del respaldar de otra silla.
—Suéltame.
Deslizó la parte plana de la hoja sobre mi piel. —Quiero escucharte rogar, princesa.
Él sabía que ni que mi vida dependiera de ello le rogaría. —Eres tan cobarde que debes atacarme por la espalda.
—Pensé que no querías llenar el vestido de sangre.
—¿Acaso no puedes luchar contra mí honestamente?— ataqué.
—Ruégame, princesa, y te soltaré— ronroneó.
Las puertas de la biblioteca se abrieron y Cassian me soltó con un empujón. Tomé mi daga antes de voltearme a ver quién había entrado y Elijah se detuvo a medio camino viéndonos fijamente.
—Creí que el rey les había prohibido estas cosas— regañó.
—Solo venía a ayudar a la princesa con algunos preparativos de última hora— mintió el castaño de una manera para nada convincente.
El tutor se cruzó de brazos negando con la cabeza. —Vengan conmigo.
Se aseguró de mantenernos separados todo el camino, hasta que finalmente llegamos al gimnasio de entrenamiento. La habitación era casi del mismo tamaño que el Gran Salón del palacio, con diversas zonas para entrenar manejo de armas, combate cuerpo a cuerpo, y muchísimas habilidades más necesarias en una pelea.
En la parte central había una gran plataforma circular y debajo de ella, a muchos metros de profundidad, se podía distinguir agua como si fuera un lago.
Ya había entrenado anteriormente en aquel lugar, obteniendo mis habilidades con la espada y el manejo de cuchillos, pero gracias a los preparativos de Talay llevaba varios meses sin estar ahí.
Una figura alta salió a nuestro encuentro, era un señor de ojos oscuros, piel pálida como el papel y de contextura delgada, casi flacuchenta. Su característica más resaltante era su cabello, blanco como ninguno antes visto, y aún así no aparentaba tanta edad como para tenerlo de dicho color.
Una pequeña sonrisa creció en su rostro al reparar en nosotros, y realizó una profunda reverencia. —Princesa Blair, Lord Cassian, es un placer finalmente conocerlos.
Elijah se acercó al hombre con una sonrisa y le dio un cordial apretón de manos.
—¿Quién es usted?— inquirió Cassian antes de que yo pudiera formular la pregunta.
—Mi nombre es Finley Archer— se presentó.
Me volteé hacia Elijah. —¿Para qué nos pidió que viniéramos hasta aquí?
El tutor compartió una mirada rápida con Finley antes de contestar. —El señor Archer será su tutor en los entrenamientos.
—Con todo respeto, no necesito un tutor— la voz del castaño sonaba incluso indignada ante tal propuesta.
El señor de cabello blanco levantó su brazo flexionado, y al hacer un pequeño movimiento con los dedos dos flechas salieron disparadas directo hacia nosotros.
Rápidas. Mortales. Y sobretodo, imposibles de esquivar.
La flecha atravesó mi pecho al mismo tiempo que la de Cassian atravesaba el suyo, y ahogué un grito llevándome la mano al sitio donde estaba la flecha.
Solo que no había nada.
Volteé a mirar a Cassian que me miraba con la misma expresión de pánico y confusión en el rostro, buscando su propia flecha inexistente. Cuando miré nuevamente a Finley comprendí lo que acababa de pasar.
—Eres un Alterado— murmuré sin haber salido de mi conmoción todavía.
Un asentimiento de su parte fue respuesta suficiente. —Eres un ilusionista.
Los Alterados ilusionistas eran conocidos por crear las ilusiones más realistas que pudieras imaginar, y aquellos con gran poder tenían la habilidad de crear algunas que si fueran tangibles.
Si esas flechas hubieran sido una ilusión tangible estaríamos muertos ahora mismo.
Otro asentimiento. —Lo soy.
—Puede que crean que ya saben todo lo necesario en combate— habló Elijah, —pero jamás se han enfrentado con un Alterado.
—A partir de ahora entrenarán conmigo, una vez al día, al caer el sol.
Cassian se mantuvo en silencio evaluándolo con la mirada. —¿Por qué ahora? ¿Qué cambió?— pregunté.
Jamás habíamos tenido la necesidad de aprender a combatir Alterados, y que ahora iniciáramos me parecía extraño.
—Seguramente el rey te habló de los ataques por parte de grupos rebeldes de Alterados— asentí para que continuara.—Es necesario que comiencen a prepararse en caso de que algún día tengan que defenderse.
—¿Cuando empezamos?— el castaño dio un paso hacia los hombres.
—Me gustaría verlos a ambos combatir, si no es problema— estaba segura de que Finley había escuchado sobre nuestra enemistad, así que ya sabía que no sería problema alguno.
El tutor nos indicó el camino hacia la plataforma, pero nos prohibió utilizar armas en la demostración para evitar heridas graves.
Aunque no necesitaba armas para hacer a Cassian sangrar.
Nos detuvimos en el centro del círculo y caminamos un par de pasos en sentidos opuestos, preparándonos para atacar. Sentía la adrenalina recorriendo mi cuerpo y aquel cosquilleo que comenzaba a crecer dentro de mí.
Cuando Finley nos indicó que comenzáramos me lancé directamente hacia el chico.
Siempre me habían enseñado que el primero en atacar podía tener ventaja si la aprovechaba. E hice exactamente eso al lanzar mi primer golpe hacia su garganta.
Retrocedió tosiendo y cuando me acerqué nuevamente lanzó una patada a mi costado. Perdí el equilibrio evitando por poco caer al suelo, un rodillazo a sus costillas fue suficiente para comprarme algo de tiempo.
El combate continuó, lanzando golpes, esquivándolos, y recibiéndolos, pero sin parar ni un momento. Sabía que los tutores nos evaluaban en silencio y estaban analizando nuestros ataques y las debilidades que dejábamos ver. Hice un barrido llevando al castaño al suelo, y con un tirón en mi pierna fui a parar al mismo sitio.
Rodó para colocarse encima mío y le di una patada en el pecho que lo tumbó de espaldas. Me subí sobre él y estampé mi puño en su rostro, drenando toda la rabia acumulada de las peleas.
—Ya fue suficiente— habló Finley, pero lo ignoré.
Cassian me dio un rodillazo en las costillas y traté de mantenerme encima a pesar del dolor. —Suficiente— repitió. Ninguno le hizo caso.
Una fuerza invisible me lanzó por los aires y quedé flotando a un metro del suelo. Jadeando por aire noté que si había algo sosteniéndome, una mano azul transparente. Una ilusión tangible.
Otra mano sostenía a Cassian a varios metros de mí.
Finley se adentró en la plataforma y con cuidado nos bajó a ambos de nuevo al suelo. —Eso fue interesante— comentó.
Me arrodillé tomando aire, estaba agotada.
—Hay mucho potencial, solo debemos trabajarlo— le explicó a Elijah que nos miraba desde unas gradas.
—Puedes hacer ilusiones sólidas— jadeó Cassian. —Creí que muy pocos podían.
Finley asintió. —Provengo de una rama poderosa de Alterados ilusionistas.
Sus ilusiones eran tan perfectas que podían engañar con facilidad al resto; solo otro ilusionista podía detectarlas. Esa clase de poder era muy peligroso, pudieras vivir toda tu vida en una realidad falsa y jamás darte cuenta.
—Deberían ir a la enfermería— señaló el labio de Cassian que había comenzado a botar un hilo de sangre gracias al golpe que le di en el rostro.
Me levanté con un quejido. —Nos vemos mañana, señor Archer.
—Por favor, llámenme Finley— sonrió. Le devolví la sonrisa abandonando el gimnasio.
Un par de pasos resonaron en el pasillo detrás de mí, una mano me detuvo sujetando mi brazo.
—Realmente disfrutaste ese golpe—masculló señalando su labio.
Me solté de un tirón. —Tú te lo buscaste.
Di otro paso y se atravesó en mi camino. —No tuvimos tiempo para resolver lo de la biblioteca.
—¿Te refieres a que necesitas atacarme a mis espaldas para ganar?
—Si Finley no nos hubiera detenido tendrías el labio igual o peor que yo— replicó.
Traté de bordearlo, pero se colocó frente a mí cortándome el paso.
—¿Quieres apostar? — retó.
Pisé con el tacón su pie y maldijo entre dientes. Me deslicé por el pequeño espacio que había dejado sin proteger y avancé rápidamente por el pasillo, pero no le costó mucho alcanzarme.
Me estampó contra la pared y miró a los lados para asegurarse de que no hubiera nadie cerca. Estuvimos a punto de comenzar otra pelea hasta que escuchamos algo.
Un llanto, proveniente de una de las habitaciones del pasillo en el que estábamos.
Adeena.
Abrí de un empujón las puertas del salón de música y el mundo se derrumbó a mis pies al verla llorar. Corrió hacia mí y me agaché para estar a su altura; fui consiente de la llegada de Cassian a la habitación mientras la abrazaba.
—¿Qué ocurre?— jamás la había visto llorar tanto y me preocupaba demasiado.
En respuesta levantó su brazo, una marca roja y recta lo cubría, y era reciente. Luego reparé en el otro par de ojos que nos miraba desde la habitación, su tutora, la señora Sheila.
Cuando vi la regla de madera en su mano todo hizo click en mi cabeza.
Me levanté sosteniéndole la mirada. —¿Le pegó a mi hermana?— pregunté pausadamente, aunque ya sabía la respuesta.
La señora no respondió, únicamente acomodó sus lentes con el dedo, como si estuviera pensando en una mentira.
—¿Le pegó a mi hermana?— repetí con una calma mortal.
Se aclaró la garganta jugueteando con la regla entre sus dedos. —Los malos actos deben ser castigados de una manera estricta.
—Lárguese del palacio— apreté los puños a mis costados tratando de frenar cualquier instinto de atacarla.
—¿Qué?
—¡Lárguese del palacio!— grité por encima de los sollozos de Adeena.
Sheila levantó la barbilla con una mirada de desagrado en el rostro. —Esa no es decisión tuya.
Cuando di un paso hacia ella la mano de Cassian tomó mi brazo, le dirigí una fría mirada.— No te metas— ladré antes de devolver mi atención a Sheila.
—¡Lárguese del palacio o haré que la saquen!
La cabeza comenzaba a dolerme y sentía como si un agudo pitido me taladrara los oídos. Mi vista estaba borrosa a causa de la rabia que sentía, pero lograba ver lo suficiente como para poder cortarle el cuello con la daga.
—Si tu hermana no fuera una mocosa insolente no hubiera tenido que pegarle.
Y un segundo después ya me estaba lanzando contra ella.
Unos brazos rodearon mi cuerpo desde atrás y tiraron de mí antes de que pudiera clavarle el arma a Sheila en el corazón. Grité luchando contra el fuerte agarre y el llanto de Adeena solo me enfureció más.
—¡Joder, Blair! ¡Basta!— gritó Cassian arrastrándome hacia la puerta.
—¡Hija de puta! ¡Te mataré!— bramé tratando de soltarme.
—¡Ojalá que tu hermana no crezca para convertirse en una bestia como tú!
Los guardias irrumpieron en la habitación preparados para atacar. Logré sacar mi daga y traté de clavarla en el brazo de Cassian, pero solo logré hacerle un corte. Escuché su quejido, pero no me soltó.
—¡Échenla del palacio!— ordené, —¡Y si la vuelven a ver dispárenle en la cabeza!
El chico hizo caso omiso a la herida sangrante y me arrastró por el pasillo mientras gritaba profanidades, y lanzaba golpes y patadas para liberarme.
—¡Basta, Blair!— me lanzó dentro de una habitación y cerró la puerta detrás de él.
Me levanté del suelo y en ese momento lo sentí.
El ataque que se estaba apoderando de mí.
Mi respiración estaba hecha un asco, y cuando mis manos comenzaron a temblar supe que no podría controlar el ataque como en veces anteriores.
—Quítate— una amenaza.
—No.
La primera ola llegó y mis músculos rugieron de dolor en respuesta. —Te lo pediré una sola vez más—. Las palabras tardaron el llegar a mí —Quítate.
Cassian sacó su espada y supe que no habría manera de salir de ahí mientras él pudiera detenerme. Sin darle tiempo de reaccionar me abalancé contra él.
Chocó con la puerta cerrada y estampó su codo en mi rostro haciéndome retroceder. La siguiente ola golpeó en ese mismo momento y el dolor me hizo doblarme en dos. El pitido se hizo más intenso y mi vista empeoró, un aviso de que pronto el dolor sería tal que no podría mantenerme de pie.
Intentó golpearme nuevamente y me agaché evitando su gancho, tenía un par de minutos más antes de que el ataque fuera incontrolable.
Tenía que salir de ahí en ese mismo momento.
Hice girar mi daga y la lancé contra su pierna, su grito desgarrador me indicó que había dado en el blanco. Cayó al suelo tratando de contener la sangre que caía a chorros de su muslo, con la daga enterrada en él.
Pasé por encima de él y abrí la puerta saliendo al pasillo.
<<Corre>> gritó la voz en mi cabeza.
Y eso hice.
Corrí hasta llegar a las puertas que daban hacia el jardín y las atravesé sin mirar atrás. No tenía tiempo para tomar precauciones, le exigí a mis piernas que corrieran todo lo posible. La tercera y cuarta ola me hicieron gritar mientras atravesaba corriendo el bosque, adentrándome cada vez más y más.
Mis brazos y piernas temblaban, el pitido era lo único que podía escuchar y a duras penas lograba distinguir los árboles más cercanos a mí. Mi respiración se limitaba a rápidos y pesados jadeos, acompañados de un agudo y fuerte dolor en todo mi cuerpo.
La sexta ola me llevó directo al suelo.
Todavía no, por favor.
Me arrastré hasta que por fin pude levantarme, pero solo logré recorrer un par de metros más antes de que la séptima y última ola me desgarrara por completo.
Y luego, en las profundidades de aquel bosque, mi magia se liberó.
¡Hola! Este capítulo me tenía muy entusiasmada y emocionada, ahora pueden ver que los ataques de Blair no eran simples ataques de pánico y era algo mucho más profundo y peligroso.
¿Tienen alguna teoría?
¿Se lo esperaban?
En el siguiente capítulo descubrirán más acerca de la magia de Blair y lo complicada que es.
¡No olviden votar y comentar!
Un abrazo mágico,
Cris Hiddle
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro