💗05: Final Perfecto💗
Una semana había pasado desde que Hoseok soltó su confesión como una bomba, y aún no sabía cómo sentirme al respecto.
Era como si cada palabra que había dicho aquel día resonara en mi cabeza una y otra vez, obligándome a analizarlo todo desde diferentes ángulos. ¿Por qué lo hizo? ¿Por qué arriesgar tanto por alguien como yo? Y lo más importante, ¿por qué sentía esta extraña mezcla de irritación y admiración hacia él?
Si algo he aprendido, es que nadie es perfecto. Todos tenemos oscuridad dentro de nosotros, partes de nuestra alma que preferiríamos mantener ocultas. Y, siendo honesta, yo no soy ninguna santa. Si brillo tanto, es porque mi luz está alimentada por mi propia oscuridad.
Al menos yo nunca fui hipócrita. Siempre he mostrado mi verdadero rostro, sin esconder lo malvada que puedo llegar a ser. Pero Hoseok... él se arriesgó a ensuciar su nombre, a crear una mentira tan elaborada solo para acercarse a mí. ¿Cuántas personas serían capaces de algo así?
Por muy estúpido que me parezca su plan, debo admitir que, en el fondo, lo encuentro encantador. Se arriesgó tanto, jugó su papel con tanta precisión, que si hubiera seguido con su juego un poco más, probablemente me habría enamorado de su forma tan maravillosa de ser. Era imposible no sentirme intrigada por alguien con esa combinación de valentía y locura.
—Maldita sea, Hoseok —murmuré para mí misma—. ¿Cómo lograste meterte tan profundamente en mi cabeza?
Aunque tenía un poco de miedo a enfrentarlo en el baile, sabía que no podía evitarlo. No soy de las que escapan o se esconden en su habitación por miedo, aunque admito que eso es exactamente lo que estoy haciendo ahora. Pero no más. Iba a ir a esa fiesta, iba a ser la más hermosa, y me iba a llevar esa corona como la reina que soy.
Decidí quemar las cartas que me envió, no necesitaba leerlas. Por mucho que una parte de mí se sintiera atraída por él, no pensaba hablarle. Sería la chica que todos los chicos odian, la que los deja sin mirar atrás, y esta vez, Hoseok no sería la excepción.
Además, aún tenía un plan por ejecutar. Mi gran espectáculo. Desde el principio planeé exponer a todos esos idiotas frente a todo el mundo en el baile. Sería la humillación perfecta, mi obra maestra.
📱—Sal ya, debemos comprarte el mejor vestido de todos.
Cierto, había olvidado la salida al Centro Comercial con Nayeon. Tomé mi bolso y salí rápidamente para encontrarme con ella.
Pasamos horas recorriendo tiendas de lujo, y nada parecía ser lo que tenía en mente. Estaba empezando a considerar mandar a diseñar algo exclusivo para mí, hasta que lo vi. Estaba en la vidriera, puesto en un maniquí, y en mi mente ya podía verme usándolo. Era perfecto.
—Ese vestido es mío —dije, entrando al local con Nayeon detrás.
La empleada nos atendió con una sonrisa nerviosa.
—Lo siento, señorita, ese vestido no está en venta. Es solo una muestra para atraer clientes.
—¿Sabes quién es mi padre? —pregunté, con una ceja alzada. La mujer negó rápidamente con la cabeza—. Con una sola llamada puedo hacer que la despidan. Ahora tráigame ese vestido.
La mujer corrió a buscarlo y, cuando me lo probé, supe que había tomado la decisión correcta. Me quedaba como un guante, como si hubiera sido hecho especialmente para mí.
—Te queda hermoso. Creo que ya podemos relajarnos —comentó Nayeon, cargando la bolsa de Versace que contenía su vestido.
Pasamos un rato más en el Centro Comercial, tomando café en la misma cafetería donde terminé mi falsa relación con Max. Al salir, pasamos por esa esquina que parecía insignificante, pero que tenía ese recuerdo: el lugar donde Hoseok me arrojó ese jugo sobre la blusa.
Los recuerdos me invadieron de golpe. Pensé en lo feliz que fui durante esas salidas con él, en cómo, de alguna forma, me hizo desear ser mejor. Cada pequeño gesto, aunque simple, había sido especial.
Sacudí esos pensamientos de mi cabeza y prácticamente arrastré a Nayeon hacia el coche. No tenía tiempo para sentimentalismos.
Cuando llegué a casa, vi algo que no esperaba. La blusa Gucci que Hoseok me había comprado después de arruinar mi ropa ese día estaba doblada cuidadosamente sobre mi cama.
—Lamento mucho haber puesto eso ahí, señorita. Ahora mismo la retiro —se disculpó una de las empleadas, tomando la prenda y llevándola al clóset.
No dije nada. Solo me quedé mirando la puerta del armario mientras la nostalgia y el enojo se asentaban en mi pecho.
[...]
Finalmente, el día esperado llegó. Me dirigí temprano al gimnasio donde se celebraría la fiesta de San Valentín. Hoy me aseguraría de que ningún chico de esta escuela olvidara este día: el día en que una chica los humilló frente a todos.
Dejé todo lo que necesitaría en una caja detrás del escenario. Entre tantas cosas acumuladas ahí, mi pequeña bomba pasaría desapercibida.
Cuando cayó la tarde, comencé a prepararme. Las empleadas me maquillaron con un estilo sencillo pero encantador. Cada detalle resaltaba mis facciones, y aunque mi rostro era un cuadro perfecto, el verdadero protagonista era el vestido.
—Señorita, su cita llegó a buscarla —anunció el ama de llaves.
Me quedé helada al escuchar eso. No tenía ninguna cita.
—Está bien, bajaré en un segundo —respondí, sintiendo curiosidad.
"¿Será Hoseok?"
Con esa idea en mente, bajé las escaleras, pero al llegar afuera me encontré con una figura diferente. Era Taehyung, quien me esperaba junto a su descapotable impecable.
Vestía un traje perfectamente planchado que lo hacía lucir sorprendentemente atractivo. Por primera vez noté lo magnético que podía ser.
—Vaya, vino Kim junior. Pensé que sería alguien más —dije con una pizca de decepción.
—¿Alguien como Hoseok? —respondió con una sonrisa burlona.
—Mejor abre la puerta.
Sin decir más, me abrió la puerta del coche y nos dirigimos al Instituto. El camino fue silencioso. Taehyung siempre había sido callado. Era popular por ser el hermano menor de Namjoon y miembro del equipo de baloncesto, pero, de no ser por eso, creo que sería un chico normal en el Instituto.
Al llegar, estacionó en un lugar apartado. Antes de preguntar por qué, vi a una figura conocida a la distancia.
"Ni creas que te saldrás con la tuya, Hoseok."
Sin decir nada, bajé del auto y comencé a caminar hacia la entrada del gimnasio. Taehyung y Hoseok se miraron por un momento, como si intercambiaran palabras sin hablar, pero ninguno intentó detenerme.
"¿Quería que lo hicieran? Qué ridícula soy."
Dentro del gimnasio, la fiesta estaba en su mejor momento. La música resonaba, las parejas bailaban como si el mundo fuera a acabarse, y las decoraciones eran impresionantes. Corazones colgaban por todas partes, y una gran estatua de Cupido adornaba el escenario principal.
—Por fin llegas. Ven aquí, ya van a anunciar a los reyes del baile —dijo Nayeon, emocionada.
Como si alguien hubiera escuchado su comentario, la música se detuvo. El director del Instituto subió al escenario con un sobre en mano.
—Y ahora, damas y caballeros, es el momento de anunciar a los reyes del baile de este año. Nuestro rey es... ¡Jung Hoseok!
Los aplausos estallaron mientras Hoseok subía al escenario con una sonrisa de confianza.
—Y nuestra reina del baile es... —el director pausó dramáticamente—. ¡Choi Lizzy!
Sentí las miradas de todos clavadas en mí mientras subía al escenario. Hoseok me extendió una mano para ayudarme, pero la ignoré, lanzándole una mirada gélida.
El director colocó la corona en la cabeza de Hoseok y luego se volvió hacia mí, pero antes de que pudiera hacerlo, las luces se atenuaron, y una pantalla gigante detrás de nosotros se encendió.
Al principio, no entendí qué estaba pasando, pero cuando vi las imágenes, mi mundo se detuvo. Era un video explícito, grabado en "secreto," de Max y... ¿yo? El gimnasio entero quedó en silencio por un segundo antes de que las risas y los murmullos comenzaran.
Max estaba entre la multitud, mirándome con una sonrisa de satisfacción.
—¿Quieres más pruebas? —gritó, rompiendo el silencio—. Eso no es todo, yo no fui el único.
Uno por uno, varios chicos comenzaron a salir del grupo, alegando que también se habían acostado conmigo. Mentiras descaradas que me dejaron en shock. La chica del video se parecía a mí, sí, pero tenía un tatuaje en la espalda que yo no tenía. Por supuesto, nadie más sabía eso.
—¡Mentirosos! —gritó Nayeon, poniéndose de pie frente a ellos—. ¡Ella no hizo nada de eso!
Más chicas comenzaron a alzar sus voces, defendiendo mi nombre y señalando la pantalla, donde ahora se mostraban imágenes de los mismos chicos siéndole infieles a sus exparejas.
—¡Todo esto es culpa de ustedes! —gritó una de las chicas—. ¡Lizzy nos ayudó a descubrir la verdad y a exponer a todos estos mentirosos!
Aunque las chicas me defendieron, yo ya no podía soportarlo. Mi plan de humillar a los chicos se había vuelto en mi contra. Salí corriendo del escenario, empujando a quien se interpusiera en mi camino.
Antes de salir del gimnasio, la pantalla volvió a cambiar. Ahora mostraba imágenes de la cámara de seguridad. En el vídeo, Max y algunos chicos estaban vandalizando mi lujoso auto azul.
Me detuve por un momento, mirando la pantalla, sintiendo cómo la furia y la tristeza se mezclaban en mi interior. Sin mirar atrás, me di la vuelta y salí del gimnasio, con lágrimas corriendo por mis mejillas.
Me senté en el borde de una fuente cerca de un restaurante, no muy lejos del Instituto. El murmullo del agua era lo único que rompía el silencio de la noche, pero ni siquiera eso podía ahogar los sollozos que se escapaban de mi garganta. Mis lágrimas no cesaban. Me sentía rota, humillada, impotente. Lo peor de todo era que sabía que la del video no era yo, pero ¿quién me creería?
—Lizzy —una voz suave, cargada de preocupación, me hizo estremecerme.
No necesitaba levantar la vista para saber que era Hoseok.
—Por favor, déjame sola —murmuré, sin mirarlo.
Él no respondió de inmediato. En lugar de eso, sentí cómo se acercaba y se sentaba a mi lado.
—No puedo hacer eso —dijo, su voz estaba baja pero firme.
—No entiendes... —murmuré, escondiendo el rostro entre mis manos—. Me arruinaron. Se salieron con la suya, Hoseok.
—No, no lo hicieron —respondió.
Su tono me obligó a alzar la cabeza, aunque no pude mirarlo directamente.
—¿Qué dices? Nadie sabe que la del video no soy yo. Nadie, y ellos... ellos lo planearon todo tan bien.
—Tú lo sabes y yo lo sé. Eso es lo que importa y es más que suficiente —dijo, inclinándose un poco hacia mí, tratando de captar mi mirada.
Sacudí la cabeza, incapaz de aceptar sus palabras, pero él no se rindió.
—Escucha —continuó, su tono ahora más suave—. Lo que piensen esos idiotas no define quién eres. Ellos son los mentirosos, no tú.
Por primera vez desde que llegó, lo miré a los ojos. Había algo en ellos que no podía ignorar.
—¿De verdad crees eso? —pregunté, mi voz apenas un susurro.
Hoseok sonrió, una sonrisa pequeña pero llena de significado. Se puso de pie, mirándome desde arriba como si estuviera viendo algo mucho más valioso de lo que yo misma podía reconocer.
Sin previo aviso, se inclinó y me envolvió en un abrazo. Su calidez me rodeó por completo, y por un instante, sentí que todo lo que me había destrozado comenzaba a desmoronarse, como si él fuera el único ancla que me mantenía firme.
—Lo siento —susurró, su aliento rozando mi cabello—. Por no haberte defendido antes, por no haber estado ahí cuando más me necesitabas, y por haber sido tan idiota en enviarte esos mensajes para que te acercaras a mí.
Me aparté un poco, lo suficiente para mirarlo. Su rostro estaba tan cerca del mío que podía sentir el peso de sus palabras en cada mirada.
—No llores más —dijo, limpiando una lágrima que resbalaba por mi mejilla con el pulgar—. Porque cuando lo haces, a mí me duele.
Sus palabras tocaron algo profundo dentro de mí. Antes de que pudiera responder, Hoseok se inclinó más, sus labios rozaron los míos con una suavidad que me hizo cerrar los ojos.
—Te escribí una carta de amor. No sé si es el mejor momento, pero tal vez pueda animarte un poco —dijo, rascándose la nuca con torpeza.
Al abrirla, mi vista se nubló por las lágrimas que seguían queriendo caer. Una sonrisa se escapó de mis labios, incapaz de contener la emoción mientras comenzaba a leerla en mi mente.
Al terminar, levanté la vista hacia él.
—Es hermosa, Hoseok. No puedo creer que... tú hicieras esto por mí —mi voz tembló al final, y las lágrimas comenzaron a correr nuevamente, pero esta vez no eran de tristeza. Eran de pura emoción.
Hoseok me miró con alivio.
—¿Tú... hiciste los dibujos también? —pregunté, señalando los pequeños trazos que adornaban los bordes de la carta.
Se rió suavemente, un sonido cálido que llenó el aire frío de la noche.
—No, yo... soy pésimo dibujando. Los dibujos los hizo Jungkook, y Namjoon revisó los errores ortográficos como veinte mil veces. Aunque estoy seguro de que aún se le escapó alguno.
Esa confesión me hizo reír entre lágrimas. Hoseok me miró como si ese sonido fuera lo más valioso del mundo, y me sentí tan especial. Como si todo lo malo que había pasado esa noche se desvaneciera ante su presencia.
—Hoseok, gracias... por todo —dije con sinceridad, mirándolo directamente a los ojos.
Él asintió, pero antes de que pudiera responder, una idea cruzó mi mente.
—Oye, ¿puedes hacerme un favor? —pregunté, intentando mantener la calma.
—Claro, lo que quieras —respondió, sin dudarlo.
—¿Puedes ayudarme a bajar la cremallera del vestido? No alcanzo y necesito prepararme.
Hoseok se quedó en silencio por un momento, visiblemente pensativo, pero cuando me di la vuelta y le mostré la espalda, pude sentir cómo su mano temblaba ligeramente antes de tocar la cremallera.
Con cuidado, la deslizó hacia abajo. Su tacto era tan suave que hizo que mi piel se erizara, pero me concentré en lo que debía hacer.
—Gracias —susurré, dándole una última mirada antes de caminar de regreso al Instituto.
Al entrar al gimnasio, el ambiente cambió por completo. Todos los ojos estaban sobre mí, y el murmullo que llenaba el lugar se desvaneció en un silencio expectante. Caminé con la cabeza en alto, ignorando las miradas de incredulidad y los cuchicheos. Subí al escenario, deteniéndome frente a Max y los demás chicos que habían intentado destruirme.
—Escuchen bien, porque solo lo diré una vez —dije, con la voz firme y clara—. Lo que intentaron hacer conmigo esta noche no lo voy a permitir. Nadie tiene derecho a destruir la vida de alguien más solo por diversión o por despecho.
"Y eso también va para mí."
Sin decir más, me di la vuelta, dejando que todos vieran mi espalda desnuda. No había ningún tatuaje, ninguna marca.
El gimnasio estalló en murmullos, y luego, las chicas comenzaron a aplaudir y a vitorearme. Una a una, me defendieron con palabras, apoyándome como lo hicieron anteriormente.
Bajé del escenario sintiéndome orgullosa y, sin dudarlo, tomé la mano de Hoseok.
—Vámonos de aquí. Esto ya no importa —dije, mirándolo con una pequeña sonrisa.
Él asintió, apretando mi mano con suavidad mientras me guiaba fuera del gimnasio.
Nos detuvimos en el Río Han, donde el sonido del agua y la tranquilidad de la noche creaban el refugio perfecto. Nos sentamos en el césped, mirando las luces de la ciudad reflejándose en el río.
De repente, los fuegos artificiales comenzaron a iluminar el cielo. Sus colores brillantes pintaban nuestras caras con tonalidades cálidas. Miré a Hoseok, que estaba sonriendo mientras observaba el espectáculo.
—Gracias por todo, Hoseok. En serio, no sé qué habría hecho sin ti —dije, rompiendo el silencio.
Él giró el rostro hacia mí, sus ojos oscuros brillaban más que los fuegos artificiales.
—No tienes que agradecerme nada, Lizzy —respondió con sinceridad.
Sin pensarlo, me incliné hacia él, y nuestros labios se encontraron en un beso que fue lento, delicado y lleno de sentimientos. Su mano se posó suavemente en mi mejilla, mientras la otra permanecía en mi cintura, acercándome más a él.
De repente, un estruendo más fuerte que los demás iluminó el cielo, y sin querer di un pequeño salto, apartándome de Hoseok.
—¡Ay! —exclamé, llevándome una mano al pecho.
Hoseok comenzó a reír, y su risa era tan contagiosa que no pude evitar unirme a él.
—¿De verdad te asustaste? —dijo entre carcajadas, mirándome con ese brillo travieso en los ojos.
—¡Fue muy fuerte! —protesté, intentando sonar indignada.
Nos quedamos mirándonos por un momento, la risa comenzó a desvanecerse lentamente hasta que solo quedaba el sonido de los fuegos artificiales. Luego, sin necesidad de decir nada, ambos dirigimos nuestra mirada al cielo.
Los colores se reflejaban en el agua del río, y cada explosión parecía pintar el mundo con destellos de esperanza. Hoseok se recostó sobre el césped, apoyando las manos detrás de su cabeza, y yo lo imité, dejando que la brisa nocturna acariciara mi rostro.
—Es hermoso, ¿no crees? —dije en un susurro, como si hablar más fuerte pudiera romper la magia del momento.
—Sí, pero no tanto como verte reír otra vez —respondió él.
Volteé a mirarlo, y aunque no podía ver claramente su expresión en la penumbra, sentí su mirada sobre mí. No necesitábamos más palabras. En ese instante, bajo ese cielo lleno de luces fugaces, todo se sintió perfecto.
~ͲᎻᎬ ᎬΝᎠ~
Y colorín colorado, esta historia se ha acabado. (Como sea que era) 😅🤭
Espero que la hayan disfrutado. Me divertí bastante escribiéndola, debería hacer más historias de este tipo. 🙈
Además, descubrí que no debo escribirle una carta de amor a mi novio. 😂
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