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Capítulo 9

Thorin prácticamente lo arrastró hacia el otro extremo de la habitación, puesto que el elfo apenas si tenía la voluntad de caminar. Sus pies rozaban con el límite del suelo helado, ofreciéndole sólo una desolada bienvenida a su piel desnuda.

La ventana seguía abierta cuando volvieron al cuarto, observándose un cielo nublado y apagado, como si fuera ya más cerca del atardecer. Un día más... Un día más había pasado y él seguía allí, rodeado de roca sólida, insensible a su sufrimiento, y acompañado de la peor de sus desgracias, un príncipe enano llamado Thorin Escudo de Roble, quien tiraba de la cadena con tanta saña que prácticamente lo hizo caer sobre la cama cuando llegaron cerca de ésta.

El cuello le quedó dolorosamente estirado a causa de la poca paciencia con que fue guiado de vuelta a la cama, causando que el agarre de la cadena sobre él quedase dolorosamente tirante. Al menos, lo único a favor era que no cayó de espaldas, por lo que sus adormilados brazos no le provocarían más dolencia innecesaria.

Luego, sintió un leve tirón que fue deslizándolo poco a poco más dentro del colchón, hasta que sus pies dejaron de sentir el tacto del suelo y sus piernas se posicionaron totalmente sobre las sábanas.

Sus párpados se sentían menudamente pesados sobre su visión, que intentaba enfocar qué estaba haciendo el enano. Lo vio caminar hacia una mesita cerca de donde él estaba, pero no lograba entender qué estaba haciendo concretamente. Por mucho que se esforzara, no podía mantener la vista enfocada por mucho tiempo, y al cerrar los ojos y volver a abrirlos, la imagen se le hacía borrosa otra vez.

Estaba tan cansado que si pudiera se rendiría al sueño; pero no quería, no DEBÍA hacer eso. No, jamás podría dormirse si Thorin aún estaba allí con él. De sólo pensar qué le deparaba la suerte a continuación, se estremecía de pánico.

De pronto, lo vio darse la vuelta y mirarlo. Thranduil estaba en esa situación donde no sabía si verlo de frente o desviar la mirada. Pero se le inmovilizó la visión así, observando al otro, quien también se limitaba a observarlo a él. Ni siquiera se permitió parpadear, para no perder el enfoque; necesitaba estar seguro de lo que Thorin haría antes de permitirse perderlo de vista... Necesitaba, con todo su corazón, sentirse un poco seguro, aunque fuera, al final, una burda y cruel mentira... Simplemente, lo necesitaba. Tranquilidad...

Thorin volvía ahora hacia él, con pasos seguros y pesados. Al ver esto, Thranduil sintió una presión inaguantable en el pecho y en su estómago, y junto con esto, sus ojos indicaron su nerviosismo. Intentó darse la vuelta, pero no lo consiguió, sólo pudo quedar de lado en la cama, con todo el peso de su espalda posándose sobre su brazo ya bastante maltratado.

Entonces fue cuando sintió de nuevo el agarre del enano. Le dio la vuelta completamente, de forma tal que su rostro estuviera hacia arriba, y antes de que pudiera quejarse del dolor en sus brazos amarrados, lo ayudó a sentarse. Mas esto no significó que la molestia se acabase allí. Otro detalle era el inmenso malestar que le recorrió el cuerpo entero, iniciado por sus caderas y su entrada, respectivamente. El simple hecho de mantenerse sentado se le hacía inaguantable, necesitaba recostarse de nuevo.

Lo intentó; intentó echarse hacia atrás, pero dos amplias manos sobre sus hombros se lo impidieron, obligándolo a permanecer como estaba. Thranduil giró un poco su perfil, observando a Thorin detrás de él, ahora también subido en la cama, y con un objeto en su mano que no alcanzaba a distinguir bien.

- Primero déjame desenredar un poco tu cabello- Dijo el enano, comenzando a posicionar los mechones claros que se encontraban delante hacia atrás. – Será más fácil ahora que está mojado-

El elfo, por su parte, no encontraba explicación a esto. Carecía totalmente de sentido. ¿Cuál era el punto de hacer esto si al momento siguiente volvería a abusar de él? ¿Era acaso como una especie de cuidado del "material"? ¿Para que no se estropeara totalmente y así pudiera disfrutar de torturarlo por un tiempo más? No, no lo entendía...

Luego, de forma lenta y casi imperceptible, sintió una fina caricia entre sus hebras pálidas que le produjo una especie de cosquilla detrás de las orejas. El suave tacto se paseo desde el comienzo de su nuca hasta el final de su cabello, paseándose serenamente, deteniéndose con cuidado cada vez que se topaba con un nudo que impidiera el paso. Y después, se repitió el mismo acto una y otra vez.

Un silencio arrollador se disparó por todo el ambiente, comiéndose los nervios del Rey Elfo, quien no dejaba de pensar qué le depararía la mente de su captor para los próximos minutos.

Naturalmente, el cabello dorado comenzaba a deslizarse con mayor facilidad entre los dientes del peine, acomodándose con una prolijidad perfecta y casi sin esfuerzo. Thorin, mientras hacía su tarea, se deslumbraba con la visión de aquellas hebras largas y lacias, que casi acariciaban la cintura del elfo, con las puntas aferrándose a la piel aún mojada. La imagen era casi magnética, y el más bajo tuvo que hacer un esfuerzo a sobremanera para no perder el control en ese mismo instante.

- Nunca lo había visto hasta este momento...- La voz rasposa del enano a sus espaldas precipitaron un poco a Thranduil, quien mantenía una lucha interna contra sus nervios todo el tiempo. – No de esta manera... Pero... eres frágil... Más frágil de lo que crees y de lo que yo pude imaginar alguna vez-

Una última pasada sobre su cabellera fue lo que llegó a contar el elfo antes de sentir dos palmas amplias y firmes que subieron por su espalda y se posaron cerca de su cuello. Al notar esto, Thranduil atinó a sacudir sus hombros en señal de protesta, e intentando girar un poco para poder observar a su captor y averiguar si algo en su siniestra mirada le indicaba qué pensaba hacer a continuación.

- Tan, tan frágil... Siento casi como si pudieras resquebrajarse entre mis manos, como si se tratase de una hoja caída por el otoño...-

Mientras hablaba, casi sin escuchar lo que el otro decía, el elfo se inclinó un poco hacia delante, con todo el dolor físico que ese gran esfuerzo le representaba. Pero haría lo que fuera con tal de mantenerse lo más lejos que pudiera de aquel demente... De sólo oír su voz perdía la calma.

Pero su esfuerzo no valió de nada. Con un solo tirón, Thorin volvió a llevarlo hacia atrás, con su espalda pegada a él, y no contento con eso, continuó susurrándole cerca del cuello desnudo.

- He visto a través de tu máscara. Detrás de todo el hielo que muestras, hay un ser asustado... solitario... y muy, muy frágil...-

- ¡Deja de hablar como si me conocieras!- Gruñó Thranduil. Las palabras del enano carecían de sentido para él, y en cierto punto, estaban comenzando a inquietarlo bastante. - ¿Pretendes conocerme? Sigue pretendiendo, ¡tú no sabes nada de mí! ¡Nada!-

- ¿Ah, sí? Yo no estaría tan seguro de eso... Dime, ¿quién más te conoce como yo te observo ahora?-

Y casi por obra de magia, el elfo notó algo elevarse sobre él. Al levantar la vista para observar de qué se trataba, contempló la mano de Thorin que sostenía un gran racimo de uvas. Thranduil tuvo que apretar los labios para no emitir ningún sonido traicionero. Si bien tenía demasiada hambre, no sería capaz de abandonar el poco orgullo que le quedaba intacto para rogar por comida...

Ante esto, Thorin sonrió. Veía los ojos del otro completamente inmersos en aquellas uvas, con el rostro endurecido de la fricción que hacía para controlarse... ¿Acaso había visto una mirada más perfecta que esa que ahora observaba?

- Tu silencio me dice que no tienes cómo responderme... Porque sabes que sólo yo te vi en este estado, sólo yo he disfrutado de acariciar tu cuerpo y contemplarlo desnudo por todo el tiempo que has estado aquí... Y también solamente yo conozco la forma en que te retuerces cuando sientes los espasmos de tu cuerpo que sucumbe ante mis caricias, y los gestos que haces con la boca cuando no quieres aceptar el calor que emana de tu piel, y las lágrimas que sueltan tus hermosos ojos al poseerte...-

- ¡Cállate de una vez!- Exclamó el elfo, apretando los párpados, sumido en una completa vergüenza. - ¡Estás enfermo!-

- Sólo estoy enfermo de ti...- Dijo, apretándolo más contra su cuerpo con su brazo libre, repleto de una euforia electrizante que lo hacía hasta marearse de la emoción de sentir al otro tan cerca. – Y haría lo que fuera para tenerte conmigo, porque eres mío... Lo serás para siempre-

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