Capítulo 8
Su cuello estaba tan endurecido que prácticamente sentía su garganta cerrarse hasta ahogarlo. Movía sus brazos de un lado al otro, protestando, intentando zafarse del abrazo indeseado a como diera lugar. Thorin, por su parte, no daba ni la más mínima chance, ignorando todas las quejas del otro, para centrarse sólo en continuar besando aquella piel tan resplandeciente.
Con cada beso dado, el Rey Elfo sufría los peores estremecimientos que en su vida había sentido, al menos nunca con tanta intensidad. Todo su cuerpo parecía temblar bajo el tacto extraño, y lo que más le molestaba era que aquellos roces realmente parecían ser inofensivos... Como una leve caricia, tierna e inocente, como la que se da a un hermano, a una niña en la frente, a la mano de una dama, a un amante...
"Amante"... Cuando su mente repitió aquella palabra, maldijo en voz alta, con su dialecto élfico tan sonoro y tan propio. "Amante", volvió a remarcar eso, y cerró los ojos tan fuertemente que sus párpados dolían. No, no quería pensar aquello... No había derecho... Jamás pensaría en ellos de esa forma tan desagradable, principalmente porque él estaba siendo forzado, humillado, rebajado a su estado más deplorable por una mente desequilibrada que se caía a pedazos... Por un enano...
Todo le asqueaba, el respirar de Thorin en su piel, el tacto de esas enormes manos sosteniendo sus brazos, el roce de los labios que subían y bajaban la longitud de su cuello desnudo. Incluso el sentir tan cerca el torso y las piernas del otro, de su torturador... Y el hecho de que quisiera dárselas de bueno a estas alturas... Era aún peor.
- Dilo de nuevo...- Habló de repente Thorin, dejando en total desconcierto a Thranduil, quien se quedó sumamente quieto al oírlo decir aquello.
El silencio y la quietud del elfo dieron pautas para que el enano entendiera que no había sido del todo claro con lo que había pedido... Entonces, entre un par de besos más, susurró:
- Lo que sea que hayas dicho antes, repítelo- Indicó, quitando algunos mechones de cabello dorado de la piel mojada del cuello y el perfil del rostro, acomodándolos detrás de la oreja, con suaves movimientos. – Me excita oírte hablando en élfico...-
- ¡Púdrete, maldito enfermo!- Exclamó el rubio, apretando los dientes mientras escupía las palabras de su garganta.
- ¿Oh? Es casi increíble...- Comenzó a decir el captor, llevando su mano derecha, -la misma que usó para acomodar el cabellos de su presa-, hacia la mejilla sonrosada que se exponía libremente, endureciéndose aquellas perfectas facciones bajo su toque. Luego, con su dedo pulgar, acarició los labios del otro, recorriéndolos de lado a lado con un simple movimiento. – Es casi increíble que de esta boca tan bella salgan esas crueles palabras... ¿No te parece?-
- ¡¿Crueles?! ¡¿Quieres hablar de crueldad?!- Thranduil exponía ahora todo su odio acumulado, que de alguna u otra forma había explotado dentro de su interior y había hecho regresar su más brutal carácter, aunque su cuerpo no pudiera reaccionar de la misma forma debido a su desgaste y su descuido. - ¿Qué te parece entonces si hablamos de una invitación, eh? De un pacto, de una supuesta alianza entre razas... ¿Qué hay de llevar a alguien a quien llamas aliado a un lugar tan oscuro y tan desolado como éste y abusas de él de la forma más descarada? ¡¿Qué hay de humillarlo, de obligarlo a estar contigo para compartir esta locura sin nombre, esta misma tortura una y otra vez, sólo porque a ti te divierte?!-
A medida que iba hablando, las palabras y el tono de voz se oían más fuertes, más coléricos e imparables. Thorin, ante esto, había quedado tan sorprendido de ese brote nuevo y casi inesperado de parte del elfo que mientras oía tuvo que alejarse un poco, sólo para observar del todo esa mirada de furia, ese asco y desprecio en cada parte de su semblante...
- Sigues siendo el mismo de siempre...- Habló por fin, luego de mirar asombrado un buen rato. – Qué bueno... Después de todo esto, temía que perdieras esa chispa tuya tan atractiva-
Thranduil abrió la boca para decir algo, intercambiar otro par de insultos, en un intento de presentar siquiera una batalla verbal. Pero su voz se cortó de seco cuando un ligero tirón en su miembro hizo que bajara su mirada repentinamente.
La mano izquierda del Rey Bajo la Montaña tomaba ahora posesivamente la hombría del elfo, comenzando a acariciarlo primero, luego a jalarlo con un movimiento de vaivén lento y suave.
Aturdido. Thranduil se sintió aturdido al principio. En completo desconcierto después de haberle dicho todo aquello y de presenciar ahora los actos de su captor... ¡¿Es que acaso no había escuchado nada?! ¡¿Sus palabras eran sólo sonido molesto que obviaba por comodidad?! Con un gruñido de desagrado, el Rey elfo ahora sacudía también sus largas piernas para evitar que el enano continuara con ese insolente evento.
A continuación, como si ese toqueteo no fuera suficientemente incómodo para él, también tuvo que soportar el besuqueo constante, casi desesperado, de Thorin.
Besaba su rostro, su cuello y sus hombros con una rapidez embravecida, como si quisiera devorar su piel a mordiscos en ese preciso instante, arrastrando su boca en cada parte de nuevo, y de nuevo... Además, la barba causaba una picazón intolerable sobre su delicado cutis blanquecino, dejando un rastro rojizo por donde sea que el otro pasara con sus labios, que se restregaban incansablemente sobre él.
Acto seguido, se dedicó también a torturar su oreja puntiaguda. El primer beso que le dio allí le causó un zumbido electrizante y también doloroso, aunque eso no pareció importarle demasiado a Thorin. Continuó. Abrió su boca y sacó su lengua caliente y mojada, depositándola en la cavidad auditiva del rubio. El movimiento era insistente y animal, como si quisiera poseerlo por ahí también... De sólo pensarlo, el elfo sentía aumentar su aversión.
Un quejido, más alto que los otros que hasta ahora había soltado, se dejó oír de su parte cuando Thorin mordió la punta de su oreja de repente. La besaba y la mordía, indeciso, salvaje, lujurioso... Las emociones aumentaban en el enano con cada acto que realizaba, con cada roce que daba sobre la piel temblorosa, con cada pequeña gota de sudor que se sumaba a su amplia frente. Sentía esa loca necesidad de devorarlo, de morderlo, de causarle algo de dolor hasta que perdieran la cordura de sus actos y se revolcaran sobre el agua sin importarles si se ahogaban o no.
Pero luego lo observó. Hizo un vaivén con su mirada, bajando primero hacia la hombría que sostenía en su mano y notó que si bien estaba bastante estimulada, el otro no sentía ese impulso de buscar su tacto, de acercar su cuerpo para ser acariciado... Y al mirar su rostro obtuvo más seguridad aún sobre su pensamiento. Ese perfil rechazante, las facciones que se arqueaban en un gesto de repulsión y dolor ante la sensación de placer que viajaba inevitablemente por su cuerpo. Thranduil haría lo que fuera por alejarse de allí, por zafarse de sus manos, de su toque...
- Pero no lo lograrás...- Dijo el Rey Bajo la Montaña, sosteniéndolo con mayor fuerza, casi al borde de lo inaguantable para su presa, que sin entender de qué iba aquello, seguía intentando liberarse a como diera lugar. - No podrás, porque eres mío... ¡¡Eres mío!!-
- ¡Basta, suéltame!-
Es todo lo que atinó a decir el elfo. Aunque estaba en desacuerdo en todo, su mente aún estaba demás clara como para arriesgarse de nuevo a la furia de su captor. No había forma posible de lidiar con un ser tan resquebrajado por la codicia como Thorin, eso lo sabía, le quedó bastante claro la última vez que intentó confrontarlo o contradecirlo. Sin importar a qué precio, debía por el momento mantener su orgullo amarrado si quería salir de ahí con vida, o siquiera cobrarse venganza... Sí, debía esperar...
Después, nuevamente y sin aviso previo, sintió que el agarre de Thorin disminuyó un poco, y que comenzaba a estimular su miembro como lo hacía anteriormente, de forma rápida y desesperada, sin sensibilidad, sin darle tiempo a que se asocie con su intención.
Con la misma rudeza tomó, con su mano libre, la quijada del elfo; lo hizo girar la cara para que quedaran de frente, y después, cuando Thranduil abrió medianamente sus párpados para observar lo que el otro hacía, Thorin, sin esperar un segundo, se estampó a sí mismo sobre aquellos labios carnosos y perfectos.
El contacto entre ambos provocó un sonido seco, casi con eco en el ambiente vacío. Thranduil volvió a cerrar fuertemente sus ojos, pretendió no quejarse demasiado, intentando evitarle la diversión a su demente anfitrión.
Thorin hacía tanta presión sobre él que eventualmente comenzaron a dolerle las encías. Junto con eso, la cercanía exagerada le dificultaba respirar, produciéndole un sentimiento de ahogo constante y creciente... Necesitaba aire, y lo necesitaba ya; soltando unos gemidos secos de su garganta intentó hacerle saber al otro que su actitud posesiva estaba comenzando a ser demasiado para él.
Cuando finalmente se separaron, se extrañó al sentir aún esa presión insoportable en su abdomen. Al principio había creído que se trataba de una de las rodillas de Thorin que se había posicionado sobre su estómago, pero no fue así. Entonces fue cuando comprendió que su cuerpo estaba dándole a entender que su instinto masculino estaba próximo a "estallar" nuevamente, a causa de la estimulación del enano.
Y así como se dio cuenta de aquello, la sensación de ahogo volvió a poseerlo. El enojo consigo mismo y la vergüenza continua estaban despedazándolo, en cada segundo que pasaba, se sentía más sucio, más humillado... Y su cuerpo no hacía más que empeorar la situación.
Cerró otra vez los párpados, intentando relajarse, concentrarse, pero no encontraba un punto de coherencia entre su mente y su cuerpo. Internamente estaba detestando todo lo que sucedía con un asco inconmensurable, pero al mismo tiempo, su piel estaba acrecentando el calor, la adrenalina, haciendo correr el placer por sus venas, estimulando cada minúscula célula de su ser... de su desdichado ser...
Y los besos... Volvieron. Bañaron su cuello de nuevo, sin pudor, pretendiendo hacerle perder la razón. Lo estaban logrando... Ya estaba en un estado en que quería gritar a toda voz, de furia, de deseo, de dolor; deseaba que sus pulmones estallaran en un simple grito bestial, y que la nada llegara hasta él y lo consumiera, para perderse por los lindes del tiempo y finalmente encontrar la paz.
Pero no, estaba en esa inquietante situación en que no sabía bien qué hacer para detener la tortura. El vaivén se hizo minuto a minuto más rápido, los besos, más posesivos, y su piel, más reacia a tranquilizarse. Su mente se encontraba en el borde donde los pensamientos quedaron enmudecidos y sólo importaba lo que sentía externamente. Continuó así hasta que el clímax lo alcanzó violentamente y un gemido mitad gruñido se atragantó en su boca presionada.
- Bien, bien- Le susurró Thorin al oído, observando su perfil deprimido y agotado. – Me gusta que te comportes-
Después de decir aquello, viendo que el otro aún no estaba en condiciones de seguirle la corriente, comenzó a alejarse hacia el extremo contrario de la cadena, donde ésta estaba asegurada, en la pared. Una vez llegado hasta ahí, sujetó el último eslabón, y con un apretón seguro y fuerte, lo abrió y liberó el resto del amarre del formidable muro ante él.
Luego, ya teniendo la cadena nuevamente en su poder, se dio la vuelta, sólo para observar aquella mirada lacrimosa mirándolo desde el otro lado del cuarto.
- Déjame ir, Thorin...- Comenzó a decir el elfo, con un hilo de voz que simulaba casi una dolida súplica. De hecho, sus ojos se mostraban realmente cansados, con los hombros agotados, doblegándose en un arco de cansancio evidente. – O mátame si así lo prefieres... Pero termina con esto de una buena vez-
- ¿Matarte? Espero que estés bromeando, oh, Señor del Bosque Negro- Se bufó Thorin, comenzando a tirar de la cadena para indicarle que se pusiera en pie. – ¿Terminar con esto? Ni mucho menos. No ahora que al fin te tengo donde quería-
- ¡Si sigues haciéndome esto de todas formas moriré! Al menos ten la compasión de darme una muerte rápida e indolora... ¡Al menos actúa como un rey, aunque sea una sola vez!-
- ¡¡Silencio!!- Vociferó el enano.
Volvió a tirar de la cadena, pero en esta ocasión, el movimiento fue mucho más violento, acorde a sus ojos saltones y desfigurados de rabia y locura.
- Cállate ahora si no quieres que me retracte y te vuelva a castigar- Dijo, y la reacción del elfo sólo fue apagar la llama de rebeldía que se creó en su mirada clara cuando le habló anteriormente. – Te vuelvo a recordar que no eres más que un prisionero aquí. Yo soy tu Rey. Y me debes obediencia hasta que yo decida darte muerte... Por el momento quédate tranquilo, no vas a morir, no soy tan estúpido como crees-
Thranduil, mal que le pese, se limitó a guardar silencio. Era más que evidente que no lograría hacer que el razonamiento de Thorin volviera a su pérfida mente, sin importar lo mucho que intentara que eso ocurra.
Se puso en pie, entonces, y con un gesto de resignación momentánea en sus facciones, siguió al otro con pasos lentos hasta salir de aquella neblinosa habitación, para volver a la cruel jaula a la cual estaba confinado desde el día en que llegó a Erebor.
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