Capítulo 3
La lengua de Thorin se pasaba por aquel brazo semi-musculoso que el elfo debajo de él poseía. Saboreaba la miel que se deslizaba cristalina y dulce por la piel, y al mismo tiempo disfrutaba del aroma a jazmín y madera mezclados que su presa desprendía; era casi mágico, tanto así que el rey enano ya ni recordaba si estaba realmente en la tierra o si había muerto y subido al cielo.
Por su parte, Thranduil movía su cabeza de un lado al otro, en objetivo de presentar algo de batalla. Si lo que venía era inevitable, al menos que no se cuente que fue deshonrado sin pelear antes... Después de todo y frente a cualquier adversidad, él era un guerrero nato, y su actitud, por muy debilitada que estuviera, seguía estando intacta.
Las drogas que adormecían su cuerpo parecían también atenuar sus sentidos de alguna forma, porque se sentía físicamente perturbado en tantos lugares al mismo tiempo que no podía concentrarse en un solo sitio. La lengua de su captor en su brazo era uno de esos elementos molestos, luego estaba el hecho de que su cabello enmarañado cayera sobre su rostro y cuya consistencia era tan áspera que su sólo roce lo fastidiaba. Las manos del enano eran otro detalle que no podía manejar... Sobre todo la que insistía con masturbarlo.
Lo que menos quería ahora era sentirse excitado, pero aún siendo un elfo, también había que reconocer que su naturaleza de hombre estaba comenzando a traicionarlo. Si no fuera por el hecho de que Thorin estaba siendo demasiado rudo (apretándolo con exagerada aspereza y jalando de él muy rápido, tanto así que en lugar de darle placer le causaba dolor), su cuerpo entero estaría "preparado". Y aún con eso, Thranduil sentía que poco a poco perdía algo de su auto-control, que su miembro se incitaba sexualmente a pesar del mal trato... Maldijo para sus adentros e intentó seguir luchando contra eso, moviendo sus caderas para alejarse del contacto.
De repente, el tacto mojado de la lengua de Thorin sobre su mejilla derecha lo sorprendió. El enano comenzó a chupar, morder y lamer todo lo que encontraba a su paso, degustando la miel que quedaba en aquel rostro de mármol, dejando una marca de irritación en la piel del rey elfo. Luego, fue bajando por el cuello, devorando sin piedad y sin contención, restregándose entre los largos cabellos de plata y descendiendo hacia el pecho.
La respiración entrecortada de Thranduil fue lo que le indicó el temor y la rabia que era producida por la indignación de verse a su completa merced, y eso sólo aumentó la pasión de Thorin. Atacó despiadadamente el pezón derecho del elfo, mordiéndolo y succionándolo como si realmente quisiera sacar algo de allí. Ante esto, un quejido audible se oyó y retumbó en la habitación, pero eso fue todo lo que el elfo dejó oír de él.
- Vamos, no seas tan cruel. Déjame escuchar tu voz pidiendo clemencia- Ronroneó Thorin, mirándolo con gesto de burla.
No hubo ningún tipo de respuesta por parte del otro, excepto una mirada fulminante que deseaba desgarrarle el pecho y arrancarle de lleno el corazón. "Si las miradas matasen...", pensó el enano, divertido.
Acto seguido, continuó bajando, degustando ahora el vientre plano que se exhibía sin cuidado, contorneándose tembloroso entre aquellas sábanas de seda color salmón. El contraste que hacía la piel blanca contra la tela brillosa era hipnotizante, tanto así que Thorin se quedó observando aquello durante un largo tiempo antes de continuar.
Una vez se recuperó del hechizo que su presa causaba en él, el mismo que venía persiguiéndolo desde que tuvo la oportunidad de conocerlo antes de la caída de Erebor, el enano prosiguió besando ese vientre que subía y bajaba a causa de la respiración agitada, y una sonrisa se dibujó en sus labios cuando, al posar su lengua cálida en la piel del otro, éste se estremeció inconcientemente.
Saboreó cada pequeño espacio que se le presentara, cerrando los ojos para perderse mejor en momento de placer pleno que estaba sintiendo, hasta que, al bajar un poco más, sostuvo con sus grandes manos aquellas caderas y entonces fue que quiso abrir sus párpados y deleitar también su vista.
Las caderas de Thranduil parecían aún más estrechas y delicadas al ser sostenidas por sus amplias palmas; ante la visión, Thorin soltó un quejido de placer y dijo:
- Maldición... Si esto continúa así creo que ya no podré seguir jugando contigo-
Thranduil le devolvió la mirada, sólo para percatarse de que Thorin ni siquiera lo estaba viendo a la cara, sino que sus ojos se mantenían fijos en su entrepierna, en su miembro semi-excitado... "¡Cuánto descaro, maldito!", gruñó en su mente el Rey del Bosque Negro, y lanzándole un vistazo asesino, con los ojos desfigurados de odio y sacudiendo su cuerpo con la poca fuerza que le restaba, exclamó:
- ¡Te advierto que cada pequeña cosa que hagas conmigo ahora, te la devolveré mil veces peor, estúpido lunático!- Las palabras ruidosas eran escupidas de su boca, ya sin preocuparse de mantener la compostura o su porte real. El sentir que su orgullo era mancillado como forma de juego fue lo que hizo que perdiera la cabeza. - ¡¿Me oyes, o eres demasiado estúpido para comprenderlo?! ¡Si continúas con esto, pondré tu pequeño e insulso personaje en una estaca, lo exhibiré en la plaza central de este putrefacto pueblucho y te despellejaré yo mismo ante tu propia gente, para que todo el mundo sepa lo que le sucede a los tipos locos como tú que--!-
Eso fue todo lo que alcanzó a decir antes de que Thorin cubriera su boca con un trozo de tela que arrancó de su vestimenta. Había sostenido fuertemente su rostro para evitar que el otro se moviera, y con sus rudas manos empujó el trapo hacia el interior de la cavidad bucal del rey élfico, que todavía se encontraba discutiendo.
- Disculpa el gesto, no quiero ser descortés- Se bufó su anfitrión, volviendo a bajar hacia sus caderas. – Me encanta oír tu voz, pero... estás haciendo demasiado ruido y podrían oírnos, ¿entiendes?-
Y haciendo caso omiso a los gruñidos y quejidos de Thranduil, tomó en su empuñadura aquel miembro y se lo metió de lleno en la boca.
Lo poco que quedaba de la voz del elfo se atragantó en su garganta precipitadamente, tomado por sorpresa. Había intentado de todo para que su naturaleza masculina no fuera más fuerte que él, pero ya había resistido tres asaltos anteriormente, y esta vez no estaba tan seguro de poder retenerse.
La vergüenza cubrió de rubor sus mejillas cuando vino a su cabeza un recuerdo que creyó haber sepultado hacía miles de años atrás. La noche misma de su boda, una unión que era considerada demasiado sagrada y pura para él, había tenido que estimularse a sí mismo para poder consumar plenamente su matrimonio. Cualquiera hubiera pensado que su adorable esposa no le resultaba lo suficientemente atractiva, o incluso lo tildarían de narcisista... Bueno, él no lo iba a negar, de hecho sí era un poco (bastante) narcisista, ésa era su naturaleza, y estaba muy conciente de que su imagen era impactante para los demás, pero eso no viene al caso.
Lo que sucedía era que él amaba a su esposa. La quería tanto que su deseo por ella iba más allá del sustento carnal; había anhelado desposarla desde el mismo instante en que la conoció, y pasó tanto tiempo adorándola en secreto que en la noche de bodas le costaba ardides alejarse del prospecto de perfección que ella representaba para él... Porque era tan perfecta ante sus ojos que incluso el sólo tacto doliente que él pudiera causarle podría arruinar su perfección, y eso no era lo que quería. Y sin embargo, tuvo que incitarse a hacerlo, porque ahora ya estaban casados, y los esposos hacen eso...
Oh, se revolcaba en su propia vergüenza de sólo recordarlo... Los reyes no hacen eso... Los elfos no hacen eso... Y él había caído en la desesperación de ensuciar su conciencia con semejante acto deshonroso...
Los párpados de Thranduil se mojaron de sudor y su frente aún más. Su respiración se entrecortaba y su voz quedó muda detrás de su garganta. La lengua raspaba con la tela entre sus dientes, intentando quitársela de la boca sin mucho éxito. Sus piernas no podía hacer mucho para liberarse o evitar que su captor siguiera torturándolo... ¿Qué tan bajo podía caer en tan sólo una noche?
Como respuesta a su pregunta interior, las punzadas de placer se aferraron aún con más fuerza a sus ya cansadas caderas. De hecho, sentía todo su cuerpo a punto de adormilarse en cualquier momento, entre el dolor y la fatiga. Ya no le importaba qué tanto tenía que continuar soportando esto, sólo quería que al fin se acabe. Y las punzadas continuaron, ferozmente, una detrás de la otra, y ahora con mayor intensidad.
Abrió sus ojos de sopetón al comprender lo que sucedía. Estaba sumido en tanta excitación que, después de siglos, se "liberaría" a su necesidad, como una simple bestia común.
Bajó la mirada, forzando de más su cuello ya adolorido, y soltando unos quejidos a modo de protesta. Pero Thorin estaba demasiado ocupado para atender a sus llamados odiosos, y continuó con lo suyo, abandonando a Thranduil a su mísera suerte, a que lidiara con ello como pudiera y se conformara con el acto impuro al que no estaba acostumbrado.
En el preciso momento en que se vino, con un gemido brutal, mitad gruñido, mitad alarido de dolor, su espalda se tensó y se arqueó un poco con el escaso movimiento que tenía. Por otra parte, llevó la vista al techo inconcientemente y su visión borrosa por las lágrimas le dejó la mente en blanco. No reconocía para nada lo que acababa de suceder, en absoluto. Éste no se sentía como él, no debía ser él... Pero aún así, el inmenso sufrimiento interior que provenía de su cuerpo y de su mente le decían que por mucho que quisiera negarlo, se sentía miserablemente satisfecho y cansado... Libre y cansado. En una paz pecaminosa.
Thorin lo observaba así, completamente quieto y con la mirada perdida, y una sonrisa volvió a dibujarse en su rostro. La expresión del rey elfo era más de lo que podía pedir, una parte de su sueño ya se había hecho realidad... Ahora quedaba el resto.
Thranduil respiraba ahora ya un poco más calmado, se iba recuperando de a poco del asalto anterior, pero mentalmente no estaba siquiera reponiéndose. Simplemente no quería pensar demasiado, o sino su cabeza explotaría. Sus párpados caían sobre su visión extraña de a ratos, intentando avisarle de su próxima pérdida de conciencia, y eso le pareció lo mejor que podía ocurrirle en esa espantosa velada. Tan sumergido estaba en su propia condición que no notó cuándo fue que Thorin se arrodilló muy pegado entre sus piernas. En el momento mismo en que, con el rabillo del ojo, visualizó que el otro se estaba quitando las ropas y dejándolas a un lado, fue que entendió que esto aún no terminaba... Oh, no, la pesadilla aún continuaría...
El enano, una vez despojado de todo rastro de tela que se interpusiera entre él y su objeto de deseo, tomó las estrechas caderas blanquecinas del elfo y comenzó a situarse para obtener mayor comodidad. Thranduil abrió bien grande los ojos azules, con la mente bloqueada pero temerosa de lo que se venía... Por primera vez en mucho tiempo, estaba desesperado...
Inició de nuevo un intento de lucha, sacudiendo un poco sus largas piernas que no podía soltar de los amarres, gruñendo sonoramente a través de lo que impedía que su voz saliera. Thorin lo miró, entonces, pero sus ojos llenos de una lujuria que Thranduil jamás, en sus muchos años de vida, había presenciado le indicaron que el asunto sería peor de lo que él pensaba.
- ¿Qué sucede, Rey del Bosque Negro?- Inquirió el enano, con la voz rasposa de deseo. – ¿Aún no has tenido experiencia con otro hombre?-
Ante esas dañinas palabras, Thranduil se vio obligado a bajar la mirada (cosa que se había prohibido hacer antes, sin importar qué), sólo para evidenciar la hombría, bastante grande y proporcionalmente mayor de lo que hubiera podido imaginar, de su anfitrión.
De sólo pensar que "eso" se estaba frotando ahora en sus nalgas desnudas y desprotegidas, sintió pavor y un descontrol abarcadores.
"¡No, no hay forma!", gritaba su mente. Su cabeza calculó rápidamente, sólo para insistir en que no había forma posible de que "eso" cupiera dentro de él sin necesidad de desgarrar todo a su paso... "¡Oh, Elbereth, detén esta locura ahora!", exclamó internamente, justo antes de sentir la primera estocada.
Fue salvaje, sin previo aviso ni preparación, sin piedad alguna. Thranduil sintió su cuerpo entero resquebrajarse lentamente en pequeñas partes diminutas que el viento podría llevarse, si es que hubiera. El hecho era que le costaba demasiado respirar, no importaba cuánto se esmerara en captar el aire en sus pulmones, simplemente su pecho ardía tan candente como el fuego del dragón.
Lágrimas gruesas y cristalinas se apoderaron de su rostro mientras Thorin continuaba su torturante ritmo, a fin de situarse por completo en el cuerpo del otro. El rey elfo soltaba gritos desesperados detrás de su mordaza, los mismos que caían en oídos sordos y rebotaban en las paredes.
Por otra parte, los gemidos de Thorin Escudo de Roble contrastaban de forma sínica con los alaridos de su presa; se empujaba aún más, obligando a esa pequeña entrada nunca antes profanada a abrir paso a su espesor y aceptar centímetro tras centímetro. De a poco, delgadas gotas carmesí cayeron sobre las sábanas, mostrando el desgarrador encuentro entre ambos.
El enano levantó la vista, observando las reacciones de Thranduil, que sacudía su cabeza de un lado a otro e intentaba gritar, pero su voz ahogada se atragantaba y apenas si se escuchaba.
- Oh... tan hermoso...- Comenzó a decir él, sin detener el movimiento. – Te sientes tan cálido y apretado alrededor de mí... Eres justo como me imaginaba que serías...-
Thranduil oyó eso, y automáticamente intentó contener sus quejidos. Notó que con sus gritos sólo le daba más placer a su enemigo; al menos no le daría todo lo que él quisiera. Si había algo que pudiera hacer para arruinar este acto de fantasía perversa y enfermiza que Thorin tenía, entonces lo haría.
Su voz se calmó lo más que pudo, contrariamente de su cuerpo, que seguía temblando y retorciéndose debajo de las duras embestidas del enano. Eran lentas y profundas; Thranduil estaba en tal estado de dolor que ya no sabía qué le dolía más, si la profanación de su entrada, sus piernas acalambradas, su espalda arqueada, sus pulmones, su garganta o sus caderas, que estaban siendo brutalmente agarradas entre las manos enormes de su captor. Eran casi como garras que intentaban rasgar la piel, no entendía por qué lo sostenía de tal manera, con qué finalidad... Tal vez la única respuesta era que sólo buscaba hacerle más daño del que era necesario, y esto sólo aumentó la furia dentro de su pecho.
Con una estocada repentinamente rápida, los cuerpos de ambos chocaron, y Thranduil se sintió moribundo al comprender que la hombría del otro estaba por completo metida dentro de él. Era un dolor tan agudo que apenas si podía soportarlo, y los sacudones temblorosos que daba intentaban comunicárselo a Thorin, hacerlo entrar en razón de que lo que estaba haciendo ya no era cuestión de fantasía, era real... Siniestramente real...
- ¡¡Oh, santo dios!!- Exclamó Thorin repentinamente, haciendo caso omiso del dolor que le causaba a su deliciosa presa. Estaba tan extasiado que podía sólo correrse en ese mismo instante, pero no; se tranquilizó, respirando hondo, y por esa causa fue que se quedó así, inmóvil dentro del elfo, hasta que recobró su vigor masculino. - ¿Sabes cuántas lunas he pasado imaginando este preciso momento?- La voz ronca del enano sacó de sus pensamientos quejumbrosos a Thranduil, quien abrió los ojos pero sin mirarlo, se quedó allí con el rostro a un lado y su respiración entrecortada, oyendo solamente. - ¿Tienes idea de las veces que la soledad y el deseo me acecharon sin piedad alguna en mi cuarto, sintiéndome miserablemente solo y pensando en lo lejos que te encontrabas de mí?- Hizo una pausa; de repente unas cuantas lágrimas de emoción pura borronearon su visión, pero se recuperó, acariciando una de las piernas del elfo cautivo, sintiendo la piel lechosa, sudada y suave bajo su tacto áspero... ¡Definitivamente, esto era real! ¡Finalmente! – Y ahora aquí estás... Tú, Señor del Bosque Negro... Señor dentro de mis fantasías... Mi dulce y apasionada fantasía, hecha carne y hombre para que yo pudiera gozarla... Eres tan perfecto que duele el sólo verte, ¿sabes?-
Náuseas. Thranduil sentía náuseas; náuseas de todo lo que oía, ¿cómo podía decirlo en serio? El enano desdichado estaba diciéndole que su enfermedad era aún más añeja de lo que él pensaba... No era cosa del momento, no; por lo que acababa de decir, su mente retorcida venía congeniando esta perversidad hacía mucho tiempo atrás. Y él, como un tonto, sólo cayó en la trampa...
- Pero seguramente tú ya sabes eso- Prosiguió Thorin, comenzando a moverse de nuevo.
Ahora sus movimientos eran el doble de lentos que antes, recorriendo su larga hombría hacia fuera, para detenerse justo antes de salir del cuerpo del elfo, y volver a meterse con la misma lentitud. Era un simple juego, quería sentir la calidez del otro en su totalidad, disfrutarla lo más que pudiera antes de volver a perder el control; y por otro lado, también deseaba que Thranduil supiera que todo él le pertenecía ahora, TODO. Su cuerpo estaba siendo sometido por el Rey bajo la Montaña, y a éste pertenecía, era SU propiedad, ahora y para siempre.
Dentro de sus propios pensamientos lúgubres, Thorin se aferró de nuevo a las caderas de su captura, posesivamente y con hambre de más brutalidad. Nunca había sido demasiado delicado, de hecho. Siempre prefirió el acto sexual apasionadamente alocado, y ya que ésta era su primera vez con su dulce y preciado elfo, decidió que era suficiente con la poca amabilidad con la que se había refrenado hasta ahora, era tiempo de satisfacerse a sí mismo, después de todo, planeaba que pasaran juntos mucho más encuentros como estos, por lo que luego vería la forma de adecuarse al ritmo del otro. Por hoy, ya era demasiado.
Las embestidas se volvieron más agresivas y rápidas, tanto así que Thranduil no podía terminar de recuperarse de una que ya lo golpeaba otra. El ruido que sus cuerpos envueltos en sudor producían al encontrarse de tal forma violenta le revolvía el estómago, pero intentó hacer lo que estuviera a su alcance para retener eso. Lo último que quería era estar, además, envuelto en su propio vómito... Bueno, pensándolo bien, ni siquiera podría despedirlo, porque la tela dentro de su boca se lo impediría... No, sería mejor contenerse.
Sus quejidos, por otra parte, se escurrían sin medida de entre sus dientes, filtrándose en el ambiente, manifestando su sufrimiento físico y mental. "¡Detente, basta ya!", era lo que deseaba gritar, pero sus palabras no alcanzaban a formarse con la bola de paño que evitaba que su lengua se moviera, y sólo un balbuceo inentendible se escuchaba.
Las mordazas de sus manos y pies se clavaban en su piel perfecta, cortándola frente a tanta fuerza que hacía para resistirse, y dejando que un hilo de sangre visible fuera evidencia de otra herida más que su cuerpo poseía.
De pronto, entre tanto jaleo violento, la cuerda que sostenía su pierna derecha se cortó de improvisto, con un sonoro chasquido. Thranduil, al ver que recuperaba un poco de su movilidad al menos, usó esa nueva pierna libre para intentar alejar a Thorin, quitárselo de encima. Primero probó patearlo, pero se sentía quebrar cuando quiso elevarse en una patada; así que pretendió hacer palanca con la cama y su propio cuerpo para arrojar al enano por los aires, pero antes de que pudiera poner eso en marcha, Thorin sujetó con una sola mano su rodilla y tiró de su adolorida pierna hacia arriba, hasta ponerla en su hombro. Después de eso, continuó con el ritmo torturante como si nada.
Thranduil parpadeó pesadamente, ya toda la esperanza estaba perdida... ¿Además, de qué serviría quitarse a su captor de encima si aún continuaría amarrado a la cama? No lo pensó bien, su mente estaba muy abrumada para formular una idea coherente.
Las embestidas de Thorin se hicieron, de a poco, más y más rápidas, soltando de vez en cuando un sonido bestial que avisaba de su pronta liberación. Aumentó el ritmo, sin importarle si el elfo aún podía soportarlo, y apretando la pierna que sostenía entre su brazo izquierdo, llegó al clímax, desparramando su semilla dentro de su presa, profundamente.
El líquido extraño ardía en las injurias internas del rey elfo, quien, con lo poco que quedaba de su voz quebradiza, gimió tristemente y cerró los ojos ante el nuevo dolor. Aunque el acto ya estaba terminado, Thorin se resistió a salir del cuerpo del otro.
- Mírame- Le dijo, con su voz cansada pero ya un tanto recuperada.
Thranduil se resistió a observarlo. Sentía tanta rabia y vergüenza que pensó en sólo morirse allí mismo y liberarse de esa porquería de una vez por todas. Pero el otro volvió a insistir:
- ¡¡Mírame!!-
Sorprendido por el grito agresivo que su mente perturbada no alcanzaba a asimilar, volteó sus ojos, aún empapados en lágrimas, y miró el rostro de quien acababa de ultrajarlo, sólo para notar que éste ni siquiera sentía un pequeño rastro de culpa... Al contrario...
- Tú eres mío, sólo mío, enteramente y para siempre mío-
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