Capítulo 12
Siguió haciendo caer de a poco los mechones de cabello que sostenía en su mano, hasta que sólo quedó uno, y entonces, observando profundamente los ojos vidriosos del rey elfo, se inclinó para aspirar el olor a jazmín que aún se percibía en esas suaves hebras. Se divertía mirando la reacción del otro, que forcejeaba con sus brazos para intentar cortar el nudo, gastando en vano sus energías, desesperándose a cada segundo que pasaba. Sus ojos furtivos evitaban encontrarse con los suyos, yendo de un lado al otro, observándolo todo, buscando algo que lo ayudara en esa ruda situación.
Por puro impulso, Thorin se acercó rápidamente al rostro de Thranduil, provocándole a éste último tal sobresalto que su reacción más atinada fue girar su perfil para evitar el contacto. Teniéndolo así, con los ojos fuertemente cerrados, asustado pero furioso, y con ese gesto de rechazo hacia él era lo que hacía estallar su excitación. Si alguien se lo preguntara en ese momento, no sabría cómo explicar por qué se sentía tan excitado cuando el elfo lo rechazaba de aquella forma tan familiar para su persona. No era sólo su belleza lo que lo enloquecía, comprendió. Era también su manera de comportarse, su personalidad, esa ferocidad que irradiaba cuando estaba enojado, esa hostilidad en su mirada, su voz exquisitamente perfecta, resonante, llamativa, altanera...
El sobresalto del elfo fue el doble de intenso cuando sintió la lengua de Thorin paseándose por la fina línea de su quijada, desde su mentón hacia su oreja, de manera lenta y posesiva. Su impulso fue apretar los dientes hasta el punto de sentir la dolencia en sus encías, refrenar la voz de sorpresa ahogándose en su garganta, evitar mostrar el pavor que invadía cada fibra de su desdichado cuerpo al saber próxima la pérfida jugarreta que el enano tendría preparada para él.
Cuando su lengua finalmente llegó a tocar el comienzo de esa deliciosa oreja puntiaguda que se ofrecía a la vista, Thorin elevó su mirada, percibiendo el ligero temblor de los brazos del rey elfo, quien aún mantenía la cara escondida, perfilada, intentando mantenerla lejos. Otro detalle que delataba su creciente miedo era la forma en que su pecho y su vientre se movían para respirar. Aspiraba lentamente, casi sintiendo espasmos, como si no quisiera que el otro lo descubriera allí, como si el movimiento lento y cuidadoso pudiera librarlo de las circunstancias.
- No estés asustado...- Dijo, al mismo tiempo que recorría con una de sus palmas el amplio pecho descubierto de su presa. – Esta noche va a ser toda tuya, será en tu honor; jamás vas a sentirte tan vivo. Incluso hasta te gustará, estoy seguro-
- Quita tus sucias manos de mí, lo único que siento contigo es un profundo asco... Y hasta pena por tu miserable ser- Comenzó a decir Thranduil, mirándolo de soslayo, apenas susurrando esas palabras con su voz de trueno. – La única forma de que alguien comparta el lecho con tu pérfida persona es obligándolo... Me das lástima-
Ante lo dicho, Thorin sólo atinó a sonreírse de lado, mirándolo fervientemente. Ninguna de las palabras que el elfo le dijo llegó directamente a su conciencia, eso cualquiera lo podía ver. De hecho, le encantaba la forma tan ruin en que el otro intentaba hacerlo sentir mal, ofendiéndolo verbalmente, agrediéndolo de esa forma ya que de manera física no le era posible.
Comenzó a retirarse de la cama, para el desconcierto de Thranduil, que lo seguía con la mirada atenta, pretendiendo adelantarse a lo que se venía, sólo por un mísero deseo de siquiera tener control para soportar lo que fuera que se planeara para él. Thorin le dio la espalda, y caminando serenamente, se dirigió hacia la mesita de luz de donde las velas rebosaban, goteando la cera caliente hasta en el suelo.
- Eres muy cruel, ¿sabes?- Habló el enano, posando su mano en el cajón de aquella rústica mesita tallada. Luego, tiró de la perilla y comenzó a buscar, escarbando dentro, revolviendo lentamente el contenido que había allí. – Yo pongo todo mi esfuerzo en hacerte sentir mejor, y tú sólo me demuestras tu hostilidad...-
Finalmente, los nervios del elfo por ver qué era lo que buscaba en el interior del cajón se detuvieron cuando la mano se alzó en el aire, dejando a la vista una botella, cuyo cristal transparente mostraba un líquido espeso. Los ojos extrañados estaban fijos en aquel recipiente, intentando descifrar con su mente agotada y dispersa qué era lo que se encontraba dentro, cuál era el origen o la finalidad de ese extraño líquido.
Thorin rompió su concentración cuando empezó a adelantarse y a acercarse hacia él nuevamente, quedándose en pie justo antes de llegar a la cama. Sus miradas se encontraron, y una lívida sonrisa por parte de quien no estaba maniatado sentenció la suerte del rey elfo, indicándole que hasta ahí había llegado su "buena voluntad".
- ¿Qué... es eso?- Se atrevió a preguntar el rubio, totalmente dubitativo de si quería saber lo que el otro sostenía.
- ¿En verdad no lo sabes?-
Y otra sonrisa pícara se escabulló de entre esos labios maliciosos. A Thranduil todo esto le estaba dando muy mala espina. Lo que sea que su captor se traía entre manos, de seguro no iba a ser nada bueno...
Thorin volvió a subirse a la cama, con movimientos seguros, como si ese gesto de cercanía entre ambos fuera algo completamente natural, cosa de todos los días... Después, destapó la botella y elevándola un poco, y sin previo aviso, vertió un poco de su contenido en el pecho del elfo. El contacto con el líquido le resultó extraño, pero quizás era por culpa de su irritabilidad creciente ante la situación, sumado al hecho de que su cabeza parecía estar revolviéndose tortuosamente.
El enano aprovechó su desconcierto para posar una de sus manos sobre el pecho descubierto y desparramar, con un vaivén suave, el líquido en el ancho total de aquel tórax pálido y masculino, y también un poco sobre el vientre. Toda la piel mojada con aquella sospechosa sustancia se mostró brillosa, y aunque el efecto parecía viscoso, en realidad no lo era. Thranduil, ante todo esto, luchaba para liberarse de las sogas que aprisionaban sus brazos, al mismo tiempo que se esforzaba por descubrir qué era eso que se vertió sobre él.
Hasta que finalmente lo comprendió. Era aceite. Al parecer uno especial, porque la esencia que dejó en su pecho era fina, como de almendras, pareciera... Pero eso seguía sin responder a muchas de sus dudas.
- ¿Ahora ya sabes lo que tengo pensado hacer?- Le preguntó Thorin, quien lo miraba atentamente, prestando atención a todos los pequeños gestos que el rubio hacía con su mirada, dejando en evidencia todo su desconcierto.
Thranduil sólo lo miró. Y nada más. Había una clara confusión en sus ojos tan demostrativos y claros. La luminosidad tenue que el resplandor de las velas le daba a su rostro de mármol era tentadora; sumaban incluso algo de ingenuidad a su persona...
- Vamos, no me digas que no sabes para qué planeo usar esto...-
El elfo lo miró, volvió a mirar su pecho, -esta vez con mayor atención-, y levantó la vista hacia él de nuevo. No tenía ni la más pálida idea, ésa era la expresión que tenía en su rostro. Thorin se relamió los labios. Esto sería incluso más interesante de lo que pensó...
- Vaya, vaya... ¿Quién lo hubiera pensado?- Se bufó entonces. – Que con tantos años de vida, mi dulce elfo sería así de inexperto... Te confieso que me tienes sorprendido-
- No todos tenemos tu podrida mentalidad, Thorin Escudo de Roble- Le respondió Thranduil, entrecerrando su visión en un gesto de odio puro.
- Bien, entonces. Déjame ser la manzana podrida... Déjame mostrarte para qué es esto que sostengo y cómo lo usaré en ti-
Y al cabo de decir esto, con su mano libre sostuvo uno de los lados laterales de las caderas de su presa, y con un ligero pero brusco accionar, le dio la vuelta sin problemas. Su cuerpo era tan liviano, de hecho, que le resultaba sumamente fácil el maniobrarlo, lo cual era una clara ventaja que tenía para con él... Thranduil no podía ser más perfecto, pensó.
Las largas piernas blanquecinas intentaron resistirse, regresarle la estabilidad al resto de su ser, pero antes de que pudieran hacer algo, Thorin jaló de su cintura hacia atrás, obligando al elfo a doblar sus piernas y quedarse prácticamente arrodillado, pero con los muslos pegados a sus pantorrillas. Ante esto, sus brazos quedaron tirantes, pues el movimiento anterior lo precipitó demasiado hacia atrás, y sin la ayuda de sus piernas para refrenar el tirón, no tenía forma de zafarse.
Al fin comprendió para qué se le había otorgado algo de movilidad con una soga más larga. Era precisamente para poder darle la vuelta como se le antojara, para jugar con él sin limitaciones... El odio en su pecho latente era igual o incluso más grande que el propio miedo que estaba sintiendo en ese momento.
Lo tomó por sorpresa sentir el aceite derrochándose sobre sus caderas, desparramándose luego sobre su espalda curvada, hasta llegar a los lados laterales y caer a los costados, sobre las sábanas. No hubo peor estremecimiento que el que experimentó cuando volvió a volcarse el líquido sobre él, pero esta vez un poco más abajo, con motivo de que ahora se escurriera entre su trasero, hasta llegar a su ingle.
Era una sensación bochornosa, estaba completamente incómodo. Se sentía mojado por todos lados, era la impresión más asquerosa que hubiera podido tener hasta ese instante, minutos antes de que, además, tuviera que lidiar con el hecho de que Thorin forzara su resentida entrada lastimada con la punta de la botella que contenía el aceite.
De puro sobresalto, buscó inclinarse hacia delante, pero el agarre del enano en su cintura no le permitiría escapar. Arqueó su espalda en acto-reflejo, haciendo la mayor fuerza posible con sus brazos, en un intento por ir hacia delante y quitarse ese objeto extraño del interior de su cuerpo. Se quejó en voz alta, maldiciendo, implorando que lo dejase en paz, que no había ya nada que pudiera arrebatarle que no lo haya deshonrado antes... Esta humillación no era necesaria...
Pero Thorin no lo escuchó. Sus quejas eran palabras vanas que iban a parar a oídos sordos, y pronto lo comprendió, mas no podía no hacerlo. Las palabras le salían solas, los gritos de furia, también.
Acto seguido, su captor inclinó la botella, dejando que su cuerpo fuera invadido de lleno por el aceite, que recorría el interior de su entrada sin piedad, provocándole turbias sensaciones y una incomodidad creciente. Ahora, también se sentía todo mojado por dentro; eso era más de lo que podía soportar...
Cuando el otro decidió que ya era suficiente, entonces fue que quitó el pico de la botella de allí, pero eso no significaba que la tortura acabaría allí, no. Sólo era el mero comienzo de algo mucho peor.
Apenas le concedió un minuto para que Thranduil pudiera intentar regularizar su respiración lo más que pudiera. Soltó las caderas del elfo, permitiéndole que se moviera libre por algún instante, mientras que él desprendía su doliente miembro excitado de entre los ropajes gruesos que lo mantenían aprisionado para que su pasión pudiese ser controlada y no se tentara en acabar mucho antes saciando su deseo. Una vez que hizo esto, volcó el aceite también en la totalidad de su hombría, gimiendo toscamente cuando sintió la humedad de aquel líquido acariciando su piel caliente.
Cuando oyó eso, Thranduil, que se aferraba con carne y uñas a la soga que lo mantenía amarrado, tirando de ella con la mayor ferocidad que lograba reunir, -en vano, cabe decir-, luchando por lo que sea que aún le quedara, se giró y la imagen de un Thorin arrodillado sobre el colchón, a pocos centímetros de él, con su miembro al aire y mostrándolo orgullosamente erecto, lo aterró totalmente.
El enano tiró por los aires la botella que sostenía, dejando que se estrellara donde fuera, ni siquiera le importaba eso. Mantenía su atención puesta en otra cosa...
Arrojó sus pérfidas manos, cual garras de una fiera hacia una criatura malherida, hacia las caderas del elfo nuevamente. El otro, al ver el abrupto del movimiento, atinó a asestarle una patada, pero su cuerpo aún se mantenía entumecido y su mente, confundida. No supo bien cómo fue que pudo errar el golpe estando a tan poca distancia... De hecho, no lo había notado, pero comenzaba a ver doble. A cada minuto que pasaba, se sentía más inestable, e incluso parecía tener fiebre, pues su cabeza nadaba en un mar de precipitaciones y espasmos, y la piel abochornada se mantenía fría y caliente al mismo tiempo.
Los dedos de Thorin se clavaron en su piel y lo jalaron hacia atrás de nuevo, en la misma posición que estaba antes, cuando abusaba de su entrada con la botella. Sólo que ahora... Ahora sería inconmensurablemente peor.
Lo primero que sintió fue un duro miembro empujando lentamente, como dándole tiempo a que se quejase de su mala suerte todo lo que quisiera. Lo siguiente fue el terrible dolor de su piel obligada a expandirse para recibir algo para lo cual ese lugar no estaba hecho. La dificultad para respirar ya se le estaba haciendo más evidente, con los latidos furiosos en su pecho y las lágrimas en sus cristalinos ojos cansados.
Y entonces, algo inesperado pasó. La enorme hombría de Thorin, al cabo de introducirse apenas, se deslizó rápidamente y sin esfuerzo alguno dentro de él. Algo no iba bien, y Thranduil simplemente no encontraba la razón de por qué había podido entrar así de fácil... ¿Qué estaba sucediendo?
Aún sentía el dolor agudo de su entrada al expandirse para acaparar todo eso, la fuerza de sus órganos internos por evitar la intromisión no deseada, pero el desgarro no fue producido, ni el sangrado, ni la salvaje violencia que el enano debía emplear para poder caber enteramente. Sus ojos sorprendidos se descubrieron llenos de lágrimas de repente, pero no estaba llorando; sólo era una reacción natural. El dolor era bastante soportable, mas la vergüenza y la rabia seguían siendo las mismas.
Tuvo que sufrir varios pares de estocadas más hasta que finalmente pudo darse cuenta de que el causante de esa facilidad para profanarlo de aquella forma tan rápida era el aceite que había lubricado su interior y también el miembro de Thorin. Claro, e incluso el sonido horripilante que hacían sus cuerpos al encontrarse denotaba que el líquido estaba presente en ambos, ayudándole al bastardo de su captor en su mórbido accionar.
Mientras el elfo se debatía un puñado de insultos y de quejas para que parase, Thorin, a medida que continuaba con su ritmo frenético, balanceaba su cuerpo y el de su presa, buscando el punto exacto que quería encontrar. Thranduil no podía comprender por qué se lo movía tanto, primero empujando sus caderas, luego subiéndolas, después obligándolo a bajar... ¿Qué era lo que quería de él? ¿Por qué no se quedaba quieto y se apresuraba por terminar esa insoportable degradación?
Un quejido de lo más franco, -casi rozando la similitud con un gemido-, se escapó de su garganta cuando la hombría de Thorin, al rotar nuevamente de posición, golpeó un puñado de nervios dentro de él, haciéndole recorrer electricidad pura en todo su ser, de pies a cabeza, hasta concentrar la sensación extraña en su ingle.
Ambos se quedaron quietos al mismo tiempo; Thranduil, ante la sorpresa de lo inexplicable e imprevisto, dejó de forcejear, y Thorin también detuvo sus embestidas.
- Así que aquí es, ¿eh?- Habló el enano, con la voz rasposa de deseo.
El elfo separó los labios en pro de decir algo, preguntar, pero no encontró forma no vergonzosa de expresar sus dudas... No estaba entendiendo nada, y Thorin no hacía más que confundirlo.
Entonces, después de un breve instante, volvieron las estocadas, lentas y suaves, deslizándose con cuidado pero golpeando fuertemente al llegar al "punto exacto". La mente del rey elfo daba vueltas, era ya incapaz de pensar en algo coherente, lo único que podía hacer era intentar controlar su voz, que quería salir despavorida, y seguir forcejeando con las ataduras de sus muñecas.
El dulce dolor que le provocaba lo que sea que Thorin estuviera haciendo con él era incluso más insoportable que si lo hubiese violado como las veces anteriores. No comprendía por qué estaba reaccionando de aquella manera, qué era lo que le producía esa sensación de... ¿placer?
- ¡No, basta!- Exclamó entre quejidos, haciendo lo más que pudiera por refrenar sus instintos. - ¡Maldito! ¡¿Qué le estás haciendo a mi cuerpo?! ¡Basta!-
Y ya no pudo seguir hablando. Más allá de la imposibilidad para concentrarse que estaba teniendo, la boca se le había llenado de saliva, incomprensiblemente. Las lágrimas también habían aumentado en las cuencas de sus ojos, saliendo disparadas cada vez que se lo golpeaba dentro.
De pronto, las embestidas se detuvieron, y por alguna extraña razón, eso no fue un alivio. Se quedó con la mente en blanco, como arrojado al vacío, triste y miserable, sin saber por qué. La hombría de Thorin salió de su interior de repente, y dándole un apretón a sus caderas, lo giró para que quedase con la espalda pegada a las sábanas.
El rostro empapado en lágrimas de Thranduil le resultó de lo más excitante que hubiera visto en años, pero nada se comparaba a esas mejillas enrojecidas por la vergüenza y la excitación, a esa boca torcida en un gesto extraño que denotaba toda su incomodidad por verse en esa situación; y entonces, cuando bajó la vista...
- Vaya, pero mira nada más...-
Thranduil abrió los ojos entrecerrados para ver a qué se refería el otro. Su mente dispersa no estaba lo suficientemente desconectada para evitarle el sentimiento a culpa y remordimiento que lo golpearon en la cara violentamente.
- No... No puede ser cierto...- Fue todo lo que pudo decir.
Y su voz se le apagó en ese momento. Sus ojos se abrían grandes ante la visión de su propio miembro completamente erecto y hasta goteando de tanta estimulación.
Thorin, sin dejarle tiempo necesario para que procesara lo que estaba pasándole, volvió a moverse, elevando levemente sus caderas para volver a alcanzar el manojo de nervios que animaba la excitación en el otro. Golpeaba allí sin piedad, sin descanso, sin importarle que el elfo no estuviera acostumbrado a esta clase de tratos ni a sentir tanta incitación sexual. Era un éxtasis donde para uno era un premio, para el otro, la más cruel de las torturas.
Thranduil gruñía, gritaba, insultaba, pataleaba con ambas piernas para que lo soltara, pero nada de lo que hizo le sirvió. Después de esa dura afrenta de minutos enteros, de tanto placer no deseado acumulado en su ingle, llegó a su clímax dolorosamente, esparciendo su semilla sobre su propio vientre desnudo.
Los latidos furiosos eran tan potentes que hasta le lastimaban el pecho. Su respiración irregular y acelerada le punzaba la cabeza aún más. Además, sumado a todo eso, -sin contar su conciencia, que lo sumía en la más profunda vergüenza-, sus genitales le dolían como nunca antes le habían dolido... Todo esto estaba tan mal...
Por su parte, Thorin lo observaba con una mirada devoradora. Había logrado lo que quería, y ahora deseaba recompensarse. Le permitió al elfo bajar sus caderas, y después volvió a penetrarlo sin perder tiempo ni pensar en si eso era demasiado para Thranduil. Sólo pensaba en saciarse plenamente, nada más.
El rey elfo volvió a tensar su cuerpo adolorido y extremadamente cansado ante la nueva intrusión. Su voz soltó un único quejido, y dirigió la mirada agotada al techo, suplicando que esto terminara pronto.
En efecto, la pasión de Thorin no tardó en explotar, derrochándose de lleno dentro de él. Luego, quitó su miembro con cuidado, y fue directo a buscar el rostro disperso que no tenía intenciones de mirarlo siquiera. Lo tomó duramente de la quijada, dejándolo de frente, permitiéndole ver esa sonrisa socarrona que poseía al saber que lo había humillado aún más de lo que lo había hecho antes, y que estaba satisfecho con el resultado.
Pero el espíritu de Thranduil estaba apagado; estaba cansado, y no encontraba las energías necesarias para rechazarlo o para comenzar una afrenta verbal al menos. Y sólo cuando Thorin lo besó apasionadamente fue que logró quedarse inconciente y librarse de aquel encuentro tan aberrante para él.
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